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Canción para Peter por clumsykitty

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Título: CANCIÓN PARA PETER

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU, Post Civil War (semi AU)

Parejas: Stony, Superfamily

Derechos: Soy tan pobre.

Advertencias: Estas historias fueron publicadas en mi rincón de demencia que poseo en Facebook, y que recopilo aquí para quienes deseen leerlas en formato fanfic. Tiene variantes respecto a Civil War, entre otros elementos.

 

Gracias por leerme.

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ESTRELLITA, ¿DÓNDE ESTÁS?

 

-Peter, ¿en dónde están las estrellas?

La maestra preguntó y Peter le respondió con mucha seguridad. Entonces los niños se rieron de él, diciendo que era tontito. Peter se enojó con ellos y la maestra le reprendió, poniéndolo en la esquina de castigo por haber empujado dos que tres de sus compañeritos burlones. Él no había dicho ninguna tontería ni tampoco una mentira, porque él había descubierto que en verdad había una estrella escondida en un armario de madera muy vieja, bajo llave –que casualmente encontró un día, hurgando entre los cajones de Tony al buscar chocolates, por eso dio con la estrella. Estaba en el centro de un enorme plato de metal, era lo único que colgaba dentro de aquel armario que parecía ser un armario de Narnia. Al menos así le pareció a Peter y por eso cuando la maestra le preguntó dónde estaban las estrellas no dudó en decirle que dentro del armario de su papi Tony, cuando las carcajadas estallaron a su alrededor para su frustración. Pero qué iban a saber todos esos niños si no habían visto lo que él había encontrado una tarde, mientras su papi se había ido de compras hasta la ciudad y él había prometido solemnemente con la garrita de por medio que no iba a meterse en problemas en su ausencia.

Imposible meterse en problemas en una casa tan rústica como la suya, con paredes de piedra y recubrimientos de madera pulida con una chimenea casi siempre encendida porque donde vivían solía hacer frío y la niebla bajaba como una alfombra mágica sobre los campos verdes y húmedos que rodeaban su casita. Siempre tenían que estar bajando hacia el pueblo por víveres o para comprarle a Peter juguetes, a veces tomaban un autobús rumbo a la ciudad de enormes edificios viejos con aroma a rancio y calles empedradas. Por eso es que aquel día Peter dio con el armario de Narnia y la estrella en el plato con bandas pintadas alrededor. Supuso que era un secreto de Tony porque lo tenía bajo llave así que no le preguntó nada y se comportó muy decentemente los días siguientes, salvo cuando empujó a los niños tontos.

Papi se molestó al escuchar a la maestra contarle sobre lo que hizo pero no le castigó, al contrario, salieron a jugar colina arriba donde echaban a volar un papalote con forma de dragón de ojos saltones hasta que le dolieron sus piecitos y su estómago reclamó comida. Tony recibió una llamada justo cuando iban a jugar a las escondidillas. Peter se fue a esconder de todos modos, haciendo trampa porque papi no estaba contando, preguntándose dónde podría ocultarse para ganar el juego. Se le ocurrió tomar la llave del armario de Narnia y meterse dentro. Tan rápido como sus piecitos le llevaron, lo hizo, quedándose bajo la estrella en el plato que brillaba apenas por la muy pequeñita luz que se colaba por las puertas viejas de madera. Al acomodarse mejor sus manos tocaron algo, descubriendo otro secreto. Era una caja de madera, más nueva sin un candado que abrió muy curioso –si ya estaba ahí, pues ni modo de no ver- encontrando dos cosas: una carta que tenía el nombre de su papi –Peter ya sabía leer, muy listo él- y un teléfono celular pero muy muy viejo, había que alzar su tapa para encenderlo. Como no podía leer la carta en penumbras, jugó con el celular creyendo que no tenía batería por lo antiguo que era. Sorpresa la suya cuando el celular se encendió, mostrando un nombre en la pantalla. Debía estar descompuesto porque no había más, así que luego de verlo unos segundos mordiéndose su labio, Peter presionó el botón verde de “Llamar”.

Se hizo ovillo, pegándose el celular al oído por el cual escuchó los timbres inequívocos de marcado, riendo bajito al pensar en alguna broma que gastar. Ya lo había hecho varias veces con sus amigos en la oficina de la secretaria del director de la escuela. Peter hizo un mohín al escuchar que nadie respondía, a punto de apagar el celular cuando de pronto escuchó una voz gruesa del otro lado de la línea.

-¿Tony?

 

Peter abrió muy grandes sus ojos, conteniendo un jadeo se sorpresa al cubrirse su boca. Quiso cortar la llamada, pero una vez más su sentido de aventura fue mayor al de la prudencia.

 

-¿Hola? –saludó tímidamente.

-… ¿Q-Quién…?

-¿Tú quién eres? ¿Por qué conoces a mi papi? –preguntó ya dueño de la situación y porque vaya, escuchar el nombre de Tony le decía que esa persona le conocía.

-… soy… soy Steve…

-Oohh, nunca he escuchado de ti, Steve, ¿eres amigo de papi?

-… podría decirse.

 

Los adultos y sus dificultades.

 

-Y soy Petar Stank –se presentó muy orgulloso, alzando su mentón- Y tengo… uno, dos, tres, cuatro años. Mi papi es Tony.

Se juró que el celular se había descompuesto por completo porque de pronto ya no escuchó nada, hubo un raro silencio y cuando el hombre del otro lado de la línea volvió a hablar, parecía que de pronto le hubiera dado resfriado porque su voz sonó chistosa.

-Peter… que gusto en conocerte.

-Hola, Steve.

-¿Dónde… dónde vives?

-En mi casa –tan obvio.

Steve rió pero raro de nuevo, como si se ahogara o algo. Ese hombre era extraño.

-¿Te gusta tu casa?

-¡Sip! Aunque está lejos de la escuela y papi tiene que llevarme siempre en su bicicleta porque aquí los caminos son pequeñitos y llenos de piedras. No sirve tener auto. Tenemos una camioneta pero se le ponchó la llanta y papi no ha querido cambiarla.

-Ya veo.

 

-¡Peter! –llamó Tony al comenzar a buscarle- ¡Hiciste trampa!

 

-¡Au! ¡Tengo que irme, papi me busca!

-¡Espera, Peter…!

 

Éste cerró el celular, devolviendo todo a su caja antes de quedarse quieto y calladito bajo la estrella, mirando por los espacios de las puertas a Tony buscarle, rascándose la nuca como cuando no entendía algo que era muy raro porque su papi era extremadamente inteligente y cuando hacía cosas en su taller era como ver a Santa Claus creando juguetes. Cuando le escuchó bajar las escaleras hacia la cocina, salió de ahí de puntitas, cerrando con cuidado el armario y dejando una vez más en su lugar la llave antes de ir a buscar a Tony, dándole un buen susto mientras estaba distraído buscando en la salita. Hubiera querido decirle del celular viejo, la carta con su nombre y la estrella en el plato enorme, pero eran secretos de Narnia y solamente cuando fuese el tiempo, se revelarían. Por ahora podía llamar Steve a la estrella escondida en el armario.

 

 


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