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Unlikely Matches por Leia21

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Notas del fanfic:

Gracias por pasarte a leer, espero que lo disfrutes!

Notas del capitulo:

Acabo de ver la advertencia de orgías. No tenía planeada ninguna orgía, pero ahora sí la voy a planear. Yes o yes.

Acostumbrarse a Kuroo era prácticamente imposible. Cada viaje a Tokio estaba lleno de bromas de adolescentes, citas incómodas y regalos vergonzosos. Siempre se preguntaba por qué se tomaba la molestia de hacer ese viaje solo para aguantar los juegos del mayor. Y, como siempre, ahí estaba, saliendo de una película particularmente mala, que no pudo ver porque se la pasó poniendo a raya a Kuroo, que estaba empecinado en aprovechar la oscuridad de la sala. Por enésima vez, Kuroo trató de tomarle la mano y por enésima vez, Tsukishima lo apartó de golpe.

—Eres testarudo, ¿sabes? —se quejó Tsukishima, con el ceño fruncido.

—Y te encanta —canturreó Kuroo, sonriendo triunfante.

— ¿Cómo lo sabes? —preguntó el rubio, cruzando los brazos—. ¿Crees que el humo de la ciudad te vuelve irresistible o algo así?

—Mmm, puede ser… —hizo un último intento por acercarse y Tsukishima volvió a evitarlo—. Lo cierto es que, sin importar lo que digas, siempre vuelves por más.

Tsukishima solo rodó los ojos por respuesta. No tenía cómo responder a eso. No importaba qué tan infantil le pareciera el mayor, él siempre volvía a la ciudad.

Después de una cena rápida, como era costumbre, Kuroo lo llevó a su casa. Los motivos se le escapaban, pero la casa de Kuroo siempre estaba vacía los fines de semana que él venía de visita. Como si sus padres supieran lo que su hijo planeaba hacer bajo su techo y, por consideración, salían de la ciudad para dejarlos solos. Pero no todas las noches Kuroo conseguía meterlo a su habitación. De hecho, esa era la cuarta vez que visitaba la habitación, y se sentía igual de abochornado que la primera vez.

Kuroo abrió la puerta y lo dejó entrar, mientras él volvía abajo a revisar algunas cosas. Tsukishima se paró en medio de la habitación, nervioso y sin saber qué hacer. Estaba bastante desordenado, con la cama a medio hacer, pero se imaginaba que las habitaciones de la mayoría de los adolescentes eran así. Volvió a ver la cama y recuerdos de lo que ya habían hecho sobre ella lo hicieron sonrojar. En la mesita de noche al costado de la cama, en el primer cajón, sabía que estaban guardados un par de condones y un frasco de lubricante. La primera vez que… aquello pasó, Tsukishima se burló amargamente de lo preparado que estaba el mayor. No fue hasta después de dos días de no responder los mensajes de Kuroo que este le confesó que nunca había llevado a nadie a su habitación, y que todo aquello lo compró para él. Incluso aprovechó la ocasión para preguntarle si deseaba probar lubricantes aromatizados o algo así. Tsukishima lo odió por esa pregunta, pero no pudo negar el alivio que esa información le causó.

Esos celos, por llamarlo de alguna forma, lo tomaron por sorpresa, así como muchas cosas más en todo el tiempo que había aceptado salir con Kuroo. Todo le daba miedo, todo era extraño. Se sentía ansioso todo el tiempo, pero igual, volvía. Como si Kuroo  fuera una molestia que no podía dejar de lado.

Estaba tan metido en sus pensamientos que no sintió a Kuroo volver a la habitación, hasta que él le rodeó la cintura con los brazos.  Se tensó un poco y esperó escuchar alguna frase estúpida, pero, como pocas veces, Kuroo se mantuvo en silencio. Solo se dedicó a besar su cuello y nuca, mientras sus manos descansaban casualmente sobre sus caderas. Tsukki tragó saliva, sabiendo lo que vendría luego. No sabía si estaba contento o molesto con lo directo que era Kuroo.

—Pensé que ya estarías poniéndote cómodo —finalmente, Kuroo habló y sus manos se movieron perezosamente delimitando el borde de su pantalón—,¿o acaso te pone que…? —la pregunta murió a la mitad y solo entonces Tsukishima recordó que Kuroo también era humano y a veces se ponía nervioso—. ¿Quieres que lo haga yo? —trató de sonar burlón como siempre, con una mano colándose bajo la remera de Tsukki.

Algo en la pequeña vacilación de Kuroo le dio coraje y Tsukki se liberó de sus brazos para darse vuelta. Puso una mano sobre el pecho de Kuroo para mantenerlo a raya y lo empujó hasta hacerlo caer a la cama.

—No, quiero que me veas —se arrepintió apenas lo dijo.

Los colores se le subieron al rostro y su garganta se secó. Aún así, ya lo había dicho y retractarse lo haría quedar mal. Además, el rostro de Kuroo valía la pena. El pobre estaba echado en la cama, con el rostro rojo hasta las orejas y los ojos clavados en él. Tsukishima sonrió satisfecho.

—Te ves como todo un perdedor… y uno virgen —le tentó.

Tomó un respiro más y comenzó deshaciéndose de la chaqueta. La deslizó por sus hombros, sin verlo, pero tratando de ser seductor, y la dejó caer al suelo. Volvió a sentirse estúpido, pero se aguantó. Con los brazos cruzados, tomó los bordes de su remera y comenzó a subirla lentamente. El contacto de sus dedos contra su piel le hizo sentir extraño, y la mirada fija de Kuroo en los centímetros de piel que descubría, agudizó los nudos en su estómago.

Capaz eran los nervios, pero le costó algo quitarse la remera. El bochorno lo puso más nervioso y terminó luchando con el botón de su pantalón. Comenzaba a frustrarse, cuando la mano de Kuroo lo detuvo.

—Déjame ayudarte… —Kuroo ya estaba sentado al borde de la cama y tiró de su pantalón, para que se acercara.

Se relamió los labios, mirando al rubio a los ojos y lamió la blanca piel de su abdomen, mientras sus manos desabrochaban el pantalón con facilidad. Tsukishima frunció algo molesto. Kuroo siempre sabía qué hacer en esas situaciones y él perdía la ilusión de control que deseaba tener. Pero las atenciones de Kuroo le hacían olvidar eso. Sintió una tensión en su bajo vientre. La sangre comenzaba a acumularse en sus partes bajas. Oh, la juventud y sus hormonas. Kuroo bajó el pantalón con cuidado, sin dejar de besar y lamer su piel. Cuando al fin la prenda estuvo lo suficientemente baja como para caer al piso, las manos de Kuroo tomaron sus nalgas, masajeando los globos de carne.

— ¡Kuroo! —reclamó, asombrado, y extremadamente excitado.

Clavó sus dedos en los hombros del mayor, pero no lo apartó. Solo lo usó de soporte, porque sus piernas comenzaban a flaquear. Kuroo lanzó una risita y siguió recorriendo su entrepierna, solo rosando su pene con los labios aún. Tsukishima aún no estaba totalmente erecto, pero era obvio que respondía a las atenciones de Kuroo. Los labios de Tetsurou llegaron a la punta del miembro y lo tomó con delicadeza. Acarició el glande con la lengua, húmeda y juguetona, y Tsukishima tembló. Un gemido agudo abandonó su garganta y, muy a su pesar, sonaba increíblemente… necesitado.

Kuroo sonrió con los labios alrededor de su pene y, con la presión justa, metió más del miembro a la boca. Tsukki lanzó otro quejido cuando la lengua de Kuroo se puso a seguir cada vena en su miembro. El rubio movió las caderas, buscando más de esa cálida y húmeda cavidad. Kuroo lo sujetó de las caderas, para mantenerlo en su lugar, pero a cambio, agarró algo más de ritmo e intensidad. Succionaba y lamía toda la extensión del órgano, hasta tenerlo totalmente erecto y palpitante

—Tetsurou… —gimió Tsukki, con voz agonizante.

Tomó un puñado de pelo negro, porque sus rodillas se sentían tan débiles. Kuroo lo notó, lanzó un último gemido, con el pene completamente en su boca, dejando que las vibraciones llegaran a Tsukki, y se apartó. Antes de que Tsukishima pudiera quejarse, Kuroo ya lo echó a la cama y se posicionó entre sus piernas abiertas. Las manos del mayor acariciaron sus muslos, mientras sus labios se dedicaron a besar toda la zona. Tsukishima se deshacía en quejidos y suspiros de placer, tomando, pero Kuroo sabía que el rubio aún no estaba del todo perdido en lo que sucedía.

En vez de tomar nuevamente el pene entre sus labios, esta vez pasó a la arrugada piel de sus testículos. Jugó con ella, besando y estirando suavemente, deleitándose con las exclamaciones de Tsukki. El rubio se revolvía bajo sus atenciones, luchando en vano contra el placer. Succionó un testículo, jugando con este en su boca y soltándolo de golpe, haciendo un obsceno sonido. Y luego, su boca bajó más, besando la suave piel del perineo.

Tsukishima sentía el rostro arder. En su vida había sentido algo en esa zona. Se sentía tan expuesto y sucio bajo esas caricias, pero por nada del mundo quería parar. Se sentía en una bruma densa y húmeda que lo sofocaba deliciosamente. La lengua de Kuroo no se detuvo allí, luego de acariciar un poco más ese pedazo de piel, siguió bajando. Abrió más las piernas de Tsukki y, sin dar aviso, su lengua se posó sobre el apretado orificio ocultó entre sus nalgas.

— ¡No! —se sobresaltó Tsukki, pero Kuroo sostuvo sus piernas con firmeza—. Basta, eso no… —pero Kuroo ignoró sus protestas y siguió atendiendo la piel arrugada de su abertura.

Tsukki tragó saliva, y sintió como si estuviera tragando una pelota dura. Sentía las caricias de los labios y la lengua de Kuroo en esa zona tan íntima. La emoción era demasiada, casi sobrecogedora. Quería cerrar las piernas, detenerlo, pero, al mismo tiempo, lo pervertido del acto lo dejaba quieto en su sitio. Kuroo jugaba con los pliegues de piel un poco más, antes de presionar con la lengua, buscando penetrarlo.

—Tetsurou, basta… —la sensación era tan extraña.

Lo hacía sentir raro y culpable, porque a pesar de todo, sentía que esa caricia lo estaba llevando al clímax. Pero, no era suficiente, quería más. Su miembro yacía erecto y olvidado sobre su abdomen, con gotas de pre semen haciendo un pequeño charco bajo el glande. Gimió tomando las sábanas y arqueando la espalda. Tenía ganas de tocarse, pero, sinceramente, después de una semana sin tener a Kuroo, solo quería una cosa.

—Kuroo… —lo llamó—. Tetsurou, por favor… —lanzó un suspiro, lleno de lujuria. Su voz sonaba ronca, apagada por el placer—. Necesito… Necesito que… —tragó saliva. Su sonrojo se agudizó al saber lo que pediría—. Cógeme, Tetsurou, por favor… —rogó, con la voz quebrada.

El timbre perfecto para llamar la atención de Kuroo. Esas solas palabras hicieron que su pene diera un salto dentro de sus pantalones y de repente, ya no tenía la paciencia necesaria para seguir jugando con su pobre amante. Gruñó, irguiéndose.

—Por supuesto —dijo Kuroo, abriéndose los pantalones con una velocidad que solo le daba la calentura.

Su caliente miembro prácticamente palpitaba en su mano, la punta brillante por todo el líquido seminal que había soltado. Se inclinó sobre Tsukki, estirándose para tomar los condones y el lubricante y, algo en Tsukki, algo primitivo y foráneo, lo llevó a detenerlo.

—No, no lo uses… —tragó saliva y bajó la mirada abochornado—. Quiero sentirte dentro.

Kuroo apretó los labios, volviendo a acomodarse entre sus piernas y lo besó. Un beso profundo y violento, como si quisiera devorarlo por completo.

—Me vas a matar —gruñó Kuroo sobre sus labios. Tomó su miembro y, sin más preámbulo, lo llevó a la entrada del rubio.

Tsukishima frunció el ceño, moviendo las caderas en respuesta a esa caricia. Quería ese miembro dentro, quería sentirlo tan profundo y tan fuerte como fuera posible, y lo quería ya. Pero Kuroo se tomó su tiempo, primero empujando con mano firme pero con cuidado, hasta que el glande venció la resistencia del esfínter y comenzó a entrar. Ambos gimieron cuando la cabeza atravesó el aro de carne, ganando milímetros con una constancia épica. A Tsukki, ese paso lento lo volvía loco. Lo obligaba a sentir cada centímetro que carne que profanaba su cuerpo. Pero no se quejaba, porque sabía lo mucho que a Kuroo le gustaba concentrarse en ese primer acto.

Cuando al fin estuvo dentro, tan dentro como podía, el mayor se tomó unos segundos para admirar con depravada fascinación el punto donde sus cuerpos se unían. Tsukki odiaba esos segundos, lo hacían sentir tan… sucio. Llevó la mano a su pelvis, llamando la atención de Kuroo.

—Ya deja de perder el tiempo —reclamó, con la mirada fiera, a pesar de su acalorado rostro.

Kuroo lanzó una risa ladina, y obedeció de inmediato. Con menos preámbulo, comenzó a mover las caderas, probando un poco al principio, hasta que Tsukki lanzó un gemido. Era ahí donde debía apuntar y así lo hizo. Sin compasión, comenzó a tomar impulso y atacó con fuerza su próstata, tomando al menor por sorpresa. Tsukishima, al principio, se negaba a gemir o lanzar algo más que quejidos y suspiros, pero con la persistencia de Kuroo, no faltó mucho para que se deshiciera en gemidos agudos. Se sentía tan lleno y casi sobrecogido de placer, con el caliente miembro de Kuroo marcándolo por dentro.

—Tetsurou, Tetsurou… —llamaba Tsukki, con lágrimas escapándose de sus ojos. Soltó las sábanas y de inmediato, sus brazos rodearon el cuello de Kuroo y sus uñas se clavaron en la fornida espalda.

Abrió más las piernas, arqueándose más para permitir al otro llegar cada vez más profundo dentro de él. El placer crecía sin control, haciéndole perder la cabeza. Solo existían él, Kuroo y el ardiente punto en el que sus cuerpos se unían.

—Rayos, Tsukki… —gimió Kuroo entre dientes, perdiendo el ritmo debido al placer. Sus estocadas eran cada vez más descuidadas, pero no carecían de nada de fuerza.

Estaba a punto de terminar y sabía que no debía hacerlo dentro del rubio. Se enfrentaría a un mundo de regaños si lo hacía sin condón, pero… Las sensaciones eran demasiado para él y, sin aviso y sin poder hacer nada más que seguir penetrándolo, terminó muy profundo dentro de Tsukishima, con el nombre de este en sus labios.

Tsukishima sintió el cálido semen del mayor dentro y algo en la idea de tener la semilla de Kuroo dentro hizo que finalmente también se corriera sobre su estómago, sin más estímulo que el suave roce del torso de Kuroo.

Se quedaron quietos un momento, descendiendo de a poco de la nube de excitación. Un momento de paz antes de la tormenta. Kuroo salió lentamente de Tsukki, y se acostó a su lado, acariciando el cansado rostro de su amante. Se veía precioso, sudado y con los ojos cerrados. El rojo de sus mejillas se iba desvaneciendo de a poco. De pronto, Tsukishima abrió los ojos y volteó a ver a Kuroo.

—Lo siento escurrir entre mis piernas —se quejó—. ¿En qué estabas pensando, bastardo?

Kuroo se quedó quieto un segundo, sin entender a que se refería. Lastimosamente, esas palabras fueron directo a su miembro cansado. Kuroo sonrió y se inclinó a besarlo.

—Deja de tentarme, o te dejaré sin poder caminar en la mañana.

—Como si pudieras —Tsukki lo apartó, sin inmutarse con sus palabras. O, al menos, eso quería aparentar, pero la idea no le parecía tan mala. Se levantó, planeando ir al baño, pero los brazos de Kuroo lo detuvieron.

—Puedo intentarlo… —ofreció, con picardía.

Tsukki se sonrojó antes que pudiera evitarlo y rodó los ojos para disfrazarlo. —Deja de jugar. No somos animales —se soltó, porque necesitaba alejarse de Kuroo antes de rendirse a sus encantos y volver a abrirle las piernas. Siempre que el acto acababa, a Tsukki le entraba una súbita ola de vergüenza por todo lo que había hecho y dicho. Le asombraba lo desinhibido que podía ser con el mayor. Fue al baño. “Como un animal…”, pensó para sí, mientras entraba al baño. Se metió a la bañera y abrió la ducha.

—En realidad, sí somos animales —la voz de Kuroo lo sobresaltó.

Lo había seguido al baño y ya estaba metiéndose con él bajo el agua. Kuroo le dijo que era para ahorrar agua cuando el rubio se quejó, y Tsukki lo dejó ser, soltando un suspiro exasperado.

—No es razón para comportarse como uno. Incluso los alfas y omegas se comportan —siguió reprochando Tsukki. Apartaba las manos de Kuroo a manotazos cada vez que trataba de tocarlo.

—Lastimosamente, ni tú ni yo lo somos… —sin dejar de insistir, al fin, consiguió abrazar a Tsukki y repartió besos sobre su mejilla—. Pero me gustaría hacerte mi omega de por vida. Te marcaría día y noche…

—Ya, deja eso… —lo pellizcó para que se callara—. Sabes que no es tan sencillo. La vez pasada, un omega entró en celo y Tanaka-san se volvió loco.

—Vaya, eso es raro. Pensé que los omegas tomaban pastillas para evitar esas cosas —Kuroo lo comentó a la ligera, saliendo de la ducha primero. Debía buscar toallas limpias para Tsukki.

—Al parecer, este chico no sabía que era un omega… y a los quince años, en un partido de práctica, lo descubrió a la mala —siguió explicando Tsukki, hurgando su interior con sus dedos para sacar todo el semen de Kuroo.

Kuroo se quedó viendo un poco más, perdido en la imagen de Tsukki metiéndose los dedos.

—Pensé que… eso lo averiguaban ya a los trece o doce años —su voz sonaba perdida, porque su atención estaba en otra cosa.

—Al parecer, se puede presentar tarde… —Tsukki sabía que Kuroo lo miraba, y, muy a su pesar, respondía a ese escrutinio en formas que no quería.

—Pero ya es muy tarde para nosotros, oh, simples mortales —bromeó Kuroo, dándose cuenta de que Tsukki alargaba el acto de limpiarse. El menor estaba dándole un espectáculo y él no iba a desaprovecharlo.

—Mmm, sí… —se le escapó un gemido y miró a Kuroo, como invitándolo a unirse.

Kuroo no necesitó palabras, y se metió a la ducha, nuevamente. Muy en el fondo, Tsukishima pensó para sí, que ser el omega de Kuroo no estaría mal.

Notas finales:

¿Comentarios? ¿Opiniones? ¿Ideas? ¿Les gustó? ¿Qué esperan ver luego? O solo díganme hola. Necesito comentarios, necesito saber que existen. Necesito amigos para continuar (?)


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