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Smile for me por Darka

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Notas del fanfic:

El fic fue originalmente escrito para una chica que aprecio en demasía y nunca lo publiqué porque... no. Personita K, ahora esto es públicamente tuyo♥

Notas del capitulo:

Fue escrito hace como año y medio o dos, pero aún así espero que le den mucho amor~ :D!

 

Había una vez un niño llamado KiBum que no sonreía, de algún modo parecía haberlo olvidado; su vida no había sido muy buena y llegó un punto en el que dejó de encontrarle sentido. Un día llegó de intercambio a su salón un muchacho un poco mayor que él llamado JongHyun. Parecía que ambos eran polos opuestos  y se dijo a sí mismo que jamás podrían acercarse, (aunque no es como si él tuviese amigos, claro) por lo que volvió a su típica y aburrida rutina de siempre, escondiéndose del mundo atrás de la escuela a la hora del recreo para leer un buen libro.

Lo que él no sabía es que había llamado la atención de aquél niño nuevo, que lo seguía con la mirada todo el tiempo, preguntándose cuál era su problema ¿Por qué se distanciaba del resto con tanto ahínco? ¿Por qué pareció el único indiferente ante su llegada? ¡¿Por qué diablos no sonreía?!. Decidió atacar de frente y preguntarle, pero lo único que recibió fue una mirada aburrida, antes de ser ignorado. En ese momento, JongHyun se hizo una promesa: Iba a lograr que ese niño sonriera para él aunque fuera lo único que hiciera.

Después de algunas semanas ya se había ganado cierta reputación dentro del aula y no fue difícil hacer que un niño le cambiara en lugar para estar estratégicamente a un lado de KiBum. Y así fue que JongHyun tomaba cada oportunidad que tenía para hablar con él. Tiraba su borrador a propósito y se lo pedía al "niño de hielo" (como le habían puesto sus compañeros) para que se lo diera, le mandaba papeles con notas del tipo «Estoy aburrido» o «El cabello de la maestra Lee parece un nido de pájaros », pero todos y cada uno de sus intentos eran ignorados olímpicamente.

Llegó a intentar hacer contacto corporal como tocarle el hombro, pero parecía que KiBum tenía un sexto sentido muy desarrollado porque siempre lo esquivaba. Jonghyun llegaba frustrado a casa, lanzando la mochila en el piso de su habitación, tumbándose en la cama mientras gritaba con la cara en la almohada hasta que lograba calmarse y su mente volvía a fraguar un nuevo plan, algo que no hubiese intentado antes. Sus compañeros le pedían que desistiera porque no valía la pena, pero él no era del tipo que se rendía y siempre se negaba. En sus doce años de vida nunca había tenido un reto tan difícil, pero eso apenas era el comienzo.

Dos meses pasaron y ya se habían convertido en un espectáculo para cualquiera que estuviese en ese colegio.

JongHyun recibía ánimos en voz baja y palmadas en la espalda tan pronto llegaba, sonriendo en respuesta. —¡Hoy será el día! —Les decía siempre y corría entorno a KiBum, que parecía estar extrañamente cómodo con su presencia. Por supuesto que al principio había sido extraño, no estaba acostumbrado a que alguien le diese ese tipo de atenciones y siguiera insistiendo por tanto tiempo, pero llegó un punto en el que sólo esperaba a que llegara aquél niño de sonrisa radiante a saludarlo con un agradable "Buenos días" que nunca contestaba. Sus intentos incluso le parecían encantadores y un amago de sonrisa se formaba en sus labios cuando nadie miraba.

¿Quién diría que aquél niño indiferente ahora parecía amar la escuela y ansiaba que el fin de semana terminara para volver a ver a JongHyun? Su yo del pasado estaría incrédulo, sin duda. No obstante, debido a que su mente estaba embotada con la cara del chico torpe, sus equivocaciones se habían vuelto más regulares y para alguien tan perfeccionista como él, eso era inaceptable. Su pequeña coraza que poco a poco se rompió, volvió a ser sellada y no fue sino hasta que el castaño le quiso prestar una revista sin haber sido pedida, que KiBum le dirigió la palabra por primera vez. 

—No te me acerques de nuevo.

KiBum esperaba de todo, un insulto, que lo mirara feo, una expresión sorprendida, pero no que el chico le dirigiera una mirada tan cargada de dolor que su sonrisa no llegaba hasta los ojos. Recibió un asentimiento y le vio la espalda al marcharse; por un instante creyó que estaría bien, siempre estuvo solo y nunca le afectó, ¿Cierto?, pero ahora no podía dejar de darle vueltas a la cara que le había hecho JongHyun. Llegó a su casa con el ánimo por los suelos y saludó a la nada, sabía que nadie le iba a responder. Un hueco se formó en su estómago porque no recordaba que la soledad alguna vez le hubiese dolido.

Los días pasaron, exactamente tres y JongHyun no se había acercado para nada; ni un saludo, ni una sonrisa, cuando antes estaba tras de él como si fuera un perrito pidiendo atención. Ahora era KiBum quien lo buscaba con la mirada, añorando aquellas carcajadas que ahora parecían tan lejanas. Quería acercarse, pero su propio y estúpido orgullo le obligaba a ir a su lugar de siempre con el libro que debía haber acabado hacía días, pero no lograba pasar de la misma página sin que levantara la cara, esperando que llegara el castaño a interrumpirlo mientras fingía que estaba buscando un lugar tranquilo para hojear un cómic.

Suspiró, tocando el sitio a su lado en el que siempre compartían su almuerzo, o más bien, en el que JongHyun siempre le daba de sus caramelos aunque él no quisiera, simplemente los lanzaba a su regazo y susurraba un «Espero los disfrutes» marchándose sin esperar unas palabras a cambio. ¿Por qué nunca respondió a sus intentos?, ¿Era tan difícil decirle un gracias? Sí. Nunca había tenido amigos, los pocos que tuvo se alejaron de él cuando decidió cerrarse a todo y a todos, el nuevo debía saber desde un principio, sus compañeros le habían advertido de ello. ¿Entonces por qué estaba llorando?

No sabía que el alejarse del chico iba a doler tanto.

Limpió sus lágrimas con el dorso de la mano, maldiciendo en voz baja porque parecía que se estaban resistiendo a dejar de caer cuando, repentinamente, unos pies aparecieron frente a él. Dio un salto hacia atrás, levantando la cara y se encontró con aquél muchacho que creyó que no volvería a ver, aquél que lo tenía tan confundido y asustado. Apenas se dio cuenta de que JongHyun estaba a punto de marcharse después de susurrar una disculpa por interrumpirlo, cuando sus dedos ya estaban sujetándole de la camisa y clavó sus ojos en el piso, negándose a dejarlo ir. Diferente a lo que había pensado, la mano ajena lo obligó a soltarlo y el pánico se apoderó de él ¡Debía disculparse!

—Lo siento. —Susurró JongHyun ante su mirada estupefacta. —Creo que sobrepasé el límite, no volveré a molestarte de nuevo. —No. Eso estaba mal en muchas maneras, pero las palabras se resistían a abandonar su garganta. Se obligó a sí mismo a decir algo, lo que fuera, y un quejido extraño rompió el incómodo silencio, llenando sus mejillas de un brillante rojo que fue seguido de una carcajada burlona por parte del castaño.

—¿Q-qué? ¿De qué te ríes?

—Oh, es una sorpresa, ¿No eras mudo o algo? Aunque te he escuchado participar en clase, Bummie.

 ─Si me escuchaste es que no lo soy, tonto. —Le reprochó, dejando un golpe sobre su hombro que le sacó otra risotada divertida al castaño.

Había sido tanta emoción de estar de nuevo con JongHyun que casi había pasado por alto el delicioso sonido que era su risa. Infantil, contagiosa, agradable. Le transmitía una sensación de calma si ignoraba lo feo que se veía con los ojos cerrados y esa sonrisa de bobo. Llevó la mano hasta su cara, cubriendo sus labios mientras se dejaba llevar por las sensaciones. Fue como si sus penas fueran llevadas por el viento tan pronto el chico de la sonrisa radiante había llegado a su vida. El incesante cosquilleo en su estómago fue algo que no esperaba volver a sentir y una carga que no recordaba haber tenido se escapó de su cuerpo.

Fue cuestión de segundos en el que KiBum apenas había soltado una diminuta risa, cuando ya tenía a un emocionado JongHyun rodeándolo con sus brazos mientras gritaba algo parecido a «¡Lo he conseguido!». Como acto reflejo, dio un par de pasos hacia atrás con el rostro ardiendo y desvió su mirada después de empujar algo brusco al muchacho, que ahora lo veía con esos manipuladores ojos de perrito pateado, ¿Sabía el poder que tenía sobre él si le hacía esa expresión?. Frunció el ceño y cruzó los brazos, sosteniendo el libro con tanta fuerza que sus dedos se pusieron blancos.

—Bien, ya no te toco. No quería quedarme con las ganas de intentarlo. —Quiso reclamar, gritarle de cosas, pero antes de que pudiese volver a reaccionar, JongHyun ya había interceptado su mejilla con sus labios, dejando a un confundido KiBum que lo observaba como si le hubieran crecido cuernos de toro en la frente. —No me voy a disculpar por esto último.

Fue una fracción de segundos en la que JongHyun le estaba diciendo algo parecido a «Tu cara parece una cereza», cuando él ya había echado a correr hacia cualquier lugar que fuera lo más lejos de su lado; su corazón latía a gran velocidad y su pecho se sentía constipado ¿Iba a morir? Revisó sus manos que parecían temblar un poco y se percató de algo importante: estaban vacías. Sólo en ese momento se dio la oportunidad de voltear hacia atrás, viendo como el chico en cuestión se sobaba la cara y su libro yacía abierto en el piso. Ya después se disculparía.

 

Cinco años más tarde. . .

 

El álbum de fotos entre sus manos estaba cubierto de notas graciosas escritas a mano y fotografías de dos niños que parecían ser los protagonistas de cada una de ellas; mostraban a un alegre moreno abrazando por los hombros a otro más reservado que esbozaba una mueca tan vergonzosa que tuvo ganas de quemar todas y cada una de las imágenes para no poder verse. Suspiró y una diminuta sonrisa de media luna se formó en sus labios inconscientemente, recordando como años atrás JongHyun le había contado de su infantil plan de obligarlo a sonreír para él.

—¿Quién pensaría que ese fue el inicio de todo?

Cerró el álbum, tirándose sobre el sofá de la sala, enfocando su mirada en el blanco techo poco antes de cerrar los ojos. El tiempo había cambiado, así como él. Ya no era el niño retraído que escapaba de las personas con un libro (aunque tampoco es como que fuese el alma de las fiestas), desde que había conocido a JongHyun fue como si se le hubiese dado una nueva oportunidad para empezar, como si los deseos de vivir regresaran a su persona. Socializar siempre le había parecido muy difícil, pero sabía que tenía al chico a su lado que le daba la fortaleza para seguir intentándolo.

Sus dedos abrieron una vez más el libro al azar y se topó con una fotografía en la que salía con el chico en cuestión; se encontraban en una especie de montaña con una magnífica vista a un lago cristalino, sin embargo, ambos tenían las ropas revueltas y el cabello desordenado en tanto mantenían una sonrisa cansada. Ese había sido el día en el que aprendió a no confiar del todo en el sentido de orientación de JongHyun; se perdieron en un paseo escolar mientras buscaban un atajo (que obviamente no había propuesto él) y al que, de algún modo, llegaron después de casi cuatro horas. 

Casi quiso matarlo cuando el castaño sólo rió y dijo que se tomaran una foto de recuerdo, más aún cuando se llevaron el regaño de sus vidas en cuanto se reencontraron con su profesor. Tres días de suspensión que KiBum habría sufrido de no ser por las visitas furtivas que hacía el mayor a su casa. Dio una repasada a esa misma página y se topó con otra imagen que hizo a sus mejillas arder en vergüenza. No sabía cómo ni por qué, pero ambos terminaron en un karaoke del que había salido tan ebrio que no recordaba nada pero, para su mala fortuna, todos sus amigos si.

Después de probar tres vasos de jugo con vodka quedó tan perdido que le había saltado a los brazos a JongHyun y se negó durante toda la velada a soltarlo, pegando sus mejillas como si se tratara de un gato marcando territorio, espetando que era suyo y nadie podía siquiera mirarlo, ¡Tenía catorce años! ¿Quién en su sano juicio podía aguantar la cantidad de alcohol que habían llevado ilegalmente hasta la cabina? Para alguien como KiBum que nunca bebió algo como eso en su vida, era obvio que terminara en esas condiciones con tan poco.

—Eran unos monstruos...

Levantó el papel que mostraba a un sonriente JongHyun haciendo un saludo de amor y paz, en tanto un extraño (y borracho) ser se colgaba de su cuello con el ceño fruncido, estirando la mano como queriendo quitarle la cámara a quien fuera que estuviese tomando la foto. Sus lagunas mentales le impedían recordar que se la pasó susurrándole en el oído cuánto lo quería y lo agradecido que estaba con él (aunque los chicos se encargaron de explicarle con lujo de detalles todo aquello y más). Lo único que su mente parecía recordar era que había amanecido en ropa interior con su chico de la sonrisa radiante abrazándolo protectoramente... con el torso desnudo.

Rió por lo bajo, rememorando su grito y el golpe seco que resonó en la habitación cuando JongHyun cayó al piso, recibiendo ataques en la cara con almohadas y una que otra pantufla. Por mucho que le quiso explicar que no había pasado nada, KiBum se sentía como "Violado"; siempre se había sentido avergonzado de su cuerpo tan delgado y un tanto “Femenino”, lo que menos quería era que el mayor se diera cuenta de aquello. «Eres hermoso, Bummie». A veces se preguntaba si tenía un sexto sentido como para saber siempre lo que le pasaba, aunque el estar cubierto con la manta de pies a cabeza decía mucho por sí solo. 

Si eso no fuera suficiente y, a pesar de los gritos de protesta que hizo, JongHyun lo abrazó (teniendo cuidado de no sacarlo de su refugio improvisado) y comenzó a decir una sarta de cursilerías que de no estar protegido por la manta, ya habría huido al baño a esconderse. Esa fue la primera vez que besó a alguien, un beso de verdad, no uno de esos que se dan los niños cuando son pequeños e imitan a los adultos para sentirse más grandes. Y le gustóLe gustó mucho. Fue demasiado rápido y torpe, pero eso sólo había sido suficiente para dejar su mente en blanco, con la vista pérdida en ese par de labios que se acercaron de nuevo en busca de otro más y otro.

Roces suaves sobre su boca, tan dulces que un suspiro pareció escapar dentro de él cuando hubo reaccionado. Como si su cara no pudiera ser más traidora, volvió a sonrojarse y fue entonces que JongHyun se dispuso a decir las palabras que deliberadamente había ignorado en diversas ocasiones por razones desconocidas ¿Vergüenza?, ¿Miedo? No lo sabía. Lo único que necesitó el mayor fue un asentimiento y una sonrisa tímida para entender que por fin estaba recibiendo lo que tanto había esperado. KiBum a veces se preguntaba cómo es que ese niño tonto había logrado robarle el corazón de esa manera. 

El ruido de la puerta lo puso en alerta, despertándolo de su ensoñación y se incorporó del sillón, susurrando el nombre de su pareja en voz baja. Habían quedado de verse para la cena y JongHyun prometió ir por los ingredientes; no obstante, se había retrasado tanto que por un momento creyó que se cancelaría. Con lentitud se aproximó hasta la entrada, abriéndola y soltando un grito que fue acallado cuando sus labios fueron juntados en un beso que fue de todo menos infantil. Su espalda chocó contra la pared en tanto una de sus manos se aferraba a la camisa contraria y la otra viajaba por el alborotado cabello, enterrando los dedos.

Parecía que estaba siendo un mero juguete en ese instante, puesto que sintió que la persona que lo había interceptado estaba sonriendo sobre sus labios. Giró su cabeza, recibiendo un par de besos húmedos en el cuello y frunció el ceño, empujando al invasor. ¿Cómo era posible que ese niño revoltoso se convirtiera en alguien tan sumamente apuesto? KiBum mordió su labio inferior, depositando un casto beso sobre la mejilla contraria y suspiró. No podía estar más agradecido con lo que sea que lo hubiese ayudado para poder estar con JongHyun. Si tan sólo se hubiera rendido y dejado que las cosas siguieran su curso, quizá no podría gozar de la felicidad que en ese momento tenía.

—Aquí no, idiota, nos pueden ver... —Dio un par de vistazos a los lados por mera paranoia, aunque sabía que a esa hora sus padres nunca estaban en casa e hizo un extraño puchero. —Te demoraste...

—Estaba buscando algo. —Le tomó por lo menos un par de horas encontrar aquellos dulces que siempre le daba a KiBum cuando eran niños, aquellos que habían partido lentamente la muralla que los separaba. —Feliz tercer  aniversario, Bummie~ —Añadió con una sonrisa, depositándolos en la mano del chico sin esperar una respuesta. Tal y como siempre hacía años atrás.

—Te he dicho que no me gusta ese apodo... ya tenemos diecisiete años, no puedes seguir con lo mismo. —Un reclamo, acompañado de una modesta sonrisa fueron suficientes para que JongHyun soltara una sonora carcajada, de esas que tanto le encantaban a KiBum y volvieron a fundirse en un beso más tranquilo, suave, uno que aún causaba estragos sobre su persona, uno cargado de una cantidad de sentimientos que no podían ser expresados con palabras mientras los ingredientes de la cena quedaban olvidados un lado de la puerta.

Podían darse el lujo de perder el tiempo, tenían toda una vida para disfrutarlo.

 

Notas finales:

Originalmente había sido escrito como un "cuento de buenas noches" mientras hacía un rol JongKey pero terminó convertido en esto, jajaja. 

Si tienen dudas, comentarios o chistes (?), no duden en ponerlo en un bonito comentario~ No muerdo, lo prometo.


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