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Dominus por JessJe

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Notas del fanfic:

Dominus es una palabra en latín que se traduce "amo", "señor".

Este fic tendrá pocos capítulos, serán algo largos. Tendrá dos escenarios: el primero, en un pasado muy remotor, y el último, el presente.

Dedicado a una lectora que se convirtió en una amiga muy querida. Lure, feliz cumpleaños guapa, que disfrutes este día con todas las personas que amas. Un abrazote.

Notas del capitulo:

Kal Wallace se encuentra inesperadamente con un noble que cambiará su destino irremediablemente

Planicies de Escocia – Siglo XV después de Cristo

El ruido de los animales hizo que Kal despertara, como siempre, mucho antes que los primeros rayos del sol salieran a cubrir el manto azul del cielo. Se levantó con gran agrado, tomó agua de su recipiente y se lavó el rostro con esmero. Bajó rápidamente, antes que sus padres despertaran y salió. Cuando la oscuridad de la madrugada estaba ya por desvanecerse para dar lugar al día, el joven Kal Wallace ya iba hacia su vieja casa con leche recién ordeñada y huevos.

El joven Wallace era muy diferente a los hombres de esa región. Era muy alto, fuerte, con enormes brazos, acompañados con unas manos con las mismas dimensiones, marcadas por el trabajo ardúo del campo. De pelo y ojos oscuros, siempre cuidaba de tener su rostro ajeno al vello facial, ya que era algo que a su madre le desagradaba. Vestido humildemente, como un aldeano más, honesto y porque no decirlo, algo ingenuo. Se había negado a dejar a sus envejecidos padres, a pesar de su insistencia por buscar una mujer, pues su corazón se resistía a dejarlos.

Para cuando su madre bajó, ya él tenía adelantado el desayuno. La anciana, le dio un beso en su frente, -Buen día, hijo.

-Buen día, madre. ¿Mi padre no bajará a desayunar?

La mujer negó con tristeza, -Hoy no es un buen día para él, hijo.

El joven suspiró triste. Antes de probar bocado, subió a la habitación. En silencio abrió la vieja puerta de madera y entró. Su padre aún dormía. Kal dejó la leche y los huevos en una mesa y se acercó a él.

-Padre… padre -le susurró, hasta que el anciano despertó. -Hijo, ¿qué sucede? -Preguntó débil.

-Debes comer. Traje el desayuno. Ven, te ayudaré a enderezarte.

El hombre con dificultad se estiró, pero su hijo lo ayudó a acomodarse en la cama. Acercó los alimentos y se quedó a su lado para vigilar que terminara todo.

-No debiste molestarte, hjjo -le dice con voz fatigada -Sabes que no me da mucha hambre.

-Debes comer padre, así te mantendrás fuerte -le respondió con una sonrisa.

Kal observó con tristeza la pierna de su padre. Esa herida, infringida hace ya varios años en un atraco, nunca sanó bien, y en ciertas épocas, el viejo se debilitaba, padeciendo fiebre alta y dolor.

Con cuidado su mujer le curaba, pero estaban tan alejados de la aldea y en un estado de pobreza tal, que les era imposible comprarle algún ungüento para sanarlo.

La situación se hacía cada vez más difícil y Kal desesperaba al sentirse impedido para ayudarlo. Así que, al ver a su padre tan desmejorado tomó una decisión. -Padre, tenemos varias vacas. Iré al pueblo, venderé una y compraré medicina para tu pierna.

El anciano se negó, -No es necesario, hijo. Ya estoy acostumbrado…

-Tu herida empeora, no puedo quedarme y arriesgarme a perderte. Solo serán unos días, regresaré pronto.

El anciano suspiró, -Bien, Kal. Pero ten cuidado. Las huestes reales circulan los parajes y las calles de la ciudad. Eres joven y fuerte, pueden obligarte a irte con ellos.

-Descuida padre, tendré cuidado.

Al día siguiente, Kal salió de los terrenos que le pertenecían a su familia, no sin antes recibir la bendición de su madre, que afligida, se despidió de él.

El viaje de ida al pueblo más cercano era de tres días. Kal iba en su caballo, jalando la bestia que pondría en venta. No es que estaban en condiciones de deshacerse de un animal. En esa época, las bestias y los terrenos eran lo más preciado. Pero la situación de su padre lo obligaba a hacerlo.

Al poco tiempo, llegó al pueblo. No era una gran urbe, pero era un centro donde los campesinos a varios kilómetros a la redonda hacían sus compras. Kal llegó al lugar indicado, y después de varias horas, logró vender la bestia. No le dieron mucho por ella, sin embargo, fue con ansias a buscar algún medicamento que ayudara a su padre.

Mientras se dirigía hacia ya, los cascos de varios caballos irrumpieron la paz del pueblo. La gente nerviosamente vio a jinetes que venían del sur entrando. Entre ellos, estaba un caballero, vestido con armadura y el rostro cubierto. Fueron al centro del pueblo. La gente, incluyendo a Kal, fueron a comprobar el porqué de su presencia, hasta que uno de ellos habló, - ¡Pueblo de Brooks! El rey ha decretado a Sir Charles de Wayne como nuevo duque de Lakestone, y feudo de todos ustedes.

La gente empezó a murmurar nerviosa. Kal sintió un nudo en la garganta. Que ahora hubiese un señor feudal, significaba que tendrían que pagar, ya sea con terrenos, dinero o incluso con su propio servicio a éste. Ahora eran vasallos de Wayne.

Kal fue buscando una salida, tratando de alejarse de la gente. Por suerte su casa estaba muy lejos del pueblo, y podían pasar desapercibidos, pero no podía ser visto, tal y como su padre le había advertido.

Pero lo que no pudo prever, fue el caos que se suscitó en ese momento. - ¡¿Quién es el rey para decidir sobre nosotros?! -gritó un joven del pueblo - ¿¡Dónde estuvo el rey cuando nuestra gente murió con la peste?! ¿¡Cuándo nuestros hermanos desfallecieron de hambre?! ¿Y quién es Sir Charles de Wayne para regirse como feudo de todos nosotros?!

Los murmullos se fueron convirtieron poco a poco en quejas, y luego éstas en gritos. Los soldados rodearon al caballero para protegerlo. La multitud empezó a amotinarse. Kal estaba en medio de la gente, procurando buscar la manera de salir de ahí.

Cuando uno de los más jóvenes de la aldea atacó a uno de los jinetes, la batalla inició. La gente, hombres, mujeres y niños, se abalanzaron sobre los jinetes, en un estado de ira.

Éstos arremetían con sus espadas, pero la multitud era tanta, que fueron cayendo uno a uno. Kal era empujado por la gente, hasta que estaba casi al frente de los jinetes, que buscaban como replegarse. El caballero sacó su larga espada para combatir, pero uno de los aldeanos lo tomó de la pierna y lo hizo caer del caballo y soltar su espada.

Todo pasó en fracción de segundos. El aldeano tomó la espada y fue hacia el caballero que se ponía de pie. La alzó y gritó, - ¡Muerte a los hombres del rey!

Antes que la espada golpeara armadura y carne, el caballero observó sorprendido a otro aldeano que agarró la mano del agresor y lo detuvo. La mente de Kal estaba a mil por hora, “Es un caballero del rey, si muere, será la muerte del pueblo”. Logró quitarle la espada y dejarla caer. Entonces el aldeano con ira lo atacó, - ¡Maldito bastardo traidor!

En ese momento, Kal empezó a luchar, y no se percató que otros jinetes que llegaban apenas se involucraron también. La lucha terminó en cuestión de minutos, cuando los emisarios del rey lograron contener a la multitud.

Kal terminó con golpes y cortes, pero vivo. En ese instante los jinetes reunieron a todos los que quedaban vivos de la aldea, incluyendo al mismo Kal, en el centro.

- ¡Ustedes osaron atacar al representante del rey! ¡Por eso, todos morirán y el pueblo será quemado! -gritó uno de los jinetes. Kal miró alrededor. Mujeres, niños, jóvenes y hombres, que habían sobrevivido, ahora tendrían una suerte terrible… incluyéndolo a él.

- ¡Alto! -se escuchó un grito. Delante de todos, el caballero a quien Kal había salvado fue hacia ellos. Se quitó su casco y mostró su rostro. Kal se quedó aborto viendo los ojos azules del hombre, tan azules como el cielo mismo. -Soy Sir Charles de Wayne -les habló.

La gente enmudeció al escucharlo. -Por órdenes del rey, tendré a mi cargo este lugar y sus vidas. Ya se ha derramado mucha sangre hoy, y de forma innecesaria. Nadie más perderá la vida, pero todos pagarán un interés alto por esa felonía, todos, excepto él -exclamó señalando a Kal. -Este hombre fue el único que defendió a los hombres del rey y salvó mi vida. Jinetes, sáquenlo de la multitud.

Los hombres obedecieron. Tomaron a Kal y lo llevaron con Sir Charles. El caballero lo observó con atención, -Como agradecimiento, vendrás conmigo esta noche y cenarás bien. Luego, podrás marcharte a tu hogar, joven aldeano.

Kal simplemente bajó la cabeza, en señal de respeto. Los hombres dispersaron a la multitud, mientras el caballero tomaba su caballo y miró de reojo a Kal, que nervioso, miraba a todos, sin saber qué hacer.

-Denle un caballo a ese hombre -ordenó -Vendrás con nosotros.

-Señor -le habló Kal con un poco de nervios -Agradezco su gesto, y para mí es un honor inmerecido el que usted me quiere brindar, pero mis padres son ancianos y necesito volver para llevarles medicina.

-Lo harás mañana -le habló con voz fuerte -Pero ahora, vendrás con nosotros. ¿Cuál es tu nombre, aldeano?

-Kal… Kal Wallace, señor.

-Bien, Kal Wallace. El resto será censado en este momento por un grupo de mis hombres. Quien se niegue a dar sus datos, morirá en ese instante. Pagarán un tributo acorde con el hecho todos los hombres adultos presentes. El resto se podrá ir a sus casas.

Después de dichas esas palabras, Sir Charles dio vuelta y fue con los otros jinetes. Kal tomó el caballo que le acercaron. No deseaba ir, pero sabiendo que no podía contradecir las órdenes del favorito del rey, se montó en el animal y siguió a los jinetes sin decir mayor cosa.

BREAK

Llegaron a una planicie a varios kilómetros del pueblo. Ahí, había varias tiendas. Uno de los sirvientes de Sir Charles lo llevó a una tienda aparte y curó sus heridas. Luego, le habló, -Te hemos dejado prendas para cambiarte. Fuera de la tienda hay un privado para que te duches, y luego te vistas. La cena será al anochecer -le dijo el sirviente para luego irse.

La tienda era simple: una pequeña lámpara colgaba de la viga para iluminar al oscurecer, unas mantas en el suelo que servían de cama y un cajón. Kal se dejó caer en las mantas, abatido. Necesitaba irse, ver a sus padres. Pero hacer eso, tras una invitación del feudo era una afrenta contra el mismo rey, así que desistió. Era una noche, nada más. Por alguna razón Lord Wayne se había encaprichado y no podía llevarle la contraria. En ese momento, pensó en él. Sus ojos eran únicos, hipnotizantes, su voz fuerte y grave, su presencia altiva, como era común en los lords, pero lo más cautivante era su belleza. Sí, Sir Charles de Wayne era hermoso. Pero Kal quitó esos pensamientos impíos de su mente. Era un caballero, parte de la nobleza, su regente… y un hombre, igual que él. Y la causa de no poder estar con sus padres a tiempo, como lo había prometido, era razón suficiente para no tenerlo en sus pensamientos, más que para despreciarlo por obligarlo a esa tontería.

La brisa hizo que la tela de la tienda se corriera un poco. Kal observó al sol empezar a esconderse entre las montañas. Pronto sería llamado, así que fue por las prendas sobre el cajón y fue a ducharse.

A varios metros de ahí, Sir Charles estaba reunido en su tienda con los subordinados más cercanos a él. Su presencia en ese lugar no era casualidad, se le había asignado esa labor por movimientos extraños en la frontera. Los enemigos estaban cerca y al ser uno de los caballeros más eficientes y confiables, le fue encomendada esa misión.

Conforme su subordinado le explicaba los datos entregados por la red de espionaje, se preocupó. Intensos y sistemáticos ataques a pequeñas granjas seguían un patrón. Era casi un hecho que se encontrarían con el enemigo cerca de esa zona. Estaba convencido que la revuelta en la aldea había sido provocada por algunos enemigos infiltrados, por ello decidió esa reprimenda, para así tener el dato de quienes habitaban ahí, y tener control de los forasteros y aledaños.

Al ver que anochecía, dio las últimas indicaciones a sus más allegados colaboradores y los despidió. La cena sería en cuestión de una hora, así que fue a prepararse. A diferencia de la tienda de Kal, la de Lord Charles era cómoda y espaciosa, con un gran escritorio en el centro, mapas y utensilios para orientarse, un par de sillas, una cama desarmable, mantas cálidas y un baúl con prendas. Como Lord, debía llevar atuendos para presentarse ante los dignatarios si era necesario, pero eso era algo que a Lord Charles no le importaba. Su mayor preocupación era la situación delicada en que esa zona se encontraba. Si el enemigo tomaba control de la región, estaría a un paso de conquistar el sur. Sin embargo, ahora quería dejar esas preocupaciones a un lado. Fue hacia el privado y se desnudó. Con un recipiente, dejó caer agua a su cuerpo y su mente se perdió cuando la imagen de ese aldeano apareció. Kal Wallace, ese era su nombre. Un hombre sin portentos, pobre, un granjero, pero alto, fuerte, atractivo. A pesar de su aparente simpleza, Charles lo vio imponente cuando luchaba para protegerlo, sin un arma, solo con la fuerza de sus brazos y su valor. Le causó curiosidad y deseos de conocer lo que había detrás de ese hombre misterioso.

BREAK

Kal eligió entre las prendas un atuendo azul oscuro, similar a las que llevaban los subordinados de Sir Charles. Se había bañado con cuidado, haciendo fluir toda la suciedad. Sus uñas estaban limpias, su rostro también y su cuerpo olía bien, gracias al jabón y la fragancia que los sirvientes de Sir Charles habían dejado a su disposición. Su cabello, que acostumbraba llevarlo muy corto, lo había arreglado hacia atrás. Estaba listo para cumplir con la exigencia de Lord Charles. En ese momento, uno de los sirvientes entró, lo vio de pies a cabeza y sonrió, -Así está mejor. Sir Wayne quedará complacido, acompáñeme.

Kal levantó la ceja con molestia, pero sin decir nada, obedeció. Mientras caminaba entre las tiendas, veía a grupos de hombres que conversaban entre sí, iluminados solo por una pequeña lámpara. Había una extraña calma en el ambiente y pudo notar que entre ellos había una gran camaradería. Aquellos rostros fríos que había conocido en la mañana ahora eran adornados con sonrisas. Eso era algo que Kal nunca había imaginado, pues la idea de los aldeanos como él, era que los hombres al servicio del rey eran fríos, despiadados.

Después de unos minutos, llegaron a tienda más grande el campamento. -Es aquí, disfrute la cena.

El sirviente se alejó, dejando a Kal frente al lugar. Un extraño nerviosismo llenó su interior, pero respiró profundo y entró. Imaginaba mientras iba al lugar, que encontraría a varios caballeros, entre ellos Sir Charles, pero se sorprendió al ver la mesa y solo dos sillas, una frente a la otra. Caminó nerviosamente hacia la que estaba más cerca de la entrada, pero no se atrevió a tomar asiento. “¿Será que cenaré solo… con él?”, pensó.

En ese momento, sintió brisa en su espalda. Al voltearse, vio una imagen que lo dejó mudo. Sir Charles estaba ahí, con un atuendo negro, adornos dorados y rojos. Su rostro se veía terso, sin un vello facial, impecable, hermoso. Kal se quedó embobado al mirarlo, pero entró en razón y le mostró una reverencia. Lord Charles sonrió al ver por unos instantes un poco de tono rojizo en las mejillas del aldeano antes de que se inclinase. -No es necesario esa reverencia, Kal Wallace. Eres mi invitado. Por favor, toma asiento.

Kal poco a poco se enderezó y asintió tímidamente. Sir Charles fue a la cabecera y tomó asiento. Volvió su mirada a Kal, que no le quitaba la vista mientras se sentaba frente a él. El Lord dio un aplauso y uno de los sirvientes entró. -A sus órdenes milord.

-Primero algo de beber. Les avisaré cuando pueden servir.

-Como diga, señor.

Después de unos minutos, una botella de vino fue puesta frente a ellos. Sir Charles fue el primero en servirse y luego acercó la botella a Kal. -Adelante.

El aldeano la tomó con algo de vergüenza y se sirvió un poco en su vaso. -Milord, yo…

- ¿Nunca has bebido? -le pregunta curioso.

-No, mi señor. Sé que puede embriagar, y no quisiera actuar tontamente frente a usted.

Sir Charles se rio al escucharlo, -Tiene poco alcohol. Dudo que te llegue a atontar, a menos que tomes unas diez botellas más. Vamos, pruébalo. Puedes confiar en mi palabra.

Sin decir nada más, Kal acercó el vaso a su boca y probó el líquido. Tenía un sabor dulce al paladar y una pequeña esencia, un aroma delicioso, pero no sintió nada extraño, así que tomó un trago más.

El caballero lo observó curioso, ya que era quizás el primer adulto que conocía que nunca había probado vino. Un aura de inocencia provocativa reflejaba ese aldeano, y le era atrayente.

-Cuéntame de ti, Kal.

Éste se frotó el brazo con nerviosismo, -No hay mucho que contar, milord. Mi vida… es muy sencilla.

-Vamos, algo de historia debe haber detrás del hombre que salvó mi vida tan valientemente. Dijiste que tienes padres ancianos, ¿me equivoco?

Sin levantar la mirada, respondió, -Si, aunque… no son en realidad mis padres.

Charles arrugó el ceño. No le gustaba las mentiras. Pero antes de decir algo, Kal prosiguió, -Verá mi señor. Procedo de una aldea muy cerca de la frontera sureste. Cuando era muy pequeño, se convirtió en campo de batalla de la última guerra, y fue destruida por completo. Mis padres… mis verdaderos padres y mis hermanos, murieron en ese conflicto. Sobreviví entre los escombros. Cuando la lucha terminó, pocos sobrevivientes quedaron. Ninguno se hizo cargo de mi… pues, cada quien llevaba su propia tragedia pienso. Los sobrevivientes fueron dejando el lugar, sin esperanzas de reconstruir lo que había sido nuestra aldea. Y al final, me quedé solo, entre las ruinas. No tenía que comer, y temía salir de ahí, ya que a mi corta edad no había conocido otro sitio que ese. Llegó el momento que anhelaba que la muerte me llevara con mi familia. No tengo idea de cuánto tiempo transcurrió, cuando una caravana llegó a lo que había sido mi aldea. No tenían idea de lo ocurrido y el desastre les tomó por sorpresa. Entre ellos, había un hombre mayor que regresaba de un largo viaje. Al verme, se compadeció de mi pérdida y me llevó con él. Ese… es al que ahora llamo padre, y su esposa, madre. Ahora… son muy ancianos. Vivo con ellos en una cabaña a varias millas de la aldea donde usted me conoció. Mi padre está enfermo, por eso viajé, para vender una de nuestras vacas y comprar medicina.

El lord sintió una gran tristeza al ir escuchando su historia. Como esa, había muchas otras, por eso bendijo que ese buen hombre se compadeciera de Kal. -Lamento lo que pasaste -le dice afectado -El sufrimiento es algo inevitable en las guerras, y son los pequeños los más afectados. Mi historia es un poco diferente, pero igual, tengo una idea de lo que tuviste que sufrir. Mi padre era un miembro de la nobleza. Su labor como consejero del anterior rey y su negativa a traicionarlo, le trajo el odio de muchos, entre ellos su mejor amigo. Éste pagó a un criminal común para asesinarnos a él, a mi madre y a mí. Una noche nos sorprendió mientras regresábamos de un viaje. Mató sin contemplación a mi padre y mi madre, pero no se atrevió a hacerlo conmigo. Entonces tenía unos ocho años. Un lord que pasaba esa noche por el camino encontró la carreta que nos llevaba, nuestra guardia y mis padres muertos, y así como te pasó a ti, al verme decidió llevarme con él. Al final, cuando el rey confirmó la identidad del perpetrador, lo mandó a ejecutar y a mí me dio su protección real. Me quedé en el castillo de mi familia, cuidado por el más fiel sirviente de los Wayne, hasta que crecí y fui asignado al servicio del nuevo rey. Éste me encomendó misiones que cumplí cabalmente, ganándome su respeto y confianza, hasta que me asignó el título de Lord por mis propios méritos. En resumen, esa es mi historia.

Kal se quedó impresionado al escuchar su relato. -Ha habido momentos, milord, en que he pensado que el dolor y la tragedia les sobreviene solo a los pobres, pero veo que no es el caso.

-Así es, Kal Wallace. Todos tenemos una carga que llevar. La vida es un sinfín de tragedias, una tras otra, y solo los valientes de corazón logran superarlas. Por eso me llamaste la atención, Kal. En ese instante, vi en ti a una persona digna de elogiar y completamente admirable. Y con tu historia, me doy cuenta que eso es parte de tu persona desde muy niño.

Después de ello, la conversación se prolongó algunas horas. En medio de la cena, Kal le narró como era su vida en el campo, la felicidad que sentía con su simple rutina y lo mucho que amaba a quienes lo habían protegido tanto tiempo. El lord no hizo mayor comentario de su vida. Se quedó fascinado con las anécdotas que el aldeano le contaba, y en momentos, reía al escuchar algún comentario jocoso de su acompañante. A pesar de vivir con opulencia, no podía negar que algo en la sencillez de esa vida le atraía. Pero más que eso, Kal fue poco a poco ganándose el corazón del noble.

- ¿Dónde está la granja de tu familia, Kal? -le pregunta cuando estaban a punto de terminar la cena.

-A unos unas millas al sur de la aldea, más o menos un día y medio de distancia a galope.

En ese instante, Sir Charles recordó lo conversado con sus subordinados. Se puso de pie y fue hacia el escritorio donde tenía los mapas. Revisó con cuidado, vigilado por Kal, que no entendía su sorpresiva reacción. El lord suspiró y regresó a la mesa. habló con seriedad, -Kal, seguro te parecerá extraño lo que te voy a pedir, pero deseo que tu familia y tu abandonen la granja.

De inmediato Kal reaccionó extrañado. Se limpió la boca y le habló desconcertado, -Señor, no puede pedirme eso. Mis padres han vivido ahí por décadas.

-Es necesario, y te explicaré por qué. Mi asignación a esta región no es por pura casualidad. Como te comenté, el rey me ha confiado ciertas asignaciones especiales. En este momento estamos en una situación tensa. Grupos forasteros están movilizándose en nuestro territorio, cerca de la frontera, destruyendo todo a su paso, en especial pequeñas granjas, alejadas de las aldeas, como la de tus padres. Mi gente y yo estamos aquí para detener esa horda. Y la zona donde ustedes viven están dentro del radio de movimiento de ese grupo.

Kal sintió un frío que corría por su espalda al escuchar cada una de las palabras del noble. -Pero… no es posible -dijo afectado - ¿A dónde iremos?

El lord se queda pensativo por unos segundos. Luego vuelve a ver al aldeano, que no ocultaba el temor que sentía por saber que sus padres en ese momento estaban solos. -Bien, te propongo lo siguiente: haré que los escolten a la región Lancaster, está a varias millas de aquí. Ahí tengo varias propiedades, les asignaré un terreno para que puedan estar, y lo necesario para que puedas seguir apoyando a tus padres.

Pero Kal se negó, -Señor, le agradezco, pero no puedo aceptar, eso… es demasiado.

-Salvaste mi vida, Kal. Créeme que nada es demasiado para que yo te recompense. Deseo hacer esto por tus padres… y por ti.

El joven no tenía idea de qué hacer, sin embargo, por la seguridad de su familia, decidió aceptar. -Milord, le agradezco su gentileza. Pero, con lo que me ha dicho, siento una gran desesperación por estar cerca de mis padres en este momento.

-Lo entiendo, pero ya es muy tarde. Saldremos con el alba.

- ¿Saldremos?

-Sí, iremos contigo mi escolta y yo con una carreta para que tus padres vayan cómodos.

- ¿Será… mañana mismo que nos iremos?

-Cuanto antes, mejor. Un grupo de mis hombres los llevaran hasta su nuevo hogar, mientras el resto de mi gente y yo terminamos nuestros asuntos en esta región. Y entonces, iré a verlos, para confirmar que están bien.

Finalmente, la cena termino. Kal fue a la salida, pero el lord le habló, -Sé que debes temer, pero haré todo lo posible porque estén seguros. Te doy mi palabra.

El aldeano se giró hacia el noble. Hasta ese día, nadie había hecho algo por él, más que sus longevos padres. En ese momento, sintió una gran alegría por haber conocido a ese hombre y también un enorme afecto. -Le agradezco, mi señor.

Sir Charles le sonrió. El corazón de Kal tembló al ver esa hermosa mueca en sus labios. Antes que su cuerpo lo traicionará le hizo una reverencia y salió de la tienda. Sir Charles se quedó de pie, observando el lugar donde momentos antes estaba Kal, y sintió un poco de soledad al no verlo más.

BREAK

Aun se contemplaban algunas estrellas en el cielo, cuando Kal, Sir Charles y diez jinetes salieron a todo galope. Detrás de ellos, iba la carreta en donde viajarían los padres del aldeano. Kal aceleró su bestia, ignorando a quienes iban con él. Sir Charles les hizo la indicación a cinco hombres para que lo acompañaran, mientras los otros seguían con la carreta. El noble y los jinetes fueron a todo galope para alcanzar al joven, que iba ya algo lejos.

El noble entendía la desesperación del Kal. Sabía lo que era la perdida, y deseaba con todo su corazón que el aldeano no sufriera por segunda vez ese dolor.

Estaba a unas cuantas millas para llegar a su hogar, pero algo en el horizonte hizo que Kal se detuviera en seco. Por unos segundos se quedó inmóvil. Sus ojos se humedecieron y golpeó al caballo para seguir el camino, ahora con más rapidez. Los jinetes casi lo habían alcanzado, pero siguieron su velocidad. Sir Charles volvió su vista hacia el sur, y sintió angustia al ver humo que salía detrás de unos árboles.

A todo galope, Kal iba con desesperación hasta que llegó a los límites de su granja. El granero y la cabaña estaba ardiendo en llamas. El muchacho saltó del caballo y fue hacia la casa, pero antes que entrara el segundo piso colapsó. Kal apenas si pudo tirarse al suelo, pero estaba tan cerca, que algunas llamas llegaron a su pantalón.

En ese momento, los jinetes llegaron. Al ver el siniestro, Sir Charles bajó de su caballo y fue hacia Kal. Lo tomó de los hombros para alejarlo, pero el joven intentaba soltarse, con voz en cuello, llorando desesperado, rogando porque dejaran sacarlos. Otros dos jinetes ayudaron a Sir Charles a contener al aldeano, que con desesperación intentaba soltarse.

- ¡Kal! ¡Kal! -le gritó el noble - ¡Es tarde! ¡No se puede hacer nada por ellos!

Pero el joven no entendía razones. Estaba decidido a tirarse a las llamas, así que Sir Charles lo abofeteó fuerte. - ¡Ellos murieron Kal! ¡Por favor, reacciona! -le gritó para que entrara en razón.

El joven tomó su mejilla, bajó la mirada y empezó a llorar, mientras caía al suelo. Tal y como la primera vez, cuando era un niño, lloró amargamente por su infortunio. -¿Por qué?... ¿Por qué ellos? ¡Dios, por qué me arrebatas todo nuevamente! -exclamó entre el llanto.

El lord cerró los ojos y se inclinó con él. Quiso hablarle, deseaba tanto poder consolarlo, pero se quedó inmóvil al ver al muchacho que sujetó el pliego de su traje y escondió su rostro, humilde, sufrido. Sir Charles acercó con suavidad su mano y acarició la cabeza de Kal con dulzura. Se volteó a uno de sus hombres y le indicó, -Ve con el resto de las tropas, informa que el enemigo se encuentra en esta zona. Saben que tienen que hacer. El resto, busque agua y apaguen el incendio.

Los hombres obedecieron y se alejaron. Sir Charles se quedó ahí, en el suelo, consolando al joven que en menos de un día se había ganado su cariño.

Después de varias horas, el incendio había sido mitigado y los hombres buscaban en los escombros los cuerpos.

Kal estaba a unos metros, recostado en una viga. No había dicho mayor cosa después de que paró de llorar. Estaba completamente ido, viendo hacia el horizonte. Sir Charles estaba a unos metros, no quitaba su vista de él. Se sintió derrotado al no poder cumplir su promesa de proteger a su familia. Uno de sus hombres se acercó y le habló, -Milord, confirmamos los restos de dos personas. Al parecer, quedaron atrapados en el segundo piso, ellos… ni siquiera tuvieron oportunidad de escapar.

El noble asintió, - ¿Ya tienen listo su lugar de descanso?

-Están terminando de cavar, mi señor, justo donde el aldeano pidió.

Sir Charles agradeció y fue hacia Kal. No tenía idea de que decir, más que lo obvio, -Lamento muchísimo tu perdida. Hubiese querido que no pasaras por este dolor nuevamente…

-Milord -le susurró -Usted me dijo que cualquier cosa sería poco para agradecer lo que hice.

-Así es.

Kal se puso de rodillas frente a él y le rogó, -Mi Señor, le pido por favor, me permita ser uno más de sus hombres. Deseo atrapar a los que vilmente les quitaron la vida a mis padres. Y a cambio, le ofrezco mi vida y mi lealtad a usted.

-Pero Kal -le habló suavemente -Tú no eres un caballero, no conoces…

-Usted dijo que era fuerte y con un espíritu valeroso. Puedo aprender, soy diestro y tengo mi corazón decidido a hacer justicia. Podría irme por mi cuenta, mi señor, pero usted ha sido generoso conmigo, y deseo dedicar lo que resta de mi vida a sus servicios. Por favor, acepte mi humilde petición.

El noble suspiró. Lo tomó de los hombros y lo hizo ponerse de pie, -Para mí será un honor tenerte a mi lado, Kal Wallace.

BREAK

TRES AÑOS DESPUÉS

El conflicto en la frontera suscitó en una cruda batalla. El rey envió más hombres para apoyar al grupo inicial. Conforme el tiempo transcurrió, hubo más horror para los pobladores, pero poco a poco los hombres del rey fueron ganando terreno.

Tal y como Kal prometió, estuvo al lado de Sir Charles. Aprendió rápidamente y se convirtió en uno de los guerreros más valientes y fuertes. El noble trataba de mantenerlo a su lado, por el temor a que fuese muerto, pero en ocasiones, cuando no había más alternativa, dejaba que este se aventuraba lejos de su lado. Las historias de Kal Wallace y su fama se fueron propagando entre los hombres, que lo veían a él y a Sir Charles como sus líderes.

El afecto de los aldeanos llegó al ver el sacrificio que hacían los hombres del rey por protegerlos. Sir Charles y sus hombres eran diestros al adivinar las rutas en donde serían los ataques, así que Kal sugirió movilizar a la gente de puntos en donde se podía generar un enfrentamiento horas antes. De esa forma evitó que muchos más muriesen como su familia.

Después de un largo tiempo, finalmente la estrategia de Sir Wayne y la fortaleza de Wallace y el resto de los hombres trajeron el triunfo para el reino. Hubo celebración cuando la última batalla fue ganada. Mientras los hombres disfrutaban y festejaban, Sir Charles y Wallace, como había sido su costumbre por tres años, cenaban tranquilamente solos en la tienda del noble.

La conversación, para su fortuna, ya no giraba en torno a los próximos movimientos. Sir Charles poco a poco había sentido más confianza, y le narró de su vida con más detalle. Kal escuchaba atento a cada una de sus palabras, embobado por su rostro, admirado por su temple y seguridad, pero sobre todo, amándolo con intensidad. Después de tanto tiempo, el anterior aldeano no podía negar lo que sentía en silencio por el noble que había sido su compañía en estos años. Pero la sombra de una realidad lo alcanzó cuando Sir Charles preguntó, -Ahora que todo el horror ha terminado, ¿qué harás? ¿Retomarás tu vida como granjero?

Aunque parecía mostrarse sereno, el noble sentía agonía. Esperaba mantenerlo a su lado, necesitaba eso, pero no deseaba ir en contra de su voluntad. Finalmente, Kal era joven, apuesto y ahora conocido. No sería sorpresa que quisiera consolidarse, tener un hogar, una buena mujer. De todas formas, ¿qué podía ofrecerle? ¿Una vida a sus servicios? Kal Wallace merecía más que eso.

El joven se quedó pensativo y luego respondió, -Hace tres años le prometí que dedicaría mi vida a usted, milord, y eso no ha cambiado. Si usted lo desea, lo seguiré a donde vaya, pero si prefiere que me aleje, solo dígamelo, y haré lo que me pida.

El alivio que sintió el noble fue tanta, que no pudo evitar expresarlo con una sincera sonrisa. Kal apreció como el azul de los ojos del noble brillaron al escuchar su respuesta. -Bien, creo que es hora de descansar -dijo finalmente. -Supongo que partiremos con el alba.

Levantando la ceja, Sir Charles se mostró dudoso, -Por ahora un grupo se quedará en la zona. Pero nosotros y una escolta viajaremos de inmediato. El rey ansía un informe de primera mano, y deseo con ansias que conozcas la capital, ya que no nunca has salida de esta región.

La mirada alegre de Kal se nubló por unos segundos, -Imagino que estaré mucho tiempo lejos de aquí. Antes de marchar, quisiera visitar la tumba de mis padres, para despedirme.

-Claro, pasaremos antes. Y podrás tomar el tiempo que deseas, Kal.

El caballero se pone en pie y después de una reverencia se despide, -Descanse, milord.

-Charles -corrigió de inmediato. -Te he dicho que puedes llamarme por mi nombre, Kal.

El más joven rio nervioso, -Aunque seamos cercanos, usted siempre será mi Señor, Sir Charles. Buena noche.

Cuando se encontró solo, el noble gruñó, -No seremos verdaderamente cercanos hasta que pierdas ese respeto hacia mí, Kal.

Y eso era algo que Sir Charles deseaba con ansias. Para él, Kal Wallace era lo más preciado en su vida, pero ese respeto que le demostraba le recordaba que entre ellos había una barrera que no podía ignorar. La posición, el título, el género y los posibles deseos carnales que el aldeano convertido en caballero seguramente sentía y que eran por demás naturales. Aunque en esos años no le conoció una mujer, eso no significaba nada. En muchas formas, Kal Wallace era inocente, ingenuo, pero seguía siendo un hombre, y al verse libre de las batallas y los conflictos, probablemente aprovecharía para acercarse a una mujer, y conociéndolo, sería para entablar una relación seria, formal. Kal Wallace no era el tipo de hombre que buscaría mujeres por mero placer. El amor para él era algo definitivo, eterno e inquebrantable. Y el pensar en la posibilidad que Kal tomara a una mujer como esposa, era un duro golpe al corazón del noble. Sin embargo, deseaba su felicidad más que nada, así que decidió hacerse a la idea y darle a Kal todo su apoyo, al menos, para no perderlo por completo.

BREAK

Esa noche, el festín y la celebración siguió hasta la madrugada. Después de varias vueltas en las mantas, Kal decidió levantarse. La algarabía era tal, que la música y el canto de los subordinados  se escuchaban a lo lejos. El aldeano salió de la tienda, y decidió alejarse un poco de ese bullicio, dando una vuelta por los alrededores. La noche no estaba tan fría, algo normal en esa época del año, así que vestía ligeramente, con su camisa a medio abotonar y un pantalón ligero. Poco a poco se fue alejando cada vez más hasta adentrarse a una zona boscosa. Caminó por varios minutos, y escuchó el sonido del agua que corría, así que decidió encaminarse hacia allá.

La noche era estrellada, la luna llena brillaba vigorosamente, así que el aldeano podía ver perfectamente por donde caminaba, y al haber crecido cerca de ahí, no temía a atreverse a pasear solo por esos linderos.

Mientras iba hacia el río, pensaba en su entrañable amigo. Tenía temor de ir a un lugar diferente, sin embargo, no podía quedarse y ver partir a Sir Charles. Aunque utilizaba su promesa de estar a sus servicios como excusa, la realidad era que no podía separarse de él. Deseaba amarlo así, aunque fuese a la distancia. Había escuchado alguna vez de sus compañeros que la hija de un noble le había sido prometida a Sir Charles hacía mucho tiempo, pero desconocían si el compromiso seguía en pie. Esa posibilidad de que, al llegar a la capital, decidiera ponerlo en firme, lo afligía. No sabía si estaba preparado para verlo casado, sin embargo, estaba decidido a ocultar sus sentimientos para así seguir a su lado como amigo.

Estaba tan inmerso en sus pensamientos, que no se percató que estaba a punto de llegar al río, cuando vio, puestos en una piedra, prendas de ropa. Tomó una de ellas y la acercó a su rostro. Era su aroma. Pero, ¿qué estaban haciendo ahí?, preguntó curioso. Caminó un poco más, pero no esperó ver aquella imagen: Sir Charles estaba sumergido en la corriente, dejando ver únicamente su rostro. Kal se escondió detrás de un árbol y lo observó con fijación.

Ignorando que era observado, el noble se puso de pie, dejando ver su torso, mientras seguía echándose agua en su cuerpo. Kal sentía su corazón palpitar. Su respiración se hizo más profunda. Se quedó así varios minutos, hasta que Sir Charles caminó lentamente para salir de la corriente. Conforme avanzaba, su anatomía fue exponiéndose ante los ojos de Kal, que se encontraba hipnotizado por el cuerpo de su amigo, que parecía reflejar la luz de la luna.

Un ruido se escuchó al otro lado del río y Sir Charles se volteó por completo, dándole la espalda a Kal. El aldeano miró con deseo su trasero bien formado, sus piernas fibrosas y su espalda ancha. Sin darse cuenta, bajó su mano a su entrepierna, al sentir que palpitaba.

Al percatarse que era un animal que había provocado el ruido, el noble giró nuevamente y se encaminó para salir del agua. Kal seguía en ese éxtasis, que no cayó en cuenta de lo que hacía, hasta que el noble estaba a unos metros de él. Se echó hacia atrás, tratando de esconderse detrás del árbol, pero el ruido que provocó con su movimiento, hizo que el noble se pusiera en alerta.

-¿Quién está ahí? -exclamó con dureza. -Salga de una buena vez.

Kal cerró los ojos con angustia. Suspiró y salió de donde se encontraba. Sir Charles no distinguió en ese momento quien era, así que caminó unos pasos molesto, pero conforme avanzaba, pudo notar que ese hombre le era familiar. Sintió algo extraño en su pecho al ver frente a él a Kal, que tenía la mirada baja, pero cuyas mejillas estaban sonrojadas por la pena que sentía.

-Pero Kal -exclamó con una sonrisa - ¿Por qué no dijiste que eras tú? Pensé que era un enemigo o un delincuente de poca monta. Si hubiese tenido mi espada, abría atacado sin preguntar.

El aldeano cerró los ojos y cayó de rodillas, -Milord, lamento mucho mi atrevimiento. Hice algo imperdonable, le pido mil disculpas y acepto cualquier reprimenda que quiera aplicar.

El noble se extrañó ante la situación, - ¿Pero de qué hablas? No ha pasado nada malo…

-Pequé contra Dios y contra usted, mi señor, mis pensamientos… -quiso explicarse, pero de inmediato calló y bajó más el rostro avergonzado.

- ¿Cuáles pensamientos, Kal?

Éste no le respondió tomó con fuerza la tela de su pantalón. El noble estaba aún más confundido con su reacción, - ¿Te sientes culpable por verme desnudo? Pero Kal, te has bañado en ríos con los demás en otras ocasiones, ¿cuál es la diferencia ahora?

-No… no es lo mismo, mi señor -le respondió con la voz entrecortada.

En ese momento, Charles entendió. Se puso de rodillas frente a él y tomó su rostro con suavidad, haciendo que lo mirara a los ojos. -Kal Wallace, dime, ¿qué es eso que esconde tu corazón?

Notas finales:

Amicum es el título del primer capítulo y es una palabra en latín que se traduce amigo.

 


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