INALCANZABLE
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Era una tentación continua, una obsesión tortuosa. Sin lugar a dudas era su más grande antojo y su único anhelo. Desde verlo deambular por la torre hasta mirarlo en ese estado; tan expuesto, tan vulnerable y ansioso. Con sus cabellos castaños revueltos y pegándose a su frente, su respiración agitada y su espalda arqueada.
Se mordió el labio al escucharlo jadear. Su voz masculina resonaba ronca y gutural, cada vez más excitada, evidenciando su necesidad. Su piel lucía suave al tacto, tan apetecible que deseaba devorarla, morder cada centímetro, degustar su sabor y hacer a ese hombre enloquecer de placer tanto como él lo estaba por satisfacer cada capricho de Tony Stark.
Un escalofrío delicioso le recorrió la espalda hasta culminar en su miembro semi-erecto al ver a Tony retorciéndose en la cama, completamente desinhibido y sugerente incluso al respirar, tanto que parecía que la única finalidad de sus movimientos era seducirlo y llevarlo al límite.
—Ah-ah… —gimió, y James sintió cada vello de su cuerpo erizándose por el placer que aquel glorioso sonido le transmitía.
Dirigió su mano a su propio miembro, tocándose por encima del pantalón. Hacía tanto tiempo que no sentía deseo o excitación que se vio a sí mismo como un puberto lleno de hormonas que observa a la chica de sus sueños desnuda. Y Tony era más que el chico de sus sueños; era su paraíso y su purgatorio personal. Era la hoguera en la que ansiaba quemarse.
Tony soltó un suspiro largo cuando el imponente falo que había estado rozando su entrada por varios minutos se decidió –por fin– a ingresar. Un sonido ronco salió de sus labios. Abrió las piernas un poco más mientras aquella virilidad se colaba en su interior de forma contundente, provocándole espasmos y suaves jadeos entrecortados. Echó la cabeza hacía atrás, perdido entre las sensaciones de ardor y placer que se entremezclaban en su mente.
Contuvo el aire cuando el movimiento se detuvo… ¡Y ni siquiera había entrado por completo!
—Entra ya —ordenó impaciente, impulsando la cadera al frente en busca de más contacto, pero un par de manos firmes le impidieron moverse, manteniéndolo en la misma posición mientras unos labios le susurraban al oído que esperara un poco.
Entonces soltó una maldición porque el miembro que aprisionaba comenzó a salir de él. Sin embargo ya sabía lo que seguía, así que se acomodó un poco sobre la cama esperando ‘ese’ movimiento, que lo llevaba a convertirse en poco menos que una mente perdida y un cuerpo caliente, llegara.
James también contuvo la respiración; ver a Tony así lo mataba. Era el detonante para su libido, provocándole erecciones tan dolorosas que el simple contacto del aire le parecía placentero. Más ahora que sentía la humedad que comenzaba a lubricarlo.
—¡Por Dios, sí! —Casi gritó Tony cuando esa enorme virilidad volvió a penetrarlo, esta vez sin miramientos ni consideraciones. Lo penetró fuerte, llegando sin dificultad y con una precisión increíble a ese punto que lo hacía jadear incoherencias.
Y a esa embestida le siguió otra, y otra, de manera constante e ininterrumpida.
Pronto Tony se había convertido en un manojo de gemidos y manos ávidas por explorar el cuerpo que tenía encima del suyo, subyugándolo.
El sonido de pieles friccionándose y chocando, de gemidos y jadeos, inundó la habitación; James no podía apartar la vista de su rostro castaño perlado de sudor, de sus piernas abiertas y del erótico espectáculo que era Tony a mitad del sexo.
No resistiría mucho más. Iba a correrse y cómo deseaba que fuera en el interior de Tony mientras éste gritaba su nombre y se aferraba a su cuerpo al momento de llegar al clímax. Su instinto le pedía que cerrara los ojos mientras terminaba de eyacular pero no quería dejar de mirar a Tony, no podía apartar la vista de él. Y su corazón palpitó más rápido al ver al castaño elevar ligeramente el rostro con los ojos entrecerrados, deseoso de un beso.
Un beso que provino de unos labios que no eran los suyos.
Y Tony gritó su nombre, recordándole a James que quien poseía su cuerpo y reinaba en sus sentimientos, no otro más que el Capitán América.
Los vio abrazarse a mitad del beso, demorándose en la caricia hasta que supuso que ambos necesitaron respirar.
El orgasmo le supo amargo al escuchar a Steve pronunciando un suave «te amo», con su voz impregnada de sinceridad y devoción. Una que él mismo compartía. Y aunque James podía vivir con la culpa de amar al novio de su mejor amigo, era incapaz de soportar el brillo único que desprendían los ojos de Tony al mirar a Steve como muda contestación a sus palabras.
No podía con el dolor y los celos de saber que Tony amaba a otro. ¡Porque él se moría por besarlo! Daría todo a su alcance y más por un solo roce de sus labios. Sería capaz de conquistar el universo y postrarlo a los pies de Tony Stark con tal de que éste lo mirara aunque fuera con una milésima del amor con que miraba a su mejor amigo.
Pero era un imposible.
Tony jamás lo vería de esa forma, ¿cómo podría si él había asesinado a sus padres? Debía agradecer el poder vivir bajo su mismo techo y verlo a diario. Debía serle suficiente el mirarlo cada mañana y descubrir que se había enamorado de un hombre brillante, único, que era capaz de hablarle tranquilamente a pesar de lo ocurrido –aunque llegar a eso no había sido fácil–. Tenía que sentirse feliz al ser capaz de protegerlo ahora que había sido aceptado como miembro de Los Vengadores y conformase con ser el espía que se aprovechaba cada noche de sus habilidades pasadas para contemplar a Tony haciendo el amor con otro.
Sí, su masoquismo era muy grande, pero más grande era su recién descubierto amor por Tony Stark. Su enfermizo y unilateral amor por alguien que, para él, siempre sería inalcanzable.