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Hagamos romance por Kurenai_801

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Notas del capitulo:

Disfruten ;3

 

 

 

¡Cuanto calor había esa noche! A pesar de estar en época de invierno, la calidez de la tarde iba propagándose y volviéndose intensa poco a poco.

El hombre entró a su departamento. Abrió las cortinas y las ventanas; el final de la tarde era rojo-naranja-amarillo que, psicológicamente, pronunciaba aun más el calor. Miró el reloj sobre el buró: seis y media de la tarde, se alegró de haber terminado temprano el trabajo. Quitóse la camisa manga larga y sacó del clóset una playera blanca.

 

"Takano, le agradezco el trabajo hecho este mes. Veré unos asuntos y  le llamaré más tarde".

 

Era un mensaje de una de las autoras. Puso el teléfono sobre la mesa de noche, junto a la lámpara. Prendió el ventilador, cuando sintió el aire fresco empezó a sentir el cansancio de su cuerpo, además, la cabeza le dolía un poco.

Tirado sobre su cama, extendió los brazos y respiró profundamente, exhaló el calor que tenía y cerró los ojos.

 

Sintió que no había pasado mucho tiempo, cuando oyó el timbre que sonaba insistente.

 

­—¿Quién rayos será? —Caminó sin prisa, notando que ya estaba algo oscuro, aun así podía sentir el calor que estaba tan denso como antes. —¿Onodera? —Cuando miró a la persona que estaba frente a él, se sorprendió, mas, le invitó a pasar.

 

—Disculpa que te moleste, pero… —Le sorprendió también, el hecho de que aceptara entrar.  —Simplemente, quería pasar el rato contigo.

 

Aun con el pomo de la puerta en la mano, Takano miró curioso a Ritsu ¿Quería pasar el rato con él?

 

—¿Estás bromeando? —Takano pensó que venía por algún documento o por ayuda para el trabajo. Le indicó que pasara a la sala.

 

—No lo estoy haciendo. —musitó Onodera. —Hablo en serio, quise pasar la tarde contigo.

 

Onodera se paró a mitad de la sala con las manos hacia atrás, bajó un poco la cabeza y apretó los labios.

Takano sonrió complacido, tal vez este era un paso milagroso de Ritsu hacia el camino de la confesión de amor.

 

Cuando Takano se acercó a Onodera, el susodicho le tomó de la mano y con esa misma impetuosidad le haló hacia la habitación de Takano.

 

—Vamos a su cuarto. —musitó, y se dio el permiso de abrir la puerta de la misma.

 

—Hace mucho calor ¿No crees? —susurró Takano, aun sin comprender el porqué Ritsu estaba tan colaborador. Se sentaron al borde de la cama y se recostaron sobre ella.  

No importaba la razón, Takano estaba feliz de que Ritsu aun no soltara su mano.

 

—Sí. —musitó Ritsu.

 

Ambos miraban al techo, luego Takano giró la cabeza en dirección hacia Onodera y le contempló: estaba con los ojos cerrados y su rostro se veía tan relajado.

 

Él hizo lo mismo.

Podía sentir como su corazón empezaba a latir de emoción. Ritsu en su habitación, sin negarle el roce de sus manos, sin negarle estar a su lado. Apretó la mano ajena y la otra hizo lo mismo.

 

Besó la mano de Ritsu; susurró un juramento de amor.

 

Abrió los ojos por el roce de unos dedos. Sus ojos se fijaron en otros que eran verde jade, le veían pasivos y penetrantes a la vez. La mano de Ritsu le acariciaba el cabello y el contorno del rostro, hacia la punta de la nariz. Mas la boca que quería besar no dijo nada, una simple mueca en forma de sonrisa se dibujó. Para Takano, eso fue suficiente.

 

—Takano ¿Le molesta si me quito la ropa? —dijo Ritsu con suave voz.

 

—¿Qué?

 

—Hace mucho calor—

 

El silencio fue el sí para Onodera, quien ágilmente se levantó y se sentó en el estómago de Takano. El viento del ventilador movió suavemente el cabello del joven, que empezaba a desabotonar su suéter lentamente, mientras su mirada estaba fija en el pelinegro.

Takano abrió ligeramente la boca, sintió que el calor se acomodó en sus mejillas mientras veía como Onodera se quitaba lentamente la ropa, desnudándose ante él, despertando el deseo de tocarle. Takano movió sus manos hasta las rodillas de Onodera y las acarició, de arriba a abajo, despacito.

 

Cuando el aire estuvo de regreso en dirección a la cama, las prendas y el cabello de Onodera se movieron, angelicalmente. Dios… Takano lo vio tan perfecto, la encarnación perfecta de un príncipe, la prueba perfecta de un hombre masculino y delicado.

 

Mientras se deshacía de su suéter y camisa, Onodera exhaló y miró hacia abajo a Takano: concentrado y su pecho subía y bajaba.

 

El corazón de Takano volvió a dar vueltas cuando Onodera se bajó de la cama y el aire chocó contra él. Ritsu desabrochó su pantalón, igual: lento. Bajándolos y quitándose, de paso, los calcetines. Con su boxer gris, subió nuevamente al estómago de Takano, moviéndose sobre este.

 

Su corazón daba vueltas, la sangre corría tan a prisa que podía sentir e incluso escuchar su pulso. Takano levantó la mano solo para limpiarse el sudor que se acumulaba rápidamente debajo de su nariz y sobre su frente.

 

—Te amo… —dijo Takano. Su corazón ya no lo podía resistir… y su falo estaba listo para demostrarlo.

 

El viento volvió a ondear el cabello de Ritsu, que sonriendo mordió su labio. Takano hizo lo mismo al verlo.

El ruborizado Onodera acarició el torso de Takano por debajo de la ropa… luego logró sacarle la playera, lanzándola hacia algún sitio de la habitación.

 

Takano estaba tan agitado, miró a Onodera, no se movió para ver qué más podía hacer el castaño. El otro, simplemente le miraba extasiado, con sus manos acariciaba el torso del moreno.

Al tenerlo cerca, Takano pudo poner sus manos en la cintura del castaño, recorrió la espalda torneada del joven.

 

Se miraron intensamente, conectándose… y se besaron.

 

Mucho.

 

Se besaron mucho.

 

Takano se asombró de la capacidad que tenía Onodera para dar unos besos tan bruscos y a la vez tan sensuales. Sintió envidia, pero le gustaba.

Así que también mordió los labios del otro.

También succionó con fuerza la lengua ajena.

Acercó con fuerza el cráneo del otro, como lo estaba haciendo Onodera.

 

—Hagamos el amor… —dijo Ritsu.

 

"Quiero hacer el amor contigo" pensó el pelinegro, y respondió:

 

—Yo hago todo lo que tú digas.

 

Sus respiraciones nasales y jadeos eran muy audibles, pero ya era hora de moverse así que Takano, con fuerza, volteó a Ritsu y se puso arriba de este.

Onodera se aferró al cuello y cabello de Takano, acariciando la espalda de su amante, abrió sus piernas para él.

 

—Para... —se sorprendió Takano. —Para… —dijo Takano, en los labios ajenos.

 

Se soltaron a unos centímetros de distancia, jadeante miró a Ritsu que tenía la cara roja y los labios hinchados.

 

—¿Qué…? —dijo Ritsu.

 

Takano le miró unos instantes y luego le abrazó fuertemente.

 

—¿Por qué paramos? —musitó Ritsu, jadeante. —¿Takano?

 

Takano pensó que habían hecho mucho sexo, a veces el amor, pero no habían tenido la oportunidad de la seducción o del romance. Así que guardó silencio mientras su corazón aun latía vehemente.

 

—Paremos… hoy. —dijo. —Quiero que compartamos este momento juntos… simples caricias… —pasó su mano por el brazo de Onodera. —Besos... —besó la frente y mejilla de Ritsu. —y si no quieres palabras, pues silencio… —musitó.

 

Se quitó de encima de Onodera y se tiró al lado izquierdo de él. Voltearon y quedaron viéndose en silencio, sonrieron.

Takano no pudo evitar rozar con las yemas de sus dedos el cabello y el contorno del rostro de su amor. Con su pulgar acarició los labios del otro y sujetó su barbilla un momento. Pasó su brazo por la cintura de Onodera y le abrazó.

 

—Lo amo… mucho. —dijo en susurro Onodera, dándole una sonrisa tímida y sujetándole del cuello.

 

Las palabras golpearon el corazón de Takano, haciendo que sus sentimientos se desbordaran hacia todas las direcciones. Impetuoso abrazó al castaño, besándole las manos, el cabello y, suavemente, sus labios.

Cerró los ojos mientras susurraba al oído de Ritsu. Seguía sin soltarle.

 

Hasta el fondo de su mente oyó un sonido que le pareció conocido. Ni siquiera fue gradual, después de unos segundos, abruptamente volvió a sonar con fuerza. Takano estiró la mano a la mesita y miró: tres llamadas perdidas de la autora. Chasqueó la lengua y sintió la ventisca gélida que entraba libre por la ventana, además de que el cielo ya estaba oscuro. El sonido suave y mecánico del ventilador se fue haciendo presente con su movimiento parsimonioso de izquierda a derecha.

 

—¿Onodera? —miró a todas partes.

 

No estaba. Entonces tocó su ropa, luego se dio cuenta de su playera y la molestia entre sus piernas.

 

—¡Ah! ¡Maldición!

 

Todo había sido un sueño.

 

 

 

 

año 2014

 


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