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Pink haired men por Suzuru

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Notas del fanfic:

Este fanfic lo escribí poco después de entrar en el fandom, cuando hacía pocos meses que Tao había dejado el grupo, con la intención de hacerlo más largo. De hecho, ya lo había publicado y lo borré esperando terminarlo para así, una vez acabado, colgarlo de una. Pero al llegar al segundo capítulo no tuve más ideas y he decidido dejarlo como un two-shot :/ 

Aquí dejo la portada que le hice (bastante casera xD)

¡Gracias por leerlo y espero que os guste! ´v`)

─ ¡Buen concierto, chicos! ─ se escucha exclamar la voz de Jun Myeon al frente del grupo mientras curva repetidamente su espalda en múltiples saludos al staff de camino al camerino.


 


─ ¡Hoy lo hemos clavado, eh! ─ Baek Hyun pasó su brazo derecho tras el cuello de Se Hun desde su altura y lo acercó a él con un rápido y bastante brusco movimiento, sonriendo alegremente.


 


Sin embargo, al alzar la vista para mirarlo a la cara, la pronunciada curva que había estado ocupando sus labios es substituida por una ceja levantada, con cierto aire preocupado.


 


─ ¿Qué te pasa, Sehunnie? ¿Y esa cara tan larga? ─ pregunta con tono gentil, acompañando sus palabras con un sutil ladeo de su rostro ─ ¿Te encuentras mal o algo?


 


─ ¿Me veo mal? ─  también él levanta una ceja, imitando su expresión.


 


─ Bueno... No te ves muy feliz, a pesar del ESPECTACULAR concierto que hemos dado hoy… -─ contesta, recuperando su sonrisa habitual mientras de fondo suenan las voces de Jong Dae y Chan Yeol cantando Tender Love sin mucha seriedad.


 


─ Bueno… el caso es que… ─ tras una corta pausa que el menor utiliza para ordenar su confusa mente y su exhausto corazón, le devuelve una mirada seria ─ Tengo hambre…


 


Tras unos tensos segundos de silencio, Baek Hyun deja salir una sonora carcajada que llama la atención de todos los demás miembros, que dirigen su mirada hacia aquel par durante escasos instantes antes de retomar sus respectivas conversaciones.


 


─ Aguanta un poco, pequeño. Pronto comeremos ─ tras hablar y sin previo aviso, se separa del más joven deslizando suavemente su mano sobre su nuca como una caricia, para acto seguido acercarse a Chan Yeol y darle un golpecito en la espalda para saludarle.


 


En cuanto a Se Hun, camina tras todo el grupo, observando sus espaldas avanzar hacia delante, y piensa que no sería capaz confesarles aquello que ha estado nublando su cabeza no sólo aquel día, sino toda la semana e incluso más allá. Simplemente no podría reunir el valor para sentarse a hablar con alguno de sus hyungs de que tanto echa de menos a Tao, a pesar de… a pesar de todo. No podría decirles que no pudo siquiera escuchar su nueva canción. La canción con la que ha empezado de nuevo, solo. Dejando el grupo atrás. Dejándole a él… atrás.


 


Cuanto más lo piensa, más patético le parece y más pesadamente cae sobre él la realidad: no es nada fácil deshacerse de un amor que hace ya un año que embarga todo su ser.


 


Ahoga un suspiro sin permitir que su cara de poker se turbe mientras entra tras los demás al camerino, sin mediar palabra.


___________


 


Volviendo al hotel, el coche está inusualmente en silencio. Es comprensible, siendo que los dos mayores más ruidosos han caído rendidos al sueño y ahora duermen apoyados uno encima del otro.


 


Se Hun observa el paisaje tras la ventana. La luz que desprenden las farolas que bordean la carretera se difumina y desaparece a medida que el vehículo pasa frente a éstas. A pesar de que el vidrio tintado hace parecer más oscuro el panorama puede apreciar, aunque brevemente, como una pareja camina cogida de la mano.


 


Un suspiro escapa de sus labios sin que sea siquiera consciente de ello. Memorias de los momentos con Tao vienen a su mente, a pesar de lo mucho que quiere huir de ellas.


 


Recuerda el primer beso que compartieron. Aunque, a decir verdad, muy compartido no fue, porque pilló a su amigo tan por sorpresa que no pudo corresponderle apropiadamente. Una muy sutil sonrisa se hace presente en su rostro al pensar en ello.


___________


 


Fue cuando estaban solos en su cuarto del hotel, justo cuando todos los demás se habían ido a sus respectivas habitaciones para dormir después de haber invadido la suya sin permiso alguno.


 


El lugar estaba hecho una verdadera pocilga. Había latas y bolsas de patatas chips por doquier. Se notaba que allí se habían reunido nueve chicos por la cantidad desmesurada de envoltorios y envases tirados por el suelo. Y por el olor. Olor a “humano”.


 


También se notaba que Min Seok no había estado con ellos. Él se fue directo a su cuarto para así descansar, a diferencia de los demás hyungs, que decidieron que querían montar una mini-fiesta en la habitación de los maknaes. De haber estado él allí, no habría permitido que el desorden degenerara hasta aquel caótico punto.


 


“Estos hyungs no tienen remedio” refunfuñó indignado Tao desde el lavabo, donde se desmaquillaba cuidadosamente a pesar del enfado. “Vienen aquí a pasar el rato, lo desordenan todo, ¡y luego se van tal cual, sin recoger nada! ¡Y encima Baek Hyun hyung y Jong Dae hyung no han parado de tomarme el pelo! ¡Uf!”.


 


“Son como son. Habrá que quererlos igual…” le respondió Se Hun con una suave risa mientras caminaba hacia el baño. Una vez allí, apoyó el hombro sobre el marco de la puerta y cruzó los brazos tranquilamente. “¿Tienes para mucho o qué? Como no te des prisa voy a empezar a ducharme sin ti…”.


 


Tao por fin despegó la mirada del espejo para clavarla sobre su compañero, poniendo esos ojitos de cachorrito abandonado que sabía que le podían. El más joven suspiró. La adorable mirada del rubio se intensificó. Se Hun suspiró de nuevo.


 


“Date prisa, anda. No me hago responsable si luego, cuando estemos duchándonos, nos ataca un fant-”


 


“Oye, cállate.” le cortó antes de que pudiera terminar la frase propinándole un golpe de pie en la pantorrilla que si bien no fue muy fuerte, consiguió que el castaño soltara una queja.


 


Desde su ángulo de visión, Se Hun contempló al detalle cada movimiento ajeno: cómo deslizaba la toallita por sus párpados para retirar la sombra de ojos, primero el derecho y luego el izquierdo; cómo frotaba insistentemente sobre la parte inferior de sus ojos para limpiar el lápiz de ojo negro que había utilizado aquel día; cómo eliminaba la base que cubría las pocas y casi invisibles imperfecciones de su piel; y como, finalmente, humedecía una y otra vez sus labios para así borrar el poco pintalabios que restaba.


 


Al terminar, Tao sonrió satisfecho con su trabajo, y el castaño se sorprendió a sí mismo pensando en lo encantador que se veía de esa forma, sonriendo al natural. Era un plano bastante grato a la par que inusual. Algo que sólo la gente cercana a él tenía la oportunidad de disfrutar.


 


“Ya sé que me veo feo sin maquillaje pero no hace falta que me mires así, geez.” comentó el rubio ante la manera tan intensa e insistente con la que le Se Hun.


 


“Tao, no te preocupes por eso… Tú siempre te ves feo…” le replicó, sin poder contener una sonrisa burlona, a la cual el mayor respondió con un bufido exasperado. “En serio, no te preocupes por eso. Te ves bien de cualquier manera.”


 


Se Hun no había planeado decir aquello en voz alta, pero las palabras salieron espontáneamente, y cuando fue consciente de que lo había hecho, Tao había recuperado esa sonrisa complacida que entonces le pareció infantil, por la inocencia con la que se la dedicó y la sincera alegría que delataba. La ingenuidad de ese gesto provocó en él tal deseo de abrazar al rubio que necesitó apretar los brazos aún cruzados para asegurarse de que no perdía el control de su cuerpo.


 


No era la primera vez que le pasaba, y no sería la última. Tao tenía ─ y sigue teniendo, para su desgracia ─ la extraña habilidad de inquietarlo como nadie. Cada pequeña acción, cada sutil movimiento, cada sonido que emite enciende un interruptor que le exige mucha concentración y pensamiento racional para poder apagarlo.


 


Sin embargo, nada de eso, ni siquiera las pequeñas interacciones físicas tales como los abrazos hicieron nuca tambalear el dominio sobre sí mismo el tiempo previo a aquel día en cuestión.


 


Tras tomar una ducha rápida juntos y ponerse el pijama, cada uno se tumbó en su cama e intercambiaron unas “buenas noches” antes de apagar las luces, quedando así sumidos en la oscuridad que no llegaba a ser completa, pues por la ventana se filtraba la claridad que desprendía la luna llena de esa noche.


 


Se Hun estaba ya al borde de la inconsciencia cuando notó como alguien le empujaba hacia un extremo de la cama. No fue necesario que abrir los ojos para saber de quién se trataba. Dejó su peso muerto, negándose a colaborar en esa invasión de su espacio, de manera que Tao se vio forzado a utilizar la fuerza para echarle a un lado y así caber.


 


“¿Qué demonios estás haciendo…?” musitó el más joven con tono ronco por el sueño, que le mantenía incapaz de moverse demasiado.


 


“He decidido que hoy dormiré contigo.” le respondió tranquilamente el mayor, haciendo uso de un tono que dejaba claro que no dejaría que se lo negara ─ y que de hacerlo, no le haría ni el más mínimo caso ─.


 


“¿Y eso... por qué...?” consiguió verbalizar con esfuerzo mientras luchaba por mantenerse despierto. Tao se tomó unos segundos antes de responder, tiempo que Se Hun utilizó para incorporarse pesadamente y así evitar caer rendido ante la somnolencia.


 


“Es que… sentí una presencia cerca de mi cama y ya sabes que no soporto los espíritus y esas cosas…” respondió por fin con tono suave, sin mirar al castaño la cara. No hacía falta estar muy despierto para notar que no estaba siendo honesto. De hecho, la mentira fue tan obvia que hasta hizo sentir ofendido a Se Hun.


 


“Si realmente ese fuera el caso habrías saltado hacia aquí con un grito de niña super estridente y agudo, y luego me habrías cogido y apretado el brazo hasta cortarme la circulación”. Su voz sonó más áspera de lo que había pretendido, fruto de la molestia provocada ante su fallido engaño. “¿Qué pasa?”


 


“Nada. Sólo me apetece dormir contigo…” susurró dulcemente Tao, lo cual sonó absurdamente forzado en los oídos de Se Hun y sólo hizo que aumentar su impaciencia y mal genio.


 


“Déjalo ya, anda, que nos conocemos.” Sentado sobre la cama, que no era lo suficientemente espaciosa como para que dos personas cupieran cómodamente, especialmente altos y de hombros anchos como lo eran ellos, buscó la mirada ajena con la suya y fue difícil encontrarla, pues su flequillo aún húmedo obstaculizaba la vista directa de sus ojos.


 


“... Estoy un poco melancólico, ¿vale?” confesó finalmente Tao, sin ser capaz de devolverle la mirada. Lucía avergonzado y a Se Hun le pareció que sus mejillas estaban… ¿sonrojadas? Contuvo las ganas de chincharlo por ello, entendiendo que estaba siendo sincero y hablaba en serio.


 


“¿Echas de menos tu familia en China?” le preguntó entonces, suavizando el tono de voz. Tao asintió tímidamente, sin levantar la cabeza.


 


“A veces me pasa. Cuando intento dormir, cuando todo está oscuro y en silencio, pienso en mis padres, en mi hermano y… no sé, me pongo algo triste.” Hizo una pequeña pausa antes de retomar su explicación. Esta vez, sin embargo, alzó el rostro para mirar fijamente a su amigo. “Normalmente se me pasa si esto en compañía de alguien, pero nuestras camas están muy separadas y… bueno…” No pudo mantener el contacto visual, así que desvió la mirada y la clavó en las blancas sábanas sobre las que estaba sentado.


 


“Me sentí solo…”


 


Se Hun no se detuvo a comprobar si lo que Tao decía respecto a la distancia entre las camas de ambos era cierto porque necesitó contener la respiración, como si con eso pudiera contener también aquel sentimiento que le pedía a gritos que estrechara entre sus brazos a aquel estúpidamente adorable hyung ─ que él nunca ha considerado como tal ─.


 


“Eres como un niño…” comentó con una media sonrisa divertida, a la cual el rubio respondió con una mueca. “Bueno, ahora que has ocupado la mitad de mi cama supongo que ya estarás más tranquilo, ¿no?”

“Pues en realidad no.”


 


“¿Y qué puedo hacer para que te calmes ya y me dejes dormir?”


 


El silencio invadió la estancia durante más segundos de los que Se Hun había esperado. Tao clavó sus orbes azulados, casi plateados, sobre el menor, que se perdió en la electrizante mirada ajena durante breves instantes.


 


“... ¿Me das un abrazo?” Pronunció las palabras con parsimonia, suavizando la mirada, bajando la cabeza, como un gesto de sumisión, y haciendo uso de un tono grave para articular cada fonema.


 


Se Hun no respondió. Se delataría si lo hacía, pensó. Entonces el contrario ladeó el rostro con ese aire inocentón que lo hacía ver jodidamente encantador y ronroneó un dócil  “¿No…?”.


 


Algo en Se Hun hizo click. Luego crack. Acto seguido, se rompió.


 


Tao hizo trizas su autocontrol.


 


“No.” Contestó secamente, y con un movimiento rápido y ágil de su mano buscó la nuca del mayor para así poder acercar su rostro hacia sí y hacer lo que llevaba queriendo más tiempo del que le gustaría aceptar: besarlo.


___________


 


Se Hun aún recuerda a la perfección la reacción de Tao ante su osadía aquella noche. Primero, la sorpresa. Luego, la confusión. Finalmente, la vergüenza. La imagen del rostro del rubio ruborizado hasta las orejas ocupa su mente durante unos segundos y es substituida por otra memoria.


 


También de Tao. También sonrojado. Pero en una situación algo más… adulta.


 


Lo cierto es que Tao y Se Hun raramente tenían relaciones. En los dormitorios no había privacidad ninguna, e incluso cuando estaban a solas en el cuarto del hotel estaban tan exhaustos que no alcanzaban a más que un par de besos y caricias. Y, si realmente tenían la energía suficiente, simplemente se masturbaban.


 


Una vez consiguió convencer al mayor de que le dejara darle un oral. Hace memoria. No tarda en visualizar a Tao mirándole con ojos entrecerrados y tapándose la boca con una mano para retener así los gemidos que querían escapar con cada movimiento de su lengua sobre el falo ajeno, completamente erecto y duro.


 


Con los párpados cerrados ve como la espalda ajena se curva lentamente a medida que introduce su miembro en boca y alcanza su garganta. Ve como el rubio se aferra a las sábanas sobre las que está sentado y Se Hun entiende que lo hace para reprimir las ganas de mover las caderas. En sus oídos retumba la voz de Tao gimoteando una y otra vez su nombre.


 


Y entonces el ahora moreno abre los ojos y para, porque sabe que si sigue pensando en eso acabará por tener un problema en la entrepierna que le costaría demasiado ocultar en medio de la furgoneta.


___________


 


─ Tío, estoy hecho polvo… ─ se queja Jong In jugando con la llave en forma de tarjeta de su cuarto, moviendo los dedos ágilmente.


 


─ No me extraña con la pasión que le hechas al baile. A veces me da la sensación de que te partirás en dos de lo fuerte que marcas los movimientos ─ contesta Se Hun con una discreta sonrisita en los labios


 


─ Es porque amo el baile~ Sale de mí, no lo controlo ─ se justifica entonces el pelirrosa con un tono dramático que su amigo nota que no es real y que busca su risa.


 


─ Lo sé, eso es lo que te hace especial y lo que a tus fans nos gusta ─ la sonrisa del moreno se hace más amplia a la espera de una reacción por parte del contrario.


 


─ “¿Nos?” ¿No me digas que Chanyeol hyung te ha contagiado? Si es así, tienes que comprarme tazas y bufandas para confirmar tu admiración por mí ─ la curva de sus labios adopta una actitud arrogante. Se Hun no duda en contraatacar con una ceja levantada y aire ofendido.


 


─ ¿¡Qué dices!? ¿¡Sabes cuantos won me costaría eso!? Te compraré unas toallitas desmaquillantes y unos guantes de goma, ¡y agradecido deberías estar!


 


Tras una breve mirada a los ojos, ambos rompen a reír a carcajadas que ahogan como pueden para no molestar los demás huéspedes. Siguen caminando sin calmarse por completo, porque ambos siguen dejando escapar risitas tontas cuando sus ojos se cruzan. Cualquiera que los viera no diría que tienen 21 años. Parecen un par de críos.


 


Para cuando llegan a la entrada de su cuarto ya se han tranquilizado, pero Jong In aún no ha perdido la sonrisa a diferencia de Se Hun, que ha recuperado la seriedad que había mantenido durante todo el trayecto hasta su alojamiento.


 


Jong In le dedica una mirada de reojo antes de abrir la puerta y entrar en silencio. La habitación es espaciosa. La decoración, simple y elegante, pero fría. Hay un par de cuadros colgados a los extremos de las paredes, ambos de paisajes paradisíacos.


 


Nada más oír la puerta cerrarse, casi como lo hubiera estado esperando, se quita la camiseta, haciendo que su pelo rosado quede completamente desordenado. Al verlo, Se Hun esboza una media sonrisa que no complace para nada al pelirrosa.


 


─ ¿Qué te pasa? Llevas todo el día de morros. No hay quien te saque una buena sonrisa por más de un triste segundo ─ refunfuña molesto, sin molestarse en ocultar su enfado. Se Hun suspira largamente.


 


─ Por dios, tú también no. Estoy harto de que todos me digáis lo mismo.


 


─ Pues deja de poner ese careto y sonríe de una vez.


 


Se miran fijamente, sin decir nada, hasta que Jong In termina alzando las cejas y moviendo la cabeza a un lado para cortar el contacto visual.


 


- Wow, eso ha sonada más cursi de lo que pretendía.


 


Se Hun no se preocupa por ocultar la sonrisa divertida y satisfecha que se apodera de su expresión cuando su amigo se percata de la situación. Y a pesar de que justo una sonrisa era lo que le había demandado, a Jong In no le hace ni pizca de gracia su actitud. El menor abre la boca con la intención de burlarse de él, pero le detiene antes de que pueda soltar palabra.


 


─ Calla ─ y con esa orden le tira su camiseta a la cara. Está algo sudada y tiene impregnado el aroma corporal de su propietario. No tarda apenas en reaccionar, pero para cuando se la quita de encima, Jong In ya está cerrando la puerta del baño. - Pues ahora, por listillo, me ducho yo primero.


 


Una vez queda a solas, Se Hun hunde el rostro en sus manos y exhala aire con fuerza y lentitud. Está cansado. Cansado de estar cansado, de estar triste. Cansado de pensar en Tao y de echarle de menos. Cansado de quererle a estas alturas.


 


Nunca habían confirmado su relación. Incluso cuando habían hecho todo y más, ninguno de los dos nunca intentó ponerle nombre a su vínculo. Se Hun nunca lo consideró necesario. Pensó que el afecto y la pasión con las que trataba a Tao hablaba por sí sola, e interpretó por sus respuestas, tanto en palabras como en acciones, que el mayor sentía lo mismo por él. Pero al enterarse de la noticia de su debut en solitario por una revista online esa idea fue destruida por completo.


 


De nuevo, Tao rompió algo en él. Y sigue roto.


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