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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

¡Buenas, gente! ¿Qué tal los trata la cuarentena? Bueno, en lo personal, la ansiedad me está matando, pero supongo que eso le pasa a todo el mundo xDDD. Uhm. Bien, me dejo caer con una actualización ahora. Volvimos al drama y se abre un nuevo (y el último, creo) arco. 

 

POR FAVOR SI NOTAN ALGÚN ERROR DE ORTOGRAFÍA O COHESIÓN, AVÍSENME. Este capítulo sufrió muchos cambios y puede que se me haya escapado algo 

 

¡Saludos! 

Capítulo 103

 

 

«Sus dedos cruzaron mi garganta y clavó sus uñas en mi piel. Las hundió con lentitud, como si quisiera atravesarme con ellas. Intenté respirar, pero sus palmas se incrustaron en mi tráquea, me quemaron las cuerdas vocales, y me impidieron gritar o pedir ayuda. Miré hacia arriba; busqué el cielo, las nubes y las estrellas, pero lo único que pude ver fue el amarillo, brillante, ardiente y enceguecedor, de sus ojos que ocuparon todo el espacio que los míos podían alcanzar. Los tenía encima; me acusaban sin palabras y me juzgaban sin moverse ni vacilar. Esa mirada no temblaba.

Ella parecía no inmutarse mientras me robaba el aire. Sus manos y su agarre tampoco titubearon ni un segundo.

Me estaba matando mientras me miraba directamente a los ojos.»

 

Desperté por un grito que nunca logró salir de mi garganta y que sólo pude oír en mi cabeza. Sentí el corazón, agitado, que se oprimía contra la piel de mi pecho y un nudo invisible que me asfixió durante los primeros segundos que le siguieron a ese sueño. Respiré profundo, como si me tragara el aire, e intenté calmarme.

Estaba recostado sobre una camilla y cubierto hasta el mentón. Había vuelto a La Resistencia, lo supe por las murallas blancas y el olor aséptico tan típico de las enfermerías de este lugar. Me senté y, casi sin pensarlo, llevé las manos a mi cuello. Por un momento, creí sentir aún la presencia fantasma de esos dedos.

¿Cuánto había pasado?

Miré el reloj anclado en la pared y vi que marcaba las diez, no supe si de la mañana o de la noche. Vi la ventana y me levanté para mover la cortina, pero entonces me percaté de una nota, que estaba perfectamente doblada, apoyada contra un vaso de agua en la mesita de noche que estaba a un costado. En el dorso del papelito podía leerse: «tómame» y entonces me di cuenta de que había una pastilla también allí. Sin ponerlo siquiera en duda, me la llevé a la boca y bebí el agua de un sólo sorbo. Después abrí el papel:

«Bienvenido de vuelta, labios de algodón. Morgan dijo que probablemente despertarías hoy. Han pasado algunos días, así que tómalo con calma. Las cosas se han complicado un poco, pero ya te enterarás.

La pastilla era para el dolor de cabeza que probablemente comenzarás a sentir después de despertar.

Nos vemos.»

 

La nota no estaba firmada, pero estaba más que claro de que la había escrito Terence. Su letra me sorprendió un poco; era ordenada, limpia y ninguna frase se le escapaba de los márgenes de la hoja. Parecía que se había esforzado demasiado en un simple papel.

Abrí la cortina y la ventana. Era de día y el sol lograba colarse entre las nubes e iluminaba un poco la habitación. Vi que mi ropa y mis zapatos estaban sobre la cama y no tardé en vestirme.

Lo recordaba todo, claro que sí. En mi cabeza saltaron imágenes y pequeños momentos que venían a mí como destellos; recordé la pelea, los infectados y el ataque de los encapuchados. Recordé que creí ver a Amber.

No, no lo creí.  Era ella. Estaba seguro.

Mis rodillas tambalearon y caí otra vez sentado en el colchón. Llevé una mano a mi pecho que dolió cuando pensé en ella. ¿Cómo había sucedido? ¿Qué le había hecho Dagger? ¿Había sido él? Necesitaba saberlo.

Debía ver a Terence. Ahora.

Me detuve a mitad de camino hacia la puerta de salida. Allí, en medio del silencio pesado y tenso que parecía embargarlo todo, lo vi; Cuervo seguía dormido en esa cama, justo como la última vez que le había visto. Y un poco más allá, Scorpion estaba recostado sobre el sillón de la habitación, con su mano que sujetaba el bloc de dibujo y la otra a un costado de su cuerpo, sin la prótesis. Él estaba rígido como un muerto y pensé que sería por el frío que hacía esa mañana. Me reproché mentalmente el estar siendo tan amable, pero de igual forma tomé la manta que colgaba del respaldo de la cama y me dispuse a lanzársela encima. Pero algo me hizo detenerme.

   —¿Estás despierto? —le pregunté cuando vi que tenía los ojos abiertos.

No contestó.

No sabría definir bien su expresión en ese momento; tenía los ojos azules muy abiertos, pero estos parecían no mirar hacia ninguna parte; vacíos y, de alguna forma, aterrados. Sí, vi miedo en ellos y no supe el porqué. Estaba pálido y pasé mi mano abierta frente a su cara para obligarle a pestañear. No lo hizo.

   —¿Scorpion? —insistí.

No hubo respuesta.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

Sus ojos miraron en mi dirección, se enfocaron en algún punto en la pared tras mi espalda y se abrieron todavía más; despavoridos, como si hubiesen visto un fantasma. Mi pulso se disparó e inconscientemente giré sobre mis talones para buscar eso que él estaba viendo. Pero no había nada.

Le oí respirar, apenas, como si le costara pasar el aire por la garganta, como si se estuviera ahogando o como si quisiera pedir ayuda. Entonces lo supe.

   —¿Cuervo? —balbuceé, sin dejar de mirar a Scorpion y sin saber bien qué hacer. Reconocí en él los síntomas de una parasomnia, o parálisis del sueño. Alguna vez había leído sobre ella y en una ocasión había sufrido algo parecido. La conocía, pero en ese momento la mano me tembló cuando quise tocar su hombro, sin saber cómo actuar, sin saber si iba a despertarlo o iba a matarlo del susto si lo sacudía. ¿Me estaba viendo, ¿no? ¿Me veía a mí o veía a un monstruo imaginario creado por su inconsciente?—. ¿¡C-Cuervo!? —le llamé, más alto.

   —¿Mmm…? —Cuervo gimió desde la cama, apenas despierto.  

   —E-Es… —tartamudeé—. Es Scorpion, él… —oí que apartó las sábanas rápidamente y bajó de la cama con movimientos torpes y acelerados. Estuvo a punto de tropezar. Le miré—. No sé qué… —intenté decir—. Creo que es una…

   —Parálisis —me interrumpió, mientras cojeaba hacia nosotros. Me hice a un lado, para no estorbar, y él se acuclilló a un costado del sillón—. Le pasa todo el tiempo —explicó—. Bueno, casi todo el tiempo… generalmente cuando el estrés es demasiado —No supe cómo ayudarlo y sólo me quedé ahí, de pie como un inútil, sin poder hacer nada—. Está bien, Noah… —susurró, con voz calmada, baja y casi hipnotizante. Parecía que él había hecho esto muchas veces—. No es real… —le acarició el cabello y deslizó su dedo índice por la frente de Scorpion. Pareció formar pequeños círculos que masajearon la piel del cazador. Se acercó a su oído para hablarle más de cerca—. Está bien… —canturreó. En ese momento su voz era pura magia—. Vuelve conmigo.

Scorpion inspiró, honda y desesperadamente, como si fuera la primera vez que lo hacía en su vida. Absorbió una gran bocanada de aire y sus ojos volvieron a moverse y a ver realmente lo que estaba aquí y ahora. Volteó el rostro hacia Cuervo, luego hacia mí y alternó miradas confundidas entre el uno y el otro. Jadeaba, agitado.

Pasados unos segundos, volvió a la realidad.

   —Gracias, Brann —suspiró y por algunos momentos se le quedó viendo fijamente. Sólo entonces pareció reaccionar—. ¿¡Qué demonios haces tú en pie!? ¡Vuelve a tu cama!

   —¿Qué viste esta vez? —preguntó Cuervo y rió un poco.  Scorpion se levantó y le agarró de un brazo, para medio arrastrarlo de vuelta a la cama. El líder de los cazadores no se opuso y se dejó llevar.

   —Ni te lo creerías —contestó Scorpion y se sentó al borde de la camilla cuando vio a Cuervo arropado otra vez. Y soltó una sonrisa, como si sonreír para ese rostro tan duro fuera algo de lo más natural.

Un escalofrío recorrió mi espina y, en ese momento y gracias a aquella escena que acababa de presenciar, entendí algo que quizás tardé demasiado en comprender. Yo no era nadie para decidir sobre la vida de otro. Yo no era quien debía implantar justicia sobre los pecados de Scorpion. Él más adelante tendría su karma, sus consecuencias y aprendería lo que esos pecados debían enseñarle. Porque si hay algo que es cierto en esta vida es que el ser humano tiende a aprender equivocándose. Y este hombre se había equivocado demasiado y, aunque probablemente lo seguiría haciendo, no era mi deber ir contra eso siempre y cuando esas equivocaciones no me alcanzaran a mí ni a los que amaba. Sonaba egoísta, pero nunca antes fui más razonable. Yo no tenía la libertad para cortarle lo que sea que él tenía que vivir. Tampoco la tenía para quitarle eso a Cuervo, ese no-se-qué que brillaba en su único ojo azul cuando estaba al lado de ese hombre al que nadie podía amar, a excepción de él.

Y entonces lo decidí.

   —Ni una palabra de esto, Reed —gruñó Scorpion y me sacó de mis pensamientos. Le sonreí, asentí con la cabeza e intenté darme fuerzas para decir lo que estaba a punto de soltar. Me convencí de que, a pesar de que una voz en mi mente me gritaba que era una equivocación, estaba haciendo lo correcto.

   —Claro. No diré nada… —me aclaré la garganta y me dirigí hacia la puerta—. Estoy bien, así que voy a salir.

   —¿No te duele nada? —preguntó, distraídamente, el rubio—. Te dieron una buena paliza.

   —No, no… —negué atropelladamente. Estaba bien, me sentía bien salvo por algunos dolores a los que ya me había acostumbrado; los músculos contracturados, el ardor de los rasmillones y las punzadas de los moretones—. Estoy… —dudé— ¿Cuánto tiempo ha pasado?

   —Algunos días —contestó.

«Algunos días» era toda la información que necesitaba.

   —Debo irme —aseguré y sostuve la puerta. Todavía tenía que hablar con Terence—. Ah, y…Scorpion.

   —¿Mmm?

   —Ven al laboratorio cuando puedas.

   —¿Para qué? —cuestionó a regañadientes.  

   —Para darte la cura —solté. Cuervo le miró, confundido, y luego su mirada se dirigió a mí para pedirme explicaciones.

   —¿Qué cura? —preguntó—. Ustedes dijeron que… —volvió a mirar a Scorpion—. Scorpion, ¿acaso tú…?

   —Te mentimos —le interrumpí—. Cuando nos enteramos de la enfermedad, el trato fue darte la cura sólo a ti. No quería dársela a Scorpion porque… —clavé los ojos sobre él, para que supiera que yo no estaba dispuesto a pasar por alto nada de lo que había hecho, que no lo hacía por eso—. Porque eres un desgraciado, Scorpion —escupí—. Un maldito hijo de puta sin corazón, un asesino frío y un desperdicio de ser humano para la sociedad que queremos salvar —No sabría decir si mis palabras le ofendieron o no, porque sus ojos azules estaban muy fijos en los míos, ni muy abiertos ni muy cerrados, y en su boca no había expresión alguna, salvo la línea recta formada por sus labios que completaba su cara de póker—. Pero yo no voy a ser quien decida sobre tu vida. Por eso haré lo que me corresponde y te daré mi sangre.

Cuervo nos veía a ambos, sin entender nada y a punto de levantarse de la cama otra vez. Vi que apretó la sábana entre sus manos y abrió la boca para preguntar algo. No le dejé.

   —Lo que digo es que te acabo de dar una oportunidad y que me deberás una, Scorpion. Lo quieras o no —me acerqué a ellos nuevamente y, sin tener en cuenta el miedo que ese hombre siempre me causaba, me enfrente a él por primera vez sin temblar, cara a cara—. Me debes una a mí, a Aiden, y a todas las personas a las que dañaste y que ahora te están salvando. Así que quiero que lo tengas presente —le miré a los ojos—. Te he salvado la vida y eso lo pagarás por siempre.

   —¿A qué vas? —me preguntó, sin apartar su mirada de la mía. Sus ojos azules, a pesar de verse muy fríos, fácilmente pudieron haber expulsado fuego en ese momento—. ¿Qué es lo que quieres?  

   —Oí que tomarás el barco de Shark después de que volvamos —levanté una ceja y sonreí—. Los quiero a ustedes desembarcando en Paraíso al menos una vez por año —exigí. Él asintió lentamente con la cabeza, como si en su mente comenzara a imaginar lo que significaba eso—. Supongo que la vida de viajeros del mar los hará unos comerciantes por las buenas o por las malas. Y nosotros necesitaremos eso —estiré la mano hacia él, abierta y quieta, sin estremecerme—. ¿Tenemos un trato?

Él apretó mi mano con tanta fuerza que oí mis huesos tronar. La sacudió en el aire tres o cuatro veces y contestó:

   —Hecho.

Él no lo sabía, pero, al obligarle a cumplir ese trato a cambio de una cura, lo hacía parte de esto; de esta sociedad que todos queríamos levantar. Le estaba haciendo útil para el futuro de nuestro mundo. No hay forma de que él lo haya entendido de esa manera, porque de haber sido así me habría dado un puñetazo y me habría gritado que quería utilizarlo. Probablemente con el tiempo lo acabaría pillando, pero para ese momento ya estaría acostumbrado y ya habría cambiado. No creía que Scorpion realmente llegara a ser una buena persona más adelante, debía ser muy ingenuo para pensar eso. Pero quizás los años y la experiencia le enseñarían a acabar con la gente correcta, a perdonar a los que se merecían y a ser un verdugo justo. Apostaba todo a eso.

   —Bien… —me sequé las manos en los pantalones, porque las tenía increíblemente sudadas—. Le comunicaré esto a Morgan, para que prepare una inyección para cuando vengas —le hice un gesto de cabeza a Cuervo para despedirme. Él seguía viéndonos como aturdido, sin comprender realmente lo que acababa de pasar—. Fue un placer hacer negocios contigo.

   —Mais oui —musitó y no entendí una palabra. Pero supuse que fue una afirmación.

Caminé otra vez para salir.

   —¿Cuándo ibas a contarme que pretendías salvarme sólo a mí? —le preguntó Cuervo, mientras yo cerraba la puerta. Se oía realmente molesto—. ¿En qué demonios estabas pensando?

   —En ti —le contestó él.

Cuando por fin me hallé fuera, dejé caer todo mi peso contra la puerta cerrada y me deslicé por la muralla hasta caer sentado. Temblaba por dentro, y dudaba. Había hecho lo correcto, ¿no?

Yo no era quién para juzgar las acciones de otros.

   —¿Estás bien? —vi una mano delante de mí y alcé la mirada, pero tuve que arquear un poco más el cuello para ver bien a la persona que se plantó delante de mí, que era muy alto—. ¿Estás mareado? —preguntó. Era un hombre de La Resistencia, lo había visto un par de veces junto a Morgan, pero no lo conocía. Traía a alguien con él; un chico que estaba inconsciente y que cargaba en su hombro como si no pesara.

   —Sí, sí, estoy bien —me levanté sin aceptar su mano. ¿Y si perdía el equilibrio y tiraba al chico?—. Sólo estaba descansando… —le expliqué—. Desperté hace poco y…

   —Oh… —Él abrió los ojos oscuros y su rostro, que me pareció muy duro y tenso, cambió su expresión. Entonces sonrió—. Tú eres el chico ese,  el de la sang…

   —Él mismo —le interrumpí y él volvió a extenderme la mano. Esta vez sí la tomé; era grande y firme—. Me llamo Reed.

   —Salvatore —se presentó.

   —¿Qué le pasó a ese? —inquirí y apunté al chico que cargaba. Él dejó escapar una risa profunda y me soltó para sacudir la mano en el aire.

   —Ah, no te preocupes —le restó importancia—. Se desmayó —¿Y lo contaba así como así?—. Comenzó a entrenar hace poco y, bueno… a veces dicen que soy un poco duro, pero tampoco es para tanto.

   —¿Entrenar?

Él alzó una ceja y enserió el rostro, pero la mueca sólo le duró unos segundos.

  —Olvidé que has estado dormido… —me dio una palmada en el hombro—. Parece que las cosas se pondrán feas, muchacho. Y desde hace mucho tiempo que no teníamos problemas, ¿sabes? A nuestra gente le hace falta ponerse al día… si no pregúntale a este chico. Deberías unirtenos. Todos tus amigos han estado muy presentes y están colaborando. 

Encarné una ceja. 

   —¿Terence también? —pregunté. 

  —¡Ah, sí! ¡Ese chico me ha ayudado muchísimo! —se oyó realmente entusiasmado—. Es muy bueno en la pelea y, de hecho, lo dejé a cargo mientras yo traía a este chiquillo a la enfermería… —se movió un poco, para re-equilibrar el peso del joven que cargaba y éste emitió una especie de gemido—. ¡Ya despertó! —Salvatore pasó de mí y abrió la puerta—. Vale, muchacho. Espero verte mañana en el gimnasio también. 

   —Claro que sí… —contesté. Le vi meterse a la habitación junto al chico y tuve una extraña sensación de frustración. Quería preguntarle más sobre ese «las cosas se pondrán feas» que había dicho. Terence también lo mencionó en su nota. ¿Qué tanto había empeorado todo desde la última vez? ¿Qué venía ahora? ¿Más gente de E.L.L.O.S? ¿Nos seguirían cazando? 

Debía ver a Terence. 

Me encaminé al gimnasio con todas esas preguntas en mi cabeza. Desde que llegamos a Paraíso que las cosas tenían tendencia a ponerse peores. Habíamos pasado por mucho, pero esto estaba a otro nivel. ¿Qué posibilidades había de salir vivos si E.L.L.O.S, la maldita organización que trajo este desastre a la tierra,  estaba tras nuestro? 

Me quedé parado frente a la puerta corrediza de vidrio que me separaba del gimnasio. Adentro, vi a Terence delante de un grupo de hombres y mujeres. Vestía un pantalón holgado y la cabellera roja se le pegaba, gracias al sudor, a la piel de la espalda desnuda. Golpeaba al aire mecánicamente mientras los demás intentaban imitarlo. Como de costumbre, sus movimientos me parecieron elegantes y certeros, como los de una máquina. La perfección en su forma de pelear siempre me gustó y llamó mi atención. Pero ahora entendía de dónde venía; de años de adiestramiento y tortura. Y ya no me sentía tan cómodo con ella. 

La puerta hizo más ruido del que imaginé cuando la abrí. Ethan, que guiaba a un grupo más pequeño, unos metros más allá, se detuvo y sonrió, para luego gritar: 

  —¡Reed! ¡Al fin despertaste! —Entonces todo el mundo volteó hacia la puerta. Jesse, Terence, Aiden, Dalian e incluso Ada estaban ahí.

   —Hola… —saludé, mientras se acercaban. Mi sobrina me abrazó. Tenía el cabello mojado y la cara sucia. Ella también había estado entrenando—. Ada, ¿estás bien?  

   —¿¡Tú lo estás!? —chilló, y me tiró de los hombros para acercar mi cara a ella. Sujetó mis mejillas e inspeccionó los parches que tenía en ellas, de la misma forma en la que yo solía hacerlo. Por primera vez, me sentí vulnerable ante ella. La sensación de que ahora todos lo estábamos me abrumó un poco. 

 —Estoy bien, estoy bien… —me aparté.

  —Has dormido por unos días… —informó Dalian y me dio una palmada en el hombro—. Pero es hora de trabajar. 

  —Nos alegra que estés bien, Reed —dijo Jesse. 

  —Sí, yo… —miré a Terence—. Desperté un poco confundido… ¿puedo hablar contigo?

Todos lo miraron. 

   —¿Ahora? 

   —Ahora —insistí—. Será corto. 

   —Tomaré a tu grupo también, Terence —Ethan le entregó una botella con agua y lo empujó un poco para que se acercara—. Ve tranquilo. ¡Ya! ¡Todos vuelvan a entrenar! —aplaudió un par de veces y la gente retomó sus posiciones.

   —Además, Salvatore debe estar por volver… —agregué, para tranquilizarlo. Él sonrió—. Lo conocí hace poco —expliqué y me apoyé contra la puerta corrediza. Le arrebaté la botella, de la que estaba a punto de beber—. Oye, necesito que me digas todo lo que sepas sobre Dagger.

Terence se estremeció y la mano que había estirado hacia a mí se detuvo, abierta y temblorosa. Me agarró del brazo y abrió la puerta. Ambos salimos del gimnasio.

  —¿Por qué ahora? —preguntó en un susurro y me acorraló contra la muralla. Parecía haberse alterado—. ¿No podemos hablar de esto otro día?

  —No, debe ser ahora —gruñí, me zafé de su agarre y me crucé de brazos—.  Porque la encapuchada que me atacó era Amber.

Él pareció pensárselo un momento. 

   —Bien… hablemos afuera. 

Cinco minutos más tarde, ambos estábamos sentados en unas improvisadas bancas en uno de los jardines. Hacía frío y corría viento helado a pesar de que el sol estaba sobre nuestras cabezas, así que me cubrí con la capucha de mi sudadera y le ajusté los cordones para abrigarme un poco más. 

   —¿Por qué sigues con eso…? —preguntó Terence y ahogó una pequeña risita—.  ¿Sabes lo ridículo que suena que tu ex novia intente matarte, ¿verdad? 

   —Sí. Trató de estrangularme y eso no es gracioso.

   —¿De verdad era ella? 

Suspiré.

   —Estoy seguro… —Sonaba ridículo, lo sé. Pero tenía suficientes motivos para creer que era ella. Eran sus ojos, era el color de su cabello y, además... 

Quería creer que estaba viva. 

   —Cimeries Dagger debió haberla tenido todo este tiempo… —continué. La mirada de Terence pareció temblar de sólo oír su nombre—. Por eso ella estaba ahí y me atacó y… —titubeé—. Yo necesito saber qué le ocurrió, Terence —le acaricié el cabello—. ¿Puedes contarme? 

Él me miró y noté que sus ojos estaban grises. Allí casi no llegaba luz, debido a que las copas de los árboles eran muy altas. Se mordió los labios, se acarició el cabello y cambió las  piernas de posición al menos unas dos veces en tan sólo unos segundos. Estaba nervioso. 

   —Cimeries es un monstruo —soltó—. Ya sabes que él fue quien asumió mi cuidado después de que él y Wayne me encontraran… —Quise preguntar por ese apellido también, pero oír la historia de Dagger era más importante en esos momentos. Terence se acarició el cabello y metió los dedos entre las hebras para tirar un poco de ellas, en un gesto de ansiedad—. Él nos entrenó a todos como máquinas de matar así que, si tuvo a Amber todo este tiempo como dices, es probable que ella ni siquiera te haya reconocido, Reed.

Tuve un escalofrío y las manos me sudaron, a pesar del aire fresco. Un dolor presionó contra mi pecho y me costó más respirar. ¿Qué ella no me reconoció? Eso no era posible.

¿Y qué haría si era así? Es más.... ¿qué pensaba hacer, siquiera? Estaba seguro de que era Amber la que me había atacado, ¿eso la convertía en mi enemiga? Si Terence había sido una víctima de Ciameries...ella también lo era, ¿no?

  —No puedo creer que esté con E.L.L.O.S —solté—. No me lo creo. Es imposible.

  —No puedo creer que E.L.L.O.S siga en pie después de tanto tiempo —suspiró él—. ¿Qué es lo que quie…? —guardó silencio e irguió la cabeza. En ese momento, oí ruidos.

   —¡Cuidado, cuidado! ¡Llevenlos a la enfermería!

Terence se levantó.

   —¿Qué demonios?

Miré hacia el ventanal que conectaba con el interior del edificio, a tan sólo unos metros de nosotros. Vi pasar muchas siluetas por el pasillo. Cogí al pelirrojo de la mano.

   —Vamos a ver.

Mientras más nos acercábamos a la entrada, más crecía el incómodo mal presentimiento que sentí al ver a tanta gente que corría. Vi heridos. Llevaban heridos.

   —¿¡Qué pasó!? —pregunté a un hombre de La Resistencia que paré en mitad de una carrera. Traía a otro hombre en brazos—. ¿¡Qué ocurrió!?

   —¿Nos atacan? —preguntó Terence.

   —Nos interceptaron —explicó el hombre. Y, mientras hablaba, me fijé en la persona que cargaba. Era muy joven y estaba muy malherido—. Estábamos cazando y… —Las palabras perdieron importancia para mí cuando vi el pecho del magullado chico. Entre un montón de heridas abiertas y morenotes, había una que ya había visto. En el centro de su pecho; tres tajos que brotaban sangre.

Se parecía a la marca de Terence y al graffiti que había visto cuando fuimos a buscar la estación de radio móvil. Alguien se la había hecho a conciencia. Me fijé en otro hombre que caminaba por su cuenta, con la ayuda de un palo. Él estaba mejor que los demás, pero también tenía esa marca en su pecho. Entonces me di cuenta de que mucho de los heridos que pasaban la tenían.

Querían transmitirnos un mensaje.

El pelirrojo también se dio cuenta. 

 —E-Esa es… —balbuceó, y se llevó la mano a su propio pecho, para acariciar las cicatrices bajo la ropa—. La marca de Los Lobos.  

 

Notas finales:

Sip. Los lobitos han aparecido. 

¿Les gustó el capítulo? ¿Tienen dudas? ¿Comentarios? Pueden dejarlo en un lindo -o no tan lindo review. 

¡Cuídense! <3


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