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Blue Dawn. por hygge_b

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Por más que su padre intentara convencerlo, ninguna palabra bonita podía cambiar la cruel realidad: Sus padres querían enviarlo a un internado para deshacerse de él. Jeon WonWoo estaba acostumbrado a sentirse despreciado por todo ser viviente (tanto así que ni los animales lo querían, cada vez que intentaba acercarse a un perro -en apariencia- lindo, estos lo atacaban; por más mansos que fueran), pero que su propio progenitor quisiera tirarlo lejos, era algo para lo que ningún humano estaba preparado.

 

Él aparentaba indiferencia bajo su expresión de mármol, pero estaba seguro de que el sonido de su alma haciéndose pedazos se había escuchado hasta en Beijing. No le daría el gusto a la mujerzuela que tenía su padre como esposa. Oh, no. Él era mucho más que un niño que hace rabietas. Tenía diecisiete años bien cumplidos, podía sentir cada día que había vivido en cada célula de su cuerpo. Todos los segundos, minutos, horas, días, meses, años. La caza-fortunas que sonreía cínicamente detrás del hombro de su papá, no era capaz de entender la inmensidad de su extraña enfermedad. La mejor forma de resumirlo sonaba tan simple que hasta era contagioso; le dolía respirar.

 

Así fue como, al querer portarse como el buen hijo del que su padre estaba supuestamente orgulloso, había terminado en el asiento trasero del coche, con sus pertenencias en unas miserables maletas en el baúl, rumbo a un lugar desconocido, en una ciudad remota de Corea. Acomodó sus anteojos redondos y se desparramó en su lugar, doblándose de tal modo que apoyaba una de sus piernas sobre la cabecera del asiento del co-piloto, donde estaba su madrastra. Ella dedicó una mirada de reproche a través del retrovisor y él sonrió como si no hubiese roto un solo plato en su vida. Y es cierto -pensó- jamás he roto nada. Aunque varias veces había reconsiderado la idea de tumbar accidentalmente los preciosos jarrones que coleccionaba la mujer.

 

No sabía que tan lejos estaba el lugar de su casa, tampoco había tenido ganas de buscarlo en google maps, no le interesaba para nada aquel internado. Sólo quería dejar de ver un tiempo a SeoHee. Quizás, el instituto fuera un total desastre, entonces, podría quejarse con su padre sobre cuánto daño emocional le había causado la sugerencia de la mujerzuela. La sola idea le hacía sonreír. Se lo figuraba; él con los ojos lagrimosos, contándole sus pesares a su progenitor, acusando a su madrastra de solo querer a su padre para ella (lo cuál era cierto) y así, confiando en el sano juicio del hombre, la echaría a la calle. Porque para los Jeon, lo más importante es la familia. Se despertó cuando el coche frenó en seco y casi golpeó su cabeza contra el vidrio por el susto. Toció un poco. Su padre lo miró desde fuera del automóvil, WonWoo compuso una sonrisa, como diciendo "Estoy bien". Deseaba que pesara sobre su consciencia lo que estaba haciendo; mandar a su inocente hijo lejos, como una carga siendo despachada, para que su enfermedad no fuera una molestia. Entonces, decidió colocar la cereza sobre el postre.

 

— A mamá le hubiera gustado este lugar — Comentó, como dejando la frase casualmente suspendida. Aunque era verdad, al salir del coche se dio cuenta que la mansión que funcionaba como internado, tenía un lindo jardín delantero cubierto de arboles llenos de flores rojas. A WonWoo le gustaba el color rojo, pero le gustaba más el color azul. Acomodó sus lentes empujándolos por el puente de su nariz, el lugar le resultaba agradable, no parecía salido de una película de terror japonesa. Recorrió toda la fachada del edificio con la mirada, desde la amplia puerta hasta los ventanales decorados con hermosas y pesadas cortinas. Alzó su vista un poco más allá, hasta el tercer piso, donde una de las cortinas estaba corrida y un grupo de personas estaban amontonadas, viéndolo.

 

Jeon se sintió un poco intimidado, no le gustaba ser el centro de atención, pero al ser nuevo en el lugar, seguramente llamaría la atención por un buen tiempo. Al menos no soy el único enfermo aquí. Enfocó su mirada en los cuatro chicos que estaban amontonados, como si eso hiciera que su espionaje fuera menor obvio. Había uno con la cara muy pegada al vidrio y otro que miraba hacia él y hacia atrás, seguramente les estaba relatando a los demás lo que veía. Otro más estaba sobre estos dos, mirando sobre sus cabezas. El cuarto fue quien más le impresionó, no estaba siendo vulgar, solo estaba asomando su cabeza inocentemente por sobre el marco de la ventana. O estaba parado sobre un banco, o era muy alto. Su expresión era indescifrable, sus ojos eran demasiado brillantes incluso a la distancia y todo su semblante reflejaba una felicidad serena. ¡Claro que eso era extraño! ¿Cómo alguien enfermo podía estar tan feliz?

 


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