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Lágrimas enjuagadas en licor por ladyriddle

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Notas del capitulo:

Es mi primera historia de Harry Potter así que estoy muy nerviosa, espero que os guste, feliz lectura ^^

Harry


 


 


A simple vista solo parecía un simple chico, con tan solo el pantalón del pijama puesto, sentado en el alféizar de la ventana de una enorme habitación matrimonial, enorme y solitaria. Pero si ponías solo un poco más de atención, te darías cuenta que esos dos cautivantes orbes zafiro, de los que era dueño el chico, estaban muy lejos de aquella mansión; ese chico soy yo.


 


***


 


Salí de la lujosa limosina con el ¿por qué? de Ginny aún en mis oídos. Los fotógrafos empezaron a disparar los flases de sus cámaras en mi dirección, famélicos. Bueno, no juzgo la hambre insana de sus cámaras, después de todo no todos los días se casa un simple muchacho como yo con el señor Oscuro, El-que-tú-ya-sabes o el innombrable, el ser más poderoso sobre la faz de la tierra y, por ende, el peligro potencial número uno. Sí, señores y señoras, hoy, un primero de octubre de cuyo año no quiero acordarme, yo, Harry James Potter me caso con un autentico monstruo de pesadilla. Bien. Por eso mismo no le pude dar ninguna explicación a Ginny, ni yo sé del todo cómo accedí a esta locura. No. Sí que lo sé, o me casaba con ese despreciable hombre o la humanidad se iba a tomar por culo, pero, ¿por qué yo si supuestamente me odia?  


La adrenalina cabalgaba frenéticamente por mis venas. Ya había atravesado la puerta de 


la iglesia. Cientos de ojos estaban puestos en mí, mas solo eran unos los que me importaban. 


Allí estaba, erguido elegantemente a un par de pasos del altar, portando un traje idéntico al mío pero en negro, con esos dos ojos cafés clavados en mí, siguiendo desinteresadamente cada uno de mis movimientos. Me hubiera quedado ahí parado como una estatua si Sirius no me hubiese obligado a seguir. 


 


Subí el par de escaleras que nos separaban y sin atreverme a mirarlo me sitúe frente a él. Yo no quería a este hombre… ¡Demonios, no quiero a ningún hombre! A mi me gustan las mujeres, las chicas, y estoy locamente enamorado de una. 


 


— Thomas Marvolo Riddle, ¿quieres recibir a Harry como esposo, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?


 


Mordí mi labio nerviosamente, rezando que en este momento cambiara de opinión. 


 


— Sí, quiero.


 


Mierda.


 


Harry James Potter, ¿quieres recibir a Thomas como esposo, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?


 


Sí, sobre todo eso. Podía sentir el peso de esa penetrante mirada sobre mí, exigiéndome silenciosamente que respondiera. 


 


Esto lo cambiaria todo.


 


— Sí, quiero…


 


Y ahí la mayor mentira dicha en una iglesia. 


 


— El Señor, que hizo nacer entre vosotros el amor, confirme este consentimiento mutuo, — casi me dieron ganas de reír al escuchar eso — que habéis manifestado ante la iglesia. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.


 


Vi como una de las damas de honor se acercaba con las alianzas sobre un bonito cojín con bordados de oro. Crucé los dedos para que tropezara con los enormes tacones y se le cayeran los anillos y ya no supiéramos más nada de ellos, pero no, no tengo tanta suerte. La chica, con una reverencia nos ofreció los anillos. 


 


— El Señor bendiga estos anillos que vais a entregaros uno al otro en señal de amor y de fidelidad.


 


Nada, que no se puede callar.


 


Por el rabillo del ojo vi como Tom sostenía mi mano. Me estremecí. No me gusta nada sentir su piel, su tacto, sobre la mía. El estremecimiento siguió conforme él deslizaba paulatinamente la alianza por mi dedo. Percibí con cierta molestia el enorme diamante azul que coronaba el anillo. Al parecer sí que  voy a tener algo en común con Tom. Los diamantes son piedras, bonitas, brillantes pero frías y muertas; iguales que él. De mala manera yo hice lo mismo. Cogí la simple alianza de oro amarillo, que pesaba bastante, y se la puse.


 


— Ya puedes besar a la novia. 


 


Entorne la mirada ante el “error” del sacerdote. De un momento a otro sentí la fuerte mano de, mi ahora, marido en mi cintura atrayéndome hacia él, ni si quiera cerré los ojos al sentir la suave presión sobre mis labios. Apesar de que fuera un contacto frío y sin emociones un escalofrío vagó a lo largo de mi columna vertebral al sentir la calidez de esos labios que creía helados.


 


Se acabo, ya no hay vuelta atrás.


 


 


La luna de miel, para mi suerte, fue bastante bien. Dos semanas en una isla privada que compró en el Caribe, alojándonos en su mansión que estaba llena de sirvientes. Por no hablar que ni me tocó, ni si quiera cuando llegaba después de pasarse el día en su despacho o haciendo sabe dios qué. Para cuando se metía en la cama yo ya estaba durmiendo y en ningún momento me pidió sexo, ¿se podía pedir algo más?


A la vuelta a su mansión en Londres, tampoco me pidió que hiciéramos lo propio de una 


pareja, y más recién casada. Nada. Estaba aun más atareado que antes. Tenía que ir a reuniones importantes y solo lo veía contadas veces en el día, si es que lo veía. 


 


***


 


Apoyé mi frente contra el gélido cristal. Esta misma tarde había estado hablando por teléfono con Ginny, la echaba tanto de menos. Cerré los ojos dejando que una pesada respiración saliera de mis labios. Dentro de un par de días haría dos meses de casado y entraríamos en diciembre; demonios, llegaría Navidad y no podría verla, ni ella ni a Hermione, ni a Sirius, ni a Ron… 


 


— Te vas a resfriar si sigues así, sin nada más que esos finos pantalones. 


 


Sentí mi piel erizarse ante el tacto oscuro y atrayente de esa masculina voz. 


 


— Estoy bien — dije, cortante. Con la vista perdida en la lejanía del encapotado cielo. 


 


Noté como mi pupila se estrechó al sentir algo cálido y suave sobre mi desnuda piel. No pude evitar arrancar mi mirada del cielo para ponerla en el hombre que acomodaba entorno a mí la esponjosa manta. Mientras lo hacía entreví en el costado se cuello una pequeña marca púrpura que se asomaba por el cuello de su camisa. 


Un chupetón. 


 Enseguida un inconfundible olor dulzón atestó mis fosas nasales.


 Perfume. Perfume de mujer. 


 Pasaron los minutos y el único sonido que rompía el silencio de la habitación era el del agua de la ducha. Mi pecho subía y bajaba muy lentamente. Sentía la garganta seca. Atónito, encendí mi iPhone para ver la hora; las 00:28 am. 


 Salió del baño con el pijama puesto, destapó la cama y espero paciente a que yo me metiera primero; no sé ni de donde saqué el coraje para volverme a acostar en esa cama con él. No tardó en acompañarme, primero me tapó a mí y después se recostó él. 


Mojé mis labios. Las agujas del reloj ya señalaban las una y todavía el sueño no venia a mí, nunca he estado tan despierto. ¿Qué me pasaba? Por una vez me volví para mirarlo. Estaba de frente a mí, las hebras negras enmarcaban su atractivo rostro, las oscuras cejas estaban levemente fruncidas por lo que estuviera soñando y sus ojos, ya no me acuerdo si eran marrones o negros, estaban oculto tras esas densas pestañas de ébano, de vez en cuando sus párpados se apretaban en reacción a lo que estuviera viviendo en el sueño. Descendí, encontrándome una nariz recta y unos labios ligeramente carnosos, una barbilla redondeada y un largo y, para cualquier chica, apetecible cuello. El mago más poderoso de todos los tiempos descansaba a mi lado. Quizás soy la persona que lo ve cuando más desprotegido está, cuando duerme. 


 


 


¿Continuará?


 


 Fin del primer capítulo. 


 


 


 

Notas finales:

¿Continuará? Todo depende de vosotros y vuestros comentarios, ¡besitos! Espero que os hay a gustado.


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