Caminó con cautela, el césped crujía bajo sus pies. Si hacía ruido lo asustaría, saldría corriendo y no lograría atraparlo.
Lo vio treparse en la casita de madera en medio de ese parque, sus orejitas rosadas se agitaban con el viento. Se relamió los labios cuando le dio la espalda descubriendo el rabito de pelo rosa sobresaliendo de los pantalones cortos.
-Siempre lo estás consintiendo…¡estoy cansada! ¿me escuchas? ¡cansada!- la mujer lanzó su bolso al sofá con rabia.
-Tiene siete años, ¿acaso quieres que lo golpee?
-Deberías hacerlo, nunca me obedece
El sonido de la puerta azotándose interrumpió la pelea, y lo único que alcanzó a ver fue su pequeña silueta huyendo apresurada por la puerta.
Alcanzó con su mano una de las piernas del pequeño obligándolo a voltearse- te atrapé, conejito…
-¡Suéltame!- Shuichi pataleó- no pienso volver ¡nunca!
-Si no bajas no podremos hablar
-Sube tú
Suspiró con cansancio, paciencia, si alguien veía al gran Yuki Eiri sobre una casita de madera sería su fin.
-Ya está…
La criatura le sonrió, sus ojitos violetas brillando, inmensos e inocentes, las orejitas de tela sobresaliendo entre sus mechones rosados.
-¿Porqué estás vestido de conejito?, sabes que eso solo lo usamos para ocasiones especiales.
-Pensé que íbamos a jugar- hizo un puchero y jaló una de las orejitas tratando de quitársela- al lobo feroz…
Eiri se sonrojó al recordarse a sí mismo con unas orejas de lobo, persiguiendo al criajo de 7 años por toda la sala. Las cosas que uno tenía que hacer para mantenerlo feliz.
-Podemos jugar más tarde- lo atrajo hacia sí, posándolo sobre su regazo, aprovechando para toquetear el cuerpecito que le producía tanto placer.
-¡No!...parece que la quisieras más a ella, nunca podemos jugar cuando ella está cerca, ¡la odio¡ quiero que se vaya- lloriqueó el infante, negándose a mirar al adulto-ya no jugaré contigo al lobo feroz, ¡ya no te quiero!
Acarició con ternura el cabello de su insaciable muchacho, sus brazos se entrelazaron en el vientre pequeñito.
-Esto no tiene sentido, tú sabes que no la quiero, que eres lo único bueno que ella pudo darme, lo único que amo…mi único conejito-le habló en un susurro ronco contra el oído.
Shuichi volteó el rostro, encarando con dificultad al rubio- ¡¡te quiero papi!!- sus bracitos alcanzaron el cuello del mayor, e instintivamente pegó su cuerpo al de él, listo para que lo cargara.
Él de ojos doraos acomodó a su hijo entre sus brazos, y bajó de la casita incorporándose.
Shuichi soltó una leve carcajada cuando Eiri lamió su mejilla y gruñó imitando a un lobo, sabía que al pequeño le encantaba que lo hiciera.
-¿Hoy jugamos toda la noche?- Shuichi lamió los labios de su papi.
Eiri lo miró con una ceja alzada.
Después de todo a él si le agradaba ser el lobo feroz.
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Notas finales de Pandora: ¿Qué tal xD?...demasiado raro ya se ;_; culpen al art xDD…