Un dulce amargo
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Capítulo # piloto
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Yuuri Katsuki, japonés, 23 años, patinador profesional.
Y ganador de la medalla de oro del Grand Prix de ese año.
Un gran logro, efectivamente, hinchaba su pecho de orgullo y no pudo evitar llorar de felicidad al ver la tabla de calificaciones con un Rank 1 al lado. Pero no era suficiente. Había trabajado duro todo ese año para finalmente alcanzar y competir contra Viktor Nikiforov, su ídolo más grande y leyenda viviente del patinaje artístico, y sin embargo su esfuerzo había sido en vano por la inesperada retirada del ruso.
Quizá eso influyó mucho en sus presentaciones, supo aprovechar muy bien el tema de sus programas, todos ellos centrados en «Pasión y traición». ¿Una indirecta? No realmente, ya habían decidido la temática mucho antes de que Viktor anunciara su despedida. Y su última presentación, coreografiada por él mismo en conjunto con Celestino, llevaba por nombre Breath of the forest, que contaba la historia de un hada que amaba y cuidaba la naturaleza, hasta que un día se aburrió de ella y la abandonó. Los saltos fueron los necesarios, varios de ellos en la segunda parte, todos perfectos, y dos combinaciones de Spins, incluso un Over-Extended Biellman Spin, algo muy raro en las competencias masculinas.
Patinó como nunca, pensando seriamente sobre la historia y poniéndose en la piel del hada; Amaba el patinaje, pero ahora que Viktor se había ido ya no tenía un objetivo claro que alcanzar. Tenía bastante claro que era su última temporada, así que quería darlo todo de sí en su presentación final. Y el público y los jueces quedaron tan encandilados que afirmaron no haber visto nada comparable, inclusive con Nikiforov. Y le alegraba tanto como le apenaba, porque él había sido su inspiración.
Terminaron las entrevistas y felicitaciones, la gente vació la pista y él…él se escurrió cuidadosa y silenciosamente fuera de la sede. Llevaba puesta su ropa de práctica, toda en negro y ceñida al cuerpo, con su chaqueta de Japón amarrada en la cintura, y todo eso en conjunto le daba un sexapil de mucho cuidado. Como omega, por primera vez en su vida, sintió la necesidad de salir un rato de su asfixiante ambiente de competencias y simplemente presumir sus curvas. No era estúpido, sabía que su apariencia no estaba nada mal, e ilusionar a un par de Alfas y Betas podría resultar divertido. Claro, él no buscaba una noche de acción, era un total inexperto y no quería perder su virginidad en una cosa de sólo una noche.
Lamentablemente para él todos los bares estaban a reventar, la pista de baile llena y gente bastante alocada por doquier. Un milagro se hizo y logró encontrar un asiento libre en la barra, siendo que el calor del lugar empezaba a marearlo. Su plan inicial era encontrar a alguien para bailar, pero, honestamente, quedarse unos momentos en soledad a recapitular su vida parecía un plan fantástico. Deprimente, sin duda alguna, pero fantástico.
Pidió un trago, fuerte. Quizá dos…o tres…o…
Yuuri estaba francamente borracho al cabo de una hora, haciendo un esfuerzo por ahogar su desilusión. También el calor, como una fiebre insoportable, lo acosaba sin parar. Cuando se dio cuenta al fin de que no era sólo el ambiente del lugar sino su irregular celo haciendo aparición en momentos inoportunos le fue difícil pararse. No recordaba haber pedido tanta bebida, simplemente bebía por inercia lo que el camarero, bajo órdenes ajenas, le dejaba enfrente, cada coctel más aturdidor que el anterior. Dejó unos billetes en la barra y salió apresurado del lugar, disimulando muy bien –Según él- su desequilibrio y calentura. Avanzó un par de calles…alguien lo llamó a lo lejos…y entonces…
Entonces…
¿Entonces qué pasó, Yuuri…?