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Wendmill por Ashira

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Notas del fanfic:

Holaaa!! Aquí Ashira.

Este es mi primer fanfic, así que de seguro habrán errores y demás, pero soy fiel creyente de que de los errores se aprende, así que espero que me ayuden a mejorar.

Espero que lo disfruten!!

Notas del capitulo:

Es un capítulo corto...un pequeño flashback.

Estaba sentado en la mesa de siempre, en la escondida esquina del patio de siempre, leyendo un libro, como siempre. El cálido viento revolvía su cabello castaño y amenazaba con hacerle perder la página en la que se había detenido su lectura. Pero los ojos de aquel niño se dirigieron al bosque que tenía a su izquierda, ignorando todo lo demás. Allí estaban, como todos los miércoles y sábados a la tarde, trepados en las ramas de aquellos grandes y majestuosos árboles.

Tres niños estaban allí además de él. En las ramas estaba recostado uno cuyo cabello se mezclaba con el verde de las hojas, sus párpados siempre cerrados. Al lado del castaño había aparecido de la nada otro niño, rubio con dos trencitas en su nuca, sus brillantes ojos del color de las almendras estaban viendo fugazmente el contenido del libro que había olvidado por completo, una vez que sació su curiosidad, una sonrisa de satisfacción adornó su rostro mientras se sentaba a su lado. Un suspiro de aburrimiento llegó desde su espalda.

-Nunca te cansas de leer, ¿no es así, niño?

Se giró para ver a quien completaba aquel trío. Su cabello rojo se oscurecía aun más bajo la sombra del enome árbol, mientras esos ojos negros miraban al paisaje que se extendía frente a él.

- Aunque tengas once y seas tres años mayor, sigues siendo tan niño como yo.

Los ojos negros lo vieron con un oscuro brillo en ellos. Ante lo que dijo la suave y calmada voz no pudo poner reproche alguno. Para la sociedad, dejabas de ser un niño a los doce años.

-Aun así, eres muy aburrido para ser un niño. ¿No se supone que los principitos pasan los días divirtiéndose sin importarles nada ni nadie?

-Hay excepciones para todo.

No se defendía, ni atacaba. Así eran sus breves intercambios de palabras con este aprendiz de ninja.

-Deja de ser tan amargado Xion, solo tiene sed de conocimiento.

-Es mejor que lea a que se caiga de un árbol de nuevo.

Mikel y Ulises hablaron, uno a su lado y el otro en el árbol. El último bajó de un salto, aterrizando de cuclillas.

Los tres eran de un pueblo ninja escondido en algún lugar del bosque que estaba detrás de ellos. Venían de en sus tardes libres a ese pequeño claro. Un día él descubrió este lugar por accidente y se conocieron, iniciando una extraña relación. A menudo sentía curiosidad por como hacían los rápidos y ágiles movimientos, por lo tanto intentaba imitarlos, pero casi siempre terminaba con algunos raspones o con alguno de ellos evitando que se rompiera la cabeza contra el suelo. 

El pelirrojo asintió lentamente y se separó del tronco sobre el que estaba recostado. Cuando llegó a la espalda del niño miró sobre su cabeza hacia el libro.

-¿Sobre qué plantas lees hoy? ¿Medicinales? ¿Comestibles?

-Venenos.

-...

Un pequeño silencio se hizo pero se rompió por la carcajada de Mikel. El niño lo ignoró, Ulises soltó un suspiro de resignación y Xion solo murmuró un casi inaudible "típico".

La tarde fue igual que todas, esos tres practicando lucha, cada uno en lo suyo o simplemente mirando lo que hacía el niño, que era o leer o ver si reconocía alguna planta en los alrededores. Ulises acababa de bajarlo de la rama donde colgaba cabeza abajo mientras leía cuando se escuchó una voz chillona gritando.

-¡Señorito Luke! ¡Señorito Luke! ¿Donde está?

El niño soltó un pequeño "adiós" mientras se sacaba el polvo y recogía su libro del suelo. No necesitaba darse vuelta para saber que ellos ya se habían ido, así que simplemente siguió su camino hasta dar con la muy enojada criada. 

Tres días pasaron. Era sábado por la tarde, estaba sentado en la mesa como siempre, en el lugar de siempre, leyendo un libro, como siempre. La tarde transcurría como siempre, el viento cálido se fue enfriando a medida que el sol se ocultaba en el horizonte, el espacio en el que estaba se fue volviendo oscuro y frío. Se escuchaban los gritos de la criada a lo lejos, llamándolo, como siempre. Todo fue como siempre. Excepto por una cosa. Ellos nunca llegaron.


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