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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

¡Holis! :D les traje actu
Espero que les guste :) 

La espalda de Cuervo me cubre la vista cuando él abre la puerta y se asoma para mirar a ambos lados de la calle. Me acerco un poco, para mirar sobre su hombro y noto que, a lo lejos, un grupo de zombies camina distraídamente si quiera mirar en nuestra dirección. Mi líder me da un toque y entiendo que ya es seguro salir. Ambos nos deslizamos hacia el otro lado.

Él le habla al radio. Ya no recuerdo cuántas veces lo ha hecho: 

  —¿Scorpion…? —pregunta y, en lo personal, no tengo muchas esperanzas de que obtenga respuesta. Desde hace casi media hora que Scorpion no ha contestado— . Damon y yo estamos a punto de llegar a la fábrica y…  Entonces se oye la estática, el ruido y…¿disparos?

Menos de un segundo después las balas se escuchan en algún lugar del sector. 

  —¡Denme un respiro, chicos! —Scorpion parece agitado. Se oye otro disparo y el sonido vuelve a generar eco que retumba en las murallas de la calle en la que nos encontramos—. Estoy un poco ocupado ahora. Entren a la fábrica. ¡Ah, estos malditos zombies hijos de…! 

La comunicación se corta y Cuervo y yo intercambiamos una mirada. «¿Qué ha pasado?», quiero preguntar, pero en vez de eso digo otra cosa: 

   —¿Deberíamos…? —Él niega con la cabeza de inmediato. 

   —No —me interrumpe—. Scorpion no nos necesita, él puede solo. Además esta es la única oportunidad que tendremos para entrar a esa fábrica. 

Miro hacia la entrada y noto que está vacía. La horda de infectados que la había estado rondando se ha ido y ahora el camino está completamente libre. Cuervo tiene razón; es ahora o nunca. 

Intento tranquilizarme y pienso en que él le conoce mejor que yo y sabe de lo que es capaz.

Scorpion va a estar bien. 

Ambos cruzamos la calle y nos metemos en las instalaciones. La entrada es de lata y la puerta tiene un candado enredado entre varias cadenas. Cuervo lo toma para examinarlo y lo golpea un par de veces. Me sorprende un poco que no ceda a la primera oportunidad. Por lo general, y gracias al óxido, los cerrojos caen al primer golpe. Pero este no es el caso. 

   —Demonios… —Él gruñe y lo intenta de nuevo. 

Sonrío. 

   —Deja… 

   —¿Qué te hace pensar que tú vas a…? —dice, pero yo le hago a un lado y él guarda silencio. Me quito una de las pinzas que tengo enganchadas en el cabello y la meto en la cerradura. Cuervo ríe, incrédulo. No cree que mi truco vaya a funcionar. Yo estoy seguro de ello. 

La cerradura suelta un «clic» que me lo confirma. 

   —¿¡Cómo has podido!? —murmura él, mientras abro la puerta—. ¿Cómo carajos…? 

   —Tengo mis trucos. 

Cerramos la puerta y entramos. Todo está en silencio y calmo, pero eso no me hará relajarme. Ya lo vi antes en los apartamentos; este lugar está plagado de zombies. Por algo le llaman «zona cero.»

Está un poco oscuro, pero se pueden ver las sombras de los muebles y la maquinaria gracias a la luz que se filtra por las ventanas altas e inalcanzables para cualquier humano o infectado. Cuervo me hace una seña para que nos separemos y él se va por la izquierda y yo por la derecha. Tenemos que ser rápidos y perder el menor tiempo posible. Es un milagro que este lugar no haya sido saqueado. 

Y es que se trata de una fábrica de armas. 

Me muevo entre la basura del sitio que delata su abandono desde hace años; hay montones de madera, bidones y latas de pintura por todas partes. 

   —Parece que alguien dejó esto a medio remodelar… —murmuro. Me detengo frente a un gran mesón y abro la mochila que estoy cargando—. Bingo —he encontrado las primeras armas; un par de pistolas y una escopeta. Las examino por algunos segundos y noto que están descargadas, pero eso no importa demasiado. Tiro de la perilla del mueble y encuentro las cajas de municiones—. ¡Premio doble! —me emociono un poco. 

Mi propia voz que resuena me recuerda que debo guardar silencio. 

Meto todo en la mochila y sigo mi camino. 

El lugar es enorme y, otra vez, me siento asombrado de que no haya sido robado hasta ahora. Y es que todo parece estar tal cual lo dejaron el día en que esta mierda comenzó. 

«Quizás simplemente no pudieron con el candado», pienso. 

Escucho algo, pero no logro reaccionar. Un peso me cae encima y me golpeo en la cabeza al caer. Por unos segundos pienso que me ha caído algo de las repisas superiores, pero lo descarto inmediatamente cuando un arma me apunta justo en el centro de la frente. 

   —No te muevas, hijo de puta. 

Quiero responder, pero esa misma pistola me golpea la sien.

 

 

Despierto con dolor de cabeza y un hambre inesperado que hace a mi estómago rugir. Tardo varios segundos en lograr enfocar la vista y seguir una luz que está a unos metros de mí; es una lámpara de gasolina que está sobre una pequeña mesa. También distingo algunas armas; son las mías y las que acabo de robar hace un rato. 

¿O fueron horas? 

Ni siquiera sé qué hora es. 

Intento levantarme y entonces noto que estoy atado de manos. Y, en ese momento, me doy cuenta de algo más: hay un hombre sentado junto a la mesa y se pone de pie en cuanto me ve intentando liberarme. Es calvo, musculoso y tiene una barba candado que no me agrada para nada. Truena los dedos antes de plantárseme en frente y darme un puñetazo. 

   —Dame una razón para no matarte —gruñe. 

Escupo un poco de sangre y sonrío, aunque no creo que él lo note. 

   —No me has preguntado el nombre. 

Él se ríe, pero no hay nada bueno en esa carcajada. Me da otro golpe que me aturde por algunos segundos. 

   —¿Estás solo? —pregunta. 

   —Completamente —contesto al instante. 

Y estoy seguro de que el tercer golpe que lanza me romperá la mandíbula, pero el hombre cambia de opinión, se detiene y me da una patada en los huevos. 

El dolor me parte en dos, casi literalmente. Contengo la respiración e intento no chillar, pero la punzada que su bota deja me sube por el estómago y se me estanca en la garganta. 

   —¡Demonios! ¡Maldición! ¡Hijo de tu putísima…! —me da otra patada, en el mismo sitio—. ¡Detente! —aúllo—. ¡Estoy solo! 

   —¿¡Y entraste aquí sin ayuda!? —me recrimina. 

   —Oye, oye… —Otra voz nos interrumpe y el sujeto me deja en paz por unos momentos. Veo cuatro hombres más asomarse y saludarlo con un gesto de cabeza—. No le vas a sacar información así… —El que habla parece el jefe de todos ellos, lo sé porque tiene la misma mirada que Cuervo o Scorpion; la de alguien duro y difícil de alcanzar. Se acuclilla frente a mí y me sonríe. Parece más viejo que el calvo que acaba de patearme la humanidad dos veces, pero también más fuerte—. Vamos, di la verdad, amigo. Encontramos una mochila tirada —trago saliva y él lo nota—. El sujeto que la traía escapó, pero no tardaremos en atraparlo. ¿Verdad, chicos? 

Todos afirman. 

Estoy a punto de entrar en pánico, pero entonces recuerdo que Cuervo no traía mochila, sino un bolso. Y, justo en ese momento, veo algo que me llama la atención: una luz diferente a la de la lámpara de gas. Es una linterna que parpadea a lo lejos, tras las espaldas de esos tipos. Por unos segundos su intermitencia me parece azarosa, como si estuviera a punto de estropearse. Pero entonces noto un patrón. 

Es código morse. Cuervo me ha estado enseñando en los últimos días. 

«Estoy aquí», está diciendo. 

   —¿U-Una mochila negra con cierres plateados? —invento lo primero que se me viene a la mente, mientras finjo un tono asustado. Los hombres se miran entre sí y el líder afirma con la cabeza. 

   —Sí, y estaba cargada de toda nuestra mierda —contesta, satisfecho con mi miedo— . ¿Cuántos más hay contigo? —pregunta. 

«No tienen idea», pienso. «Ni si quiera estaban seguros de si estaba acompañado o no.»

Entonces se escucha un disparo. Y oigo algo más; gemidos, gritos y gruñidos que conozco muy bien. 

Sonrío. 

   —Ahora somos un ejército. 

Me levanto cuando ellos dejan de prestarme atención. Ha entrado una horda, Cuervo los ha atraído de vuelta y les ha indicado el camino con ese disparo. Los veo correr hacia nosotros y uno de ellos salta sobre el tipo calvo que me pateó en los huevos. Disfruto de su sobresalto y del grito que suelta cuando el infectado le muerde la garganta, pero no tardo en unirme al terror cuando otro me me cae encima. Llevo mis rodillas al pecho, para que no me toque, y lo empujo con una patada, pero él vuelve a la carga y se me lanza otra vez. Atrapo su cabeza con mis piernas y lo mantengo ahí, a punto de morder mi lastimada entrepierna. 

Y un segundo disparo me salva la vida. 

   —¡Vamos! —Cuervo aparece frente a mí como si fuera un maldito fantasma que sale de la nada—. ¡Muévete! —me agarra del hombro y me levanta, corta la cuerda que me ata las muñecas y ambos corremos hacia un montón de cajas de madera que están apostadas en un rincón. Siempre lo he dicho: «un lugar alto para una horda peligrosa.»

Abajo todo es un desastre. Los hombres que me habían mantenido preso se disuelven e intentan defenderse, pero son superados en número. Uno de ellos enciende una bengala y corre hacia la entrada, en un desesperado intento por salvar a sus compañeros. La lámpara de gasolina cae al piso. 

   —¿Estás bien? —Cuervo no ha disparado. Está esperando que maten a los otros—. ¿Te han hecho algo? —su mano, delicada a pesar de todas las cicatrices que tiene, me toma el rostro para examinarme mejor. 

No contesto enseguida, porque me conmueve verlo preocupado. 

   —Estoy perfectamente —me río y aparto sus dedos de mi mejilla—. Esta es la cuarta vez. 

Él sonríe. Tiene una bonita sonrisa. 

   —Maldito bastardo con suerte. 

 

Notas finales:

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review :) 


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