¿Cómo describir a Min Yoongi?
Imponente, inteligente, talentoso, guapo, sexy, diez años mayor que yo y heterosexual.
Yoongi llego a mi vida desde...bueno, en realidad desde que podía recordar el fue parte de ella. Como mejor amigo de mi hermano Namjoon, era un miembro más de la familia, en un principio era mi héroe, cuando cumplí diez años era mi modelo a seguir, ya con dieciocho era el dueño de todos mis sueños húmedos y erecciones matutinas…raro ¿no?
En mi defensa, Yoongi era la sensualidad materializada. Me era imposible no quedarme estático al verlo reír, al verlo bromear y sobre todas las cosas verlo vestir ese maldito traje negro que le quedaba a la perfección. Quizás hasta los mismos ángeles lo habían confeccionado para él.
Amaba a Yoongi en su totalidad, más allá de su aspecto físico, simplemente amaba todo de él. Su actitud tan arisca y carente de sentimientos, sus pocos momentos de expresividad, sus bondad, que muchas veces escondía, pero yo sabía que existía. Yoongi era mi sueño y yo solo su hermano pequeño.
-Llegue- aviso apenas atravesó la puerta de entrada. Yoongi y yo vivíamos juntos desde que tuve que mudarme a Seúl a estudiar. Fue el primero en ofrecer un espacio en su departamento y quién era yo para negarme.
-Bienvenido, preparé la cena- me acerque hasta el sillón más cercano para tomar su saco y colgarlo en el pequeño closet que había en la entrada. Muchas veces Yoongi y yo parecíamos una pareja de casados. El era una persona muy desordenada, desinteresada y básicamente solo vivía en su mundo. En cambio yo era un maniaco del orden y siempre estaba pendiente de lo que el tenia o no tenía que hacer. Era la mayor razón por la cual congeniábamos tan bien.
-Hoy fue un día de mierda- regaño apenas de sentó en la mesa- tuve un montón de trabajo, apenas pude comer algo, pero…-sonrió de esa forma tan sexy que amaba- hoy llego una nueva compañera de trabajo. Es preciosa, tiene un cuerpo de infarto, morena, sexy e inteligente- apenas escuche eso se me fue el aire. Intente disimular lo más posible mientras fingía disfrutar la comida, pero el nudo en mi garganta apenas me dejaba pasarla. –Creo que ya es hora de que busque una pareja ¿no crees?- me miro interrogante.
-No te veo emparejado la verdad- respondí fríamente.
-Vamos, no seas así. La verdad es que ya con treinta años tengo mis necesidades Jiminnie. Luego de terminar la universidad solo he trabajado como esclavo. A estas alturas de mi vida tengo dinero y solo me falta una mujer para satisfacerme y quién sabe, hasta proyectarme con ella.
-¿Por favor, si tan solo no pasas de relaciones de una noche y quieres proyectarte con una zorra que apenas acabas de conocer?-dije entre dientes.
-Oye ¿qué te pasa? ¿Un mal día en la universidad?- se rio en mi cara. Supiera la verdadera razón detrás de mis resentidas palabras.
-Sí, eso- me levante furioso de la mesa y me encerré en mi habitación. Cerré las cortinas, apague la luz, me despeje de mi ropa y me acosté. Enterré mi cara en las almohadas y dejé que las lágrimas se deslizaran libremente.
Odiaba discutir con Yoongi, pero nadie entendía lo que pasaba dentro de mí, el dolor que sentía con cada una de sus palabras. En un principio fingía que no me molestaba que el tuviese esas aventuras de una noche con cualquier mujer que se cruzase por las fiestas a las que Yoongi asistía, pero de allí a querer tener una relación con alguien me aterraba, ya que eso significaría perderlo para siempre. Aunque en realidad no puedes perder algo que no tienes y que jamás podrás conseguir.
Al día siguiente sentía como si mis parpados pesaran mil kilos. Debían de estar hinchadísimos y con unas ojeras terribles. Decidí quedarme en mi cama, no había nada de malo en faltar un día a la universidad.
Me tape hasta la cabeza, dejando apenas un pequeño espacio para respirar. Cuando mis ojos se estaban cerrando nuevamente Yoongi comenzó a tocar la puerta.
-Jimin el desayuno está listo- no respondí nada- no me obligues a ir por la llave y abrir la puerta- regaño y yo seguí sin responder, no lo creía capaz de hacer semejante estupidez, pero quien es capaz de predecir un movimiento de Yoongi. Sentí el pomo de la puerta girar y unos segundos más tardes la luz encendida. Me tape con las frazadas y cerré mis ojos.
-Jiminnie, vamos- sentí el peso de su cuerpo al lado mío. No respondí nada.- Vamos, tengo el desayuno listo- segui sin responder y solo le di la espalda.- No me hagas enojar Jimin, tu sabes cuánto odio que no me respondan cuando hablo- y lo sabia más que nadie, por eso lo estaba haciendo. -Levántate y anda a la universidad- jalo fuertemente mis frazadas.
-No me siento bien, déjame- intente traerlas de vuelta pero apretó mi muñecas ligeramente.
-No tengo tiempo para tus estupideces, ya me hiciste abrir la maldita puerta. No me hagas patear tu maldito trasero al baño.
-¡QUIERO QUE ME DEJES EN PAZ!
-¡NO TENGO TIEMPO PARA TUS MALDITAS ESCENAS, NO ERES MAS QUE UN NIÑO INMADURO!
Y sus palabras resonaron por varios segundos en mi mente. El tenía razón, yo no era más que un estúpido niño de dieciocho años que jamás lograría cumplir con sus expectativas, no importaba cuanto me esforzara, cuanto lo intentara.
-Entonces déjame solo…-dije en un hilo de voz.
-Tú y yo vamos a hablar una vez que vuelva del trabajo ¿me escuchaste?- se paro furioso de mi cama y dio un portazo tan fuerte, que me hizo saltar en mi lugar.
¿Qué hago con todos estos sentimientos que llevo tanto tiempo dentro de mí? ¿Debería rendirme o al menos hacer el intento?
Min Yoongi, eres mi cielo y mi infierno.