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I'm sorry |Xiuhan-LuMin. por daechu_

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Notas del fanfic:

Pequeño fic de la OTP más preciosa del mundo.


 


Cada critca me ayuda a mejorar, entonces no dudes en dejármela en los comentarios.

El sonido de la alarma inundo por completo la habitación, causando un leve dolor de cabeza en el bulto que yacía en la cama. Estiró su brazo y golpeó con pereza el pequeño reloj que reposaba en su mesa de noche, terminando de una vez por todo el irritante sonido. Fregó sus ojos y se dio ánimos, los necesitaría mucho ese día. Se levantó directo hasta el cuarto de baño y tomó una rápida ducha con agua fría, evitando mirarse en el espejo cuando se vestía.

Bajó hasta la cocina buscando algo para comer, su estómago ya estaba haciendo sonidos extraños. No comía desde hace un día y ya se sentía fallecer, aunque no recaería; no quería ser más un gordo grasiento y asqueroso, como mucha gente le había dicho.

Reviso la nevera y fue capaz de ver todos los postres que su madre había comprado, se dio el trabajo de rellenar la nevera con calorías en envases pequeños. ¿Por qué insistía en querer verlo gordo? Ella misma le había dicho en muchas ocasiones que debería dejar de comer y hacer ejercicio, no la entendía…  Sintió ganas de vomitar, obligándose a cerrar la puerta de la nevera con fuerza, corriendo hasta su habitación. No podía estar más en la cocina sí tenía tanta tentación rodeándole.

Odiaba su cuerpo, odiaba no poder verse en el espejo sin sentir ganas de vomitar atravesar su garganta. Hace algunos días había descubierto el placer y la liberación que sentía al golpearse en el estómago, podía sentir la negatividad vaciar su mente aunque sea unos segundos. Sabía que se hacía daño al golpearse, los golpes que tenía en su cuerpo lo demostraban, pero, ¿Qué podía hacer con su pobre alma atormentada? Era su única salida.

Su móvil sonó avisando la llegada de un nuevo mensaje de texto. Su madre avisaba que tampoco llegaría a dormir a casa, ya que había tomado horas extras. ¿Hace cuánto no la veía? Quizás dos días, puede que tres, ya había perdido la cuenta; aunque no le importaba en lo más mínimo. Su infancia la vivió netamente con su abuela hasta que ella se fue de este mundo terrenal y subió hasta el cielo que tanto anhelaba, dejándolo en la soledad que tanto odiaba en ese entonces, pero que irónicamente, ahora amaba más que a nada. Bajo hasta la sala de estar y tomó su mochila, saliendo rumbo a su nueva universidad.

 

Llegó hasta el salón que una de las amables secretarias le había indicado y caminó con rapidez para sentarse en uno de los puestos vacíos del fondo, ocultando su rostro entre sus manos. Había empezado horrible el día; chocó con un chico y casi lo había golpeado por eso, aunque Minseok había repetido varias disculpas. Se acomodó en su asiento y sacó su móvil, entreteniéndose en varios de los juegos que tenía para momentos de ocio. Poco a poco el saló se iba llenando y los alegres estudiantes se hacían presentes. Todos con unas grandes sonrisas, desbordantes de sueños y ganas de triunfar. Él sólo observaba como los grupos iban formándose, mientras quedaba solo, como cada año durante toda su vida. Realmente quería cambiar su forma de ser, poder reír con tranquilidad y seguridad, poder quererse. Pero ya sabía él, eso era algo imposible. Todo el daño que había recibido durante sus años en el instituto lo habían marcado lo suficiente como para que una sonrisa se convirtiera en una verdadera tortura.

 

— ¿Está ocupado aquí? — Se tensó notablemente al escuchar una animada voz a su lado. Levantó con inseguridad la mirada y se encontró a un adorable muchacho con una gran sonrisa mirándole, expectante. Negó repetidamente y retiro la mochila que ocupaba el asiento a su lado, dejándole lugar al que suponía era su compañero.

—Soy Jondae, Kim Jondae. Es un gusto conocerte… ¿Tu eres…?—Tomó la mano que Jongdae le había ofrecido, esbozando sin querer una pequeña sonrisa; borrándola al instante que recordó lo horrible que era.

—Mi-Minseok… Es un gusto conocerte también… —Volteó su rostro hacia el frente, sintiéndose intimidado por la insistente mirada de su compañero de puesto. El profesor finalmente entró al salón, silenciando con su sola presencia el alboroto que todos los jóvenes habían formado. Cada alumno tomó asiento y escuchó con atención la presentación y todo el parloteo de comienzos de años que el longevo hombre estaba dando.

Minutos y minutos más tardes todos se estaban presentando, incluyendo Jongdae y todo fue felicidad hasta que llegó su turno. Se levantó con indecisión, entrelazó tras su espalda sus sudadas manos y aclaró su garganta. Estas situaciones lo ponían totalmente nervioso.

—Soy Minseok… Espero que todos nos podamos llevar bien este año. —Observo por el rabillo del ojo a unos compañeros que se reían por lo bajo, creyendo inmediatamente que era a causa de su presentación. Se sentó a la velocidad de la luz, pasando a llevar su silla provocando que se corriera un poco. Jongdae vio la situación con diversión y un poco de curiosidad. Se preguntó si Minseok siempre era así de incómodo.  

 

Al terminar su terrible primer día de clases se dirigió hasta el baño para poder refrescarse y tomar agua, estaba sudando como un verdadero cerdo. Abrió con cuidado la puerta y la imagen que el lugar le dio lo dejó en blanco. Había dos personas devorándose en los lavabos, y mirando con detalle parecía ser el chico que casi lo había golpeado en la mañana por haberlo empujado. Éstos al sentir el ruido de la puerta se giraron mientras se soltaban rápidamente. Minseok comenzó a retroceder poco a poco, olvidando el calor que había sentido en algún momento.

—Yo no quería interrumpir… Perdónenme —Observó con nerviosismo a ambos chicos y salió casi corriendo del lugar. Había sido espantoso todo. No quería interrumpirlos, no quería ni imaginarse lo que podría hacerle el chico de la mañana. Si antes casi lo golpeaba por haberlo empujado, ahora era seguro que lo mataría. En parte era divertido como alguien con una cara de niña podía ser así de peligroso.

Él no era homofóbico en lo absoluto, no podría discriminar a la gente con la que compartía gustos. Porque sí, el un homosexual  que vivía encerrado en el closet desde tiempos inmemorables, y al parecer, seguiría así por un tiempo.

Ya llegando a la puerta principal alguien tiró fuertemente de su brazo, haciéndolo girar en 180° grados. El terror lo consumió.

— ¿Qué fue lo que viste allá dentro, gordito? —Exigió saber el matón del baño. Minseok quiso llorar porque su brazo estaba doliendo como la mierda, aunque no negaría que las palabras de verdad dolían mil veces más.

—Yo… yo no vi nada, lo prometo. Por favor suéltame, me-me duele—Sintió ganas horribles de correr y esconderse en algún rincón del recinto, quizás el basurero sería buena idea. O podía golpear las partes bajas y sensibles del matón. Pero recordó lo cobarde que era y sintió su perdición venir por él.

— ¡Luhan, déjalo! — El chico que acompañaba al matón en el baño apareció en forma de salvación. Luhan soltó de golpe a Minseok, provocando que este cayera apoyado en su trasero.

—Escúchame imbécil —Luhan habló, agachándose para poder intimidar a Minseok, y si que lo había logrado, Minseok estaba cagándose encima— Escucho algún rumor rondar por la universidad y te mato. ¿Entendido, pedazo de grasa? — Arregló su chaqueta y avanzó hasta el otro chico a sus espaldas, tomándolo desde la cintura mientras avanzaban.

Minseok quedó en estado de shock, no sabía qué hacer. Atino a levantarse frente a las miradas de uno que otro estudiante que vagaba después de clases, personas que no tuvieron intenciones algunas de ayudarlo. Sintió las lágrimas pesar en sus ojos, insistiendo en salir.

—No… no llores aquí Minseok, no debes. —Se dio ánimos, no quería verse como un chiquillo llorón y frágil, aunque muy bien sabía que era la realidad.

 

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No tomó el transporte público hasta su casa, quería caminar y despejarse, desahogarse de todas sus penas.

Al llegar a su casa tiró su mochila al piso y corrió hasta su habitación, se quitó la ropa y entró al baño. No entendió como pero sus manos subieron instintivamente hasta su rostro, comenzando a abofetear sus mejillas. Su reflejo era asqueroso, parecía una rata con sobrepeso. Obesa. Mórbida.

Los golpes era su única vía de escape, su vía de liberación; eran lo que nadie podía arrebatarle. Bajo hasta su estómago y tomó la carne flácida y suelta, tirándola con un montón de rabia, viendo como los lugares que tocaba tomaban colores rojos, que después se convertirían en verdosos y eventualmente, morados.

De pronto sintió como la habitación daba vueltas y todo se movía, inclusive sus pensamientos. Recordó que todo lo que había consumido ese día fue agua, nada más que agua. Trató de aferrarse del lavabo pero fue imposible, sus ojos se cerraron al sentir el impacto de la cerámica contra su frente.

Notas finales:

Gracias por leer. Recuerda que cada critica me ayuda a crecer.


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