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The Ghost por Marcianita

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Notas del fanfic:

Pareja: Laviyuu.

Desclaimer: Ningún personaje me pertenece, todos son de Katsura Hoshino. 

The Ghost – Primera parte

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.......

...

 

 

—Kanda… Kanda… ¡Kanda!, ¡¿me escuchas?! 

Kan-da; tarareo el apellido es voz baja, saboreo cada sílaba a la par que Lenalee las grita, y mientras ella se pone ambas manos en las caderas, intento de todas formas encontrarle algo de encanto a lo que sale de mi boca. No lo consigo. El apellido me resulta aburrido, tan poco interesante como los colores apagados de la vestimenta de ese chico, asimismo “Kanda” suena en mi boca, de la misma forma que lo hace en la de Lenalee; apagado, sin chiste.

Lenalee le toca el hombro y él contrae su mirada de la ventana, se sacude brusco al tacto y posa sus ojos en ella. Si no fuera que el lenguaje corporal del chico, me dictaminaba que no tenía ganas de atacar, hubiera pensado que él iba a golpearla. Por buena suerte de ella, él solo pregunta:

 —¿Qué quieres Lenalee?

Su voz es un látigo, es fuerte, agresiva y absolutamente intimidante. Tanto así, que si le daba un segundo pensamiento, estaba seguro que si él atacaba a Lenalee, había más posibilidades en que yo me escabullera a que yo la defendiera. Ese pensamiento no me da verdadera vergüenza. A fin de cuentas, fui criado a pos de proteger mi individualismo y con ello, mi bienestar físico. Pero a pesar de todo, esa voz que me intimida, me lleva a relamerme los labios y sentir algo de… curiosidad.

Lenalee me había hablado de él, pero estoy seguro que se ahorró mil y un eventos dentro de su boca, ya que me parece imposible que un amigo de años, tenga tan pocas anécdotas para dar. De momento lo único que sonsaqué de ella, es que él es un tipo callado, practica Kendo, tiene una forma brusca de hablar y  tremendas dificultades al socializar. Ella misma me trajo aquí para presentármelo; tiene la inocente esperanza de que me vuelva amigo suyo. Y si soy franco, esa fe que tiene para mí, me es risible, ya que siquiera me puedo considerar amigo de ella. Solo estoy aquí porque… estaba aburrido.

—Kanda, te presento a Lavi.

Kan-da, vuelvo a saborear su apellido antes de decidir que simplemente este no me gusta y que si le vuelvo a dirigir la palabra, tendré que averiguar su nombre o crearle un apodo. Me veo más predispuesto al apodo, ya que estos crean reacciones mucho más entretenidas en los nombrados.

 Dibujo una sonrisa en mi rostro, a la par que le extiendo la mano.

 —Hey, un gusto en conocerte.

Mi ojo se encuentra con los suyos y me entero que sus orbes no son marrones, sino de un azul profundo. Mi mente grita: “¡Es mestizo!” y mi racionalidad, me pide no saltar a las conjeturas sin tener pruebas. Él me mira de arriba abajo y deja que mi mano siga extendida a la nada, mientras sisea.

Yo me vuelvo a relamer los labios y me pregunto si el revoltijo en mi estómago, es debido a que este chico me intimida.

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El miedo que Kanda engendra en mí, me acompaña todo el día, lo hace hasta cuando me acuesto en la cama e intento cerrar los ojos.

La verdad es que sé que esto es algo estúpido y en ciertos sentidos estoy humillado ya que es la segunda vez que siento pavor tras conocer a alguien. La primera vez que pasó algo por el estilo, fue con Lenalee. En aquella ocasión no dormí durante toda la noche, tuve la mirada fija en la puerta, mientras juraba escuchar pasos viniendo del cuarto contiguo —siendo eso imposible, ya que vivo solo—. Ahora, por su parte, sucede lo mismo; no concilio el sueño.

Como un tipo de defensa personal, sigo deletreando el nombre del chico. Lo canturreo en silencio, sintiendo cada vez más descontento con este. Digo a la nada:

 —No me gusta el nombre.

E imagino al viejo Bookman, increpándome que ese hecho no es suficiente.

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Tras una semana de conocerlo, vuelvo a ver a Kanda. Él está ubicado en la misma mesa que la otra vez, y sus ojos siguen fijos en la ventana.

Yo intento apartar la mirada y  al igual, trato de actuar como debo. A fin de cuentas, la anterior ocasión no hablamos, y como tal, creo que no me concede a mí el hecho de dirigirle la palabra. Lenalee fracasó en su empresa, y de esa forma los dos seguíamos siendo desconocidos. Solo que él era el desconocido, del cual sé el nombre —uno que no me gusta— y también era ese mismo, que me hace preguntar si es que aluciné al ver sus ojos azules.

—¿Ya tiene su orden? —me preguntan. Yo pestañeó repetidas veces, y veo al menú que no toqué.

—Quiero lo que pidió él. — Lo señalo, para salir del apuro.

A respuesta el mesero solo asiente con la cabeza, y al poco tiempo me trae un plato de soba. Sonrío al ver lo que eligió Kanda  —ese apellido, es simplemente horrible— ya que si mal no recuerdo, esto mismo escogió la vez anterior. De alguna forma lo veo entrañable y hasta algo… Decido borrar la idea antes que pueda plantearla de forma correcta. Tengo miedo, sé que si sigo concibiendo cosas que no debo, no podré dormir esta noche. Al menos no podré hacerlo en mi casa.

Pero… a pesar de intentar bloquear pensamientos, me es imposible no dirigirle de vez en cuando la mirada. Me convenzo que mi propósito es la gana de saciar mi curiosidad. Él está viendo afuera, a la ventana, sus ojos no se desvían de ella. Y hace que me pregunte; ¿Qué rayos busca? ¿Está esperando a alguien? 

No consigo ningún tipo de respuesta y al salir del local, tampoco recibo una mirada de reconocimiento.

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Lo veo una vez a la semana; él siempre frecuenta este local  y yo un día lunes, martes o jueves, me antojo la sazón de este restaurant. Intento convencerme que frecuento el lugar por capricho, solo porque a mí me da la gana. Pero como siempre acabo dirigiendo mi mirada a él —él, que nunca parecer ver  nada más que la ventana— sé que estoy mintiéndome. Y lo estoy haciendo muy mal, porque una vez salgo a la calle, siento malestar.

Estas últimas noches no puedo dormir bien, debido al miedo.

Pienso que esto no pasó con Lenalee. El encantamiento que ella puso en mí, duró un tiempo demasiado corto como para ser contado. El altercado que ella fue en mi vida, no me costó más que una noche de sueño. El japonés por su lado, no es un componente verdadero en mi día a día, pero él parece ser un sismo, que tiene por intención hacer caer las paredes de mi fortaleza.

Cierro los ojos, e intento no pensar en esa comparación, es simplemente errónea. Además si el viejo Bookman, estuviera vivo, no me dejaría de reprochar, por dejar que tal cosa me haga, alguien que siquiera me dirige la palabra. Alguien que no me atribuye nada de nada.

Yo soy lo suficiente listo, como para saber que esta es mi hora de partida. Simplemente tengo que dejar de venir a este local, y así, estoy seguro, serán raras las veces que tenga que verlo. Kanda es alguien que parece interesante, y mi curiosidad despierta al estar en su entorno, pero… el parecer no significa ser.     

Así que para la quinta semana que coincido en el mismo lugar que él, decido, apartarme y nunca más volver, y si lo hago, saber que todo fue obra del destino o Lenalee.

Como al parecer soy un estúpido, a la sexta semana, falló abruptamente y me postro a los pies, de esta necesidad de tenerlo cerca.

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—¿Te acuerdas de mí? —le pregunto.

El chico —tras posar sus ojos en mí— a respuesta resopla por la bajo y desvía su mirada a la ventana.  

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Se vuelve rutina.

Una vez a la semana lo encuentro en el mismo local —en la misma mesa, en el mismo lugar, y con la mirada fija en la misma parte— todas las veces que lo veo, me siento en su enfrente e intento iniciar una conversación. Él nunca accede, y como máximo me pide que desaparezca y… en una ocasión me botó un vaso de agua en la cara. Con todos estos hechos, sé que doy pena ajena. Y la verdad eso no me importa, pero admito que estoy preocupado.

Kanda es un chico gruñón y parco, y por esos mismos rasgos es un tanto aburrido. Si lo puedo comparar con algo, sería una pared impenetrable, que siquiera tiene ventanas a las que pueda botar piedritas, para que me tome atención. Kanda ya no tiene la posibilidad de ser alguien interesante, como máximo me lo imagino como un ser melancólico que busca algo de afuera, y que por no encontrarlo ignora a todo el mundo, y si su rededor se empeña por ser notado, él se enfada con este. Kanda es simple en más de un sentido, y no es una mente brillante, cubierta de soledad, solo es… alguien, con innombrable belleza, y una cáscara de hielo, que nadie podrá calentar, ni mucho menos derretir.

Al final, para salir vivo ante la culpa, decido aceptar que me siento atraído por él, pero ya no de forma experimental ni objetiva —siquiera es simple y llana curiosidad— sino el magnetismo que ejerce en mí, es algo nacido de lo carnal, animal y voraz. Quiero meterme en la cama con él, quiero tocar su suave piel, y escuchar el sonido de su voz, cuando está perdido en la espiral del placer. Quiero que me vea, con esos ojos que hoy me figuro son negros, pero en realidad tienen un color claro e hipnotizante. 

Pero como él no me dirige la mirada, yo para perder el tiempo, repito su apellido en voz baja.

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El sonido de “Kanda” me parece jodidamente espeluznante. 

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Saco el nombre de Kanda a hurtadillas. De alguna forma, no me veo capaz de decirle a Lenalee, que me muero por saber el nombre completo del chico que me presentó hace un tiempo. Tengo vergüenza, temo que me recrimine, como sé que no lo hará. Temo que ella por ser china, se convierta en mi fantasma personal —en serio, creo que soy un idiota—. Temo… tantas cosas, a las cuales no quiero nombrar. Pero… lo que importa es que consigo su nombre y una vez lo obtengo, tiemblo durante la noche, y lo hago también en el día, cuando me acerco a la mesa de él.

Kanda, en ese momento come lo de siempre, y mira a la ventana como es usual; ahora ya no me da ni una mirada de reconocimiento cuando me siento frente a él. Más yo encontré una forma de hacer que volteé la cabeza.

—Buenos días, Yuu.

Él me ve con sus ojos azules —¡él debe ser mestizo!— en ese preciso momento. Yo, por mi parte, luzco una exuberante sonrisa en el rostro. 

Notas finales:

 

Contaré una anécdota:

Cuando empecé a escribir, solo podía hacerlo en primera persona; ya que de alguna forma el hacerlo en tercera, se me hacía difícil y… simplemente no me salía. Tras pasar algo así como un año de renuencia a escribir en tercera persona, empecé a experimentar con esa narración, y con el paso del tiempo acabé por reemplazar, mi forma primeriza de escribir, por aquella que se me hacía complicada. El evento más raro tras todo eso, es que al leer mis primeros fics, sentí verdadero miedo, por retomar la narración en primera persona.

La cuestión es esta, quiero reconciliarme con mis orígenes y a pesar de ser un movimiento poco acertado, el intentar hacerlo seriamente, con un personaje tan complicado como Lavi, pues… aquí estoy, con una historia un tanto dispersa  de mi pareja favorita –de esta fandom, y en buena competencia con parejas de otros-.

Fuera de mi anécdota, recomiendo; esta historia es un poco complicada, sobre todo al principio porque Lavi decidió echarle una manta encima a su problema y hacerse al loco, y cambiar muchas sensaciones por otras y… es complicado. Lo mismo con Kanda, él será complicado. Esta historia no tendrá más de tres episodios y… bueno… solo eso.

¿A alguien le gustó la historia?

PD: Msiaki, sé que pasó un milenio desde tu cumpleaños, pero lo prometido es deuda. ¿Qué tal te pareció esta historia?   


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