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Máscara de encantos por deep desire

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Notas del fanfic:

Hmmm.... este es un nuevo proyecto en el que estuve trabajando últimamente.... lo empecé a escribir el año pasado, pero recién este año lo vi nuevamente en mis archivos y pues... me inspiré y aquí está... espero que les guste c: y le den una oportunidad

Notas del capitulo:

Espero que lo disfruten! ;)

Capítulo1

 

 

 

Kise Ryota

 

 

 

 

 

Un solo error te puede costar caro, pero no lo sabes hasta que ya lo hiciste. Pobre de mí, ¿Cómo pude dejar mis huellas en toda la escena del crimen? Ese detalle se me escapó. La policía irrumpió en mi casa de un segundo a otro y yo no sabía de qué me estaban acusando ¿Robo? ¿Asesinato? ¿Violación de propiedad privada? Bueno, cualquiera que haya sido el cargo, en todos era culpable, no es como si fuera un completo santo. De hecho nunca me caractericé por ser un ejemplo de persona. En la secundaria, con suerte aprobé los cursos. Si no estaba en casa haciendo de vago, estaba en las calles consiguiendo una pelea. Pero de nuevo ¿Cómo pude ser tan idiota? ¿Dejar mis huellas por toda la casa? De verdad que debo felicitarme con un aplauso… no, dos aplausos porque aparte de eso ni siquiera logré matar a la otra persona que escapó. Definitivamente no me encontraba en mis trece, maldita perra la que me fue a rogar por sexo en la noche. Ni siquiera pude dormir por su apetito insaciable… me encargaré de cobrarle unos cuantos revolcones cuando salga de esta maldita condena…

 

– Ryota Kise –dice el oficial entrando a la sala de interrogaciones con un folder en la mano.

 

Se sienta frente a mí y tira la carpeta con fuerza sobre la mesa de metal. Trata de asustarme, lo sé. No es la primera vez que asisto a un interrogatorio como este. De hecho, no es la primera vez que me toca el mismo oficial.

 

– Oficial, Yukio, que bueno verlo de nuevo –sonrío con falsedad y me acomodo en el asiento de lata– Necesitaba verlo, hice todo esto para llamar su atención.

 

– No bromees con esto. Esta vez te excediste. ¿Un asesinato?

 

– Casi asesinato –le corrijo moviendo las muñecas esposadas a la silla– De todos modos ¿Qué tiene? No cometí ningún acto grave contra nadie.

 

– La persona a la cual atacaste era el maldito director de esta prefectura… ¡y ya basta de fingir que no eres un maldito sicario! Te hemos vigilado y no es la primera vez que matas a alguien, pero es la primera vez que cometes semejante error de dejar todas las pruebas en la escena. Te meterán a la cárcel por múltiples asesinatos y miles de otras cosas más… pero yo ya no te atenderé. Te derivaron a los federales, no, mejor dicho, los federales pelean por tu custodia. Buena suerte –dice todo de una sola vez y se va.

 

Menuda suerte, de verdad. Es increíble cómo me pasan todas éstas cosas en menos de una hora. ¿Tenía que llegar a manos de los federales? Ahora iré a la cárcel con condena perpetua, eso es seguro. Con suerte podré ver la luz del día por media hora… ni qué decir tiene el pensar en acostarse con alguna mujer… adiós al sexo desenfrenado y agotador… definitivamente moriré.

 

– Levántate, niño bonito –se burla un hombre de traje lujoso entrando a la habitación– No tenemos todo el día para dedicártelo.

 

– Bésame el trasero, James Bond –le respondo con un guiño.

 

Veo como aprieta la mandíbula y los puños listos para golpearme, pero llega su compañero y lo detiene.

 

– Déjate de provocarlo, tenemos que trasladarlo de inmediato –le dice su compañero– Si se enteran de que lo capturamos, lo más probable es que manden a alguien a matarlo. Debemos hacer esto lo más rápido posible.

 

– Vete al diablo, no estoy para ser el niñero de idiotas como este –masculla el agente iracundo– Esperaré en la camioneta –.

 

Su compañero suspira y se encoge de hombros, luego se acerca a mí y me quita las esposas amarradas a la silla, para reemplazarlas por unas esposas amarradas a mi espalda. Me guía por los pasillos y salgo por la puerta delantera de la estación, me sube a una camioneta de vidrios polarizados y emprendemos el viaje a dónde sea que me lleven.

 

***

 

Toda mi vida la he pasado con mi familia, sí, suena muy poco verídico, pero es la verdad. Toda mi vida la pasé junto a mis padres y hermanas… pero nunca me sentí como que realmente encajara entre ellos, siempre sentí que estorbaba y causaba gastos… los amaba pero no les hacía ningún bien. Era el hijo mayor que les causaba todos los dolores de cabeza… por esa razón fue que recurrí al trabajo apenas cumplí la mayoría de edad. Todo el dinero que ganaba, se lo regalaba a mi familia, era mi forma de pagarles por todo lo que había causado… y cuando me ofrecieron una paga extraordinariamente alta, acepté sin dudarlo… solo que mis manos quedarían manchadas de sangre para toda la vida. Así fue como me convertí en sicario, de eso ya van cinco años.

 

Comencé en todo este lío a los dieciocho, mi primera persona fue un verdadero reto. Me temblaban las manos como si alrededor hubiera un terremoto grado nueve, y sentía sudor frío recorriendo mi espalda, la adrenalina y el temor me recorrían el cuerpo de pies a cabeza, pero aún así logré disparar y matar a esa persona. Después de eso las cosas cambiaron, me convertí en alguien diferente. Comencé a sentir ansias de sangre cuando no tenía un trabajo por días, matar me hacía sentir satisfecho y cada vez que lo hacía, me encontraba sonriendo. Me di cuenta que ya no tenía conciencia entre lo bueno y lo malo, había perdido toda mi humanidad... y las cosas se convirtieron en lo que son ahora.

 

Un desalmado que no siente nada más que sed de sangre cuando no tiene un trabajo, ese soy yo ahora. Es por eso que me tiene un poco preocupado por lo que pasará si me meten a una cárcel, tengo la idea de que voy a cometer varias estupideces que me llevarán a la prisión de máxima seguridad para los más peligrosos. Y estoy seguro de que ahí sí que no veré la luz del día.

 

La camioneta se detiene y me hacen bajar rápidamente. Los agentes hablan entre ellos y se comunican por los micrófonos ocultos en sus chaquetas. Sonrío porque me siento demasiado peligroso ¡Tengo una escolta personal de los hombres de negro! Solo me falta el uniforme naranja y las cadenas en los tobillos unidas a las de las muñecas para completar la imagen.

 

Uno de los sujetos me toma del brazo y me guía dentro del edificio. Camino por varios pasillos hasta que al fin llego a mi cuarto de esta noche. Una agradable y cálida celda con un colchón duro y un baño de metal donde se me congelará el trasero si llego a sentarme en él.

 

– ¿Qué pasó con mi habitación de hotel? –digo sonriendo mientras me quitan las esposas.

 

– Ja, esto es lo mejor que conseguirás por hoy y... ah, también por el resto de tu vida –responde el hombre empujándome con fuerza dentro del cuarto.

 

– Gracias, ahora no tengo que preocuparme por pagar un alojamiento –respondo.

 

Me dejan solo y me recuesto sobre la cama. Pienso que al menos tengo ropa limpia y me duché hace poco, así que por el momento, solo me queda esperar la condena... si es que tengo el derecho a un juicio... si no, simplemente me llevarán a prisión en las próximas horas.

 

No es que me pueda quejar de lo que tengo ahora. Digo, me darán comida tres veces al día y me darán ropa también... no tengo que hacer nada. Tendré miles de horas para mirar el techo y pensar... o simplemente dormir. Lo único es que tendré que dejar mi hábito... tendré que dejar ese vicio de tener sangre ajena en mis manos. Supongo que costará al principio pero lo lograré...

 

***

 

– ¡Arriba, Bella durmiente! –Grita un hombre golpeando los barrotes.

 

Abro los ojos con parsimonia y frunzo el ceño por el ruido. Odio despertar de esta forma tan brusca, mi humor por las mañanas nunca es bueno y si alguien me habla justo ahora, definitivamente soy capaz de golpearle el rostro. Sí, soy muy infantil cuando despierto, creo que también puedo llegar a llorar si me enojo mucho, por suerte el efecto solo dura hasta que tomo desayuno.

 

– Cállate –mascullo a quien sea el maldito que mete tanta bulla.

 

– No me vengas a callar, princesita –se burla riendo con sarcasmo– Mira que quien tiene el poder aquí soy yo.

 

– Y una mierda con tu poder –gruño– Te lo puedes meter por el trasero si quieres, bastardo. Ven aquí y veremos quien termina en pie... –.

 

El maldito se ríe a carcajadas y se va caminando sin siquiera decirme nada.

 

–  Sabes lo que te conviene –grito a su espalda.

 

Por suerte el sujeto me ignora y yo tengo ganas de golpear algo y llorar. Ahora tengo hambre y sueño. Malditos bastardos, deberían de traerme el desayuno ¿Para qué me despiertan si no me traen comida?

 

Me tiro de nuevo sobre la "cama" y me acurruco volviendo a buscar el sueño interrumpido...

 

– La próxima vez será hielo –dice la misma voz de hace un minuto.

 

Siento como el agua me empapa de pies a cabeza y me entra por la nariz y la boca, impidiéndome respirar con normalidad. Debo sentarme para toser el agua que tragué involuntariamente mientras que voy encontrándole sentido a lo que acaba de pasar.

 

– Ahora, ven aquí –.

 

El hombre me sujeta de un brazo tirándome fuera de la celda. No sé qué diablos está pasando pero lo único que puedo afirmar es que estoy completamente mojado y estoy muy despierto ahora. Mis dientes castañetean por el frio y mis reflejos son tan lentos que cuando me empujan contra la pared, me pego de pleno en la cara.

 

– ¡Auch! Mi nariz... –exclamo tratando de tocarme el rostro– Más te vale que no me haya hecho daño o te mato –.

 

Lo que obtengo por respuesta es el sonido de las esposas ajustándose a mis muñecas. Luego me empuja por el mismo pasillo que recorrí ayer para llegar a mi celda, solo que ésta vez nos desviamos por otro pasillo y terminamos llegando a un cuarto vacío con una mesa y dos sillas.

 

– Puedes tomar asiento –dice el hombre empujándome con fuerza.

 

Tropiezo con mis pies y caigo de rodillas al suelo, no puedo evitar reírme porque esto es denigrante, estoy siendo tratado como un perro y ni siquiera me molesta. A este punto ya me da igual lo que pase, de todos modos terminará siendo el mismo resultado: encerrado en una caja de metal y concreto.

 

Me levanto sin ganas y me dejo caer sobre la silla dura y fría. Observo las esquinas del cuarto, hay cuatro cámaras que monitorean mis movimientos, sonrío a cada una y luego saludo a la ventana polarizada. Sé que me estan viendo y sé que están analizando cada parpadeo que hago, solo que no hay nada que ver. He estado en esta situación un par de veces, pero no con federales sino que con terroristas y matones... de esos super organizados con tecnología de última generación y con aliados especializados.

 

Ellos trataron de estudiar y encontrar un punto débil en mí pero... digamos que no encontraron nada. Así que no va a ser diferente esta vez ni por asomo.

 

– ¡Hey! –chasqueo los dedos hacia la ventana– Quiero un cigarrillo.

 

– No se puede fumar en recintos cerrados –dice el hombre que entra.

 

– Quiero un cigarrillo –insisto ignorando lo que el sujeto ha dicho.

 

– Ryota Kise, veintitres años, autor de más de veinte asesinatos en los últimos cinco años... así que dime, ¿Cuánto te pagan? ¿Dónde tienes el dinero? Y lo más importante ¿Quién es tu jefe? –.

 

Lo observo con aburrimiento y suspiro, me toco el pelo y lo revuelvo un poco ya que está muy plano.

 

– Quiero un cigarrillo –respondo sonriendo– Vamos, Baby, sé bueno y dame uno...

 

– Bien, al parecer no vas a cooperar –se afloja la corbata y le hace una señal a la ventana.

 

Mientras el hombre se quita el saco, entran otros dos que doblan mi peso y si es posible, también mi estatura.

 

– Sujétenlo a la silla y traigan lo demás –ordena.

 

Se desabrocha los puños y se dobla las mangas hasta el codo, me mira con una media sonrisa y ya veo sus intenciones... me va a torturar.

 

– Puedes torturarme todo lo que quieras, hombre –le digo riendo– Pero no voy a decir nada –.

 

Los sujetos que parecen matones, sólo que con traje, salen de la habitación para luego volver a entrar sosteniendo un par de cosas curiosas. Una tela delgada, un poco de cuerda, un kit de cuchillos de distintos tamaños, alicates, entre otras cosas que no alcanzo a identificar del todo.

 

Sonrió de medio lado sin poder evitarlo. Se supone que estos tipos son “buenos”. La policía debería de ser quienes son los buenos. Dios. Es increíble la forma en que las personas con poder lo manipulan a su favor. De esta forma probablemente ni siquiera salga con vida de aquí. A ellos no les importará si me matan, después de todo soy un asesino. Si no llego a la cárcel con vida, entonces no les dirán nada por ello porque estoy más que seguro de que ni siquiera estoy registrado oficialmente como un reo, de hecho ni siquiera debo de estar registrado como capturado, en ese momento, no existo.

 

Dejan los implementos sobre la mesa. El que parece el jefe me sonríe divertido mientras acomoda las cosas sobre la superficie despejada.

 

– Bastardo –gruño.

 

Sonríe a modo de respuesta. Ata mis manos esposadas a un lado de la silla, lo mismo hace con mis pies. Los ata muy juntos, tanto que duele, sin embargo aunque me queje, no va a servir de nada.

 

No sé si alguien estará mirando al otro lado de esa ventana. Tampoco si hay alguien monitoreando las cámaras, si lo hubiera, pues no se nota.

 

¡Maldición! Tuve que dejarme atrapar. Tuve que dejarme atrapar ¿no? Ésta sí que es suerte. Me las está pagando bien crudas el karma.

 

Con estos sujetos no hay indicio de que vaya a salir sin alguna herida sangrante… no es como si no tuviera ya bastantes cicatrices en mi cuerpo y corazón. Supongo que todavía me queda un poco de espacio por ahí para nuevas heridas. Mientras sea cualquier parte menos el rostro, no hay problema.

 

El que lidera esta situación, toma uno de los diez cuchillos de distintos tamaños, lo observa con detenimiento para luego mirarme a mí. Es uno de tamaño mediano, se ve bastante afilado y muy limpio, tanto así que llego a ver mi rostro en él cuando me lo acerca de lleno a los labios.

 

– Tienes un muy bonito rostro –murmura sonriendo– Sería una lástima arruinarlo –.

 

Lentamente pasea la hoja del cuchillo por el contorno de mi labio inferior… y joder, pero no puedo evitarlo. Abro la boca mirándolo a los ojos. Lamo el reluciente y peligroso metal con parsimonia. Él observa luciendo sorprendido al inicio, pero luego sonríe más abiertamente mostrando su conformidad.

 

Muevo el rostro hacia arriba, hasta que la punta del cuchillo está presionada contra mi garganta. Lo miro a través mis pestañas con un reto en la mirada.

 

– Quizá podrías tratar de matarme primero –le guiño un ojo– Para cuando salga de aquí me encargaré de matarte gratis. Una oferta de tiempo limitado, cariño. Si fuera tú, aprovecho la oportunidad para deshacerte de mí ahora –.

 

Sus carcajadas son estruendosas, incluso me duelen los oídos por el eco de la habitación. Frunzo el ceño molesto, observo de reojo a los otros dos sujetos y se ven tan impasibles como siempre.

 

– Eres bastante divertido, mocoso –.

 

Saca el cuchillo que se presionaba contra mi garganta, lo vuelve a guardar en su estuche correspondiente y cuando creo que va a dejar esta tontería, escoge otro más pequeño.

 

El primer corte es superficial, una línea recta en mi pómulo izquierdo, el siguiente, cuando me niego a responder sus preguntas sobre para quién trabajo, cuántas personas he matado, cuánto me pagan por cada asesinato, etc., va cortando mi camiseta desde el hombro hasta la muñeca, dejando una herida en mi muñeca, ya que ahí se presiona, cortando la carne delicada, sacándome un grito de dolor.

 

La sangre comienza a deslizarse hasta que va cayendo gota por gota en el suelo, formando un charco que incrementa su tamaño en pocos segundos. Creo que ha cortado… en donde hay una vena. Esa cantidad de sangre no es normal.

 

– Creo que quizá vas a morir desangrado –apunta el sujeto mirando con curiosidad cómo sale la sangre de mi muñeca– ¿No es suficiente motivación para hablar?

 

– Mgh –me muerdo el labio inferior tratando de ocultar el siseo de dolor– No te preocupes, he estado en peores situaciones. Ya he dicho que no trabajo para nadie. Soy independiente.

 

– Respuesta incorrecta –masculla.

 

Suelta el cuchillo que cae dejando un estrepitoso sonido. Observo su rostro en busca de alguna señal que anticipe sus acciones, sin embargo se mantiene neutro, y en el último segundo se transforma en una bola de ira. Su puño se estrella contra mi mandíbula con una fuerza suficiente para hacerme perder el equilibrio con la silla y caer al suelo golpeándome la cabeza.

 

Veo borroso por unos minutos. Las voces se escuchan distorsionadas y si muevo la cabeza, las cosas comienzan a girar.

 

Me levantan con brusquedad para situarme frente al sujeto otra vez. Muevo la cabeza, abro y cierro los ojos volviendo poco a poco a la normalidad. Escucho sus gritos y preguntas, golpea mis mejillas dándome bofetadas un poco fuertes para que lo escuche.

 

Frunzo el ceño porque me estoy enfadando con sus métodos. Haga lo que haga no voy a decirle nada de lo que quiere. Abro la boca verificando la movilidad de mi mandíbula. No hay ningún diente suelto, por suerte, sólo un poco de sangre donde se me ha roto la mejilla interna.

 

– ¡Ahora habla! –gruñe.

 

Mi cabello cae sobre mi frente tapándome un poco el ojo derecho. El flequillo ya está largo, debería de habérmelo cortado antes de venir aquí… já, como si hubiera sabido de antemano que iba a terminar aquí. Supongo que tendré que mantener este corte de pelo descuidado por un tiempo.

 

– Hmmm –soplo el cabello rubio para que se aleje de mi ojo– Tengo hambre –sonrío mirando su rostro furioso.

 

Sé que lo he descolocado cuando sujeta un cuchillo al azar alzándolo sobre mi rostro de modo amenazante. No dejo de sonreír, porque sé que no va a matarme. Estas “heridas” que me ha infringido, no son nada. Pueden doler, pero no son nada comparado a lo que he vivido anteriormente. No en vano me he mantenido con vida en un ambiente lleno de personas peligrosas.

 

Los hombres que se habían mantenido al margen, sostienen a su líder para evitar que me haga algo de lo cual se vayan a arrepentir. Yo sólo conservo la tranquilidad a pesar de sentir que un sueño pesado me tira hacia la oscuridad.

 

No voy a dormir.

 

¿Qué es esto? Mi cuerpo se siente pesado. Como si me hubiera tomado algún tipo de pastilla relajante.

 

Caigo bruscamente sobre la mejilla derecha. Trato de mantener los ojos abiertos, pero es imposible con este letargo de mi cuerpo.

 

“Sólo un pequeño sueño de cinco minutos” me digo sonriendo y cerrando los ojos contra la mesa. 

Notas finales:

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