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Ni en otra vida podrías negarlo. por patyunam

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Notas del capitulo:

Saludos a todos, primeramente me disculpo por el retraso en las actualizaciones, como saben tuve mucho trabajo y apenas he vuelto, debería traerles la continuación de “Imposible pero es verdad”, sin embargo no he podido terminarlo.

Pero el día de hoy tenía esta dedicatoria especial para una chica que siempre apoya mis historias, Natsuki. Te deseo un muy feliz cumpleaños y espero sea de tu completo agrado, espero sorprenderte.

Como ya saben los personajes son creación de Hinako sensei, excepto…

.

Saludos a todos, primeramente me disculpo por el retraso en las actualizaciones, como saben tuve mucho trabajo y apenas he vuelto, debería traerles la continuación de “Imposible pero es verdad”, sin embargo no he podido terminarlo.

Pero el día de hoy tenía esta dedicatoria especial para una chica que siempre apoya mis historias, Natsuki. Te deseo un muy feliz cumpleaños y espero sea de tu completo agrado, espero sorprenderte.

Como ya saben los personajes son creación de Hinako sensei, excepto…

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Ni en otra vida podrías negarlo.

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Morinaga Tetsuhiro, un hermoso hombre alto y de cabello negro azulado, vivió  toda su infancia y adolescencia en un lugar llamado Fukuoka. A la prematura edad de catorce años fue descubierto besándose con el mejor amigo de su hermano mayor con el nombre de Masaki, por lo que fue totalmente reprimido por sus padres.

Su madre que trabajaba decidió en ese entonces dejar su empleo con la finalidad de dedicarse de lleno a sus hijos, vigilar todo el tiempo a Tetsuhiro y corregir la “gran confusión” que supuso tenía.

Lo llevó a un psicólogo amigo de su esposo que intentó ayudarlo a superar su problema, entre toda su familia le hicieron ver el gran error que era tener esos deseos tan anormales. Lograron convencerlo a tal grado que tuvo noviazgos con chicas de los que la mayoría de las veces no pudo pasar de algunos besos. Todo con el objetivo de encontrar la aprobación de sus progenitores y esforzándose por alcanzar metas.

Con forme pasaron los años, creció conforme a los estándares impuestos por la sociedad que le mermaron la felicidad, su corazón jamás pudo entender lo que se sentía amar, ni el deseo pasional por alguien, ya que todas las veces que percibió  flaquear su convicción forzada, habló con el psicólogo hasta sentirse convencido.

Durante años rechazó cada instinto, cada deseo anhelante de su cuerpo, los aromas de chicos que lo atrajeron, sus formas y hasta las miradas que jamás pudieron nublar lo que le habían programado a creer.

Por supuesto un par de veces se aventuró a descubrir los placeres del sexo, de la forma “normal” con alguna chica, sin jamás haberse enamorado nunca y esas pocas experiencias se hicieron frustradas  en lo que respectaba al amor o al sexo.

Terminando la universidad, sintió cada vez más un vacío que supuso llenaría un sueño que finalmente se haría realidad, ya que fue aceptado en una prestigiosa compañía multinacional dedicada a distintas investigaciones en Japón, en la enorme y hermosa ciudad de Tokio.

La última semana de su estadía en Fukuoka, tuvo muchas despedidas de su familia que le recordaron que siempre que necesitara hablar sobre cualquier cosa los tendría, como de cierta forma recordándole que no debería alejarse nunca de aquellas cosas inculcadas. Suplicaron porque pronto trajera una prometida, de lo contrario ya tenían planeado el concertarle citas de matrimonio, su última oportunidad para encontrar por sí mismo una esposa yacía en el nuevo empleo. Aunque la fecha límite sería al cabo de seis meses, de no encontrar novia comenzaría con las entrevistas.

Tatsumi Souichi un chico casi tan alto con Morinaga, pero con un hermoso cabello rubio largo siempre sujeto en una coleta y con la mirada adusta; había crecido en Nagoya toda su vida, al lado de su encimosa familia que procuró evadir marchándose a estudiar la universidad a Tokio. Su madre Hana, no quería permitir que se marchara lejos, pero finalmente fue convencida por su padre Soujin, un investigador entomólogo que lo apoyó para irse a comenzar su propia vida. Una vez ahí se sintió libre de presiones y viviendo en los dormitorios de la universidad, en donde aprendió a ser autosuficiente.

A pesar de la distancia, tenía que ir durante sus vacaciones a visitarlos obligatoriamente. En su hogar, su madre siendo un poco metiche y sobreprotectora le preguntaba si algún día sentaría cabeza, a razón de que quería tener nietos pronto para volver a disfrutar el cuidar un pequeño bebé. Souichi nunca se interesó en los romances, siempre con la empalagosa madre, todas las chicas le parecían fastidiosas, empezando por sus voces, sus modos de dirigirse a él, los aromas de sus perfumes y todo lo que respectaba a ser tocado de alguna forma;  de manera que se mantuvo alejado de cuanta chica cruzó su camino. En general nunca fue muy sociable, sin ir a fiestas ni compartir amistad con alguna persona, pues dedicó cada segundo de su tiempo a su más grande afán en la vida, el volverse un investigador como lo era su querido padre, aunque no fuera en el mismo campo de investigación.  

En el último año de la universidad conoció una pequeña joven de cabellera negra y algo diminuta que siendo muy audaz, logró acercarse a él gracias a su interés en la misma ciencia. La inteligencia sobresaliente de aquella mujer lo hizo notarla haciéndose buenos amigos hasta que presionado por su madre le pidió fuera su novia y finalmente meses después su prometida. Sin embargo, Souichi jamás tuvo interés en lo que respectaba el sexo, procuraba separar a su prometida de él cada ella lo tocaba lascivamente, que a su forma de verlo era inapropiado, por lo que su vida sexual  es totalmente nula. Algunos besos apasionados de parte de la hermosa Kimura Natsuki nunca tocaron el corazón del tiránico hombre del que ella estaba enamorada, porque aunque ella sentía que no era correspondida, su profundo amor la hacía permanecer cerca de su amado prometido.

Natsuki no tenía que celarlo, él era totalmente frío e interesando en la ciencia, de hecho podían pasar semanas sin besarse, sólo se conformó con ser la persona más cercana a ese hombre, después de su adorable familia que la recibió con los brazos abiertos. Ella se sentía parte de la familia Tatsumi desde que los conoció, puesto que siendo una chica huérfana, la calidez de aquella familia la envolvió encariñándose no únicamente con el insensible de su prometido, sino que se hizo amiga de la pequeña Kanako y Tomoe e incluso de la que sería su futura suegra.

Practicó los deberes de esposa puesto que pretendió conquistarlo tomando de modelo a seguir a la señora Hana Tatsumi, cosa que fue halagador para la madre de Souichi y la adoptó como una hija más enseñándole muchas cosas, pues fue a vivir con ellos  a Nagoya un tiempo al terminar la universidad.

 Por su parte, Souichi una vez finalizando la universidad obtuvo una oferta laboral de la compañía multinacional,  que fue prácticamente obligado a aceptar, con tal de comenzar a juntar dinero para la vida que llevaría al lado de Natsuki. Tatsumi   vio como oportunidad para postergar el compromiso y no casarse todavía, el reunir dinero suficiente con la meta de adquirir una casa, muebles y muchas cosas justo en el centro de Tokio, cosa que le tomaría al menos un par de años. De esa manera podría estar solo ese tiempo en el departamento que la compañía le pagó. El tiempo pasó y debido a su pericia fue ascendido de ser un aprendiz hasta volverse uno de los jefes de un área. Por lo cual le asignaron un laboratorio de investigación en pesticidas y le ofrecieron los currículums de muchos aspirantes que salían de las universidades en todo el país, para contratar a cualquiera que él pidiera.

Durante algunas semanas realizó entrevistas por medios virtuales hasta elegir al que le pareció más sobresaliente de todos ellos.

 “Ese tal Morinaga Tetsuhiro es perfecto para el puesto”, pensó Souichi emocionado al recibir los resultados de las pruebas aplicadas.

Esa mañana del lunes, Souichi recibió en su laboratorio la visita del chico que había elegido, al instante en que sus miradas chocaron, algo especial ocurrió en ambos, una extraña chispa en la que sus ojos se detuvieron sin decir una sola palabra. El aliento contenido de sus pulmones volvió nuevamente mientras en los labios del chico mayor salió la clásica frase de presentación:

— Hola mi nombre es Tatsumi Souichi como ya debes saber. Ahora que te hemos contratado, puesto que yo te elegí, quiero que sepas que trabajarás a mi cargo, serás mi asistente y pretendo que demuestres esas habilidades que aparentaste en las pruebas. Supongo que firmaste el contrato de prueba en recursos humanos.

— Muchas gracias por la oportunidad, señor Tatsumi, estoy muy feliz de estar en Tokio, además de pertenecer a esta compañía que nos da tantos beneficios. Mi nombre es Morinaga Tetsuhiro y pondré todo mi esfuerzo para demostrarle mi valía.

— Por favor no me llames señor Tatsumi, tengo dos años más que tú.

— Ya que será mi maestro puedo llamarlo sensei o sempai también, puesto que seré su asistente.

— Creo que sempai está mejor.

Así comenzó un encuentro fortuito de ese par de chicos que se agradaron al instante.

Toda la mañana se dedicaron a revisar los apuntes de Souichi y anotaciones, además de enseñarle las instalaciones y demás materiales a su servicio. A la hora del almuerzo se acompañaron a comer  charlando sobre aquellas interesantes investigaciones de pesticidas y la búsqueda por hacerlos inofensivos al ambiente. De pronto aquella charla saltó más allá de la cordialidad entre compañeros hasta hablar de la familia:

— Yo tengo a mis padres y a un hermano llamado Kunihiro.

— Yo tengo dos fastidiosos hermanos menores, también tengo madre y padre. Además casi olvido a Natsuki mi prometida.

— ¡Eso es tan genial! Mis padres me concertarán citas de matrimonio si no consigo novia en los próximos meses, dicen que tengo edad para casarme y además del trabajo ideal. Me gustaría poder buscar por mí mismo, además si acudo a citas de ese estilo tendré que hacer un compromiso.

— Natsuki es una chica muy sociable y tiene muchas amigas, quizás podría presentarte algunas.

— Oh sempai usted es una magnífica persona, ¿haría eso por mí? — Expresó Morinaga poniendo ojos de cachorrito herido.

— Claro que sí Morinaga. No seas empalagoso, no es nada en realidad. Además me molesta que los padres quieran controlar la vida de sus hijos.

— Si supieras sempai, mis padres son maestros del chantaje.

— Ni me lo digas, mamá es tan fastidiosa y metiche que tantas veces he querido ahorcarla.

Con esas palabras se identificaron uno con el otro expresando aquellos problemas de sus familias. Por supuesto que Morinaga omitió los inconvenientes que le acarrearon su homosexualidad, simplemente se limitó a competir por la familia más controladora; en lo cual ganó Souichi pues no hubo competencia a la hora de narrar el hecho de que su propia madre decidió que se casaría con Natsuki. Mucho menos puesto que Morinaga no le contó las múltiples sesiones de terapia con el psicólogo para curarlo de su “enfermedad”.

Las risas entre ellos se volvieron tan sonoras que los compañeros de trabajo que solían pensar que el tirano era algo como un tipo amargado que jamás sonreía, los hicieron mirarlos curiosamente, ante eso Souichi le pidió a su kohai marcharse juntos a comer a solas en los jardines de la empresa.

Al terminar el día de labores, sintieron que el tiempo fue demasiado corto, para un par de chicos solitarios la compañía mutua fue perfecta simplemente, con tantas cosas en común sobre los temas de agricultura, además de la dedicación de Morinaga para realizar las cosas, justo de la forma en la que su sempai requería.

— Buen trabajo Morinaga, espero verte mañana temprano y con el mismo entusiasmo que hoy tuviste.

— Muchas gracias sempai, sólo tengo una duda ¿Usted sabe dónde están los dormitorios para empleados? Me dieron la llave y la dirección, pero no tengo idea de cómo llegar, de hecho dejé mis cosas en una bodega el día sábado que llegué a Tokio y me gustaría poder llegar a mi nueva casa hoy, ya que no quiero pagar otra noche en el hotel si tengo mi propio lugar.

— Por supuesto, son unos departamentos cerca de aquí, podemos llegar caminando, ahí vivo yo también. Muéstrame tu llave. — Souichi la miró con curiosidad notando que el departamento de Morinaga quedaba exactamente al lado del suyo, de modo que espetó: — ¡Vaya que coincidencia! Tu departamento está justo al lado del mío. Ahora si no te salvarás si te veo irte de fiesta.

— No se preocupe sempai, no me agradan las fiestas, procuro no salir muy tarde cuando llegó a ir a beber un poco.

— No puede ser que exista alguien como tú. El asistente perfecto. Sólo falta que sepas cocinar y me hagas el almuerzo. — Dijo en tono burlón, para jugarle una broma a su kohai.

— Por supuesto, no faltaba más, tengo buena sazón y será un placer cocinar para usted.

— No lo decía en serio.

— Le aseguro que no se arrepentirá, me gustaría pararle la cena… Ahora que recuerdo no tengo refrigerador en el departamento, ni comestibles, ni mi ropa, ni nada. Creo que tendrá que esperar a  que me instale.

El estómago de Morinaga rugió y Souichi no pudo evitar burlarse bastante.

— Tengo un par de sopas instantáneas en casa, después de todo soy tu vecino, vamos a comer y te ayudaré a llevar algunas de tus pertenencias a tu nueva casa.

— Hagamos algo, yo cocinaré y compremos comestibles. ¡Insisto! Es lo menos que puedo hacer por sus molestias.

Ambos hombres partieron a comprar bastantes cosas para la cena en la cual Souichi notó de inmediato una vibra extraña provenir de su interior, conocer alguien tan de pronto e invitarlo a su propio departamento fue la primera cosa impulsiva que hizo en toda su vida. Incluso para llevar a su casa a Natsuki tardó muchos meses en decidirlo, pero ahora se sintió tan a gusto con aquel hombre que no dudó de llevarlo a hacerle compañía.

Un detalle que convirtió en “perfecto” a su nuevo asistente fue la increíble sazón, cada bocado fue una delicia, tanto como la cocina de su empalagosa madre. De manera que no pudo evitar preguntarse, qué podía ser esa sensación en su pecho cada que sus ojos se encontraron con las hermosas orbes verdes de Morinaga.

Lo acompañó poco después a recoger algunas cosas como ropa y un par de cajas en un taxi, sin embargo no podrían traer muebles ni la cama, por lo que nuevamente de una forma totalmente natural ofreció su propio departamento con una colchoneta y cobijas para que se quedara en el suelo de la habitación.

No únicamente Souichi sintió algo extraño con su asistente, Morinaga también percibió cosas que nunca había logrado sentir antes, procuró evadirlas con tal de no permitir a sus emociones controlarlo, no podía pensar que pudiera gustarle, sino que enfocó sus ideas a la amistad, con tal de no tener que hablar con el psicólogo y sentirse mal con su forma de percibir el mundo.

Por la mañana no pudo evitar contemplar aquel rostro pacífico e increíblemente bello con su cabello largo suelto, y sus ojos sin los lentes redondos que cubrieron su rostro durante todo el día en que había conocido a su sempai, el torso ligeramente  descubierto que le produjo un salto en la erección matutina. Se marchó a su departamento justo al lado, y golpeó su cabeza con ambas manos nerviosamente diciendo en voz alta:

— ¡Esto no puede ser posible!

Estaba totalmente seguro de la atracción que sintió en ese momento tan silencioso de la mañana, se centró en repetir que había sido un error y le pareció que ese hombre lucía como una chica a razón del largo cabello que caía desde su cabeza hasta su blanco pecho, además de los rasgos finos y delicados.

La ducha fría fue el castigo que se dictó a sí mismo con tal de evadir la realidad, de esa forma procuró pensar que de hecho cada cosa percibió en su interior, era una amistad, sin duda una amistad especial.

“Eso debe ser, es una amistad especial”. Pensó repetidamente Morinaga hasta convencerse.

Una vez se vistió, tuvo que volver a pedir prestada la plancha para la ropa y notó al instante que Souichi salió en una diminuta toalla que volvió a perturbar sus emociones. Sin embargo con entereza negó una y otra vez el ser atraído por un hombre.

A pesar de los nervios que sentía Morinaga al hacer las cosas comunes del día como preparar un par de almuerzos para el trabajo, lo hizo olvidar sus lecciones sobre lo que estaba bien y mal, simplemente se centró en realizar las actividades al lado de ese hombre.

Marcharon juntos al trabajo y así transcurrió la semana entera, en la que ayudado por su sempai, Tetsuhiro logró instalarse por completo en el lugar y continuaron realizando sus rutinas casi totalmente juntos todo el día. Desde el desayuno hasta las buenas noches antes de dormir cada cual en sus distintos departamentos, separados tras un delgado muro, sin embargo efectuaron cada cosa del día compartiendo sus  mundos. Aunque al amor no podían referirse aquellos sentimientos, al cabo de esa semana ya se habían convertido en inseparables amigos.

No todo era color de rosa en la relación de aquellos chicos, el mal genio de Tatsumi asustaba un poco a su kohai de cuando en cuando, ya que los gritos e incluso algunos manotazos en la cabeza del pobre asistente, fueron dados sin que recibiera una sola queja. Tan sólo procuró realizar las cosas de manera todavía más eficiente para no recibir ningún correctivo nuevamente, aunque no escapó a muchos de ellos.

El sábado por la mañana sin labores no cambiaron su rutina de desayuno. Souichi una vez aseado, partió al departamento de su asistente a ayudarlo como todos los días a preparar los alimentos, procuraba aprender para poder hacerlo para sí mismo, aunque más grato le resultaba el poder compartir esos momentos con el chico de cabello azul.

No habían probado bocado alguno cuando el celular de Souichi comenzó a sonar insistentemente y con pereza respondió:

— ¿Qué sucede Natsuki?

— ¿Dónde estás Sou-kun? Estoy afuera de tu departamento.

— Estoy en el departamento de al lado con mi nuevo asistente desayunando. 

Sin poder evitarlo Morinaga escuchó las palabras de Souichi e invitó a la prometida de su superior a desayunar con ellos. En realidad sentía suma curiosidad por conocer a la mujer que podría estar con ese hombre tan increíble que admiraba. En la puerta una vez que Souichi salió a invitarla a pasar:

— Mucho gusto soy Morinaga Tetsuhiro, el asistente de su prometido.

— Yo soy Kimura Natsuki, por favor cuide de mí.

— Adelante señorita Kimura, pase a la mesa, tenemos mucha comida y sería un honor tenerla en mi casa. Sempai ha hablado mucho sobre usted, me sorprende que no labore en la misma compañía, dadas sus habilidades en el mismo campo que nosotros.

Caminaron los tres hasta la mesa en donde se sentaron y servicialmente Tetsuhiro colocó comida en un plato para la chica que los acompañaba.

— Gracias Morinaga-san. Me sorprende que sepa tantas cosas sobre mí, y sobre él, siendo que apenas tienen una semana de conocerse. En realidad no es verdad lo que mi prometido le ha dicho sobre mí, yo no soy un genio como él. Asimismo él no le ha explicado que me tomé unos meses de vacaciones luego de la universidad, por lo que no apliqué para los empleos que ofreció la compañía donde ustedes laboran. Pero no todo salió mal ya que al cabo de unas semanas conseguí un trabajo en una farmacéutica en la que soy investigadora también, pero me queda algo lejos de aquí, por esa causa sólo puedo venir los fines de semana a visitarlo.

— Que bueno que está usted aquí, seguro que a Souichi le da gusto tenerla los fines de semana.

— Ya basta, no me gusta que hablen de mí como si no estuviera. — Respondió Souichi regañando.

— Usted Morinaga-san, ¿tiene alguna novia que extrañe?

— Desafortunadamente tengo mala suerte con esas cosas, pero su prometido dijo que usted podría presentarme a algunas amigas. Necesito una novia.

— ¡Por supuesto! Tengo muchas amigas solitarias que buscan una relación.

 Al termino del desayuno Natsuki se sorprendió al mirar a ambos hombres levantar la mesa eficientemente y lavar los platos frente a sus ojos, ya que Souichi nunca fue muy aseado y prefería comprar comida hecha con tal de evitarse la pena de cocinar o de limpiar trastos. Sonrió con felicidad al notar la química entre ellos y pensó que el mal humor de su prometido había disminuido considerablemente esa última semana que no lo había visto. El chico de cabello azul le daba algo especial a su querido novio que la hizo de inmediato advertir que Souichi estaba tan cómodo al lado de una persona, ya que ni con ella, ni mucho menos con la empalagosa familia que tenía, lo notó tan tranquilo y por qué no, en verdad feliz.

Supuso que tener un buen amigo es indispensable para todos los seres humanos y siempre deseo que su amado pudiera confiar en alguien, aunque no fuera ella.

— Entonces Natsuki, el día de hoy vamos a mostrarle a Morinaga la cuidad de Tokio.

— No sempai, descuide, no es necesario que salga conmigo si usted tenía planes con su prometida. Yo puedo quedarme en casa a descansar. No quiero hacerles mal tercio.

— No es molestia, yo también quiero saber más del único amigo de Sou-kun.

— No tienes que burlarte Natsuki, la verdad que él es especial, si todos fueran como él, seguro tendría más amigos que tú.

 De esa manera salieron los tres a visitar la ciudad y mientras más tiempo pasó al lado de ellos, Natsuki se percató de inmediato que el amigo de Souichi era una excelente persona que lo ayudaba a ser más sociable. La compañía de Morinaga se volvió mediadora entre los dos que solían discutir por hacer una cosa u otra, él sabía cómo convencer al tirano e incluso hacerlo reír para relajarlo.

Por primera vez Natsuki sintió un poco de celos de observar que alguien pudiera tener contacto con el chico que ella adoraba, no obstante sus sentimientos eran tan grandes hacia su prometido que agradeció por el hecho de que él tuviera un buen amigo que se atrevía a tocarle el hombro o incluso tomar comida de su plato.

Al caer la noche fueron a sus departamentos, pero nuevamente Souichi sugirió invitar a  Morinaga a beber con ellos a lo cual fue tan inquisitivo que terminó aceptado. Ella miró a ambos chicos con agrado, hasta los vio reír y disfrutar las  anécdotas que contaron de la semana, de hecho se preguntó si aquel joven podría ser gay y tener segundas intenciones con su amado, sin embargo lo dudó bastante ya que preguntó cómo sería alguna de sus amigas que le presentaría.

Souichi no la alejó de él tanto como siempre lo hacía, incluso le permitió tomar su mano e ir sujeto del brazo, pero rechazó sus avances cuando se trató de aproximar a su rostro a besarlo. Al cabo de algunas horas, ambos chicos cayeron rendidos al suelo totalmente ebrios, Natsuki en  cambio procuró no beber demasiado, fue por algunas cobijas y los tapó en el piso mirándolos dormir bastante cerca. Por su parte marchó a la habitación de su prometido y se recostó a descansar pensando en las eventualidades del día.

Al siguiente día con la resaca de ellos, les preparó un desayuno para ayudarlos, ambos agradecieron las atenciones de la chica y nuevamente cuando Morinaga intentó marcharse a su departamento fue detenido por Souichi que procuraba mantener a raya a su prometida que siempre lo asediaba, usarlo como medio para tenerla distante le pareció grato el anterior día, además de que disfrutaba realmente la compañía de su nuevo amigo:

— ¿A dónde vas Morinaga?

— Voy a mi departamento, he sido una molestia para ustedes, los dejaré solos.

— No eres una molestia Morinaga ¿verdad Natsuki?

— Claro Morinaga-san, me es grata su compañía, ya que hace a mi novio gruñón sonreír.

— Bueno sempai, pero tengo que darme una ducha y hacer el aseo, de modo que si quieren podemos salir a comer o les prepararé algo por la tarde para agradecerles por hacerle compañía a un solitario como yo.

Por la tarde, Morinaga fue quien preparó los alimentos con la atención tanto de Natsuki como de Souichi que lo asistió como los días anteriores, con el pretexto de que quería aprender.

Algunas semanas se fueron volando, Morinaga procuró mantenerse a distancia lo más que pudo, a pesar de ello pasaba todo su tiempo al lado de su amigo, exceptuando algunos fines de semana que Natsuki le concertó citas con algunas de sus amigas que prácticamente estaban encantadas de conocer a un chico tan encantador y agradable. Pero en cada cita no consiguió sentir que pudiera tener algo al lado de esas mujeres, incluso los cuatro salieron juntos para ayudarlo, pero se comportaban extraños los chicos ya que charlaban entre ellos ignorando a las chicas que de igual forma procuraron hablar entre ellas.

Natsuki con su perspicacia comenzó a indagar en el pasado de Morinaga, sin conseguir ninguna pista del porqué podía comportarse tan extraño a la hora de tener una cita, simplemente se sentía incómodo cada que alguna de sus amigas lo sujetó de la mano, supuso que al igual que su prometido era una persona distante de la otredad.

Ella siendo una chica tan sensible y dulce, se encariño del amigo de su novio volviéndose su amiga también y aconsejándole cosas para abrir su corazón con las chicas de las citas. Pero mientras más los vio juntos comenzó a notar aquellos sentimientos provenir de su novio a un chico, las miradas entre ellos que parecían confesar cosas que ellos procuraban evadir.

Esa noche decidió que tendría que tener una larga charla con Souichi, no soportaba sentirse engañada sin conocer la verdad de sus labios, no podría obligarlo a permanecer con ella si su corazón pertenecía a otra persona, después de todo ella lo amaba realmente con todo su corazón. Despidieron a Morinaga en la puerta y al entrar le dijo la clásica frase:

— Souichi tenemos que hablar.

— ¿Qué es lo que quieres Natsuki? Estoy algo cansado, vamos a dormir.

— No, yo creo que tenemos que hablar seriamente.

— Entonces habla, o me voy a descansar.

— ¿Tu lo amas?

— ¡Qué! ¿Amar a quién?

— Estas enamorado de Morinaga ¿no?

— Pero que cosas dices. ¡Estás loca!

— Mírame a la cara, él te gusta, lo sé. No me tortures, tengo que saber la verdad.   

— ¡Estás enferma mujer!

— No Sou-kun, yo creo que he dado en el clavo, no he querido aceptarlo, pero estoy algo cansada de fingir, de hecho él me agrada, creo que harían buena pareja. En cuanto a mi…yo bueno…

Natsuki comenzó a llorar inconteniblemente, no podía parar entre lágrimas y sollozos bastante audibles, a tal grado que recibió una palmada cariñosa en la espalda en vez de un abrazo de Souichi. Con la horrorizada negativa de él ante las conjeturas:

— De verdad te has pasado hoy con esas conjeturas, ya cálmate y no llores. Morinaga es mi amigo y asistente, no somos nada más, además él no es gay, ni yo tampoco.

Con lágrimas cayendo de sus ojos decidió ponerlo a prueba, pero sabía que de cualquier forma había perdido, jamás fue competencia para el amor verdadero, siempre fue como otra hermana para su prometido.

— ¿De verdad lo crees? Yo siempre he sabido que no me amas, además de que nunca hemos tenido sexo. Si de verdad dices no ser gay entonces dame un beso, o es más, por qué no vamos a la habitación y me demuestras que estoy equivocada, después de todo soy tu prometida.

Souichi estaba molesto por las suposiciones de Natsuki, no obstante dentro de sí mismo creía firmemente no ser gay, por lo que la llevó de la mano hasta la habitación y empezó a besarla, con cada aliento y cada toque de ella se incomodó hasta que la separó con ambas manos  y una profunda vergüenza.

— Eso no quiere decir que yo sea gay, o que esté enamorado de Morinaga.

— Desde hace algún tiempo lo supe, cuando conocí a ese lindo chico de cabello azul. Nuestro compromiso acabó, sólo… no le digas a tu familia, me gustaría despedirme de ellos antes de que sepan que no soy de la familia. Adiós Souichi…

Natsuki hecha un mar de lágrimas corrió y salió finalmente del departamento. Él quiso detenerla, sobre todo porque era algo noche para dejarla partir hasta su casa. Sin embargo, aún con el calor en sus labios y el sabor de la boca de su ex prometida, comprendió que en realidad nunca pretendió estar a su lado de una forma que no fuera como una buena amiga.

La mañana del lunes como todos los días Morinaga tocó a la puerta para acompañarlo a desayunar, aunque ahora Souichi se sintió tan incómodo por recordar las palabras de Natsuki que respondió:

— Disculpa Morinaga, el día de hoy preferiría desayunar fuera.

— Claro, a donde tú quieras.

— Iré yo solo, necesito estar a solas un tiempo.

Intentó alejarse de él, evitó cualquier toque innecesario, sintiendo un tipo de hueco en su corazón cada que miró la tristeza en los ojos de su asistente con los desdenes que hizo. Extrañó cada charla, cada momento de risas y diversión, el hacer las compras, el desayuno e incluso observarlo detenidamente mientras la plática se volvía amena. Se descubrió mirándolo con suspiros y de inmediato negó para sus adentros el sentir cualquier cosa, pero las palabras de Natsuki resonaron en su cabeza demasiadas veces.

Si las cosas seguían así tendría que hacer algo al respecto, quizá alejarse de él y cambiar de asistente, sin embargo el tan sólo contemplar la idea provocó en su corazón un sufrimiento, no podría separarse de él tan fácilmente.

El problema es que no fue únicamente Souichi el que abrigó pesar al tener esta separación, sino que Morinaga cada vez se sintió más ansioso por no poder estar de la misma forma con su querido amigo, no soportaba su distancia, a tal grado que no podía dormir bien, se sentía todo el tiempo cansado e incluso cometía muchos errores en el laboratorio. A pesar de los problemas que representaba su ineficiencia no recibía reprimendas de su adorado tirano, que parecía cada vez más ensimismado. Le preocupaba saber que quizá el problema era él o se preguntaba si Natsuki había terminado con su amigo ya que no recibió respuestas a los mensajes que le mando a la chica. El viernes al terminar las labores de esa estresante semana, decidió que no podía más con la distancia entre ellos:

— Sempai… disculpa…

— ¿Qué quieres Morinaga?

— ¿Podría acompañarme a beber? Me gustaría charlar con usted, lo extraño, usted es mi único amigo y me siento muy solo.

Tatsumi pretendió negarse, pensó tantas frases para evadirlo, incluso darle algún golpe al rostro con tal de no ver esos ojos esmeralda que lo paralizaron, respondiendo:

— Como quieras…

Partieron todo el camino en silencio, pero nuevamente ambos sintieron los latidos de sus corazones acelerarse con emoción de tan solo imaginar poder estar al lado del otro.

Compraron muchas bebidas y en el departamento de Souichi tomaron sin hablar como solían hacerlo. Se dedicaron a comer las botanas, hasta que luego de algunas cervezas Morinaga no resistió y preguntó:

—  Sempai… quería saber si ya te cansaste de ser mi amigo…

— No es eso Morinaga, mejor no me preguntes, no quiero saber.

La extraña respuesta lo hizo inquirir nuevamente:

— Terminaste con Natsuki y estás triste ¿verdad?

— Ella terminó conmigo. — Dijo Souichi empinándose una botella y bebiéndola toda.

— Tu sabes que puedes hablar conmigo sobre eso, si no es ella habrá alguna otra. Sólo no me apartes así de ti, que me haces pensar que te desagrado.

Los ojos verdes algo alcoholizados soltaron una tierna lágrima cristalina que rodó por la mejilla de Tetsuhiro desatando la ternura de Souichi. Pretendió evadir sus ojos, miró al suelo y expresó:

— Aunque quisiera, simplemente no puedo, yo…

Subió nuevamente sus orbes miel hasta dirigirlas con insistencia  a las de su asistente que se quedó observándolo también, se acercó todavía más y sujetó su rostro entre sus manos, limpió aquella lágrima y miró los labios sonrosados en un gesto de pesar. El corazón tirano se aceleró, sus mejillas se pusieron totalmente rojas de tener esos pensamientos que lo asaltaron y obligaron a unir sus labios a los de Morinaga. Su corazón emocionado saltó latiendo con fuerza mientras movió delicadamente su boca contra la de él, cuando profundizaría en el beso fue alejado al instante por las manos de Tetsuhiro que a pesar de sentir la fuerza de un sinfín de emociones recorrer toda su humanidad, la culpa y la vergüenza llegaron golpeando su realidad.

— ¡Cómo te atreviste Souichi! ¡Jamás vuelvas a acercarte a mí! No sabes lo que me estás haciendo. — olvidó los protocolos y gritó las palabras que en realidad no quería decir, sin embargo no podía reaccionar de otra manera.

Se levantó corriendo hasta su  departamento y se encerró. La borrachera que traía se le bajó al momento y tembló sin saber si era de emoción o de temor. Tocó con la mano sus labios en los que todavía podía sentir la calidez de esa dulce boca que se había unido a la suya. No dudo de aquello que sintió, pero la intensa programación a la que fue sometido durante años lo obligó a marcarle a su psicólogo que no respondió. Entonces buscó en internet algún psicólogo de Tokio y marcó el teléfono concertando una urgente cita para tratar su problema.

Souichi por su parte no podía dejar de pensar en ese momento tan seductor, la respiración acelerada de Tetsuhiro contra su rostro, la suavidad y la calidez del momento en que había revelado para sí  mismo todas las inquietudes que procuró negar durante esa semana. Todo cobró sentido, notó por primera vez lo feliz que lo hacía el tenerlo a su lado y que quizás después de todo no quería separarse de él. Necesitaba su compañía y esas dulces emociones que brotaban con cada toque de su piel, los estremecimientos que percibió cuando la mano de él llegó a posarse en su hombro o tocó su mano a propósito o accidentalmente.

Sin embargo no esperó recibir esa respuesta tan hostil, además de que él saliera corriendo. Recordó la mirada de horror en el rostro de su asistente y la indignación que le produjo aquel gesto que desde su punto de vista resultó seductor y sensual. Aunque de hecho se sintió profundamente avergonzado de haber realizado una acción en contra de la voluntad de su kohai, nunca imaginó que Morinaga no se sintiera un poco igual que él y pudiera rechazarlo.

El día sábado se hizo pesado y desgastante para Souichi, pensó tantas veces en tocar la puerta de su adorado vecino y preguntarle que sentía. Aunque él mismo no estaba seguro de sus emociones, simplemente ansiaba permanecer al lado de ese adorable chico de cabello azul. Pero las horas se hicieron lentas sin que Morinaga tocara a su puerta, llenándose con una decepción en su corazón.

Por su parte Morinaga asistió totalmente alterado a la cita con el psicólogo, no sabía por dónde comenzar, ya que era una persona distinta a la que siempre acudió. Se sentó en un sillón frente a un hombre algo maduro que preguntó:

— Mi nombre es Masato Ryu. ¿En que te puedo ayudar?

— Yo soy Morinaga Tetsuhiro. Creo que me gusta un hombre, ¿puede ayudarme?

El psicólogo lo miró con extrañeza, ya que él no tenía los prejuicios que el amigo de su padre y por tanto no le parecía algo malo la homosexualidad. Entonces  respondió:

— ¿Ayudarte a qué? ¿A conquistarlo?

— ¿No lo entiende? Soy un hombre que le gusta otro hombre.

De esa manera comenzó la charla en la que procuraría desengañar al chico de cabellos azules programado a creer que sus sentimientos eran una cosa aberrante. Le explicó con claridad sobre las teorías de que genéticamente un porcentaje de la población tenía una orientación sexual encaminada a su propio género, además de que en cierta forma todos los seres humanos tenían una especie de bisexualidad, que los ayudaba a sobrellevar al otro género en planes de amistad.

Las horas pasaron y el psicólogo canceló sus citas con tal de seguir charlando con el chico que le pareció tan indefenso y torturado por esas personas que pretendían cambiarlo. Tenía el afán de poder ayudarlo a entender la verdad. No obstante Morinaga parecía incrédulo, molestó en algunas cosas, no pretendía aceptar de golpe la realidad.

El embrollo con la mente del confundido Morinaga no podría solventarse en una sesión de terapia, a pesar de que duró varias horas. El psicólogo Masato terminó bastante cansado y sugirió verlo el día lunes después de su horario laboral. La única cosa que recomendó fue no tomar decisiones apresuradas, no comentarlo con otras personas y mucho menos volver a ver al psicólogo amigo de su padre. Nunca pretendió culpar a otras personas por la desdicha de sus pacientes, ya que siempre creyó que las elecciones pertenecen a cada ser en particular, no obstante luego de escuchar parte de la triste historia del chico de cabello azul, entendió que no siempre las cosas resultarían ser de esa forma y en ese particular caso demasiadas persona implicadas le habían impedido una vida plena a su paciente.

El día domingo Morinaga se sintió confundido pero un poco más tranquilo, recibió la llamada del amigo de su padre con el que se excusó diciendo que había marcado por error. De igual forma leyó con tranquilidad uno de los libros que su terapista Masato le facilitó, en el cual le explicaban que la realidad distaba mucho de lo que le habían hecho creer y la homosexualidad sin lugar a dudas no es una enfermedad. Tantas páginas con anécdotas de chicos en su situación y muchos consejos para comprender que las cosas que podía sentir no son algo anormal, comenzaron a procurarle tranquilidad. Con sumo interés leyó todo el día aspirando a creer en aquellas cosas.

Por otro lado su angustiado sempai, se sintió cada vez más solitario, ahora sin su mejor amiga Natsuki y su mejor amigo Morinaga, todo se había vuelto tan silencioso. Recordó aquellas veces que deseó con fuerza estar solo y que nadie irrumpiera en su vida a hacer ruido, cosa que simplemente le causó un profundo pesar. Por primera vez extrañó los cálidos brazos de su madre y las risas de su pequeña hermana y las tontas preguntas de su hermano. Más aún la presencia del hombre que había vuelto su mundo de cabeza ¿por qué las cosas se habían hecho tan complicadas? De tener una prometida una meta a futuro, ahora todo se había roto y  transformaba en borroso su destino que solía ser tan claro.

Se sintió tentado demasiadas veces a tocar a la puerta de su amigo una y otra vez durante el día ¿pero qué diría? En realidad no tenía idea de lo que pudiera pasar con ellos aún si Morinaga hubiera correspondido a su gesto. El desconcierto de sus pensamientos resultó ser similar al de su asistente, sin embargo Souichi no tenía el valor de hablarlo con alguien, no podría decirle a otra persona que le gustaba un chico, que una emoción muy grande lo cubrió al unir sus labios, después de todo él nunca fue gay, no podría serlo de pronto.

Se convenció finalmente al cabo de mucho reflexionar que todo fue a causa del alcohol, lo repitió para sí mismo incluso en voz alta, cada que su mente voló a imaginar nuevamente ese beso.

No obstante no podía esperar a verse reunido nuevamente con Morinaga en sus horas laborales, ansiaba de una manera sobrecogedora en poder mirar en sus ojos un poco de aceptación. Algo que le diera pauta para aceptar que dentro de su corazón los sentimientos que guardaba eran reales.

El lunes muy temprano llegó al laboratorio con tal de verlo, y pretendió seriedad, aunque todo dentro de Souichi daba vueltas con preocupación, emoción y temor.

Miró al cabo de unos minutos llegar a Tetsuhiro sin mostrar nada en especial, su rostro serio, como si hubiera olvidado incluso que ambos eran amigos, cosa que hizo que en su pecho una aflicción creciera. Jamás podría demostrar debilidad, razón para saludarlo como si nada le ocurriera:

— Buenos días Morinaga.

— Buenos días sempai.

Respondió Tetsuhiro de manera fría como sentía que debería hacer, todavía no le quedaba claro que debería hacer respecto a ese chico que si bien le causaba mucho conflicto y desórdenes en su interior, no podía terminar de aceptar que le gustaba, más aún que estaba profundamente enamorado.

Los días se volvieron complicados, más por los errores que reflejó su investigación. El superior de Souichi en la compañía, llegó para supervisarlos y revisó bitácoras, los reportes y las muestras encontrando el error en los resultados que no concordaban. De manera que los días subsecuentes se centraron como un equipo en resolver no sus problemas emocionales, sino los que causaron la semana anterior.

Morinaga asistió a unas cuantas sesiones de terapia esa semana, charlando sobre las cosas pensadas por su reflexión a partir del libro que leía. Muchas de las cuales lo llevaron a comparar las cosas que solía decirle su anterior psicólogo, totalmente contradictorias a lo que ahora se propuso creer fervientemente.

Algo que todavía se negó a creer era que ese beso podía ser la cosa más especial que había sentido,  dentro de sí mismo rehusó que le resultara distinto a los besos que había probado con las chicas. No quería ni podía enfrentar más cosas, puesto que se sintió profundamente traicionado por su familia, trabajó en ello en las sesiones de esa semana. Mientras que en el laboratorio trató con indiferencia a su sempai, el cual se hizo distante, mucho más gruñón y tan solitario que se alejó de todo mundo.

Souichi no pretendía expresar lo que su corazón sentía, pero una gran desesperación se ahogaba cada día con su silencio. Nunca se permitió explorar aquellos sentimientos y cada que su cabeza voló a ellos simplemente los evadió con el trabajo. Pero al llegar a casa en la calma de aquel departamento los pensamientos negados se apresuraron procurando evitarlos con los apuntes de trabajo.

Nuevamente la semana terminó al igual que la corrección a los resultados, el superior los felicitó por ser un buen equipo y Morinaga procuro irse cuanto antes para no toparse con él durante todo el camino.  De igual forma Souichi se quedó perdiendo en tiempo en el edificio para tampoco irse caminando cerca de él, de la misma forma que los días anteriores.

La desesperación y desasosiego se volvieron tan grandes ahora que no podía llevar su mente al trabajo. Sin nada que pudiera distraerlo prefirió alcoholizarse hasta caer rendido en su cama evadiendo nuevamente la verdad.

La mañana del sábado Morinaga partió a una nueva sesión con el psicólogo en la que al final de darle muchas vueltas al asunto con su sempai le comentó:

— De alguna manera creo que tu sempai es muy importante y por eso no has podido confrontarlo, descríbeme lo que sientes con él. Tienes que enfrentarlo, dime las emociones que te causa, creo que lo más importante es que él desató algo importante en tu vida.

Sus ojos cambiaron y las manos sudorosas de Tetsuhiro que se frotaban una contra la otra dejaron de temblar para expresar, en medio pensamientos que azotaron su cabeza:

— Él es increíble, es perfecto, tiene los ojos más lindos que nunca conocí, su blanca piel parece invitarme a tocarla. Cada que lo miro mi corazón salta y siento asfixia, no quiero apartarme de su lado pero nunca pretendí que esto pudiera ser así. Cuando me besó yo pensé que tendría un paro cardiaco, pues mis latidos bombearon con fuerza por todo mi cuerpo, fue tan distinto a hacerlo con otras personas.

— Bueno Morinaga, no creo que este chico te guste, lo que yo creo es que estás totalmente enamorado, además parece ser una buena persona.

— No es posible, yo nunca quise… mis padres me van a matar.

— Tú eres un adulto, en realidad no necesitas decirles, no más de lo que consideres prudente. Yo te aconsejaría que primero averigües los alcances de lo que puedes tener al lado de este hombre antes de que pienses decirles. A pesar de ello no te recomiendo comentarles nada. Muchas personas son intolerantes con lo diferente y es mejor que crean que todo es normal.

— Pero las citas de matrimonio que le comenté.

— Con mayor razón, no debes decirles, inventa alguna excusa y háblales sobre el control de tu propia vida que te pertenece a ti. Ninguno de ellos morirá en tu lugar, así que tampoco nadie debe vivir por ti. De modo que no tienes que mencionarles que la persona que te hace feliz en un chico.

— Pero es que no estoy tan seguro, él ha estado distante, no hemos hablado desde que me besó. Nos vemos a diario en el trabajo, sin embargo ya nada es igual.

— ¿Tú lo has tratado igual?

— ¿Cómo podría? No sé qué decirle, la verdad es que no sé qué es lo que quiero.

— Tu vida no debe girar alrededor de una persona, sin embargo te aconsejo que pienses muy bien en lo que harás, si de verdad quieres alejarte de él o te hace feliz estar a su lado. Aunque sin importar lo que decidas debes hablarlo con él.

Por otra parte Souichi despertó con resaca, fatigado y sintiendo una terrible pesadez. Comprendió primeramente la cosa más simple, necesitaba mucho hablar con alguien y la primera persona que pensó contarle sus pesares fue aquella chica que había sido su amiga durante años. Se arregló y partió hasta el departamento de ella. Una vez en la puerta se paralizó sin poder golpear, de pronto una voz detrás de él lo sacó de sus pensamientos:

— ¿Qué es lo que haces aquí?

Al girarse miró a Natsuki y se abrazó de ella liberando de una vez por todas los sentimientos reprimidos toda esa semana, mojando su hombro. Ella se conmovió, sin lugar a dudas comprendió que sólo una gran desesperación podría traer al tirano directo a sus brazos. Lo separó de ella preguntado con seriedad:

— ¿Qué quieres de mí Souichi? Me duele tener que verte.

— No tengo con quien hablar, ¿podrías ser mi amiga? Te necesito…

Las palabras mágicas que conmovieron a Natsuki fueron dichas ablandando su corazón, no podría olvidar que todavía un gran afecto la unía a él.

— Pasa y hablemos. — Una vez en el interior de su departamento preguntó: — Entonces ¿Qué pasó con Morinaga?

— Se ha olvidado de mí…

 — Él no es así, ¿ocurrió algo entre ustedes? ¿Ya no te habla? ¿No lo has visto ni en el trabajo?

— ¿Vas a interrogarme o escucharme?

— Entonces explícame desde cuando cambiaron las cosas.

— Es que yo… bueno es que bebí demasiado…

— ¡Te acostaste con él! Mejor no me lo digas, que siento feo.

— No Natsuki… sólo fue un beso.

— ¿Un beso? ¿Qué pasó después? Si te besó, ¿por qué se alejó de ti?

Un gran sonrojo cubrió la blanca piel del tirano, gesto ante el cual Natsuki no podía más que asombrarse. Notó la angustia y las emociones que cubrieron a ese hombre que ella creía conocer luego de tantos años.  

— Yo fui… y su mirada de horror… simplemente se fue. — Expresó Souichi apretando las manos.

Unas lágrimas incontenibles salieron de ese chico desarmándose frente a ella, sufriendo y padeciendo el mismo desamor que ella misma tenía. Natsuki olvidó su pena, no quería seguir viendo al hombre que amaba padecer así. Lo abrazó diciendo:

— Todo va a salir bien, sólo tienes que hablarlo con él, debes ser honesto. Yo creo que él te corresponde, pero es una persona muy reprimida. ¿Recuerdas lo que dijo sobre sus padres?  Seguramente eso de que lo controlan lo tiene confundido.

— ¿Tú crees? No es que yo quiera algo con él.

— Sou-kun, ya es suficiente de negarlo, me lo dices o me molestaré contigo. Me haces creer que te burlas de mí si no terminas de aceptar lo que sientes por él. Tengo que saberlo, no me permites seguir si me das la esperanza de que lo que sientes por mí y por él es lo mismo. Desengáñame, no me dejes creer en que tengo oportunidad. Se honesto, haz algo bueno por mí y por ti mismo.

 Tatsumi agachó la cara en vergüenza y respondió con dificultad.

—  En realidad no lo sé Natsuki, es que estar con él es distinto, yo siento que puedo hacer muchas cosas con él y que quiero hacerlas. Es lo contrario de estar fastidiado o molesto, como si tuviera muchas cosas interesantes y divertidas por hacer cuando estoy con él. Es que es extraño, yo siempre he sido algo apático en lo referente a casi todo, excepto los experimentos, pero todo cambió al conocerlo estos meses. No sólo eso, incluso los experimentos se volvieron mucho más emocionantes y al mismo tiempo pasaron a segundo plano. Es simplemente que realizar con él las cosas es bueno, es diferente.

La emotividad salió a flote en el rostro dulce de Natsuki, que suspiró con resignación comprendiendo el alcance de esas palabras, pues ese intenso sentir nunca lo creyó posible en el chico de cabello rubio. Sonrió con algo de tristeza y dijo:

— Si sientes tantas cosas y no puedes ni quieres separarte de él ¿Por qué no le dices? No digo que comiencen una relación así de la nada, pero intentar ver qué más puede pasar. Debes decirle que lo quieres, no como amigo, ya que eso que dices es más grande que una simple amistad. Habla con él, dile lo que piensas. Porque lo quieres ¿no es así? Dilo de una vez.

— ¡Maldita sea Natsuki! ¡Deja de presionarme!

— Lo quieres o preferirías verlo marcharse, se irá si tú dejas las cosas así. Me llamó y dijo que pidió su cambio a otra ciudad y fue aceptado. El lunes no lo volverás a ver. — Natsuki había mentido, quería verlo feliz y presionarlo era la única forma en la que diría las cosas.

 No respondió, su rostro palideció y salió tropezando por la puerta sin despedirse, todo el camino Souichi no dejaba de pensar:

“No puede irse así, no lo dejaré… Lo necesito…”

Envuelto en enojo y ansiedad caminó hasta los departamentos. La noche acababa de caer y sus pisadas sonaron en los pasillos del edificio. Sin reflexionar en sus palabras o acciones, impulsivamente tocó a la puerta de forma grosera. De inmediato abrió un sorprendido Tetsuhiro.

— Sem… sempai.

— Te atreves a irte sin avisar, no puedes enfrentarme y decirme que no te importa lo que yo piense o sienta. ¡Maldita sea! ¡Eres un completo animal estúpido! ¡No sabes que yo te necesito aquí! ¡Si tengo que decirlo lo diré! Es que yo… yo … ¡Te quiero! ¡Con un carajo!

— Cálmate sempai. — Respondió Morinaga atónito con esas palabras que entre groseras declamaron los sentimientos.

— ¡No me voy a calmar imbécil! ¡TE QUIERO IDIOTA!

— Souichi, yo también te quiero.

— Y no me salgas que ya te cambiaron a otra ciudad porque no te voy a dejar ir. — Expresó Tatsumi sin escuchar a Morinaga.

— ¡SOUICHI! ¡Escúchame! Te digo que te quiero y que no me voy a ninguna parte, ¿quién te dijo algo así?

— Entonces… ¿no te vas? — Agrandó los ojos y se dio la vuelta. Caminó procurando escapar a su departamento luego de decir tantas barbaridades. Seguido a sus espaldas por su asistente que no dejaba de sentirse emocionado.

Sujetó su mano para detenerlo mientras metía la llave en la puerta.

— Sempai, yo siento mucho haberme portado así. La verdad me gustó el beso, sólo que pensé estaba mal. Pero resulta que soy gay, por eso nunca funcionó con las chicas, aunque contigo es distinto. No sé si esto resulte, lo único que comprendo es que quiero estar a tu lado. ¿Te quedarías conmigo? Quiero que todo sea como antes, quiero desayunar contigo, ir a trabajar a tu lado y pasar cada segundo en tu compañía.

Souichi no sabía que decir, se sintió engañado por Natsuki y a la vez aliviado de haberlo dicho, pero no sabía que contestar hasta que uno de sus vecinos de otro departamento los miraba desde la puerta de su casa.

— ¿Morinaga podríamos dejar de dar espectáculo en el pasillo?

Morinaga lo jaló hasta su casa y una vez dentro preguntó:

— Souichi sempai, ¿puedo besarte? Quiero saber si de verdad soy gay.

El alterado sempai cerró los ojos nerviosamente y se replegó contra la pared esperando sentir los labios de su compañero. Los mojó un poco con su saliva y de pronto el aliento de Tetsuhiro chocó contra su cara deteniendo el reloj. Unas suaves manos acariciaron su faz y a punto de escapar evadiendo el inminente beso, su boca se pegó a la de su asistente lentamente. Sintió detenerse su corazón con las abrazadoras emociones, sus piernas temblaron y las fuerzas de su cuerpo se perdieron en aquel sentimiento que le transmitió, sujetándose de su espalda. Las lenguas se unieron en caricias hambrientas de deseo, las respiraciones erráticas se escucharon al tiempo que chupeteos sonoros.

Al separarse se miraron un poco para bajar los ojos en vergüenza. Todo se volvió nuevo y distinto, los besos se volvieron comunes por todos lados, en la privacidad de sus departamentos. Muchas veces en el laboratorio a solas no podían evitar unir sus bocas, hasta ser descubiertos por algunos compañeros que se sorprendieron pero no dijeron nada.

Cada uno descubrió lo que podía ser una relación en medio de las expresiones corporales que comenzaron a ser bastante atrevidas, los sensuales toques de las manos traviesas de Morinaga que poco a poco fueron liberándose de complejos. Hasta que un día pidió sin impedimentos el tener una relación formal con su sempai, a lo cual este no pudo rehusarse.

Souichi tenía terror de pensar en presentarlo a su familia, pero eso es otra historia…

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Continuará…


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