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Acid Relationship por Lebrassca

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Notas del fanfic:

Por dios. Se me olvido sumar.

Se supone que debería continuar mis dos escritos continuados. Pero, aquí os dejo esto...

Es un D18, aunque formalmente no tenga pairing. Los personajes no me pertencen.

Oneshot.

¿Cuánto tiempo había pasado? Treinta y cinco meses con doce días, y según su reloj, veintidós horas y trece segundos.

En resumen, casi tres años.

Tal vez había hecho la pregunta equivocada.

¿Qué demonios hacia ese herbívoro en su casa? ¿Por qué ahora, hoy?

¿Por qué no antes?

Kyoya, yo…-

Vete ahora mismo –

Hibari no estaba de humores esa noche. Sí, aunque exudara enojo desde su nacimiento, la furia contenida en esos ojos platinados nunca había sido tan profunda, tan real.

Teniendo en cuenta que hablamos del antiguo prefecto de la Nanimori Chuu, aquello era escalofriante.

No obstante, el pelinegro tenía razones de sobra para demostrar tanto odio. El rubio lo sabía.

Yo… ¡Kyoya! ¡¡Lo Sien-!! – Un golpe directo lo había mandado al piso. Fue un derechazo brutal, sin necesidad de las tonfas. Dino sangraba por la comisura del labio, en pocas horas toda la mejilla estaría morada.

Fuera de mi casa – El pelinegro lo veía desde arriba. Con su mirada baja, Dino creía que Kyoya debía verle como un simple bicho, o una molesta piedra incrustada en su zapato, ese pensamiento lo hizo sonreír con ternura.

Cuando levanto la vista, la sonrisa tirante quedo congelada. Lo único que hallo, en los orbes contrarios, fue odio. Ni una pizca de la soberbia característica del pelinegro, solo desprecio crudo mezclado con vacío.

Nunca había observado tal mirada en alguien, siquiera su oficio le mostraba tales ojos. 

Se levantó. Él era un adulto, y cómo tal debía responsabilizarse de sus errores.

No se escondería.

No escaparía.

Ya no antepondría a la familia.

Aceptaría sus cargas, solo. E igualmente, las resolvería.

Se supone que había vuelto a Japon con esa resolución, de manera que su ya hecha vida en Italia quedo supeditada a un viaje que debió de hacer mucho antes.

Es de ambos ¿Lo recuerdas, Kyoya? – Le hablaba suave. Como antaño hiciera, con cariño, con amor.

Hibari aborrecía tal tono.

Es mía. De nadie más, al menos desde hace 3 años – Respondió con verdadero hastío. No deseaba verlo, no hoy, no mañana. Nunca. El rubio se había convertido en su máxima aversión, al punto que, no temería en jalar del gatillo para su eliminación. Es más, esperaba que pronto se le encargara asesinarlo.

A él y a toda su jodida familia. Incluyendo a su ramera esposa y el bastardo que tenía por hijo.

Los odiaba, pero entendía que simplemente no podía cargárselos “solo porque sí”.

El tiempo, fuerza inamovible, había mermado en Hibari. Ya no era aquel muchachito que corría apaleando personas, buscando volverse más fuerte. No, a sus veintiún años recién cumplidos, Hibari Kyoya ya entendía con que engranajes funcionaba el mundo.

El adolescente que adoraba luchar con Cavallone en la azotea, se había ido.

El muchacho que suspiraba con placer al sentirlo entre sus piernas, se había esfumado.

Del Kyoya que había desvivido por él no quedaban ni los escombros.

Dino debía entender que había asesinado a Su Kyoya al anteponer sus deberes como jefe Cavallone, conseguirse una ramera y procrear.

Por otro lado, el rubio prefirió cambiar de tema- Sabes, antes fui a la universidad. Me dijeron que tu historial académico es perfecto ¡Eres todo un genio, Kyoya! En menos de…-

Que alguna vez fueras mi benefactor no cambia el hecho de que no puedes pedir MIS datos a la universidad – Suspiro, de una u otra forma, le aburría tocar ese tema con el capo.

Kyoya, vamos ¿Cuándo aceptaras mi propuesta sobre ello?

No necesito nada de ti, ya te lo he dicho. Si viniste solo para eso, haz perdido tu tiempo estúpidamente-

La voz gélida de Kyoya, su mirada fría y cortante, su chispeante furia reprimida, sus labios y su fino rostro aún seguían agradando demasiado al Cavallone. Tanto, que las peleas con su esposa siempre versaban sobre el mismo tema, su joven “pupilo”. Ya había perdido la cuenta, no sabía cuántas veces había discutido con ella por Kyoya. Dino ya había tirado la toalla con la mujer, llevaban solo dos años y medio en sagrado matrimonio y no la soportaba.

Realmente, era imposible no ver todo el amor que el capo profesaba a Kyoya, el brillo en sus ojos con la sola mención del guardián de la nube Vongola, la suavidad de sus palabras al referirse a él, su enojo inconmensurable cuando se le insultaba en su presencia, la desdicha que lo engullía al observar sus antiguas fotos y la tristeza de saberlo solo.

Dino incluso se había ofrecido a costearle la universidad, ya que Hibari aun siendo adolescente se negaba a recibir ayuda de Vongola. Lo hizo por los seis primeros meses, mientras aun mantenían su relación.

Basta decir que, las propuestas sobre pagarle la universidad y otras cosas, como nueva vivienda o viajes, eran bastante recurrentes y elevadas después de que el capo lo abandonó. Dino, haciendo uso del envío transcontinental, lo colmaba de regalos. Al menos hasta que Hibari dejó su departamento y se mudó a la que alguna vez fue la casa de ambos, dando una seria advertencia al capo por teléfono por si se le ocurría enviarle más cosas.

Dino aun recordaba esa mañana, también el dolor inmenso que se le propagó por todo el cuerpo, y lo violento que se puso durante toda la semana.

¿Acaso no escuchaste? Afuera, Bronco – La cara de Hibari parecía enojada de nuevo, Dino lo sabía, el pelinegro no quería verlo, ni escucharlo, ni respirar el mismo aire que él. No podía culparlo, lo entendía. Pero él…lo amaba.

Nunca quiso herirlo, pero era su obligación dar un heredero a la familia. Tan estúpido fue que creyó que podría escaparse rápidamente de Italia. Y claro que pudo haberlo hecho, pero la familia, su bienestar. Se suponía que solo visitaría a una mujer que ya había embarazado, esperaría el nacimiento del niño y continuaría su relación con Hibari. “Será un viaje, Kyoya. Cuatro meses, tal vez menos. Pronto estaré a tu lado, de nuevo”. Al pelinegro no le importaba mucho, era un viaje largo, pero sabía que el bronco volvería a sus brazos, siempre lo hacía.

El matrimonio los sorprendió a ambos. Dino no se opuso a ello, camuflando su cobardía en un montón de razones vacuas.

A Hibari simplemente se le quebró el corazón.

Fue tarde cuando Dino supo que su amado pupilo le quería. Precisamente, mientras rompía formalmente lo poco que quedaba de su relación.

De forma igualmente tonta, una vez casado empezó a colmarlo de regalos.

El amor que profesaba a sus fotografías era infinito, a tal punto, que siquiera a su hijo lo miraba con ojos parecidos.

Por otro lado, Hibari lo odiaba indiscriminadamente.

Kyoya, vine por otra razón. Sé que lo que hice no tiene perdón, pero yo quiero intentar hacer parte de tu vida de nuevo. Esta vez no abra familia de por medio, ya he pedido divorcio. Yo...-

No hagas a otros responsables de tus propias decisiones, Bronco. – La mirada enojada no estaba, solo había vacío.

Kyoya, yo… -

Durante su relación lo dijo tantas veces, a sus fotos, en sus sueños “Kyoya ¡yo te amo!” ¿Por qué no podía decirlo ahora?

¿Cómo te lo hago entender? No me importa que hagas con tu vida

En primer lugar ¿Por qué Dino estaba allí? Hibari no evito suspirar. Le molestaba que aquello le afectara, debería importarle menos.

Te amo, Kyoya – El susurro fue desprendido al viento como soplido de verano. No obstante, los sentimientos de Hibari eran invierno puro. Hielo seco, odio ponzoñoso.

La sonrisa sardónica no se hizo esperar. Dino quedó estupefacto.

Ahora que tienes tu familia feliz, no lo eches a perder

Notas finales:

I'm happy.

¿Alguien más piensa que el 1827 se ha apoderado del fandom?

Sus comentarios son bienvenidos.


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