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Close the last door por Daiyamine B

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Close the last door


 


 


Estaba sentado en su sillón de terciopelo rojo, mirando como todo repentinamente jugaba a su favor. Hoy definitivamente era su año. Mira que el que Aomine y Kagami se juntaran para jugar en su casino era un evento que nunca pensó que ocurriría en la vida, de esas que tienen una probabilidad de 1 en un millón. Sintió removerse en su regazo al bello muchacho debido a la repentina falta de atención, para luego notar que le estaba pasando la lengua por todo el cuello intentando provocarlo. Le estrujo el pequeño y respingado trasero simplemente para que el menor no se aburriera. El otro soltó un suspiro de placer, él sonrió complacido.


 


 


El momento de su venganza se había hecho posible al fin.


 


 


La venganza de la que hablaba estaba protagonizada por esas dos personas, bueno, de hecho, solo por la primera, pero el pelirrojo por culpa de su inmadurez se había visto involucrado. Pensó en aquellos tiempos de juventud, cuando Aomine negó sentir cualquier cosa por el después de follarselo vilmente en el aula de medios visuales de su universidad. Al inicio había llorado por horas, pensando que no era lo suficientemente bueno para estar con el moreno, luego que era un tonto ingenuo al ser utilizado y ultrajado de esa forma por quien tanto amaba, después de eso le había entrado un odio, no... un aborrecimiento horrible contra ese maldito negro. Juro que si algún día podía vengarse de ese tipo que había jugado con sus sentimientos y se había llevado su virginidad sin su verdadero consentimiento, lo haría y de la peor manera que pudiese. Y momento más perfecto no podía haber.


 


 


Ahí estaban sus dos presas, indefensas, sin saber lo que les deparaba el destino que el escogió para ellos. Ser un modelo lame suelas había servido de algo, el acostarse con productores y fotógrafos lo había llevado hasta lo más alto, tanto así que al final decidió dejar Japón y abrir un gran casino en Las Vegas, había iniciado con algo pequeño, pero fue creciendo con el paso del tiempo. Ahora, a sus 30 años tenía mucho más de lo que pudiese desear...pero no lo tenía a él.


 


 


Él quería a Himuro Tatsuya, ese bello modelo de pasarela, que era tan codiciado por la condición de sus ojos de diferente tonalidad de gris, además de ese porte serio y esbelta figura. Cuando lo vio por primera vez en sus años de preparatoria había quedado fascinado con su belleza, ¿pero adivinen quien era su pareja? Si, Kagami Taiga, un ex-jugador de basket profesional. El pobre diablo había caído en las drogas por culpa de uno de sus compañeros de equipo, se hizo adicto y termino despedido. Ahora el único que lo recordaba y soportaba era su pareja, que apenas y podía lidiar con su grosera actitud, no había ni un solo rastro del Kagami de preparatoria. Ahora era un verdadero patán, fumaba lo que fuera que se pudiese hacer porro, le metía tanta cosa, la mayor parte del tiempo estaba en la luna según sabia, pero aun así tenía a una persona tan bella a su lado, no lo comprendía.


 


 


Himuro era un ser elegante, culto y hermoso, no debería estar con ese drogadicto de Taiga, él se merecía a alguien que estuviese dispuesto a colmarlo de más lujos y con quien pudiese pasear con orgullo del brazo por la calle, alguien carismático, guapo y bien bañado. Y él estaba ahí para quitar a esa piedra del camino, no solo la quitaría, la mandaría a volar y si se podía en el proceso se ganaría el corazón del modelo.


 


 


Quito a Naruse de sus piernas, el cual se quejó un poco, pero lo dejo pasar cuando le tendió un fajo de billetes que sacó del bolsillo, posiblemente ya no necesitaría de los servicios del chico pecoso por un tiempo. Este sonrió malicioso y se guardó el efectivo en una bolsa de su chaleco. Camino con paso digno hacia la otra salida mientras que su sexo servidor se iba por la puerta contraria. Le pidió a Henry, su guardia de seguridad más confiable, que le dejase ver las cámaras, este le dio espacio. De inmediato localizo los curiosos cabellos fantasía. De solo ver al maldito Aomine le entraban arcadas, y pensar que alguna vez le había gustado ese indígena.


 


 


-Henry, manda guardias para que me traigan a esas dos personas, las quiero en mi oficina-Apunto hacia los dos puntos más llamativos de todo el casino, el hombre regordete asintió con ganas, eran pocas las veces que venía el mismísimo Kise Ryota a vigilar las cámaras.


 


 


- ¿Que quiere que les digo a los guardias Jefe? -Pregunto educado, como siempre. El rubio le dirigió una fría mirada.


 


 


-Qué crees que están haciendo trampa, yo que sé, solo que los traigan, ¡oh! Mejor llévalos a mi sala privada, también llama a Geraldine y a Carlos-Miro al techo del lugar mirando cómo se movía el ventilador pensativo.


 


 


- ¿A los estafadores? ¿Para qué? -No era común que los llamara más que para hacer tratos como enviarlos de espionaje a otros lugares y ver cómo iba la competencia, y si podía, también arruinar el lugar. Termino fulminando con la mirada al pobre hombre. La verdad le caía bien Henry, pero cuando este estaba callado y trabajando para sus beneficios e intereses.


 


 


-Con que yo me entienda es suficiente, entrometido.


 


 


-Disculpe mi rudeza señor.


 


 


-Levanta la cabeza y ponte a trabajar, si haces todo bien tal vez te de 2 días más de vacaciones-Murmuro mientras sacaba un puro de la bolsa interna de su saco blanco.


 


 


El señor obedeció las ordenes, se sentó de nuevo en la cómoda silla de cuero negra y llamo por su micrófono a los dos guardias, Marcos y Zack para que fuesen por esos dos tipos. Estos obedecieron inmediatamente las ordenes de su superior y fueron lo más rápido que pudieron en dirección a los individuos. También se comunicó con los estafadores, una muchacha de apariencia pulcra y elegante, que en realidad era una vil prostituta y a Carlos, que era un muchacho muy intrépido y lanzado, amigo personal del dueño del casino, que de hecho también era homosexual.


 


 


Se cerraron las puertas de su oficina de un portazo.


 


 


 


 


...


 


 


 


 


 


Ambos miraron ahí a Kise Ryota, que se reía cruelmente mientras los miraba tomarse esas copas de Martini con raro sabor. Le iba ganando en las cartas a ambos, a este paso perderían y el rubio se saldría con la suya. Le dolía la cabeza, mucho, casi como si le estuviesen clavando algo en el cráneo con un martillo, así se sentía. Miraba todo borroso y sentía escalofríos por todo su cuerpo, no podía pensar con claridad y todo gracias a la maldita sobredosis que le había causado ese cóctel de cristales que le había ofrecido el barman, maldito fuese ese tipo, ojalá le agarrara gonorrea la próxima vez que cogiera.


 


 


Lo habían traído a propósito a esa sala privada de juego, en donde se reencontró con esos dos tipos que nunca creyó volver a ver. Cuando Aomine lo miro le volteo la cara.


 


 


Odiaba tanto haberse convertido en eso...


 


 


Solo era un drogadicto que dependía enormemente de Tatsuya, su pareja, de la cual estaba muy enamorado. Definitivamente si aún había días buenos en su existencia, eran los que pasaba al lado de su bello novio. Himuro no lo presionaba, no lo regañaba por haberle dejado ciego de un ojo, no lo culpaba de su mala reputación, tampoco de los castigos que recibía por parte de su agencia cuando llegaba con esos moretes en el torso y cara hechos por el cuándo estaba muy drogado. Lo besaba aun cuando había vomitado en el retrete por el alcohol en su sistema, lo llevaba sin quejas al hospital cuando estaba entrando en crisis o tenía una congestión alcohólica, le dejaba tomarlo en el lugar que se le antojase solo con la condición de "No hagas mucho ruido Taiga"


 


 


Definitivamente el pelinegro se merecía cualquier cosa menos estar con él, pero siempre que intentaba dejarlo por la paz, se destapaba la cara, quitando el mechón de su cara que ocultaba un ojo más claro que el otro, se sabía exactamente el color y los detalles de ese globo ocular, era de un gris claro casi pegándole al blanco, tenía un pequeño iris blancuzco, y aunque parecía precioso, era tan triste verlo, también la cicatriz que tenia de ese lado de la cara y ocultaba con el maquillaje. Era como una clase de chantaje, algo así como...no te vayas, eso era lo que le gritaba con esa asustada y solitaria mirada.


 


 


Él se había hartado de estar siendo cuidado todo el tiempo por su novio, quería que también se apoyase en él, que le compartiera sus preocupaciones, no que le dijera con voz triste que lo quería, así como era mientras iban en la ambulancia hacia el hospital más cercano a que lo estabilizaran. Por eso mismo había decidido que ganaría un poco de dinero, pues los pocos ahorros que tenía no eran suficientes para comprar un regalo de aniversario y pagar un centro de rehabilitación.


 


 


Pero se había visto inesperadamente involucrado en esa supuesta venganza de la que el rubio les había hablado al inicio. Se sentía muy mal además de incomodo, tenía técnicamente al tal Carlos encima suyo. Faltaba poco para que se empezara a restregar contra él, así que tomo un poco de distancia, podía ser drogadicto y algo agresivo, pero no era infiel.


 


 


Carlos al verse ignorado bufo molesto y se fue caminando disgustado hacia la salida de la sala, Kise apenas lo miro de reojo para seguir jugando. Aomine miro la hora angustiado, eran las 11:30.


 


 


Esa noche apenas empezaba cuando las puertas del casino se cerraban.


 


 


 


 


 


...


 


 


 


 


Aomine estaba que se lo llevaba el carajo literalmente. Se revolvió el pelo azul, algo largo, con desesperación, mientas que Kagami lo miraba desde su asiento con una mueca de incomodidad y derrota mezcladas. Empezaba a sentir el estómago más que revuelto y un maldito nudo en la garganta. Había perdido contra Kise Ryota en ese maldito juego, y aunque intento quejarse por que lo más probable es que hubiese hecho trampa, esos delgados y burlescos labios pronunciaron unas palabras que lo dejaron helado.


 


 


"Recuerda lo que dicen Aomine-cchi...la casa siempre gana, y se podría decir que yo soy el dueño de esta"


 


 


Solo había decidido ir ahí una o dos semanas, debido a que en pocos días se casaría y habían tenido que viajar al lugar donde seria. Le había dicho a su hermosa prometida, Mirai, que solo iba a ir un ratito a ver el casino que tenía el hotel. Pero no tenía mucha certeza de cómo había llegado a esa situación, y todo por un simple desprecio que le hizo en la universidad al rubio. Quien diría que sería más exitoso que el en la vida y que ahora usaba trajes blancos y fumaba porros con mujerzuelas, o debería decir putos, en las piernas, todo eso mientras jugaba y tomaba de su whisky escoses, todo al mismo tiempo.


 


 


Sintió pena por la pobre Mirai, que seguro se había dormido esperándolo, se preguntó si tal vez aún seguía despierta y estaba esperando por él, aunque para lastima suya, no podría ir a su encuentro otra vez siendo el mismo hombre.


 


 


- ¿Qué... quires que ha-gamos? -Pregunto el pelirrojo a su lado, que tenía los ojos rojísimos, tanto como su cabello. La cara antes brillante y con piel de un tono dorado estaba ahora totalmente demacrada, tenía ojeras y unas grandes bolsas bajo los ojos, tenía mal rasurada la barba y el pelo muy corto para su gusto personal. Realmente su rival de preparatoria se había desvanecido por culpa de los estupefacientes.


 


 


Sintió pena por él, pero solo un poco.


 


 


-Esa es una buena pregunta Kagami-cchi!!, la verdad es que esperaba un juego más largo, pero ya veo que se le paso la mano a Terry con tu dosis no? No te preocupes, ya mañana lo corro por andar drogando a los clientes.


 


 


-No nos has dicho que planeas pedirnos...


 


 


-No es la gran cosa la verdad, es algo sin importancia la verdad.


 


 


-Y si de tan poca importancia es porque no lo dices ya de una buena vez, ¿eh?


 


 


-A mí no me hables así, negro asqueroso.


 


 


Geraldine, que se había mantenido al margen de toda la situación se separó bruscamente del lado del moreno y le apunto con una M9 justo en la nuca. Sudor frió le recorrió la espalda y la sien. Levanto ambos brazos por puro reflejo, mientras que lagrimas tristes recorrían el rostro de Taiga, quien en vez de levantar los brazos o hacer cualquier movimiento había mirado fijamente al rubio, con esos ojos tan lastimados y vacíos, esos ojos sin brillo alguno. Kise le devolvió una mirada parecida, pero en vez de tristeza, daba la impresión de contener todo el enojo y frustración del mundo contenida dentro suyo. Ambas carecían de luz alguna.


 


 


Entendió que tal vez ellos ya estaban muertos por dentro, y que solo faltaba que les dispararan para que pudieran descansar en paz.


 


 


- ¿Y...Que es lo que deseas...Kise? -Valiente como solo podía serlo Kagami drogado, camino hasta el rubio y le acaricio la mejilla, el rubio correspondió al toque mirándolo inexpresivamente, solo se restregó ligeramente mientras volteaba poco a poco la cara para dejar un frió beso de hiel en la palma de la mano de su antes amigo. El rubio aspiro la colonia que en esa ocasión se había puesto el pelirrojo, este no se movió ni un poco, solo cerro los ojos aun confundido por esas sustancias. La escena le dio una extraña sensación a Aomine, sus acciones no estaban hechas con cariño ni mucho menos con amor. Era como ver a dos seres de piedra interactuar, con la muerte alrededor de ellos.


 


 


Se veían tan hermosos, pero también letales, representaban unas de las cosas más feas que le podía suceder a un ser humano, olvidarse de sí mismo y del amor.


 


 


-Kagami-cchi, ahora sé por qué a Tatsuya le gustas tanto...eres como un cachorro de tigre, ¡te podría comer a mordidas! -Le soplo la palma de la mano, este apenas y reacciono con un suspiro, alejándose poco a poco. Kise le sonrió falsamente con alegría. Les pidió que tomaran asiento nuevamente y eso hicieron. La rubia tras el dejo de apuntarle con el arma, y se quedó al margen del asunto, colocándose en la esquina de la sala de juego.


 


 


-Ustedes mismos apostaron sus destinos, y para su mala fortuna, yo fui el ganador de esta noche, la apuesta era que, si uno de ustedes ganaba, les pagaría la suma que me pidiesen o les daría la estancia gratis en mi hotel. Pero si yo ganaba, cosa que era más que obvia, harían todo lo que yo les dijera... ¿Quieren saber cuál es mi primera orden?


 


 


-Si-El único que contesto fue el moreno, pues Kagami se veía algo ido, miraba a Kise, pero no le prestaba mucha atención.


 


 


-Quítense la ropa y hagan el amor para nosotros, no se preocupen, Geraldine parece ser muy inocente, pero ha tenido más sexo de lo que ustedes juntos tendrán en toda su vida, y Carlos...él es un depravado igual que yo-En algún momento el muchacho de rasgos sudamericanos había reaparecido y miraba con una sonrisa perversa al pelirrojo, le dio tanto asco.


 


 


-¡¡¿Estás loco?!! ¡¡Yo no hare tal cosa!!-Puso las manos en la mesa, indignado, su ex-rival apenas y le dedico una mirada, oyó como Geraldine le quitaba el seguro a la pistola.


 


 


-Kise, podre ser drogadicto y todo lo que tú quieras, pero no voy a traicionar a Tatsu de esta forma-El más calmado ahí definitivamente era el Taiga, quien seguía sentado y con la vista baja, le molestaba la iluminación de la sala.


 


 


- ¿Ni siquiera por las vidas de los que más quieren? -Ambos se quedaron sin palabras entonces, al ex-jugador le entro un miedo terrible por su pareja, lo había dejado solo en casa, y como el tonto del pelinegro era muy confiado seguro había dejado la puerta abierta para él. El otro se encontraba muy preocupado por lo que le pudiese suceder a su prometida.


 


 


- ¡Que demo...! -Grito cuando Carlos le mostró a todos en la sala un folder, que dentro contenía fotos de Mirai durmiendo en la habitación del hotel.


 


 


-Sí, así es...ella es tu prometida ¿no? Es muy bonita, aunque no tanto como yo, siempre he sido mejor-Dijo mientras le mostraba una foto que Henry había tomado hace poco de la habitación del moreno.


 


 


-¡¡Ni se te ocurra tocarle un solo cabello!! ¡¿Me oíste?!-Kagami lo agarro como pudo de la manga y negó con la cabeza, en señal de que ya se había rendido ante las ordenes de Kise. El anterior Kagami no hubiera hecho eso...pensó con amargura.


 


 


-Perdona, pero aquí no se escucha a los esclavos y menos si son negros, dije que se quitaran la ropa-Tomo su vaso con delicadeza y se lo tenido al chico a su lado para que lo llenase, Carlos le sonrió galante.


 


 


-¡¡¡Pero!!!-Definitivamente no sabía cuándo rendirse, el pelirrojo creía que mientras más rápido hicieran lo que él quería menos peligro correría su novio y la prometida del peliazul.


 


 


-QUE SE QUITEN LA ROPA-Se le veía muy enojado, por lo que se encogió en su lugar intentando pensar en alguna posible salida, aunque no podía realmente concentrarse cuando le apuntaban con un arma desde la otra esquina del salón.


 


 


El moreno miro desesperado al pelirrojo, buscando una solución al problema, este solo bajo la mirada y se empezó a bajar el pantalón, revelando una prenda interior algo gastada de color negro. También se sacó la camisa, revelando su pálido abdomen. Se le notaban las costillas y las vértebras de lo flaco que estaba. Los huesos de la cadera se le marcaban, aunque no quisiera. No estaba preparado para morir esa noche, todavía tenía que compensarle a Tatsuya todo lo que había hecho por él.


 


 


Aomine miro con asco a al hombre a su lado. ¿Acaso era tan fácil manipularlo? ¿Siempre había sido así de conformista? No se podía creer todo eso, y la razón por la que estaban ahí es porque simplemente no había querido aceptar que en algún momento le había gustado Kise. El solo se limitó a bajar sus pantalones, ya no sabía qué hacer, la mirada de esos tres le ponía los nervios de punta y la extrema delgadez del pelirrojo no había más que alterarlo. Este le dio poca importancia y le murmuro que el seria el pasivo, para que no se sintiera tan mal. No pudo más que asentir de mala gana.


 


 


Nunca había tenido sexo con otro hombre que no fuese Ryota, por lo que no tenía mucha experiencia y no sabía qué hacer, así que Taiga lo tuvo que guiar poco a poco, diciéndole como quería que lo tocara, que dolía y que se sentía asqueroso.


 


 


Intento besarlo tan solo para aligerar un poco la culpa por hacerle eso al pobre drogadicto que se había visto involucrado, pero este negó.


 


 


-No me beses...me da asco.


 


 


Asintió con el orgullo algo herido se puso a preparar su entrada, sin toques ni caricias el pelirrojo y el ya estaban duros. Ahora sabia porque su bebida sabia raro. Tenía un afrodisiaco en esta. Carlos reia a carcajadas diciéndoles cosas como que estaban tiesos como palos y que esas erecciones parecían dolorosas, Geraldine miraba con fastidio la escena y Kise reía al ver las caras sus caras de molestia. Kagami estaba muy callado, parecía que tenía mucho sueño y carecía de energías.


 


 


Penetro finalmente su entrada cuando estuvo correctamente preparada, ninguno emitió sonido alguno, Taiga cerraba los ojos pensando en su novio y como lo había traicionado nuevamente, intento llorar por él, pero no pudo, ya estaba demasiado seco por dentro. Aomine miraba en todo momento el reloj en la pared, hizo todo rápido y brusco, sin una gota de cariño o placer, se sentía más como cuando tenía fiebre, era molesta y no la disfrutaba.


 


 


El único que termino fue el moreno, pues el pelirrojo ya se había dormido por el cansancio, aunque se removía inquieto por el dolor en su entrada, realmente el peliazul tenía cero tacto.


 


 


-Creen que eso fue tener sexo? ¡Ja! Parecían unos malditos títeres haciendo eso-El rubio, harto de ver tan aburrida escena, se levantó y camino hacia ellos. Finalmente, cuando los tuvo enfrente, miro como Aomine se secaba el sudor. Sin más, pateo el frágil abdomen del pelirrojo, al cual le saco todo el aire y tal vez el desayuno de la mañana. El moreno no hizo nada, pero aun así le pareció muy cruel su trato con el que antes era su amigo.


 


 


-No se irán de aquí hasta que tenga una buena escena, digna de una película porno, ¿no es así Carlitos?-Vatio sus largas y espesas pestañas con dirección a su amigo.


 


 


-Si Ryota-Este asintió rápido, para luego abrazar por el cuello al rubio. Por un momento quiso llorar, no le gustaba tener sexo con alguien a quien no amaba solo porque estaba caliente. Podía estar duro, pero no se sentía realmente excitado, estaba más bien frustrado y triste, ¿qué le diría a su novia? Kagami no le atraía para nada, menos esa apariencia de palo que tenía. Aun así, se resignó a continuar, y beso en contra de su voluntad la boca del hombre.


 


 


Sabia asquerosa, pero llevado por la lujuria, eso ya no importo.


 


 


Era la una de la mañana, y todavía estaban a principios del acto.


 


 


 


 


...


 


 


 


 


Pasaban de las 2 de la madrugada y estaban en la capilla del hotel, el lugar era bonito al menos. Miro con extrañeza el anillo de oro blanco en su dedo, mientras estaba sentado cómodamente en una de las bancas de la sencilla capilla. Tenía un horrible dolor en su parte trasera, pues el moreno ni siquiera había tenido la consideración de prepararlo adecuadamente. ¡No era como las mujeres por favor! Él era más delicado. De hecho, su ahora esposo estaba a su lado tomando una pequeña siesta.


 


 


Kise les había dicho cuál era su diabólico plan de venganza contra el moreno. Los casaría por lo menos unos 6 meses, tendrían que decirle a sus familiares y a sus respectivas parejas que se habían estado engañando y se casaron en un acto de amor-estupidez, si completaban el castigo como debían recibirían una generosa recompensa. Aunque ninguno estuvo de acuerdo al inicio, la pistola de Geraldine podía llegar a ser muy persuasiva. Y ahí estaba ahora, casado con la persona que menos imagino, y aunque admitía que el moreno era muy guapo y bien parecido, no era su tipo. Él ya amaba a su novio y con él tenía más que suficiente.


 


 


-Yo imaginaba mi boda más bonita...-Murmuro mientras se veía las ropas sudadas y con un poco de vómito. Apestaba a sexo y drogas, eso no le gustaba mucho, pero no había podido cambiarse, el rubio no les había dado tiempo. Con decir que el muy maldito les había dado una paliza mientras follaban, todo porque no le convencía su actuación, aun tenia las marcas de la pequeña fusta que había usado para castigarlo. ¿Pero que quería que hiciera? Estaba muy cansado ya, y no estaba en sus cinco sentidos, tampoco de humor como para tener sexo con alguien que en el pasado le caía mal.


 


 


El moreno a su lado lo escucho y simplemente le apretó el hombro en señal de apoyo. Bajo la cabeza decepcionado de las circunstancias, el habría querido que su boda fuera con el azabache, pero ahí estaba otra vez lastimando y rompiendo sus promesas.


 


 


Se sentía tan asqueroso, él era un verdadero asco, así como su desgraciada vida, todo por culpa de juntarse con quien no le convenía, por ser ingenuo y dejarse engañar. Vio como el rubio despedía a sus amigos, para luego que se les acercaba con una de esas sonrisas de comercial de dentífrico.


 


 


-¡¡Felicidades por su boda!! Ojalá el "amor" les dure mucho-Miro los ojos ámbar de Ryota, se le veía superficialmente muy contento, pero por dentro se veía tan desolado. Aunque no se podía mover muy bien por el dolor sí que se levantó y lo abrazo entre sus brazos, también le acaricio el sedoso pelo. Seguía siendo más alto que él.


 


 


Sin oponer quejas él se dejó acariciar y abrazar. Aomine les miraba desde la banca molesto. ¿Es que acaso el pelirrojo seguía siendo tan idiota? Kagami en cambio sentía como si fuese suyo todo el dolor que cargaba Kise, él también se sentía sucio como él.


 


 


Se separaron luego de un rato, la sonrisa del dueño del casino había desaparecido, ya no había más rey de las vegas, playboy, diva, ni un hombre despechado, solo Kise Ryota. Pero poco duro esa vista, para luego levantar el muro otra vez más.


 


 


-Bueno, será mejor que duerman muy bien, mañana les tienen que contar muchas cosas a sus respectivos amorcitos, que descansen, par de putos-Les dio la espalda y se fue por uno de los muchos pasillos.


 


 


-Igualmente maldita rubia oxigenada-Dijo el peliazul a su lado, este le tendió una mano y la acepto.


 


 


-¡¡¡Que es natural!!-Se escuchó por todo el lugar, eso le saco una sonrisa amarga a Daiki.


 


 


Miro el reloj de su algo olvidado celular una vez estuvo de pie, para encontrarse con la hora y al menos unos 10 mensajes de parte de su pareja. Un nudo se le hizo en la garganta. No paso mucho tiempo cuando un guardia de seguridad del hotel llego para escoltarlos a su habitación, la cual se encontraba en la última planta del lujoso hotel. En cuanto entraron él y Aomine al cuarto, se sacó toda la ropa y de jalón abrió la llave de la regadera y se quedó ahí un buen rato pensando. El moreno en cambio se durmió al instante, con solo un bóxer.


 


 


El cuarto solo tenía una cama matrimonial, y como él no planeaba dormir todo incomodo en el sofá, empujo un poco a su esposo y se acostó a su lado. De inmediato ambos cayeron rendidos, a Kagami le basto un minuto quedarse dormido.


 


 


Eran las 3 de la mañana, eso apunto el reloj del pelirrojo.


 


 


 


 


...


 


 


 


 


 


-Mirai, tenemos que hablar.


 


 


La joven le miro extrañada y preocupada. ¿Que sería lo que quería decirle su prometido? Por su cara no podía ser nada bueno. Ojalá y no planeara decirle a último minuto que la estaba engañando o que se había arrepentido de su matrimonio. Aunque la ausencia del anillo de compromiso en la morena mano le daba más pistas de las que ella quisiera.


 


 


Aomine no sabía cómo decirle cuanto lo sentía, que por culpa de las idioteces que cometió en la adolescencia, su boda y su vida habían corrido peligro. Pero no le quedo de otra más que rendirse, conocía al rubio y lo más probable es que hubiese encontrado más de una forma de espiar su habitación justo cuando cancelara su boda con la bonita muchacha.


 


 


El la quería tanto, amaba su pelo negro, su sonrisa discreta y seria. Su porte elegante y su actitud, así como también sus hermosas curvas. Era la mujer perfecta y por culpa de un tonto acoston de la preparatoria la estaba a punto de perder. La abrazo una última vez antes de contarle todo, lo más probable es que después de lo que le diría no lo querría ver ni en pintura.


 


 


- ¡Daiki, no me estés asustando! Querido, ¿por qué no llevas tu anillo?


 


 


-Sé que lo que te voy a decir es muy duro para ti, pero quiero que sepas que alguna vez te amé mucho, con todo mi ser.


 


 


¡¡Es una mentira, yo te amo ahora, con tanta intensidad!! ¡¡Por favor date cuenta!!


 


 


- ¿Que me estas queriendo insinuar Aomine Daiki? -Inquirió la castaña mientras levantaba una ceja. No podía ser que le estuviese engañando ¿verdad? A tan pocos días de la boda.


 


 


-No te estoy insinuando nada, yo ya no te amo, de hecho, me case hoy mismo con mi amante, la verdad tú ya no eras suficiente, el si lo es.


 


 


-Dime que esto es una broma de mal gusto...-El guardo silencio, no tenía mucho que decir al respecto- ¡¡¡NO ME PUEDES HACER ESTO!!!


 


 


Créeme que te lo diría si no temiera por tu vida mi amor.


 


 


El miro con claridad como ella lloraba desoladamente y sin poder consolarla, sabía que cualquier pequeña muestra de afecto sería rechazada y confundida por lastima, y tenía la certeza de que ella no la quería.


 


 


Al poco rato llego el hermano de su ex-prometida, le miro con odio puro cuando ella entre lágrimas le contó todo. Sabía muy bien que todos en la familia de Mirai, incluyéndola, eran muy religiosos, ¿y por qué no? Machistas y homofóbicos como nadie. Eso nunca le pareció, pero tampoco se quiso ganar un enemigo en la familia de la chica que amaba, aunque ahora tenía al mastodonte ese encima suyo, golpeándolo brutalmente como si lo quisiera muerto, aunque él no se había casado por propia voluntad ni le gustaban los hombres. Él no se defendió y todo por órdenes de Kise.


 


 


"Si te golpean, te demandan o lo que sea que te hagan, no te defiendas, quiero verte en tu estado más patético..."


 


 


Entre lejanos murmullos le pidió perdón incontables veces a Mirai, la cual observaba llena de ira la escena. Esos ojos fríos no le gustaron para nada, solo le recordaban que la había perdido para siempre, ya no había vuelta atrás. Siguió pidiéndole...no, rogándole su perdón, ella se agarró el rosario que colgaba de su cuello y lo miro con desprecio hasta que su hermano le termino sacando por completo el aire.


 


 


"Que Dios te perdone, porque yo...no lo voy a hacer"


 


 


Esas palabras de despedida fueron las más crueles que pudo escuchar por parte de la mujer que más amo.


 


 


Cuando técnicamente el tipo se sintió satisfecho lo dejo en el suelo, con la nariz rota, una mejilla con un corte, la ceja y el labio partido y con el corazón roto, en el suelo frió de mármol de la habitación suya y de su ex-prometida. El alma rota, la mente rota, todo roto.


 


 


Kagami fue poco después a la habitación, ya que sabía que las cosas podrían ir mal así que lo siguió en su cita, o lo que sea que fuese. Lo cargo con suavidad, intentando no tocar ninguna de las partes de su cuerpo golpeadas y lo llevo hasta la habitación que ahora compartían casi arrastrándolo, pues el moreno era más robusto que él, y ya no tenía mucho musculo que digamos. Cuando entraron toda la fachada de hombre infiel se fue y solo quedo un honesto Daiki que lloraba en silencio, impactado de haber perdido a quien más quería con tan solo una pequeña charla de 5 minutos.


 


 


-Yo...yo realmente la amaba mucho-El pelirrojo lo escucho en silencio, mientras le curaba las heridas del rostro y le pasaba un spray frio para aliviar la inflamación de su torso y cara.


 


 


-Yo también amo mucho a mi pareja, pero ya ves cómo son las cosas-Le paso los dedos de la mano por el tabique, que se encontraba algo desviado. Tanteo la zona y trato de enderezarlo, el siseo por el dolor, pero no se quejó, para empezar, no tenía por que ayudarlo.


 


 


-Lamento mucho el haberte involucrado en esto Kagami-Al ver que no podía alinear la nariz, se concentró en el labio inferior, limpiando la herida con un algodón con alcohol. Tal vez tendrían que ir a urgencias a que se la enderezaran.


 


 


-No te lamentes...es mi culpa por no ser más que un estorbo para la sociedad-No dijo nada ante sus palabras crueles dirigidas hacia sí mismo, pues él también pensaba eso de él. Solo era un estorbo en su vida amorosa.


 


 


- ¿Ves?, tu silencio solo me confirma la respuesta-La sonrisa que tenía el pelirrojo era extraña, era como una mueca de dolor y tristeza, combinada con diversión y temor-No te preocupes...casi todo tiene solución, sé que al menos no acabaras como yo y eso ya es de por si algo bastante bueno.


 


 


Aomine lo miro detalladamente, sin pasar por alto cualquier imperfección en el rostro demacrado. Kagami alguna vez había sido un chico muy guapo, pero ahí estaba ahora, con él en esa habitación de hotel.


 


 


Se acostaron juntos, pues no les suponía ningún problema dormir en la misma cama un rato más. Estaban agotados por el día de ayer, se les notaba a kilómetros.


 


 


El reloj de la habitación marcaba las 10 de la mañana.


 


 


 


 


...


 


 


 


 


Estaba sentado frente a frente con el que había creído era el amor de su vida, a quien nunca traicionaría, y ahí estaba el pidiéndole de favor que le dejase recoger sus cosas e informándole que se había casado esa misma noche con su nuevo amor. Tenía un nudo en la garganta al ver los ojos tan desesperados de su pareja. La gran sala nunca había estado más silenciosa en todos esos años que había habitado ahí. Era un silencio oscuro, que le dejo una sensación tan dolorosa, más que las patadas y golpes que había recibido esa madrugada por parte de Kise.


 


 


Sabia cuáles eran los planes de Kise a decir verdad. Apartarlo del camino para poder quedarse con el modelo, al cual, si bien había pretendido desde hace un tiempo, pero no le correspondía por su culpa. Ya que desde mucho antes ellos dos eran pareja. Sabía que el rubio podía hacer feliz a su novio, después de todo él no tenía una terrible adicción a las píldoras y cristales y no se la vivía tomando cerveza como si fuese agua. El pelinegro definitivamente estaría mucho mejor sin él.


 


 


-Taiga...por favor, no me dejes, incluso puedes traer a tu esposo a vivir con nosotros, te juro que no me molesta, pero no te vayas-Con todo el dolor de su corazón veía a Himuro destrozarse en pedazos una vez más, y era de nuevo su culpa. No entendía que era lo que el azabache tanto necesitaba de él. A lo mejor y era porque habían sido amigos desde niños, porque le había arruinado la vista, porque habían pasado tantas cosas juntos, tanto buenas como malas. Aunque él ya sabía a lo que tenía miedo su pareja, y no era precisamente que lo dejara por otro.


 


 


Él tenía mucho miedo de estar solo.


 


 


-Lo lamento Tatsu, sabes que te amé como a nadie, pero he tomado mi decisión, te pido la respetes por favor-La taza de café que había tomado anteriormente termino en la mesita de cristal de centro que tenía su novio en ese lugar. Se revolvió el pelo con una sola mano frustrado, no pensó que despedirse fuese a ser tan difícil para él.


 


 


Recordó con melancolía cuando aún era un jugador, y que llegaba cansado y ponía sus pies encima de la dichosa mesita. La cara de enojo del pelinegro siempre había sido su favorita, se veía tan chistoso haciendo pucheros y regañándolo con un tono un poco más agudo de voz que el que estaba acostumbrado a usar normalmente. Aunque de eso hacían tantos años que apenas y podía recordar esa expresión en la cara del pálido hombre.


 


 


-Pero... ¿acaso no te acuerdas de los anillos? Juramos...que siempre estaríamos el uno para el otro, siempre juntos, ¿te acuerdas? -Se veía tan frágil y pequeño en ese momento, que no pudo evitar el arrastrarlo a su lado y abrazarlo cariñosamente. Himuro lo rodeo con sus fuertes brazos y lloro en su pecho con tanta tristeza, escucho el tintinear de las cadenas que colgaban del cuello de ambos en señal de unión. Sabía que su pareja y amigo, era una persona muy sensible por dentro, aunque aparentase ser muy maduro siempre. Él era tan frágil, tan bonito, era como esas florecitas blancas que crecían en primavera, así de bello era su amado Tatsuya.


 


 


-¡¡No quiero estar solo!! ¡¡No quiero Taiga!! Tengo mucho miedo...-Gimoteaba suavemente, escondiéndose como niño pequeño entre sus brazos, como hace años no hacía, sintió que su ultimo pilar se había derrumbado, ahí iba su última razón para vivir.


 


 


-No llores por favor, que me duele el alma solo verte así-Le acaricio la espalda con ambas manos y lo meció con suavidad, como si en vez de su ex-novio fuese un bebé. El pelinegro no conseguía calmarse todavía, el ama de llaves los miraba desde la esquina avergonzada por el actuar de su jefe. Él le dio poca importancia y siguió consolándolo.


 


 


Sabía que a nadie en esa casa le caía bien, pues siempre era muy dependiente de su novio, además de que la servidumbre había tenido que aguantar más de uno de sus desplantes cuando estaba muy borracho o dopado. Comprendía que no era la mejor persona para Himuro, así que no le preocupo tanto dejarlo, creía que era lo mejor en ese momento.


 


 


Si, en ese momento.


 


 


-Tatsuya, muchas gracias por todo, enserio no tengo como pagarte todo lo que hiciste por mí, eres una persona tan buena, tan hermosa, no te mereces a alguien como yo-Lo separo un poco de el para ver su rostro lloroso, tenía la cara empapada y le escurría por la nariz flujo nasal, algo normal cuando se llora. El sin inmutarse le limpio la cara con su manga, suavemente y sin tallarlo.


 


 


-Yo soy el que no te merezco a ti, incluso aun con todos mis miedos, celos e inseguridades me amaste, no soy tan bueno como tú lo haces ver-El modelo bajo la cabeza avergonzado, mientras se hacía para atrás el largo mechón de cabello.


 


 


"Si supieras que aun te amo igual o tanto más que cuando nos conocimos, mi lindo príncipe"


 


 


-Claro que, si lo eres, eres una persona tan cálida, eres tan bueno, tan buen chico, eres un muy buen chico-Se estuvieron un buen rato así, diciéndose cumplidos y mimándose un poco. Se les hizo eterno, aunque solo fueron 2 horas las que estuvieron juntos.


 


 


La última petición que le hizo el más bajo, fue que se tomaran una foto y que le diera un beso de despedida. El acepto, no pudiendo negarse a esos ojos de diferente color. Nunca había tomado mucho en cuenta el sabor de la boca de su pareja, pero ahora que la dejaba atrás, tenía un sabor amargo, pero tan placentero.


 


 


Después de eso, el azabache se encerró en su habitación, pues se negaba verlo partir con las maletas en mano, eso solo haría la partida más real y dolorosa. Le dejo una carta al ama de llaves, le pidió que se la diera al joven cuando pasasen 6 meses de su partida. Ella acepto reacia a su pedido, sabía que podía confiar en esa mujer.


 


 


Se fue del que antes había sido su hogar, donde vivió todas esas malas y buenas experiencias de su vida, para dirigirse al coche negro que lo esperaba en la entrada, donde dentro estaba su nueva pareja. Un moreno nostálgico que dudaba de que al final de esos 6 meses siguiera siendo el mismo. Las grandes puertas de madera se cerraron con un sonido sordo que retumbo en su corazón.


 


 


Cuando vio el reloj de la sala de estar en la mansión eran las 4:00 pm.


 


 


 


 


...


 


 


 


-Bueno, aquí está su nueva casa chicos, ojalá y la disfruten mucho, por cierto, puse cámaras en todas las habitaciones, ¡¡no vayan a creer que se pueden escapar de la convivencia!! Además, quiero por lo menos un acostón una vez al mes, nada más ni nada menos, ¡¡no se me vayan a frustrar sexualmente!!


 


 


 


Se encontraban frente a una casa blanca, con aspecto acogedor por fuera, tenía un jardín precioso, muy bien cuidado. No era tan bonita ni tan grande como la mansión del pelinegro, pero sabía que al menos podría vivir tranquilo en ese lugar. Aomine miraba con el ceño fruncido la casa y formaba un rictus con los labios. Se veía tan molesto después de que la depresión se le había pasado, ahora solo quedaba su ira en su estado más puro.


 


 


-Eres un idiota Ryota-El moreno tenia cara de pocos amigos. Las únicas pertenencias que cargaban ambos era una maleta algo grande, con su ropa y documentos, solo eso.


 


 


-Aish, ¡¡no aguantas nada Aomine-cchi!! La edad te ha amargado, no te sienta bien. Deberías de ser como yo y Kagami-cchi, siempre tan relajados, ¿no es así?


 


 


El pelirrojo apenas y se enteró de que conversaban, por lo que solo se limitó a asentir, apenas devolviéndoles la mirada, se encontraba más concentrado pensando en cómo decoraría su nueva casa. No, para que mentir, la verdad es que estaba pensando en cómo haría para conseguir sus dosis si ya no tenía a Himuro a su lado, ¿quién le compraría sus drogas? Tal vez si le pidiera el favor a Kise...


 


 


-Ni lo sueñes Kagami-cchi, tendrás que trabajar-Le aviso con una sonrisita inocente, el solo bufo. Esperaba que no le hiciera mucho daño el no tomarla mañana, pues solo le quedaba una pequeña porción. Ya vería luego que haría para conseguir más.


 


 


Daiki los miro sin entender, por lo que solo llamo al rubio una vez y técnicamente le arrebato las llaves de la casa de sus sucias manos. Se despidieron fríamente de él, pues no iban a andar de cariñosos con quien había arruinado sus planes de vida y relaciones sentimentales.


 


 


Debido que no se podría presentar a su trabajo en Japón tuvo que renunciar por teléfono y encima enviarle un documento a su jefe. Kise le había dicho que ya no era necesario que trabajara si conseguía acabar el castigo. Al parecer ese malévolo tipo creía que se rendirían muy fácilmente, no quería imaginarse lo que le esperaba en su estadía compartida en esa casa con Kagami.


 


 


-Vamos, hay que entrar Aomine-Señalo la bonita casa con la cabeza, pues sus brazos y manos estaban ocupadas con la gran maleta y un pequeño suéter.


 


 


En esa época estaba haciendo mucho frio, y eso que estaban a enero ya. Estaba haciendo frio como en el corazón del maldito ex-modelo, maldito fuese ese tipo, ¿es que acaso no tenía sentimientos?


 


 


Para tu información Aomine Daiki, ese chico antes tenía sentimientos, de los cuales te burlaste, aprovechaste y aplastaste. ¿Quién se quedaría con ganas de tenerlos después de eso?


 


 


El drogadicto se quedó parado en el recibidor, viendo lo poco amueblada que estaba la casa, además de que le faltaba una buena limpieza por dentro, incluso había uno que otro insecto en el suelo. Vio con interés los demás cuartos, mientras que el peliazul se echaba en el suelo, no directamente, si no encima de una toalla que saco de su maleta. Con timidez se adentró a la que sería su nueva casa, entro en la cocina, la cual era la habitación más equipada por el momento, pintada de un color crema. Encima de la mesa estaba una tarjeta de crédito y un sobre.


 


 


Miro al hombre que estaba dormitando en la sala-recibidor, y abrió la carta con torpeza. No creía que fuese importante que ambos la leyeran, por lo que sin más empezó su lectura, viendo como la elegante letra de Kise adornaba el blanco papel.


 


 


La carta técnicamente resumía las reglas de la casa, como que no quería nada de demoliciones ni paredes manchadas con sangre, eso lo desconcertó un poco, pero no tardó mucho en entender el porqué. También decía cosas como que traer amantes o contarle la verdad a alguien estaba más que prohibido. No eran realmente muchas las cosas en la lista de prohibiciones. Bajo un poco más y leyó que la tarjeta que estaba encima del recibidor era para que amueblaran un poco, pues a él le había dado mucha pereza. Como no lo creyó muy importante siguió leyendo con tranquilidad, encontrándose también que el tercer paso de su castigo era informarles a sus padres de su matrimonio.


 


 


Ya tenía seguridad de que su antes amigo les pediría algo parecido, por lo que llamo a sus padres después de ir con Himuro. Estos le habían contestado con frialdad que había dejado ir lo único bueno que tenía en la vida y que seguro su esposo era un irresponsable con el cual terminaría, una de dos, o muerto de una sobredosis, o si no de hambre. Aquello se le hizo poco probable, pero bueno, él no sabía lo que le deparaba la vida.


 


 


Con sus padres no tenía mucho contacto, solo su novio hablaba con ellos para darles noticias de vez en cuando, aunque hacía ya meses que había hablado directamente con ellos. Los extrañaba un poco, aunque con el tiempo ese dolor en su pecho por la falta de sus padres se fue anestesiando con ayuda de la nicotina y alcohol.


 


 


También su ahora esposo había decidido que era lo más correcto, porque aún tenía que hacerles saber la cancelación de su boda y su motivo. Cuando habían ido a la casa del el, se había encontrado terriblemente incómodo. No podía adivinar cuál sería la reacción de los padres de este, por lo que prefirió quedarse en el carro, esperando con paciencia. Cuando finamente el peliazul salió venia como santo cristo. Tenía toda la cara ensangrentada. Las heridas que le había causado antes el hermano de su ex-prometida habían empeorado gracias a su padre y a su hermano mayor, que le habían dado tremenda paliza.


 


 


-Perdona Kagami, pero no creo que pueda conducir.


 


 


-Yo tampoco lo creo.


 


 


Esa fue toda la conversación que tuvieron en ese momento. Por eso mismo su cónyuge se encontraba descansando en la sala. No se sentía realmente molesto con el moreno ni con nadie. Se sentía muy triste en cambio, decepcionado y muy poca cosa como para interesarle el estar casado con alguien a quien no quería, o al menos no en ese momento, porque para ser sincero, había estado enamorado de Daiki en la escuela preparatoria, pero siempre que intento acercarse y hacerle saber sus sentimientos, aparecía un alegre Kise que se robaba toda la atención de su rival.


 


 


No queriendo intervenir había decidido dejar que ambos fueran felices juntos. Luego de haber tomado esa decisión habían perdido contacto, por lo que nunca se enteró de la pelea entre ellos y mucho menos de los planes de venganza que tenía el ahora dueño del casino.


 


 


Pensó en que no estaría mal hacer las compras y de pasada conseguir una cama matrimonial, petición de Ryota, para que ambos pudiesen descansar más a gusto. Aún era muy temprano, por lo que tomo una pequeña mochila, en donde deposito la tarjeta de crédito. Seguía leyendo una que otra cosa de la carta. Se despidió secamente de su esposo, el cual solo contesto con un resoplido.


 


 


Cuando acabo de leer la carta eran las 12 de la mañana.


 


 


 


 


...


 


 


 


 


Luego de que Kagami se hubiese ido disfruto de su soledad. No le gustaba mucho compartir su espacio personal con este ni con nadie, y eso que apenas llevaba un día de casado con el raro pelirrojo, no se imaginaba pasando 6 meses de convivencia con él. Se veía tan pasivo, no en el sentido que la mayoría pensaba, si no que no tomaba decisiones por su cuenta y se la vivía en las nubes, probablemente pensando en tontería y media o sobre lo mucho que deseaba sus dosis. No le reclamaba nada a Kise ni se enojaba con él por las circunstancias por la que los hacia pasar, era por demás raro.


 


 


Dejo de darle muchas vueltas al repentino, o tal vez no tanto, cambio de personalidad de su nueva pareja, entre comillas. Y prefirió acostarse y lamentarse de sus desgracias en silencio hasta que se quedase dormido o al menos lo suficientemente distraído.


 


 


Justo cuando ya se iba a dormir, escucho sonar su celular con ese molesto tono que su novia había hecho que le pusiera. Ella y sus caprichos...los extrañaría tanto. Fue por el celular, que se encontraba en su chaqueta, para luego contestar sin siquiera revisar quien era él o la que lo llamaba a esa hora tan inoportuna.


 


 


-Diga-Se rasco el oído, le empezaba a molestar un poco, tal vez debería bañarse de una buena vez, no lo había hecho desde que fue al casino, y sinceramente no olía muy bien que digamos, además de que no deseaba que ninguna de sus heridas se infectase.


 


 


- ¿Aomine-kun? -Murmuro una vocecilla que sonó atreves de la bocina, el escuchar a su gran amigo lo alegro inmensamente.


 


 


- ¡¿Tetsu?! ¿Qué sucede amigo? Hace siglos que no me hablas-Se reincorporo lentamente, sintiendo todos sus músculos adoloridos y muy tensos, como si fuesen piedras en vez de tejidos.


 


 


-Me entere por Kawahara-san que tu boda con ella se había cancelado, me preocupe un poco, pues no creía que tuviesen problemas, se les veía tan felices-Y ciertamente sí que se le escuchaba angustiado, y como no, si el mismo había visto la bonita y sana relación que llevaba con la simpática mujer.


 


 


-Cosas de la vida Tetsu, cosas de la vida-Agito su mano de un lado al otro, restándole importancia, mientras se recargaba en la blanca pared de la sala y extendía sus pies por el suelo de madera.


 


 


-Yo sé que son cosas de la vida, pero me gustaría saber de qué tipo-Su tono de voz tan tranquilo se le antojo persuasivo, por lo que decidió contarle la mentira que le había contado a todos hasta ahora. Un amigo más, un amigo menos, daba igual ahora. Estaba en Las Vegas, muy lejos de su hogar como para sentir esa ausencia de compañía y que le afectase, no era como si fuera la primera vez que se quedaba solo.


 


 


-Bueno...se podría decir que me case con alguien, que obviamente no es ella-Dijo mientras miraba como la cucaracha que él había dado por muerta se movía en su dirección, con algo de asco la aventó lejos con el pie, viendo como nuevamente el bicho quedaba de cabeza.


 


 


- ¿Qué hiciste Ahomine-kun? -Dijo algo divertido el peliceleste al casi otro lado del mundo.


 


 


-¡¡No me digas así maldito!! Tch, así como lo oyes, me gano el descontrol y me case con un chico, ¿feliz? Ya te dije lo que querías saber-Se cruzó de brazos y se preguntó dónde habría ido Taiga en su inconciencia. Recordaba que le había dicho algo antes de irse, pero se encontraba tan cansado y dolorido que no le presto mucha atención.


 


 


-Te juro que no te juzgo para nada, ¿pero por que decidiste casarte con alguien más que no fuese Kawahara-san, y con un hombre precisamente? - Su amigo había retomado su seriedad de siempre, parecía listo para echarle un sermón dependiendo de su respuesta.


 


 


-No es cualquier hombre Tetsu, es Bakagami-Dijo con poco interés, mirando al bicho, que luchaba por levantarse. Finalmente, lo harto, así que sin más le aventó un zapato, sin compasión alguna. Dio justo en el blanco como siempre, al menos seguía teniendo una muy buena puntería.


 


 


- ¿Kagami-kun? ¿Te casaste con él?


 


 


Era muy comprensible que su bajito amigo no se creyera lo que acababa de decir, pues en preparatoria juraba con todo su ser el despreciar enormemente al pobre pelirrojo, solo porque era homosexual. Ya con el paso del tiempo se dio cuenta de lo irracional que había sido con él, pero no es como si pudiese contactarlo y pedirle disculpas así tan de repente, pero ahora que ya se habían reencontrado tal vez lo mejor sería pedirle disculpas por si acaso, para no quedase con la culpa.


 


 


-Se podría decir que sí.


 


 


Escucho como la cerradura era abierta y después vio la silueta del pelirrojo pasar por la puerta, en sus manos traía muchas bolsas y venía acompañado de muchos hombres detrás suyo, que traían muebles tanto pequeños como grandes. Vio por la ventana, que carecía de cortinas o persianas, y pudo ver que era un camión completamente lleno de muebles. Al parecer Kise no era tan malo después de todo.


 


 


- ¿En serio? No puedo creerlo, creí que incluso ya estaba casado con Himuro-san-Él también lo había creído en su momento.


 


 


-Si no me crees aquí esta, ya llego de hacer las compras, ¿no quieres que te lo pase? -El pelirrojo al entender que se refería a él, se apuntó a si mismo y le pregunto con la mirada que pasaba, el negó suavemente, esperando la respuesta de su amigo.


 


 


-No, no es necesario...mándale un saludo de mi parte-El peliceleste sonaba consternado, ¿y quién no sonaría así después de enterarse que dos de sus mejores amigos, que antes habían sido rivales a muerte estaban ahora casados?, aunque tenía sus sospechas.


 


 


-Eso hare, no te preocupes-Vio cómo su esposo colocaba algunas vajillas en los estantes de la cocina con mucho cuidado. Para ser un adicto se le veía muy entregado a las labores del hogar.


 


 


-Fue Kise-kun ¿no es así? -Eso sí que lo tomo por sorpresa, tanto así que su cara reflejo una repentina hostilidad, no podía dejar que Kuroko se enterara que su matrimonio era una vil mentira.


 


 


-No sé a qué te refieres Tetsu-Suspiro un poco nervioso al finalizar la oración, pensando en si había sonado lo suficientemente convincente.


 


 


-No te hagas el desentendido, no te preocupes, ya hablare yo con el-Esa última frase lo dejo sinceramente estresado, y justo antes de que pudiera replicar...


 


 


Colgó sin más.


 


 


Kagami lo miro como preguntando qué era lo que sucedía, el solo negó con la cabeza, rendido. Se levantó de su lugar y se dirigió a la cocina, para ver qué era lo que había comprado cuando estuvo fuera.


 


 


Cuando vio la hora se fijó que su pequeña siesta y charla había durado más de lo que pensó.


 


 


Eran las 4 de la tarde ya y el camión seguía casi igual de lleno.


 


 


 


 


 


...


 


 


 


 


Kise se había llevado la regañada de su vida, cortesía de su muy querido Kuroko-cchi, el cual estaba muy enfadado con él, aunque no lo suficiente como para dejar de hablarle o cortar lazos con él para su buena suerte. Seguía gustando mucho de Kuroko aun hoy, pero no quería meterlo en sus turbios asuntos, por lo que sus insinuaciones y coqueteos no pasaron nunca del límite de las bromas, nunca hubo propuestas serias de ninguna de las partes, y él estaba muy cómodo teniéndolo como amigo.


 


 


Lo había regañado por haber seguido con su venganza, y aunque había intentado hacerlo desistir de su plan, ya estaba técnicamente iniciado. Había gritado un buen rato por el teléfono, siendo observado discretamente por su guardaespaldas, le había dicho finalmente para ya colgarle a su amigo que no planeaba disculparse y mucho menos intentar arreglarlo en ese punto. El daño ya estaba hecho y no podía regresar el tiempo para reparar todo.


 


 


Podía tener dinero, belleza y el cariño y amistad de mucha gente. Pero sabía que el dinero no compraba el amor ni la juventud, su belleza algún día se acabaría y solo quedaría su cuerpo en la tierra. Lo único que duraban eran sus escasas amistades y el cariño que él le tenía a la gente. Era una lástima que ni con todo eso pudiese regresar a su época de preparatoria y advertirle a su yo de ese entonces que no se acostara con Aomine Daiki, porque terminaría con el corazón y sueños hechos pedazos.


 


 


Hablando de nulos avances amorosos y cosas tristes y ciertas de la vida, seguía sin poder conseguir el cariño de Himuro. El modelo se rehusaba a olvidar a su antigua pareja aun cuando este ya estaba casado con alguien más. Seguía creyendo que en algún momento el pelirrojo regresaría a sus brazos con lágrimas en sus vacíos y opacos ojos, como siempre había hecho en el pasado, pero como dicen, el pasado es pasado. Solo que al parecer no planeaba salir de esa rutina, y él tampoco era tan insistente cuando de temas amorosos se trataba, si no se podía, no se podía y ya.


 


 


Aunque a decir verdad se sentía un poco decepcionado de que las cosas hubiesen resultado de esa manera para él y Tatsuya, pues no tenía la culpa de su venganza con Daiki ni de que le gustara tanto como para condenar a su ex solo para hacerse una oportunidad. Esperaba que por lo menos podría hacerse amigo del bello hombre, pero ni eso pudo llegar a convertirse. Se sentía algo culpable, pues cada vez que los días pasaban y lo iba visitaba, lo veía más marchito y sin vida.


 


 


Sebastián, el prostituto de turno le esperaba pacientemente, sentado en una silla, con solo puesta una camisa algo ancha para su delgado torso. Se veía algo fastidiado por tener que esperar así de esa forma, no le pagaban para escuchar cosas aburridas, si no para follar. Se comparó con el pobre muchacho en sus años de juventud, los mejores, a decir verdad.


 


 


Él también había sido así alguna vez, había tenido la misma expresión de aburrimiento y fastidio total, que muy en el fondo guardaba toda su inseguridad y enojo. Se comparó también con Tatsuya, dándose cuenta de que su promiscuo acompañante era muy parecido, exceptuando por las lentillas rojas y el pelo un poco más corto. Pero sabía que por dentro no era la misma cosa, ellos, su acompañante y el, eran como las rosas, bonitas por fuera, pero más abajo, había una parte llena de espinas que lograba lastimar mucho a la gente.


 


 


Con el modelo era diferente, parecía una florecilla de campo, de esas bonitas que crecían a montones, pero seguían siendo tan especiales cada una de ellas.


 


 


La dulce y blanca flor de primavera se estaba marchitando poco a poco, todo por falta de su oasis, su fuente vital de energía, con el pasar de los meses los pétalos caían uno a uno y él no podía hacer nada. Había matado lentamente a un lindo ser. Solo faltaba que el reloj diera las doce para que se cayeran los últimos.


 


 


Tomo al joven finalmente entre sus brazos y lo desvistió con maestría, como si lo hubiese hecho toda su vida. Le beso todas las partes que habría querido besar de sus amores imposibles, Kuroko Tetsuya y Himuro Tatsuya, ambos tan etéreos y sencillos como las florecillas de primavera, pero no por eso le parecían menos hermosos.


 


 


Eran las 10 de la noche apenas, la noche era joven, así como su ambición y su amante de paso.


 


 


 


 


...


 


 


 


 


Escucho como Kagami intentaba abrir uno de los cajones de la barra que estaba en la cocina, el cual había cerrado con llave. Pudo oír desde su cuarto, en el segundo piso, como batallaba con el candado y maldecía a diestra y siniestra todo lo que pudiera. Se le veía muy enojado, hasta que se calló de repente. Supuso algo aliviado que ya se había dormido y al fin lo dejaría descansar a él en paz, pero lo contradijo terminando por llorar a mares, como si fuese un maldito crió bipolar que ocupase de supervisión constante.


 


 


Harto ya del escándalo que estaba haciendo el muy bastardo, se levantó enfurecido de su cama. ¡Eran las 11 de la noche y el solo quería dormir en paz por un solo día! Solo uno, ¿era acaso mucho pedir? Se preguntó cómo es que su anterior pareja había soportado tantos berrinches de su parte, así como golpes y agresiones, pues al muy idiota no solo le bastaba con emborracharse hasta las chanclas, sino que lo agredía, como acusándolo de todos sus problemas e incluso una vez había roto una botella con el filo de un mueble y había intentado clavársela.


 


 


Ahora entendía la razón de que Himuro se hubiese quedado ciego de un ojo hace unos años.


 


 


Tan solo llevaba dos meses y medio viviendo con él y ya comenzaba hartarse de esa poco sana convivencia. El pelirrojo de pacífico y amable no tenía nada, era un antónimo de esas palabras. Cuando estaba así de borracho o drogado no hacía uso de la maldita razón ni del cerebro que su puta madre le había dado. ¡Joder, ni que la virginidad de Kise valiera tanto!


 


 


Bajo las escaleras a toda velocidad, encontrándose a un deplorable Taiga, que se sostenía de la pared de la cocina con una expresión de profunda tristeza, y en la mano derecha portaba su inseparable botella de whisky caro, la cual se empinaba sin consideración alguna por su garganta cual cerveza barata. Con eso de que el rubio les había dado dos tarjetas, una para la despensa y la otra para los muebles de la casa y ropa, el pelirrojo había aprovechado para financiar todos sus vicios. Ya no había un Himuro que le indicase que ya había sido suficiente, y aunque le hubiese gustado contactarlo, el maldito bastardo del dueño de ese casino no se los permitia.


 


 


Era cero contactos con sus ex-parejas.


 


 


Bajo en su totalidad las escaleras y lo miro con mucho enojo y molestia contenidos en sus serios ojos azulados. El pelirrojo se percató de su presencia y lo miro con esos ojos de niño perdido. No se dejó vencer por esos berrinches y muecas baratas y siguió su camino hacia la sala como si nada. Apago las luces, pues no planeaba gastar dinero de mas solo por culpa del tonto borracho.


 


 


-Maldita sea Kagami, al menos deja ya de beber y vete a tu cuarto, o pásatela en el baño, que seguro me vomitas en la alfombra.


 


 


-...-Este lo siguió mirando aun cuando se fue a su cuarto. Algo en esa mirada le irritaba enormemente, era como si le estuviese pidiendo ayuda. ¿Y el que puta culpa tenia de lo que le pasaba a ese hombre?


 


 


A él no le importaba que le pudiese suceder a su esposo.


 


 


Él no estaba diciendo la verdad. Pues tal vez le importaba más de lo que quería y por eso mismo se negaba a caer en los juegos del pelirrojo e involucrarse en sus problemas, porque extrañaba tal vez más de lo necesario a su antiguo rival, a ese joven brillante, brusco, también algo tonto, pero bueno, muy bueno. Algo harto del mundo y de las personas se colocó los audífonos, intentando ignorar al mundo solo por una noche, olvidar sus problemas y solo pensar en el orden y el porqué del universo.


 


 


Puso la bocina a lo más alto que daba el volumen, puso una canción de rock clásica que le había gustado desde sus tiempos de secundaria y se relajó acostado en la cama individual del cuarto de invitados, donde dormía la mayoría de las veces. La abandonada cama matrimonial le parecía tremendamente fría y solitaria como para poder descansar a gusto.


 


 


Se quedó dormido, eran las 12:00 pm.


 


 


Cuando despertó lo hizo porque le dolía un poco la cabeza a causa del ruido y la diadema de los audífonos negros que aun llevaba puesta. Se los saco lentamente, para luego masajearse el cráneo, le había quedado un persistente dolor en esa parte de su cuero cabelludo. Vio la hora y eran apenas las 3:00 am. Bufo algo molesto, pues, aunque le escocían un poco los ojos y quería seguir durmiendo ya no podía, incluso aunque ya no hubiese el acostumbrado ruido en la sala.


 


 


Pensó que a lo mejor Kagami se había dignado a obedecerlo por una vez en todo lo que llevaban viviendo juntos y se habría ido a dormir de una buena vez. A lo mejor y podría tener un poco de tranquilidad y silencio. Pero como siempre había algo que le llevaba la contraria, y eso precisamente era el sonido que generaba las gotas de agua que caían por la regadera. Molesto, porque de nuevo el borracho ese había dejado la llave abierta. ¿Que acaso se pensaba que la tarjeta de crédito no tenía un límite? Era un verdadero idiota.


 


 


- ¡Oi! ¡Bakagami! Ya cierra esa maldita llave, ¡¿que no ves que la tarjeta y la casa son prestadas?! -Con paso apresurado se acercó a la habitación principal, que tenía su baño propio, y aporreo la puerta, pero nadie abrió. Aún más furioso vio que la puerta estaba cerrada con llave, por lo que tuvo que ir por su propio juego para abrirla.


 


 


Cuando al fin entro a la habitación descubrió que no había ninguna fuente de luz, solo sonaba algo distante el agua cayendo en la loza de la ducha.


 


 


-Hey, Kagami, me escuchaste-Avanzo dos pasos en dirección al cuarto de baño, con un muy mal presentimiento recorriéndole el cuerpo.


 


 


Cuando entro sus ojos se encontraron con una no muy grata imagen.


 


 


Ahí estaba su conyugue, hipando en el suelo con poca fuerza, mientras se abrazaba a sí mismo. El agua que caía había sido utilizada solo como calmante para los alterados nervios del pobre Taiga, que estaba con las piernas desnudas todas ensangrentadas. El pequeño bóxer y raído bóxer que llevaba puesto también tenía una que otra mancha del líquido rojizo. Al darse cuenta de la presencia de Aomine lo miro con mucha culpa y dolor.


 


 


-No entiendo por qué la gente se corta...creí que resultaba placentero o te dejaba tranquilo...pero lo único que ha pasado es que me duele a horrores el brazo-Murmuro sin mucha fuerza, mostrándole el algo profundo corte en su muñeca.


 


 


-¡¡Dios mío Taiga, hay que llevarte al hospital!!-Lo cargo sin mucho esfuerzo, importándole poco que la remera y el short que usaba para dormir se manchase de esa sustancia vital. Se le veía tan pálido y delgado, que tuvo mucho miedo de perderlo entre sus brazos. Era un sentimiento asfixiante, de angustia y preocupación total.


 


 


Tal vez le importaba más de lo que debería el pobre hombre.


 


 


-Tengo mucho frió Daiki-Se colocó presuroso los zapatos en la entrada y sin más tomo las llaves de la camioneta blanca que les había dado Kise. Entonces recordó que nunca había llevado al hospital a alguien en ese lugar, no conocía las calles y apenas se sabía las leyes de transito del lugar.


 


 


-Maldición, agh, tranquilo, deje unas cuantas mantas en el carro-Aun con poco esfuerzo sujeto a su pareja con un solo brazo, dejándola en la parte delantera del carro. Posiciono su delgado brazo de cierta forma en donde no llegara tanta sangre. Tenía miedo que perdiera demasiada de camino al hospital, por lo que se arrancó la camiseta que traía puesta y le hizo un torniquete en la muñeca a Taiga. Se montó con mucha rapidez al carro y hizo para atrás el asiento, dejándolo en posición como si fuese una camilla, pues veía que poco a poco el pelirrojos e iba contra el tablero, no tenía muchas fuerzas en esos momentos.


 


 


-Lo siento mucho...jure nunca volver a hacer pasar por esto a nadie, pero es que lo extraño tanto.


 


 


Sabia a quien se refería y eso le dolió mucho. No se creyó con derecho a reclamarle, pues, aunque fuesen esposos no estaban juntos por voluntad propia, eso lo comprendía muy bien.


 


 


Le pregunto la dirección del hospital más cercano y el pelirrojo le indico el camino más rápido. Llegaron en poco tiempo gracias a que, a esa hora, a pesar de los casinos, la mayor parte de la gente ya estaba dormida. En cuanto llegaron a urgencias el peliazul le grito a las enfermeras que lo fuesen a ayudar. Así llegaron estas con una camilla y se lo llevaron inmediatamente a urgencias, a que lo atendieran de una vez, pues ya estaba igual o más blanco que una hoja de papel.


 


 


Cuando salió la enfermera a darle noticias de la intervención del pelirrojo el reloj de la sala de espera marcaba las 5:00 am. La última vez que lo había visto fue cuando se cerraron de par en par las puertas de la sala de operaciones.


 


 


 


 


 


...


 


 


 


 


El 1 de mayo había sido un día muy triste, al menos si más triste que el día que se dio cuenta que sus sentimientos habían sido solo basura para el que creía su gran amor. Había lloviznado todo el día, como indicando la pérdida de un maravilloso ser en ese mundo.


 


 


A Kise se le hacía muy curiosa la coordinación que tenían algunas personas, como si fuesen almas gemelas, destinadas a nunca ser una sola, siempre fragmentadas, era como si el amor fuese una conexión muy poderosa, algo así como el magnetismo, pero llegaba un punto en que por alguna razón u otra terminaban por separarse. O ser separados...


 


 


Su flor de mayo había sido tal vez la más bonita y celestial que había existido en ese plano terrenal. La dueña de su corazón, mejor dicho, la dueña de muchos. Recordaba que ese mismo día, hace 4 años lo había conocido, era el más bello en el lugar, de todos los amores esa flor de mayo era la más bella. Se había pavoneado con seguridad por todo el salón de su casino para una sesión de fotos, con esos pasos tan elegantes, como si fuese un bonito retoño danzando con el viento.


 


 


Él había batido sus pestañas largas y gruesas con dirección a él, sonriéndole en el proceso discretamente y con su típico encanto de modelo lo había dejado enamorado. Y desde entonces quiso probar la esencia de su perfume, los pétalos que tenía por labios y tener en su boca aquel dulce néctar que escondía entre sus piernas. No lo malinterpreten, él no quería al precioso hombre solo para tener sexo, para nada. Él lo quería para amarlo, mimarlo y cuidarlo como si fuese el jardinero de tan bonito botón.


 


 


Creyó que esa flor siempre iba estar ahí, bonita, maravillosa como lo era la naturaleza, eterna. Pero como siempre, las cosas más hermosas siempre eran las que acababan primero, y no lo decía el, lo decía la ciencia, así como la existencia de las flores, de los insectos y de las personas. Vida, a fin de cuentas, pero no por eso menos importantes.


 


 


Se había encargado de todos los trámites para el funeral a falta de familiares y pareja cercana, aunque alguien sí que se había peleado con él por los derechos de tal cosa. Aunque esta al final termino cediendo pues no tenía tanto dinero como para financiar un velatorio y el entierro. A su bonita florecilla le habían velado en una iglesia, aunque la verdad por lo que sabía no era muy religioso, pero eso no importo mucho. Pidió el mejor lugar y en su tumba pidió que se le hiciese una estatua de acero con su figura. Escogió una foto especialmente bella. Estaba mirando al cielo con una bonita sonrisa, en un gesto distraído, rodeado de muchos lirios.


 


 


Kagami Taiga había tomado esa fotografía hace tan solo 6 años.


 


 


El 3 de mayo, con la lluvia todavía pegándole por todo el cuerpo, si protección de un paraguas, se encontró rodeado de miles de flores marchitas, de todas las especies. Pero el solo estaba por esa flor de cerezo blanca primaveral. Entre todos esos tallos muertos, el solo estaba ahí por Himuro Tatsuya. Alguna que otra gente aún viva lo acompañaba, pero no todos tenían la suerte de ser flores, algunos solo eran hierbajos de mal gusto.


 


 


No como esas personas que más habían marcado su vida. Himuro era una flor de primavera, una de cerezo, pues como se creía en su país natal, representaba la vida efímera. Kagami era una rosa roja, intensa, a veces creía que era la pasión en persona, todo su cuerpo lo gritaba. Aomine era una campanilla china, pues, aunque lo odiaba con todo su corazón lo seguía queriendo aun un poco en el fondo. Y Kuroko era una hortensia, porque a veces parecía no tener emociones ni corazón, pero cuando más se lo necesitaba estaba ahí para escucharlo.


 


 


Su funeral fue muy sombrío, demasiado para su gusto, le hubiese gustado organizar una fiesta para que lo recordasen como una persona alegre y no como solo un suicida que no soporto la soledad con la cual ya había nacido, pero tampoco era tan imprudente. Lo más agradable fueron las coronas, pero había 2 arreglos en especial que más resaltaban en el lugar, el primero portaba las blancas flores de cerezo que él había ordenado mandar junto con azares y el segundo tenia unos exquisitos lirios combinados con orquídeas blancas y rosas rojas. En china decían que el blanco era el color de la muerte y los arreglos estaban saturados de dicho color, ahora se daba cuenta de porque creían tal cosa en ese país. Lo había confirmado con sus propios ojos al ver al azabache en esa fiesta de hace años.


 


 


Su color era el blanco, pero no por puro o inocente, si no por muerto en vida, estaba escrito en su destino desde antes.


 


 


Era muy triste si lo veías de esa manera, el pobre hombre no cumplía todavía los cuarenta ni los treinta y cinco. Había muerto tan joven por una simple causa perdida, por no querer estar solo. Tomo el camino del valiente cobarde para escapar de sus problemas en vez de enfrentarlos directamente como el llevaba haciendo desde los 17 años.


 


 


Se acercó al frente cuando le pidieron que dijera unas cuantas palabras en honor al fallecido. No muchos ahí sabían quién era a pesar de ser uno de los dueños de casino más jóvenes de Las Vegas, por lo que omitió presentarse, no quería dejar mala impresión, así que solo dejo que siguieran mirándolo con curiosidad. Se acercó el micrófono que le tendió un inconsolable Murasakibara, que lloraba por la muerte de quien había sido su mejor amigo acompañado de su esposa, que solo atino a acariciarle la espalda en cuanto se sentó a su lado en la silla.


 


 


Separo sus resecos labios y hablo con voz clara:


 


 


Triste flor lastimada por el viento


rodando en el camino hacia su tumba


a expensas del dolor que le circunda


y buscando terminar su momento.


.


Gozaste la bonanza en otro tiempo,


tus pétalos cantaban tu hermosura,


la brisa que arrullaba tu frescura


hoy te arrastra y no escucha tu lamento.


.


Detente flor, no sigas convencida


de ser la víctima de tu inconstancia


y regresa al Camino de esperanza


que lleva a la Verdad y nos da Vida.


.


No olvides que el Amor todo lo alcanza


en su misericordia prometida.


 


 


-Poema "Flor marchita" por Lena.


 


 


 


Algunos aplaudieron su corto discurso, otros lloraron conmovidos por el poema que había sacado vilmente de internet, pues no se le daba bien el dar discursos. Aunque no estuviese ahí sabía que Kagami Taiga se encontraba gritando y muriéndose de dolor por la pérdida de su pilar, su razón para vivir. Seguro que en cuanto saliese del hospital vendría a esa tumba, se recostaría en la fría lapida y lloraría desconsolado hasta que sus emociones se secasen. Díganle presentimiento, corazonada o lo que sea, él sabía que eso pasaría.


 


 


 


Nombre, Himuro Tatsuya. Causa de muerte: Suicidio. Hora de fallecimiento: 2:00-3:00 pm.


 


 


 


Cuando salieron del funeral eran apenas las 8 de la mañana. Todos tenían aun así el corazón destrozado con apenas unas cuantas horas de su muerte.


 


 


 


 


 


 


...


 


 


 


 


 


-Kagami...por favor, come, aunque sea un poco-Musito el peliazul, mientras removía con el tenedor su ensalada. El pelirrojo se quedó en silencio, ausente, mientras miraba a la ventana sin emociones.


 


 


Después de shock que le había causado que su ex-pareja se hubiese suicidado el mismo día que él lo intento lo tenía muy inquieto. Se sentía culpable y ya no dormía por las noches, esperando solo que hasta que su cuerpo ya no resistiese más caía desmayado por cualquier lado de la casa. Aomine había lidiado con eso muy bien las últimas 2 semanas, pero comenzaba a hartarse de tener que andar de niñero y que estuviese hablando técnicamente con un maniquí de aparador al comer en la mesa.


 


 


Él también se sentía muy solo, pero como no era el maldito emo suicida ese no importaba para su esposo. Se cruzó de brazos y dejo lo que quedaba de la horrenda ensalada en el plato. Camino hasta el teléfono de la sala y por el propio bien de su pareja llamo a una ambulancia, pero no de cualquier tipo, para nada.


 


 


Llamo al centro de rehabilitación para adictos.


 


 


Estaba harto de tener que hacer cosas que Kagami podía hacer perfectamente bien solo, por la única razón de que estaba o muy drogado o demasiado deprimido como para hacerlo realmente. Los pocos mimos que intentaba hacerle y lo que hacía para consolarlo y hacerlo sentir mejor consigo mismo no ayudaba para nada, por lo que pensó que el tener ayuda profesional no le caería para nada mal. Le dio a la señora que lo atendió la dirección de su casa con un muy mal inglés, dándose apenas a entender. Finalmente, la señora le dijo que ya iban para su hogar y que de preferencia si se ponía violento no iban a dudar en sedar al hombre.


 


 


Se fue al piso de arriba sin que el pelirrojo siquiera lo voltease a ver, estaba demasiado triste y sumido en su mundo de pensamientos que no creyó necesario el siquiera voltear a verlo. Aomine aprovecho que estaba muy distraído para hacerle una pequeña maleta con nada más de lo necesario, colocando una que otra prenda suya dentro, pues se le había olvidado mencionar que aparte de borracho, suicida y depresivo, también era un maldito inútil, flojo y torpe.


 


 


Pero así quería al desgraciado ese.


 


 


Se dio cuenta de lo que más amaba el fallecido Himuro, eran los ojos rojos del adicto. Pues por mas sustancias y cosas raras que se metía al sistema, lo único que había conservado mucha belleza de su cuerpo eran definitivamente sus ojos, que, a pesar de carecer de brillo, seguían siendo tan bonitos. No era como su delgado torso y extremidades, ni su piel opaca, seca y con alguna que otra imperfección o cicatriz.


 


 


Sacudió la cabeza, alejando esos pensamientos que no podían ser y se dispuso a bajar la maleta. Taiga ni se percató de lo que había estado haciendo a pesar que se tardó 20 minutos en empacar todo. Pronto escucho a la ambulancia pitar. Fue entonces que su esposo reacciono, mirándolo con un puchero, como si le preguntara que estaba sucediendo, o si ese mes tenían visita con Kise.


 


 


Pues sí, el idiota del rubio los había estado supervisado justo como lo había prometido. Ellos también se habían visto forzados a tener relaciones sexuales, en donde con toda libertad se permitía llamar el nombre de un ausente pelirrojo, que simplemente se dejaba tomar, mientras soltaba uno que otro suspiro acompañado de un sugerente "Daiki...".


 


 


Como si Kagami fuese un niño pequeño, lo tomo en brazos y se lo llevo hasta la entrada. El contrario se dejó hacer, no viendo nada malo en el actuar del moreno, pues siempre lo llevaba a todas partes así desde que había empezado a cortarse más seguido la piel. Había aprendido con cuanta fuerza debía hacerlo y que, de preferencia, no lo hiciera en la muñeca si no quería pasar otra larga estancia en el hospital, ni tampoco en algún área donde se le pudiese tomar el pulso.


 


 


Tenía escritos al menos unos trece "lo siento" en la piel. Aomine harto de las marcas le había quitado las navajas, diciéndole que no era su enfermero ni nada por el estilo para andarlo llevando y trayendo del hospital a su gusto. También le había comprado una crema para que las heridas no dejasen una fea cicatriz, y hasta el momento estaba probando ser muy efectiva.


 


 


Cuando salieron por el gran portón de la casa color crema vio a dos hombres grandes y musculosos esperarlo afuera de una de esas camionetas que parecían ser como de secuestrador. Se sintió ligeramente traicionado cuando leyó el logo de la camioneta.


 


 


Himuro nunca había gustado de llevarlo a centros de rehabilitación, pues siempre terminaban maltratándolo. Si acaso se le ocurría ir ahí, era simplemente por indicación del juez o jueza a cargo de su juicio en caso de un choque a un auto que ni siquiera tenía pasajeros o por haber estacionado mal en una escuela para niños. No había matado ni herido a nadie, pero si les había dado un buen susto a los chiquitines. A sí que la primera vez que fue no le resulto nada emocionante ni placentera. Se olvidó de que siquiera esos lugares existían. Pero ahí iba su pareja lo metía a uno.


 


 


Con el paso de los meses había retomado su antiguo interés en Daiki, y sabía que este no le era del todo indiferente, por lo que obedeció sin rechistar lo que este quería. Tal vez ese centro no fuese tan malo como el otro, tal vez incluso lo ayudasen a mejorar de verdad, lograrían tal vez volverlo a sus días de gloria...cuando aún estaba su lirio blanco con él.


 


 


Eso sí, no se iría sin reclamarle, aunque sea un poquito el abandono en el que lo dejaba. Encargándole su existencia a unos extraños que tal vez fueran secuestradores o que sabía él. Se bajó de sus brazos con una mueca triste adornándole el rostro.


 


 


-Has llamado a un centro de rehabilitación.


 


 


-Sí, la verdad Taiga, es que ya no soporto tu actitud, estas todo el día en otro mundo, y sigues bebiendo a montones, y para rematarla también ahora practicas el cutting, eso no es correcto...


 


 


-Lo sé, pero precisamente por eso mismo no me tienes que enviar a rehabilitación.


 


 


-Sí, si tengo por qué, me has dado los motivos suficientes para creer que es mi último recurso.


 


 


-Sabes...yo, tu, me gustas mucho.


 


 


-Lo sé, tú también me gustas mucho-Le acaricio una de sus pálidas mejillas y el pelirrojo le sonrió poquito apenas. A veces, cuando Kagami no estaba borracho, ni Aomine enojado, miraban películas en el sofá o se divertían en el parque, jugando un poco, todo eso antes de la muerte del modelo. Siempre que hacían eso, el reía a gusto, mostrándole todos los dientes, algo amarillentos por el tabaco, pero no por eso era menos bonita su sonrisa. También amaba el hoyuelo que se le formaba en la mejilla cuando sonreía tan dulcemente.


 


 


Sin más resoluciones, el adicto tomo la maleta que le ofrecía el moreno y le dio un corto beso, para dejarse escoltar por esos tipos.


 


 


Cuando Kagami se fue a la clínica por la que estaría dos semanas, eran las 4:00 pm.


 


 


 


 


 


...


 


 


 


 


 


Cuando Kise se enteró de que había mandado a su esposo a un centro de ayuda, lo había castigado y mandado a golpear. Él no se defendió nuevamente, y ahora, como estaba solo, tuvo que ir a emergencias para que vieran que no tenía nada roto y le cosieran algunas heridas que realmente si ocupaban puntadas.


 


 


Después de enterarse le había ordenado que lo fuese a recoger inmediatamente, y como apenas había pasado dos semanas de las tres que iba estar internado no se quejó mucho. A lo mejor y esos doctores y psicólogos habían conseguido con sus sesiones de grupo lo que él no había logrado en 3 meses.


 


 


Ahora mismo se encontraba en la recepción del lugar, la cual no estaba muy limpia, pero no le dio mucha importancia. Estaba entretenido en su lugar, mirando su celular esperando el mensaje de Tetsu, pues le había contestado hacia poco rato y aun no le enviaba la respuesta. A, se le olvidaba, su bajito amigo también se había puesto furioso cuando había mandado al pelirrojo a rehabilitación, tratándolo de inhumano e irresponsable. La verdad no entendía que le pasaba a ese par. Uno era demasiado efusivo y agresivo, y el otro más bien serio y pasivo.


 


 


El Kagami que le mostraron después de 2 semanas era muy contrario al que se imaginaba. No se le veía más saludable ni descansado, ni siquiera bien alimentado estaba el pobre. Calculaba que al menos había perdido unos 4 kilos en su estancia en ese lugar a juzgar por los huecos de sus mejillas. Tenía el pelo rapado, solo dejando la raíz oscura de su pelo, el rojo de este se había ido, y, además, pensando que el rojo de sus ojos no era natural, lo habían obligado a usar unas lentillas de color chocolate oscuro, que no le resaltaban para nada.


 


 


Se le veía más ausente que antes y su ropa había sido sustituida por un uniforme gris oscuro con apenas un poco de blanco.


 


 


- ¡¿Pero qué demonios le han hecho a mi esposo?!-Exclamo impresionado al ver tan gran cambio en tan solo dos semanas que lo había dejado a su cuidado. Su pobre chico tenía unas enormes y oscuras ojeras bajo los ojos y cuando sujeto su mano pudo notar que casi ya no le quedaba uña, se las había estado comiendo. Los labios de este estaban todos mordisqueados y se podía notar que esas heridas eran muy recientes a juzgar por la pequeña gotita de sangre que salía de ellos.


 


 


-Daiki...has venido antes-Murmuro sin muchas ganas. Cuando se levantó de donde estaba sentado fue cuando su esposo se dio el permiso de recostarse en su cuerpo para no caerse. Se le veía tan débil.


 


 


-Lamento mucho esto señor, pero déjeme comentarle que es un paciente muy difícil, no participa para nada en las conversaciones grupales, ¡no presta atención y para colmo de males venía con el pelo pintado de ese color tan llamativo! Íbamos a pedir su autorización para cortárselo, pero me comentaron en recepción que no era necesario realmente, por eso lo hicimos.


 


 


-Pues no me importa ya, porque aquí, él no se queda. Me lo llevo hoy mismo.


 


 


Así, furioso como si fuese un volcán a punto de estallar por la furia y el enojo, arrastro consigo al lento ... ¿pelirrojo? No, ahora ya no lo era más, era castaño su pelo ahora. Kagami estaba que lloraba de felicidad, pues la maldita señora era una hipócrita. Lo había tratado de lo peor desde que llego, pues según ella tenía toda la culpa de la muerte de Tatsuya. No era un secreto que se había separado del pelinegro, aunque no pensó que todavía la prensa lo recordase después de tanto tiempo.


 


 


Le habían quitado dos de sus atractivos más bonitos al pobre de Taiga. Ya no parecía ser el, era casi como si tuviera enfrente a otra persona.


 


 


-No sabes cómo lo siento Kagami...de ahora en adelante yo seré quien te ayuda, ¿está bien?


 


 


-Si.


 


 


Ahora entendía por qué Kuroko le había dicho que era un inhumano. Se había dejado llevar por los celos que le tenía a Tatsuya, aunque él ya estaba bien muerto y a tres metros bajo tierra. Le había hecho mucho daño a su esposo al dejarlo en ese lugar, pues solo habían empeorado su condición en vez de ayudarlo. Nunca debió haber permitido que se lo llevaran, pues se suponía que cuando amabas a una persona le deseabas bien y cuando estaba triste lo apoyabas o consolabas, no se le abandonaba a su suerte, justo como él lo hizo.


 


 


-Aomine, por favor... ¡ayúdame!


 


 


Se le hizo un nudo en la garganta cuando vio tan dolorosa imagen. Un pálido y delgado azabache le pedía con lágrimas que lo ayudase a salir adelante. Lo abrazo muy fuerte y lloro en silencio, ocultándose en el delgado hombro, mientras que la gente fuera del centro los miraba extrañados, pero a la pareja poco podía importarle.


 


 


-Eso haré, tú no te preocupes.


 


 


Ese día caminaron tomados de la mano e incluso el moreno lo mimo, llevándolo a un restaurante y al cine.


 


 


Cuando el reloj dio las 12:00 pm ellos ya estaban en la cama matrimonial, dormidos mientras se abrazaban.


 


 


Kagami sonreía sinceramente entre sueños después de muchos años.


 


 


 


 


 


...


 


 


 


 


 


El gusto de la reconciliación les había durado poco. Suspiro ligeramente mientras lavaba los trastes. Tenía la certeza de que, si él no lo hacía, el pelirrojo menos. Cuando estaba soltero siempre había dejado sucios los platos y demás utensilios de cocina, pero ahora que vivía con Taiga tenía un estricto control sobre todas las repisas y cajones de dicho cuarto. Ya que su esposo le había cogido manía a eso de cortarse termino por poner bajo llave todos los objetos filosos en la casa. No tenían cuchillos, si no que usaban unos desechables, de eso que carecían de filo alguno. No había tenedores ni cucharas a su disposición tampoco.


 


 


Justo cuando terminaban de comer Aomine se llevaba todo lo de cristal a lavar. Lo único que no tenía guardado eran los vasos de plástico desechables. Estar casado con él, era verdaderamente estresante, si pudiera mencionar los únicos momentos buenos del día, era cuando iban a hacer la compra o cuando veían la televisión en su cuarto. Estar con él era como encontrarse encerrado y acorralado, en cuanto se voltease sentía que todo se le venía encima, por lo que tenía que estar disponible las 24 horas para él.


 


 


Al menos lo cuidaba mejor de lo que pudiese hacerlo cualquier centro de rehabilitación. No todo había sido tan malo, al menos había conseguido que dejase de beber del diario, limitándoselo a dos veces por semana, pues sabía que si se lo quitaba de golpe iba a ser muy peligroso. Las drogas habían sido sustituidas por el café negro y demás dulces con chocolate. Era mejor que se mantuviese despierto así que en vez de estar alucinando y con mareos.


 


 


A momentos Kagami lo miraba con esos ojos llorosos y le pedía a gritos una sola dosis, que esa sería la última. Pero él no era tan fácil de manejar como Himuro, para nada. No habían estado todo el cuarto mes de casados haciendo nada como para tirar el avance a la basura. Aunque había veces en las que parecía que de verdad sufría muchísimo si no estaba drogado, y comprendía muy bien a que se debía. Se sentía tan culpable aun por la muerte de su ex-amante y lo único que lo hacía olvidar eran esas sustancias.


 


 


En ese momento Taiga se había encontrado en la cocina, mirándolo fijamente, como si tuviese los planes de matarlo a golpes si no le daba su tan deseada dosis, estaba desesperado. Sin pensárselo mucho cerró la puerta de la cocina para que dejase de verlo de tal forma. Después de eso seco y guardo todos los trastes y sartenes, para colocarlos en las repisas y ponerles las cadenas y candados a estas.


 


 


Cuando salió de la cocina el de cejas raras se encontraba sentado en la sala muy callado. Él se fue a dormir de una buena vez, estaba muy cansado ese día. Eran las 11:00 pm.


 


 


Se dio una corta ducha para luego acostarse en su cama matrimonial. No se le ocurrió llamar al pelirrojo para dormir, pues había escuchado que tenía la tele prendida y seguro no podía dormir por la gran cantidad de café que había tomado esa tarde, por lo que lo dejo ser. Además de que cuando tomaba mucha cafeína solía moverse mucho en la cama, así que prefirió que se tomase su tiempo para calmarse y que le diese sueño.


 


 


 


Tal vez es fue su peor error.


 


 


 


 


A eso de las 2:00 am escucho un sonido desgarrador, cruel y muy desolador. Kagami estaba gritando desesperadamente a todo pulmón, para luego pasar a mas llanto incontrolable y gritar un poco más bajo que lo sentía. Esos lamentos le habían helado la sangre. Corriendo bajo hacia el primer piso, encontrándose por segunda vez en su vida de casados al pelirrojo con las ropas manchadas de sangre, pero ahora sus muñecas no estaban cortadas, para nada.


 


 


Se había amputado el dedo anular.


 


 


Se tapó la boca incrédulo, admiro como le pedía ayuda entre gemidos, así como también múltiples disculpas. Su dedo yacía un poco más alejado de él, aun tenia puesto el anillo de oro blanco.


 


 


- ¡Demonios!, uno no puede dejarte solo.


 


 


-¡¡LO SIENTO, LO SIENTO!!- Se mecía de enfrente para atrás, hecho un ovillo. Se le miraba tan asustado de sí mismo. A un lado de el encontró las tijeras de jardinería de su vecino. No supo cómo ni cuándo pero el pelirrojo había conseguido tomarlas, eso era un jodido robo. Quiso regañarlo mucho por las malas acciones que había cometido, pero no era el momento. Se puso manos a la obra.


 


 


Tomo el dedo de su esposo y lo coloco en una pequeña hielera con mucho hielo. Le envolvió la herida en una toalla pequeña que había comprado la semana pasada y le pidió que se calmase. A si en pantuflas como estaba se fue con el tembloroso pelirrojo en brazos, al cual dejo en el auto para luego regresar por el recipiente. Fue al hospital más cercano, del cual lo enviaron a otro pues ellos no podían atender ese caso, así que rápidamente se dirigió a uno que quedaba a apenas unos cinco minutos.


 


 


Al entrar lo recibieron inmediatamente en la puerta de urgencias. Le dijeron que no se preocupara, que estaba en las mejores manos. A él solo le quedo esperar los resultados de la operación que harían para conectar todos los nervios de la mano nuevamente. Antes de que entrara a la operación su esposo lo había mirado con una cara lastimera, pidiéndole perdón con voz muy baja, el apenas movió sus labios para decirle que estaba perdonado. Dolía tanto ver que una persona que antes era tan alegre y saludable que terminase de esa manera tan espantosa.


 


 


Luego de unas horas de estar en la sala de espera llego el doctor informándole que el procedimiento había sido un éxito y que había hecho lo correcto al poner en hielo la extremidad amputada. Le pregunto con voz rasposa la fecha en la que su esposo podría salir del hospital, pues sabía que no le gustaba para nada estar en ese lugar. ¿Y a quién no? Si a veces podía llegar a ser un lugar muy triste.


 


 


Pasaron un par de horas hasta que sacaron a Kagami de cirugía. Acompaño al inquieto pelirrojo un rato, mirando como su dedo estaba vendado de la base y recuperaba poco a poco el color que había perdido en el traslado. Las enfermeras le habían hecho pasar después de un rato, esperando que el paciente se estabilizara, hacía poco que se había levantado. Este sujeto el antebrazo que tenía recargado en la camilla del hospital con la mano izquierda, mientras lo miraba haciendo un puchero muy infantil.


 


 


-Aomine-Murmuro, el dejo la revista que tomado de recepción y se dedicó a mirar a su esposo.


 


 


-Dime.


 


 


-No puedo dormir-Ya eran las 10 de la noche, había pasado ahí casi todo el día, pero como no tenía trabajo ni cosas que hacer en su casa, prefirió quedarse a dormir con su pareja.


 


 


-Pero si te dieron muchos analgésicos y sedantes, ¿realmente no tienes nada de sueño? -El en repuesta frunció el ceño y la nariz fastidiado.


 


 


-Pues la verdad es que no.


 


 


- ¿Qué es lo que quieres? -Le pregunto con voz calmada. Si le había interrumpido la aburrida lectura debía ser por algo ¿no? Como un niño chiquito se escondió entre las sabanas.


 


 


- ¿Me podrías contar un cuento? -Justo había llegado una enfermera a la habitación, solo que ni el peliazul ni el pelirrojo se percató de su presencia. Ella los miro desde la entrada enternecida, eran pocas las parejas que reaccionaban de esa forma ante los tiempos difíciles. En sus 20 años de trabajar en aquel hospital había visto muchas cosas, entre ellas las miradas de amor que se dirigían los esposos.


 


 


-Jajaja, en algunos aspectos sí que sigues siendo un niño-Sonrió con soltura, un poco más aliviado al ver que el pelirrojo seguía teniendo tal manía para dormir.


 


 


- ¡No soy un niño! -Grito con un tono de voz algo aguda y por lo bajo, se le veía molesto, pero la verdad se estaba divirtiendo. La sonrisa de Aomine siempre le había parecido tan bonita que el solo verla era ya un milagro, pues no solía ser de sonrisa fácil.


 


 


-Si, como tú digas, bueno, está bien, te contare un cuento.


 


 


Le nombro uno que otro nombre de cuentos infantiles que en algún momento su padre y su madre le habían contado cuando era muy pequeño. Esos tiempos eran tan hermosos, lástima que se pasasen tan rápido, a veces pensaba que no los había aprovechado ni querido lo suficiente, siempre diciendo que ojalá ya fuese mayor de edad.


 


 


Ahora que era un adulto no pudo sentirse más presionado, con las cuentas que pagar, los problemas de pareja u amorosos, el trabajo o la falta de este. Era unas cosas de las que los niños no tendría que andarse preocupando, para nada.


 


 


La enfermera había atraído a más mujeres, que escucharon el cuento del príncipe valiente que le relataba con tanto cariño y ternura su esposo. Este estaba encantado con la historia, parecía que en vez de haberlo relajado lo suficiente para tomar una siesta al menos, solo consiguió despertarlo y emocionarlo más. Pronto el moreno ya tenía a todo un público escuchando las aventuras de travieso príncipe. Con decir que los de pediatría le pidieron que fuese a contarles luego una historia a los niños que tenían internados. El no acepto, aunque tampoco se negó, y como dicen, el que calla otorga.


 


 


Cuando Kagami se durmió después de tanto ajetreo eran las 12:30.


 


 


 


 


 


...


 


 


 


 


 


Ese era su último mes juntos como esposos.


 


 


Se besaron y abrazaron durante todo ese tiempo. Aomine aprendió a cuidar de alguien que no fuese el mismo y Kagami al fin reacciono, dándose cuenta de que no quería acabar su vida por culpa de una sobredosis o por un tonto suicidio. Ambos habían aprendido tantas cosas el uno del otro, pero aun así el peliazul o había dicho ni una sola palabra en contra cuando Kise les dijo que pronto seria la hora de que se divorciaran y ya había iniciado los trámites con un abogado de su máxima confianza.


 


 


Ninguno había intentado hablar sobre el tema, pues los ponía muy tristes el solo pensar en eso. De por si su matrimonio no había sido el más bonito de todos, había consistido en el moreno levantando al pelirrojo del suelo cada vez que tropezaba con la misma roca, aunque al contrario de Himuro, le hizo ver que podía simplemente pasar arriba de esta.


 


 


El avance que habían tenido era muy grande, a decir verdad. Había cuidado con mucho esmero a su esposo, no solo haciendo que dejase sus adicciones de lado, si no que retomara sus hobbies y adquiriera buenas costumbres de alimentación y ejercicio. Lo había inscrito a un gimnasio al cual iban por las mañanas, para luego cocinar algo en casa, luego de eso limpiaban toda la casa y salían a pasear por el parque de la colonia. La gente los miraba raro cuando pasaban agarrados de la mano o simplemente porque habían presenciado los escándalos que habían armado más de una vez con sus peleas e idas al hospital por intoxicaciones e intentos de suicidio.


 


 


Se encontraban sentados en el sillón luego de haber tomado uno de esos paseos. Era ya parte de la rutina ver unas 3 películas antes de irse a dormir a las 9, mientras comían chucherías que pedían de algún restaurante con servicio a domicilio. El pelirrojo se había recostado sobre sus piernas mientras él le sobaba el cuello con delicadeza. Miro de reojo el rostro entretenido de su esposo, notando que el tratamiento para el acné que le había comprado le sentó de maravilla, no le habían quedado marcas ni nada por el estilo. De sus muñecas habían desaparecido las marcas de las navajas y cuchillos.


 


 


Tenía la duda de si se iba a Japón de nuevo, ¿qué sería de Kagami? Consideraba que ya podía cuidarse por sí mismo, pero eso era realmente un engaño, pues seguía siendo débil ante el vicio y sin alguien que lo ayudase seguro caía en las drogas otra vez. No sería para nada grato encontrárselo con el aspecto de hace 5 meses y medio, para nada. No ahora que habían pasado tanto tiempo juntos, que se habían conocido nuevamente que eran amigos, confidentes y esposos.


 


 


A Kagami le dolía el pecho el solo pensar el que se quedaría más solo que un perro. Comprendió el sentimiento que tuvo su antigua pareja cuando se suicidó, pues él también tenía la misma sensación instalada en el cuerpo, tatuada en la piel y alojada en la garganta. Muchas veces intento pedirle a Aomine que no se fuera, que lo necesitaba en su vida, pues era su nuevo pilar, su razón de vivir...si no estaba él era solo polvo, insignificante, sin utilidad y pequeño.


 


 


Sin Daiki no era.


 


 


Él era de esas gentes que necesitaba de otras para poder vivir. No le gustaba estar solo estando rodeado de personas, se sentía el doble de doloroso que lo era no conocer a nadie. Porque cuando se estaba con tantas personas se creía que era imposible sentir soledad, pero tal vez había quienes no comprendían el sentimiento, dejándose llevar por la lógica, pero no se tenía que pensar con el razonamiento todo el tiempo. Usar el atrofiado corazón o mejor dicho hipotálamo no estaba mal de vez en cuando.


 


 


Pero como siempre, otorgaba puro silencio, no queriendo que sus sentimientos fuesen pateados como los de Kise en preparatoria, no resistiría una herida de tal magnitud en su alma llena de cicatrices.


 


 


- ¿A poco no el protagonista es un idiota? -El pelirrojo asintió para reafirmar la teoría del peliazul.


 


 


-Pues la heroína tampoco es muy inteligente que digamos...-Murmuro mirando la imagen de una chica insegura e ingenua que no expresaba sus sentimientos por la pantalla. Aomine miro a un hombre conformista, el cual no se esforzaba por decirle cuanto amaba a la muchacha.


 


 


Tal vez ellos fuesen protagonistas de la misma historia solo que más triste.


 


 


Cuando acabaron la película eran las 11, hora de dormir. A su paso cerraron la puerta de la habitación principal. Se amaron una última vez por ese mes, quedaban pocas semanas para que se separasen y querían aprovechar todo el tiempo juntos.


 


 


 


 


 


...


 


 


 


 


 


Kise había completado su venganza satisfactoriamente, había presenciado la desesperación y depresión del hombre que alguna vez mas amo. Como sufría por el poco cuidado que tenía su pareja en sí mismo. Hizo sentir a Kagami como el bicho más miserable que había pisado alguna vez la faz de la tierra. Pero a pesar de que había logrado separarlos y destruirlos en pedazos, aunque ellos no quisieran admitirlo, sentía un vacío en el pecho dejado por la muerte de su florecilla. Ese vacío no se podía llenar fácilmente, pues cuando una persona que querías tanto por falta de cariño que tu realmente estabas dispuesto a darle, era muy frustrante.


 


 


Hubiese deseado ser un soporte para el precioso hombre, pero este lo había rechazado fríamente, convencido que sin su pareja no podía vivir, que la soledad era insoportable, que sin él no era nada.


 


 


Ya antes había mencionado la magnífica conexión que tenían algunas personas con otras ¿cierto? La llamada que le llego a las 4:00 am de ese día le confirmo una vez más que como siempre tenía la razón en sus teorías.


 


 


Parecía que una de las razones de que hubiesen durado tantos años juntos y se persiguieran aun después de la muerte de uno, era porque pensaban realmente muy parecido, aunque fuesen tan diferentes tanto por dentro como por fuera. Tal vez la situación les había hecho desarrollar ese poderoso lazo, que aun ahora era inquebrantable.


 


 


Apenas Aomine se había ido a Japón hace tan solo dos días y ya le llamaban de la clínica en la que siempre ingresaban al pelirrojo, para informarle que había sufrido de una congestión alcohólica y una sobredosis, además de que venía muy golpeado. Eso estuvo lejos de importarle, pero precisamente tenía que llamar el enano de su mejor amigo para preguntarle cómo le estaba yendo al matrimonio, fue entonces cuando le dijo que Kagami había sido ingresado de urgencia. De inmediato había soltado de más la lengua con el peliazul y ahora mismo se encontraba reflexionando todo eso en la sala del hospital. De verdad no entendía a ese par de idiotas, si tanto se querían por que no podían decírselo a la cara.


 


 


En las cintas que había grabado se había dado cuenta de que nunca se habían dicho palabras cariñosas, solo mostraban su afecto por medio de sonrisas nostálgicas y depresivas y caricias frías con manos llenas de pecado. Se removió incomodo en la silla de la sala.


 


 


No le gustaba ese lugar, era demasiado blanco, tal vez tanto como Himuro.


 


 


El moreno por otro lado esperaba ansioso el estado de salud del pelirrojo, pues ya iban dos veces que sufría una falla cardíaca y por suerte ambas veces habían logrado estabilizarlo rápidamente y con éxito. Le habían entrado unas ganas incontenibles de llorar, las cuales finalmente lo rebasaron. Se permitió soltar unas cuantas lágrimas en el hombro de su amigo Tetsu, que lo había acompañado en el largo viaje, mientras que su cuñada y mejor amiga, Satsuki, le miraba en silencio y con pena.


 


 


-Familiares de Kagami Taiga.


 


 


- ¡Yo soy su ex-esposo! ¿Cómo se encuentra?


 


 


-El señor ya está estable por suerte, ya todas las sustancias toxicas que consumió en exceso fueron eliminadas de su sistema. Lo de las fallas cardiacas se ha podido solucionar finalmente y ya no corre peligro, por lo que lo pasamos a una de las habitaciones compartidas, en unas cuantas horas podrán pasar a verlo de uno en uno, recuerde, no hagan que pase emociones fuertes.


 


 


-Está bien, muchas gracias por salvarle la vida doctor.


 


 


-No me tiene que agradecer, solo hago mi trabajo.


 


 


-De todas maneras, gracias.


 


 


Así esperaron en recepción un par de horas más, hasta que la enfermera les notifico que el paciente ya había despertado y que pedía ver a Aomine Daiki. El peliazul se sintió muy feliz de ser al primero que llamase para verle, en esos dos días que se había ido la había pasado tan mal, pensando que el pelirrojo seguro se olvidaría de él y conseguiría una vida más feliz al lado de alguien más, y todo por su cobardía y no querer admitir que le gustaba un hombre, que había hecho el amor con un hombre, y que a pesar de que se había casado a la fuerza con él, aun quería permanecer por cuenta propia a su lado.


 


 


Cuando entro al lugar lo encontró con la cara pálida con la que lo había visto hace seis meses, pero ahora sus ojos marchitos si brillaban. La rosa había recuperado su brillo natural. Se acercó a la camilla, hasta quedar a dos pasos del pelirrojo. Extendió su mano y Kagami solo atino a restregar su mejilla en esta, mirándole con ojos de amor y de pena. Abrió la boca con dificultad y le hablo en susurros, con voz ronca por la falta de uso en las últimas horas.


 


 


-Lo lamento, prometí que ya no lo volvería a hacer, pero sin ti no puedo mantenerme cuerdo.


 


 


-No lo lamentes, soy yo quien debería pedir disculpas.


 


 


- ¿Por qué?


 


 


-Kagami, ¿te acuerdas del cuento del príncipe? -Lo miro a los ojos con una sonrisa el apenada en los labios.


 


 


-Sí, él era un chico muy orgulloso y siempre intentaba hacer cosas que impresionasen a la triste princesa, pero esta nunca le sonreía, nunca se decían lo que sentían por miedo a que el otro no correspondiese.


 


 


- ¿Quieres escuchar el final de la historia? -Se miraba tan bonito con esa cara de emoción, como si fuese un verdadero niño.


 


 


-Sí, sí quiero.


 


 


-Bueno...pues, el príncipe, cuando se dio cuenta de todos sus errores, regreso al reino, pero se encontró con la noticia que la princesa había enfermado por falta de amor...lo único que la curaría sería una muestra de afecto puro y sincero.


 


 


- ¿Y que hizo el príncipe?


 


 


-Shh, no me interrumpas niño, el príncipe fue hasta la alcoba de la princesa, e intento por todos los medios que despertara, al ver que nada de las hazañas que hiciese eran suficientes, se rindió y lloro a los pies de la cama en donde ella yacía dormida. Tomo su mano-Llevo su mano hasta la de Taiga, el cual se sonrojo un poco ante la acción-Se acercó hacia ella y la miro con ternura-La mirada de Aomine se había suavizado y le miraba con tanto cariño que el creyó poder volverse adicto a esos irises azulados-Y le dijo al oído...-El pelirrojo acorto la distancia que los separaba a ambos sin dudarlo, quedando muy pegados- "Te amo"-Se le escapo una sonrisita boba en cuanto confeso sus sentimientos de esa forma tan cursi, pero el pelirrojo lo valía, valía la pena ser cursi por él.


 


 


- ¡Daiki! -Sin dudarlo le hecho los brazos al cuello y lo apretó fuerte contra él, no quería soltarlo nunca más.


 


 


-No quiero dejarte solo-Correspondió al abrazo, ocultando su rostro lloroso en el menudo hombro de su ex-esposo. Tenía quebrada la voz por la emoción-Me hiciste tanta falta.


 


 


-Tú también me hiciste tanta falta, te extrañe mucho-Le acaricio la espalda suavemente.


 


 


-Taiga, quiero proponerte algo, y no puede esperar más.


 


 


El internado no supo a lo que se refería, pero aun así asintió rápidamente, embobado con la sonrisa que tenía el moreno en los labios.


 


 


Este se agacho, hasta quedar de rodillas y le tomo la mano nuevamente, él lo miro totalmente incrédulo.


 


 


-Bueno...sé que puede ser la propuesta más patética que recibirás en la vida, pues apenas tengo que ofrecerte y ni siquiera tengo un anillo conmigo...pero quisiera decirte que aun a pesar de los tiempos duros que hemos pasado juntos, has sido una de las personas que más han marcado mi vida, y tal vez antes no había querido admitirlo, pero yo no te odiaba en la preparatoria, al contrario, me encantabas y tenía tanto miedo de mis sentimientos y ser correspondido que no pudo si no desquitar mi frustración y confusión con los que me rodeaban.


 


 


-Yo siempre te he querido mucho Aomine, y aunque no tuvieses siquiera ropa para vestirte aun así te amo tanto-Se sonrieron como si fuesen esos mismos chicos de preparatoria, con el mismo cariño y emoción de antes-Se le habían puesto llorosos los ojos de la emoción, pues su amor de preparatoria había terminado por hacerse realidad.


 


 


Ellos no habían escogido enamorarse el uno ni el otro, ni las circunstancias en las que surgirían sus sentimientos, los cuales habían sido propiciados por las cosas tan importantes que habían vivido juntos a lo largo de esos meses, en donde se habían cuidad y aprendieron el uno del otro. Aun llevaban en sus corazones a sus antiguas parejas, y no era como si ya las hubiesen olvidado, pues por más que se amara a alguien no debería prohibírsele el recordar algo tan bello como lo era un viejo amor.


 


 


Como hacia tanto tiempo lo deseaban lo beso lentamente, con amor y suavidad, estar entre los brazos del otro no se había sentido tan correcto como en ese momento, era el lugar en donde más querían estar, era su nuevo hogar. Al menos su historia había tenido un buen comienzo. Sí, ese era solo el comienzo.


 


 


 


 


 


...


 


 


 


 


 


Kise sonreía contento mientras abrazaba a un serio Kuroko de la cintura. Estaban sentados en una mesa redonda, en conmemoración a la segunda boda de sus ahora mejores amigos.


 


 


Después de algún tiempo Kuroko se había percatado de que el rubio no era tan malo como decía serlo, simplemente estaba muy herido por dentro, así que él se encargó de curarlo poco a poco a cambio del amor y cariño de su ahora esposo. Se habían casado hacia tan solo unos 5 meses y se encontraban muy enamorados el uno del otro. En su bonita hortensia había encontrado el consuelo de sus fallidos romances y ahora vivía su propio cuento de hadas, aunque nunca pudo borrar la falta de la florecilla de primavera en su corazón ni en el de Kagami, el cual ahora estaba frente a la tarta de bodas, con un cuchillo en mano, sonriendo tímido a la cámara con un orgulloso Aomine parado a su lado.


 


 


- ¿No es el amor bonito Kuroko-cchi?


 


 


-No entiendo cómo es que aun después de casados me sigues llamando por mi apellido Ryota-kun.


 


 


-¡¡Es que se escucha más bonito!!-El peliceleste lo miro escéptico, percatándose inmediatamente que su pareja mentía, Kise solo trago duro ante la fría mirada-Aish, bueno, es que me da mucha pena.


 


 


-Y en respuesta a tu pregunta, si, es muy bonito-El bajito le sonrió con ternura, inmediatamente lo sintió como un flechazo a su corazón, joder, que su esposo era lo más bonito que pudiese existir en el mundo mundial.


 


 


-¡¡¡Cómo te amo Kuroko-cchi!!!-Y lo tlaqueo mejor de lo que lo haría un jugador de futbol americano.


 


 


Todos inmediatamente voltearon para ver como el fantasmita era apretado por su pareja tal vez un poco muy fuerte, casi como para dejarlo morado, este apenas y podía quejarse para que el tonto de su esposo lo soltase. Kagami solo rió ante el espectáculo que estaban montando esos dos. Sin esperar a que le sacasen más fotos agarro un plato y se zampo un pedazo de pastel de chocolate sin pensárselo mucho.


 


 


-Tch, ¡ni porque es nuestra boda tienen respeto!


 


 


-Ni se te ocurra quejarte Aho, que en la suya tú eras el que daba el brindis y estuviste borracho todo el rato-Tomo un pequeño sorbo de su cidra sin alcohol y sonrió ante el recuerdo de esa vez. Ese día había hecho como que no conocía a su pareja, pero la sola mención del momento ahora le causaba mucha risa de pues sí que dijo una sarta de tonterías esa vez.


 


 


-Ni me reclames, que tú por tú tonta fobia a los perros pateaste al pobre Nigou peor que balón de futbol, creo que de lo fuerte que lo lanzaste aun no regresa del espacio exterior.


 


 


-¡¡Tu dijiste que ya no volveríamos a hablar de eso!!-Chillo con la cara roja por la vergüenza. Aomine rió ante el simpático grito y lo abrazo de la cintura con soltura, era su boda después de todo, podían estar lo más melosos que se les antojase. Cuando le dio un pequeño beso en la mejilla para limpiarle las morusas de pastel pudo distinguir al menos unos 5 flashes que apuntaban hacia su dirección.


 


 


En ese momento eran muy felices, justo como se lo había prometido aquel día en el hospital a su ahora nuevamente esposo. Pero no quiso casarse de inmediato, hicieron un acuerdo de que cuando ambos estuviesen listos y Kagami ya no estuviese hundido en su adicción. Fue así como en esos dos años que pasaron lo había sacado adelante y habían avanzado mucho como pareja. Habían tomado asesorías para llevar mejor su vida de pareja y en más de una ocasión se habían dado un tiempo, el cual no duro más de dos semanas, pues los dos no podían estar mucho sin el otro. En el proceso el pelirrojo tuvo más de una recaída, y no fue hasta que tocaron fondo que tomo conciencia y dejo poco a poco toda la mierda en la que andaba, y sinceramente, Taiga creía que esa fue la mejor decisión que había tomado en su vida.


 


 


Pues la última puerta que quería que se cerrase fuese la del hogar que tendría con Daiki, no la de su ataúd.


 


 


 


Antes, hace 2 años y 2 meses aproximadamente, él estuvo por darse por vencido, creía haber perdido la lucha contra su adicción, que nunca saldría adelante, que ya no tenía más motivos para vivir. Pero ahí se encontraba, tomado de la mano con el hombre que lo había ayudado adelante, que abandono su orgullo y dejo sus malos hábitos por él. Ambos habían mejorado por el bien del otro, no era necesario cambiar a la gente ni alterar sus personalidades, todo bastaba con mejorar y querer alcanzar el éxito.


 


 


 


No importaba lo que hiciesen ni que los separasen las circunstancias o la muerte, pues cada uno encontraría cosas del otro en todo lo que hacía, nunca se podrían olvidar, siempre existirá ese amor independientemente de todo.


 


 


 


Por qué amar no solo era el sentimiento reservado para las parejas normales y sin problemas, sino también para la gente que entregaba todo de si para curar a una persona y tenía la disposición de ayudar a las otras que le importaban sin recibir nada a cambio, eso era amor.


 


 


 


 


 


Amor era servicio, amor era compañía, amor era apoyo.


 
Notas finales:

Muchas gracias si es que se han tomado su tiempo para leer toda la obra, felicidades. Ojala les haya gustado, si vieron algun error o incoherencia, haganmelo saber por favor. 

 

Los quiero!!


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