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Recuerda por Circe 98

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Notas del fanfic:

¡Hey! ¿Cómo están? Sí, es raro. Pero aquí me tienen de vuelta al fandom de Yu-Gi-Oh! Es enserio, no me puedo alejar de este lugar por más que lo intente. Ahora, este está de alguna manera enlazada con Memorias pero es independiente. Habrá algunas cosas que seguiré según lo que hice en ese fic pero no lo tomen a que es una referencia total porque habrá cosas en que no me una porque es independiente. Así que, aquí vamos. Espero lo disfruten~

Notas del capitulo:

Yu-Gi-Oh! es propiedad de Kazuki Takahashi, esta idea loca es mia

Sombras. Laberintos. Paredes de piedra con paredes metálicas y un ojo incrustado en ellas. Yugi estaba encerrado en ese lugar. Sorprendido, giró en su propio eje, buscando que solo fuera una mala jugada de su mente. No lo parecía. Avanzó hasta una de las puertas y lo tocó, siendo capaz de sentir el metal aunque incapaz de abrirla.


Volvió a girar, buscando la manera de salir de ese lugar.


—Compañero —le llamaron. Abrió los ojos con completa sorpresa. Hacía muchísimo tiempo no escuchaba esa voz. Dos largos años en que no escuchaba esa voz. Llena de confianza, pequeños rasgos de soledad ahogados por esa seguridad que tenía. No le importaba que no recordara nada, era él. Alguien que estaba seguro de su victoria desde el inicio, alguien que estaba seguro de sus decisiones sin importar el resultado.


—Otr-... Atem —llamó, girándose hacia donde creía que provenía la voz. Levantó la cara, encontrándose con el ligero movimiento de una capa color azul. La que recordaba haberle visto cuando le ayudaron a derrotar a Zork—. ¡Atem!


Corrió escaleras arriba y abajo, ese laberinto pertenecía a los momentos en que no recordaba nada. ¿Por qué existía nuevamente siquiera? Le llamó, deseando que se detuviera. Gritó varias veces su nombre hasta llegar a un extraño pasillo con puertas en el techo e inscripciones en el suelo.


—¡Atem! —jadeó su nombre. Estaba exhausto. También sorprendido. Seguía igual de magnífico que cuando le vio en el Mundo de las Memorias. Sorprendente. Su sola presencia le había indicado en parte eso, el que fuera un verdadero líder, alguien que debió ser algo importante como para terminar de esa manera, a pesar de sus errores.


—Recuerda —le dijo. Eso le confundió.


El espíritu del faraón levantó la mano, extendiéndola. Yugi dudó un poco en aceptarla pero extendió la mano.


Al tocarlo, se vio en el suelo y a Atem mucho más joven con una espada, sangre y una mirada asesina. El miedo le paralizó por completo, viendo caer la espada que había en su mano. Directa a su pecho. Pudo escuchar una risa proveniente de este.


Cerró los ojos, aceptando lo que pasaría.


-.-


Abrió los ojos, jadeando y temblando. Su pijama se le pegaba, producto del sudor con el que había despertado. No tenía fuerza para irse por algo a la cocina pero tampoco tenía voz para llamar a alguien. Se abrazó, quitándose la sábana de encima.


Estaba lleno de un absoluto terror por esa cara de Atem, de su otro yo. Aquel en el que confiaba ciegamente. Aquel que le protegería siempre y sin importar qué, le salvaría de cualquier mal estaba a punto de arrebatarle la vida.


Recordaba a los distintos males que les golpearon. A los que hicieron frente y derrotaron. Marik, Pegasus, Dartz, Zork. ¿Qué significaba el hecho de ver esas cosas a esa altura de su vida? Dos años desde la partida de Atem. Ya lo había superado.


Salvo los días grises y de lluvia, donde la melancolía le golpeaba y caía a verle una última vez, recordando todo en él.


Amo, susurró el Mago Silencioso, apareciendo a su lado. Estaba preocupada. El duelista le miró, sintiéndose ahogado en todo.


—Estoy bien —le respondió. Yugi respiró hondo, logrando calmarse. Todavía sentía la ropa húmeda debido al sudor frío con el que despertara pero ya estaba más tranquilo. No podía comprender el significado de ese sueño tan vívido.


¿Alguna vez le hemos contado la verdad?, preguntó ella. Yugi la miró, confundido.


—No estoy seguro de qué quieres decir con ello —susurró, frunciendo el ceño.


La razón por la que ahora está aquí. Por la que usted liberó al faraón Atem.


No lo satures de información, dijo el Espadachín Silencioso. Ambos monstruos comenzaron a verse, hablando tan rápido que el joven duelista no comprendía ninguna palabra de lo que decían. La caja dorada que alguna vez osara contener las piezas del Rompecabezas que cambió su vida, ahora contenía todas las cosas de un alma distinta.


Entre sus cosas se había encontrado con el cartucho, el cual terminó en la caja. El deck que usara en la batalla ceremonial. Los vídeos de seguridad que Kaiba le había dado alegando ser basura que saturaba mi disco duro. Todo lo de Atem estaba concentrado en ello.


Usted no es una encarnación del faraón, dijo ella. Eso provocó que Yugi la viera. Amo, usted es la reencarnación de alguien más.


—¿Qué?


-.-


Fuera, una tormenta se desataba.


Yugi volvió a levantarse. Recordaba haberlo hecho después de su pesadilla en la que aquel ente que le cuidó hiciera aquello que había visto. Sin embargo, no podía recordar qué había pasado después de calmarse.


Miró el reloj, casi eran las cinco de la mañana. Extrañamente, se sentía en paz. Levantó la mirada hacia el techo y sonrió. Lo había superado pero no quitaba el hecho de recordar porque, uno lo aceptara o no, el ser humano vivía de las memorias para identificarse. Al serle arrebatadas, quedaba la pregunta que atormentó a su otro yo: quién soy yo.


El nombre era parte de esa cuestión. Nombre y memorias iban entrelazadas para tener una identidad.


Fue hasta la caja dorada que siempre mantenía sobre su escritorio y la abrió, notando la misma cantidad de cosas que allí guardara en el pasado. Tomó el cartucho entre sus dedos, viéndolo girar con el nombre grabado en él.


Atem. La posible única palabra que supiera identificar en ese idioma antiguo. También había puesto, por si lo olvidaba, una hoja de papel con lo que significaba. No tenía el valor de usarlo porque no le pertenecía y se sentía un ladrón de solo poseerlo. Dejó aquel cartucho en la mesa y continuó sacando las cartas.


Allí estaban sus viejos amigos. El Guardia Celta, Los Tres Caballeros, Gaia, La Maldición del Dragón, Berphomet, Quimera, el Mago Oscuro y la Maga Oscura. Cada carta significaba algo más fuerte en su ser, en su alma. En especial los últimos dos.


Ellos fueron grandes aliados pero feroces enemigos. Rememorando la batalla ceremonial, solo pudo pensar en aquellos últimos minutos que les quedaron juntos. Las guardó, dejando el monte al lado del cartucho. Lo último dentro era propiedad de Kaiba aunque jamás lo aceptó de regreso.


Allí estaba la existencia de esa otra alma que una vez tomó posesión de su cuerpo. Al menos de sus duelos. Inaccesibles para cualquier hacker que deseara buscarlos. Ya no existían más.


Levantó la mirada a la ventana, notando la tormenta caer. Cerró los ojos, imaginando aquello, la lluvia sobre su cuerpo.


Amo, le llamó el Mago Silencioso, colocándose a su lado. No tuvo que abrir los ojos o mirarla para saber que había más monstruos ahora. Todos aquellos que siguieron su aventura, los que le protegieron y salvaron al mismo tiempo. Aquellos que dieron todo de sí en la búsqueda de las memorias del faraón y en su último duelo.


—Hay más pruebas, ¿verdad?


Es la búsqueda de lo que en verdad pasó, príncipe.


—¿Príncipe? Eso es totalmente nuevo.


De la misma manera en que Atem fue faraón, usted fue príncipe.

Notas finales:

Seguiré con O'im, no se preocupen por ello. La cosa aquí es que necesitaba estirar las piernas. Por mí podría dejarlo de esta manera, de distintos one-shots relacionados en una misma historia. En fin, regresando, me estoy quedando sin ideas para continuar O'im por ello comencé con esto y a pesar de que perdí todo mi domingo, logré sacar algo que me convenciera y no se sintiera más. Quiero explorar a Yugi por lo que creo que no habrá ninguna mención de algún otro personaje, ademas de los monstruos.


Que, quiero aclarar, estoy loca con los monstruos de luz de Yugi. Así que sí, nos veremos, quiero ver que tan bien me sale esta historia y con qué regularidad la actualizo. Por ahora, capítulo 14 de O'im, vamos por ti que necesito escribirte, aunque sea de una miserable hoja pero tengo que escribirte.


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