Hacía ya varios días que ninguno de los dos se dirigía la palabra o se habían visto, el pretexto de uno era el exceso de trabajo y el del otro la escasez de tiempo. Ambos sabían que tenían que hablar, tenían que resolver aquel “asunto” ocurrido hace 2 semanas atrás. Verdaderamente el caballero de la noche no quería hacerlo, lo único que deseaba era enterrar aquel incidente y cubrirse con su máscara de indiferencia pero sabía que no iba a poder pasar de aquel problema como si nada, la tensión se podía palpar a kilómetros de distancia, y cuando uno pelea contra fuerzas que amenazan en destruir la Tierra, la confianza, y sobre todo el raciocinio debían de ser los únicos sentimientos en el campo de batalla.
La razón, facultad de la mente que permite aprender, entender, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad era como siempre debía de estar el gran Batman pero, y muy a su pesar, debía de admitir que aquel superhombre lo desconcertaba al punto de cometer errores que no podía darse el privilegio de tener. Era por eso que tenía que encontrarse con Superman, para aclarar las cosas antes de que aquel error les cueste más que su amistad.
Mientras tanto, en la ciudad de la esperanza, en un departamento con hermosa vista a la misma, se encontraba perdido en sus propias deducciones el campeón de la Tierra. Clark jamás había logrado entender del todo a Bruce, cuando creía que Batman iría a la izquierda, porque así lo demostraba la lógica, se iba a la derecha, cuando pensaba que el plan era uno, el murciélago demostraba que tenía otros más que ningún integrante del equipo conocía. Era realmente frustrante ya que él, Clark Kent, el granjero de Kansas, el hombre más poderoso del mundo le había ofrecido su amistad, aprecio y confianza al punto de mostrarse ante él como un libro totalmente abierto.
No importaba cuánto se esforzara, siempre había algo que simplemente no alcanzaba a comprender de aquel hombre de cabellos negros y ojos azules; algo que le llamaba, tal vez era por eso que se obsesionaba tanto con él.
Así estuvo largo tiempo, descansando su cuerpo mientras que su mente mantenía una batalla por decidir cuáles serían sus próximos movimientos para tratar aquel asunto, aquel que no debía pasar, aquel que solo se dio por el calor del momento, aquel del cual no sabía si arrepentirse, preocuparse por la gran cantidad de tiempo que le dedicaba o simplemente ignorarlo. Al principio pensó que era efecto del estrés al cual ambos habían estados expuestos pero desechó rápidamente esa idea, ya que durante un largo tiempo nada malo se había presentado así que no existía en realidad ningún factor estresante en sus vidas como para que eso sirviera como excusa, porque si, eso era lo que Clark buscaba, una excusa para justificar sus acciones, pero nada, no podía imaginar lo que pasaba por la mente de su mejor amigo y para ser sincero ni por la propia.
***
Bruce despertó temprano, era sábado y sabía que Clark no tendría que presentarse al Diario El Planeta; decidido a terminar con ese extraño capítulo en su vida se vistió lo más casual que pudo para salir de Ciudad Gótica con dirección al modesto departamento del reportero. Intentaba mantener su mente en blanco, cada vez que revivía lo sucedido, su corazón latía con una fuerza alarmante en un hombre tan calmo como él.
“¿Qué estoy haciendo? Actuó como si esto fuera el fin del mundo. Cálmate Bruce, has enfrentado cosas peores” se dijo mentalmente para tranquilizar sus pulsaciones inútilmente porque una vez recordado no lograba sacar de su mente lo que “él” había hecho.
Era verdad, durante su vida se había enfrentado a grandes retos como Bruce Wayne y como Batman pero esto no se trataba de inversionistas a los cuales tenía que persuadir para obtener su apoyo en sus distintos proyectos o villanos a los cuales debía de detener de destruir la Tierra, no, esto era totalmente diferente, debía ir hasta Metrópolis, específicamente al departamento de Superman para disculparse por haberle armado la escena de su vida.
Eran las diez de la mañana aproximadamente cuando Clark apenas iba despertando, era su día libre pero para ser franco no tenía mucha vida social, entre salvar el mundo y sus responsabilidades en el diario no le quedaba mucho tiempo para si mismo, así que se daba el lujo de levantarse tarde para reponer energías, aunque claro estaba que no necesitaba eso, con una buena exposición a los rayos del sol, sus células kriptonianas se ponían mejor que nuevas. Después de una ducha larga se dispuso a desayunar algo de manera rápida para ir de inmediato a la Ciudad del murciélago y hablar de la escandalosa escena que Bruce Wayne le había hecho al poderoso hombre de acero cuando éste lo había rescatado de un incendio ocurrido en una de las instalaciones de prueba de aviones de Tecnologías Wayne; el motivo del incendio no estaba del todo claro, en parte la imprudencia del piloto que no obedecía las instrucciones del dueño de Industrias Wayne por, según él, la poco o nula experiencia del niño mimado de Ciudad Gótica y en la contra parte estaba el asunto de que la máquina que manipula el piloto era un simulador del rediseño de un FMA IA-58 Pucará destinado para operar en pequeñas, y no necesariamente preparadas pistas de aterrizaje su misión primordial era la de apoyo a tierra, como es de imaginar el simulacro falló en el momento menos apropiado provocando chispas que pronto se transformaron.
Las llamas alcanzaron grandes alturas en poco minutos, el último en salir fue Bruce, que se quedó a revisar que todo el personal se encontrará a salvo en las inmediaciones del laboratorio. Una vez comprobó que no existía ni un alma en el lugar intentó salir pero la caída de una enorme viga en llamas freno su huida bloqueando el paso, el fuego comenzó a ganar terreno rápidamente, se encaminó a una ventana por la cual logró divisar un árbol a unos cuantos metros de distancia, con un buen impulso y algo de suerte las ramas amortiguarían suficientemente la caída como para no romperse nada. Decidido a realizar aquel salto abrió la ventana, retrocedió lo más que las llamas se lo permitieron y comenzó a correr, su sorpresa fue grande cuando sintió como unos fuertes brazos lo atrapaban con sumo cuidado mucho antes de siquiera comenzar a caer.