Una fría mañana de invierno, en aquel desolado Japón; un pequeño niño castaño, se encontraba a la orilla de la calle, sentado, esperando por alguien; aunque en el fondo sabía que nadie bueno vendría por él, pues todos a quienes él quería, salieron corriendo, escapando del desastrozo hechizo que un malvado brujo puso sobre toda la ciudad de Tokyo. El niño era el único quien no podría escapar jamás, pues él fue la causa de la ira de aquel hechicero.
Un hombre jóven, de cabellos brillantes y plateados, se acercó al pequeño niño, quien con miedo se dispuso a correr; no sin antes ser atrapado por los brazos del hombre y ser elevado hasta su hombro -No te atrevas a escapar. Desde ahora serás mi prisionero y esclavo, nadie podrá liberarte de este hechizo. Jamás podrás salir del bosque al que te llevaré y ningún alma podrá entrar a buscarte- Hizo un ademán con su mano derecha, haciendo que el castaño que llevaba en brazos, cayera en un profundo sueño.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.~
8 años después.
-¡Usagi-sama!¡Ya basta de estas cosas!¡Tiene que levantarse, se le hace tarde!- un castaño, ya de 18 años, hacía todo lo posible para despertar a su amo; el gran hechicero Usami Akihiko.
-Uugh- Con una cara que le llegaba al suelo y notorias ojeras de trasnoche; el hombre de cabellos platinos, se levantaba para un nuevo día de trabajo en la reconstruida ciudad de Tokyo; haciendose pasar como un escritor normal, al que le gustaba la vida alejado de tanto ruido. Que mejor lugar para vivir entonces, que un bosque apartado de la ciudad (era la escusa que usaba ese hombre para pasar desapercibido) -Misaki...- fue lo único que salió de su boca al mirar al azareado joven, que desde sus diez años vivía con él.
-Si, si. Ahora, "Gran Usami Aihiko"- Dijo el joven con un poco de sarcasmo -Su desayuno esta servido.
Efectivamente, la mesa estaba puesta con platos, tazones y todo lo demás. No solo para el dueño de la casa, si no también para el mismo sirviente. Desde cierto punto, viviendo en ese asombroso y mágico lugar, tuvo el honor de sentarse con su dueño, al cual, poco a poco le tomó gran afecto y cariño.
-Misaki...- seguía diciendo como zombie, mientras se sentaba para tomar desayuno junto a su ahora queridísimo sirviente, que en algún momento, de ser esclavo, pasó a ser su niño consentido.
-¿Qué ocurre?- preguntó con indiferencia el menor -Ya basta de rabietas Usagi-sama, tiene que terminar rápido o...
El sonido de la puerta principal abriendose, interrumpió las palabras del hermoso castaño de ojos esmeralda.
-¡USAMI-SENSEI!¡VENGO POR EL MANUSCRITO!¡MÁS LE VALE QUE LO TENGA LISTO EN ESTE MISMO INSTANTE!- gritó a todo volumen, una loca editora que ese día llegaba de muy buen humor a buscar el manuscrito del farsante escritor.
-Misaki...- dijo una última vez ese hombre, antes de desvanecerse por completo, callendo en seco al frio suelo.
-¡¿¡AAH¡?!¡Usami-sensei!¡No se haga el dormido justo ahora!¡tiene que entregar el manuscrito!- Volvió a gritar, comenzando a desesperarse la loca de Aikawa.
-A-aikawa-san, calmese por favor. Le traeré una taza de té ¿Si?. Respire con calma~ jaja- Misaki intentó hablar con la voz más normal y calmada posible, sin la intención de formar algún lío con la editora -Estoy seguro que Usagi-sama tiene listo el manuscrito, si quiere puede verlo en su estudio- habló el joven mientras se dirigía a la cocina a preparar el té de la editora.
-Si, muchas gracias Misaki-kun- contestó la mujer, mucho más calmada. Se encaminó hacia el estudio del escritor para poder buscar el famoso manuscrito de una nueva novela escrita por Akihiko.
El castaño, aprovechando la oportunidad, partió corriendo al lado de su amo para tomarle el pulso. Al notar que no se encontraba del todo bien, tomó el teléfono y llamó al doctor personal del hechicero. Un viejo conocido que sabía los secretos que escondía el hombre por el cual acudiría esta vez.
-¿Aló? ¿Señor Kusama?- preguntó para el otro lado de la línea.
-¿Si? ¿Misaki-kun? ¿Qué ocurrió?- respondió el médico con extrema calma.
-Otra vez, es Usagi-sama ¿Podría venir por favor?
-Claro, cuando quieras
-Muchas gracias. Nos vemos doctor- el jóven colgó el teléfono, ahora con más paz en su corazón de adolescente. Con todas sus fuerzas, logró subir al escritor al sofá, un lugar más cómodo donde el hombre podría despertar.
Después de acomodarlo, volvió a la cocina, para preparar el té de la mujer.
Al verla bajar, Misaki decidió hablar para bajar la tensión del momento -A-aikawa-san, su té está listo- el muchacho se acercóm dejando la taza de té sobre la mesa de centro -Tome asiento
-Gracias Misaki-kun, en verdad eres muy amable- comenzó a beber su té, mientras revisaba el manuscrito, afortunadamente completo.
Al final, la editora se fue con el manuscrito y solo quedaron amo y sirviente otra vez. Fue así hasta segundos después, cuando sonó el timbre de la puerta, llamado al que acudió el joven servidor.
-Señor Kusama- hizo una reverencia, muestra de educación; y dejó pasar al doctor para que pudiera revisar como se encontraba su Dueño y señor -Digame porfavor ¿Cómo se encuentra Usami-sama?
-Vaya, a pesar de ser solo su esclavo, te ves muy preocupado por el- rió un poco el doctor.
-Disculpe... Usagi-sama, me ha dicho que ya no soy más un esclavo.
-Un sirviente ¿No es prácticamente lo mismo?
-Soy conciente de que no.
-Tienes razón- respondió amablemente con una sonrisa -Usami-sama, se encuentra bien. Solo tuvo una descompensación por falta de sueño. Veo que estuvo muy atareado con su trabajo como escritor.
-Si- sonrió más aliviado -Se ha esforzado mucho. A pesar de que podría no hacerlo, no entiendo por qué-
-Debe tener sus razones, tal vez algún día lo descubras.
-Tiene razón- el menor asintió, igual de alegre que siempre -Muchas gracias por haber venido a ver a Usagi-sama.
-No des las gracias Misaki-kun. Sabes que siempre estaré ahí para ayudarlos- el doctor se despidió y salió de la casa, dejando nuevamente solos a los habitantes del lugar.
El jóven se sentó a un lado de su secretamente amado oji-lila, contemplando sus bellos cabellos plateados, acercando su mano para acariciarlos con dulzura -Menos mal se encuentra bien...-
Pasaron las horas y el menor aun no se alejaba de su amo. De vez en cuando le regalaba una caricia, no más que esa simple muestra de afecto. Aunque en el fondo se moría por besarlo, no quería arruinar el cariño que habia conseguido de su parte. Poco a poco, el hechicero despertó, con una sonrisa y feliz por ver a "su Misaki", lo abrazó con fuerza.
-¡U-usagi-sama!- exclamó el jóven, correspondiendo el abrazo que le regalaba -Gracias a Dios que usted esta bien. Me preocupó bastante- se expresó
-Gracias por quedarte a mi lado, Misaki.
-Aun debe estar cansado, lo mejor es que se vaya a la cama a descansar.
-Quiero quedarme con Misaki.
El nombrado estaba frustrado, lo estaban ilusionando de una manera en que sabía que iba a terminar destrozado, no quería sentir tanto afecto de esa manera. Su subconciente lo malinterpretaba y eso no le gustaba nada.
-¡Basta!¡Usagi-sama!- de un empujón, se apartó de quien lo molestaba con su alta dosis de cariño. Corrió hasta su habitación en el segundo piso y se encerró con llave para que no lo fuera a molestar. Aun cuando sabía que tenía miles de otras formas de abrir la puerta.
El hechicero decidió dejarlo tranquilo y en paz, pues no quería hacer enfadar a su pequeño y consentido Misaki.
La noche llegó, el menor no salió ni siquiera para preparar la cena o acudir a su deber. "De seguro tiene que ser un desastre ahí afuera"; pensó, imaginandose el desorden que habrá dejado el dueño de casa. A una hora en la que seguro Usami Akihiko se encontraba dormido. El jóven salió de su encierro para poder ordenar la gran casa, que casualmente se encontraba ubicada en medio del bosque.
Un extraño chirrido proveniente de afuera lo hizo reaccionar, llamando su curiosidad y obligandolo a salir a investigar. Aunque estaba un poco asustado, se armó de valor y salió de la casa, buscando de donde provino el extraño sonido -¿Ha-hay alguien ahí?- tartamudeó, muy asustado por la obscuridad de la noche y el frío que recorría su cuerpo -¿U-usagi-sama?- intentó llamar a su amado, pero este se encontraba plácidamente dormido en su habitación. Al no obtener respuesta, se propuso volver a entrar a su hogar; pero el mismo chirrido lo detuvo. Era su deber como sirviente, velar por la vida de su amo; servirle con toda fidelidad, eso lo tenía más que claro y por esa razón, vencería su miedo yendo detrás de el intruso que provocaba ese sonido. Una sombra cruzó frente a sus ojos y como instinto la siguió. No sabría a que lugar lo llevaría, pero de ese bosque jamás saldría.
Algo importante en su vida ocurriría y un fuerte amor comenzará a florecer.
Continuará...