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Enjoy The Silence por Aurora Execution

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Notas del fanfic:

Los personajes de Kuroko no Basuke no me pertenecen. Son propiedad de Tadatoshi Fujimaki.

Notas del capitulo:

Mi primer AU para el fandom ^_^

Veremos como lo llevo. Es particular me gusta mucho escribir AU y hacía tiempo que deseaba escribir algo más bien policial. 

Espero traerles una historia entretenida. Tendrá mis típicas parejas: MuraAka - AoKise - MidoTaka y quizá más...

Sin más que decir, espero disfruten de la lectura.

La cabeza le estallaba esa mañana. Apenas había tenido tiempo de tomar una taza de café cuando lo solicitaron de forma urgente. Atsushi aún dormía cuando se marchó. En ocaciones envidiaba enormemente su labor, la sencillez de su rutina y la tranquilidad de regresar cada día a su casa con las manos cubiertas de dulce y no de sangre, como él.

 

Akashi Seijuro, había nacido bajo el yugo de una familia frívola y dividida por las ambiciones de los bienes que poseían, su padre, un sibarita de duro corazón, había estado ausente la mayor parte de su vida, ponderando su imagen y lujos por sobre el amor de su hijo, creciendo Akashi como un niño hermético, estructurado y sobre todo refinado. Su felicidad consistía en alcanzar las mayores notas en el colegio y sus actividades extraescolares. Una felicidad falsa, ausente y virgen que desenterró al fin cuando conoció a Atsushi.

 

Cuando ingresó a la universidad, comprendió que lo suyo no era los negocios empresariales, que no le interesaba pasar sus días sentado en un sillón al mando de un imperio manchado. Él armaría el suyo propio, estamparía su sello y sería el emperador de su vida, y el custodio de otras: quería ayudar, salvar vidas y masacrar criminales, por lo que abandonó su legado familiar para convertirse en el mejor detective del mundo.

 

Y por más dolores de cabezas y frustraciones que pudiera sentir en ocaciones, esa era la vida que eligió y no la cambiaría por nada. Después de todo, al llegar a casa, tendría un Atsushi cubierto de dulce para calmar su humor.

 

Dio un sorbo al vaso de café, que algún asistente le había entregado a su pedido, mientras caminaba con sigilo en la habitación. Nada fuera de lugar, ningún objeto robado, las joyas seguían en la caja fuerte, así como los cheques y dinero en efectivo. Nada fuera de lo común, pues en su carrera, esa escena la había visto infinidad de veces ya. Algo que le irritaba a sobremanera, claro está.

 

—Déjame ver si entendí, me estás diciendo que esta persona es la mujer desaparecida que buscábamos hacía semanas, que de repente vuelve a su casa y para colmo muerta...—su compañero asintió sin decir más—Otra vez...—murmuró—¿Y el marido?

 

—En la cocina, los paramédicos tratan de estabilizarlo, no pudimos hablar con él todavía, cuando llegué estaba en shock.

 

—Vamos.

 

Giró sobre sus pasos, encaminándose fuera de la habitación, en esos momentos estaba atestada de personas de la policía forense. El cuerpo de la mujer descansaba en su cama, como si jamás se hubiera ido de ahí, salvo por la sangre que de sus labios chorreaba. Con sus dedos indice y medio, frotó su sien, el dolor de cabeza no se calmaría y ya se imaginaba que ese día sería interminable.

 

Cuando ingresaron a la cocina, suspiró un momento antes de dirigirse al reciente viudo.

 

—¿Hyuuga Junpei?—el aludido apenas y levantó la cabeza, tenía los ojos hinchados por el llanto—, Soy el detective Akashi Seijuro, ya nos conocimos en la central, quisiera...

 

—Sí, nos conocimos—le interrumpió. No aparentaba más de treinta y algunos años, de cabello corto y de un negro grisaseo, se quitó los lentes para limpiar los cristales antes de colocárselos de nuevo, su mirada estaba cargada de un dolor aplastante—Eres el detective que me aseguró que encontrarían a mi mujer, ahora ella está muerta en nuestra cama y el maldito asesino suelto en las calles. ¿Viene a hacerme preguntas? ¡Pues a usted no le responderé ninguna!

 

—Entonces me retiro, mi compañero es quien le hará las preguntas.

 

—Imbécil.—Logró oír antes de retirarse.

 

Salió de la casa, aguardando porque su compañero terminara con las preguntas. Estaba fastidiado, aunque lo disimulara con maestría. Era la tercera víctima ese año. Este nuevo asesino comenzaba a ser realmente una piedra en el zapato. Lo peor era que no tenían ni siquiera una pista del maldito, ni un bosquejo que le acercara a averiguar quién era y porqué hacía lo que hacía. En los medios habían comenzado a llamarle el asesino silencioso: secuestraba a sus víctimas, sin estorciones ni pedidos de rescate, y su obra finalizaba cuando las regresaba a su casa, muertas y sin sus cuerdas vocales. Todo en completo silencio, con una pasmosa habilidad que le helaba los huesos.

 

La primera vez que se toparon con el caso, habían sospechado del novio de la víctima, pues se trataba de un hombre bastante extraño y sombrío, además de que le llevaba una clara diferencia de edad. Para cuando el segundo caso llegó, se enfrentaron a un hombre solitario. Y todas sus sospechas se vinieron abajo.

 

¿Quién era este sujeto? ¿Qué trataba de decir con sus crímenes?

 

No había un patrón que relacionara a sus víctimas. O al menos no había hallado uno hasta ahora. Dio un golpe con el puño cerrado, sobre su auto.

 

—Oha asa pronostico un mal día para Sagitario.

 

Giró para encontrarse con su compañero saliendo de la casa. Midorima Shintaro era un hombre de su edad, sus cabellos perfectamente peinados y cortados eran de un singular verde, tan o más que sus hechizantes ojos esmeraldas. Era un sujeto abocado a su oficio con seriedad y presteza, muchas veces solitario y con una extraña obsesión con el horóscopo. Pero, a decir verdad, de todos, era con quien mejor se llevaba. Bufó por lo bajo, acomodando su traje.

 

—Tendré días peores si no encuentro a este malnacido, ¿qué te ha dicho el viudo?

 

—Deberías tener un poco más de respeto—acomodó sus lentes, dando un leve suspiro—, no debe ser nada grato regresar a tu casa y hallar a tu mujer que llevaba semanas desaparecía, muerta.

 

—Soy consciente de ello, pero no deja de ser un viudo.

 

—Los forenses casi terminan, deben llevar el cuerpo para la autopsia, a partir de allí veremos que hacer. Hyuuga-san, no dijo mucho, regreso a la casa temprano, y la halló, la cerradura no estaba forzada y no había indicios de robo. Tal y como en los anteriores casos.

 

—Hyuuga Riko...

 

—¿Te sigue sonando familiar?

 

—Estoy seguro que la conozco de algún lado, hay algo que se me está escapando, una pista...

 

—No es de mi incumbencia, pero últimamente te noto más distraído y cansado.

 

—No he dormido bien—respondió seco.

 

—¿Problemas con Murasakibara?

 

—Todo lo contrario—sonrió divertido.

 

—Ya... volvamos a la central.

 

••

 

No le dirigió la palabra a nadie cuando llegaron a la central de policía, cerrando la puerta de su oficina al curzarla. No estaba de ánimos para nada, demasiado tenía con ser burlado no una, ni dos, sino tres malditas veces ¡a él! Odiaba no tener el control de la situación, odiaba no adelantarse a los pasos del asesino, no observar más allá. Se despojó del saco, colocándolo con cuidado sobre el respaldar de su silla, abrió su ordenador donde mantenía la totalidad de los datos recolectados hasta ahora. Eran tan ridículamente pocos...

 

Tamborileó sus dedos sobre el teclado y luego tecleó «Hyuuga Riko» en el buscador. Instantáneamente aparecieron varias páginas, como su cuenta de facebook y otras redes sociales, nada que no se imaginara ya, mas una llamó su atención. Era la página de la preparatoria Teiko, donde él también había asistido. Abrió el link, redireccinando los enlaces a unas cuantas páginas dedicadas a los alumnos, en ella aparecía la joven de cabellos rojizos junto a otro grupo de jóvenes en los que pudo distinguir a su marido. La página hablaba de los festejos de finalización de aquel año y los honores con que se había graduado la mujer, pero en los créditos aparecía con su nombre de soltera: Aida Riko.

 

Akashi ahora la recordaba bien, esa joven había sido una de las mentes más brillantes de su generación, cuando él apenas y ingresaba a la preparatoria, Riko ya estaba en su último año. Ahora comprendía que el nombre de la fallecida le resultara familiar, pues habían asistido al mismo colegio. Apretó sus puños al observarla tan sonriente en las fotografías, joven y llena de sueños. Seguramente había cumplido muchos de ellos, como casarse con ese muchacho. Y ahora un desgraciado le había puesto fin a esos sueños.

 

Iba a cerrar la página cuando un rostro nuevamente llamó su atención, una sonrisa tenue se dibujó en sus labios al comprobar que tanto Wakamatsu Kousuke como Sakurai Ryou, las otras dos víctimas, habían asistido a la misma preparatoria. ¿Sería acaso, el patrón de coincidencias que necesitaba? ¿Podía poner esto como prueba?

 

—¿Será ex alumno de Teiko?—La puerta sonó en ese momento.—Adelante.

 

—Los resultados de la autopsia estarán para mañana—dijo su compañero cerrando la puerta tras de sí.

 

—Ya recuerdo, quién es Hyuuga Riko, observa—dijo girando su ordenador, mostrándole las fotografías de la Preparatoria Teiko.—Su apellido en realidad es Aida.

 

—Era alumna en el mismo colegio que tú.

 

—Y eso no es todo, Wakamatsu y Sakurai también lo fueron—Shintaro abrió los ojos en sorpresa—Aida y Wakamatsu se graduaron el mismo año. El año en que yo ingresé a la preparatoria, Sakurai un año después. ¿Coincidencia?

 

Midorima observó las fotos, buscó también la de los años siguientes, había bastante información sobre los fallecidos. Los tres habían estado en las condecoraciones y honores de la preparatoria, participaron en varias actividades extraescolares y representaron a Teiko en muchos concursos de distintas asignaturas y disciplinas. En pocas palabras los tres habían sido jóvenes populares e inteligentes.

 

—Esto podría ser interesante, las tres víctimas están en el cuadro de honor de la Preparatoria. ¿Será que el asesino es un resentido social? ¿Alguien que guardaba rencor por estas personas por algo en particular?

 

—Eso nos da una pisa fuerte, pero sería algo casi imposible entrevistar a cada alumno de Teiko que se haya graduado en esos años...—Akashi se llevó una mano al mentón. Había aparecido una pista interesante, pero ésta parecía alejarlo más del asesino. Frunció su ceño ofuscado.

 

—Akashi—el mencionado levantó la vista, prestando atención—.Tú también fuiste un alumno en el cuadro de honor, ¿no es así?

 

—No sólo eso, fui el mejor... pero descuida, lo atraparé antes de que ese sujeto siquiera me considere en sus planes.

 

••

 

El día transcurrió sin muchos sobresaltos después de hallar a la mujer. Todavía debía enfrentar a los noticiarios, y responder por su nuevo fallo. No le hacía ninguna gracia, pero tampoco huiría de su responsabilidad, al fin y al cabo, que el asesino siguiera en las calles era en mayor parte, su culpa.

 

—¿Quién será tu próxima víctima...?

 

Susurró para sí, mientras introducía la llave en su puerta e ingresaba al departamento que compartía con su pareja desde hace cinco años. Murasakibara también había cursado en Teiko, donde se conocieran, gracias a las actividades en el club de baloncesto. Atsushi era un hombre de una altura imponente, y de rasgos fatigosos, con su cabello y ojos de un purpura que a él le encantaba. No tenían nada en común, ambos disfrutaban de cosas completamente distintas, aun así, ese gigante de dos metros había sido la única persona en tratarlo diferente. Al principio pensó que era una falta de respeto total, pero luego entendió que no era así, que esa era su manera de ser y que Atsushi no sentía que su presencia le intimidara para nada, al contrario, a pesar de sus continuos desplantes en un primer tiempo, Murasakibara nunca dejó de compartir con él sus ratos libres, hasta que un día se vio a sí mismo extrañando la compañía del peli morado, descubriendo así que a pesar de las diferencias, le gustaba como se veía su vida con Atsushi a su lado. Y a pesar de ser novios desde ese entonces, recién cinco años atrás, habían decidido finalmente convivir.

 

Su casa estaba vacía, aún faltaba una hora para que Murasakibara llegara. Su novio atendía una pastelería muy concurrida en el centro de la ciudad, y siempre llegaba con una bolsa de dulces y olor a merengue.

 

Decidió tomar una ducha, antes de dedicarse a preparar la cena. Lo que había descubierto horas atrás todavía no se apartaba de su mente. Volvería a hablar con el esposo de Riko y con el novio de Sakurai, aunque a éste último prefería no verlo nunca más. Quizá ellos le aportarían algo de información acerca de los compañeros de los fallecidos, algún enemigo tal vez...

 

Luego de ducharse y secar su cuerpo, se puso unos pantalones y una camisa de su novio, la cual le quedaba enorme, pero que le encantaba usar de todas formas. Estaba preparando la cena cuando escuchó que la puerta se abría.

 

—¡Aka-chin! ¡Ya llegué!

 

—No grites Atsushi, ya te he oído.—dijo acercándose para darle un beso.

 

El gigante lo rodeó por la cintura elevándolo con una facilidad que seguía sorprendiéndolo, mientras lo besaba.

 

—Huele rico, ¿sopa de tofú?

 

—Así es—dijo sonriente, aún preso entre los largos brazos de su novio. No había mejor relajante para Akashi en un día difícil, que Murasakibara.

 

El mayor lo depositó nuevamente en el suelo, mientras caminaba rumbo a la habitación.

 

—Aka-chin, eres cruel, no me esperaste para ducharnos juntos—lo oyó decir desde la habitación. El pelirrojo sonrió.

 

Volvió a la cocina a terminar la cena.

 

••

 

El cielo esa noche estaba oscuro, ocultando en su manto a las estrellas, la luna nueva se escondía de los humanos... Si se levantaba la vista, lo único que se observaría era una negrura un tanto inquietante al igual que atrayente y misteriosa. Hermosa en realidad, acompañada de trémulos murmullos propios de una ciudad tan viva... si se levantaba la vista... Pero si Akashi necesitaba en esos momentos contemplar la belleza, escuchar sus murmullos, sentir la vida, si necesitaba impregnarse de algo hermoso, no necesitaba el manto oscuro del cielo ni los sonidos de la ciudad, porque la verdadera belleza se hallaba en los irises purpúreos de Atsushi, se hallaba en los roncos gemidos que largaba en periodos cada vez más cortos, alternando con jadeos particularmente agudos para un hombre como él y de una respiración descompuesta por el placer.

 

Porque jamás perdía detalles en sus expresiones mientras era tomado por el más alto, como su rostro dibujaba infinidad de muecas, como inflaba sus mejillas llenándose de aire antes de expulsarlo con intensidad. O como sus cabellos largos y suaves daban sutiles latigazos a su rostro mientras se movía.

 

Ninguna noche se comparaba, siquiera aquellas estrelladas donde la Vía Láctea dibujaba su sendero, a Atsushi. Si tendría que comparar debían ser las noches en el norte donde la Aurora Boreal salía a regalar su belleza a los pocos afortunados que se hallaban ahí, porque el purpura en sus ondas era comparable a los ojos de Murasakibara... hermosos.

 

Sonrió un poco, mientras sus brazos se enredaban en el cuello del gigante. No sabía porqué de repente tuvo esos pensamientos tan ridículamente cursis, o quizá sí, pero no le importaba, Atsushi sacaba siempre de él, esa parte sensible, tierna y enamorada; sacaba de él, lo mejor.

 

Enterró los dedos en los cabellos de su nuca cuando los movimientos del peli morado se hicieron más rápidos, cada vez más profundos, más precisos. Atsushi tomó sus caderas con desesperación; los gemidos cada vez más fuertes no se hicieron esperar, alcanzando ambos, como tantas otras veces, la cúspide de la satisfacción.

Murasakibara se dejó caer en la cama, mientras Akashi se acomodaba en su pecho, el mayor lo abrazó, besando sus húmedos cabellos por el sudor.

 

—Aka-chin, ¿por qué sonríes?

 

—Supongo que es por satisfacción.—Akashi adoraba que Murasakibara todavía se ruborizara cuando le hacía un cumplido.—Por cierto, mañana debo ir nuevamente al médico.

 

—¿Otra vez? Aka-chin ha ido muy seguido, ¿te encuentras bien?—dijo algo preocupado.

 

—Estoy perfectamente, es por seguridad, en nuestro trabajo estamos expuestos a muchos cosas contaminantes y personas insanas, es obligación realizarnos los exámenes correspondientes.

 

—A veces quisiera que dejaras ese trabajo, me preocupo mucho por ti...

 

—Lo sé Atsushi, agradezco y lamento en partes iguales tu preocupación, pero...

 

—Es el trabajo que a Aka-chin le gusta, entiendo eso, descansemos, mañana te llevaré a la clínica.—dijo mientras acomodaba las sabanas para cubrirse ambos.

 

—Gracias.

 

Besó sus labios y se acomodó entre sus brazos. Quizá y en unos años podría considerar el retirarse, pero por ahora no descansaría hasta encontrar a ese asesino.

 

••

 

El olor a horneado le despertó esa mañana, observó el lado vacío de la cama que correspondía a su pareja. Atsushi debía de estar haciendo el desayuno, sonrió. Se desperezó un poco antes de abandonar la cama, buscó unos jeans oscuros y un jersey color ocre, mientras iba al baño a orinar y lavarse el rostro. Como primero iría a la clínica, no necesitaba usar uno de los tantos trajes que tenía para su trabajo habitual. Una vez listo, fue directo a la cocina, el olor le había abierto el apetito, Murasakibara siempre cocinaba deliciosamente.

 

—Buen día—dijo ingresando, mientras se acercaba al más alto dándole un casto beso.

 

—Buen día Aka-chin, preparé un rico desayuno para que tengas fuerzas, ¿no debes hacer ayuna, verdad?

 

—No, no es necesario, muchas gracias todo huele exquisito.

 

Atsushi sonrió mientras acomodaba los pastelillos recién horneados y las tazas de té, desayunaron con tranquilidad, mientras el peli lila encendía la televisión. Justamente estaban dando la noticia de la muerte de la joven Aida Riko. Akashi frunció el ceño al oír su nombre en el noticiero.

 

«...La mujer fue hallada en su vivienda, sin signos de ultraje, pero con las cuerdas vocales destrozadas, al parecer una nueva víctima del Asesino silencioso. Un nuevo asesinato que se suma y el afamado Detective Akashi Seijuro no a podido encontrar nuevas pistas del asesino. Tal vez es necesario que el caso pase a otras manos, pues por lo visto es uno que él no puede resolver...»

 

Murasakibara frunció su entrecejo también.

 

—Esos tontos no saben nada, sólo escuchan lo que les conviene... Aka-chin yo sí creo que lograrás encontrarlo y arrestarlo, después de todo eres absoluto.

 

—Por favor Atsushi, no digas eso. Si bien es verdad que en los noticieros dan versiones tergiversadas, también es cierto que el número de víctimas crece y no puedo lograr encontrarlo.—Atsushi notó la frustración en su tono de voz.

 

—Lo harás, Aka-chin jamás se rinde.

 

—No lo haré—dijo sonriendo un poco.—Ahora vamos, sino se nos hará tarde.

 

—Muy bien.

 

El viaje fue corto, ya que la clínica no quedaba muy lejos de su departamento, Atsushi se despidió de él para dirigirse a la pastelería. Akashi dio un suspiro mientras ingresaba, tomó el elevador, pues se dirigía a un ala especial del lugar, su médico ya aguardaba por él.

 

—¡Akashicchi! Pero mira nada más, que bien te vez, se ve que el tratamiento te ha sentado de maravilla.

 

Un joven hombre, de más o menos su edad, se acercó a él, con una esplendida sonrisa, era alto y esbelto, una figura envidiable, así como su rostro bello, de rasgos más finos que masculinos y unos ojos bastante particulares, color oro, al igual que sus rubios cabellos. Kise Ryouta era un medico prodigio, el cual atendía a Seijuro hacía ya varios meses, entablando ambos una agradable amistad, profundizada por el hecho de que Ryouta era el esposo de uno de sus compañeros de trabajo.

 

—Ryouta, es un gusto verte también—habló sobrio.—Me siento muy bien, aunque he tenido dolores de cabeza.

 

—Bueno, eso es normal. Hoy es la última sesión, ¿no estás emocionado?—dijo sonriente, entusiasmado.

 

—Es un alivio, últimamente estoy más sensible que lo normal, y ya no puedo seguir ocultándole esto a Atsushi, anoche me dolió verlo preocupado por mis visitas a la clínica.

 

—Tengo muchas esperanzas que pronto podrás contarle todo y darle más de una buena noticia.

 

—Espero ansioso ese día...

 

Kise asintió mientras señalaba con su mano hacia el interior de su consultorio. Ambos ingresaron, dando comienzo a la última sesión de su tratamiento.

 

••

 

Midorima había llegado apenas a la central cuando, Aomine, su otro compañero en el caso del asesino silencioso, le dijo que tenía a alguien esperándolo en su oficina. Según su compañero había llegado buscando a Akashi, pero el pelirrojo estaría fuera esa mañana, Midorima sabía el motivo, por eso no dijo nada, mientras acomodaba sus lentes e ingresaba, cerrando la puerta tras de sí.

 

El hombre apenas lo vio se incorporó de la silla, parecía afligido y algo le dio mala espina al peli verde.

 

—Buen día, espero no haya esperado mucho.—dijo mientras se acomodaba en su asiento indicándole al hombre que podía volver a sentarse.

 

—No, descuide, esperaría lo que fuera, señor.—Shintaro frunció ligeramente su cejo.

 

—¿En qué podemos ayudarle?

 

—Se trata de mi marido, ha desaparecido. No ha vuelto a casa desde ayer cuando salió a trabajar, he llamado a todos lados, a su familia, a nuestros amigos, a su trabajo, nadie lo ha visto... por favor... ayúdeme.

 

Midorima tragó una espesa y amarga saliva, mientras analizaba al hombre frente suyo, maldijo internamente. El sujeto estaba sobrecogido y a punto de llorar.

 

—Lo ayudaremos, por favor tenga calma, necesito su nombre y el de su esposo.

 

—Mi nombre es Koganei Shinji y mi esposo se llama Mitobe Rinnosuke...

Notas finales:

Hasta aquí el primer capítulo. Sé que Riko y los demás no fueron a Teiko, pero me tomé el atrevimiento de que así haya sido xD

Espero sinceramente que hayan disfrutado de la lectura. Será hasta el próximo capítulo.

Gracias por leer.


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