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20 Years Later Guardians por Kunay_dlz

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Notas del fanfic:

Los personajes de Katekyo Hitman Reborn pertenecen a Akira Amano.

Notas del capitulo:

No habrá continuación.

 

 

20 Years Later Guardians

 

 

 

Una nota. Una simple nota fue lo que nos llevó a hacer esto, nos obligó a juntarnos… incluso Hibari-san y Mukuro. Para tener más espacio Yamamoto nos permitió usar el Dojo de su familia. Estábamos todos reunidos… esperando, mirando la Bazuka de los 10 años que tanto usa Lambo. Se acercaba la hora y me sentí nervioso. ¿Por qué teníamos que hacer esto? ¿Sucede algo malo… en el futuro? ¿Por qué ‘esa’ nota es tan importante como para hacer lo que ahí indica?

Llegada la hora, Yamamoto, Gokudera-kun sosteniendo a Lambo, onii-san, Hibari-san y Mukuro se acercaron a la Bazuca y se expusieron a ese humo rosa que les transportaba en el Futuro, y casi enseguida, como si su versión de dentro diez años también hubieran recibido la nota, volvieron a usar la Bazuca dando como resultado la versión de Yamamoto, Gokudera-kun, Lambo, onii-san, Hibari-san y Mukuro de dentro veinte años.

Esperé que el humo se disipara. Tan solo teníamos cinco minutos para ‘hablar’, cinco minutos en los que puede suceder cualquier cosa. Cinco minutos para hablar sobre el contenido de la nota. Reborn se tensó, había olvidado que él se había quedado cerca de mí desde que entramos al Dojo. Antes de preguntar por el motivo que lo inquieta, escucho ruido, como esas exclamaciones de sorpresa cuando no sabes qué decir, provienen de donde estaban mis amigos y noto que el humo estaba casi difuminado por completo.

Seis adultos, fornidos, intimidantes, con rostros cansados y un aire de tristeza aparecieron. Sus trajes formales, colores distintivos, y características de mis amigos me recordaron que no me harían daño, me recordaron que ellos eran mis amigos. Pero, esa mirada, esa sombra en sus ojos es lo que no me agradaba.

El primero en reaccionar fue la versión adulta de Gokudera. Se dejó caer de rodillas, pedía perdón, su rostro a centímetros del piso de madera apenas se escuchaba, una voz gruesa, rasposa seguramente por su hábito de fumar, temblorosa por lo que parecía llanto contenido.

La versión de adulta de Yamamoto siguió, era tan distinto, tenía un aire a Reborn, sus ojos afilados y fríos los vi parpadear varias veces… quizá para comprobar que fuera cierto lo que veía, quizá para suavizar su mirada de hielo… y luego cerró sus ojos, sonrió… como si fueran años desde la última vez que lo hizo… y me saludó con su típico “¡Io Tsuna!” a la vez que trataba de relajar su postura.

Onii-san, tan serio y tranquilo, tan fuera del carácter que tanto le caracteriza, miró a Yamamoto y a Gokudera, asintió como aprobando sus reacciones y él mismo suspiró para luego decir con un grito “¡Sawada! ¡Buenos días al extremo!” y aun con su traje a la medida empezó a hacer golpes de boxeo al aire, como entrenando, como siempre suele hacer.

Un “Kfufufu” llamó mi atención, Mukuro no dijo más, con sus ojos cerrados y esa expresión neutra parecía que estaba observando todo con gracia. Sin embargo, su postura, el sonido de su voz, y la tensión en sus mejillas me gritaron que fueron años en los que sus sarcásticas sonrisas se han asomado… sus ojos cerrados, evaden mostrarme algo en ellos.

Hibari-san, me mira fijamente, sus ojos metalizados, fríos, afilados como una navaja, inexpresivos… parecen anhelantes. Capta mi mirada en él y voltea su rostro, se cruza de brazos y susurra un “Herbívoros… kamikurousu“ pero no hace movimiento alguno por apartarse, ni para sacar sus armas, parece contenerse.

Un movimiento captó mi atención, era Lambo, el mismo Lambo que vi en la batalla de los anillos, “Mh… mini Vongola, es bueno verte una vez más” dijo con esa voz que nunca lograré asociar con Lambo niño. Igual que aquella vez, Lambo parece nostálgico… aún así, Lambo rodeado de Yamamoto, Gokudera-kun, onii-san, Hibari-san y Mukuro, sigue pareciendo el más joven. Sólo así caigo en cuenta de los años que nos separan, de lo cansados que han de estar por el mundo al que fueron a parar.   

Ahí están mis amigos… mi familia… y no puedo más que pensar que, así como están, están fingiendo.

Puedo ver el dolor en sus muy controladas expresiones, puedo ver la sorpresa y el shock que sienten al estar aquí, tan lejos de ‘su tiempo’, frente a mí.

Gokudera-kun seguía arrodillado, tan inclinado y susurrando disculpas, pidiendo perdón.

No pude evitarlo. Mis ojos se aguaron y pronto lágrimas caían por mis mejillas. Entre más los observaba, más lágrimas corrían, ellos se veían ‘normales’ pero mi corazón decía que era mentira, su presencia gritaban desolación, tristeza, angustia… derrota.

--Mini Vongola, ¿Por qué lloras? –preguntó Lambo.

Su pregunta captó la atención de los demás. Gokudera-kun levantó su rostro para mirarme, Yamamoto, Mukuro y Hibari-san abrieron sus ojos y también dirigieron su vista hacia mí, onii-san dejó sus movimientos y centró sus ojos grises en los café míos. Con sus miradas en la mía, pude ver el dolor que llevaban, la preocupación y expectativa para saber el motivo de mi llanto, la furia que intentaban disimular.

--Lo siento. –dije, traté de secar mis lágrimas, de parar el llanto más era imposible.

--¿Por qué te disculpas? –preguntó Hibari-san.

--Lo siento, lo siento… en verdad, lo siento mucho. –seguí diciendo.

--Esa no es una respuesta digna de un Jefe. –dijo Reborn, aunque esta vez sin darme una patada o cualquier otro golpe.

--Eso lo sé, Reborn, y ya te dije que no quiero nada que ver con la mafia. –le respondí a mi tutor –Es solo que, verlos, a mis amigos de veinte años en el futuro, se les nota triste, se les nota solos, han olvida reír, y, estoy seguro es por mi culpa. –dije entre hipidos.

El llanto no cesaba y temía que los hiciera enfadas, a Hibari-san en específico pues no creo que ya tolere el ruido innecesario.

>>Estoy llorando por ellos. –dije otra vez –Lloro porque ellos no quieren llorar… no los obligaré ni les pediré las razones, así que yo lloraré en su lugar.

>>Lloraré hasta atenuar su dolor.

>>Lloraré para menguar su soledad.

>>Lloraré hasta que puedan reír otra vez.

>>No importa cuánto, lloraré hasta enmendar el dolor que les causé.

--No creo que sea necesario. –susurró Reborn.

Enfoqué mi borrosa vista hacia mis amigos, cada uno, aunque con sus ojos sombreados por su flequillo o por un ángulo del Dojo, ocultaba sus ojos y finos ríos de lágrimas surcaban sus mejillas.

--Lo siento. –volví a decir –Sé que no debo preguntar cosas sobre el futuro, pero sí quiero prometerles algo, quiero prometerles que no importa lo que suceda, no importa el camino que elijan, siempre podrán contar conmigo… aunque no puedan verme, –recité dejándome llevar por intuición –tengan por seguro que ahí estaré, siempre cerca, cuidando sus espaldas, tomando sus manos cuando lo necesiten, protegiéndolos de la soledad.

Intenté dedicarles una sonrisa, aunque empañada de lágrimas, intenté sonreírles en memoria de una promesa. Miré sus ojos, se veían conmovidos, esa sombra que trataban de evitar estaba desapareciendo, y les sonreí más abiertamente.

De pronto, el humo rosa hizo su aparición una vez más… cierto, tan solo teníamos cinco minutos.

Los chicos aparecieron, los chicos que son de esta época y que son mis amigos. Se veían emocionados, sonrientes, fastidiado en el caso de Hibari-san quien se fue a un rincón del Dojo, Gokudera-kun no paraba de decir lo grandioso que seré en diez años, el buen jefe y líder de Vongola. Yamamoto reía y decía que sería divertido avanzar en este juego, Lambo estaba contento comiendo dulces que mi yo futuro le obsequió, Mukuro desapareció y dijo que aún cabía la posibilidad que él tome mi cuerpo y destruya la mafia. Onii-san decía que él y Hibari-san se harían más fuertes, que lucharían con personas fuertes y que no podía esperar a enfrentarse a ellas.

Les sonreí. Disfruté de estar con ellos y el lío que estar juntos conllevaba, grababa sus sonrisas, sus expresiones y me prometí no dañarlos.

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Diez años en el Futuro.

El jefe Vongola estaba impresionado, hacía tanto tiempo que sus Guardianes y amigos no demostraban más que profesionalismo ante él en su mismo despacho, sin embargo, ahora, se encontraba rodeado de sus amigos, incluso Kyoya-san y Mukuro, lo tenían en medio de un abrazo grupal, le repetían lo mucho que lo admiraban y que siempre lo protegerían.

En lugar de preguntarles el motivo, les dejó hacer. Los dejó regresar a esas personalidades que les caracterizaban en su juventud y que extrañaba, si, la mafia no era un juego, pero si su familia cambiaba, entonces qué era lo que protegería.

Acariciaba la cabeza de su Guardián más pequeño, susurraba palabras de aliento para Hayato, aceptaba las promesas de Takeshi, le dedicaba palabras reconfortantes a Ryohei-san, y asentía a los susurros de Kyoya y Mukuro.

Tal vez preguntaría después lo que vieron en el futuro, pero, no ahora. No en este momento. No cuando su familia necesitaba de él.

.

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Veinte años en el Futuro.

Los Guardianes de la Décima Generación estaban reunidos otra vez en ese lugar que les quemaba las entrañas, ese lugar donde no aceptaban su Cielo estaba.

Lloraban.

Todos estos años jamás habían derramado una lágrima luego que se diera la noticia oficial, pero hoy, hoy… luego de haber vuelto a verle, tan sonriente y brillante, reconfortante, como un bálsamo a sus pesares, no pueden evitarlo.

Su dolor oculto causó que su pequeño Cielo de hace veinte años llorara… cómo estaría ‘su’ Cielo si les viera.

Recordaron la promesa de Tsuna veinte años menor, así que se permitieron expresar su dolor, lloraron, lloraron y uno que otro gimió de dolor… sería la primera y última vez que llorarían sobre la tumba de Sawada Tsunayoshi, Décimo Vongola.

 

 

 

Fin.

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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