Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Don't Answer [JohnTen] [NCT] por Kuromitsu

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Johnny ni siquiera toca su cena cuando llega finalmente a su mesa. No porque fuese asquerosa, al contrario; no existe nada más delicioso que la comida coreana de ese restaurant ubicado justo en el corazón de Chicago —aunque cualquier producto comestible es maravilloso en comparación a la comida que él mismo puede preparar, la cocina no constituye uno de sus fuertes—, sino que por otra razón muy particular e impropia de él. Resoplando, pone algo de su parte en parecer normal y lleva uno de los tallarines a la boca, el que mastica con parsimonia mientras sus ojos siguen fijos en el mismo sitio.

Y es que a pesar de ser cliente frecuente del local y por tanto comer allí mucho más de lo que se pudiera considerar sano —o responsable, financieramente hablando— es la primera vez que ve a ese mesero que no deja de sonreír a los clientes y servir de forma eficiente a las distintas mesas que debe atender. Nota cómo su cabello negro, con el flequillo cayéndole desordenado sobre la frente, se mece de forma graciosa cada vez que alguna de las personas le pide algo. A pesar de la distancia que los separa Johnny cree ver unos cuantos piercings brillando en ambas orejas del chico, aunque aquello no opaca para nada el resplandor de esa sonrisa; esos dientes blancos que amablemente se dejan ver frecuentemente, iluminando todo su rostro, llenándolo de una vitalidad contagiosa.

Lástima que justo su mesa no estuviese contada entre las que el bajito camarero debía atender, piensa Johnny mientras sigue demasiado ocupado viéndolo como para comer algo más. Enfoca mejor los ojos con todo el esfuerzo que logra reunir sin tener que efectivamente levantarse y dar vueltas por ahí cerca —porque demonios, piensa, ¿acaso no sería muy obvio de su parte?—, y con una sonrisa de satisfacción al fin logra notar la etiqueta que el mesero lleva en el delantal.

“Ten”

Le ve conversar con otro de los empleados durante un momento, y la mueca de felicidad que lleva en los labios desde hace un tiempo se ensancha cuando sus miradas se cruzan por apenas un segundo.

Sí, su sonrisa cálida es hermosa, pero definitivamente no es lo único que atrapa su atención.

———

—Ten —el aludido levanta el rostro de la libreta de pedidos, y enarca ambas cejas mientras el compungido de su colega se acerca a paso rápido. YoonOh luce incluso más nervioso de lo usual lo cual ya es bastante: Ten todavía no es capaz de entender cómo el estadounidense de ascendencia coreana se ve menos adaptado al trabajo que él mismo, un nuevo empleado que además es extranjero y que por tanto muchas veces ha tenido problemas al tomar los pedidos. Increíble, pero los papeles parecían estar siempre invertidos y esta noche no es la excepción—. Ven un momento.

Asiente y hace lo que el castaño le ordena, pero su felicidad se empaña un poco cuando el gigantón de YoonOh se agacha un poco para susurrarle al oído. ¿Por qué la genética era tan cruel y le había castigado con ser tan bajito?

—No sé si notaste pero si miras recto en esa dirección —la voz de YoonOh resuena fuerte y claro en su oído izquierdo a pesar de que es tan solo un murmullo. Le ve apuntar con disimulo a alguna zona que está justo a sus espaldas—, hay un tipo que no ha dejado de verte desde que llegó. ¿Lo conoces acaso?

Mira hacia donde le indica y sus ojos se encuentran con los de un hombre de traje y corbata que, efectivamente, le está viendo tan fijo que su piel no tarda ni un segundo en erizarse. Desvía la vista lo más rápidamente que puede, pero el rostro de ese sujeto —inusualmente atractivo para ser un simple hombre de negocios como apunta a todas luces— se queda estampado en su memoria, junto con la incómoda sensación de que cree haber visto una sonrisa asomando en esos carnosos labios antes de romper el contacto entre ambos.

Al mirar nuevamente el rostro demasiado asustado de YoonOh, ríe a la par que le da un suave codazo en las costillas. Se estaba preocupando demasiado.

—Exageras, probablemente está mirando a otra persona —revisa nuevamente el pedido en su libreta y un suspiro sale antes de que sea capaz de retenerlo—. Tengo cosas que hacer.

Sin más que añadir se devuelve a paso rápido hacia la cocina para entregar la orden, pero esos ojos profundos se mantienen rondando en su mente incluso después de varios minutos. Sonríe con suficiencia. Los tipos como ese, bien vestidos y confianzudos, no se quedaban mirando sin razón alguna; los conoce bien, de hecho, más que bien. Porque aunque ya no esté en su tierra natal, Tailandia, Ten sabe que si intentaban hacerle ojitos era probablemente porque la persona en cuestión quería algún tipo de favor. Un descuento en su pedido, una bebida gratis…

O tal vez quería esperarle hasta después de que terminase su turno para invitarle a un motel y follarle; después de todo, no sería la primera vez en conocer a un ligue de una noche gracias a esa estrategia.

De cualquier forma, en esa fría noche de viernes no está de humor para complacer a nadie.

O mejor dicho, solo a una persona.

—Oh, DongYoung —detiene al delgado mesero antes de que salga por la puerta que conduce al salón central—. ¿Puedes cubrirme? Necesito hacer una llamada urgente.

—Claro —el de grandes ojos asiente con una sonrisa de oreja a oreja, la que Ten corresponde a su vez enérgicamente hasta salir de la cocina por la vía que lleva al callejón exterior; el pequeño rincón de paraíso que en más de una oportunidad ha tenido que utilizar para calmar un poco su estrés en las veces que el restaurant ha estado demasiado lleno.

Se deja caer en el pequeño descanso y recién ahí es capaz de suspirar largamente a la par que sus dedos masajean sus músculos de la cara, intentando relajarlos. Duele tener que sonreír por tanto tiempo y de forma tan forzada durante casi todo el día, pero al menos nadie se ha dado cuenta de ello. Del bolsillo delantero de sus pantalones saca el último de sus cigarrillos junto con su preciado encendedor, y lo prende sin demora para aspirar esa relajante nicotina antes de dejar escapar el humo en una exhalación.

Tal vez viajar desde Tailandia a Estados Unidos no había sido tan buena idea, después de todo. A pesar de que creía manejar el idioma gracias a lo aprendido durante sus años de enseñanza, pronto se dio cuenta que lo escrito en textos escolares difería mucho de la vida real, y en más de una ocasión la propina no hizo aparición debido a sus errores al escuchar lo que los clientes querían. El dinero estaba escaseando en su billetera y si seguía así tendría que recortar más gastos; los siguientes en desaparecer tendrían que ser indudablemente los cigarrillos. Tiembla de solo considerarlo y se asegura de disfrutar cada segundo.

Sin embargo, ninguno de esos motivos es suficiente para efectivamente devolverse a su tierra natal tal como lo ha sopesado en arranques de tristeza y melancolía; tampoco lo podría hacer porque se había venido en un pasaje sin retorno a Estados Unidos. De tan solo pensar que quizá jamás volvería a su querida Tailandia le entran ganas de desaparecer de esa horrenda pesadilla, del apestoso mundo en el que le tocó vivir.

Saca su celular del bolsillo de su chaqueta, oculta tras el delantal de mesero, y revisa sin muchas esperanzas el buzón de mensajes; sin muchas, pero conservando las suficientes como para tener que hacer una pausa en el trabajo cada veinte minutos como mínimo, todo para ver si al fin ha obtenido una señal de él.

Sin embargo no hay mensajes nuevos de HanSol, y no ha recibido ninguno en el mes y tres días que lleva fuera de su amada Tailandia, lugar donde conoció y aprendió a enamorarse, a amar a otra persona.

Por añadidura, a odiarla.

Levanta los ojos al cielo para evitar llorar por enésima vez, porque los recuerdos no se van por mucho que los intente eliminar de su memoria. Cuatro años y un mes de una relación idílica con HanSol, un extranjero —específicamente de Corea— al que había conocido gracias a los programas de intercambio que ofrecía su instituto. Hasta hace poco más de dos meses vivían juntos, cada uno trabajando de garzón en diferentes restaurantes después de haberse graduado del instituto, construyendo su futuro a base de esfuerzo y muchos sacrificios. Pero incluso con aniversarios donde no podían permitirse más que una salida a un local de comida rápida, y celebraciones de cumpleaños en las que tenían que poner toda su creatividad en regalar algo que fuese barato pero significativo, habían sido felices.

Muy felices. Ten apaga el minúsculo trozo de cigarrillo contra el piso, quizá, con más rabia de la que debería.

Todavía recuerda nítidamente el día en que salió del trabajo un poco antes, y decidió darse una vuelta al asfixiantemente pequeño departamento en que vivían. El amargo momento en que había cruzado la puerta hacia el dormitorio, topándose con HanSol haciendo el amor con otro chico de nombre “Yuta”, o eso entendió cuando su —desde aquel mismo momento— ex novio le salió persiguiendo hasta la puerta de entrada enteramente desnudo y pidiéndole disculpas de forma reiterativa.

“—No hay nada que hablar, terminamos, HanSol —le dijo mientras veía por el rabillo del ojo cómo Yuta sonreía con suficiencia—. Mañana vendré a recoger mis cosas.”

Más de cuatro años echados a la basura en un instante, y a veces todavía se arrepiente de ello, porque no cumplió sus palabras. Volvió al otro día solo para terminar enredado entre las sábanas de la cama que antes solía ser de los dos, gimiendo y llamando su nombre cada vez que HanSol entraba en su cuerpo; retirándose del departamento poco después de haber alcanzado el orgasmo porque de un día a otro pasó a ser un objeto de desahogo.

HanSol no terminó su relación con Yuta, y siguió acudiendo al hogar que llamaban suyo por muchos días más en horarios que, sabía, tendrían sexo como antes. Cuando eran dos y HanSol solo tenía ojos para él. Solo bastaba un mensaje o una llamada telefónica por parte de su ex novio para que inmediatamente fuese a satisfacer sus necesidades y, obviamente, las suyas propias.

Un infierno adictivo en el cual estuvo envuelto por más de medio año.

Por eso hace un mes y tres días —días que, efectivamente, cuenta en un pequeño calendario ubicado sobre la cabecera de su cama— que había salido corriendo de aquel ambiente asfixiante, donde solo era una tercera rueda en un vehículo diseñado para dos, donde no existía espacio para él a menos que estuviese dispuesto a seguir sufriendo porque su HanSol no volvería. Irse fue más fácil de lo que creyó jamás; simplemente le había rogado a sus padres que por favor le ayudaran para viajar a Estados Unidos, que una vez allí se pondría a estudiar Danza y dejaría de hacer el vago en trabajos de medio tiempo. La primera vez en que les había pedido dinero después de irse a vivir con HanSol, pero había valido la pena.

Si sus padres supiesen que está viviendo en esas condiciones, se pregunta, ¿cómo reaccionarían? ¿Y HanSol? Si tan solo supiera que tan solo un par de horas después de tener sexo había tomado un avión sin vuelta atrás a una tierra desconocida… ¿entraría en pánico? ¿O no le importaría nada?

Recuerda esos ojos tan gentiles al principio y los escalofríos invaden hasta el más apartado rincón de su cuerpo. Decir que le extraña sería quedarse corto; a menudo sueña con esos labios suaves sobre su piel y despierta en medio de lágrimas sin derramar.

Tal vez, de recibir un mensaje de su parte sería capaz de hacer lo imposible para volver a Tailandia… pero el chat entre los dos sigue igual a la última vez que tuvieron un encuentro furtivo por lo que ya no espera nada. Sin él, de cierta forma, la vida parece un tanto monótona.

—No…

Sacude la cabeza. Echarse a morir no es una de sus cualidades, al contrario; cada vez que llega al punto más bajo de su ánimo sabe que solo necesita abstraerse un poco de la realidad para volver a ser el de siempre. Y para distraerse, Ten sabe que no existe nada mejor que enrollarse con alguien en una noche… o con más tipos, incluso. Sentirse deseado se ha convertido en uno de sus pasatiempos favoritos.

Vuelve a entrar a la caótica cocina y lo decide: no puede seguir con esas presiones, no por hoy al menos.

—DongYoung —detiene nuevamente al mesero, quien se ve atareadísimo—. Mejor cúbreme hasta que termine mi turno, ¿sí?

Le sonríe angelicalmente pero la mueca de enojo de su compañero no se quita, al contrario.

—¡Oye! ¡No te atrevas a…!

No alcanza a oír más porque se quita el delantal y lo lanza a un rincón antes de salir a toda carrera por la puerta que da al callejón, cerrándola en las narices de DongYoung. Sus piernas se mueven con agilidad cuando les ordena que se muevan rápido antes de que su compañero termine por arrastrarlo de vuelta. Solo en la esquina se atreve a voltear y con alivio, sonriendo sinceramente después de mucho tiempo, se dirige a paso rápido hacia la parada de buses más cercana al comprobar que nadie le ha seguido. Su mueca de felicidad se ensancha al pasar frente al restaurant porque, aunque tenga problemas después por irse así como así, nada supera a la sensación apabullante de libertad que le invade.

HanSol simplemente le hizo un favor al engañarle con otro; si no le ha vuelto a contactar es porque probablemente está feliz con Yuta y ya no necesita que alivie su tensión sexual. Además, ya está demasiado lejos de casa como para devolverse de forma patética hasta sus brazos, aunque todavía extrañe un poco el contacto de esos labios contra su piel, la forma en que retozaban después de hacer el amor, los planes a futuro… pero el tiempo pasa y lamentablemente en los planes de HanSol ya no figura su nombre; ya no volverá a entrelazarse con su vida jamás. No debe hacerlo, por mucho que duela.

Ese es el enfoque que toma antes de desaparecer del ángulo de visión de los comensales del restaurante. Sabe perfectamente dónde ir para liberar un poco la presión en su pecho.

Tal vez, de haber mirado con mayor atención, Ten se habría dado cuenta de cómo uno de los comensales pagaba la cuenta apresuradamente; tal vez habría notado cómo, mientras esperaba pacientemente en el paradero, un auto lujoso auto de vidrios polarizados estaba detenido en un callejón aledaño, con el conductor mirando atentamente cada uno de sus movimientos.

———

Tan pronto como entra, la fuerte mescolanza de diferentes olores (sudor, alcohol, ¿euforia?) que conoce tan bien golpea sus narices. De cierta forma, olía a casa.

Cuando el único hogar que tiene es una verdadera caja de zapatos en la que debe aprender a vivir sin golpearse con las cosas cada dos por tres entonces sí, su club nocturno gay favorito —aunque a decir verdad, es el único que conoce y por consecuencia, su predilecto— definitivamente se ve más hogareño que su propio departamento. Por eso, después de arreglarse un poco durante el trayecto en bus —un poco de maquillaje y delineador, que hace que la atención del resto se dirija más a su rostro que a la ropa que utiliza, no tan apropiada para salir de noche—, se siente libre de volver a las andanzas.

—Oye, precioso, ¿quieres bailar?

No han pasado ni cinco minutos y ya ha interesado a alguien, excelente. Niega con la cabeza al chico de cabellos negros que le ha invitado porque definitivamente no es su tipo: demasiado bajito, casi como su tamaño (y eso según su percepción, es demasiado para siquiera considerarle como candidato). Además, el que no tenga el cabello rubio le resta varios puntos. O que no tenga esa mirada dulzona, esos labios carnosos y…

Parpadea y a punto está de golpearse contra la pared. Que su tipo ideal sea alguien como HanSol es mera coincidencia, sí.

Considerando el poco dinero que tiene no debería pedir un cóctel pero lo termina haciendo de todas formas porque necesita olvidar, y no hay nada que le ayude más que el alcohol considerando su baja resistencia al mismo. Además, quiere bailar hasta que los pies se deshagan y eliminar todas las ganas que tiene de volver al lado de su ex pareja (y de consecuentemente cruzar nuevamente el globo terráqueo para envolverse en su calor)

Y así, no tarda mucho en beberse todo el vaso, dejándolo en una mesa lateral mientras mueve su cuerpo al lado de otros, cambiando de pareja de baile cada dos por tres y apegándose más al sudor de todos esos desconocidos porque ya que se trata de una fría noche de viernes necesita entrar en calor. Siente unas manos acariciándole el torso y sonríe mientras agita su cabeza de un lado a otro, a tono con la potente música que hace vibrar cada célula de su cuerpo.

No se queja cuando uno de los tipos comienza a besarle; sus labios son un tanto resecos para su gusto pero, ¿qué importa cuando la noche es joven? Sonríe entre besos cuando las manos del hombre se cuelan debajo de su ropa a pesar de lo ajustada que está, y siente sus ásperas manos acariciándole la espalda con un deje de desesperación. Pero cuando abre los ojos y nota que el tipo con el que está a punto de llegar a mayores y arrastrarlo hasta el baño es alguien definitivamente mucho mayor que él, se espanta.

—¿Cuántos años tienes? —pregunta nervioso, mientras el tipo no deja de succionarle el cuello con demasiada fuerza. Un quejido sale de sus labios.

—Treinta y nueve, ¿por?

Un escalofrío le recorre la espalda. Solo tiene veintiún años mientras que el desconocido—al que recién ve directamente a los ojos gracias a que la euforia proveniente del vodka hace lentamente su retirada— perfectamente podría tratarse hasta de su padre. Le empuja, asqueado; pero el cuerpo del tipo no se mueve ni un centímetro.

—Quítate de encima, vejete.

—¿Por qué? Si te ha encantado la forma en que beso —las manos del desconocido le aferran con más fuerza y el pánico comienza a nublarle los pensamientos—. Solo quiero olvidarme de mi esposa por un momento, vamos…

—¡No! —intenta alejarse sin éxito de ese cuerpo tan grande que le tiene apresado, más asustado y disgustado de lo que ha estado jamás.

De pronto, se siente como si estuviera nuevamente con HanSol. A él le distraía de Yuta, y ahora el desconocido lo quiere para olvidarse de su esposa. Sus pensamientos debido al alcohol escalan rápidamente, ¿y qué tal si tiene hijos? ¿Realmente hay gente tan horrible en el mundo?

—¡Suéltame, imbécil...! —siente los dientes del tipo en su cuello nuevamente y su mal humor aumenta a tal punto que no es capaz de sentir nada más que ira. Con todas las fuerzas que saca de la adrenalina, aprieta su mano y le propina un puñetazo al desconocido; algo difícil debido al ángulo pero de todas formas logra su cometido. Se siente triunfante cuando el tipo le mira con la nariz ensangrentada desde el piso—. ¡Te dije que me soltaras!

Pasa su mano sobre el lugar donde le han enterrado los dientes de forma tan brusca y a punto está de golpearle nuevamente. ¿Quién se cree que es para andar dejando marcas en piel ajena?

El resto de las personas cercanas le quedan mirando y muchos comienzan a cuchichear entre sí, pero Ten no les presta atención. Que dijeran todo lo que quisieran; que lo echaran, incluso. Solo se había defendido legítimamente. 

—¿Estás bien?

—Tiene la nariz ensangrentada, ¿cómo podría estar bien? —responde con rabia, y antes de darse cuenta el resto de las palabras que salen de sus labios terminan siendo en su lengua materna, el tailandés—. Le dije que no quería y el muy imbécil siguió obligándome, ojalá la nariz le quede chueca para toda la vida porque bien mereci-

—Perdón, no entendí lo último… pero te preguntaba a ti.

Siente una mano en su hombro y casi tiene un micro infarto al ver que un hombre de traje y corbata le mira con preocupación; es el mismo cliente del restaurant, lo reconoce de inmediato a la par que una sensación extraña le invade de pies a cabeza.

¿Cómo se habían vuelto a topar?

—Sí, estoy bien —contesta, apretando la mano con la que ha dado el puñetazo y relajándola alternadamente—. Solo me duele porque ese tipo pesa como mil toneladas.

La preocupación da lugar a una sonrisa en un intento de tranquilizarle, pero que para desgracia de Ten termina siendo nada más y nada menos que seductora.

—Iba a intervenir pero fuiste más rápido —responde, y solo ahí Ten se da cuenta de lo alto que es aquel hombre de negocios, quien ni siquiera se ha arreglado un poco para visitar un club nocturno. Se siente estúpido al pensar aquello porque no es como si la ropa que está usando fuese apropiada tampoco: de cierta forma, están en igualdad de condiciones—. Perdón por no presentarme, me llamo…

—¿Qué están haciendo? ¡Las peleas están prohibidas acá!

Un hombre musculoso les grita casi a escupitajos, y nota cómo la persona a su lado se adelanta apenas un paso; un gesto que podría pasar desapercibido para los demás, pero no para él. Su cuerpo termina formando una pantalla improvisada entre él y la persona que a todas luces es uno de los guardias de seguridad.

—Se lo tiene bien merecido —la voz del desconocido resuena un poco más grave que antes—. Ha sido en defensa propia.

—¡Defensa propia o no, tendrán que irse! ¡Le dejaron sangrando!

El más alto le mira apenas por encima del hombro con una mirada divertida, como si no pudiese creer que el guardia se empeñe en proteger a la persona equivocada, y le devuelve la sonrisa.

—¿Vámonos?

—Sí.

Las palabras salen naturalmente de sus labios respectivos, y emprenden rumbo hacia las afueras del recinto sin prestar atención alguna a los reclamos del guardia enfurecido ni a las miradas atemorizadas y hasta asqueadas de los presentes.

El frío viento le hace tiritar al salir, pero no alcanza a decir palabra acerca del clima —ni tampoco de lo mucho que se lamenta de, probablemente, no poder entrar más a su club nocturno favorito— antes de que la voz grave del desconocido disuelva sus pensamientos.

—Soy John Seo —voltea y sus ojos se encuentran. Le ve morderse el labio inferior—. No nos presentamos antes, ¿verdad? Aunque no es necesario que me digas así, de hecho me dicen Johnny, ¿y tú…?

Muchas cosas se le pasan por la cabeza, como el hecho de que no tendrían por qué presentarse en primer lugar si solo ha sido un doble encuentro fortuito entre los dos, y que perfectamente podrían emprender rumbos distintos al salir de ese ahora prohibido lugar, pero no empañan ni un poco las ganas que tiene de saber un poco más de él.

—Ten —contesta rápidamente, sonriendo—. Me llamo Ten.

Bajo la luz del cielo nocturno el rostro del hombre de negocios o mejor dicho, de Johnny,  se ve incluso más atractivo que nunca al corresponder a su sonrisa.

Notas finales:

¡Hola a todos! Espero haberles sorprendido con esta historia que, dicho sea de paso, será corta. De hecho al principio sería un oneshot pero tengo problemas para acortar cosas... y aquí lo ven. 

Un comentario ayudaría muchísimo <3 ¡Nos vemos! 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).