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Entre sombras por Syarehn

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Notas del fanfic:

Hola, dulce mundito,

Este fic es un pequeño monstrito creado por la bella Lady Cadiie y Syarehn Lodbrok (su demente servidora), como un medio para liberar nuestros consternados feels después de Civil War.

En general sigue la línea de las películas de Marvel, aunque hemos cambiado algunos detalles que ustedes irán reconociendo.

Advertencias:

  1. Ligero WinterIron
  2. Drama al por mayor.

Esperamos que pasen un buen momento leyendo.

Disclaimer: Los personajes de Los Vengadores y demás películas y cómics pertencen a Marvel y sus respectivos creadores. 

ENTRE SOMBRAS

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CAPÍTULO I

Sombras de soledad

 

¿Qué es la soledad?

 

Algunos dirían que es su más fiel confidente, esa que te entiende mejor que nadie. Otros, piensan que es una enemiga que tortura lentamente la psique humana con pensamientos fatalistas hasta llevarlo al borde de la locura. Tal vez sea lo primero, quizás es más certero lo segundo.

 

Para Anthony Stark, no era más que su estado natural.

 

Él nació en la cuna de una familia de alcurnia y sociedad, con muchísimas más responsabilidades que las de cuidar a un bebé. Su madre al menos hacía el intento de mantenerse cerca pero Howard nunca pensó en “desperdiciar” su preciado tiempo cuidando a un infante al que en realidad no deseó jamás.

 

Al desarrollarse como niño genio, Tony creció solo, siendo su único amigo desde que tenía memoria, su propia sombra, aquella que le imitaba y le seguía a todas partes. Tal vez a partir de ese momento, inició la actitud egocéntrica que tanto lo caracterizaba, pues ¿a quién no le gusta que lo siguieran?

 

Claro que tenía lapsus en los cuales, se encontraba acompañado; era apuesto y rico, nadie se le negaba, aunque eso era algo efímero y falso. Así que más tarde, su privilegiado intelecto le permitió “crear” su propia compañía, comenzando con BABAS y concluyendo con sus incondicionales consejeros JARVIS y ahora VIERNES.

 

Pero su destino era estar solo.

 

Solo con él.

 

Para él.

 

Por él.

 

La soledad era en realidad una parte de su persona. Algo característico. Una búsqueda innata de agonía infinita de un lugar, un momento en el que podía ser él mismo…,  él mismo junto a todos sus demonios. Tan devastador cómo suena.

 

No había nada que temer.

 

Nada, si en ello había soledad.

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El sol se encontraba en lo alto del cielo desprendiendo su calor aquel día en Washington D.C. Todas las personas que se encontraban conglomeradas en aquel gran jardín de la Casa Blanca llevaban sus sobrillas para cubrirse de los caprichos del Astro Rey; otras también llevaban gafas oscuras observando diferentes puntos, no queriendo enfocar su vista en lo que les atañía el día de hoy.

 

Tony, por su parte, estaba sentado en primera fila, siendo el único que veía con tranquilidad aquel ataúd que bendecía el sacerdote que otorgaba la misa, teniendo como respaldo una gran bandera estadounidense hondeándose orgullosa con la brisa fresca que se colaba entre la asistencia. Volteó la mirada hacia un lado, mirando la otra fila de asistentes para contemplar con sus propios ojos a una triste Pepper que lloraba desconsolada sobre el brazo de Happy. Apretó sus manos en un puño, devastado por hacer llorar una vez más a aquella chica que representaba demasiado en su vida.

 

Pronto sintió cómo su mirar era correspondido y se quitó los lentes por unos momentos, pero Pepper no le miraba como él lo hacía; sus ojos destilaban rencor, uno muy grande contra él. Retiró la mirada, siendo incapaz de soportar cómo en aquellos preciosos orbes verdes que antes brillaban con amor, ahora no quedaba ni un atisbo de él.

 

Claro, era natural que aquello sucediera. Después de todo, Rhodey estaba muerto.

 

Colocó nuevamente los lentes sobre su nariz, cubriendo sus ojos llorosos que pronto se asomaron ante la cruda realidad que se cernía sobre él. Pepper, Rhodey y Happy eran como hermanos; hermanos separados al nacer que se encontraron en algún punto de su vida para fungir un papel muy importante:

 

Cuidar de Anthony Edward Stark.

 

Se habían acoplado a ese extraño y extravagante modo de vida. Todos eran como sus hermanos mayores; algunas veces ellos jugaban con él para que no se aburrieran, algunas otras intentaban –sin éxito– imponerle unos límites por su propia seguridad;  le procuraban como una familia, le hicieron sentir que había encontrado su lugar en el mundo. Un lugar fuera de la soledad.

 

Pero no contaba con que, como siempre desde que recordaba, todo lo que amaba lo terminaba jodiendo. Juró protegerlos, prometió que todos estarían a salvo bajo su cuidado, intentando ser un poco recíproco con todo ese cariño que sentía… pero no pudo hacerlo. Nada le salía bien.

 

Después de que Visión golpease por accidente a Rhodey en aquella batalla en el aeropuerto y se desplomara en caída libre golpeándose de lleno contra el césped, éste había terminado en estado de coma a causa de las múltiples contusiones en su cabeza. Tenía la esperanza que se recuperara y para ello, había contratado a los mejores médicos del mundo sólo para que estuviesen al pendiente de él. Pero pocas semanas después de regresar de su pelea contra Steve y James en Siberia, se había enterado por boca de la misma Pepper que a Rhodey se le había diagnosticado formalmente muerte cerebral. Al parecer, jamás volvería a despertar. Ni con magia, ni con milagros… con nada.

 

«¡Es tu culpa!» Había gritado una enojada Pepper propinándole una cachetada –que él consideraba bien merecida– justo en su mejilla derecha, exactamente debajo del gran moretón que le había dejado Rogers. «Tú nos arrastraste a esta vida peligrosa llena de agentes y organizaciones secretas, de mutantes, magia y dioses. ¡Todo por tu maldito capricho de ser un héroe!, ¡Tú le quitaste la vida a Rhodey!».

 

Vaya que había sido duro escuchar la verdad.

 

Si no hubiese creado el traje de Iron Man, si lo hubiese dejado como un invento improvisado para escapar hace años de su secuestro en Afganistán, si no fuera tan malditamente terco y obstinado por siempre mejorar las cosas… nada de eso hubiese sucedido. Ahora mismo pudieron haber estado en su casa en Malibú como en cada temporada de vacaciones junto a ellos jugando cartas y emborrachándose hasta perder la conciencia.

 

Pero hace apenas unas horas se encontraba en el cuarto que había sido el de Rhodey en el Mount Sinaí Hospital, mirando cómo desconectaban los aparatos que aún lo mantenían con vida en aquel lúgubre lugar.

 

Agitó su mano bastante enojado por el calor que sentía. Ya veía que ni el clima le dejaba en paz… tal parece que no respetaba cómo se sentía y se burlaba de él en ese día lleno de tristeza. Sentía llover por dentro, como si un tifón consumiera los sentimientos que albergaba en su interior.

 

Regresó al presente al ver cómo el ataúd iba descendiendo lentamente hacia el subsuelo, mientras algunos aviones surcaban los cielos rindiendo honores con aquellas piruetas que había canonizado su amigo en sus días en la milicia. Los fuegos pirotécnicos y la marcha fúnebre siendo entonada por la banda de guerra daban un aspecto reconfortante ante ese episodio catastrófico como lo era perder a una persona tan querida por tantos. No mentía en realidad, Rhodey tenía muchos amigos y conocidos que le admiraban y personas que le querían demasiado, tanto, que Tony sentía como por cada persona que presenciaba el evento, su corazón se desmoronaba un poco más.

 

Vaya, incluso el presidente estaba ahí, realizando un saludo militar bastante recto, mostrando aquel amplio respeto que sabía tenía hacia él.

 

Al ver todo lo que se hizo por Rhodey, un pequeño sentimiento de zozobra se instaló en su pecho, incomodando su atención ante las palabras de despedida que daba uno de padres de su compañero caído. Pronto se preguntó, si muriese ese día… ¿Quién asistiría a su funeral?

 

La respuesta que conocía le escoció su poco corazón.

 

Nadie.

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Después de la ceremonia fúnebre y de despedirse del cuerpo de uno de sus hermanos, aventó una rosa blanca que cayó justo sobre dónde él sabía se encontraban las piernas. De sus delgados labios formaron una diminuta sonrisa; qué puteada del destino acababa de presenciar pues en caso de que Rhodey hubiese despertado, habría sido para darse cuenta que estaba paralítico. No sabía cuál destino era peor.

 

Miró una vez a Pepper y en un breve impulso por disculparse, se acercó hasta donde se encontraba en brazos de Happy. Tocó discretamente su hombro y se preparó para recibir otra cachetada –o quizá algo peor–, cerrando los ojos en un intento por no ver cuál era la reprimenda que le esperaba. Pero sólo atinó a abrir los ojos para darse cuenta que ambos brazos de Pepper le rodeaban en un fuerte abrazo. Sin embargo, éste era diferente a todos los que había recibido antes; tenía un sabor a despedida.

 

—Tony, perdóname —le dijo, recargando su mejilla izquierda en su pecho. Él actuó por impulso y rodeó su cintura, sintiendo de cerca el aroma de su cabello—. Ese día en el hospital yo… estaba muy alterada.

 

—Eso lo pude notar, vaya derechazo que me diste. Puedo decir incluso que me dolió más que el de Rogers —comentó jocoso, activando su defensa favorita: el sarcasmo.

 

Miró a Happy limpiando sus lágrimas con el antebrazo de su traje negro. Ambos rieron un poco, después de todo, el sentido del humor de Tony no cambiaba aunque la situación fuese crítica.

 

—Tony, sé que estás sufriendo igual o incluso más que nosotros. Después de todo, Rhodey era nuestro hermano. —Stark odiaba que Pepper pudiese leer sus pensamientos, odiaba que supiera con escalofriante exactitud lo que sentía mejor que sí mismo y que, además, supiera expresar con palabras lo que él no sabía que tenía. Ponto sintió cómo ella se separaba lentamente para terminar con sus pequeñas manos sobre su pecho, como poniendo distancia, una maldita distancia que sabía a dónde lo llevaría—. Pero eso no significa que cambie lo que pienso de ti. No quiero odiarte pero… siento que gracias a ti, Rhodey ya no está con nosotros.

 

—Pepper… —susurró sintiendo el pronto desenlace de esas palabras. Sabía de sobra el desenlace de aquello. Quería decir un «Lo siento», pero nada salió de su boca al observar cómo los ojos verdes de Pepper le miraban con reproche, con lástima.

 

Apretó los puños; cómo lo odiaba. Odiaba que le miraran de esa forma.

 

—No puedo perdonarte por ahora. —Tony vio como Peeper secaba unas lágrimas traidoras que se asomaron cubriendo sus irises mientras su cabello se agitaba con el viento, para luego retroceder un par de pasos, justo dónde Happy se hallaba—. Sé que tengo una responsabilidad contigo y con Industrias Stark. Eso no cambiará nada, pero… no puedo verte sin pensar cosas crueles sobre ti. Lo siento. Me iré a Malibú apenas termine de arreglar el papeleo pendiente en Nueva York. No quiero ni puedo estar cerca de ti, Tony.

 

Y con esas palabras, Pepper se dio vuelta, para comenzar a caminar. Tony escuchó perfectamente cómo el llanto de la chica haciendo eco en el jardín. Tony miró a Happy, quien se debatía entre decirle unas palabras o ir detrás de la fémina para que no le pasara nada en el delicado estado emocional en el que se encontraba. En la mirada de su amigo y chofer no halló ni rencor, ni reclamos. Sólo una despedida.

 

—Jefe, sé que le duele y tiene que ser fuerte. Rhodey lo estimaba mucho y no quisiera verlo desmoronado. —Happy lo abrazó por sorpresa, levantándolo un poco al aire para dejarlo nuevamente sobre el césped, dándole una sonrisa bañada de tristeza—. Tengo que cuidar de Pepper, usted lo sabe. Rhodey siempre me la encargaba y quiero honrar su última voluntad. No sé si nos volvamos a ver, pero… suerte.

 

Tony vio cómo Happy le daba la espalda y corría tras de Pepper, llegando hasta donde ella estaba, rodeando con sus brazos el menudo cuerpo de la pelirroja, protegiéndola de cualquier daño que pudiese recibir en ese momento y a futuro.

 

Y ahí se encontraba nuevamente ese sentimiento. Su extraño estado natural que volvía a rodearle y sabía que, en definitiva, no había extrañado. Anhelaba que todo fuese un mal sueño, que despertara en su taller siendo regañado por Natasha, soportando una de las tantas travesuras entre Falcon y Clint; esperaba que Bruce hubiese salido por una taza de café y regresaría para continuar sus investigaciones pendientes. Esperaba que al despertar de ese mundo idílico, vería la sonrisa de Steve una vez más. Aquel rayo de sol que caía sobre su corazón cada vez que la felicidad le embargaba por ver los hoyuelos que se formaban en el rostro del Capitán Rogers.

 

Pero sabía que no sucedería aquello. Nuevamente todos le abandonaban, todos le daban la espalda, se iban lejos de él y de su empeño inconsciente por destruir las cosas buenas que le pasaban en la vida. Intentó reprimir las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos y, en un acto inconsciente e infantil, se abrazó a sí mismo, como si de esa forma pudiese retrasar la incipiente soledad que de nuevo le embargaba.

 

Qué ironía que en un mismo evento desastroso de su vida perdiera a todas las personas en las cuales había depositado su confianza, cariño y respeto.

 

Había perdido a su única familia.

 

Estaba, una vez y como siempre, solo.

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Contra todo pronóstico, Tony manejaba de forma tranquila su Ferrari convertible, respetando las señales de tránsito y observando cada tanto las estrellas que comenzaban a salir en el manto azul marino en que se había tornado el cielo. Había arribado a Nueva York horas atrás después de su viaje rápido a la capital estadounidense para despedirse de su amigo y hermano. Apretó las manos en el volante al sentir las lágrimas acumulándose en sus ojos por enésima ocasión, y verdaderamente no quería llorar, no quería ser más débil de lo que ya se sentía. Pero ahí estaba; apenas había puesto un pie dentro de su coche lejos de los reporteros amarillistas y soltó todo lo que reprimió desde que tomó a Rhodey entre sus brazos en la batalla contra Steve.

 

No pudo evitarlo. Las lágrimas corrían por su rostro hasta perderse en su barba. Su cabeza dolía con tanta fuerza que la sentía explotar mientras las luces de la gran ciudad iluminaban su camino de forma magistral, como si estuviesen diseñadas para cuando él pasara por ahí; pero no encontraba sentido alguno. Ya no quería saber nada, mucho menos de su vida.

 

Soltó un suspiro largo, de esos que se dan cuando ya nada queda por hacer.

 

Esa tarde había pensado en todos sus amigos y en cómo cada uno de ellos lo traicionó a un nivel personal tan profundo, que reabrieron incluso aquella carencia que siempre había sentido por parte de Howard. Después de todo, si no lo quería su propio padre, ¿quién pretendía que lo iba a querer? Él no era digno de merecer cariño, pues sus manos sólo creaban destrucción, violencia y caos. Intentaba con toda su voluntad cambiar el rumbo de su vida; anhelaba llegar a ser una persona de la cual su madre estuviese orgullosa; se obligaba a sí mismo a valorar con todo lo que él era, a cada una de las personas que habían permeado su coraza de frialdad. Porque creía lo merecían, porque pensaba, que siempre estarían ahí con él.

 

Pero una parte de él siempre supo que no podía contar con nadie.

 

Incluso su propia sombra lo abandona cuando el sol se ocultaba.

 

«—Somos los vengadores, una cosa es luchar contra traficantes de armas todo el día. Pero lo que pasó allá arriba, no es ningún juego —dijo él aquel día en que Ultrón fue creado y se volvió un ente individual. Miraba a todos sus amigos Vengadores, uno a uno, clavando su mirada para que en ella vieran la desesperación que sintió cuando cruzó el agujero de gusano cargando sobre su espalda el misil que iba dirigido a Nueva York—. ¿Cómo planeaban vencer eso?

 

Sus ojos avellana se detuvieron en Steve, viendo cómo ese par de preciosos zafiros le miraba con compasión y entendimiento. Sin mencionar una palabra, Tony comprendía que su amigo lograba captar y percibir todo eso que intentaba transmitir. Lo sabía, tal como sentía que Steve y él comenzaban a formar un vínculo casi enigmático y de complementación total.

 

—Juntos. —Tony escuchó la voz firme y segura de Steve, sintiendo cómo su corazón latía rápidamente ante tal declaración.

 

Él dio unos pasos hasta quedar más cerca de Steve, continuando con el contacto visual inquebrantable que ambos habían entredicho en movimientos.

 

—Nos vencerán —declaró en un tono amargo, sopesando la posibilidad que los Vengadores, ni todos juntos, no  pudiesen ser reto para una amenaza de tal calibre como lo era una batalla contra otros mundos.

 

—Nos vencerán juntos entonces. —Realmente odiaba cuando Steve le llevaba siempre la contraria, pero en esa ocasión, no pudo evitar sentir que por primera vez en la vida, sentía plena confianza en alguien. La seguridad que destilaban las palabras dichas por el capitán del equipo, le hicieron abrir su coraza nuevamente, permitiendo la entrada a toda esa manada de personas que ahora consideraba algo más que simples compañeros.

 

Sus amigos.

 

Y sobre todo, depositando su vida en Steve y en que nunca lo abandonaría.»

 

—¡Vete a la mierda, Steve!

 

Tony gritó tan fuerte como si su vida dependiera de ello al momento de frenar en seco su vehículo en la desolada calle. Tembló un poco ante su histérica reacción y soltó una risa falsa al aire, simplemente para despejar sus pulmones. Después, sólo recargó su frente en el volante y volvió a llorar, ahora de una forma más controlada y sólo sintiendo cómo el nudo en su garganta crecía por cada lágrima que sentía salía de sus ojos.

 

Casi podía jurar que escuchaba entre los susurros del viento, la voz varonil y fina de un joven que pronunciaba «Lenguaje».

 

Le dolía mucho la pérdida de Rhodey, el abandono de Pepper y de Happy, el injustificado reclamo de Natasha, la ausencia de Bruce y Thor, los reproches de Wanda y  el odio de Clint. Todo era espantoso y catastrófico, pero sentía que de alguna retorcida forma ya estaba acostumbrado a ello, y gracias a eso podía aceptarlo como otro ciclo más en su miserable vida llena de carencias afectivas. Sin embargo, había algo con lo que no podía lidiar, es algo que era lo que más le dolía:

 

El que Steve le haya traicionado de aquella forma.

 

Había releído una y otra vez la carta que le hizo llegar pocos días después de la lucha contra él en Siberia, analizando cada palabra y cada oración escrita en ella. Pero aún no lograba comprender nada. ¿Realmente qué demonios era lo que quería Rogers? Era demasiado cínico al pedirle perdón por algo de lo que no estaba arrepentido. ¡Él sabía cuánto había sufrido la muerte de sus padres! ¡Él conocía a la perfección todo lo que se ocultaba detrás de su corazón con respecto a ese tema en particular!

 

Tony le había abierto su corazón por completo.

 

Porque lo amaba y quería que él lo conociera tal cual era, con esos demonios pasados que atormentaban su vida diaria; con todos sus errores que aún seguía pagando. Y ahora ahí estaba, deshecho. Steve se deshizo de él tal cual fuera un trapo sucio, como si fuese un saco de basura.

 

Quizá siempre lo vio de esa forma y sólo se encontraba junto a él por el equipo.

 

Por eso no podía hablarle, sabía que escuchando su voz sucumbiría irremediablemente ante él y accedería a darle la razón por completo. Sabía que correría a sus brazos para alimentarse de aquella sensación cálida a la que se hizo adicto cada vez que compartían un momento íntimo. Pero al parecer, todo era sólo de su parte, no era recíproco.

 

Y le dolía.

 

Jamás se había sentido tan devastado y decepcionado.

 

Levantó nuevamente su cabeza y desabrochó su cinturón de seguridad. Sonrió tristemente al darse cuenta que siempre había sido un caso perdido, que todo ese cariño tan podrido como lo solía dar no iba a ser bien recibido por Steve. Él estaba en busca de su amigo, siempre lo supo y obviamente cuando el sujeto en cuestión apareciera, él sería delegado a último plano. Como siempre en su vida.

 

No podía ser competencia contra esa implacable amistad entre Steve y Bucky. Ambos eran de la misma época senil, habían estado juntos desde niños e incluso se metieron al ejército en busca de continuar con la misma línea de hermandad. Steve había mencionado incontables veces cómo Bucky arriesgó su vida para salvarle, cómo siempre le puso en primer plano, valorando su vida y buscando el bienestar de Steve.

 

Pero lo que Steve no sabía, es que Tony hubiese podido dar la vida por él sin dudarlo.

 

«—Lo siento Tony, pero él es mi amigo —dijo Steve levantándose nuevamente en aquel bunker en Siberia, interponiéndose entre él y Bucky para que no le matase en ese instante.

 

No sabe cuánto le dolió ver que Steve, en ese triángulo, veía sólo a Bucky como un amigo. A nadie más, ¿en qué categoría de relación lo metía a él entonces?

 

—Yo también lo era…»

 

Levantó la mirada para percatarse que de forma inconsciente, había manejado hasta la torre de Los Vengadores. El único lugar que logró considerar un hogar.

 

—Vaya mierda. —Logró exclamar hastiado de todo.

 

Salió de su coche y se dispuso a entrar para encerrarse un tiempo. No quería saber nada de nadie. Subió al elevador y pulsó el botón del último piso, ahí donde se encontraba el agradable lugar de descanso que usaba para contemplar la ciudad y perderse en sus luces. No obstante, aquellos pisos interminables lograron darle una nueva bofetada tanto personal como sentimental. ¿De qué servía tener tantos niveles si sólo se encontraban habitados por él? En definitiva, el tamaño de la torre era inversamente proporcional al tamaño de su carencia afectiva.

 

El ascensor se detuvo, abriendo sus puertas hacia el último piso. Cómo dolía recordar. Caminó hacia aquella sala que tantas convivencias presenció; las fiestas que organizaba comenzaron a ser cada vez pequeñas al grado de estar sólo lo que necesitaba en su vida. Y eso era suficiente para él.

 

Bienvenido nuevamente, Jefe. —La voz de VIERNES llenó el cuarto, prendiendo las luces a su paso y colocando un sonido ambiental para llenar el incipiente vacío que reinaba.

 

—Mira nena, no estaré de humor los siguientes días, así que tendrás que poner alta seguridad en el complejo para que nadie me moleste. No quiero detener mi miseria pensando en que tengo que defender este edificio.

 

Entendido. ¿Desea que le pregunte a Visión si gusta quedarse con nosotros dentro de la torre?

 

Tony detuvo su caminar hacia la cantina en la que ya tenía en mira. Planeaba tomar unas cuantas copas, las suficientes para lograr marearse y no pensar más. Pero al escuchar que también Visión se encontraba en la torre, abrió sus ojos de par en par, visualizando cómo el androide traspasaba una de las paredes con uno de sus singulares poderes. Iba vestido con un look casual, casi de esos elegantes con la camisa atada hasta el cuello y las mangas recogidas.

 

—¡¿Qué mier…!? —Su voz se vio cortada al ver la severa mirada que le dirigía Visión en ese momento; estuvo mal, muy mal, pero en ese momento casi juró que si JARVIS estuviese con vida y fuera alguien de carne y hueso, le miraría de aquella forma; como si supiese hacia dónde se dirigía.

 

—Bienvenido, Sr. Stark.

 

Su voz monocromática con ese singular toque de formalismo le recordó a JARVIS… Qué pútrida es la vida. Ahora se daba cuenta que incluso JARVIS, una de sus mejores creaciones y por la que más sentía cariño, le había dejado atrás. ¿En serio fue alguien tan perverso que no pudo siquiera conservar a su fiel amigo?

 

Tenía razón, todos le abandonaban. Ni siquiera una máquina soportaba estar cerca de él.

 

—¿Qué es lo que quieres? Por si no te habías dado cuenta, Los Vengadores se separaron de manera definitiva desde hace semanas. No deberías de estar aquí.

 

Su voz era ruda, represiva y sarcástica; todo lo que requería para no desmoronarse en ese momento. No entendía el por qué el androide continuaba ahí, ni quería saber cuántos días había estado con ese semblante preocupado que se traslucía detrás de los rasgos serios que lo caracterizaban. Estaba alucinando, eso era lo que sucedía. Nadie podía extrañarle. Rápidamente lo esquivó para dirigirse a la cocina y poner en la cafetera a funcionar. Quería beber y aunque fuese café, lo haría.

 

—Yo no entiendo la compleja mente humana aún. —Tony escuchó cómo Visión hablaba desde el lugar en el que se encontraba. No se había sentado, simplemente comenzaba a flotar como lo era parte de su naturaleza—. Tengo poco tiempo de haber nacido, de tener un cuerpo propio y menor tiempo de convivir con los humanos para comprenderlos tan fácilmente cómo Ultron llegó a decir. Pero simplemente, sé que al verte compartir tiempo con Los Vengadores, llegaste a transmitirme mucho más de lo que todos juntos pudieron haberlo hecho. —Realmente Tony quería morirse, incluso un androide que no tenía conviviendo con él más de un año percibía sus patéticos sentimientos—. Puedes pretender vivir bajo esa máscara de frialdad, pero eres más sensible que un adulto promedio. Tal vez se deba a que una parte de mí tiene el AI de JARVIS del cual conservo bastante memoria y puedo percibir mucho de su parte y de lo que eres en realidad.

 

—¿A dónde quieres llevar todo esto? —Tony no podía evitar estar a la defensiva, sentía que quería continuar llorando sus desgracias. Todo lo que había sucedido.

 

—Quiero decir que quiero conocerte más, porque de algún modo, me he enternecido contigo. —Visión se acercó volando hasta dónde él se encontraba y sintió cómo intentó abrazarlo, de manera robótica, mecanizada, pero con esa calidez que él necesitaba en ese momento—. Quiero estar contigo. Eres quien me creó y sé que de todo lo ocurrido, eres quién más necesita de alguien en este mundo.

 

Tony no comprendía lo que sucedía, sólo era capaz de percibir cómo Visión intentaba darle una caricia reconfortante entre tanto caos y tormentas que habitaban su mente. Él sabía que Visión era un ente aparte de JARVIS, pero de igual forma, sabía que un poco de su JARVIS había quedado para siempre en ese mundo. No le había dejado solo como pensaba.

 

Estaba seguro que quería llorar. Mañana se arrepentiría de los ojos hinchados que seguramente, tenía en ese momento.

 

—Ya, ya. Basta de sentimentalismos —dijo Tony separándose del cuerpo de Visión, sirviéndose una taza humeante de café—. No hay devoluciones, Visión. Si te quedas junto a mí, es para siempre.

 

—Realmente no deseo otra cosa en este momento que servirte, Tony. A donde vayas, yo iré contigo.

 

—VIERNES, nena, ¿Tú qué dices? —Tony gritó al aire, sonriendo un poco por primera vez en ese día—. ¿También te quedas con el científico loco?

 

Nada me daría más gusto que continuar a su lado, Jefe.

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Tony observaba detrás de sus gafas protectoras como Visión lo custodiaba desde el sillón que ocupaba lugar en su taller. Había transcurrido una semana de la muerte de Rhodye y el androide tenía un libro entre manos, leyendo con lentitud cada página, como si quisiera comprender el significado detrás de lo que se ocultaba ente palabras. Volvió a mirar los planos que realizó para construir un sirviente robot para preparar desayunos. Para él, con que supiese hacer café y pan con mantequilla era suficiente.

 

—Aun no comprendo, ¿no es extraño que un niño viva solo en un planeta con una rosa siendo su única compañera? —Escuchó la pregunta que el androide le hacía.

 

—No tan extraño como el que un multimillonario viva solo en un enorme edificio siendo sus únicos compañeros un androide creado a base de magia y ciencia y un AI con voz sexy —respondió sin levantar la vista. Sin embargo, no escuchó respuesta alguna y se obligó a mirar a Visión, quien le veía con un poco de pena—. Tranquilo, es sólo sarcasmo. Te acostumbrarás ahora que has decidido estar junto a mí.

 

—Me disculpo si herí tus sentimientos —dijo levantándose de su lugar hasta caminar y quedarse a un metro de él—. Aunque me encuentro feliz porque puedo seguir conociéndote.

 

—Si bueno, soy una caja de monerías. —Tony comenzó a limpiarse las manos con un pequeño trapo que tenía  a la mano—. Genio, playboy, filántropo… ¿ya mencioné millonario?

 

Multimillonario, jefe —contestó la voz de VIERNES.

 

—Eso es correcto —dijo Tony mirando nuevamente los planos y lo poco que llevaba avanzado el prototipo; bufó aburrido de ello—. ¿Saben? Quiero salir a comer algo, tal vez un poco de Shawarma, siempre he querido probar… lo que sea que es.

 

—Es una buena idea, ya comenzaba a preocuparme su nula ingesta de sólidos. —Visión comenzó a caminar hacia el sillón para tomar nuevamente el pequeño libro entre sus manos y esperar parado en su lugar.

 

—Pues tendrás que acostumbrárte. Soy bueno metiéndome en problemas y preocupando a la gente —comentó riendo. Se quitó las gafas protectoras y caminó hasta la puerta de cristal—. VIERNES, nena, ¿puedes decirme qué día es hoy?

 

Martes 23 de Mayo.

 

—Siempre tan eficiente, gracias. Visión, espérame en el sofá de la entrada, iré a darme una ducha rápida y nos vamos.

 

Tony le dedicó una escueta sonrisa al androide, quien se la regresó y se elevó en el aire, volando hacia el techo, atravesándolo. El castaño subió al elevador, tecleó el número dónde se encontraba su piso y subió hasta llegar a él. Con paso firme, echó su andar hasta llegar a su cuarto, de ahí pasó directamente a su baño y se desvistió de manera rápida. Abrió la llave del agua caliente y se adentró en ella sin importarle que la temperatura fuera alta.

 

Le quemaba un poco la espalda, pero ese escozor le disminuía la pesadez que sentía en el alma. La culpa se lo comía vivo y aunque él no fue quien mató a Rhodey, todo lo que él había creado y hecho se encontraba directamente relacionado con su muerte. El hambre era una penitencia inconsciente, concentrándose en su taller sin salir de él y subsistiendo a base de donas y café. Todo el malestar que llegaba a sentir a nivel físico, menguaba los recuerdos que torturaban su mente.

 

Lavó su cabeza como si con ello pudiese irse un poco de su pena, queriendo que el agua se llevase todos sus problemas y su pasado. Era inevitable pensar cada cierto tiempo en el celular que le mandó Steve, el cual lo tenía siempre cerca de él; tenía la pequeña esperanza que si él no llamaba, sería el otro quien lo hiciera. Anhelaba escuchar su voz, tal vez una palabra de aliento ante ese momento difícil. Pero esa llamada no había pasado y con seguridad no pasaría; Steve tenía a su lado todo lo que quería, y él no se encontraba dentro de eso.

 

Aquella carta y el celular habían sido enviados sólo por compromiso. Por más que quisiera, no había un trasfondo emocional o afectivo de por medio, no existía un sentimiento correspondiendo a los suyo. Y eso le dolía; hacia que doliera justo en su pecho al sentir que le faltaba el aire y que el nudo en su garganta aparecía inesperadamente.

 

Pero ya no más.

 

Salió de la ducha y se secó de forma rápida el cabello, su torso, brazos hasta colocar la toalla alrededor de su cintura cubriendo su intimidad. Salió rumbo al closet tomando una camisa a cuadros con tonalidades rojas, unos jeans azul marino y un par de converse negros.

 

Se vistió y bajó nuevamente por el ascensor para encontrarse con Visión, quien le esperaba en la sala tal cual se lo había indicado. Sonrió un poco, pensando que su compañía no le desagradaba.

 

—Listo, vámonos por esa cosa extraña —dijo Tony frotando sus manos como un niño travieso.

 

Visión no comentó nada de lo encantador que resultó ver a Tony tan jovial y comenzó a caminar rumbo al ascensor que los llevaría hasta la planta baja. Pero un sonido, un click los hizo detenerse, mirando cómo dicho elevador se abría, dejando vista suficiente para contemplar a quien había salteado la obvia defensa que VIERNES había implementado días atrás que decidió encerrarse.

 

Tony sabía que aquello no podía ser tan bueno.

 

—¿Cómo entraste? —Visión se colocó en posición de defensa entre la inesperada visita y Tony. Se incorporó dejando ver su imponente presencia para intimidar al infiltrado, pero al ver que la otra persona no cedía ni un poco, se exaltó por primera vez en su vida—. ¿Quién eres?

 

—No es contigo con quien quiero hablar, robot —dijo la elegante mujer ataviada en negro que acababa de irrumpir todo protocolo de seguridad con extrema habilidad y sigilo—. Tengo una propuesta para ti, Anthony Stark.

 

Tony miró a la mujer. Por su acento la ubicó como nativa de algún país de Europa oriental. Poseía unos impresionantes ojos verdes que hacían juego con tono de cabello, negro con destellos tornasol. Con una señal, le indicó a Vision que ignorara aquello; de alguna extraña forma, sabía que no había necesidad de alguna batalla. Vio como Vision abandonó su posición. Regresó su mirada a la fémina, aún con duda.

 

—Sea lo que sea, no —declinó una oferta inexistente. Caminó hasta quedar al otro lado de la sala para observarla mejor.

 

—El Barón Von Strucker me envió con una oferta para ti.

 

En ese momento, Tony comprendió de qué iba el asunto.

 

—No seré un títere de HYDRA. Además, creí que Ultrón había usado la sangre del anciano para pintar la pared de la prisión en que se hallaba.

 

—Si quisiéramos controlarte te sometería como lo hicimos con Barnes o cualquier otro —respondió ella, ignorando lo dicho sobre Strucker. Su cara reflejaba desdén, restándole importancia a eso—. Pero alguien con tu intelecto jamás sería un títere, Stark. Por cierto, lamento lo del Coronel Rhodes. No te culparía si quisieras vengarte.

 

Tony enarcó una ceja. No sabía a donde iba dirigida esa plática, pero decidió continuar. Era mejor escuchar todo lo que aquella mujer iba a decir, de esa forma, podía optar por la mejor opción para enfrentarla en dado caso de que las cosas se pusieran difíciles.

 

—Si quisiera hacerlo no necesitaría a HYDRA. Me basto solo.

 

—Pero no lo harás —dijo como si supiera algo que él no—. Y no porque no quieras, sino porque le temes a lo que en realidad eres, Tony Stark. Así que contéstame una sencilla pregunta, ¿quién eres? —Su voz tenía un tono tranquilo, sin prisa. Como si ya tuviese calculado todo—. ¿Qué es lo que en verdad quieres? Y seamos realistas —soltó una risa burlona—, no es la paz mundial.

 

Tony abrió la boca para replicar pero ella le detuvo la palabra alzando una mano. Caminó hasta llegar a uno de los sillones de la sala, dejando que sus tacones crearan un sonido de fondo para esa tensa situación y continuó.  

 

—Te daré un ejemplo. Soy Ophelia Sarkissian, agente de HYDRA por gusto, asesina por deporte. ¿Qué es lo que quiero? Someter a un mundo que cree que puede someterme. Ahora dime tú, ¿Quién eres? Y no pienses en lo que la moralidad impuesta te dicta, sé sincero contigo, Tony Stark, te lo debes. Después de todo, ¿con quién puedes contar más que contigo mismo?, ¿En quién puedes confiar más que en ti?

 

Por alguna razón, Tony no podía contestar coherentemente a ninguna de las preguntas que le hizo. Se sintió atrapado entre mentiras que creía verdades, entre verdades que deseaba fueran mentiras. Con una de sus manos, masajeó su sien derecha y peinó su cabello, dando a entender que se encontraba ofuscado.

 

—¿No lo sabes? —preguntó cuándo el castaño no contestó—. Te ayudaré un poco: eres un lobo solitario. Un genio incomprendido que ha tratado de encajar en un mundo que no está a su altura. Mírate y mira todo esto. —La mujer abrió sus brazos hacia los costados—. Stark, eres el padre de la tecnología moderna. Imagina lo que serías si dejaras de limitarte por los demás.

 

Tony no pudo evitar preguntarse hacía cuánto había dejado de crear lo que deseabapor complacer al mundo. Destruyó a cuarenta y dos de sus trajes por Pepper, destruyó a Ultrón para salvar al mundo –un mundo que jamás apreció su esfuerzo o sacrificio– y de pasó también destruyó a JARVIS para cederlo a la base de datos de Visión.

 

—No tienes que ser un héroe. ¿Por qué te obligas a serlo? Mira lo que ocurre cuando lo intentas —dijo, evidenciando la vaciedad de la Torre—. Estás solo. Lo sabes. Tu padre, tu novia, tus amigos…, la gente a la que proteges —enumeró con cada uno de sus delgados dedos mostrando una sonrisa ladina—. Todos ellos te han dado la espalda. Mientras más ruegues por su atención y aceptación, más van a pisotearte. Jamás terminaras de complacerlos ni de encajar así que sólo permítete ser quien realmente eres. Le guste al mundo o no.

 

»Si quieres crear armas, créalas. Si quieres venganza, véngate. Si quieres permanecer solo en tu castillo de la amargura, hazlo. Porque eso es lo que HYDRA y yo te ofrecemos: libertad. —Ophelia notó la incredulidad en la mirada castaña y procedió a explicarse mejor—. Pero no hablo de la idea estúpida que el mundo tiene de ella, esos son cuentos banales que se venden para controlar a las masas. Hemos aprendido que la humanidad no sabe gobernarse, tú mismo lo has visto. La libertad que predican es el teatro de una democracia y de un sistema de creencias caduco y excluyente. Dependiente.

 

Tony analizaba cada una de las palabras que salían de la boca de Ophelia. Aún con duda, acariciaba su barbilla tratando de entender aquel concepto tan complejo como lo era la libertad. ¿Él era libre? Hacía lo que quería, ¿no? Eso le daba un margen de libertad, sin embargo, todas las decisiones que tomaba, siempre iban acompañadas de la opinión pública que, quisiera o no, terminaba por afectarle su ego al creerse indigno de la felicitación externa. Fury, María, Steve… siempre existía alguien que le decía que nunca hacía lo correcto.

 

—Por el contrario, HYDRA no te promete la falacia de una mentira sentimentalista que te ate, que te haga dependiente. —La fémina siguió con su discurso al ver que las facciones duras de Tony comenzaban a relajarse y a ceder; sonrió perversamente, estaba segura que se encontraba cerca de su objetivo—. Todos sabemos por qué estamos con HYDRA, todos conocemos la consecuencias, las aceptamos y vivimos con eso. Ese código es por lo que entre nosotros no existe la traición. Jamás en la historia de HYDRA ha habido soplones. —Tony tuvo que admitir que la mujer tenía razón.

 

»Tony, mi oferta es que te liberes a ti mismo del peso que el mundo ha puesto sobre ti, de la carga que crees estar obligado a soportar —continuó ella—. Te ofrezco que olvides tu deseo de encajar y abraces tu soledad, te sumerjas en ella y renazcas como el hombre que deseas ser. Te prometo esa libertad que nunca te has permitido tener.

 

Tony desvió la mirada. Se recordó a sí mismo creando misiles cada vez más elaborados, más destructivos. Recordó la primera vez que se puso el traje fuera de Afganistán y lo modificó por la simple satisfacción que le otorgaba crear algo mejor. Recordó el placer que le producía la sensación de poder ante ambos hechos.

 

¿Qué quería?, ¿Quién era? Y mejor aún, ¿por qué no estaba haciendo algo para conseguirlo? ¿Por qué se empeñaba en probarle algo a Howard –quien ya no vivía–, o en ser alguien a quien Pepper querría, o a quien el mundo admirara?

 

¿Por qué se esforzaba tanto en ser alguien a quien Steve pudiera amar? 

 

Tuvieron que secuestrarlo en una cueva y llenarle el pecho con fragmentos de metralla para que descubriera que su vida tenía un propósito, que podía hacer algo con ella. Y pasó los siguientes años creyendo que ese algo debía beneficiar a los demás, resarcir daños que el mundo le achacaba –a veces justificados, a veces no–. Pensó que ese algo eran Iron Man y Los Vengadores; Y ahora tenía que perder a Rhodey y navegar en las retorcidas aguas de su interior para darse cuenta de que él no era el hombre que intentaba ser, que no quería serlo.  

 

Entonces todo cobró sentido: su auto sabotaje para terminar solo y su increíble capacidad para «arruinar lo bueno en su vida». Aquello era un grito de su inconsciente diciéndole que su miseria no provenía de la soledad en sí, sino de su deseo de compañía física, aunque para ello debiese forzarse a buscar su aprobación. Si tan solo hubiese comprendido antes que no todos hallan la plenitud entre la luz.

 

Ophelia permaneció en silencio, mirando a Tony luchar entre la consternación y el entendimiento en la búsqueda de sí mismo. Sin embargo, Visión dio un paso hacia Tony, bastante preocupado por el silencio y la diferente energía que emanaba el castaño, pero aquel sonido pareció despertar Tony de su ensimismamiento.

 

—No es necesario que me des tu respuesta ahora —comentó Ophelia, escrutándolo con la mirada un momento, seguido de ello, se levantó y caminó nuevamente hasta el lugar de dónde salió en un inicio y se subió—. Cuando tomes una decisión, házmelo saber. Viniendo de ti, HYDRA espera una prueba memorable de tu lealtad.

 

Después, Ophelia desapareció de su vista cuando el elevador se cerró. Tony se encontraba mareado por las posibilidades que iba creando su imaginación; después de un intenso análisis de las cosas que le decía la mujer, sopesaba cada oportunidad que le ofrecía y lo que esta conllevaba. Enredó sus dedos en su cabello y lo jaló levemente, intentando deshacerse de ese molesto dolor que comenzaba a ganar terreno en su mente.

 

No sabía aún si quería venganza acerca de la muerte de Rhodey como lo había sugerido la fémina –había que ser tontos para no darse cuenta que eso incluía tomar venganza contra él mismo–, sin embargo, por lo que definitivamente no se iba a quedar de brazos cruzados, es ante aquella frustración que le dejó saberse abandonado por los que dijeron eran sus amigos.

 

Tony caminó hasta la cocina y encendió la cafetera, esperando pacientemente que el café estuviese listo para beber una taza. Observó cómo Visión se acercaba lentamente hasta llegar con él y se sentó en uno de las sillas altas del desayunador, mirándole fijo con esos ojos penetrantes que eran enigmáticos y a su vez, transparentes con él.

 

—¿Está seguro de lo que está por hacer? —Inquirió Visión ante el brillo de desdén que emanaba la mirada de Tony. Sabía que todo lo que había dicho aquella mujer había llegado a niveles profundos e inconscientes; sabía que, de alguna forma, ella tenía razón en las cosas que decía acerca de la verdadera naturaleza de Tony, aquella que aún no descubría ni él mismo.

 

Tony no contestaba ante lo que decía, sorbiendo cada tanto el café caliente que recién había servido en una taza. El castaño miraba al vacío, sin un punto determinado, comenzando a tener una resolución a la situación en la que estaba. Visión estuvo a punto de hablar nuevamente cuando observó cómo los enormes ojos cafés ahora le miraban a él.

 

—¿Te quedarás conmigo sea cual sea mi decisión? —Preguntó Tony sin ningún tipo de expresión en su rostro. Totalmente serio, completamente seguro de lo que haría a partir de ese momento.

 

—Nunca había estado tan seguro en toda mi vida, Sr. Stark —respondió Visión ante la atenta mirada de Tony, inclinando levemente la cabeza en señal de reverencia. Sabía que el castaño le estaba dando nuevamente otra oportunidad para arrepentirse y salirse de eso mientras aun podía. Sin embargo, cuando él le dijo hace días que quería quedarse junto a él, era porque aceptaba todo de Tony. Cualquier decisión, él la aceptaría como voluntad y orden.

 

—Bien —aceptó pensativo. Aún tenía mucho que deliberar pues la resolución que tomara sería determinante para su vida y él ya no era un niño. Suspiró—. Nena, ¿anotaste el número de la loca y sexy mujer de HYDRA?

 

Por supuesto Jefe. Tengo en mis datos la información que proporcionó la señorita Sarkissian al momento de desbloquear la seguridad. —La voz del AI completó la pregunta implícita que ejecutó Tony con esa orden.

 

Tony sabía que VIERNES se quedaría a su lado sin importar qué.

 

—Perfecto. —Tony tomó el café de la taza por completo en un último trago y dejó el recipiente sobre la tarja. Caminó hasta los sillones y se acostó sobre el más largo—. Aún tengo hambre, pero no me apetece salir. Visión, ¿Te parece que comamos aquí? Necesito pensar.

 

—Por supuesto. Muero por probar esa comida de la que tanto habla —contestó Visión acercándose hasta la sala y se sentó cerca del castaño.

 

—VIERNES, pide dos órdenes de Shawarma al restaurante más cercano donde vendan esa cosa —ordenó Tony, relajándose en cuanto escuchó un «Sí, Jefe».

 

Bostezó, se encontraba cansado por las nuevas emociones que hoy se habían traslucido alrededor de una simple plática sin fines filantrópicos, pero bastante profundos e íntimos para él. Cerró los ojos intentando que descansaran un poco y colocó su brazo derecho sobre ellos intentando que la luz artificial no se colara tan fácilmente; después sonrió levemente.

 

Y Visión podría ser un androide pero no pasó por alto el que Tony volvía a tener expresiones faciales un poco más naturales y propias de él, pero ahora le parecían más reales a pesar de tener un tinte diferente, un tono sutilmente frío pero que le transmitía una sensación un tanto siniestra en la forma en que pronunciaba cada palabra.

Notas finales:

Mundito, para quienes no estén familiarizados con el cómic, Ophelia Sarkissian o Viper, es la agente operativa de HYDRA en Nueva York. Sabemos que no aparece en las películas pero es encantadora (?)

Gracias por leer, besos gigantescos.

¡Hasta el lunes! 💕


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