Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Reto One-Shots: Devil vs Kilik por devilasleep11

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes de estas historias son propiedad de Eichirou Oda, no son de mi pertenencia. 

Notas del capitulo:

Resumen:

“Si no arriesgas significa que estás muerto por dentro…”.

Esas palabras llegaron a su cabeza, desvaneciendo su realidad, trayendo consigo el pasado, torturando su mente con la esperanza vacía de poder cambiar la miseria en la que vivía.

Trafalgar Law ha perdido todo y no ha hecho nada por recuperarlo. No por lo menos hasta el momento en que conoce a cierto pelirrojo envuelto en notas musicales y sensualidad en un antro de mala muerte, el cual le ofrece la puerta a su más oscuro secreto, a traerlo al presente.

 

 

 

::| One-shot 1: Esqueleto vivo. (KidLaw)

 

I

 

“Si no arriesgas significa que estás muerto por dentro…”

Las palabras resonaron en su cabeza, era el eco de un recuerdo retumbando en la completa oscuridad.

Abrió los ojos lentamente, vio el techo de su baño a través del cristal de agua, las luces parecieron arcoíris que flotaban entrecortados. Esos eran los primeros segundos en que no tenía consciencia de sí mismo y de su miseria.

Botó el aire que tenía dentro y un millar de burbujas deformes ascendieron hasta la superficie, él las vio simplemente hacer añicos la tranquilidad del agua que rodeaba por completo su cuerpo. ¿Y si sólo se quedaba allí, debajo del agua? ¿Si sólo cerraba sus ojos para nunca más abrirlos? ¿Quién le extrañaría? ¿Quién siquiera encontraría su cuerpo hinchado y maloliente después?

Pensó tranquilamente. La respuesta a todo era un rotundo nada o un inmisericorde nadie.

Lo que le impresionaba era lo poco que le importaba. No sentía la miseria, no se conmovía con su situación actual, simplemente cerró los ojos aceptando con calma que este mundo no necesitaba a alguien como él.

Sin embargo, sus pulmones reclamaron pronto por el aire que antes le fue arrebatado, pudo ignorarlo por unos cuantos minutos realmente cortos, no obstante, la espera se volvió dolorosa y hasta desesperante, supo que no podría morir ese día.

No, no era que no pudiese, era simplemente porque era demasiado cobarde como para morir de esa forma. En realidad, era demasiado cobarde para morir.

Se levantó de la tina respirando con fuerza, lo suficiente como para que el agua que caía desde su cabello se metiese por su nariz y se ahogase.

Tosió hasta más no poder mientras el oxígeno entraba y salía de su cuerpo rápidamente. Enredó uno de sus brazos a su torso, presionando con fuerza, puesto que la boca del estómago comenzaba a dolerle, mientras la otra mano se aferraba a su boca, aplacando los carraspeos furiosos de su garganta por el fluido imprevisto que había entrado a su sistema.

Una vez se hubo calmado comenzó a tomar cuenta de su realidad: estaba en el baño de su pequeño departamento.

La luz amarillenta de la ampolleta barata que había comprado hace muy poco, porque la anterior se había fundido, hacía que cada artefacto, se viese en un deprimente sepia: el baño maltratado y víctima de la humedad, el lavamanos y el bote de jabón a medio usar junto a la llave, la estantería arriba de éste, aquella que debía ser blanca pero que el tiempo la había pintado de un sutil beige, el espejo que reflejaba aquel paisaje tan méndigo parecía que secretamente entornaba los ojos para no ver del todo.

Se dejó caer hacia atrás apoyando la espalda a la fría tina, aquella que era tan pequeña que no podía mantener las piernas extendidas, parecía que estaba metido en esas piscinas para niños, así de ridículo se veía su cuerpo larguirucho y moreno, surcado de tatuajes.

La mano que hace unos instantes atrás estaba sobre su boca se fue hasta sus ojos y fueron cubiertos por los delgados dedos. Inspiró hondo llenando sus pulmones, casi pidiéndoles perdón por antes haberles privado de aire, y luego exhaló, fue un suspiro agotado, casi resignado.

¿Por qué ahora?, se preguntó, ¿por qué ahora recuerdo esas palabras?

Trafalgar Law arrugó el entrecejo, debajo de la mano que lo cubría, no podía hacer memoria de quién había pronunciado esas palabras, ni mucho menos cuándo, sólo le venía a la mente un atardecer, tejados, la sensación de tranquilidad, el sonido de la esperanza, recordaba sangre de acuarela, silencios siendo cosidos; hilo y aguja manipulados por manos pequeñas y blancas.

La cabeza comenzó a dolerle, sabía que si seguía indagando en su maltrecha mente terminaría topándose con la sección que tanto había ahogado, terminaría prendiendo la luz de aquel rincón oscuro y tenebroso, aquella parte de su niñez que quería olvidar a toda costa, por la cual ahora se sentía tan miserable.

Dejó que los minutos siguiesen arrugando las yemas de sus dedos, que su cuerpo se sintiese disolver en el líquido. Para la próxima echaría soda caustica antes de meterse; la imagen de la policía encontrando su cuerpo hizo que la repentina jaqueca se esfumara, más que la policía, la cura verdadera fue la cara de su casera, quien era más probable que le encontrase primero, impactada y choqueada al verle completamente consumido, con la carne expuesta, con la expresión del dolor insoportable que le precede a una muerte impulsiva.

Estaba enfermo, no importaba como le mirasen, él no estaba bien, lo sabía completamente y es que no podía evitar sentir emoción cuando imaginaba las caras de horror y sufrimiento de otros, hacían que recordase su propia y pequeña carita llorosa, suplicante, aquella con la que tanto luchó.

Sin embargo, ese lado de él lo guardaba solo para la intimidad, solo para cuando estaba en las cuatro paredes de su departamento, allí en lo oscuro donde no hay sombras, allí dejaba que sus demonios se liberaran, hiciesen de él el monstruo en el cual se había convertido hace mucho, a veces hasta llegaba a pensar en que tal vez había nacido así, convertido en la bestia sedienta de horror y miedo.

Pero luego frases como la que resonó en las bóvedas de su memoria le daban una lucecita de esperanza: que no siempre fue así, que no siempre estuvo muerto, que hubo un tiempo en que no era un cuerpo sin alma caminando por las calles vacías del mundo en que le habían metido.

Exhausto de sus pensamientos decidió salir de la tina, ya se sentía lo suficientemente miserable como para seguir allí sentado lamentándose por el infortunio de su vida, sintiendo pena de sí mismo. Además, el agua ya estaba bastante helada y su cuerpo inconscientemente había comenzado a tiritar.

No se secó porque no había llevado toalla; caminó así desnudo y destilando agua por su cuerpo, dejando posas enormes en la madera que se comprometió a cuidar hace unos dos años, tiempo que llevaba allí viviendo, y que nunca cumplió.

Una vez en su habitación sacó una toalla y comenzó la labor de dejar su cuerpo sin ninguna gota traviesa y lujuriosa que con gracia descendía por cada músculo tratando de derretir la piel a su paso.

Su habitación estaba hecha un desastre, la cama era la peor, completamente revuelta, era de esos que piensan que es mejor no hacerla nunca porque siempre está por deshacer, y después de todo era cierto; ese colchón había sido testigo de demasiados revolcones indecibles. A su lado, un velador soportaba el monte de ropa sucia el cual parecía que terminaría derramándose por todo el piso de la habitación.

Law comenzó a buscar entre las prendas del suelo, ya que sabía que dentro del closet no había nada, nunca hubo nada.

Miró al reloj redondo y común que colgaba sobre la cama mientras se ponía una polera completamente negra y limpia que había encontrado de milagro. Eran a penas las diez de la noche, no tenía sueño para nada, es más, sentía la necesidad de salir de su pequeño departamento, de su pequeña vida.

Por fin tapó su virilidad con tela gris como sus ojos, sus largas y torneadas piernas fueron cubiertas de negro al igual que su torso, tal vez debía ponerse algo menos lúgubre, pero ese día sentía que no quería llamar la atención, quería mimetizarse con la noche y ser parte de su lado más bizarro y lujurioso.

Se puso calcetines blancos, porque eran los únicos que estaban limpios, para variar. Sus pies eran los únicos que desentonaban, unas zapatillas blancas que casi nunca se ponía, pero no tenía ganas de agacharse y buscar sus zapatos debajo de la cama.

Unos minutos después, ya con una chaqueta con capucha puesta, las llaves, el celular y la billetera en los bolsillos, Trafalgar Law decidió salir de su departamento a degustar un poco de la vida nocturna, después de todo estaba desempleado desde hace un par de días, por lo que podía llegar ebrio hasta la mollera y no importaría.

Bajó los tres pisos que le separaban de la calle, le dijo buenas noches a la casera que venía llegando con su hija menor la cual siempre le había tenido ganas, pero él como buena pasiva de tomo y lomo le había dejado en claro que aquello no era posible. La señora arrugó más la cara con desprecio y le contestó las buenas noches, después de todo la sonrisa cruel y sarcástica en el rostro del chico siempre la había odiado, siempre había sentido recelo de ella porque a pesar de estarle denigrando era indudablemente cautivadora.

“Lástima que sea gay…”, pensó la vieja mientras golpeaba a su joven hija en la nuca por quedarse mirando al muchacho del tercer piso. En el fondo de su alma, allí en el último rincón sintió realmente no ser más joven y tener la mínima oportunidad de intentar conquistarle, aunque sea para pasar una noche, como tantas otras mujeres ya lo habían pensado y deseado.

Mientras Trafagar desafiaba a la oscuridad, mientras caminaba por las calles, retándola a darle un buen espectáculo, después de todo la luna no estaba en el alto cielo, sino que estaba en sus ojos y ésta quería divertirse.

 

II

 

Desde el momento en que escuchó la música desde afuera supo que no era un buen lugar en donde pasar el rato, sin embargo, no había colas para entrar, después de todo era un pequeño bar ubicado entre un par de edificios de oficinas.

Entró por mera vagancia, porque nunca había estado en alguno de esos lugares, pero en una de esas encontraba un muchachito con el que pasar la noche.

El neón del nombre de local en color púrpura le iluminó el rostro: “Alive”. Un nombre un tanto extraño para un bar como ese, con el sonido estridente de la batería, guitarra eléctrica y voz de la banda que tocaba dentro, mucho menos le pegó el nombre cuando atravesó las puertas de vidrio polarizado del local.

Dentro había una pista repleta de gente saltando o levantando las manos, el ambiente lleno de negro le sorprendió, más las luces desde el escenario, que daban la sensación de estar dentro de un arcoíris sicodélico.

Había un olor demasiado especial en el ambiente, como la combinación de cigarrillo, alcohol y marihuana. Trafalgar levantó una ceja intrigado, decidió buscar la barra de bar, para servirse un par de copas. Después se metería en la multitud a coquetear, a buscar una próxima víctima.

Comenzó a atravesar el mar de chiquillos, se vio envuelto en la espesura de los maquillajes exagerados de hombres y mujeres, de las cadenas, de los encajes, de los vestidos pomposos y ojos mirándole por entremedio de mechones de cabello de todos los colores.

Simplemente ese no era su ambiente natural, después de todo pareciese que era el más normal vestido, y lo que era peor, entre tanto tumbo la gente le empujaba y golpeaba como si él no existiera realmente. Por ello, buscar la barra se le hizo casi imposible, por lo que empezó a sentir la frustración y el arrepentimiento.

Sin embargo, justo en ese momento la banda iba en la parte de su canción en que se dio una pausa algo dramática, Trafalgar por fin puso atención al escenario: el vocalista tenía el micrófono agarrado con ambas manos, sus ojos estaban cerrados y parecía que disfrutaba, todos entonces se tranquilizaron como anticipándose al igual que el chico de cabello largo, blanco y maltratado. Trafalgar no supo si era maquillaje, pero sí lo era, ciertamente era un arte estrafalario, el muchacho realmente parecía un muerto viviente. Detrás de él el baterista tenía las baquetas sobre su cabeza la cual supuso miraba hacia abajo, después de todo el muchacho tenía puesta una máscara que cubría por completo su cara, de ella salía una mota larga de cabello rubio, ambos tipos estaban vestidos con la propiedad de la música que cantaban.

Entonces el sonido de la guitarra eléctrica comenzó a llenar el lugar, lento, como un murmullo encantador. Cada vez las cuerdas eran tocadas con mayor rapidez encendiendo a los que le escuchaban, como las flautas que encantan serpientes, las cuerdas de aquella guitarra evocaban a todos los presentes hasta al mismísimo Trafalgar, fue entonces que cuando la rapidez estaba en su punto máximo y el moreno sentía el corazón en la garganta tamborileando de emoción fue que de un solo golpe quien fuese que estaba en las sombras tocando se dejó ver entre el vibrar de seis cuerdas.

Trafalgar le vio saltar en el instante en que los focos se concentraban en él, fue la visión más maravillosa que había tenido nunca, lo vio en cámara lenta: Aquel cabello ingrávido meneándose, tan rojo, lanzando ligeras gotas no sabía si de sudor o agua, las cuales hicieron que todo a su alrededor brillase, su aura imponente hizo que la multitud rugiera celebrándole, dándole a entender que era el rey. Aquel cuerpo que parecía cincelado para personificar a los antiguos héroes griegos, aquella piel tan blanca como estatuilla de mármol le daba un toque de atractiva fragilidad a su viril silueta, surcada de las mismas gotas traviesas que salían de su pelo. Aquella expresión sensual, llena de éxtasis.

Trafalgar quedó sin aliento y el corazón le explotó dentro del pecho, era simplemente hermoso.

Pero si creía que había visto al mismo diablo, provocador y perfecto, Lucifer encarnado en un maestro de la guitarra eléctrica, no fue nada cuando éste abrió sus ojos; lentamente levantó los telones rojizos dando paso a la función bestial, llena de arrogancia, llena de vitalidad, llena de supremacía, todo aquello que Law no tenía y lo vio como flecha placable, se enfrentó a aquellos cristales de colores, éstos le atravesaron directamente el corazón porque sabía que aunque había una multitud de personas, aunque estaba prácticamente a oscuras, esos ojos le miraban, estaban posados en los suyos, aunque sonase imposible, pero estaba seguro de ello.

Sus remotas esperanzas fueron sacrificadas en esa mirada, Trafalgar sintió el alma en la piel, sintió el desastre de su vida, la cobardía al límite, sintió el fracaso, sintió las caídas, pero por sobre todo sintió aquella frase vibrando con cada cuerda que el chico tocaba mientras no le despegaba los ojos licántropos de encima. Su corazón muerto comenzó a bombear sangre de nuevo a una velocidad abismal.

El vocalista, en el tiempo justo, retomó su canción y le siguió el baterista y el bajista que hasta ese momento no había reparado en él. El mundo ya estaba vuelto loco con la canción, mientras Trafalgar seguía mirando al muchacho pelirrojo, con el torso desnudo debajo de una especie de abrigo peludo y de color rojo oscuro, sus pezones rosados se dejaban ver de vez en cuando mientras el chico se movía por el escenario, que para el grupo quedaba demasiado pequeño.

Trafalgar se olvidó del trago que necesitaba por esa noche, estaba hipnotizado, seducido, aquel chico desprendía una extraña sensualidad, erotismo puro en cada movimiento, como si su cuerpo dijese “esta noche te comeré”.

El moreno sintió la boca hacerse agua cuando vio la entrepierna marcada y erecta del chico a través de los pantalones, la respiración estaba la tope, ventilaba deprisa, casi jadeando. El tipo le danzaba, le tocaba, lo sabía, nadie se lo quitaría de la mente. Tenía la cabeza en blanco, necesitando de la valentía que no tenía para sostenerse de pie, puesto que él mismo también estaba lo suficientemente duro mientras le miraba, mientras sentía que era devorado.

Podría estarle mirando toda la noche, viendo sus dedos hábiles deslizarse por el mango de la guitarra cayendo con precisión monstruosa sobre los espacios, haciendo que la guitarra hablase por sí misma, transmitiendo toda esa lujuria que entumecía los sentidos.

Entones de pronto supo que el final de la canción se acercaba. Con pasos de gigante, con sutileza, el chico se fue deslizando a los últimos segundos de un tema que tenía al bar encendido, fascinado, y al moreno de ojos plateados completamente alborotado.

El punto cúlmine llegó por fin y las luces se apagaron, todos comenzaron a vitorear a la banda, la cual volvió a aparecer esta vez para despedirse, ya que esa había sido la última canción que tocaban. Pronto las protestas llenaron la estancia, mientras el vocalista seguía hablando.

Todo el mundo fue testigo de cómo el chico pelirrojo le quitaba el micrófono al tipo mitad zombie para gritar con una voz grave, sacada de los abismos del infiero:

-          ¡Cállense de una puta vez! – La estancia poco a poco se fue tranquilizando un tanto choqueada, otros casi admirados, tal vez quienes conocían a la banda sabían que ellos siempre actuaban de esa manera. Por su parte Trafalgar simplemente se dejaba influenciar por la voz del chico que prosiguió con su despedida. – Estaremos de nuevo en el club Trance el martes, si quieren volver a escucharnos, a partir de las 10 de la noche. Nosotros somos “Kid pirates”, ¡váyanse a la…!

-          ¡Mierda! – Gritaron todos al unísono casi entre risas. Los muchachos bajaron del escenario y Trafalgar perdió completamente de vista al muchacho pelirrojo, tal vez nunca tendría la oportunidad de cruzar con él de nuevo, pero la sensación que tuvo al verle tocarse le quedaría por siempre en la memoria.

Después de que los tipos saliesen del escenario y el DJ desde algún lugar ponía música, todos olvidaron sus reproches y comenzaron a bailar, más calmados que antes.

Solo entonces Trafalgar se aventuró a ir por fin a la barra a tomar un trago, una cerveza no estaría mal, o tal vez un vodka con jugo de limón o ron con gaseosa, bebidas para nada exóticas ni mucho menos caras, después de todo no tenía el dinero necesario para comprarlas. Además, él era así, más simple, nunca necesitó de grandes lujos, nunca se hizo una idea equivocada en su cabeza de la realidad, eso era lo que lo había mantenido con vida tanto tiempo, aunque esta misma causa era lo que le mantenía muerto por dentro.

Una vez llegado a su meta se sentó en un banco color azul muy oscuro, apoyó los codos casi al borde de la barra y se dispuso a pensar bien en lo que iba a pedir.

Cuando el barman, que irónicamente resultó ser una muchacha, bastante bonita por lo demás, le preguntó por lo que iba a tomar, el moreno se decidió por su fiel y amada cerveza. La chica un tanto sorprendida le dijo que tenían tragos bastante buenos, por qué no se aventuraba, obviamente tratando de obtener conversación también. Trafalgar por su parte y con su sutil sarcasmo le hizo entender a la chica que no tenía como para pedir otra cosa, a lo que la muchacha simplemente guiñó un ojo y le dijo:

-          Comprendo cariño, entonces solo será una cerveza.

La muchacha se alejó de él, Trafalgar perdido en sus pensamientos ni siquiera prestó atención a este hecho. Estaba pensando que esa noche necesitaría, a parte de un trago, un buen polvo que le ayudase a calmar su endurecimiento frustrado.

Y es que por más que tuviese la oportunidad de hablar con el tipo que minutos antes había encendido por completo su cuerpo, no la aprovecharía, él nunca había sido de los que toman la iniciativa, por el contrario, esperaba a que los demás se le acercasen y entonces desataba su atractivo.

Es por esa razón que cuando la muchacha de la barra volvió con su cerveza servida en un tarro al estilo bar inglés y la probó sintiendo el ligero sabor de limón y sal en ésta, se percató que la chica en vez de una cerveza le había traído una michelada, que según la carta era el doble de una botella de cerveza normal. Iba a reclamar, pero la mirada de la chica le dijo que no lo hiciese, su sonrisa le regalaba el trago que comenzó a tomar sin mediar en nada más.

Iba por a mitad de su bebida cuando sintió que alguien ocupaba el banquillo a su lado, no le prestó importancia, mucho menos porque las chicas no demoraron en rodear a aquella persona, Trafalgar estaba lo suficientemente ensimismado en su depresión y en su bebida.

-          ¡Kid! – Exclamó la chica barman – Mi amor, ¿qué te servirás hoy?

Se produjo un silencio irreal entre ella y quien se había sentado a su lado.

En ese momento Trafalgar se dio la vuelta para ver quién era el tal Kid, sin embargo, cuando lo hizo quedó completamente paralizado por un par de bestiales ojos, los cuales absorbían todo a su paso, inclusive su ropa, su piel, su cabello… todo.

Ojos devoradores, eso es lo que eran.

Una sonrisa se asomó a sus labios finos y maquillados de negro, de cerca su piel era inclusive más clara, su cabello era de un rojo mucho más electrizante; de cerca su aroma era delicioso, era el olor a clandestinidad, de cerca sus ojos brillaban casi como un par de soles enmarcados en pestañas de fuego.

Trafalgar no lo podía creer y es que estando allí tan cerca sintió que la lujuria se subía por los pies, mansamente surcaba sus rodillas, alcanzaba su entrepierna y la parte baja de la espalda, ascendía enrolándose en su torso como lenguas ardientes se colaba por sus bazos y manos calentándolas, haciéndolas sudar, se aferraba a su cuello, más bien le acariciaba provocándole un escalofrío, y llegó hasta sus labios los que dejaron escapar el aire en un bufido de incredulidad, que pasó por desinterés, afortunadamente.

El pelirrojo entonces apartó la mirada de Trafalgar y con la misma sonrisa seductora se dirigió a la chica que atendía la barra, hasta ésta se sintió ligeramente intimidada y atraída por el muchacho pelirrojo.

-          Bonney, - Su voz grave se hizo notar por sobre la música, cosa que derritió por dentro al moreno el cual seguía teniendo su cara completamente neutra. Entonces el pelirrojo se volvió a girar hacia él, pero no del todo como antes. – Dame lo que sea que esté bebiendo él…

-         

-          Cla-claro…

Trafalgar no pudo evitar esbozar una sonrisa sarcástica y cruel mirando al chico a los ojos sin miedo, coqueteándole con el gris gélido de su iris, cosa que pilló un poco desprevenido al pelirrojo.

-          ¿Puedes comprar el trago más caro del local? – El sarcasmo fue tan evidente que llegó a ser burdo, sin embargo, no por eso menos irritante, después de todo había tratado al chico de pobre.

Al pelirrojo le saltó una venita a la frente, pero supo controlarla, porque en el fondo el muchacho no había cambiado ni un poco, esos ojos de plata seguían igual de urgentes, de tristes, su piel seguía igual de morena, aunque ahora se había tatuado, su cabello seguía emulando al carbón en cada hebra, su boca seguía tan afilada y cruel. Él seguía siendo aquel niño, el pelirrojo le reconoció desde el escenario de inmediato, para él esa fue la sorpresa más grande que se había llevado en toda le vida.

-          Vaya… - Dijo el pelirrojo sonriendo de nuevo, esta vez con una jovialidad que asustó un poco al negativo moreno – Trafalgar Law… no has cambiado nada…

-          ¿Cómo es que tú…?

La chica de la barra volvió con una michelada para el pelirrojo, la dejó frente a él y se retiró a servir a los demás clientes, no sin antes decir un cortés: “espero que te guste”.

Mientras, Trafalgar estaba entrando en una especie de pánico. ¿El chico le conocía? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?

Trafalgar se le quedó mirando impresionado y confundido mientras el tipo tomaba de su vaso, no sabía cómo actuar, después de todo, el muchacho que le había encendido como nunca le conocía, pero no tenía recuerdos de una persona tan sensual en su vida, no tenía recuerdos de nadie como él…

¿Quién era ese enigmático pelirrojo?

 

III

 

Despertó.

No abrió los ojos lentamente, todo lo contrario, los abrió de golpe, no porque estuviese soñando con monstruos o el pasado, simplemente porque llevaba unos quince minutos que había terminado de soñar, pero no quería abrir los luceros plateados. Por eso no hubo necesidad de que el sol cayese fuerte y reclamante del nuevo día sobre su cara, porque en realidad ese día la luz no entraba por la ventana, estaba relativamente nublado.

Talló sus ojos, en el momento en que se daba cuenta que no estaba en su departamento. Las cortinas no eran de ese ligero color azulino que tanto le gustaba, eran blancas y ligeras, volátiles.

De a poco se fue levantando de la cama en la que se encontraba, se percató del color negro de las sabanas que le envolvían, a su lado se acurrucaba con pereza un espacio vacío.

Cayó en cuenta entonces de dónde se encontraba. En la pared sobre la cabecera de la cama había una fotografía, luego se dio cuenta que en realidad era un simple dibujo a lápiz grafito, era dos chicas desnudas, no miraban hacia el espectador, ellas se concentraban en entregar su cuerpo a la otra, como una danza de abreviaturas y curvas excesivas; no es como si ese cuadro le provocase excitación, sin embargo, era simplemente hermoso, y el hecho que fuese tan grande e imponente en medio de la habitación pintada de color terracota lo hacía aún más magnífico.

Estaba realmente ordenado, por lo que sintió un poco de envidia, después de todo hace meses que no veía el color del piso en su habitación.

Las sábanas negras entonces se resbalaron de sus hombros para que recordase con la desnudes de su cuerpo quién le había llevado hasta allí.

La imagen de unas manos blancas deslizándose como aceite por su espalda, la sensación cálida de éstas que hizo erizar su piel. Recordó una boca rodando por su cuerpo, surcando carreteras, incendiando lugares que pensaba congelados.

A la luz de la luna el cuerpo contrario se le hizo de tiza y carbón, éstos degradaban volumétricamente, dándole los relieves deliciosos de una anatomía compleja y trabajada. Se le vino a la memoria cuánto placer había sentido, cómo aquellas manos mágicas habían tocado su cuerpo, lo habían hecho delirar, cómo adentrándose en las cavernas místicas de su complexión lograba encontrar el punto exacto el cual picar para que explotara la lujuria.

Recordó sus gemidos, su necesidad de más, la forma en como buscaba las caderas de él otro con sus glúteos, como su felina espalda se contorneaba con cada oleada de placer, las posiciones sencillas que combinadas con un buen par de ojos codiciosos fueron lo necesario para que un rayo de deseo recorriera su espalda, sus brazos, sus piernas, su boca, su miembro y en un ligero temblar terminara encogiéndose arropándose nuevamente a las sábanas.

-          Diablos… - Murmuró.

La imagen se le hizo tan clara que no pudo reprimir otro escalofrío, esos ojos ambarinos le habían observado con hambre, esa boca deliciosa le había besado, le había susurrado tantas cosas al oído después de juguetear con él:

“Siempre desee ver esta cara…”

Recordaba esas palabras dichas con insana urgencia mientras atrapaba su rostro destrozado por el placer, lloroso y sonrojado, con una sola mano.

Entonces su adormecido cerebro logró recordar completamente a qué se referían esas palabras, tal vez el alcohol había borrado o distorsionando las cosas, solo recordaba con seguridad las escenas de la noche llena de pasión y el reto en el pub, ese que estaba implícito mientras conversaban y coqueteaban en la barra, cerveza tras cerveza, vodka tras vodka, tequila tras tequila, y entonces adiós memoria lúcida.

 

-          ¿No te acuerdas de mí?

-          ¿De ti? ¿quién diablos eres?

-          Vaya… Yo no he olvidado ese verano hace 10 años. ¿De verdad no recuerdas?

-          No sé de qué hablas...

 

¿Acordarse? ¿De qué? ¿Diez años atrás?

El solo hecho de tratar de recordar su vida diez años atrás, los encajes, las faldas, los vestidos, el sudor, la sensación rasposa de una barba de hace días, el dolor insoportable, el cabello pegajoso y maloliente, las noches en vela, las lágrimas ignoradas, las voces grotescas, sus gritos ahogados por una mano, las plumas rosas, los lentes oscuros, esa sonrisa cruel…

Hace diez años…

Sintió que el alma se desplomaba en ese instante y la magia vivida la noche recién pasada se deshacía entre sus dedos, degradada en una sustancia apestosa, blanca y tibia.

Los recuerdos de sus catorce años, los recuerdos que lo habían derivado a esa miserable vida, a perderlo todo, a no importarle haber sido despedido del hospital cuando apenas había salido de la universidad, no le importaba que todo lo que tenía le había sido heredado de quien le arruinó la vida, no le importaba dejarse llevar por la marea, dejarse consumir.

Recordó que odiaba ser él, que la vida era miserable y es que unos minutos de placer habían dejado su cerebro seco, inmóvil, como los antidepresivos que, y ya a estas alturas, no le hacían efecto, y lo que era peor estaban causándole una horrible dependencia.

Tal vez el tipo le hubiese confundido con alguien. No, era imposible, él mismo le había llamado por su nombre. Parecía tener una edad similar a la suya, no recordaba haber conocido a nadie de esa edad, después de todo apenas intentaba hacer memoria terminaba convertido en un amasijo de coraje y desprecio, volvía a recordar la sensación de ser llamado “lindo” mientras debía mostrarse como un trozo de carne a ojos viejos y desorbitados por una lujuria asquerosa.

Trafalgar, hecho un ovillo entre las sábanas negras cerró los ojos, tan fuerte que pronto sintió que se humedecían.

Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, ahora no…

No quería recordar nada más. Entonces supo una sola cosa: que si ese tipo decía conocerle de la época más oscura de su vida no podía seguir allí, no en la habitación que probablemente sabía que había ocurrido hace tanto tiempo, no de alguien que quizá le vio en tal lamentable estado.

Entonces, con los ojos aun algo rojos, se levantó de golpe, no importándole que el gesto mandó una descarga de dolor por toda su espina dorsal, después de todo había soportado dolores peores en su vida, algo así no era nada.

Se paseó por la habitación buscando sus cosas: ropa, zapatos, billetera, llaves, todo lo que pillase para salir de aquella casa cuanto antes. Es por eso mismo que no notó que se puso la camiseta negra al revés, y las zapatillas sin calcetines, mucho menos reparó en los chupones que adornaban por completo su cuerpo y que inclusive se congregaban en alrededor de su areola.

Menos mal sus documentos y llaves seguían en los bolsillos de su chaqueta, que no se puso, si no que la apretujó en sus manos y se dispuso a huir. Trafalgar resopló para sus adentros, después de todo el chico pelirrojo estaba como quería y esa sensualidad tan natural no tenía igual.

Salió por el pasillo y caminó con cuidado mirando de reojo todos los lugares posibles, al parecer no había moros en la costa y es que no dudaba que a lo mejor el tipo simplemente estaba tomando un baño y ni se percataría de que él ya no se encontraba en su cama adornando las sábanas negras. De hecho, se sintió el mejor ninja cuando pasó por lo que parecía ser la cómoda y rockera sala, llena de instrumentos, y no había nadie, o sea que solo debía llegar a lo que divisó como la puerta de entrada y escabullirse a la libertad.

Le quedaban un par de pasos, solo un par de mínimos pasos cuando una voz grave frenó su escapada magistral del Alcalá de sus recuerdos.

-          ¿Te vas sin decir nada?

Se dio la vuelta lentamente después de lanzar un resignado suspiro, lo que vio simplemente no debía ser apto para nadie y es que el mismo cuerpo escultural que le había hecho delirar de placer se mostraba tal cual solo que cubría su entrepierna con una coqueta ropa interior rojiza.

-          No sabía que últimamente era necesario decir “adiós, mi amor” cuando terminas de follar – Utilizó su sarcasmo para ocultar su nerviosismo y excitación al verle allí como si nada, desfilando las marcas de besos y los rasguños que él, entre tanto deseo, le había provocado.

-          Después de tanto tiempo te vengo a encontrar… - El tipo comenzó a avanzar hacia él con una seguridad abismal, casi como si estuviese devorándole con esos ojos de bestia.

-          ¡No sé quién eres…! – Espetó Trafalgar cuando el pelirrojo estaba a tan solo un paso de él.

El muchacho no dijo nada, simplemente sonrió altanero, como si sus palabras fuesen un desafío que estaba dispuesto a tomar.

Entonces alargó la mano y Trafalgar inconscientemente cerró los ojos como un animal asustado, sin embargo, al abrirlos el chico simplemente le tomó de la mano sin brusquedad, cosa que sorprendió inicialmente al moreno que intentó quitársela a como diera lugar, pero el contrario tenía la fuerza suficiente para afirmarla.

En el mueble de la entrada, junto a las llaves del pelirrojo y a un tarro forrado, que a saber dios qué cosas guardaba allí, había un marcador. El pelirrojo tomó ágilmente el artefacto en sus manos mientras retenía a Trafalgar que no entendía qué pretendía hacer hasta que vio cómo con la gruesa punta dibujó en su dorso una serie de números entre los grabados de éste.

-          Me llamarás… - El pelirrojo miró a los ojos a Trafalgar y en ese instante éste lo supo, esa mirada decisiva, esas pupilas llenas de esperanzas y sueños. Solo fue un instante, pero la imagen de un niñato pelirrojo y descuidado pasó por su cabeza.

Trafalgar sintió pánico, los tejados detrás de esa sonrisa altanera, la ilusión y los sueños encarnados tomaron forma como si estuviese viendo.

“Aquel verano hace diez años…”.

El moreno apartó la mano con brusquedad mientras sentía que sus mejillas se coloreaban ligeramente, el corazón le dio un vuelco dentro de su cuerpo muerto, y presa del miedo que eso le produjo soltó altaneramente antes de irse:

-          No me des órdenes… - Sin embargo, cuando abrió la puerta dispuesto a dar un paso fuera, otra vez la voz seductora le llamó.

-          Trafalgar… Si no arriesgas significa que estás muerto por dentro

El portazo resonó en todo el departamento mientras una sonrisa victoriosa se asomaba a la comisura de unos labios finos y claros.

 

IV

 

Trafalgar Law corrió por las escaleras del complejo de departamentos, llegó a la recepción y sin despedirse salió corriendo como alma que lleva el diablo. No le importaba nada, solo quería alejarse de esa persona tan peligrosa, de ese tacto tan cálido, de esos ojos desafiantes.

Corrió hasta que ya no pudo más, hasta que se vio completamente perdido por esa zona de la ciudad. No supo cómo, pero logró llegar a su casa sin pena ni gloria ya entrada la noche, después de pasarse todo el día vagueando, aún choqueado con la aparición de su pasado, con aquel fantasma que había olvidado hace tanto.

Aquella sonrisa ilusionada había sido lo que le dio la energía para soportar tanto, esa frase le dio la fuerza.

“Si no arriesgas significa que estás muerto por dentro…”

Es cierto, él ya estaba muerto por dentro, vacío, solo, desamparado, indiferente a la vida, sin embargo, el pelirrojo seguía como cuando eran niños, como cuando vivían uno al lado del otro, separados por una pared, como cuando se juntaban en las noches y miraban las estrellas sentados en las tejas corroídas del techo arriba de la puerta de Trafalgar, ese tiempo en que no era manipulado por nadie, en que no sabía que la vida podía ser una bola de mierda demasiado maloliente.

Esa noche en vez de borrarse el número de la mano tatuada y olvidarse del tema, volver a asumirse como el vivo muriente que llevaba siendo toda su vida, Trafalgar Law lo anotó en su celular y llamó, mordiéndose los labios, apretando la mandíbula con fuerza, sintiendo el sudor en las manos, con los latidos sintiéndolos en la garganta, con la respiración agitada y ruidosa.

No sabía qué hacía, pero el recuerdo cálido que lo abrigó en el momento en que la imagen de ese tierno y esperanzado niño mirando el sol agonizar al horizonte, hizo que la urgencia de buscar ese calor se hiciese desgarradora e insoportable, más porque el número ni siquiera venía con nombre, para él hasta el momento era simplemente “Kid”.

Entonces el pitido constante del celular sonó para dar paso a la voz profunda en la que había terminado el pitido de antes… hace diez años…

-          Aló… ¿Trafalgar?

Notas finales:

HOLAAAAA!!!!

¿¡Cómo han estado!?

Aquí esta malvada idiota vuelve a escribir algo sin actualizar sus Fanfic anteriores :3 perdón por eso xD ya estaran xD

Bueno este día traigo este hermoso reto :3 es que Kilik me apuntó con su dedo acusador y me dijo: "Te reto maldeta a escribir esto conmigo! :V"

y pues yo dije: "ah bueno :V"

Han sido horas escribiendo, editando y poniendonos de acuerdo para subir estas historias :3 que por lo demás ame todo el tiempo que estuvimos en ellas y amé también la historia de Kilikcita :3 

Aunque sean solo una recopilación de One-Shots espero que les den una oportunidad xD

Es que dios... Kidcito ahí meneandole el niño  (el pequeño, no tan pequeño, Eustass) a Law mientras tocaba la guitarra merece hasta mis sostenes en el escenario :V xD

Bueno preciosuras de mi <3 

Espero que hayan disfrutado de la historia como yo ame escribirla <3

Espero sus deliciosos Reviews!!!!!!!!

Devil (~*^*)~ 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).