Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hasta la eternidad por Haruka Eastwood

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes de Kuroshitsuji son propiedad de Yana Toboso y la idea es cien por ciento mia ♥ —soy culpable D: —

Notas del capitulo:

Hola, espero que este pequeño proyecto les guste :3 

Titulo: Hasta la eternidad

Resumen: Hoy te prometo, que te amare hasta la eternidad… Sebastián.

Categoría: Kuroshitsuji

Clasificación: Mayores de 16 años.

Género: AU. Romántico. Tragedia.

Advertencias: Ninguna

N° Capítulos: Único

Serie: Nostalgia

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Hasta la eternidad

Ciel Phantomhive Pov

Capítulo único: Siempre te amaré

Cada día, vengo a este parque a la misma hora, justo donde nos conocimos. Me siento en la misma banca donde te vi por primera vez hace más de cinco años; tan entretenido leyendo un libro, mientras tus largos mechones azabaches se movían al compás del viento. ¿Sabes? Es algo realmente curioso, pero hasta ahora me doy cuenta que no tengo ni la más remota idea de que libro era. Recuerdo que era rojo y de pasta, bastante grueso para mi gusto, pero tu parecías tan inmerso en la lectura que te aislabas del mundo entero, lo cual realmente agradecía ya que podía contemplarte por varios minutos sin que te dieras cuenta de que eras observado… bueno, al menos eso es lo que quiero creer.

Aquella primera semana me quede realmente embobado con tu persona, lucias tan apuesto y varonil en esos trajes, que por instantes hacia que me sintiera mal con mi vestimenta, ya que por ser otoño siempre traía un pantalón de un color neutro y un suéter, nada en especial, de hecho bastante común, al igual que yo. Durante tres semanas vine aquí solo para poder verte, fuiste la primera persona a la que no me pude acercar para platicar, y eso que pocas veces me quedaba cohibido por alguien. Confieso que lo mío no era socializar, pero tampoco se me dificultaba… pero contigo, fui yo el sorprendido.

Soy orgullos, desinteresado y bastante antipático, pero cuando se trataba de ti no perdía ni el más mínimo detalle por muy pequeño que fuera. Desde aquella manía por morder tu labio inferior cada que te emocionabas con la lectura, hasta el suave tamborilear de tu pie derecho sobre el suelo, cuando presentías que tenías que irte y aún no terminabas el capítulo. Cada gesto y movimiento lo memorice, en este punto puede que suene como todo un acosador, pero no me importa. Por ti lo soy.

Uno de esos días también note que parecías más cansado de lo habitual y tus ojeras eran más prominentes, estuve a punto de acercarme y preguntarte si estabas bien, pero cuando me di el valor necesario para preguntarte, te vi alejarte a paso lento, observando tu ancha espalda y tu andar grácil, tan gallardo y apuesto como sólo tú puedes ser… tanto que desde ese día te convertiste en mi príncipe.

Sí, lo sé, algo bastante absurdo, pero eso eras para mí, alguien inalcanzable a quien podía admirar. Después de un mes observándote se me había hecho costumbre estar en el parque todos los días a las dos treinta de la tarde, pero hubo una semana en que no me fue posible ir, tenía muchos problemas en casa y exámenes por presentar en la escuela, ya que estudiaba mi último año de preparatoria, así que maldije el no verte. Creo que esos días estuve de un humor horrible… bueno eso es lo que me dijeron, pero pues era un chiquillo de diecisiete años enamorado del chico del parque… del cual solo sabía que le encantaba leer.

Juraba y perjuraba que mi existencia para ti era invisible… ya que no soy alguien sobresaliente —descartando el ámbito intelectual, claro está— solo un doncel de estatura promedio, ojos azules, cabello negro-azulado y piel pálida… común. Pero aquel día, como siempre, me senté en la banca y me puse a mirar a las personas pasar, ensanchando mi sonrisa al verte ahí, tan apacible, leyendo.

—Qué bonito día, ¿no crees?

Por todos los cielos, creo que tarde siglos para reaccionar que era a mí a quien le hablabas, pero cuando gire el rostro y te vi, mantenías tus labios ligeramente curvados en una sonrisa tan endemoniadamente sensual que todo lo que hice fue asentir enérgicamente con la cabeza, perdiéndome en resguardar el aterciopelado sonido de tu voz en lo más profundo de mi ser.

Aunque mucho tiempo después, me entere que te estabas burlando. Creo que te he de haber parecido un idiota ya que comenzaste a reír, ¡diablos! Era la risa más educada, elegante y a la vez tan varonil que había escuchado en mi jodida vida. Venga, no era necesario verme para saber que era un maldito tomate, por lo que gire el rostro más que avergonzado, lanzando un bufido al aíre por ser tan patético, y todo por tu culpa.

—¿Cómo te llamas? —Oh por todos los cielos, incluso se me olvido mi nombre.

—C-Ciel —balbuceé—. ¿Y tú?

—Sebastián… mucho gusto, Ciel —y en ese momento supe que podía morir feliz. Evidentemente, jamás lo admitiría en voz alta.

Después de aquello era común platicar entre nosotros, cuando supe que tenías veinticinco años quise morir, tal vez estabas casado y siendo tan atractivo era de esperarse. Aquel día llore a mares en mi casa y me resigne a seguir charlando contigo en el parque, ¿patético o idiota? Puede que un poco de ambas, pero yo me denominaría absurdo.

Madre mía, el veinte de diciembre yo estaba sentado y parecía que nevaría pero no me importo ya que al final apareciste, para ese entonces ya te consideraba un amigo… porque creo que tu a mi también… o eso quiero creer, no sé. Bueno la realidad era que estaba estúpidamente enamorado de ti, pero lo que nunca me espere es que me preguntaras que planes tenía para víspera de navidad y al decirte nada, en tu rostro se formo una mueca algo extraña y me preguntaste la razón. No podía mentirte, así que te dije la verdad. Mis padres se habían divorciado, papá se fue hace unos días y mamá tenía que salir de viaje, por lo que iba a estar solo. Mis amigos… pues ellos se las pasarían con sus familias y varios saldrían de viaje por las fechas para reunirse con parientes lejanos.

Segundos después, sentí tu tacto en mi cabeza y me consolaste. No sé porque llore, pero lo necesitaba tanto, es como si me hubiese cansado de sonreír falsamente, de mantener mi máscara de indiferencia y sólo contigo podía mostrar mi verdadero yo, aquel Ciel vulnerable y solitario que fingía que alguien le respondía cálidamente cuando llegaba a casa. Ya no era el Ciel que imaginaba cenar en familia o soltaba comentarios mordaces por cada tontería, simplemente te mostré mi verdadero ser y fue realmente liberador. 

Me abrazaste fuertemente y una sensación agradable inundo mi pecho, deseando que ese momento jamás terminara. Cielos, se sentía tan bien que no podía dejar de llorar. Hasta que estuve más tranquilo, con una linda sonrisa me miraste y me dijiste que si aceptaba salir a cenar contigo, te pregunte por tu familia y dijiste que ellos tenían planes para ir a ver a tu abuelo y sinceramente tú no querías viajar. Dude unos minutos y como viste mi reacción de asombro e incredulidad, te despediste y dijiste que te avisara el día de mañana, asentí con la cabeza, pero no esperaba que te acercaras a mí y besaras mi mejilla.

Al día siguiente acepte y fui realmente feliz por primera vez en una navidad, ese día charlamos mucho y me confesaste que yo te gustaba, casi me aviento sobre ti y te digo que te amo. Pero me controle, era un Phantomhive y esos arrebatos de felicidad en lugares públicos eran inconcebibles, pero olvidándome de eso, decidimos conocernos más, cielos creo que de haber tenido dieciocho habríamos comenzado a salir, lástima que recién había cumplido los diecisiete.

Y dos meses antes de cumplir la mayoría de edad, tuve un horrible problema en mi casa, mi padre llegó borracho, entrando libremente como si jamás se hubiese separado de mamá. Me golpeo tanto que quede inconsciente, tenía moratones en todo el cuerpo y no podía moverme, como pude le llame a mamá, pero nunca contesto, de hecho, al tercer intento apago el móvil.  No sabía a quién recurrir, así que termine llamándote. Milagrosamente llegaste y me llevaste al hospital donde estuve internado una semana, lo peor de todo es que mi padre desapareció en ese tiempo y mi madre se negó a verme. Te hiciste cargo de mí desde entonces. Y me propusiste vivir contigo en cuanto me dieron de alta. Acepte, creyendo que alguien se opondría pero a mis padres pareció no importarles. Era una carga menos en su vida.

Realmente te amaba tanto, incluso más que a mi vida. Eras mi felicidad, mi amor y mi mundo. La mayoría de las personas veían en ti a un chico serio, reservado e inalcanzable, mientras yo observaba a alguien atento, amoroso y tierno, aunque en determinadas ocasiones a alguien sarcástico y burlón, pero he de decir que es parte de tu maldito encanto. Creo que lo único que nunca me gusto de ti, fue tu maldito amor por los gatos, esas bolas de pelo me quitaban tu atención, y no es por celos… puede que si… igual les odio porque soy alérgico, fin.

Al cumplir los dieciocho, conocí a tu familia, tu madree era un amor y tu padre un hombre muy serio, incluso más que tu. Y me alegro saber que ellos no se opusieron, al contrario, nos dieron su aprobación y bendición. Justo un año después, nos casamos en una ceremonia sencilla. Lástima que mis padres no asistieron… tal vez se deba a que ni les invite… no lo sé, pero tampoco es que me hicieran falta, después de todo, nunca estuvieron conmigo.  

¿Te digo un secreto? Creí que moriría de nervios antes de entrar a la iglesia. Las piernas me temblaban y el corazón golpeteaba desenfrenadamente en mi pecho, produciéndome una sensación de ahogo, pero me arme de valor y entre, viéndote parado en el altar, con un impoluto traje negro, regalándome una de esas sonrisas que tanto amo mientras tus encantadores ojos borgoña me miraban con amor y fascinación, conforme avanzaba, escuchando la marcha nupcial de fondo. Sin saberlo me diste el valor necesario y todo a mi alrededor quedo en segundo plano, ya nada importaba, sólo tú, vida mía. ¿Cursi? Pues te aguantas, estoy enamorado.

Claramente no todo en la vida es perfecto, tuvimos nuestros problemas y discusiones pero siempre los resolvíamos de una forma madura. Y cada reconciliación acababa con nosotros en la cama… cielos, incluso recordar es vergonzoso. Sonreí imperceptiblemente, antes de bajar la vista hacia mis brazos y ver a nuestra pequeña nena, fruto de nuestro amor. Beast Michaelis, es idéntica a ti físicamente y creo que también en carácter… tranquila, dulce, encantadora… simplemente perfecta. Y justamente hoy cumple un mes de vida.

—Es hora —le susurre, besando su frentecita.

Acaricio su mejilla y lentamente me levanto de la banquita, comenzando a caminar hacia la salida del parque, en donde un auto me esperaba. Subí y le dije al chofer a donde quería ir. Llegamos en tan solo quince minutos, baje y compre unas rosas blancas, adentrándome mientras era envuelto por un silencio nostálgico, pero a unos cuantos pasos me detuve, dudando en si debía continuar o marcharme de allí. Al final, me di valor y avance acortando la distancia, agachándome ligeramente hasta colocar el ramo de rosas sobre la lapida.

—Lamento haber tardado tanto… —susurre, luchando por mantener mi voz serena y no llorar— pero no podía traerla antes… ella… ella es perfecta y se parece tanto a ti. De grande va a ser hermosa, puede que más que yo.

Sin poder evitarlo, las lágrimas resbalaron por mis mejillas, cayendo sobre las manitas de Beast que me observaba atenta con sus enormes ojitos borgoña. Y como si entendiera, toco mi mejilla, y casi sentí que intentaba consolarme, pero es que aun era muy pronto para mantenerme firme y seguir adelante. Dos años atrás, Sebastián decayó; su piel lucía un poco pálida y perdió peso, preocupado, lo obligue a ir al médico, enterándonos que no le quedaba mucho tiempo de vida.

Hospital tras hospital, el resultado siempre fue el mismo. No había esperanzas ni tratamientos que lo mantuvieran a mi lado por mucho tiempo, él parecía estar bien, quien lo viera deduciría que era un hombre sano con un futuro prometedor por delante, alguien que aun tenía mucho por vivir al lado de su familia que lo amaba, al lado de su esposo que lo adoraba y haría cualquier cosa por él. Pero entre toda esa desdicha, llego a nosotros un rayo de luz, y es que me entere que estaba esperando un hijo del hombre que más amaba, del único que estaría en mi corazón.

Sebastián solía pasar horas enteras abrazándome mientras acariciaba mi vientre y susurraba palabras dulces, e incluso le cantaba a mi barriga… lo cual era extraño, pero tierno, tal vez demasiado, impreso de un tinte vergonzoso por tenerlo con el rostro en mi vientre, entonando canciones de cuna con una voz melodiosa y tranquila, la misma voz que anhelaba con toda el alma escuchar eternamente… y la misma voz que deseo escuchar ahora.

Muchas veces me sentí impotente cuando me despertaba en medio de la noche, completamente solo, sabiendo que Sebastián permanecía en la sala con la mirada perdida en un punto fijo. Lo vi llorar por tener que dejarnos, lamentarse por no poder estar conmigo y Beast, culpándose por no poder verla crecer, por no estar ahí cuando diga su primera palabra, cuando camine o cuando corra. Lloró porque no podría enseñarle a andar en bicicleta, en patines o a conducir, porque no podría protegerla de los varones que quisieran conquistar a su nena.

Infinidad de veces se lamentó porque no sabría si sería tan buena estudiante como yo, o tan hábil en la música como él. Se maldijo por todos los aniversarios que no estaría conmigo, por los besos que no podría darme o las caricias que anhelaba proporcionarme. Me pidió perdón por su ausencia cuando lo necesitara, y se disculpo por no poder abrazarme ni consolarme cuando más hiciera falta. Millones de besos y millones de caricias no compensaban una vida sin él, nada lo haría.

Todo lo que podía hacer era regalarle cuantas sonrisas fueran posibles, coleccionando momentos mágicos que atesorare hasta el fin de mis días, intentado no romperme cuando le veía flaquear, porque aun no era el momento. Entonces… entonces paso, lo perdí para siempre. Yo tenía casi ocho meses de embarazo, semanas antes, se había sentido de maravilla e incluso visualizábamos un futuro juntos, los tres, o al menos tenía la esperanza de que pudiera conocer a su hija, desgraciadamente el destino estuvo en contra y me lo arrebato.

Llore como nunca antes lo había hecho, aferrado a su cuerpo inerte, inmóvil, mientras le suplicaba que no me dejara, porque tenía que conocer a su hija. Me enoje, le grite, lo insulte y le pedí perdón, sabiendo que tenía que ser fuerte por ella, porque podría afectarla, mordiéndome con fuerza el labio, sintiéndome impotente al saber que no podría derrumbarme, encerrarme en mi habitación y dejarme morir de tristeza porque existía la posibilidad de perderla también, tuve que anteponerme, porque aun sin conocerla, salvo mi vida, aun sin conocerla, representaba tanto en mi vida, lo último que tendría de él.

—Te extraño —susurre, arrullando a nuestra nena—. ¿Sabes? Creo que te hubieras enamorado de Beast en cuanto la vieras, es como tú, pero en niña… siempre te imagine como el padre mimoso, creo que fastidioso sería lo más apropiado. Pero está bien… porque eres tú —suspire, forzándome a continuar—. Sebastián… ¿sabes que te amare hasta la eternidad? ¿No? Pues te aguantas, porque así es… no importa el tiempo que pase, serás el único a quien le perteneceré en cuerpo y alma, aun si no estás conmigo… considérate afortunado, porque tienes a Ciel Phantomhive a tus pies —sonreí con melancolía antes de continuar—: en más de un sentido…

»Me gustaría quedarme más tiempo, pero es hora de irme… no es bueno para Beast estar tanto tiempo afuera, pero vendré a verte pronto. Te amo tonto… hasta la eternidad…

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Fin

Notas finales:

Mil gracias a los que leyeron hasta el final, Haruka los ama nwn y perdón por el drama, pero es que desde hace tiempo tenía ganas de algo así xD vendo cajas de pañuelos por si a alguien le interesa 7u7r  y como siempre, les hago una cordial invitación a leer mis demás proyectos ♥♥


Haruka Eastwood


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).