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¿Dónde está el príncipe? por SeungKey

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Notas del fanfic:

Holas, Holis. Es la segunda vez que subo este fanfic, ya que la primera vez ya iba en el episodio ocho y no sé sí era porque el botón de "Borrar" se veía demasiado bonito y me sedujo pero pues yo le di clic. Pasé dos semanas deprimida y subí esto otra vez, todos los episodios, de una, a la mala(?), pero decidí borrarlo de nuevo y ver esto como una oportiunidad de reelerlos y mejorar la ortografía y algunas cosas que mis gordos dedos no escribieron bien o así. SO, estoy intentando ser positiva. 

Ésta no es una historia de acción, no sé hacer acción, así que sí a caso ven unas cositas, ¡no se preocupen! la historia no trata de esto, solo quería sentirme nice y hacer algo así(?). Como sea, espero y disfruten, recuerden que hay un Dios que todo lo ve(?).

 

Ah, también he cambiado los títulos(?), y así. PEROCREOQUESONOIMPORTASOOO.

Notas del capitulo:

Hola, hola, soy yo otra vez, como pueden ver mis pequeños saltamontes, cof. Sí ya has leído esto y te preeguntas, ¿DÓNDE ESTÁN LOS OCHO CAPÍTULOS MÁS? Pues NO OS DESESPEREISSS (nosoespañolaperoqueríasernice(?)), los capítulos los subiré eventualmente, cada dos días o así subiré uno nuevo, hasta llegar a donde estaba. Esto es algo bueno, ya que mejoraré un montón de cosas y haré todo más claro y así(?), POSITIVISMO ON OKKK? *llorando* SOOOO, espero y les guste el primer episodio ;; 

Será raro, y NO SÉ HACER ACCIÓN, me disculpo ;; pero prometo que no habrá más de esto, en serio, en serio. Solo es porque es el primero, ¿está bien? 

Feliz lecturilla mágica. 

JongHyun lo veía. Ahí, aglomerándose desde la tempestad, Choi Minho y su esfera ardiente se abrían paso a toda velocidad, estrellando contra la colosal criatura de hueso y barro. El impacto duró poco; un relámpago cortando la diminuta distancia entre el monstruo y el soldado. Minho salió disparado hacía la dirección contraria, una fina línea recta que sus botas de combate trazaban contra el asfalto. Logró detenerse con un ligero hilo de humo escurriéndosele de las suelas. “Así que la cosa es de tipo rayo”, concluyó JongHyun para sí, la satisfacción cubriéndole las entrañas.

–¡Pues yo también!

Entonces, saltó desde la azotea del segundo edificio más alto de la calle, descendiendo trece pisos en un segundo. Poniendo toda su energía en las piernas, aterrizó sobre la creatura de seis metros, obligándola a caer sobre un auto estacionado en doble fila. El suelo tembló y JongHyun aprovechó que yacía hincado sobre la criatura para llenar sus puños de rayos celestes y golpearla tal cual saco de boxeo. Una y otra vez, cada choque de sus manos sobre la superficie roñosa era el estruendo del trueno en todo su esplendor. Poco a poco, JongHyun se percataba que el monstruo debajo de él iba muriendo; la lluvia torrencial de sangre negra le informaba mientras que la energía demoniaca en las venas de JongHyun temblaban de placer.

–¡JongHyun, hazte a un lado! –le ordenó su líder, y por el buen oído que poseía, JongHyun estaba seguro que se encontraba a unos pocos metros.

Obediente, el hombre se alejó de la creatura en un ágil salto, aterrizando sobre un camión al otro lado de la calle y esperando por la flecha de JinKi. Como era de suponerse, el más viejo no se hizo esperar, y un rayo plateado se clavó en la cabeza desangrada del monstruo. En dos segundos explotó y, de nueva cuenta, eran presa de una lluvia apestosa a sangre.

–¡Lo encontré! –exclamó Taemin con satisfacción, sentado en el aire cruzado de piernas, sus pálidas manos sosteniendo el tan familiar sello dorado.

JongHyun se dispuso a bajar del camión y, tan pronto tocó el suelo, trotó a reunirse con sus otros tres compañeros, formando una especia de círculo.

–Chicos, lo hicieron bien –les felicitó el líder con esa sonrisa que le hacía parecer un niño de primaria. Si alguien lo viera, nadie creería que era el hombre que lideraba el escuadrón más temido por la corte real de Abdonía–. Estoy tan orgulloso.

Ahora, la mano del más viejo frotaba rápidamente las cabelleras de Minho y Taemin, tan rápido como terminó de arruinar sus peinados, JinKi pasó a arruinar el de JongHyun. Él simplemente se limitó a sonreír, ¿qué más podía hacer? Su líder les felicitaba y habían capturado su noveno sello dorado, mejor dicho, el penúltimo.

–Con esto, niños –empezó de nueva cuenta JinKi–, estamos a un paso de ganar la guerra.

Minho dio un suspiro de satisfacción, la sonrisa tranquila llenándole el rostro.

–¡Por fin derrocaremos a esos elfos! –gritó un Taemin excitado con una voz demasiado grave que no era la de él. Estaba intentando parecer masculino y amenazador pero en realidad parecía que estaba estreñido.

–Lo primero que haré cuando terminemos con esto, será retirarme –dijo un Onew cansado y con toda sinceridad mientras se masajeaba un hombro.

JongHyun abrió los ojos como platos.

–¿Retirarte? –repitió anonadado, poniendo esas típicas caras suyas llenas de exageración–. No puedes retirarte, hyung. ¡Serás famoso!

–¡Podremos tener nuestro propio reallity, como las Kardashian! –propuso un Taemin con los ojos brillantes de emoción.

MinHo negó con la cabeza.

–Tienes que dejar de ver esos programas tontos, Taemin.

–Es súper interesante –se defendió el maknae elevando un dedo índice–. Ahora su padre tiene bubis.

–Dios Santo.

JongHyun quería reírse pero no podía. Sus instintos le decían que algo no andaba bien. Miró con discreción a ambos lados de la calle. Los alrededores estaban vacíos. Eran las dos de la madrugada y en cuanto el golem puso la primera pata sobre la ciudad, el ejército se había encargado de evacuar el área. No obstante, JongHyun continuaba sintiéndose intranquilo. El vello de los brazos se le estaba comenzando a erizar, y podía sentir sus mechones plateados alzándose al cielo. Si continuaba así, la gente pensaría que estaba haciendo un mal cosplay de Goku versión Súper Saiyajin.

–¿Sucede algo, Jjong? –le cuestionó la voz preocupada del líder, sus cejas curveadas.

–Algo no huele bien –declaró Jjong, más serio de lo que esperaba. No le gustaba actuar demasiado preocupado, eso no era atractivo para las chicas, pero bueno, aquí no había chicas, y un olor decrépito salía de quien sabe dónde.

–Te dije, hyung, que te aguantaras –regañó Taemin a MinHo, dándole un ligero golpe en el brazo.

MinHo abrió la boca estupefacto.

–¿Qué? Yah, llevo tres semanas sin enfermarme de esa manera.

–Sí, claro…–se mofó el menor cruzándose de brazos.

La nariz de Jjong comenzó a olfatear el ambiente con sus instintos de demonio más atentos que nunca. Movió el rostro hacía donde estaba el líder, y pegó la nariz contra su hombro.

–Hyung, pareces un cachorro –se río Taemin, apuntándole con un dedo.

–¡Ja! –exclamó Choi, dándole un golpe al delgado brazo del maknae–. Te dije que no era yo, Taemin. Nuestro hyung olvidó lavarse esta mañana.

Onew sonrío con diversión.

–Me acaba de caer sangre de golem, ¿a qué más puedo oler?

–No, hyung –le cortó JongHyun, bajando lentamente y olfateando con más intensidad al mayor–. En serio, eres tú.

JinKi se sorprendió abriendo mucho los ojos al mismo tiempo que los menores se atacaban de risa.

–Puede que no me haya bañado esta mañana…

–¡Hyung! –le regañó un Taemin a carcajadas.

JongHyun quería formar parte de la diversión, quería reírse pero esos malditos instintos que corrían pos sus venas le obligaban a jugar el papel del perro detective. Sin más, al llegar al bolsillo de los pantalones de JinKi, Jjong metió la mano. Un Onew sorprendido dio un brinco mientras Jjong sacaba el sello dorado de sus pantalones. Lo miró con un signo de interrogación pintado por toda la cara y se lo llevó a la nariz. Tan rápido como lo olió hizo un gesto de desagrado.

–Esto apesta peor que los calcetines de Minho –se quejó, poniéndose de pie y entregárselo a MinHo que ya estiraba una mano para inspeccionarlo.

–¡Solo cuando juego futbol!

–¿No es porque estaba en los pantalones de hyung? –se aventuró Taemin, acercándose al más alto y oliendo también el sello.

–¡Que no soy yo! –insistió el líder ya frunciendo el ceño, acto seguido, se dirigió al más bajo de los presentes–. No soy yo, ¿verdad, Jonghyunnie? Estoy seguro que si me bañé. Lo recuerdo muy bien…ésta mañana…o fue la de la semana pasada…ah.

JongHyun sonrío mientras negaba con la cabeza.

–No, no eres tú, hyung, aunque por favor procura bañarte más seguido –después, miró con preocupación el sello que ahora estaba en las manos del maknae–. Esa cosa huele a golem, pero al mismo tiempo no a él. No sé cómo explicarlo.

–Pero si los sellos son objetos sagrados, no pueden oler a algo que no sea oro puro –agregó MinHo con las cejas juntas y ya cruzado de brazos, signo de que en serio se estaba preocupando, o estaba herido de que JongHyun atacara sus calcetines.

–Además, todas las veces que hemos capturado los sellos, por más apestosa que sea la sangre de golem, huelen a oro –combinó Taemin, pasando el sello a manos del líder. Este, asintió con la cabeza, una mueca seria.

–Es muy extraño.

JinKi se llevó el sello a la nariz y arrugó la cara. Entonces, Jjong sabía lo que iba a pasar. En un rápido movimiento, le arrebató el dorado objeto y lo arrojó con todas sus fuerzas lo más lejos que pudo.

Dos segundos y el sello retumbó en el suelo.

Todos le miraron estupefactos.

–Kim JongHyun, ¿qué acabas de hacer? –le recriminó MinHo, sus ojos ardiendo en llamas.

–No me parece que huelan tan mal como los calcetines de Minho-hyung –explicó Taemin, preocupado por el paradero del sello.

Después de unos segundos, JinKi pareció entender la acción del más bajo. Giró el rostro hacía la dirección donde había arrojado el objeto y pudo percibir como un mar negro iba hacía ellos. Y sí, literalmente, del sello se había liberado una sustancia oscura que se abría paso como una ola. JongHyun estaba seguro que, sí Minho tuviese su tabla de surf, seguro se pondría a juguetear por ahí.

Pero esto era algo serio.

–Corran, ¡rápido!

JongHyun tomó a MinHo del brazo y dio un salto hacia atrás, volviendo de nueva cuenta a la azotea del edificio. Taemin, por su parte, flotó sobre el suelo, tomó al más viejo por los hombros y voló hasta aterrizar donde JongHyun. Taemin haciendo una mueca pues el líder sí que era pesado.

–¿Qué está sucedien…? –quiso saber Choi, pero las palabras quedaron suspendidas en el aire cuando sus grandes ojos se percataron del enjambre de serpientes que arrasaban el asfalto como una gran ola negra.

–Debemos detener a esas cosas antes de que pasen la cúpula de protección –informó JinKi con decisión, haciendo hincapié a la delicada muralla celeste que se veía en la lejanía, subiendo por todo el cielo–. Ok, todos aquí –Aplaudió dos veces y, como de costumbre, los tres chicos dejaron el repulsivo mar atrás y se centraron en el mayor–. Tenemos alrededor de dos minutos para que esas cosas lleguen a la cúpula. No sé su número, pero todas están avanzando hacia la una sola dirección. Seguramente, tienen un líder. JongHyun –Y sus ojos se encontraron con los de él–. Busca a su líder y extermínalo. Nosotros tenemos tres minutos más antes de que esas cosas logren romper la cúpula –Acto seguido una sonrisa maliciosa cubrió la delicadeza de su rostro–. Pondremos a prueba las habilidades de las Clarisas. Bien, Taemin, MinHo, tratemos de eliminar a esas cosas. ¡Vamos!

Y dicho esto, los cuatro hombres se separaron. JongHyun dio un salto hasta aboyar un auto en ya mal estado. Desde esa distancia, las serpientes apenas le rozaban las suelas de los zapatos. El hombre usó todo su instinto y su buena vista para tratar de dar con “algo” diferente, pero la verdad es que no tenía ni idea de que estaba buscando. Las serpientes solo eran serpientes comunes y negras que se deslizaban más rápido que el promedio. Además, no entendía que diablos estaba sucediendo con el sello. Se suponía que cada vez que derrotaban un golem, un sello dorado de la Diosa Einhor era entregado como recompensa. La verdad era que JongHyun odiaba a esa Diosa. O sea, no entendía el por qué seguía enviando creaturas apestosas desde el más allá si se suponía que era una mujer de buen corazón, seguramente la mujer estaba tan aburrida que no sabía qué otra cosa hacer. Solución: Necesitaba un marido, o Jesucristo debería de jugar con ella a las cartas o algo así. A decir verdad, a JongHyun no le importaría ser amante de una Diosa...aunque jugar a las cartas con Jesús sería más divertido…

Concentración.

Por tal motivo, JongHyun estaba convencido que todas las mujeres eran creaturas hermosas de doble cara. Suspiró. Si tan solo no tuvieran esos atributos tan bien marcados y más abajo esa entrada al paraíso que…JongHyun tosió mientras intentaba concentrarse.

Concentración.

No era momento para fantasear con porquerías, debía de centrase en la cacería de la serpiente suprema. Se rio, “serpiente suprema” se escuchaba tan gracioso...y tan sucio al mismo tiempo.

–Mi “serpiente suprema” tiene unas ganas…

Concentración. Dos golpes en las mejillas.

Sin más, la luz de la verdad le iluminó la mente. Esas cosas habían salido porque él había lanzado el sello. Maldito sea él con su súper fuerza. Negó con la cabeza, demasiado orgulloso de sí mismo como para enfadarse por algo así. Si Minho se había molestado seguro era pura envidia. Así pues, emprendió un viaje a saltos hasta donde sus fosas nasales le llevaran. Con el viento soplándole en las mejillas y elevándole el flequillo, Jjong torcía la boca con tal desagrado que si alguien le viese se reiría de él. El aroma se hacía más potente y, desde la distancia, podía notar como las serpientes brotaban de la nada como margaritas.

Así que solo tenía que destruir el sello…

Cuando llegó al lugar de origen, JongHyun apretó un puño y un trueno retumbó en el cielo. Le acabaría de un solo golpe, pulverizándolo en el asfalto. Y así, golpeó el sello. Su mano destellante de relámpagos azules. Tal fue el golpe que los autos rebotaron sobre el suelo. Eso había sido todo, las serpientes comenzaban a desvenarse. Orgulloso y ya sonriendo como el creído que era, se dispuso a despegar el puño del sello. Y, cuando lo hizo, deseó no haberlo hecho.

Un estallido y una luz demasiado cegadora le escupió hacía atrás. Jjong protegió sus sensibles ojos dorados con el brazo hasta que la luz hubiese desaparecido. Al volver a mirar, un dragón escupió ácido, haciendo un terrible poso en el suelo. JongHyun sintió pena por los ingenieros que iban a tener que arreglar eso. La criatura no era tan grande, alrededor de dos metros de alto, pero si era lo suficientemente corpulenta como para golpearlo y salir votado hasta llegar a Japón. Bueno, así se ahorraría el boleto de avión y podría visitar los museos de One Peace y Naruto.

Concentración.

Antes de atacar, JongHyun examinó las enormes garras del dragón y su piel rota y rasposa, moteada de filosas rocas aquí y allá. Preparado, se dispuso a golpearlo pero un charco de ácido fue lanzado hacia él. Apenas evitándolo, JongHyun vio con el rabillo del ojo como esa cosa había derretido por completo dos autos.

Pasó saliva. No quería que ese fuese su destino y, oh que mala suerte para los dueños.

Evitando la preocupación  a más no poder, JongHyun saltó sobre él, aterrizando al otro lado de la calle mientras un chorro de ácido le seguía. Corrió a toda velocidad y estampó su puño lleno de rayos sobre la piel de la creatura, logrando empujarla hasta chocar con una pared. No había sido fácil, debía de aceptar, esa cosa era pesada y se le habían clavado en los nudillos diminutas rocas. Tan pequeñas pero que lograban que derramara pequeñas gotas aquí y allá. Haciendo una mueca y sin querer preocuparse mucho por ello, JongHyun comprendió que no podría atacarlo cuerpo a cuerpo. Lo cual, le ponía en desventaja; esa era su especialidad. Desenvainó la espada y un feroz trueno sacudió las nubes.

–Mata, Gabriel.

La espada vibró y otro trueno surcó el cielo, seguido de relámpagos celestes. Al nombrarla, el sable se cambió de forma, alargándose y agrandando su tamaño hasta transformarse en una pesada espada, más grande y, aunque le costase admitirlo, más larga que el propio JongHyun...y que su cosa ahí abajo, pero esa era otra historia. Aunque bueno, según MinHo, todo era más grande que él. Sin más, el hombre la golpeó contra el suelo haciéndolo vibrar y un hilo de luz azul salió despedida de ella, arrastrándose por el suelo tal cual serpiente. Al llegar a su objetivo, una especie de sello se abrió alrededor del dragón y, en cuestión de segundos, un enorme rayo golpeó a la creatura. Un rugido desgarrador salió de ella, el ácido brotando por todos lados y golpeando a JongHyun en el brazo, traspasando el cuero de su chaqueta y llegando a la piel desnuda.

Gritó de dolor, soltando la espada y llevándose la mano al brazo herido, presionando ahí donde le había quemado, como si eso fuese a calmar el dolor. Se había descuidado. Volvió la vista al dragón que tenía más parecido a una iguana deforme, y presenció cómo se carcomía en relámpagos una y otra vez hasta desaparecer.

JongHyun exhaló cuando se esfumó por completo, dejando en el suelo un sello dorado que, al parecer, olía a simple metal. No obstante, el dolor era insoportable, mucho más de lo que alguna vez había sentido. Literalmente, le estaba consumiendo el brazo.

–Maldición…–soltó de mala gana, quitándose la chaqueta a toda velocidad. El sable todavía en el suelo.

–¡JongHyun-hyung!

Taemin se acercaba a toda prisa flotando sobre el cielo, con sus mejillas llenas de una especia de tinta negra. MinHo y Onew le seguían sobre tierra, con su aspecto no muy favorable. Aunque bueno, tampoco es que en otras circunstancias fuese un poco favorable. “Humanos con mala suerte”, pensó JongHyun.

–¡Hyung, lo hiciste! –se alegró MinHo, corriendo hacia él y, sin piedad alguna, estampándole un cariñoso golpe en la espalda. Pero, en esos momentos, para JongHyun no era nada cariñoso. Abrió mucho los ojos e hizo una mueca de dolor, cayendo de rodillas al suelo–. ¡Hyung! ¿Qué te pasa, hyung? ¡Mi superfuerza le ha herido!

Y sí, sonaba emocionado.

–Deja de soñar, Minho-yah –soltó un JongHyun con dolor.

Los pies de Taemin golpearon el pavimento justo al lado del más bajo, poniéndole una mano en la espalda y agachándose hasta quedar a su altura.

–¿Te hirieron, hyung? –quiso saber, su voz teñida de preocupación–. ¡Tu brazo!

–¡Miren, esos autos están destrosados! –exclamó JinKi, mirando con total preocupación a lo que quedaba de los transportes.

–Oh por Dios, es tan triste –lloriqueó Minho.  

–Disculpen –se quejó Jonghyun el herido–. Me estoy desangrando aquí.

–¿Qué era esa cosa? –preguntó un confundido MinHo, examinando el lugar de la pelea. Sus ojos topándose con lo que el ácido había tocado–. Escuchamos los rugidos desde la distancia. Y tus rayos también.

–Era un dragón –explicó JongHyun como pudo, la voz quebrándosele del dolor.

JinKi con sello en mano llegó hasta ellos.

–Luego averiguamos que está pasando aquí, debemos de curar...Jjong, ¿qué te pasa? ¡JongHyun-ah!

Y todo se volvió negro.

Pero aun así, desde la oscuridad, JongHyun podía seguir escuchando. Malditos sentidos demasiado desarrollados.

–Listo, se ha dormido podemos dejarlo aquí y huir –propuso Taemin, chocando las palmas.

–O lo vendemos en el mercadillo –agregó Minho, ya tomando a JongHyun de las piernas y empezar a arrastrarlo.

–Niños…

 

 

 

 

El aroma a café era intenso, demasiado intenso. A KiBum ya le dolía la cabeza pero, como el adicto que era, lo disfrutaba. Su americano ya había tardado seis minutos, y se suponía que Starbucks tenía una política de no hacer esperar al cliente más de seis minutos por un americano que ya está hecho y solo tienen que ponerlo en un maldito vaso desechable. Es fácil y sencillo y KiBum no sabía por qué diablos no salía. Continuó esperando de pie, los brazos cruzados y su pie derecho moviéndose arriba abajo, impaciente. El reloj en la pared marcaba ya las siete y media de la mañana y sus clases comenzaban a las ocho en punto. Todo sería perfecto si su auto no lo hubiese vendido y no tardara cuarenta minutos en llegar a clase, claro, si iba a paso rápido, pero era KiBum, él no corría, mejor dicho, no sudaba. Suspiró como el desgraciado que era. No había opción, tendría que tomar un taxi y ahí se iría el dinero para terminar de pagar su nuevo bolso Chanel. Le dirigió una mirada de despecho al estático bolso negro. Si no fuera por él no estaría pasando tantos problemas. Si no fuera porque se veía tan bien colgado en su hombro que sería injusto que alguien más lo tuviese. Cerró los ojos con una expresión de fastidio. ¿Por qué tenía que ser tan débil? ¿Por qué tuvo que caer ante la resplandeciente textura? Pero KiBum estaba seguro que el bolso le había coqueteado, estaba seguro…

–¡KiBum!

El chico alzó el rostro tal cual un zorro al escuchar una rama romperse. Una chica pelirroja le dedicó una sonrisa de disculpa.

–Lo siento, se nos averió la cafetera.

–No pasa nada –le sonrío KiBum, respondiendo a la reverencia de la chica y saliendo del restaurante con su café americano hirviendo entre las manos.

¡Claro que si pasaba! Estaba retrasado y ahora tendría que correr a la universidad. Pero había una situación: la temperatura térmica estaba a 40° y KiBum odiaba sudar. Si sudaba, su cabello se vendría abajo. Aunque hoy en día estaba optando por un estilo más al natural, la verdad era que, para conseguir ese look, tenía que despertar media hora antes. O sea, que interrumpía su sueño de belleza, o sea que sus células no se regeneraban completamente, o sea que tenía más probabilidad de tener arrugas.

Su vida era tan miserable.

KiBum lloriqueó para sus adentros.

Decidió armarse de valor. Iba a caminar. Era un hombre, la testosterona debía de servir de algo, ¿no? Entonces, al dar cuatro pasos, ya no pudo más.

–Me cansé –exclamó dramáticamente, alzando el rostro al cielo y poniendo cara de ser el ser más desgraciado del universo. Aunque bueno, probablemente lo era.

Se mordió el labio y, mientras hacía una cara de no querer pero sí, levantó un brazo y esperó a que el tan bien conocido vehículo amarillo se estacionara frente a él. Tan rápido como pudo, se metió y le dio indicaciones al conductor de donde quedaba la universidad. El hombre asintió y emprendió el camino mientras KiBum se hundía en el asiento de cuero, decepcionado de sí mismo.

“Eres débil, Kim KiBum, débil”, se regañó, pero entonces, el “ángel” de la mente del rubio apareció para agregar: “Pero te verás fabuloso llegando en taxi”.

Entonces, KiBum se sintió mejor consigo mismo.

La verdad era que no siempre había tenido problemas con el dinero. Su padre le malcriaba muy bien pero, obviamente, a KiBum le llegó la etapa de querer ser un artista bohemio e independizado. Por unas cuantas circunstancias, su padre no se opuso y le retiró toda ayuda económica, aunque bueno, a veces le mandaba uno que otro millón. Lamentablemente, su madre era tan cruel que se encargaba de retirar todo el dinero de su cuenta bancaria antes de que pudiese si quiera darse cuenta de que estaba ahí.

KiBum ganaba buen dinero de sus la cuadros y murales, pero últimamente escuela ya no le daba tiempo suficiente para pintar. Además, se estaba dando el lujo de vivir en un departamento demasiado caro, del cual, ya debía dos meses. El dueño no le había presionado demasiado en cumplir con su cuota ya que sentía cierta atracción hacía él. Y como no, si era Kim KiBum, pero, por lo mismo, KiBum temía que él hombre le obligase a pagar con algún otro tipo de servicio. Con su perla de la concha, en pocas palabras. Queriendo evitar ser una madre soltera o algo por el estilo, KiBum emprendió la búsqueda de un nuevo departamento más barato, y ahora, para su pesar, con un compañero. Sería más cómodo si fuese con una chica, pero era demasiado raro, casi imposible, encontrar un buen lugar donde se permitiese un compañero de otro sexo. Así que, KiBum mantenía la esperanza de encontrar un compañero que se la pasara fuera de casa, tal vez un borracho o algo así.

–¡Malditos extranjeros!

La voz rasposa del taxista le sacó de sus pensamientos, quietos en un semáforo. Al percatarse de lo que había dicho, el conductor le envió una mirada de disculpa por el retrovisor combinada de una reverencia.

–Discúlpeme, joven, pero es que la verdad escuchar esta clase de cosas me prenden.

KiBum aguantó las ganas de reírse ante la palabra “prenden”. Sí que era un inmaduro y un sucio depravado, que más daba.

–¿Qué cosas? –se interesó KiBum con una sonrisita.

–¿No prestó atención? –se extrañó el hombre–. Interrumpieron a las Girls’ Generation, por poner ese estúpido corte informativo de la Corte.

–¿Y decía algo malo?

–¡Claro que sí! –respondió este con sincera frustración, dándole un golpe al volante–. Al parecer, Corea del Sur insiste en que Abdonía forme parte de su país. Que es necesario para el crecimiento comercial – dicho aquello, el hombre resopló con furia y volvió a dar marcha al auto cuando el semáforo cambió a verde–. No necesitamos unirnos a nadie. Rechazamos a Estados Unidos y Francia hace años, rechazaremos a Corea del Sur. ¡Somos el principal exportador de oro, carajo!

Ah, KiBum vivía en Abdonía, por si no quedaba claro.

KiBum pasó saliva y se revolvió incómodo. La verdad era que no le gustaba preocuparse por los problemas políticos. Además de ser difíciles de entender, no iban con su aura artística. Cualquier cosa que pudiese perturbarlo, perturbaría sus pinturas y eso se notaba. Solo un hombre sin camiseta podría perturbarlo. En el buen sentido.

Ah, KiBum era más virgen que la virgen María.

–Supongo que al final se rendirán…–dijo él para no ser grosero con el taxista que, al parecer, estaba en serio preocupado.

–Llevan seis meses ya. Es demasiado –le cortó el hombre al mismo tiempo que giraba el volante a la derecha–. El rey insiste en que no nos preocupemos, que somos un país independiente. Pequeño, pero independiente. Por Dios, tenemos millones de turistas al mes.

Y era verdad. Abdonía era un pequeño país que, desde tiempos inmemoriales ha funcionado como una monarquía bastante justa. Por tener una arquitectura europea mezclada con la coreana y bastantes zonas naturales (por no decir cada esquina del país), era muy atractivo para las personas, en especial aquellas que amaban las cosas mágicas. Porque si, literalmente, Abdonía era un país mágico. Estaba habitada por elfos, ¿qué había más mágico que eso? A pesar de ser una minoría, incluso en Abdonía, los elfos habitaban en armonía con los humanos, y la mayoría de los turistas acudían de visita solo para ver un elfo en persona y desmentir el estereotipo de seres diminutos de orejas puntiagudas. Aunque bueno, los elfos de sangre pura (aquellos cuyos ambos padres son elfos), sí que tenían las orejas en punta. Ese era el caso de KiBum.

KiBum debía de aceptar que lo que Corea del Sur pedía era injusto. Más bien, era como un capricho, y eso que KiBum era el maestro de los caprichos. Lo que el país vecino reclamaba era la “devolución” de su tierra, pero ellos lo llamaban una “unión”. Resumidamente, Abdonía había sido parte de Corea del Sur abandonada y tecnológicamente atrasada, viendo a los elfos como la blasfemia de la sociedad, enviándolos lejos. Pero los elfos eran intelectuales, y poco a poco fueron estableciendo una separación. Como si la Tierra madre lo supiese, de un día a otro, había una gran franja de montañas y bosque separando ambos países. La tierra de Abdonía pareciendo más canadiense que coreana.

La Corte de Abdonía no entendía por qué después de miles de años siendo un diferente país, Corea del Sur decidía reclamar aquello justo ahora. Seguramente era porque Abdonía se alzaba como una potencia, o tal vez, por la magia. Al ser una ciudad mágica, no había crímenes, no existían. Las personas eran bondadosas y la familia real era amada, además, tenían muy buenas relaciones con todos los países, incluso aquellos que formaban parte de la Unión Soviética. En teoría, Abdonía era el lugar perfecto para vivir. No obstante, guardaba muchos secretos. Debajo de la ciudad había otra, y se decía que estaba formada completamente por piedras preciosas y solo la familia directamente ligada al rey tenía acceso a ella.

En pocas palabras, Corea del Sur quería esos secretos. Ellos decían cosas como “respetaremos la familia real y serán representantes de su pueblo pero ya no habrá monarquía”. ¿Entonces? KiBum no comprendía como reclamaban la unión de ambos pueblos si serían divididos por creencias, tradiciones y sistema político. Con decir que los elfos ya eran una completa minoría incluso en Abdonía, y ahora…Abdonía debía de protegerlos. Y a KiBum eso le preocupaba, que hicieran algo con los elfos, con él…en especial él que tenía esa clase de trabajo.

–¿Sabes? –comenzó el hombre, parando de nuevo en un semáforo–. Dicen que se avecina una guerra.

A KiBum se le heló la sangre. ¡Cómo odiaba hablar de ese tipo de cosas! Si le llegaba a salir una arruga por culpa de este hombre…

–¿Una…guerra?

El taxista asintió, ojos duros tras el retrovisor, fijos en el auto de enfrente.

–Como sabes, los coreanos también poseen personas mágicas en sus tierras –explicó–. De diferentes tipos. Y, como son tan extrañas y diversas, entran al ejército. Usan sus habilidades para derrotar golems.

Una pizca de curiosidad se despertó en el rubio.

–¿Los golems son reales?

–¡Claro que sí! La Diosa Einhor los manda como castigo a los coreanos desde hace ya un tiempo. Son destructores, y los pobres no tienen otra opción que exterminarlos.

–Entonces…¿ellos quieren que Abdonía quite el muro también para que “la buena suerte” pase a ellos?

–Exacto. Solo quieren abusar de nosotros, de nuestras buenas fortunas.

KiBum asintió quedamente.

–Además –y, después de bajar un poco la voz, el taxista agregó–: Se dice que, cada vez que derrotan un golem en específico, la Diosa les regala un sello de oro puro. Hay una profecía antiquísima que cita: “Cuando los diez sellos de oro sean recuperados, la puerta del elfo se abrirá y cualquiera podrá reclamar su trono”. En pocas palabras, si el rey no quiere que ellos tomen el país, los coreanos lo tomarán a la fuerza. El que se sienta en el trono, gobierna. Es la ley.

De algo KiBum estaba seguro, al menos por el día de hoy, no podría pintar algo sin pensar en aquello.

No le daría propina al taxista.

 

 

 

 

La habitación estaba fría cuando JongHyun entró, demasiado. La pared llena de pantallas de plasma le golpeó la retina de manera incomoda. Demasiadas imágenes para una creatura como él, algunas de ellas mostrando su encuentro con el sello-dragón-deforme, la verdad era que JongHyun no estaba seguro de qué había sido esa cosa. JinKi, después de analizar la situación e ir a visitarlo en el hospital de la agencia, les había dicho: “Fue un espejismo. Una prueba que la Diosa nos ha puesto para conseguir el penúltimo sello. Es la prueba de que estamos cerca”. JongHyun quería morirse. Estaban ya tan cerca del final, del objetivo, y él tenía una quemadura severa en el brazo izquierdo. Era bien sabido que podrían llegar a derrotar a veinte golems y que el sello no aparecería, pero, ¿y si sí? ¿Y si encontraban el décimo y él no podía estar en la batalla? Nunca se lo perdonaría. Tres años luchando junto al escuadrón “S”, compartiendo todos los días, siendo una familia, y no poder presenciar con ellos el desenlace…definitivamente no. Además de que JongHyun quería llevarse el crédito también, verdad, pero esa era otra historia.        

Tomó asiento cuidadosamente. No era un exagerado, aunque MinHo le dijese que sí, pero en serio el brazo dolía, y más, cuando había intentado hace el nivel más bajo de rayos hace unos días, practicando. La quemadura empeoró mucho más.

Comenzó a llegar el resto del equipo. Taemin se sentó a su lado y le dedicó una sonrisa resplandeciente. Era un hada de los bosques, JongHyun estaba seguro. JinKi se puso frente a él y, a su lado, Choi aplastó el trasero. Siguiéndole los pasos, el jefe supremo, pasando la dinastía de JinKi, apareció. El jefe Choi Han Kyul tomó asiento. Su barba blanca recién rasurada y su cabeza calva saludándoles con un brillo abrazador.

Ok, JongHyun estaba realmente ciego.

–Y bien, niños –comenzó el anciano, desperezándose y poniendo las manos juntas sobre la mesa–. A pesar de todo, hemos conseguido el noveno sello –acto seguido, comenzó a aplaudir, a lo que el resto de los presentes se le unió, incluso JongHyun, aunque no tan energéticamente, sino sería un clap, dolor, clap, dolor–. Lo hicieron, estoy tan orgulloso que podría llorar…–acto seguido, sacó un pañuelo y se sonó  la nariz. Una vez terminado, arrojó el pañuelo a su suerte, volviendo a la seriedad–. Y bien, viendo la situación –y le dedicó una mirada nada disimulada a JongHyun, este, frunció el ceño–. Les daré unas vacaciones.

Cuatro pares de ojos mirándose entre ellos, estupefactos. Si les darían vacaciones cada vez que alguien se lastimara, entonces JongHyun se encargaría de golpear más seguido al MinHo en la cabeza, claro, cariñosamente.

Taemin fue el primero en sonreír, ojos brillantes mirando a Han Kyul.

–¿Es en serio, hyung?

El hombre asintió con los ojos como dos finas líneas a causa de su gran sonrisa.

–Claro que sí. ¿Te he mentido alguna vez?

MinHo fue el primero en protestar.

–Usted me prometió un XBOX One si lograba que mis llamas fuesen más grandes. No me dio nada, tuve que comprarlo yo. Puras falsas promesas.

–Todos los hombres son iguales –lloriqueó JongHyun, seguido por Choi que después ya estaban en carcajadas. JongHyun era algo así como “Jaja, au, jaja, au”.

–Oh, ¡y a mí me prometió un piano nuevo si hacía un tornado más grande! –combinó Taemin, desvaneciendo su sonrisa, y cambiándola por un puchero–. Tampoco me dio nada.

Han Kyul continuaba sonriendo, pero su frente estaba bañada por una ligera capa de sudor. Entonces, si era el día de las quejas…

–A mí me juró por su suegra que me daría un iPad, y nada –se quejó también JongHyun en un tono infantil.

El anciano chasqueó la lengua.

–Es verdad, lo juré y la desgraciada sigue viva, maldita sea –murmuró demasiado decepcionado de sí mismo.

–Hyung –volvió a decir JongHyun–. ¿Puede que usted no nos dé nada porque envidia nuestras cabelleras?

El jefe se atragantó.

–¿Q-Qué?

Taemin se puso en pie, las manos chocando contra la mesa.

–¡Si! Usted nos odia solo porque extraña usar shampoo –en un tono más tranquilo agregó–: Mire el lado bueno, por lo menos ya no tiene que gastar en eso.

MinHo y JongHyun explotaron a carcajadas, mientras un Lee JinKi intentaba poner orden, actuando como el líder que era frente a los mayores.

–Chicos, cálmense, cálmense –pidió tranquilamente, haciendo un gesto con las manos–. No debemos de criticar al señor Han Kyul solo por su falta de cabello. Cualquiera de nosotros puede perder su cabello el día de mañana y terminar así de desgraciados como él, así que pido respeto.

Los tres jóvenes rieron con más ganas.

–JinKi-ah, no ayudas…–le dijo el anciano lentamente y, suspirando, dios dos aplausos para que volviera la calma a la sala–.Chicos, chicos, por favor. Tengo que hablarles de sus vacaciones –y cuando MinHo hizo ademán de decir algo más, el hombre se empeñó a continuar–. Y si, si son reales, lo juro, en serio. Solo escuchen.

Taemin volvió a su asiento y el resto se tranquilizó, mirando como el más viejo de los presentes se ponía en pie y señalaba a la pantalla más grande, la del centro.

–Sus vacaciones serán en Abdonía.

–¿Abdonía? –repitió JongHyun. Eso era nuevo, demasiado nuevo.

–Exacto, Abdonía –recalcó Han Kyul–. Increíble pero cierto. Ustedes, el escuadrón “S”, la élite en todo el ejército especial surcoreano, formarán parte del PDI1.

Taemin juntó las cejas.

–¿Eso qué significa?

–Proyecto de Invasión Uno.

–Por Dios, tan original –soltó un sarcástico MinHo por lo bajo.

Han Kyul le dio la razón.

–Sí, nuestro equipo creativo no es tan…creativo. Como sea, si bien saben, todo lo que hemos intentado hacer para que la alianza con Abdonía se forje se obstruye sin sentido alguno. Ellos saben exactamente qué vamos a decir y a hacer. Preocupados por esta situación, hemos investigado –En la pantalla aparecieron una seria de imágenes. Fotografías de notas musicales, dibujos, poemas, acrósticos, obras teatrales. Toda clase de producción artística–. Los elfos son conocidos como los mejores en las bellas artes. Los actores y músicos más reconocidos han sido, en su mayoría, elfos. Esto todo el mundo lo sabe claro está, pero hay algo que él mundo no sabe. Existen los Profetas.

–Nunca había escuchado sobre ello –se sinceró un Onew demasiado serio.

–Ni nosotros –combinó Han Kyul–. Nadie. Pero investigamos. Descubrimos uno de los cientos de secretos del rey de Abdonía: tiene Profetas. Como su nombre lo dice, son elfos con la capacidad de predecir el futuro en cierta manera a base de sus expresiones artísticas –En la pantalla apareció el poema de un elfo llamado Andrew–. Como ven, aquí el poema relata claramente: “El país vecino reclamará lo que nunca fue suyo”. La siguiente semana, nuestro embajador fue a presentar la carta de la Unión. Y como este ejemplo, hay muchos. No solo sobre Corea del Sur, sobre el mundo y a lo largo del tiempo –Acto seguido, el hombre dio un toque sobre la pantalla, y comenzaron a aparecer la “profecía” y lo que había sucedido en realidad al otro lado, comparando y dando por hecho de que, en efecto, eran reales–. Es así como Abdonía mantiene el orden, saben lo que va a pasar, y a base de esto cambian el destino.

–¿Esto qué tiene que ver con nosotros? –quiso saber JongHyun–. ¿Qué tiene que ver con las vacaciones? Disculpe, pero quiero cortarme el brazo.

–Jonghyunnie-hyung –le llamó Minho, en un extraño y muy raro tono maternal–. Sí te quedas sin un brazo, ¿cómo…?

–Puedo hacerlo con una mano, es demasiado macizo.

–¡Niños! –exclamó JinKi.

Han Kyul, sudando, suspiró.

–Pues bueno, ustedes deben de vigilar, o mejor dicho, espiar al profeta estrella de la corona abdoniana. Deberán acercarse e ingeniárselas para tomar fotos sobre sus profecías –Dio otro golpe sobre la pantalla y la imagen de un elfo apareció sobre ella, y JongHyun supo que lo era por sus orejas puntiagudas adornadas con percings–. Chicos, les presento a Kim KiBum.

 

 

 

 

La imagen del rubio con orejas puntiagudas seguía adornando la pared. En cada monitor, un vídeo grabado a contrabando se mostraba. Cuando había ido a comprar leche con galletas a mitad de la noche, su cara culpable al salir de Zara con las manos repletas de bolsas…bueno, JongHyun ahora sabía que el chico elfo tenía un severo problema con las compras. Y, en el centro, el elfo entregándole a un hombre  con el uniforme del país un cuaderno. Pausa.

–Al parecer, Kim KiBum es el Profeta favorito de la corona abdoniana –decía Han Kyul casi suspirando, pasando unos ojos cansados por cada uno de los presentes. Seguramente, pensaba JongHyun, su jefe tenía una cita en aquellos lugares del pecado con mujeres cualquiera. Tal vez, debía de acompañarle.

–Entonces…¿quiere que le investiguemos? –se aventuró Minho, su sangre ya hirviendo por la necesidad de querer hacer algo interesante, como si acabar con golems cada semana no fuese ya algo de lo cual preocuparse.

Han Kyul asintió y volvió a sentarse, sacando de los pies del escritorio cuatro carpetas amarillas para después pasarlas a cada uno de ellos.

JongHyun abrió la suya con movimientos torpes. A pesar que la mano izquierda no estaba herida, si llegaba a moverla, su brazo ardía demasiado. La carne viva chocando con las vendas.

–¿Qué pasará con las vacaciones? –la voz de Taemin había sonado preocupada, y JongHyun le entendió, él también quería vacaciones.

–Ese es el punto –contestó el más viejo de todos, cruzando las manos sobre el escritorio–. Irán a Abdonía como cuatro  hombres que no trabajan para el gobierno coreano. Mejor dicho, no serán coreanos, serán ya ciudadanos de Abdonía. Por las mezclas y al ser un país vecino, la mayoría posee apellidos o características de nuestro país, así que pasarán desapercibidos.

–Bien, bien, bien –dijo JongHyun, estresado porque él quería unas malditas vacaciones–. ¿Qué pasa con las vacaciones?

El jefe puso los ojos en blanco.

–No me voltee los ojos, señor Choi –le regañó JongHyun en broma, como si fuera una madre–. Si sigue haciendo eso se quedará sin cabello.

Taemin y Minho se rieron, en cambio, JinKi se cruzó de brazos.

–Por favor, JongHyun-ah, no seas grosero con nuestro jefe. Él es muy respetable. Además, ya no se puede quedar sin cabello porque ya no tiene nada, no seas iluso.

Entonces también Jjong se río, mientras que su pobre jefe calvo decía una especie de maldición hacía JinKi por lo bajo, tratando de no saltar y apretarle el cuello.

–Como les decía –insistió Han Kyul, su frente ya con una ligera capa de sudor–. Serán cuatro chicos comunes y corrientes, y administrarán una cafetería.

Los ojos de JinKi se iluminaron.

–¡Comida gratis!

–Sí, JinKi-ah, comida gratis –repitió el anciano con una sonrisa cansada–. Si revisan dentro de sus carpetas verán una fotografía de la cafetería, así como de los baristas y cocineros.

–¿Y qué haremos nosotros? –se interesó el más alto. Grandes ojos llenos de curiosidad.

–Ustedes serán los camareros, los que estén en la caja, la limpieza…

–¿Limpieza? –se quejó Taemin ya con una mueca de horror–. Esas no son vacaciones.

–Si consiguen a alguien que lo haga, bien por ustedes –respondió el calvo.

Taemin se quedó haciendo un puchero, preocupado,  y volvió a centrar sus ojos en la carpeta.

–¿Y qué tiene eso qué ver con KiBum? –preguntó JinKi, siendo serio por una vez en toda la reunión–. ¿Cómo haremos para vigilarlo si nos encargaremos de una cafetería?

A Han Kyul se le dibujó una sonrisa de satisfacción; al parecer, habían llegado al punto importante.

–KiBum viene de una familia adinerada, no obstante, el ingenuo quiso independizarse así que sus padres dejaron de ayudarle con el dinero –El hombre hizo una pausa y se acomodó de una manera más cómoda sobre la silla, con los brazos sobre su estómago, y a JongHyun le recordó a Santa Claus–. Aun así, él podía sobrevivir bien; pinta y hace murales pero, para su pesar, posee una obsesión con las compras, por lo que, justo ahora, es prácticamente pobre. Ustedes, mis pequeños saltamontes, solicitarán a alguien que les haga un mural para la cafetería, ¿entienden? Deberán conseguir que el chico trabaje para ustedes.

–Así que debemos de ganar su confianza para que nos muestre sus dibujos privados –comentó JongHyun, ya organizando la información en su cabeza.

–Así es. KiBum, a pesar de ser un Profeta, no es muy común. Hace las profecías sin saber qué es una profecía, no obstante, es muy acertado. Todo lo que ha dibujado se ha cumplido.

Un escalofrío le cubrió a JongHyun. Miró a sus compañeros y los vio igual de incómodos que él.

–¿Cómo qué? –preguntó JinKi.

–Obama como presidente, la captura de narcotraficantes, crisis económicas en Europa, y armas nucleares de Corea del Norte. Todo.

Taemin lanzó un “Wooo~”, pero a JongHyun ya le estaba dando miedo.

–Cada semana, un hombre va a recoger el cuaderno que KiBum usa para sus dibujos en ese tiempo –explicó Han Kyul–. Así que, cada semana, deberán de mandar fotografías sobre ellos, antes de que la policía de Abdonía se los lleve. Y si, ¿cómo haremos que nos lo muestren, guapo y joven jefe? –Y dijo esto haciendo una voz aguda, a lo que los cuatro chicos respondieron con los ojos en blanco–. Sencillo. KiBum no tiene donde vivir, prácticamente, así que uno de ustedes deberá de compartir departamento con él.

–Yo no –dijo Minho rápidamente, ya cruzado de brazos.

–Ni yo –le combinó Taemin.

–Chicos…–empezó JinKi, pero la voz trémula y vieja de Han Kyul le interrumpió.

–El compañero será JongHyun –dijo él, y el aludido puso una cara de indignación–. Estás herido y debes de descansar. Solo tienes que llevarte bien con él, es un elfo y un Profeta pero también es una persona.

–Sí, pero una persona que puede dibujarme muerto y se cumplirá –resopló JongHyun con el ceño fruncido–. No quiero morir, debo de tener diez hijos.

–Tu solo quieres hacerlos, no encargarte de ellos –se burló MinHo, recargado en el respaldo de la silla.

–Las profecías no funcionan así –aclaró el jefe–. Bueno, eso creemos. Ahora que lo pienso, nunca nos lo habíamos planteado, muy inteligente JongHyun.

–Eso no me hace sentir mejor…–contestó el más bajo de los presentes, ahora con su rostro en una mueca de decepción.

–Entonces, resumiendo –habló JinKi, poniendo las manos sobre la mesa–. Nos encargaremos de una cafería, contrataremos al elfo para que haga un mural y, robaremos su cuaderno cada determinado tiempo para tomar fotos. Ah, y JongHyun será su compañero de piso.

–Exacto –sonrío Han Kyul–. Esa es una parte del plan. La otra, es que estamos buscando al príncipe de Abdonía, al heredero.

–No me diga que…–se tensó Onew, pero su voz se perdió en el aire.

–¿Qué? –insistió Taemin, mirando a su líder con curiosidad.

Han Kyul suspiró, su pansa más enorme que nunca.

–Es momento de que lo sepan, chicos. Después de todo, ustedes son las piezas claves…Nos preparamos para una posible invasión.

JongHyun se sorprendió, y por los ojos enormes de Minho, él también se había sorprendido. Era una posibilidad de hace algunos meses pero…¿una invasión? ¿Corea del Sur en una invasión? ¿Rompiendo los tratados de paz?

–Lo sé, chicos –comenzó el anciano, dedicándoles una mirada de disculpa–. Pero, ¿qué puedo hacer yo? Solo recibo ordenes, y nuestro presidente cada vez más desea tomar Abdonía. Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Japón…todos lo desean. Corea del Sur ha prometido que, si logran la invasión, compartiría los secretos con todos ellos. Claro, mientras no se entrometiesen durante el atentado.

–¿El relato de los sellos, es cierto? –quiso saber Taemin, y JongHyun pesó que alguien tan joven como él no debería de estar enterado de algo así. Ni porque Taemin era parte del escuadrón “S”, y ni porque era un sílfides.

–Al parecer, lo es –contestó Han Kyul, su frente brillando. JongHyun pensó darle un pañuelo para que se limpiara pero temió verse demasiado grosero, además de que se sentiría mal por el pañuelo–. La misma existencia de los sellos es cierta. Es por eso que debemos de conseguir el décimo. Si lo conseguimos, cualquiera podrá sentarse en el trono y reclamar Abdonía. Por eso, debemos de encontrar al heredero y acabar con su vida.

–Es un poco cruel –dijo JongHyun con honestidad–. Es cruel para los elfos, no han hecho nada malo.

–¿Qué podemos hacer? –propuso Han Kyul, la sonrisa cansada de siempre más profunda que nunca–. Solo seguimos órdenes. Y ustedes, a pesar de no haber nacido aquí, están aquí, y comen gracias al país.Como sea –se puso en pie, sacando energía de quien sabe dónde–. Mañana temprano sale su vuelo, duerman bien y llévense lo necesario.

–¡Vacaciones! –exclamó el maknae con sus mejillas sonrojadas, mientras movía de aquí para allá el brazo del líder.

MinHo sonrío al verle, ya levantándose de la silla, y JongHyun iba a ser lo mismo, pero Han Kyul le sostuvo del hombro, serio.

–JongHyun-ah, no te enamores de él –le advirtió, sus ojos precavidos y con algo de temor en ellos. ¿Era en serio?

Jjong se río.

–¿Enamorarme? –resopló–. Lo siento, pero tengo una cosota allá abajo como para interesarme por un hombre, y además, un elfo.

–Lo he visto, es como una lombriz –agregó Taemin, muy seguro de sus palabras.

MinHo y JinKi lanzaron una carcajada.

–¡Yah, Lee Teemin! –le regañó el más bajo, estupefacto, intentando no reírse.

–Ya, ya, váyanse –pidió el más viejo, haciendo un gesto con las manos–. Ya saben qué hacer.

–Déjemelo a mí, hyung –pidió JinKi, sonriendo con seguridad, intentando salir de entre la silla y el escritorio–. Me encargaré de que todo salga bien…

Y, dando un paso seguro con decisión, terminó tropezándose con la silla y cayéndose al suelo.

–Tú eres el que más me preocupa… –murmuró Han Kyul tallándose la frente.

Taemin corrió al auxilio del líder, tocó su cuello y le comprobó el pulso.

–Sigue vivo.

Y siguió con su vida.

–¡Recuerden ser sutiles con KiBum, no demasiado obvios! –les recordó el anciano–. ¡Sutiles!

 

 

 

–¡Oh por Dios, hyung, nuestro muro está tan vacío! –gritaba Lee Taemin a los cuatro vientos en medio de la calle, nada sutil para el gusto de MinHo, pero era gracioso verlos.

–¿Qué haremos, Lee Taemin? –le pregunto un exagerado JongHyun, con su nuevo uniforme de barista sumiéndosele en la piel–. ¡Si tan solo hubiera un pintor en estos momentos, sin trabajo, que nos pudiese ayudar! –Acto seguido, se llevó una mano al pecho, como si tuviese un terrible padecimiento cardiaco.

–¡Y también le daremos hospitalidad en un departamento! –agregó Taemin, girando el rostro de manera poco disimulada hacia el rubio que caminaba lentamente con un aura depresiva. Ese era Kim KiBum.

Notas finales:

Y PUES BUENO, ES LO QUE HAY NO ME ODIEN.

sí esto fue horrible pues antes estaba peor, en serio. INTENTÉ que no estuviese TAAAAN MAL, snif. Pero bueno ;; Sí ya lo leíste POR CASUALIDAD alguna vez, o eres un nuevo/a lector/a, (porquesínosololaschicasleenfanficsDIOS), deja un review ;;;;; acepto sugerencias y demás cosas mágicas. También quejas de que soy un asco pero lo que sea solo  no me ignoren sniff ;;;

Espero y alguien lea esto y así ;; 

sí leíste y estás hasta aquí, graciaaas<3


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