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Paraíso a lo prohibido por LadyBondage

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Notas del fanfic:

Una más, es cortita... hahahaha. 

 

A leer.

Ser divino

[1]

 

Exactamente por diciembre, en las vacaciones de invierno, él volvió a casa con sus maletas repletas de recuerdos e incesante ropa sucia. Su hermano mayor, Itachi, había confirmado lo que con anterioridad su padre le había comentado mientras estaba fuera del país.

 

Iba a tener un hermano.

 

La noticia no era desagradable pero tampoco le provocó conmoción alguna, ya se imaginaba que eso sucedería. Fugaku se había casado con una dulce mujer de mirada coqueta y cabellos rojos como el fuego. Por ese entonces, Itachi y él eran bastante maduros como para negarse a la idea de que su padre formara una nueva vida a lado de otra mujer.

 

La muerte de Mikoto golpeó a los hombres Uchiha, pero como ave fénix, volvieron a resurgir de las cenizas. Por bien común, cada uno se hizo una vida pacifica; Fugaku en el trabajo, Itachi en la preparatoria y él en la secundaria en el extranjero.

 

Kushina llegó un años después, arrebatadora y divertida. Robó la atención en toda la corporación Uchiha, sin embargo, fue el líder del conglomerado quien quedó prendado de la vitalidad de la mujer roja.

 

Y ante el inminente hecho de que se casaría, los hermanos Uchiha doblaron las manos y aceptaron a Kushina Uzumaki en sus vidas, con ello, la idea de que podrían volver a tener otro integrante más. Puesto que ella era joven y Fugaku un macho dominante que podía dejar su semilla en un cuerpo lozano como el de la pelirroja.

 

Entonces ahí estaba, recibiendo el calor de su hogar y las sonrisas de sus familiares.

 

—Bienvenido a casa, hijo —le dice cálido el patriarca Uchiha. Sasuke esboza la sonrisa condescendiente que tenía ensayada para ese día.

 

Fugaku estrecha a su hijo todavía menor entre sus brazos, Sasuke recibe el gesto tímidamente poco acostumbrado a tales expresiones de cariño. Kushina, a lado de su padre se hace un espacio cuando Fugaku lo suelta y ahora es ella quien le reparte incontables besos por las mejillas y la frente. Itachi lo observa todo con una risa que quiere manar de sus labios durazno, Sasuke le echa una mirada que pide auxilio en silencio.

 

—Qué bueno que si pudiste venir para el nacimiento de tu hermanito —Kushina habla en tono amable. Entonces los ojos parcos de Sasuke se detienen en su anatomía, ella ha cambiado notablemente debido al embarazo. Lo que llama su atención más que los pechos rellenos de leche o las manos suaves, es el bulto que se asoma imperioso debajo de su vestido maternal. Ahí dentro se está formando otro Uchiha, una extensión de Itachi y de él.

— ¿Cuánto falta? —se atreve a preguntar, las manos le cosquillean, quiere acariciar el estomago abultado de la mujer pero la pena se lo impide.

—Un par de semanas. —la pelirroja le sonríe. Y Sasuke por inercia también lo hace.

 

 

 

[2]

Naruto es rellenito de piel tostadita y ojitos azules. Nada heredó de los Uchiha, una pregunta se desliza en su lengua filosa. ¿Será realmente hijo de su padre? Pero es Itachi quien se adelanta para romper el enigma.

 

—Es muy rubio —su hermano mayor acaricia los escasos cabellos de oro líquido y le sonríe a la recién estrenada mamá que cansada aun por el laborioso parto, le regresa la sonrisa.

—Le da un parecido a mi madre, ella es rubia y los ojos azules son similares a los de mi bisabuelo. —confiesa con un deje de nostalgia. Fugaku embelesado por la nueva vida que su esposa sostiene entre sus brazos no tiene dudas. Es su hijo, su sangre.

—Tiene mucho de ustedes aunque no lo noten —los hermanos Uchiha fijan sus ojos sobre su padre: —heredó la nariz de Sasuke —el menor lleva la diestra a su rostro acariciando su nariz. —Y las cejas de Itachi, también la frente y el mentón —continúa. —La forma del rostro de su madre —Kushina sonríe agotada —mi boca… es precioso.

 

Sasuke aparta la mirada que mantenía sobre su padre y la posa en su hermanito. Naruto duerme plácidamente, el sol que se cuela por la ventana acaricia su rostro de infante, es muy hermoso.

 

—Lo es…

 

 

[3]

El verano ha llegado a casa, es rubio y tiene ojos de mar. Corre por cada una de las habitaciones con los pies descalzos y son sus risas lo que aminora la calma. Sasuke suspira fastidiado por décima ocasión. Es Naruto siendo una tremenda molestia de voz chillona que parlotea incesablemente o brinca por los sofás. Ser niñero no es lo suyo pero a falta de organización, sus padres lo dejaron a cargo del pequeño demonio de cinco años. Sasuke detesta el ruido, y el desorden, pero es Naruto quien hace que esas dos palabras juntas sean un caso completo.

 

— ¡Ya basta! —Sasuke azota su libro contra la mesa ratona, Naruto se detiene abruptamente derrapando por el pasillo y cayendo de sentón en cuanto su hermano mayor se puso de pie.

— ¡Sasuke, me asustaste! —chilla el menor, Sasuke chasquea la lengua. Ahí está él, su dolor de cabeza, desparramado sobre la madera pulida, sosteniendo su cuerpo con los brazos, sus piernas cortas estiradas mostrando la piel desnuda que brilla invitando al tacto.

—Es hora de dormir —musita con la voz dura, si está molesto. Y se lo hace saber a Naruto con esa mirada de hiel que solo usa para demostrar su descontento.

 

Naruto baja la cabeza, sus ojos azules dejan de mirarlo con anhelo, entonces a Sasuke le da una punzada de arrepentimiento. Suaviza la mirada, se acerca con presura a su hermano y sin que este se lo pida, él se acuclilla a su altura para tomarlo entre sus brazos dirigiéndose hacia la habitación del menor.

 

—Te daré un baño y luego a la cama.

 

Y Naruto mueve su cabecita de arriba hacia abajo, Sasuke lo lleva al cuarto de aseo para comenzar su faena. Es tan normal para ellos verse desnudos, compartir la cama y de vez en cuando dejarse pequeños besos sobre la frente.

Es tan hermoso lo que Naruto le hace sentir, es un nuevo despertar. Él es un ser divino que ha llegado a él para apaciguar su intranquila alma.

Naruto es su todo en esta vida.

 


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