– Se ha convertido en una amenaza, y no solo para nosotros sino que podría destruir a todos los demás reinos – su voz era firme y decidida – Lo siento rey Sebastián Segundo de Hielo, pero si no coopera con nosotros, no nos dejarán otra alternativa : todos ustedes morirán
El rey era el que tomaba las decisiones, y en esta ocasión no había otra solución que terminar con la vida del pequeño. El reino fuego era uno de los más poderosos, por así decirlo. Y un simple bebé no iba a quitarles ese título.
Se encontraba sentado en el altar, mientras que los oficiales del mismo tenían prisionero al mismísimo rey de hielo. Era una batalla entre reyes de elementos contrarios.
Todo había comenzado por el improvisto embarazo de la Reina Tyra de Hielo. Todos los habitantes del reino habían estado tan felices que organizaron mas de diez celebraciones. Pero no todo terminaba como en los cuentos de hadas. Las noticias volaron más rápido de lo esperado, y llegaron a oídos del rey Keita de Fuego que, sin pensárselo dos veces ordenó matar al bebé. El problema surgió cuando sus padres, Sebastián y Tyra , y todo el reino se opuso a aquello.
Desde hace varios siglos, el reino Hielo había sido la sombra del de Fuego. Y eso no iba a cambiar ahora. Sebastián, acompañado de soldados de Fuego, se dirigió al palacio de Keita para discutir sobre el porque su hijo tenía que morir, y llegar a un acuerdo.
Eso era lo que hacía ahora, buscaba una solución, pero no pensaba dejar morir a su único hijo.
– Todavía no llego a entender el porque mi hijo es considerado una amenaza – dijo Sebastián
– El bebé tendrá un alto potencial. Tan alto que podrá destruir todos los reinos si quisiese. Esta escrito – dijo Keita; se le estaba agotando la paciencia
– Pues no pienso dejar que ponga un dedo en él – susurró entredientes
– Entonces esta decidido – sonrió – Esta charla que tuvimos no ha servido de nada – miró a sus soldados – Matenlo – alzó la voz y enseguida rodearon al rey Hielo. Alzaron sus manos y unas bolas de fuego surgieron de ellas.
Entonces Keita se levantó de su trono y tomando una espada, atravesó el corazón de Sebastián, quien calló al suelo gritando del dolor. En menos de unos minutos estaba rodeado con su propia sangre.
"Se que te lo prometí Tyra, esposa mía" dijo para sus adentro, con la certeza que su reina lo escucharía " Prometí no dejarte sola. Pero no estas sola, tienes a nuestro hijo. Cuidalo"
– Esto es solo el comienzo – dijo en cambio, y exhalo por última vez.
Un humo casi transparente salió de su boca y sus ojos se volvieron de un color celeste grisáceo casi blanco. Al cabo de unos segundos, el reino Fuego se congeló completamente.
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Las tierras del Reino Hielo temblaron. Pasó lo que nadie quería aceptar : El rey había muerto.
Las tropas del rey Fuego no estaban lejos, pronto el reino estaría en llamas.
Dentro del castillo en una habitación apartada a las demás, la reina sonreía débilmente con el niño en brazos.
– Tienes que ser fuerte – le decía, acariciando su pequeña cabeza
De repente, las puertas se abrieron. Asustada temiendo lo peor, Tyra se volvió.
– Ken – dijo aliviada con los ojos cristalizados
– Hermana – se acercó y la abrazó. Si ella necesitaba un hombro en donde llorar, él siempre estaría ahi para consolarla. Por más que el amor que sentía por ella no era correspondido, nunca dejaría de amarla.
– Quiero ... que lo cuides ... escapa con él – dijo Tyra forzando una sonrisa y entregándole su hijo a su hermano – Su nombre será Ren – susurró mirando tiernamente al bebé – Traeras vida en donde no la hay y revivirás este reino. Gobernaras junto con a a quien más ames en este mundo y ... promete que no olvidarás que tus padres nunca dejaron de amarte – las lágrimas brotaron nuevamente pero ella no dejó que se escaparan, no quería que Ren la viera asi.
El niño, ahora en brazos de su tío, extendió sus manitas en dirección a su madre y le apretó las mejillas.
Por segunda vez, las puertas se abrieron pero esta vez la reina estaba preparada para lo peor.
– Mi señora, nuestro Reino esta siendo atacado. Buscan al príncipe – dijo uno de sus ciervas.
– Creen una distracción, que las tropas duren todo lo que más puedan. Demuestrenme que ustedes valen la pena, y entreguen sus vidas al futuro Rey de Hielo, mi hijo, Ren – pronunció Tyra. Luego miro a su hermano – Corre, llévatelo lejos y no vuelvas – puso su mano en su hombro y sonrió – Sabes que te quiero mucho, hermanito – dijo infantilmente tocándole la nariz. Ken rió.
– Adiós – susurró Ken llendo a la salida.
La reina vio por última vez a su hijo y sonrió. Ya estaba a salvo , ahora podría morir en paz.
En el momento en que la puerta se cerró, otra se abrió. El rey Keita entró.
Pero había llegado tarde. No importaba si al final el reino Hielo caía, porque gracias a Ren, volvería a nacer y la guerra la habrían ganado ellos.
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