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Amores Cruzados por Bloqued 1

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Notas del fanfic:

Los personajes de Haikyuu! no me pertenecen. Son propiedad de su autor Haruichi Furudate. Yo solo los tomo prestados para escribir estas historias con mucho drama.

Este fanfic fue escrito por fans y para fans, sin fines de lucro.

Notas del capitulo:

'A primera vista'

Ah. De nuevo se estaba perdiendo lo que decía el profesor de literatura, a sabiendas de que aquella materia se le daba fatal.

Pero es que no podía evitarlo; se veía tan genial. Con su sudadera verde manzana y sus audífonos, blancos y enormes, colgándole del cuello, escondidos sutilmente debajo de la capucha. Aquellos lentes de marco negro combinaban a la perfección con su rubio cabello y el dorado de sus ojos. Hasta la forma en que hacía rebotar el extremo de su lapicera le resultaba irresistible.

‘Tan genial.’, pensó dejando salir un suspiro de enamorado.

—Siento el aleteo de las mariposas de tu estomago rompiéndome el tímpano. — le dijo su compañero que estaba sentado a su lado.

Dio un salto en su lugar al mismo tiempo que dejaba salir un ahogado grito del susto que aquel comentario susurrado le había generado, ganándose las miradas, entre extrañadas y divertidas, del resto de sus compañeros.

El profesor se aclaró la garganta, fingiendo no haber sido interrumpido, y prosiguió su explicación de cómo realizar una correcta monografía de una novela.

—No entiendo por qué no le hablas y ya. — volvió a decir su amigo mientras dirigía su mirada en la misma dirección que él. — Aunque, no parece alguien muy sociable.

Y no estaba equivocado.

Si sabía su nombre, era solo por la vez que el profesor tomó lista de los presentes el primer día y no porque alguien se lo hubiera dicho. Tampoco es que él hubiera preguntado, si hubiera tenido la oportunidad. En la hora del almuerzo, espiándolo detrás de una columna, siempre lo había visto solo, sentado en una esquina del comedor, con los audífonos puestos y con una novela en su mano. Novela que siempre pedía prestada en la biblioteca de la universidad; cosa que también sabía por haberlo espiado cuando se suponía que tenía que estar estudiando.

Además, no era quién para decir si alguien era antisocial o no.

Llevaba casi seis meses en aquella universidad y solo tenía dos amigos. Bueno, uno para ser sincero, puesto que el otro era el novio del primero y muy rara vez habían cruzado palabra.

 

Sin que lo notara, como siempre, el profesor dio por finalizada la clase y todos comenzaron a recoger sus cosas apresuradamente. Afuera el clima era espantoso, con el cielo cubierto por nubes negras y un viento que, tranquilamente, podía romper un árbol a la mitad.

—Iré con Kageyama a tomar un café cerca de casa, ¿quieres venir? — le preguntó Hinata Shouyou, su único amigo en aquel enorme establecimiento.

—Tengo que terminar el trabajo para filosofía. — dijo negando con la cabeza mientras tomaba su bolso y descendía por aquellas largas escaleras del aula magna donde se encontraba. — ¿Tu no deberías hacer lo mismo?

—Kageyama lo hizo por mí. — dijo el más bajo con una sonrisa satisfecha. — Entonces, ¿nos vemos en la noche?

—Lloverá dentro de poco. — dijo mirando por las ventanas que adornaban el pasillo.

—Entonces, Kageyama hará la cena por ti. — dijo el pelirrojo contento antes de despedirse de él y salir corriendo por las escaleras que lo llevarían dos pisos más arriba, donde se encontraba Kageyama Tobio, su pareja.

Se detuvo en seco sin despegar sus ojos del oscuro cielo. En su fuero interno se reía divertidamente al darse cuenta de lo simple y sencilla que era la relación entre su amigo y su amante. Por el otro lado, sentía algo de envidia mezclada con nostalgia al reconocer que él también añoraba algo como aquello.

‘Algún día.’, se dijo fingiendo optimismo. Ese día nunca llegaría si ni siquiera era capaz de dejar a un lado su timidez para hablarle a un desconocido y pedirle los apuntes de alguna clase a la que hubiera faltado.

Con Shouyou la cosa era distinta porque se conocían desde la secundaria y, ahora que estaban viviendo como universitarios en la ciudad de Tokio, compartían el mismo departamento. Asi que, sociabilizar con él no era más que un simple juego de niños.

Pero cuando se trataba de hablar con extraños, que Dios lo amparara. Le era inevitable tartamudear y era imposible que sus manos no le temblaran cual hojas al viento. Hasta una vez se había puesto a llorar de los nervios por tener que pedir que le alcanzaran un libro que estaba en el estante más alto. Pero eso era algo que quería evitar recordar por el momento, aunque fallara en el intento.

Por eso se ahogaba en suspiros al darse cuenta que aquel chico alto, de cabello rubio, expresión insondable y caminar tranquillo, jamás se acercaría a él. Porque Yamaguchi Tadashi era un cobarde, alguien patético, un cero a la izquierda. O al menos asi se veía él frente a los demás.

No hizo más que salir del resguardo del pequeño techo de la entrada de la universidad que la lluvia ya le había empapado hasta la ropa interior. Amaba los días lluviosos y mojarse con el agua de la lluvia, pero no cuando esta caía torrencialmente y acompañada por un viento frío que calaba los huesos.

Corrió un par de calles, con el agua chorreándole por todos lados, hasta encontrar un pequeño techo donde cubrirse. Envidiaba amargamente a la gente que tenía un paraguas cuando él había olvidado el suyo en su departamento. Aún estaba lejos de la parada del autobús que lo dejaba en la esquina de su edificio y un suspiro resignado se escapó de entre sus labios al darse cuenta de aquello.

Salió del resguardo del techo, decidido a empaparse y terminar con un fuerte resfriado con tal de llegar a casa, hasta que, de repente, dejó de sentir las gordas gotas golpearle la cabeza y los hombros.

Se giró con sorpresa al saber que no estaba debajo de otro techo y casi que se desmaya al reconocer la figura detrás de él.

Su expresión seguía sin demostrar emoción alguna, sus audífonos seguían colgando de su cuello y su brazo derecho estaba extendido, regalándole un poco del resguardo que formaba aquel enorme y negro paraguas.

Tsukishima Kei, el joven que no había dejado de observar durante seis meses, desde que había ingresado a la universidad de filosofía y letras, estaba frente a él. Cubriéndolo de la lluvia y mirándolo de forma fija.

Si hubiera sido posible, su corazón hubiera salido de su pecho para gritar de emoción y bailar, retornando a su posición normal una vez terminado el festejo. Pero en su mente sucedía otra cosa. Pensamientos pesimistas respecto a lo patético que seguramente se veía en ese momento no dejaban de reírse de él, recalcándole lo poco que valía.

— ¿Vas a la parada del autobús? — le había dicho el más alto y tuvo que parpadear un par de veces para asimilar la situación.

—S-Sí. — fue todo lo que pudo articular dejando que su voz saliera quebrada y aguda; patética.

—Yo voy al metro pero te acompañaré. — sentenció el rubio y casi como obligándolo a seguirlo, comenzó a caminar.

‘¿Acaso estoy muerto? ¿Esto es el cielo?’, pensaba el castaño desesperado y abrumado.

El agua que había empapado su ropa y que ahora ya no lo tocaba, se veía muy real, sus ropas pegadas a su piel también se sentían muy reales. Asique, no. Eso no podía ser un sueño. Pero si no lo era, entonces ¿qué? Porque por más que se devanara los sesos toda una vida, jamás podría encontrar una razón aceptable y realista para justificar el hecho de que aquella persona, tan genial e inalcanzable, estuviera caminando a su lado, prestándole una porción de su paragüas para que no se mojara, aún más, antes de llegar a su destino.

El camino no fue muy largo, mucho menos para el más bajo que, al estar tan ensimismado en sus pensamientos, no se había dado cuenta de cuándo había llegado a la parada del autobús.

La lluvia caía con tanta fuerza y parecía tan espesa que Yamaguchi apenas y pudo divisar las luces de su transporte.

—Que tengas buen viaje. — dijo el rubio a modo de despedida antes de que las puertas se le cerraran frente a él.

Tadashi hubiera querido darle las gracias correctamente, aunque sea saludarlo con un ademán de mano. Pero su cerebro aún estaba intentando procesar todo lo que estaba sucediendo, o por lo menos lo que había sucedido hasta el momento.

‘Le hable.’, pensó entusiasmado, aunque solo le había dicho un débil y tartamudo .

Ah, pero eso no importaba. Había tenido la posibilidad de tenerlo en frente, de oír su voz, de caminar a su lado. Todo en un mismo instante y gracias a la lluvia.

Tomó un asiento en el fondo y, dejando salir un suspiro de satisfacción, apoyó la cabeza contra el vidrio, mirando el paisaje que el viaje le regalaba sin mirarlo realmente.

Tsukishima Kei era genial. Tsukishima Kei le había hablado. Tsukishima Kei era amable. Tsukishima Kei era el amor de su vida.

 

 

 

—Llegué. — había sido su anuncio, en vano, puesto que vivía solo.

—Bienvenido. — le respondieron desde la cocina.

Bueno, la mayoría de las veces estaba solo.

Con el cabello húmedo y aplastado, usando un delantal blanco y solo con su negro bóxer puesto, Kuroo Tetsurou se asomó por el pasillo que daba a la entrada, regalándole al rubio una sonrisa que mostraba todos sus perfectos dientes.

‘¿Por qué no cambio la cerradura aún?’, se preguntaba Kei molesto mientras se descalzaba y caminaba hacía su habitación para dejar sus cosas.

Creía haber dejado muy en claro que no quería volver a vivir una situación como aquella de nuevo, luego de que descubrió a Kuroo en su habitación teniendo sexo con su mejor amigo, Bokuto  Koutarou.

No es como si el pelinegro y él compartieran una relación en especial. Eran vecinos, solo eso. Y Tetsurou había sido uno de los pocos que le habían dado la bienvenida a aquella nueva vida en Tokio, a pesar de no haberla pedido.

Pero el hecho de ver al mayor manchando sus sabanas con otra persona, después de haber mojado el piso caro de madera que el mismo había puesto y pagado con su propio esfuerzo, era una razón suficiente para volver a colocar aquel muro impenetrable que ponía ante cualquier otro ser humano, incluyendo su familia.

—Vete. — fueron sus escuetas palabras antes de desaparecer por la puerta del baño.

En su lugar, con una cuchara de madera en mano y los ojos algo desorbitados, Kuroo lo observó caminar hasta que oyó el fuerte portazo que el más joven propinó, como señal de que aquello había sido una orden que no tenía posibilidades de reprochar.

Tetsurou suspiró derrotado. Seis meses habían pasado desde que se habían conocido y ya la había cagado.

‘Supongo que nunca va a perdonarme.’, pensó con una sonrisa resignada mientras se despojaba del delantal y se dedicaba a escribir una nota que luego dejó sobre la mesa central del living, junto a un plato de miso y una porción de pollo con salsa teriyaki.

 

Terminó de cambiarse y, dejando una pequeña toalla sobre sus hombros, que amortiguaba las gotas que caían de su cabello, se dirigió al living para cerciorarse de que su vecino no siguiera en su cocina.

 

“Comételo todo. Has perdido algo de peso y me preocupa. Hablaremos más tarde.”

 

Decía la nota que Kei sostenía entre sus dedos.

Suspiró.

No es como si no le agradara Kuroo; a decir verdad le parecía una persona bastante interesante y, por qué no, atractiva también. Pero se había abusado de él, había insistido tanto para ocupar su tan frágil espacio personal para luego hacerlo añicos trayendo a terceros.

Sí, se había estado acostando con Kuroo durante estos últimos cuatro meses. Y si, había comenzado a desarrollar sentimientos por él a causa de eso. Pero también tenía en claro que aquellos acontecimientos no significaban nada para el más alto. Y le dolió confirmarlo de aquella manera, la semana pasada.

Antes él no era asi; tan callado, tan tranquilo e inexpresivo. Pero su hermano mayor, el que no veía hacía mucho tiempo, se había encargado de romper sus sentimientos durante su infancia, generando que ahora, ante cualquier persona, su cuerpo formara una fuerte coraza por miedo a ser lastimado.

Pero Tsukishima había sido débil ante Tetsurou desde la primera vez que lo vió y habló con él. Aquella sonrisa despreocupada, esa mirada felina y que tan sensual le parecía, aquel cabello negro que pocas veces veía caído y, cuando lo hacía, era un deleite para él. Su cuerpo, bien trabajado y marcado, además de cálido y suave, su voz masculina y su personalidad entre enérgica e introvertida. Todo aquello le había parecido un combo bastante tentador y compatible con él.

Pero Kuroo era lo más parecido a un gato negro que podía existir. Y como todo gato, las noches no las pasaba en su hogar, si no en otro y con otras personas.

La excusa al problema había sido un simple ‘Estábamos muy ebrios y no sabíamos lo que hacíamos.’, pero para él no había sido suficiente. Si quería follar con alguien más, que lo hiciera todas las veces que quisiera, pero no en su cama y frente a él. ¿Acaso era un enfermo mental?

—Mi casa era un desastre. — murmuró Kei con voz aniñada, antes de llevarse un trozo de pollo bañado en salsa a la boca, mientras recordaba la pelea que había tenido con el pelinegro esa misma noche, después de echar al tercero que había arruinado todo.

No iba a llegar a ningún lado si le seguía dando vueltas al asunto, pero es que no podía evitar sentirse dolido al saber que solo era un juguete más para aquel estúpido chico de veintiún años.

Un rayo cayó en el horizonte y segundos después su ruido lo hizo dar un pequeño salto en su lugar del susto. Recordó que aún estaba lloviendo y, dejando de lado la cena que el otro le había preparado, se encaminó al ventanal de su balcón para ver el agua caer de forma torrencial, como si de una cortina se tratara.

Por su mente pasó el rostro del muchacho de cabellos castaños y pecas que había acompañado al salir de la universidad. Sabía que compartía con él una o dos clases por semana, pero aún no sabía su nombre.

‘Es la primera vez que veo un japonés con pecas.’, se dijo divertido, dejando escapar una risa de entre sus labios. Aquel rasgo facial le parecía bastante lindo, muy tierno si se lo preguntaban.

Su sonrisa se borró al escuchar el timbre que sonó de una forma muy particular. No tenía duda alguna de quién podría ser, considerando que ya eran cerca de las once de la noche. Desde que se habían peleado, hacía ya una semana, siempre pasaba lo mismo.

—Tsuki… — balbuceó antes de abalanzarse sobre sus brazos y comenzar a lamer su cuello.

El olor a sake era totalmente insoportable y el calor que emanaba de sus mejillas era bastante molesto, pero no quería que aquel contacto se terminara. La carne es débil, y la de Kei era más débil todavía ante la presencia de Kuroo.

A pesar de que le sorprendía la forma en que el pelinegro se bebía seis botellas de sake solo y aun podía seguir moderadamente en pie, también le agradaba saber que, después de aquella pelea, cada vez que se embriagaba, corría a sus brazos y no a los de otro.

‘Aunque me parece patético que se embriague solo en su casa.’, pensó al reconocer que Kuroo esperaba a que él llegara de la universidad para beber e ir a molestarlo.

Bueno, no era una molestia después de todo.

A pesar de estar ebrio, sabía muy bien lo que hacía. Y eso podía decirse por la forma insistente en la que fregaba su miembro contra el del rubio, mientras acorralaba al mismo entre su cuerpo y la pared y devoraba con desesperación aquellos finos labios, hasta dejarlos rojos e hinchados.

Cediendo a la situación y a sus deseos, Tsukishima encerró la cintura ajena entre sus piernas, dejándose llevar por las suaves caricias de la lengua de Kuroo sobre la piel de su cuello. Aun contra la pared, su cuerpo se movía de arriba hacia abajo por las leves embestidas que las caderas del otro le propinaban a la suya misma, con la intención de que sintiera la erección ajena debajo de aquel pantalón holgado.

—Kuroo… — jadeó el rubio contra el oído del otro. — Vamos a la cama…

La orden se cumplió al instante, sin peros ni reproches.

Tsukishima fue recostado sobre el colchón de aquella cama de plaza y media para ser desnudado con lentitud por las expertas manos del pelinegro, el cual dejaba un beso húmedo en cada trozo de piel descubierto que aparecía a medida que retiraba cada una de las prendas.

—Te extrañé… — fueron las palabras del mayor antes de encerrar un pezón entre sus labios, arrancando un suave gemido de los labios del menor, que arqueó la espalda a causa del placer que aquel contacto le generó.

Kei despojó a su vecino de su remera y su pantalón en menos de lo que se tarda en parpadear, empujándolo con las manos, obligándolo a sentarse mientras él se sentaba a horcajadas sobre él, con una pierna a cada lado.

—Mmm… Kei… — ronroneó Tetsurou al sentir como su pene era acariciado por las desnudas nalgas del rubio por encima de la tela de su bóxer.

Tsukishima rodeó el cuello ajeno con sus brazos, arqueando su espalda y acercando el rostro del otro a su pecho, como una invitación para que siga lamiendo sus pezones. Tomó una de las enormes manos del pelinegro y la dirigió a su miembro, para luego dirigir la otra a su entrada con total maestría.

—Hazlo rápido… — jadeó el de lentes antes de morder el hombro del otro.

El calor aumentó drásticamente mientras los jadeos y gemidos de ambos danzaban en aquella minúscula habitación. Ni Kei dejaba de mover las caderas insistentemente contra los dedos de Kuroo, ni este último dejaba de masturbarlo y chupar sus tetillas a medida que dilataba su entrada con dos dedos.

El sexo entre ellos siempre había sido asi desde que se conocían, rápido, conciso, despreocupado. Porque no había una relación profunda de por medio, no había palabras amorosas ni caricias con un significado escondido. Era placer y pasión, sexo sin un sentido más complejo que el de saciar sus frustraciones acumuladas a lo largo del día o la semana.

Y por esas mismas razones era que Tsukishima quería que aquel encuentro terminara pronto. Porque para él si había algo más allá de todo aquel contacto físico que hacía que la piel de las manos se le derritiera. Porque, a pesar de no haberlo querido había caído de lleno en las redes que el otro había tejido para él de forma tan rápida y minuciosa. Porque no podía evitar estremecerse bajo esas manos que tantas caricias suaves le regalaban, ni tampoco podía evitar sentirse pleno al ser deseado de aquella manera tan desesperada.

Los resortes del colchón chirriaban agudamente acompañados de los leves golpes que la cabecera de la cama le propinaba a la pared. Kuroo era salvaje, indomable, brusco. Pero le encantaba que asi fuera. Le encantaba sentir como el pelinegro se enterraba cada vez más en su interior y le encantaba la facilidad con la que sus uñas rasguñaban aquella espalda.

El orgasmo lo encontraron después de una hora donde, estaba seguro, los vecinos habían oído todas y cada una de sus suplicas por que el mayor fuera más rápido y más fuerte. Manchó su abdomen y el ajeno con su esencia, y su entrada hacía morbosos sonidos al sentirse tan llena, pero nada podía hacer si sobre su pecho yacía un dormido y ebrio Tetsurou que roncaba como si no hubiera un mañana y que no respondería a sus reproches por un buen rato.

Despegó sus ojos del oscuro y blanco techo y los posó en el rostro que tenía sobre él, acariciando en el proceso la mejilla derecha. Sin querer, una risa suave escapó de sus labios al reparar en cierto pensamiento. Uno que hizo que se sonrojara cual colegiala enamorada al darse cuenta de lo que su fuero interno le decía.

Porque, ¿qué tan tierno se vería Kuroo si tuviera pecas en sus mejillas?

Notas finales:

OHAIOOOOOOOOOOOOOOO!!! Como han estado? Como les va en sus vidas? Espero que bien! Hace cuanto que no no vemos? Varios meses, no?

No saben lo contenta que me siento de poder volver a publicar mis historias aquí!!! Extrañaba mucho toda esta sensación de ansiedad y nervios por saber si la historia les gustará o no!

Como verán, he vuelto con una historia nueva sobre un fandom totalmente diferente a KnB. Y es que, quería un cambio. Aunque eso no quiere decir que no publicaré historias de nuestros amados basquetbolistas. Pero ahora me agarró el ataque del voley y nadie va a pararme *rie macabramente*

Ya, en serio. Espero este primer capítulo les haya llamado la atención y que sigan la historia. No les puedo asegurar muy bien cuándo volveré a actualizar porque la Uni me tiene más apretada que mis jeans *se rie de su propio chiste malo*

Bueno, la cosa es que actualizaré. No se cuándo, pero será pronto. Ustedes solo sean pacientes.

Por favor, no se olviden de dejarme sus opiniones y comentarios. Saben que acepto cualquier cosa y no me ofendo. Me encanta saber lo que los lectores opinan sobre mis historias!

Espero hayan disfrutado este cap! Nos leemos prontito, mis queridos saltamontes! Matta ne!


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