Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi último cigarro. por DanTamMu13

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Si alguien se pregunta porqué siempre pongo a mis personajes fumadores es porque soy una fumadora compulsiva desde hace poco y todavía no logro procesarlo, sigo luchando contra eso.

Las canciones del reto de mi amiga fueron Me enseñaste de ArjonaDile qué de Romo One y Mc Aese, Te conozco de Arjona, también.

Notas del capitulo:

Sin más que agregar, los dejo leer.

Han pasado tres largos años desde que terminé con la única relación que he tenido en mi vida, la única relación que siempre quise tener. Nunca creí, por ese entonces, que llegaríamos a terminar, él y yo llevábamos siete años juntos, una eternidad, nos conocimos bastante pequeños; pero lo cierto es que me enamoré de él al instante. Apenas lo vi supe que querría pasar el resto de mi vida con él a mi lado, todo iba mucho más lejos de su atractivo físico o de su influyente apellido, era por su forma de pensar, por cómo era conmigo cuando estábamos juntos.

Él me enamoró apenas lo conocí, no le tomó ni diez minutos robarse toda mi atención; pero conforme nuestra amistad dio inicio me vi forzado a fingir y pretender no tener ningún tipo de sentimiento hacia él. Siempre fue alguien hermético, cerrado, no hablaba con muchas personas, en realidad alejaba al mundo de su persona. Al principio no conseguía comprender por qué hacía esas cosas, ¿qué podía ser tan malo para que un niño de ocho años alejara así a la gente? Dos años me tardé en averiguarlo, su madre había muerto cuando él cumplió seis años, desde entonces él decidió encerrarse en su pequeño núcleo familiar que constaba, únicamente, de su hermano mayor y su padre. Ambos hacían lo imposible porque el niño fuera medianamente feliz.

 

Todavía recuerdo que hice hasta lo imposible porque me notara, porque supiera que yo existía y poder formar un lazo con él. A sus nueve años lo conseguí, me permitió invitarlo a mi casa por primera vez desde que lo había visto. Mis padres se habían dado cuenta de inmediato de mi interés amoroso en él, y lo cierto era que no podían estar más felices por eso, les emocionaba un poco que yo hubiera encontrado un motivo para salir de casa día con día. Antes de que él llegara a mi vida yo tampoco tenía amigos, únicamente hablaba, de manera ocasional, con mi hermano mayor; pero no era igual que tener amigos de mi edad.

Tardé cinco años en hacer que él se diera cuenta realmente de mí, cinco años de constantes juegos, bromas y atenciones para que él se percatara de que no lo veía como un simple amigo, y aunque al principio fue mucho más difícil de lo que pensé, le tomó tiempo poder tomar una decisión, no quería precipitarse, no quería sencillamente decir que sí quería estar conmigo sólo por la amistad que habíamos formado, no. Él quería una decisión en serio, y yo no podía estar más de acuerdo con él en ese aspecto.

 

A los dieciséis años comenzamos una relación, al fin, y yo me sentía completo, realizado en todos los aspectos. Tenía por novio al chico que siempre había querido, en el colegio me iba de maravilla, tenía una excelente familia apoyándome en todo momento, y él formaba parte de todo eso en mi día a día. Lo amaba con total locura, desmedidamente, era todo en mi vida y no había una sola persona que pudiera dudarlo, bastaba con fijarse en la manera en la que lo miraba. Lo miraba con amor, aun cuando hacía locuras, aun cuando se metía en problemas, aun cuando tenía días terribles en los que no toleraba el contacto de nadie ajeno a su familia.

Los años siguieron su curso natural, consiguiendo afianzar más mis sentimientos por él, no había una sola duda en mi mente respecto al amor que sentía por mi novio, mientras que él parecía sentirse cada vez más cómodo, incluso comenzó a pasar más tiempo con su familia y conmigo, tomándome en cuenta como parte de su pequeña familia. Era perfecto, todo en mi vida lo era, y yo era feliz de esa manera, más de lo que jamás llegué a pensar.

 

A los veintiún años, con cinco años de larga relación decidimos mudarnos juntos, no teníamos duda alguna de lo que queríamos, y lo que queríamos era estar juntos. Él no necesitaba decírmelo, bastaba con su manera de mirarme, de besarme, de tocarme para dejarme en claro que me amaba tanto como yo lo amaba a él. Aun con su tormentosa historia pasada, siempre me sonreía con honestidad y no hacía más que demostrarme el amor que me tenía, y eso me llenaba, me bastaba, podía vivir con eso por el resto de mis días.

Todo el mundo me dijo que era tonto que supusiera que estaríamos juntos toda la vida; pero jamás llegarían a entender mi sentir, no lo suponía, tampoco lo asumía, lo anhelaba, deseaba fervientemente que fuéramos sólo él y yo por el resto de nuestros años; pero todo termina, todo tiene un final, y el nuestro optó por llegar no mucho tiempo después.

 

Nunca supe bien los motivos por los cuáles decidió terminar con mi felicidad y con la suya, yo estaba seguro de que aún me amaba tanto como yo a él, y lo confirmé cuando lágrimas brotaron en plena ruptura. No tuve corazón para negarme a él, si eso era lo que él deseaba, se lo daría, si eso lo haría más feliz de lo que había podido hacerlo yo, lo aceptaría sin ningún problema, ¿qué ganaba rehusándome? Sólo lograría terminar de alejarlo de una vez por todas.

Dos años después de esa dolorosa ruptura, misma que me presentó el único vicio que adopté en todos estos años, el cigarro, coincidimos gracias a un par de amigos en común, volvimos a vernos, volvimos a hablar, a reír como antes, y sentí, de inmediato, que seguía existiendo la conexión que siempre nos unió y eso era algo innegable, rodeados de gente no hacíamos más que existir para el otro; pero, aun con eso, no me atreví a decirle nada.

 

Meses después, es decir, actualmente, me lo encontré, nuevamente, ahora en una exposición que yo daría respecto a mi trabajo de tantos años, había seguido los pasos de mi padre, tenía mi propia compañía de tecnología y me iba increíblemente bien. Mientras la hacía de expositor en frente de miles de personas que tenían la mirada puesta en mí, no pude evitar notar su presencia, tan imponente como siempre. Formaba parte de los asientos reservados, encontrarme con su mirada seria y resuelta por poco me hace perder el hilo de lo que decía. Tuve que mirar a otro lado para concentrarme nuevamente y continuar con mi exposición.

Para cuando el evento terminó él permaneció en su sitio y no pude evitarlo un solo segundo más, sólo podía acercarme a él, hablarle, porque me moría de ganas de hacerlo.

 

-        No esperaba verte aquí. – le hablé conteniendo el millón de emociones que sentía en ese preciso momento de sólo verlo frente a mí.

-        Para serte franco no pensaba venir; pero me enteré que tú expondrías y sé lo importante que es para ti, para tu empresa. – declaró él con una sonrisa hermosa, como las que me daba cuando salíamos juntos.

-        Entonces debería sentirme halagado. – anuncié sonriéndole de vuelta, ¡cómo extrañaba su sonrisa! ¡Y su voz! Y todo en él.

-        Deberías; pero sólo te veo arrogante como siempre, Sasuke. – replicó riendo un poco, enamorándome otro poco, no, no sería capaz de olvidarlo jamás.

-        Eso, si me permites explicarlo, se debe a tu sola presencia aquí, Naruto. – solté sonriéndole nuevamente, nunca había podido mentirle u ocultarle mis sentimientos hacía él.

-        ¿Mi presencia te vuelve arrogante? Eso explicaría demasiadas cosas, ¿no te parece? – me encontré enamorado como quinceañero de él, con sus tontas e infantiles bromas, sabía que no podía resistirme a él, no podría, jamás.

-        No me refería a eso, Naruto, sino a que no sé cómo actuar en tu presencia. – confesé deliberadamente, siempre había sido así, siempre le hablaba con esa naturalidad y espontaneidad.

-        Bueno, podrías comenzar por saludar propiamente, como el resto de la gente, y luego de eso, por aceptarme un trago. Me gustaría celebrar contigo lo que hoy has conseguido. – respondió con una sonrisa verdadera, de esas que inspiran confianza de inmediato, de tan sólo verlas.

-        Hola, Naruto, me alegro que hayas venido, aunque no contaba con verte aquí. – saludé como él mismo me había pedido, siempre fui igual de obediente a su lado, siempre que él me pedía algo yo no podía evitar acceder a eso. – Y por supuesto, vayamos por un trago. – acepté su propuesta sin dudarlo realmente.

-        Hola, Sasuke, ciertamente no estaba invitado; pero creí que sería una buena idea venir y darte un poco de ánimos. – respondió él con una larga sonrisa.

 

Salimos de la sala de conferencias de uno de los hoteles más exclusivos de Japón, era todo un honor poder exponer algo ahí y eso celebraríamos, el logro de haber aparecido en la lista de escasos nombres que llegaban a esa sala de conferencias.

Al llegar al bar no tuve que abrir la boca, siquiera, él pidió por ambos, pidiendo, por mí, un coñac hennessy, era una de las botellas más caras que podían existir, y, pese a eso, decidió pedir una personal. Cierto era que ninguno sufríamos por dinero, él también había hecho avances impresionantes en los cortos tres años que no nos vimos, así que no me apenó del todo el atrevimiento que se tomó. Elegimos una de las tantas mesas que había en la terraza, gracias a mis suplicas, pues necesitaría un cigarro o dos para relajarme estando tan cerca de él.

 

-        He escuchado que te ha ido muy bien. – habló él mientras el servicial camarero nos traía la botella y comenzaba a servirla en dos vasos, yo, por mi parte, lo escuché con atención al tiempo que encendía uno de los cigarrillos que tanto ansiaba. – Y no tenía idea de que fumabas. – añadió mirándome fijamente, casi como reprimenda.

-        Sí, me ha ido muy bien, aunque lo mismo escuché de ti. – respondí sin dejar mi cigarrillo en el cenicero, me sentía cómodo con él entre los dedos, me daba cierta seguridad y calma su simple tacto, su aroma, me había vuelto adicto al maldito tabaco. – Comencé a hacerlo hace casi tres años. – agregué omitiendo la mención de nuestra ruptura.

-        Supongo que debería sentirme mal por eso entonces. – declaró él con voz ligeramente insegura.

-        Lo cierto es que no es tu culpa, Naruto. Fue sólo un mal momento, seguido de una mala decisión que acabó en lo que soy ahora. Un adicto. – respondí seguro con una pequeña sonrisa mezclada con tristeza, levanté el vaso, mostrándoselo, como si fuera un chiste y bebiendo un sorbo del coñac para luego darle una calada a mi cigarro.

-        Fumar y beber ocasionalmente no te convierten en ningún adicto. – me aseguró confundido, era evidente, la ocasión anterior que lo vi no hice ninguna de esas dos cosas, supuse que le molestarían, ahora no me importaba tanto.

-        Si tengo que ser completamente honesto, sí, bebo ocasionalmente; pero fumar es otra historia. Se ha vuelto un hábito recurrente. – declaré suspirando, sabía que estaba mal volverte dependiente de una sustancia, fuera la que fuera; pero no había podido evitarlo, fumar calmaba las ansias que Naruto me había dejado luego de su partida.

-        Es una lástima. – declaró él arrugando un poco la nariz en señal de desaprobación. – Tu colonia se pierde con el aroma del cigarro, y tú mejor que nadie sabe lo irresistible que es un hombre que siempre huele bien. – al escuchar eso me vi tentado en apagar el cigarro; pero, ciertamente me resultaba imposible, lo que había comenzado con un cigarrillo ocasional, había terminado en demasiados cigarros al día por necesidad.

-        Es posible, aunque no tengo motivos por los cuáles andar por la ciudad luciendo irresistible. – solté sin reparar en ello, luego de Naruto no había tenido ningún tipo de relación con nadie, nadie conseguía atraer mi atención como lo había hecho él tiempo atrás.

-        Eso me resulta difícil de creer, Sasuke, siempre has sido todo un galán, atraes atenciones sin buscarlas, ¿en serio nadie tiene la tuya? – cuestionó bastante sorprendido antes de beber su primer sorbo al coñac.

-        Creo que esa pregunta tiene una sola respuesta, bastante obvia, debo añadir. – respondí riendo un poco por lo bajo. – Sólo una persona tiene toda mi atención, Naruto, y lleva años siendo así. Dudo que cambie pronto. – declaré con una sonrisa llena de nostalgia.

 

Naruto guardó silencio por unos minutos, sólo me miró de una manera que no pude comprender totalmente y siguió bebiendo lentamente. Apagué la primera colilla cuando no tuvo rastros de tabaco y esperé un par de minutos antes de encender el segundo cigarrillo de la noche, noté de inmediato la incomodidad de Naruto al ver eso; pero prefirió no mencionar nada más.

 

-        Jamás he comprendido qué es lo atrayente del cigarro, todo el mundo lo encuentra fascinante, y a mí ni siquiera me ha atraído. – declaró él mirando fijamente el cigarrillo, observando cómo se consumía lentamente.

-        La agradable falsa paz y tranquilidad que proporciona. Son sensaciones efímeras, duran apenas un rato; pero es lo único que me mantiene pegado a él. – respondí sin pensarlo realmente, no necesitaba pensar esa respuesta, la conocía de memoria, miles de veces me había preguntado lo mismo en vagos intentos por dejar ese vicio.

-        Si lo dices así suena casi romántico. – declaró él sonriendo para sí mismo. - ¿Puedo probarlo? Siempre me he visto tentado a descubrir eso que todos parecen ansiosos por obtener. – expuso mientras analizaba mi reacción.

 

Lo dudé unos segundos, cierto era que no me agradaba ser adicto, menos me gustaría que él lo fuera; pero también sabía que él siempre había sido más fuerte, tiene una mejor fuerza de voluntad que la mía, sabía que él no sería como el resto del mundo, volviéndose adicto a una estúpida sustancia tóxica que algún día lo mataría, él no era cobarde como yo. Estiré la mano con el cigarro en ella, ofreciéndoselo si lo deseaba, y él no pareció dudar en tomarlo.

No se ahogó con el humo, como el resto del mundo, lo hizo con la misma elegancia y perfección con la que hacía todo a su alrededor. Expulsó el humo de sus pulmones y no pudo evitar hacer una mueca de desagrado mientras me devolvía el cigarro.

 

-        Reitero, no comprendo cómo pueden ser adictos a eso, no sólo huele mal, su sabor es peor aún. – espetó con hastío.

-        Ya te dije por qué lo hago yo. Me tranquiliza, aunque sea por un rato. – respondí divertido por su reacción, sabía, desde hacía años, que aborrecía con vehemencia el cigarro.

-        ¿Necesitas calmarte constantemente? – preguntó él mientras bebía otro sorbo de su vaso. – Todo parece pintarte tan bien que me es difícil creer que necesitas de esa sensación con tanto fervor.

-        Nada es como se pinta, Naruto. – declaré sonriéndole amargamente, no era capaz de admitirle que me sentía turbado por su presencia todavía, no después de tanto tiempo.

-        En eso tienes toda la razón. – aceptó con un dejo de tristeza justo antes de terminarse el primer vaso de coñac, yo seguía con el primero, no tenía tantos ánimos de beber en ese momento, quizás por el cigarro, quizás por Naruto.

-        A todo esto, no me has dicho qué te ha traído a mi exposición, Naruto. – espeté mirándolo fijamente, sabía que era algo importante o relativamente interesante.

-        No es nada importante, Sasuke. Quiero decir, no para ti, estoy seguro. – declaró él con algo más que tristeza, con decepción, tal vez.

-        Inténtalo, cuéntame y podré decirte si es o no es importante. – ofrecí sonriéndole con comprensión, tenía una vaga idea de lo que podría ser.

-        Me voy a casar, Sasuke, o eso creo. – soltó sin más, suponía que algo tendría que ver cierto castaño que había estado a su lado la última vez que lo vi, aun cuando él y yo reíamos personalmente y parecíamos tan enamorados como siempre, el chico no lo había dejado solo un solo segundo.

-        ¿Eso crees? – pregunté curioso, no me hacía feliz la idea, en realidad, dolía endemoniadamente; pero como en la ruptura, si eso lo haría feliz, yo lo soportaría.

-        No estoy seguro, quiero decir, lo estaba. Estaba muy seguro de querer casarme, ¿sabes? Pero he tenido muchas dudas últimamente, comienzo a pensar que no sería la mejor idea. – respondió él mirando el vaso que el camarero rellenaba.

-        ¿Por qué has dudado? – pregunté sintiendo cómo me quemaban las palabras conforme las pronunciaba.

-        Oh, Sasuke, las dudas son tan sencillas que de sólo venir deberías de conocerlas. – expresó él en tono condescendiente.

-        ¿Ha sucedido algo para que dudes de esta manera? – cuestioné dándole el último trago a mi coñac, aprovechando que el camarero seguía cerca para que rellenara mi vaso también.

-        Tantas cosas que no sabría por cuál comenzar. – respondió él casi riendo. – Pero sentía la necesidad de verte y es por eso que decidí venir. – admitió él bebiendo de su vaso.

 

Apagué el segundo cigarrillo y dejé la cajetilla a un lado, no me apetecía uno tercero, al menos no por el momento, bebí un sorbo del coñac y me acomodé en la silla, acercándome un poco más a él, aun cuando él estaba sentado frente a mí, al otro lado de la mesa.

 

-        Déjame adivinar, Naruto. – pedí transigentemente. – No soporta tus manías, esas como las de querer controlar todo a tu alrededor. No tolera tu constante insomnio, y menos cuando no puedes resistir el levantarte por las noches a beber una sola copa de vino tinto. Le resulta insufrible tu falta de expresión afectuosa, también le exaspera tu manera de expresarte, siempre tan educado frente al mundo; pero tan irreverente a solas. Puedo apostar, también, que no puede sobrellevar tu hábito diario de beber dos tazas de café en completo silencio durante la mañana, al despertar, aunque el cielo se esté cayendo, o quizás sea la manera tan peculiar que tienes que quejarte de las cosas de una manera agresivo-pasiva. No se ha de conformar, tampoco, con la idea de que, aun ahora, sepas exactamente dónde encontrarme, o que, quizás, escuches de mí todo el tiempo. Ni tampoco con la idea de que pienses en mí de manera ocasional, o quizás sea más que eso, sea algo recurrente, algo normal para ti. – solté sin pensarlo realmente, lo conocía, conocía a ese chico como me podía conocer a mí mismo.

-        No puedo aborrecer más el hecho de que me conozcas tan bien, Sasuke. – declaró él con una sonrisa casi burlona.

-        ¿Le has dicho por qué tienes ese insomnio? ¿Le has contado que no duermes por las pesadillas que siempre invaden tus sueños? ¿Le has explicado que la copa de vino tiene un significado oculto también? – comencé a preguntarle, quería mover su mundo como él movía el mío cuando lo veía, porque sabía que podía hacerlo, de lo contrario no estaría ahí, conmigo.

-        No tiene la mínima idea. – confesó él sonriendo nuevamente, ahora un poco más triste.

-        ¿Sabe, acaso, por qué desprecias tanto la idea de expresar amor? O tal vez deberías también contarle quién te enseñó tantas manías. Deberías confesarle que, si piensas en mí, es inevitable, quizás deberías decirle a él, y al resto del mundo, como para ti mismo, lo mucho que extrañas cuando estábamos juntos en ciertas ocasiones. Tal vez sería una buena idea admitir lo mucho que te repugna tener una rutina diaria, o sentirte seguro con todo lo que tienes o te dan, lo extremadamente independiente que eres y lo poco que podrías llegar a necesitar algo de él. – agregué presionando un poco más, bebí otro sorbo de coñac, más largo que los anteriores, rebajando bastante el líquido que tenía en el vaso. – Si le dijeras que odias fervientemente tener que hacer apariciones públicas porque siempre te has mostrado renuente a tratar con la gente, o si le contaras que él tiene que poner todas las demostraciones de amor, porque a ti no te van a nacer. Si le admitieras que te encantan los mismos detalles que juras odiar a viva voz, o que no hay nada en el mundo que odies más que los estúpidos nervios que puede llegar a demostrarte. Quizás si le contaras que eres sorprendentemente celoso, a pesar de lo frío y distante que puedes parecer, o si fueras capaz de confesarle qué no te sientes cómodo con la idea de casarte con él, porque te recuerda constantemente a la promesa de niños que me hiciste cuando teníamos diecisiete años. Tal vez si hicieras eso te sentirías mejor, tal vez si confesaras todo eso serías feliz con él. – cerré todo aquello con otro sorbo largo de coñac, vaciando el vaso que tenía en la mano, solo para llenarlo sin esperar al camarero. Naruto me había escuchado con atención mientras bebía de a poco de su propio vaso, sin levantar la mirada.

-        Pero tal vez no quiero ser feliz con él, Sasuke. – respondió él sin mirarme todavía, seguía metido en sus pensamientos mientras observaba fijamente el vaso casi vacío que permanecía entre sus dedos.

-        Tienes razón en eso. – accedí a su idea acomodándome de nuevo, recargando la espalda al respaldo, alejándome de nuevo, obteniendo su mirada como agradecimiento al alejamiento. – Tal vez sólo quieres probar un punto, a lo mejor, lo único que siempre quisiste era demostrar que había un Naruto sin Sasuke, que podías existir sin necesidad de tenerme cerca; pero nunca te diste cuenta que era al revés, Naruto, era yo quién debía demostrar que yo era alguien sin ti, porque repito, eres independiente desde que te conozco, no te conformas con necesitar de nadie en absoluto; pero yo, por el contrario, me declaré tu obstinado subordinado, siempre haciendo completo caso a lo que decías, sin poder negarme jamás a lo que pidieras. ¿Nunca notaste mi clara y desmedida necesidad de ti? Quizás no sea una necesidad enferma, Naruto, porque, claramente, sobreviví sin ti estos años, y es probable que siga así si tú no estás conmigo; pero soy lo que soy por ti. – una vez dije eso tomé nuevamente de mi vaso.

-        Eso es mentira, Sasuke. – replicó de inmediato. – Me enseñaste tanto que podría jurar que aun sin estar a tu lado, dependo totalmente de ti, de tus enseñanzas, de lo que solías decirme. Y aun, tantos años después, sigo siendo el mismo Naruto que se fue, el mismo que te necesita más de lo que jamás quiso admitir. – declaró mirándome fijamente a los ojos, buscando alguna respuesta a una pregunta sin formular. – Te pertenezco, estoy seguro, Sasuke, y siempre lo he sabido a ciencia cierta; pero necesitaba verte una vez más para poder decidirme. Es por tu culpa que yo hable siempre así cuando hay gente a mi alrededor, y también es culpa tuya que beba café cada mañana. Por ti, Sasuke, es que tolero el contacto con gente que no conozco, y también por ti es que sé que las peonías son mis flores favoritas, porque eran las flores que tú me regalabas porque no eran las flores convencionales para obsequiar. También sé que si bebo tres cervezas me encontraré completamente ebrio; pero si bebo una botella de tequila estaré en perfecto estado. Y es que en todo encuentro algo que me mostraste tú, ¿qué te hace pensar que nunca te necesité? ¿Qué te hace creer que no te necesito todavía? – Naruto hablaba mientras yo encendía un cigarro más, sabía el rumbo que estaba tomando la conversación, sabía en lo que terminaríamos. – Por eso vine, Sasuke, porque te pertenezco, porque me perteneces, porque te necesito tanto como me necesitas, porque dependo de tu voz, de lo que tienes qué decir en este momento, porque quiero saber que no estoy loco y no estoy solo. Necesito que me digas que no soy sólo yo el que sigue pensando en lo que hubo y sigue deseando que haya algo nuevo. O, sino, necesito que me confieses que ese fue nuestro trágico final y que jamás habrá otra oportunidad para nosotros. – pidió acercándose ahora él, lo imité sin pensarlo, quedando suficientemente cerca de él como para percibir su dulce esencia a orquídeas, la misma esencia que, tenía entendido, su madre usó toda la vida.

-        ¿Quieres que yo decida por ti si debes casarte o no? – pregunté directamente, era evidente que escuchar esas palabras de su boca habían causado grandes estragos en mi persona; pero no podía sólo rendirme ante eso.

-        Si existe alguna oportunidad para nosotros entonces sabré que no deberé casarme; pero, si no es así, no tendría motivo alguno para detenerme. – declaró él mirándome fijamente.

-        Deberías casarte con él, Naruto. – espeté, aunque me quemaba decirlo, sabía que eso era totalmente lo opuesto a lo que yo quería; pero era absurdo pensar que yo sería tan egoísta para pedirle que no lo hiciera. – Si lo único que te detiene a casarte con él, soy yo, deberías de hacerlo. Una cosa es dudar porque estás seguro de lo que sientes por mí, o quizás sólo dudar de tu amor por él; pero otra muy diferente es venir a pedirme que te suplique que no te cases. Incluso me hace pensar que no me conoces, Naruto. No podría, nunca, ser tan egoísta, no podría, jamás, pedirte que no te cases si eso es lo que quieres. – solté aun cerca de él, le di una calada al cigarro y regresé a mi sitio para expulsar el humo.

-        Esa es una evasiva, Sasuke, yo pregunté claramente si había algo entre nosotros pendiente, no si debía casarme o no. – soltó él frunciendo suavemente el ceño.

-        Y te conozco tan bien como para saber que, eventualmente, me preguntarías eso. – anuncié sonriéndole de lado, arrogantemente, aunque internamente me sentía destrozado. – Tan sólo preferí ahorrarme una serie de preguntas que sólo jugarían con mi mente y con la tuya. Naruto, si vienes a que yo reafirme tus sentimientos por mí, o a que cante a los cuatro vientos mi amor por ti, has venido con el chico equivocado. – declaré honestamente. – Yo no tengo que declararte mi amor a gritos, Naruto, nunca lo he hecho, porque siempre me he limitado a demostrarlo en vez de gritarlo. No lo haré hoy para evitar que te cases, porque no es mi papel. Tú tienes que decidirlo, ¿te casarás con él o no? – pregunté nervioso, ansioso, era obvio que anhelaba escuchar una negativa por su parte; pero no estaba del todo seguro de si la recibiría. Di un par de caladas al cigarro antes de que él respondiera algo.

-        Sé a lo que vine, créeme, y sé que yo no debería decirte nada de lo que dije. Vine porque necesitaba saber si sientes algo por mí todavía, sólo eso. No malinterpretes las cosas. – declaró él antes de darle un largo sorbo al coñac. – No vine para reafirmar mis sentimientos por ti, tengo muy claro mi sentir. Tampoco vine a saber si debería casarme o no, al menos no a preguntártelo. Sasuke, llegué a un punto donde si no estoy contigo, no me interesa quién esté ahí, por eso vine, porque si tú ya no sientes nada por mí, si todo eso quedó en el pasado, entonces me casaré, porque no importa si es él, o alguien más, simplemente no seré feliz a dónde vaya, ni con quién esté; pero si aún queda algo de lo que alguna vez hubo, entonces no será con él, ni con nadie más, si tengo la posibilidad, todavía, de recuperar lo que yo dejé ir, entonces no tendré la necesidad de ocultarme en un falso amor. – se terminó el coñac de un trago y me permitió servirle más, la intención no era embriagarnos, sino sincerarnos, y siempre habíamos sido de esa manera, charlábamos con mayor honestidad si había alcohol de por medio.

-        Entonces no sé qué esperas que te diga, Naruto. – solté una vez dejé la botella sobre la mesa nuevamente. – Tú lo dijiste, te pertenezco y me perteneces, te amo tanto como me amas a mí. Y sí, te sigo necesitando cada día cuando despierto a beber café antes de pensar en hacer cualquier otra cosa. El cigarro ha sido sólo un reemplazo, me ayuda a sentirme menos ansioso sin ti en mi día a día. Así que, con eso dicho, ¿qué harás? – pregunté luego para apagar la colilla, aún tenía tabaco; pero ya no se me antojaba en absoluto y luego di un sorbo más al coñac.

-        Decirte que ya no necesitarás volver a fumar. – declaró él sonriéndome tiernamente mientras ofrecía una mano sobre la mesa, misma que no pude evitar sostener. – Si tengo que ser totalmente honesto, él me lo propuso hace unas semanas, me negué de inmediato; pero mi hermano me pidió que lo pensara. No podía pensarlo si tenía esto en la mente todo el tiempo. – confesó sin borrar su sonrisa. – Si tú me hubieses rechazado en este momento, apenas volviera a la ciudad hablaría con él. He venido sin compromiso alguno. – expresó él con soltura.

-        Aprendiste a mentirme. – declaré sonriéndole divertido por su confesión.

-        Y es probable que sólo haya aprendido a eso. – anunció riendo por lo bajo.

 

Sellamos un nuevo comienzo con un casto beso frente a todo el mundo, en ese preciso momento no importaba que nos vieran por ahí, o que hubiera gente rodeándonos, a él tampoco le importó que, nuevamente, le diera una demostración de afecto pública, sólo no pude resistirlo, y él no pudo negarse.

 

Y sí, efectivamente, ese día, el tercer cigarrillo de la noche, fue mi último cigarro por el resto de mi vida. Nunca necesité reemplazar su presencia con nada más.

Notas finales:

Bueno, sólo resta decir gracias a todos por leer, y pues nada, espero que a mi amiga -Mariana- le guste la historia. No hay lemon en este one-shot porque no le gusta, y pensando que era para ella decidí respetar eso.

Si alguien tiene sugerencia para una historia corta, es decir, cinco capítulos o menos -porque historias largas ya tengo muchas en mente-, las ideas las recibo, lo prometo. Si alguien más quiere un fanfic particular también, explicaré porque lo ofrezco. Escribir aquí no sólo es desahogo y desestrés, sino práctica, en mi carrera me hacen escribir historias y guiones todo el tiempo, así que me ayudan mucho.

Los quiero mucho, y gracias por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).