Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mörder por Dara17

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Como había prometido... ¡Regresé con un 2Jae! Amo a esta pareja, espero que ustedes también lo hagan. Em... estoy asustada, estaré a la espera de lo que opinen de la historia, la he escrito con mucho amor y dedicación

 

Los personajes no me pertenecen. Los hechos sucedidos NO SON REALES y las personalidades que se irán desarrollando en el FanFic no son las verdaderas personalidades de sus personajes.

Notas del capitulo:

¡A Leer!

Base FES2000, Seúl. Agosto 21 de 2017, lunes.

 

Abrió los ojos encontrándose con una profunda oscuridad que le impedía visualizar las paredes de concreto de su habitación. Estiró la mano para mirar la hora en el teléfono inteligente, lo hizo por rutina, ya que estaba seguro de que no eran más de las cinco de la mañana, pues era rara la vez que lograba dormir un poco más de esa hora. La luz del móvil iluminó el cuarto en bien tocó su pantalla dos veces seguidas, y la hora se vio proyectada en el fondo de la pantalla. Eran las cinco y diez minutos de la madrugada. Estiró sus piernas y bajó de la cama sintiendo el choque térmico del frío piso contra sus calientes pies. Comenzó a quitarse el pijama, que constaba de unos pantalones cortos grises y una camisilla gris, era la misma que usaban todos los jóvenes dentro de aquel lugar.

 

—¿Ya te vas? —preguntó su compañero de cuarto mientras se sentaba en la cama y se refregaba los ojos. Su rostro era iluminado por el brillo de la pantalla del móvil, que no se apagaría hasta que el dueño así lo hiciera.

 

Jaebum, que apenas se ponía el jean que había usado el día anterior, dirigió su mirada al joven, notando el enorme moratón que apenas se estaba tornando un poco verde. De repente, recordó el momento en el que el Ministro de Defensa, el general Im Sang Ho, había golpeado a su amigo días antes.

 

—Así es —respondió, poniéndose la camiseta para luego guardar sus pertenencias en los bolsillos del jean.

 

—¿Podrías traerme golosinas para Mark y Junior? —inquirió el chico, envolviéndose de nuevo entre las sábanas.

 

Los cuartos estaban a unos ocho metros de profundidad, por lo que no contaban con ventanas y hacía bastante frío a pesar de que aún se encontraban en verano.

 

—Lo haré, pero tendrás que esperar hasta mañana —explicó Jaebum, revisando que nada se le quedara—. Tal vez nos veamos en la mañana, cuando vayan a entrenar.

 

—No importa, aun así intenta regresar. Jinyoung tiene su día rojo el miércoles en la madrugada —dijo con una sonrisa triste para luego cerrar sus ojos.

 

Jaebum trató de ignorar aquellas palabras con éxito, no quería saber nada del día rojo de Jinyoung por ese día.

 

—No vuelvas a hacerlo, Jackson —lo reprendió sabiendo que aún no se había dormido.

 

—¿No vuelvo a hacer qué? —el mencionado no abrió sus ojos.

 

—Teñirte el cabello de rubio, ya has ganado muchos castigos por lo mismo.

 

—Me gusta tener el cabello rubio.

 

El chico se carcajeó y se encogió en la cama. Jaebum volvió a mirar el cardenal en el rostro de su amigo y luego el cabello recién teñido de negro. Nadie estaba autorizado a llevar el cabello de otro color, aquello iba contra las reglas de la base, sólo podían tener un color natural, el negro.

 

—Confórmate con tener un corte diferente al estilo militar —insistió.

 

—Algún día podré tener los dos —dijo el otro completamente seguro de ello—. Ahora vete y cierra la puerta.

 

Jaebum asintió con la cabeza, estando al tanto de que el otro no lo miraba. Observó la puerta de la habitación, sintiéndose mal por obligar a Jackson a dejarla abierta durante el montón de noches que llevaban durmiendo ahí. Agarró su chaqueta del suelo y salió de la habitación cerrando la puerta tras él, tal y como lo había pedido Jackson. Se apoyó al lado de ésta, sacó el paquete de cigarrillos que siempre llevaba con él y luego usó el encendedor, iluminando el extremadamente oscuro pasillo, dejando notar las paredes de concreto y las puertas grises de las otras cinco habitaciones que había allí. Dio una calada al cigarrillo, permitiéndole a su cuerpo relajarse con la nicotina, luego sacó el móvil del bolsillo y lo desbloqueó poniendo su dedo índice derecho en el centro de la pantalla, abriendo así automáticamente un mensaje de texto que enviaban rutinariamente a las cinco de la mañana, con la información más relevante de la semana:

 

Durante la presente semana los entrenamientos de artes marciales serán cancelados, por lo tanto, los entrenamientos físicos serán extendidos y las luces serán apagadas con tres horas de anticipación (7 pm).

 

Soltó una bocanada de humo sin saber si debía sentirse aliviado o preocupado, sus días, que por lo regular contaban con más horas de entrenamiento que los demás, serían un poco más agotadores. Guardó el móvil en el bolsillo sin necesidad de usar la luz para cruzar el pasillo, él lo conocía a la perfección. Subió los dos pisos subterráneos en completa penumbra hasta que llegó al piso principal, el cual sí tenía luz y era vigilado por un par de soldados. Ambos jóvenes le saludaron con un asentimiento de cabeza y continuaron con su conversación mientras Jaebum seguía su camino hasta el estacionamiento. Se subió al auto, dejando la chaqueta a un lado y dándole una última calada al cigarrillo para después dejar los restos en un cenicero que descansaba sobre el portavasos del auto.

 

Como siempre, su cuerpo se sintió un poco tenso obligándolo a recordar sus conversaciones con Hakyeon, uno de los chicos de las FES2000. Debía calmarse y respirar el tiempo necesario hasta poder sentirse mejor. Cuando lo logró, aceleró lo más que pudo antes de ser detenido en la salida, abriendo el baúl del automóvil y bajando las ventanillas para que un cuarteto de soldados revisara el vehículo antes de que éste saliera de la base.

 

—Tenga un buen día, joven Im —dijo uno de los soldados antes de que la valla que le impedía seguir el paso se alzara.

 

Jaebum aceleró de nuevo y tomó la vía que lo adentraba a la zona urbana de Seúl, pues  la base se encontraba en los límites de la enorme ciudad. Minutos más tarde, se detuvo en un semáforo que se encontraba en frente del edificio en el que vivía de lunes a jueves, y luego se adentró en el estacionamiento, dejando el auto donde acostumbraba, cerca de las escaleras. Nunca usaba el ascensor, de todas formas los estacionamientos se encontraban en los tres primeros pisos y él vivía en el sexto. Fueron tan sólo tres pisos los que tuvo que subir hasta dar con su apartamento y encerrarse sin darle tiempo a los vecinos de enterarse de que había llegado. Quería ducharse rápido para tomar algún bocado de comida antes de marcharse a la universidad. Él era afortunado por haber logrado que le permitiesen estudiar luego de haber estado dos años exigiéndolo. Ya cursaba su segundo año de Historia en la Universidad de Hanyang, no obstante, esto no lo excluía de tener que cumplir con su trabajo y horas de entrenamiento.

 

Al estar listo para marcharse miró la hora, percatándose de que contaba con treinta minutos para llegar a tiempo a la universidad. Su maestro era estricto con el tiempo, le gustaba comenzar la clase a las ocho en punto. Tomó de nuevo la chaqueta que había dejado en la sala al momento de entrar e hizo una mueca de asco al encontrarla llena de sangre en la parte delantera, ¿cómo no había advertido eso? Se devolvió y la arrojó al cesto de la ropa sucia, no tenía tiempo de limpiarla, y tampoco fue hasta su armario en busca de otra por culpa del malestar que le había causado recordar lo difícil que había sido matar al hombre de la noche anterior. No le gustaba cuando le suplicaban, era algo indignante y desagradable.

 

Cumplió con su jornada de estudio, sin pasarse por alto el almuerzo, aun así no había comido mucho. Todavía apreciaba el áspero momento en el que la sangre de ese desagradable hombre le había salpicado la cara. «Nunca vas a acostumbrarte a eso», pensó, mientras caminaba hasta la biblioteca que frecuentaba cinco días a la semana para realizar sus deberes y alejarse del ruidoso mundo. Por un momento, y mientras entraba a la biblioteca, fijó su vista en los jóvenes que salían de ella y se llenó de envidia, ¿por qué él no podía tener una vida normal como ellos? Negó con la cabeza y continuó con sus largos pasos hasta llegar a su lugar predilecto en el quinto piso. A pesar de ser tan amplio y contar con tantas mesas no era muy frecuentado por las personas, tal vez se debía a que las colecciones antiguas estaban allí y los estudiantes ya no hacían uso de ellas. Se sentó usando la mesa de siempre y sacó los cuadernos de apuntes junto con algunos libros que había prestado días antes. Había llegado a la una en punto, como ya tenía acostumbrado, y se había fundido en sus apuntes para no pensar en aquella persona que ciertas noches le impedía dormir.

 

No supo cuánto tiempo transcurrió cuando sintió su corazón acelerarse. Alzó la mirada, encontrándolo sentado frente a él, sonriéndole de esa manera tan característica suya. Su sonrisa era muy amplia pero sus ojos eran tristes, haciendo preguntar a Jaebum qué podría faltarle a ese bello joven para ser feliz. Asintió con la cabeza en repuesta a esa hermosa sonrisa que, a pesar de ser acompañada de esos ojos tristes se veía sincera. Volvió su vista al libro, así acostumbraba a hacer luego de haberlo saludado, si es que eso podría llamarse saludo. Aunque realmente aquello sobrepasaba sus límites porque Jaebum tenía prohibido establecer cualquier tipo de relación, bien fuese amistosa o sentimental —sin contar a los chicos de la base—. Por culpa de aquello, Jaebum no tenía amigos y la única persona a la que le había permitido acercársele tanto era ese joven en frente suyo, sin embargo, nunca iban más allá de una sonrisa y un asentimiento.

 

Logró retomar la concentración un par de minutos después, cumpliendo con la mayor parte de lo que tenía planeado hacer allí, hasta que una voz que también conocía muy bien lo interrumpió: el amigo de Youngjae. Ese chico que se lo llevaba casi siempre, que no se separaba de él y que en parte, había sido el que le había concedido el honor de conocer el nombre de su agradable compañero de mesa, esa era la única razón por la que no lo odiaba del todo.

 

—¡Youngjae! —habló el chico sin preocuparse de su alto tono de voz—. Dijiste que me esperarías en el bloque administrativo a las tres.

 

Jaebum le miró de reojo, impresionándose por lo rubio que estaba su cabello, «la semana pasada no lo tenía de ese color», pensó.

 

—Baja la voz, Yugyeom —Youngjae miró apenado a su compañero de mesa, pero se sintió un poco desilusionado al darse cuenta de que éste continuaba concentrado en sus libros, tal y como siempre lo hacía.

 

—No lo haré hasta que te disculpes por dejarme treinta minutos esperándote —el rubio se cruzó de brazos mientras dirigía una mirada acusadora a Jaebum, que justo dejaba de disimular y fijaba su vista en Youngjae.

 

—Sólo se me pasó el tiempo —explicó, cerrando la maleta luego de haber guardado todo con rapidez.

 

—Entonces camina —Yugyeom lo tomó de la mano para obligarlo a caminar pero Youngjae se soltó para antes despedirse con la mano de Jaebum.

 

Nuevamente estaba esa sonrisa, y de nuevo el moreno le respondía con un asentimiento, mientras su corazón se oprimía al ver esa argolla en su dedo anular, aquella que había visto desde el primer día que había conocido a Youngjae, y que permanecía allí demostrándole que, aunque soñase con romper todas las reglas de las FES2000 para estar con él, Youngjae nunca podría corresponderle.

 

Continuó con sus apuntes hasta que dieron las cuatro de la tarde, era hora de regresar al apartamento. Tomó sus cosas y caminó con sorna hasta la salida de la biblioteca, no sin antes desviar su camino al lugar donde acostumbraba a fumar antes de dirigirse al estacionamiento. Observó el campus dándole profundas caladas a su cigarrillo hasta que éste fue consumido por completo, avisándole que ya podía marcharse. Al llegar al estacionamiento visualizó su auto sin ningún problema, pero también dio con Youngjae subiéndose al propio, y el auto de Yugyeom abandonando ya el aparcamiento. Si quisiera, podía acelerar el paso y alcanzar a Youngjae, pero sabía que era una estupidez, y más cuando podía terminar en un molesto problema a causa del par de autos negros llenos de guardaespaldas que aguardaban a que el auto de Youngjae acelerara. Siempre había sentido curiosidad por aquello, ¿quién era ese chico para contar con tanta seguridad? Y ¿por qué no lo acompañaban dentro del campus?

 

—Tal vez no están autorizados para entrar —se respondió antes de seguir su camino hasta el auto.

 

 

Tomó la ensangrentada chaqueta con repugnancia y la arrojó dentro de la lavadora, se había prometido no saltarse la cena pero no tenía apetito. Cerró la compuerta de la lavadora y caminó alrededor de su “medio” hogar mientras la chaqueta era lavada. Su apartamento contaba con tres espaciosos cuartos, uno en el cual dormía, otro para hacer sus deberes de la universidad y el último para recibir a los chicos de las FES2000 en caso de que así fuera necesario; a parte de ello, contaba con una brillante cocina que casi no utilizaba, un baño en cada habitación, una sala en la que sólo había un sofá, ninguna decoración y un pequeño balcón que le permitía ver una gran parte de Seúl.

 

Decidió seguir estudiando cuando metió la chaqueta a la secadora, y caminó hasta el cuarto biblioteca, como siempre solía llamarlo, pues aquella habitación contaba con un enorme librero en el cual no tenía ni un solo libro. Tomó asiento en frente del escritorio y continuó transcribiendo lo aprendido en el día para que no se le olvidara tan fácilmente. El teléfono inteligente sonó antes de que lograra transcribir un párrafo, recodándole que su trabajo existía. Revisó el mensaje de texto recién llegado y leyó todo con atención:

 

FES2000, Agosto 21 de 2017, lunes. 6:30 pm

Nombre: Han Won Ho (48 años)

Ubicación temporal: Dobong-gu

Plazo: 23 horas del miércoles 24 de agosto.

 

Cerró el mensaje de texto y recostó su cabeza sobre el computador portátil que no había podido encender, sin dejar de maldecir por lo bajo. Cuánto deseaba no ser parte de las FES2000. Dejó el asiento, guardó todo sin ganas de continuar y caminó hasta su habitación. Se arrojó sobre la cama mientras se quitaba la ropa y la lanzaba por todo el lugar. Cerró los ojos intentando dormir para olvidar lo cansado que estaba de todo, pero su móvil volvió a escucharse, esta vez era una llamada que tardó un poco en contestar.

 

—Kunpimook —dijo con voz cansina.

 

¿Recibiste el mensaje?

 

—Lo hice, siempre lo hago.

 

Lo sé, es sólo que el sistema ha estado fallando. Mark no recibió su mensaje la semana pasada y perdimos la locación de un hombre —excusó.

 

—Leí un mensaje en la mañana que decía que les apagarían las luces más temprano, ¿no deberías estar durmiendo ya? —Jaebum sólo deseaba dormir.

 

Ya estoy en la cama, quería confirmar que habías recibido el mensaje, te lo envié al mediodía —expuso—. El Ministro Im estuvo yendo a la oficina todo el día preguntándome lo mismo y como tú no te contactaste conmigo no pude responderle nada. Sabes cómo es el temperamento de tu padre, por poco y golpea a Ken.

 

—Recibí el mensaje hace poco, debes preocuparte por ello y arreglar el sistema, así que vete a dormir, hablamos mañana.

 

¡Espera, tengo algo que decirte!

 

—¿Qué es? —gruñó Jaebum.

 

¿Te llegó la dirección de Han Wonho?

 

—No.

 

Mierda, tu padre va a asesinarme. —el menor gimió al saber lo enojado que estaría el Ministro de Defensa con él.

 

—El ministro Im no va a hacerte nada, preocúpate por buscar las fallas del sistema, adiós —cortó la llamada.

 

Jaebum deseó poder apagar el teléfono que lastimosamente no contaba con aquella opción. Lo puso a un lado de la mesa auxiliar y volvió a cerrar los ojos pensando en las FES2000. Aquel programa que había iniciado en el año 2000 y había sido creado por Im Sang Ho con el apoyo de la presidencia y el Ministerio de Defensa; su fin era asesinar a mafiosos y personas que habían cometido grandes delitos sin darles la oportunidad de ir a la cárcel. Sólo las personas con altos rangos dentro del Ministerio de Defensa, los expresidentes y el actual presidente tenían conocimiento de las Fuerzas Especiales Secretas 2000, por lo tanto, las personas que se encargaban de cargar con estas muertes eran sus hijos —a excepción de los hijos del presidente—, los cuales habían sido entrenados para matar desde los inicios del programa. Ninguno podía escapar de aquello, y si así lo desearan, serían condenados a la pena de muerte por darle la espalda a su país.

 

—Todo es culpa de él —bufó y se acobijó con la sábana para lograr caer en el mundo de los sueños.

 

Una confortable sala se formó a su alrededor junto con el balón de fútbol que recordó, era su favorito. Supo al instante que tenía seis años, justo ese día los estaba cumpliendo. Era casi de noche, todos sus pequeños amigos se habían marchado con unas enormes sonrisas en su rostro, sin poder contagiar de esa felicidad al pequeño Jaebum que había preguntado todo el día por su padre, pero su madre le había dicho que estaba ocupado salvando el país; sin embargo, su padre había llegado pocos minutos antes, no lo había felicitado por su cumpleaños y había comenzado una enorme pelea con su madre, de la cual no entendía nada.

 

—¡¿Crees que no me he enterado de lo que planeas hacer?! ¡No voy a permitir que te lleves a mi hijo y…! —la voz de la mujer disminuyó de tono impidiendo que el pequeño escuchara.

 

—Te dije que no quiero hablar de esto. Ya está decidido, no voy repetir lo mismo que he estado diciéndote el último año. Jaebum se irá conmigo el siguiente mes, antes de que inicie su primaria —el menor tomó su balón para darle pequeñas pataditas, sabía que a su madre no le gustaba que jugase fútbol en la sala.

 

—Por supuesto que no, si tú te lo llevas me encargaré de que el mundo se entere de lo que están haciendo —amenazó.

 

—Es una pérdida de tiempo hablar contigo, te veo des… mejor no prometo cosas que no sucederán —sin una palabra más ni acercarse a su hijo para despedirse, el señor Im se marchó, luciendo su impecable traje militar y su recién obtenida cuarta estrella.

 

La sala desapareció y una fuerte luz lo obligó a cerrar los ojos, ya no se encontraba en su casa sino corriendo tomado de la mano de su madre. Ambos se sonreían debido a lo nerviosos que se encontraban porque el pequeño Jaebum tendría su primer día de clases en una escuela primaria cerca de su casa. La señora Im se detuvo cuando la colorida escuela apareció a unos cuantos metros delante de ellos.

 

—Corre, mamá, vamos a llegar tarde —insistió el niño bastante preocupado.

 

—Ya hemos llegado, mira —la mujer señaló el lugar y luego cargó a su hijo en brazos—. Prométeme que vas a comportarte bien —condicionó.

 

—Lo haré —respondió abrazando con cariño a su hermosa madre—, voy a extrañarte y no voy a llorar. 

 

La mujer le correspondió el abrazo sin dejar de caminar y lo dejó en el suelo para que continuara caminando por su cuenta. La zona se encontraba un poco solitaria pues la mayoría de los niños ya habían ingresado. La madre reconoció a la maestra que estaría a cargo de Jaebum y le agitó la mano bastante feliz de que aquella no fuese tan joven. El menor siguió la mirada de su madre y le sonrió a la maestra tan ampliamente que ésta no pudo evitar corresponderle hasta que su rostro se deformó y se llenó de horror. El menor frunció el ceño y luego se volvió para preguntarle a su madre el por qué aquella mujer lo miraba de esa forma. Se estremeció al ver el cuerpo de su madre tendido sobre el suelo a pocos metros de él, había tanta sangre a su alrededor que Jaebum dio un paso hacia atrás antes de decidir correr hasta ella. Extendió sus brazos para tocarle el rostro pero justo cuando intentó hacerlo, un hombre lo cargó en sus brazos, haciendo caso omiso a sus gritos de auxilio y los de la maestra, y lo metió dentro de un auto exigiéndole que se callara.

 

A pesar de sus gritos y lamentos, nadie le ayudó ni le respondió qué había sucedido con su madre. El mismo hombre que lo había metido dentro del auto lo obligó a entrar dentro de una oscura habitación y cerró la puerta tras él. Jaebum continuó con sus sonoros chillidos que fueron ahogados por los lloriqueos de otro niño haciéndolo asustar más.

 

—¡¿Quién eres?! —gritó asustado, encogiéndose en un rincón debido a que no veía nada.

 

El otro niño respondió en un idioma diferente, preocupando de nuevo a Jaebum por no comprender nada de lo que el pequeño decía entre jadeos. Los sollozos cesaron con el paso de las horas, pero ninguno volvió a hablar. La hermosa sonrisa de su madre le llegó a la cabeza, quería verla, que estuviera ahí abrazándolo porque tenía mucho miedo. Quería gritarle que fuera por él pero temía porque el niño fantasma llorón se le acercara si volvía a hablar.

 

—Māma… —Jaebum escuchó un susurro que le hizo erizar la piel y apretar los ojos sabiendo que daría igual tenerlos abiertos o cerrados.

 

Cuando un sollozo volvió a escucharse, la puerta fue abierta de nuevo. Ambos niños se  miraron bastante asustados y luego se levantaron del suelo para correr y aferrarse a sus padres en bien los vieron asomarse por la puerta. De nuevo lloraban, siendo reprendidos al instante.

 

—Papá… tengo miedo —musitó Jaebum controlando su llanto para que el mayor no volviera a regañarlo.

 

—Silencio. —Mandó Im Sangho guiando a su hijo por un par de oscuros pasillos.

 

Jaebum miró al otro niño de reojo, éste apretaba los labios sin dejar de hipar y mirar a su padre asustado. Un suave olor a comida llenó las fosas nasales de los niños en bien llegaron a una pequeña pero espaciosa cafetería, aquella no estaba vacía, sentados alrededor de la única mesa que había, se encontraban nueve niños, cada uno con su —al parecer— respectivo padre detrás. Todos tenían la misma expresión llena de horror. Los niños recién llegados fueron obligados a tomar asiento y escuchar a cada uno de los padres sin si quiera recibir una explicación de lo que hacían allí:

 

—Soy Cha Hyun Seo. Almirante de la Armada de la República de Corea y éste es mi hijo: Cha Hak Yeon. Tiene nueve años, es el mayor de todos, pero me comprometeré con su entrenamiento para que esté al nivel de sus hijos —el hombre hizo que su primogénito se levantara e hiciera una reverencia.

 

Después de aquel chico, el siguiente hombre obligó a un par de niños a levantarse para poder hablar:

 

—Mi nombre es Jung Ji Hoon. General de la Fuerza Aérea de la República de Corea. Estos son mis hijos: Jung Taek Woon con nueve años y Jung Hong Bin con seis —los chicos hicieron una nerviosa reverencia y se sentaron en sus asientos de nuevo tomados de la mano.

 

—Soy Lee Cha Sung. General del Ejército de la República de Corea —tocó con suavidad el hombro de uno de sus hijos y éste se levantó para después cargar a su hermanito con sobreesfuerzo—. Él es mi hijo mayor, Lee Jae Hwan, tiene siete años, y él es mi pequeño Sang Hyuk, con cuatro años y el menor de todos. Espero que cuiden de mis hijos —dijo con seguridad para acompañar a sus pequeños a dar una reverencia y ayudarlos a sentar de nuevo para mirar al siguiente hombre en la mesa.

 

—Me llamo Kim Hyung Sik —el hombre tomó a su hijo del brazo pero éste no se levantó—. Soy el Jefe de Estado Mayor Conjunto y… ¡levántate ya Won Sik! —gritó tan fuerte que todos los niños pegaron un brinco y estuvieron a punto de ponerse a llorar justo como el menor reprendido lo estaba haciendo—. Deja de llorar ahora mismo o voy a castigarte —aquellas palabras hicieron que el menor se callara y se levantara—. Éste es mi hijo: Kim Won Sik. Tiene seis años y es un poco difícil, pero no será imposible controlarlo —el menor hizo una reverencia y esperó a que su padre le permitiera sentarse.

 

Jaebum miró al par de niños a su lado y fijó la vista en un fino niño que se levantó antes de que su padre así lo pidiera.

 

—Mi nombre es Raymond Tuan —Jaebum notó una diferencia en el acento del mayor que lo inquietó—. Soy el Ministro de Defensa de China. Él es mi hijo Mark Tuan, tiene seis años y lo he traído para reforzar las relaciones de nuestros países y posiblemente ejecutar el programa en mi país dentro de unos cuantos años —el pequeño Tuan se levantó con rapidez, hizo una reverencia y volvió a sentarse posando la mirada en Jaebum.

 

—Buenas noches. Yo soy el Ministro de Defensa de Corea, General Im Sang Ho y fundador del Programa de las Fuerzas Especiales Secretas 2000. Éste —apretó los hombros del menor—, es mi hijo Jaebum, y tiene seis años. Mis expectativas son altas, espero que me ayuden a hacer que nuestros hijos sean merecedores de estar dentro del programa —sin más se sentó, dejando que el padre del último niño, el que había estado encerrado con Jaebum toda la tarde, se presentara.

 

—Yo soy Ruiji Wang, Jefe de Personal General de China —su pequeño se levantó sin dejar de fruncir el ceño—. Mi hijo se llama Jackson Wang, tiene cinco años y lo he traído en compañía del hijo del General Raymond —Jackson hizo una poco notable reverencia y se sentó mirando detenidamente a Jaebum.

 

—Bueno, sean bienvenidos al Programa de las FES2000. Espero bastante de sus hijos, la seguridad y bienestar de nuestro país estará en sus manos en unos cuantos años.

 

Jaebum cruzó la mirada con cada uno de los pequeños, todos al igual que él observaban a los mayores asustados, ya que no sabían qué hacían allí ni lo que les esperaba.

Notas finales:

¿Y? ¿Qué tal? ¿Les ha gustado? Nos leemos el próximo sábado (las actus las realizaré todos los sábados) <3 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).