Curso nuevo, vida nueva. Eso me había dicho siempre a mí misma. Buscaba siempre el cambiar, el ser otra persona por el tiempo acortado de un año. Ser diferente a mis otras yo.
Entro en aquella clase de segundo, la letra C como mi propio nombre, Catherine. Ojeo las mesas eligiendo la más escondida que quedara del profesor, como todo alumno de universidad, había ratos en los que me gustaba evadirme, pensar en mis cosas, escribir mis cosas.
Sé que os pareceré algo asocial y, para preocupación de mis padres, lo soy. Era como me había forjado a lo largo de los años, era una típica chica del montón. Mis ojos eran oscuros y mi pelo castaño, mi constitución era de lo más normal, además, ¿para qué acercarme? Dentro de un año me volvería a ir debido al trabajo de mis padres. Repitiendo la misma historia “curso nuevo, vida nueva”.
Me preguntaba que iba a ser aquel año, ¿una señora pijotera? ¿Una hippie? ¿Una…?
Mi pregunta se quedó varada en mi mente sin terminarse de formular. Al ver su pelo negro y aquellos ojos azules como el hielo. Es una chica preciosa que acababa de entrar.
Me sonrojo al notar que me había quedado embelesada. Las pocas chicas y chicos que había a esas horas en clase, pues era muy temprano, se habían quedado boquiabiertos como yo.
— ¿Esta es la clase de la carrera de Filología Inglesa?—pregunta algo tímida.
— ¡Sí, lo es!—digo en voz muy alta, me sonrojo hasta las orejas. Había actuado por un impulso. No sabía el porqué, sólo quería que no se fuera. Me encojo en mi asiento, deseando desaparecer. Ella se sonríe divertida.
— ¡Gracias!—se sienta a mi lado. Mierda. Y ahora qué hago, notaba como me empezaban a entrar calores. ¿Estaría enferma?— ¿Cuál es tu nombre?—No sabía que responder, mi cerebro no mandaba orden alguna a mi voz. Ella me mira como dudativa, observándome, como si me escrudiñara con la mirada. Me sentía desnuda a su lado. —Perdón, creo que fui muy burda. —Dice riendo, que preciosa era su risa.— Mi nombre es Lianne.
La miraba de hito en hito, no quería mirarla directamente, ya me estaban entrando hasta mareos de lo bonita que era.
—Soy… Yo, pues, eh, yo soy…—digo dándole muchas vueltas. Ella espera con una sonrisa mi respuesta. —Catherine.
No entendía como me había logrado salir mi nombre de un solo golpe de voz y sin titubeos.
— ¿Puedo llamarte Cat?—Su sonrisa no se borraba de su cara, sus ojos eran tan acogedores que sentía que si me quedaba mirándola me embrujaría. —Es que me gustan mucho los gatos y, claro. Si te molesta o algo, no te llamaré así. —me promete. Quería oír más promesas de sus dulces labios. Sus labios, parecían tan suaves, tan mullidos.
Sacudo la cabeza como negativa de que no me importaba para ella, y para despejar el caldero de ideas que era mi cabeza en ese momento.
—¡Orden, por favor! ¡Qué empieza la clase!—No sabía cuándo se había llenado la sala de estudiantes, ni desde cuando estaba ahí el profesor. Tenía que centrarme un poco en las clases, seguir el hilo y, sobre todo, NO MIRAR A LA IZQUIERDA.
Abro mi estuche y saco aquel paquetito de caramelos. Miro la etiqueta, ponía “Limón”. Odiaba los de limón, sólo los llevaba para cuando estaba resfriada. Rebusco por unos de sabor a fresa, encuentro el paquete. Vacío.
Suspiro, y desenvuelvo uno de esos caramelos. Lo meto en mi boca, por lo menos aquel sabor ácido me sacaría de mis fantasías. Sólo tenía clara una cosa.
Me quería acostar con Lianne.
Veo su mano en mi perímetro de mesa. — ¿me das uno?—me pregunta sonriendo, susurrando, su voz me derretía por dentro.
—Claro, a ti te daría todo. —susurro inconsciente, me sonrojo levemente. Le doy el paquete. Ella se ríe.
—Eres muy graciosa, Cat. —dice feliz. Coge uno y lo mete en la boca. —Limón. Mi favorito. ¿También te gustan?
—Sí, fíjate, también lo son. Mis favoritos me refiero. —digo con una sonrisa. Ahora, claro que lo serían.