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Cuando Hyung conoció a Jung capítulo 4 por Rann-Lee

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Notas del fanfic:

¡Hola! bienvenid@s a esta historia que recién estoy empezando jajja en una de mis grandes pasiiones que es escribir, así que espero que se diviertan y se pasen un rato agradable con estos chicos <3

Notas del capitulo:

Primer capítulo o3o 

Cuando Jung conoció a Hyung, casi le cuesta la vida, y no, no en un sentido metafórico, sino mas bien literal. Sucedió uno de esos calurosos días de verano en los que la mayoría de las personas se las pasan en la playa, o se van al campo a visitar a sus familiares para pasar un rato agradable y pretender que los grandes ajetreos de la ciudad no existen. La mayoría de los amigos de Jung estaban fuera pasando sus vacaciones de una manera similar, pero no él. Él tenía un compromiso con sus fans, él era un gran dibujante amateur de 17 años y cada semana se daba el lujo de entregar un capítulo mas de su doujinshi a la comunidad de internet, donde recibía elogios y toda clase de buenas opiniones que le motivaban a seguir adelante.

A Jung le gustaba la soledad, adoraba quedarse en la casa vacía y se la pasaba de un lado a otro haciendo toda clase de tontas ocurrencias, como bañarse con la puerta abierta, hacerse un licuado de pizza y refresco —el cual vomitó posteriormente —, llamar a sus amigos para gastarles algunas bromas o simplemente quedarse a mirar la lluvia que caía al otro lado de la ventana.

Sin embargo los días a veces resultaban ser muy aburridos y monótonos. Tenía amigos, en efecto, pero estos por lo general no comprendían sus gustos ni sus obsesiones con el anime, los videojuegos y la música, y las pláticas con ellos en varias ocasiones tenían que ser forzadas o sin sentido, pero era mejor tener a personas a tu alrededor que pasarte la vida siendo tachado como un chico sin capacidad de socializar.

A Jung no le daban ganas de salir de fiesta, ni de pasarse todo el día metido en la piscina con otras personas compartiendo fluidos y toda clase de charlas sin sentido. Además a él le hacía muy mal el alcohol, y al primer sorbo su cerebro se cocía como una palomita y comenzaba a decir toda clase de incoherencias. Sus padres, por lo tanto, cerraban con llave el armario donde guardaban los licores, y no por miedo a que su hijo se emborrachara, sino por las vergüenzas que éste podría hacerles pasar. Ya saben, como esos padres que en algún momento piensan:

—No puedo creer que di a luz a esta cosa. ¿me devuelven mi placenta?

Un fuerte insulto para Jung que lo mantuvo llorando durante escasos diez minutos antes de ponerse a dibujar de una manera gráfica y cómica a su mamá resbalándose con una silla y cayendo de bruces contra los limpios pisos que a ella le gustaba tanto fregar.

Su madre era una especie de adicta a la limpieza. Guardaba un poco de miedo a los gérmenes, así que Jung desde niño había sido el hazmerreír por ser el niño cuidadito de mamá, el que estaba obligado a usar desinfectante a cada rato, a limpiarse las manos con jabón cada hora y a rociar un potente bactericida en sus lápices y en su mesa banco.

Por otro lado el papá de Jung era un hombre al que le gustaba coleccionar manga. Había sido en su etapa de soltero un otaku empedernido que difícilmente podía hablar con las chicas. El hecho de que se casara con su actual esposa se debía a quizá que había reunido las siete esferas del dragón y le había pedido un deseo a Shen-Long..

Hikari era la hermana mayor de Jung y el orgullo de la familia por cierto. Una sexy chica de preparatoria que siempre andaba estudiando y procurando sacar diez en todo lo que se proponía, incluso en lo de ser odiosa. A Jung ella le caía un poco mal porque era una hermana cruel, que desde pequeño lo había atormentado mandándolo a la cocina a prepararle la merienda, o le robaba sus lápices de dibujo ya que ella también tenía el pasatiempo de dibujar y estaba haciendo su propio manga, el cual estaba teniendo casi el mismo éxito que el del propio Jung.

Todas estas cosas ponían a Jung a la defensiva, y le hacían apreciar la soledad de su casa porque se sentía en un mundo con sus reglas y sus propias preocupaciones. Hacia travesuras como tocar los mangas de su padre, cuidadosamente escorados en su librero, o pasearse con los pies sucios en los pisos de su madre, o perder accidentalmente los labiales de su hermana mayor.

En éste verano, Jung de nuevo se había quedado solo, para su fortuna. Toda su familia había ido al campo a visitar a su abuela. Él declinó de la oferta porque dijo que tenía mucho que estudiar para el siguiente ciclo escolar. No le iba muy bien en ciencias, especialmente en química. Tenía que ponerse al corriente, aunque todo era una muy bien pensada excusa propia de un adolescente con toda la flojera del mundo para salir y hacer algo de provecho.

Pero esa tarde las cosas iban a cambiar para Jung.

Resulta pues que cuando Jung quiso continuar con su doujinshi, no encontraba sus lápices por ningún lugar. Revisó sus cajones, sus estuches, incluso debajo de su cama y en el cuarto de Hikari. No tuvo éxito. Llamó a su hermana.

—¿Los tienes, verdad? Los lápices.

—No sé de qué hablas…

—¡Hikari!

—Ya, ya. Yo te los devuelvo, hombre. Tranquilo, tranquilo.

—¡Hija de…!

—Ah, ah. Tenemos la misma madre ¿recuerdas, chiquitín?

Jung arrojó el teléfono. No es cierto. Lo guardó cuidadosamente porque le había costado a él y no a su papá.

Se sentó desanimado en la cocina. Sin sus lápices para dibujo ¿qué clase de artista podría ser? Sus lápices eran como la cebolla en sus taquitos, si el fuera mexicano, claro, aunque a su mamá le gustaban los taquitos que vendían en un conocido restaurante de comida extranjera. Burritos y cosas así. A la mamá de Jung siempre le había gustado probar la comida de otros países, y cada viernes probaban algo de América, y les gustaba, aunque les producían unos gases que… bueno, eso no venía al cuento.

Jung, desanimado y muy molesto con su hermana mayor, decidió cobrar venganza. Se fue al cuarto de la susodicha chica hija de Satán y sacó cuidadosamente el dinero de sus ahorros. Era apenas suficiente para comprarse algo decente, y sabía que su hermana iba a colgarlo de las pelotas por lo que iba a hacer, pero bueno, ella era la cabrona ¿verdad?

Antes de que la adrenalina se le fuera del cuerpo, tomó su bicicleta y salió rápidamente de la casa. Dobló por la avenida y se internó en el tráfico teniendo cuidado de no perder el control. Tampoco era muy bueno con la bicicleta, mientras que su hermana era atlética y había ganado una competencia de ciclismo cuando estaba en secundaria.

Esto hizo que Jung se molestara más con Hikari, de modo que aceleró. Pedaleó y pedaleó con tanta fuerza que cuando se dio cuenta iba condenadamente rápido. Perdió el control de los pedales. Cruzó sin mirar una calle. Casi arrolla a una agradable ancianita que le gritó de manera muy específica algo que tenía que ver con su sombrilla y con el culo de Jung.

Sin embargo los frenos no funcionaban. Jung giró velozmente y quiso tomar el control de su bicicleta. Lo logró a media calle y creyó estar a salvo.

Dos segundos después fue atropellado por Hyun.

 

—¡Oh, carajos! —exclamó Hyun al sentir el golpe, aunque claro que no había sido por Jung. Su café se había derramado justo en su entrepierna, manchando el asiento, sus caros pantalones y quemándole ciertas partes que eran sus favoritas —Maldito tope. De seguro me jodió la defensa.

Se bajó rápidamente para ver si su preciado coche estaba bien. Por desfortuna no. Tenía un rayón a causa del golpe.

—Oh, no, no, no, no. ¡Mira lo que hiciste! —le dijo a Jung, que estaba en el piso casi inconsciente —Es un coche nuevo…

Jung se revolvió y se levantó. Le dolía todo el cuerpo.

—Vamos, arriba, chico. Estás bien ¿verdad?

—Ah… rayos. Me siento… raro.

—Sí, y yo me siento con una deuda ¿te lastimaste?

—Me acaba de atropellar.

—Corrección —dijo Hyung —. Pise el freno a tiempo. Estos coches de última…

Los dos se quedaron callados y miraban una sola cosa: el dedo pulgar de Jung que estaba doblado en un ángulo poco natural.

—Oh… chico, eso no se ve bien.

—Hospi… hospi… tal. —fue lo que dijo Jung antes de pegar un grito tan fuerte por el dolor. Hyung dio un salto de susto.

—¡Vamos, vamos! ¡Sube, te llevaré!

—¡Duele, coño!

—Sí, sí. Duele. Lo sé. ¡Deja de gritar que me pones nervioso!

—¡Dueleeee!

—Ya lo sé.

—¡Que lo sepa no hace que deje de doler!

Después de cinco kilómetros de escuchar quejas y de una multa por exceso de velocidad, Hyung llegó al hospital y se preocupó de que Jung estuviera bien atendido. Se sentó en la sala de espera mordiéndose la uña del pulgar y pensando en qué clase de cosas le iba a decir al chico cuando saliera. ¿Qué no tendría que estar en su casa? ¿Por qué demonios su bicicleta no tenía frenos? Era culpa de él muchacho, por supuesto, pero a las autoridades es no les iba a importar en lo absoluto.

—¿Señor Hyung? —le habló un médico —. El chico está bien. Tiene algunas contusiones pero pudimos arreglarle el dedo.

—Genial ¿puedo hablar con él?

—Pase.

Así fue como por primera vez Hyung y Jung se vieron las caras. Él primero era un hombre de unos 23 años, esbelto de cuerpo y mostraba una sonrisa condescendiente de esas que dicen, hey, que onda. Todo en orden colega ¿verdad? Mientras que Jung era un chico de escasos 18 años, pálido por no salir frecuentemente, delgado por una dieta a base de arroz y verduras, y con una despeinada mata de cabellos cafés.

—Hey, qué onda. ¿todo en orden colega ¿verdad? —saludó Hyung y le puso ofreció chocar las manos. Al parecer se le había olvidado el pequeño problema con el dedo del chico.

—Vete. Al. Carajo —le espetó Jung —¡Mira lo que me hiciste, cabrón bruto! ¡Ya no podré dibujar!

—Uy, que miedo. Menos mal que no te preocupa bañarte o hacer cualquier otra cosa ¿qué rayos hacías en plena calle?

—¿Y tú que rayos hacías con el pie lejos del freno? ¡me atropellaste!

—Qué pena. Dame un puñetazo —se burló Hyung y le puso la cara a la altura de la suya —. Aquí, mira. Pero no te vayas a romper la mano, ¿eh, chiquitín? Tómate tu…

Por lo visto, Hyung olvidaba que Jung tenía dos manos. El chico le dio una bofetada tan fuerte que Hyung dio una vuelta entera y se agarró a las faldas de una enfermera gorda que estaba por allá.

—¡Óigame usted cabrón degenerado!

—Señora, le aseguro que hay una…

Recibió otra cachetada, y se giró de vuelta a Hyung. Ahora él estaba doblemente golpeado, avergonzado y molesto.

Pero Jung se empezó a reír. No una risa de burla. Una de auténtica felicidad como si hubiera visto un programa de comedia. Hyung pensó en regañarle, pero se dio cuenta de que las risas del chico le estaban sonando confortables.

—Me llamo Jung ¿y usted?

—Soy Hyung, y no me digas usted. No estoy tan viejo. Tengo 23 años. Como sea ¿te sientes bien? Pagaré todo, por cierto.

—Sí… el médico dice que me puedo ir a casa.

—¡Bravo! —aplaudió Hyung con mucho entusiasmo — Llámale a tus padres, ten éste cheque por los imprevistos y cero demandas. Adiós.

—Alto —le paró Jung cuando Hyung se estaba yendo —. Me tiene que llevar a casa.

—Nop. No lo creo.

—Me atropellaste —dijo Jung.

—Lo atropelló —dijo la enfermera gorda.

—Lo atropelló —gritó otro paciente tras una cortina.

Hyung, sonrojado, bajó la mirada y suspiró.

—Si hubiera arrollado a un gato…

—¿Qué dijo?

—Nada, nada. Andando, chiquitín. Te llevaré a tu casa pero no quiero volver a verte.

Aunque estoy seguro de que lo veré de nuevo —pensó Hyung con fastidio.

Y así fue como Hyung y Jung se conocieron en ese día de verano, y aunque los dos pensaron que no habría nada más que decir, la verdad es que se equivocaban porque cosas más inesperadas, divertidas y dramáticas estaban a punto de suceder.

 

 

Notas finales:

xDD ¿qué les ha parecido? creo que Jung va a tener que cambiar muchas cosas en su vida, y al parecer el ocupado de Hyung necesitará de un espacio mas en su agenda personal jaja 

recuerden  cualquier comentario, sugerencias u opinion será bien recibida y motivadora :) muchas gracias por leer, nos veremos en el próximo capítulo n.n 


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