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No tocar por FireBlueFlames

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Notas del fanfic:

Los personajes de One Piece no me pertenecen y estas historias sólo tienen el fin de entretener ^^ 

Notas del capitulo:

Hola!!!! Oh por Dios me creerán si les digo que me siento rara subiendo un fic que no sea un one shot jejeje

Bueno, luego de un horrible semestre y la depresión por mis materias he decidido traerles una historia que había empezado a escribir hace un rato pero que no había podido terminar. Realmente espero que le guste ^^ Es una historia corta, pero aún así espero que la disfruten :3 

==> El rincón yaoi de FireBlueFlames

A leer <3

Le miro levantarse de la cama y acercarse al armario, donde rebusca un poco hasta que encuentra una pequeña caja de metal, de la cual saca un cigarrillo y un encendedor.

Acerca la pequeña flama hasta el cigarro y una vez que éste enciende da una rápida calada, apretando ligeramente los labios alrededor del filtro antes de retener el humo durante un segundo, para después expulsarlo por la nariz. Estoy al pendiente de todas sus acciones y tengo que obligarme a moverme para que no se dé cuenta de que le miro demasiado, pero es que no puedo evitarlo, y creo que no hay persona que no permanecería embelesada al verle pasar sus dedos por esa pelirroja cabellera que tiene, sin contar con la hermosa vista de su piel pálida y esa manera tan perfecta en que cada uno de sus músculos se dibujan en ella.

Doy una última mirada a la habitación para asegurarme de que no he dejado nada y tomo el celular que he colocado sobre el buró junto a la cama antes de que ese chico fuera capaz de casi arrancarme la ropa. Ya no reparo ni un momento más en la figura que se mueve del otro lado de la habitación, sólo salgo sin más.

Me acerco a una de las ventanas de la sala de estar para darme cuenta de que se divisan algunas nubes en el cielo nocturno, y que hace frío, algo que no había notado por lo ocupado que estaba en otras cosas. Pienso que tal vez debí hacerle caso a mi madre y traer una chaqueta, así que probablemente llegue a casa con los primeros signos de una hipotermia. Doy un suspiro inaudible antes de tomar la mochila que está sobre uno de los sofás y me dirijo a la puerta, hasta que una voz grave llena la habitación.

—Trafalgar.

Al escuchar mi nombre me giro a tiempo para ver como un bulto negro se dirige a mí, lo atrapo antes de que pueda golpearme y sonrío un poco. Miro esa acostumbrada mueca de molestia en ese rostro que tanto me gusta antes de colocarme la chaqueta negra que me ha arrojado y salir sin decir nada, sólo le miro una última vez, igual que siempre, con la silenciosa promesa de volver a vernos mañana.

Cierro la puerta sin hacer ruido, camino los trece pasos que separan la entrada de la acera y comienzo mi acostumbrado y solitario andar a casa en las frías y algo desérticas calles. Reviso el móvil y veo que ya pasa de las nueve de la noche, por lo que es mejor que vaya pensando en una buena excusa que dar a mis padres, que probablemente ya habrán cenado, y que estarán molestos porque haya vuelto tan tarde de nuevo. Eso, además de que tengo que asegurarme de esconder las marcas rojizas que adornan mi clavícula, esos rastros de unos ansiosos labios que no dejan el nombre del autor, sólo la clara idea de que le pertenezco a alguien.

En cuanto llego a casa me apresuro a entrar, soporto un pequeño regaño por parte de mi madre y procuro llegar a mi habitación sin hacer ruido, ya que no quiero que mi hermana me cuestione en dónde he estado, pues sé que ella no se creerá el cuento de que he estado haciendo tarea con un amigo. Cierro la puerta con seguro antes de dejar la mochila y quitarme la chaqueta, que me queda un poco grande pues él es más alto y musculoso que yo.

No es mentira el que tengo bastantes cosas que hacer, pero mando todo al carajo para tirarme en la cama y me cubro con la pesada prenda negra sin haberme molestado en encender la luz. En un momento de impulso hundo el rostro entre el afelpado de la chaqueta y aspiro aquel aroma tan conocido para mí, ese que probablemente esté en mi propia piel en este momento, y por el cual no he querido acercarme demasiado a mis padres al saludarles, temiendo que pudieran percibirlo.

Siento mis mejillas arder y mi corazón acelerarse mientras miro el cielo de mi habitación y unas cuantas punzadas hacen doler mis caderas. Es otra de las muchas costumbres que él ha forjado en mí desde que nos conocimos.

Ha pasado casi un año desde que esto comenzó, esta convivencia que todavía no puedo dejar, a pesar de que siempre me digo que será la última vez. Supongo que me miento para no sentirme tan mal conmigo mismo, para creer que no soy tan débil ante esa voz salida del averno y esas manos que me estrujan en los lugares correctos a cada que no hay nadie cerca.

Hace unos meses que él se cruzó en mi camino en el colegio, ese chico que acababa de llegar a la ciudad, y por alguna razón, de entre todas las preparatorias que existen aquí, tuvo que llegar a la mía. Nuestro primer encuentro sólo tuvo algunas miradas, yo recorría la escuela, igual que siempre que un curso iniciaba, sólo para toparme con esa piel de porcelana y esos fieros ojos que me miraron sin discreción alguna. Para mí él sólo fue como algo glorioso qué ver a la distancia, y me sentía feliz con cruzar nuestros caminos algunas veces para admirar esa perpetua forma suya de fruncir el ceño. Fue hasta que él terminó herido por una pelea que pude verle de cerca, incluso tocarle, pues fui yo quien curó sus heridas en un pequeño edificio abandonado que está algo alejado del resto de las aulas de nuestro colegio.

Aquel día no fui muy consciente de la hora, por lo que el tiempo pasó rápido con el libro que leía en ese momento, en mi acostumbrado lugar alejado del bullicio que suelen hacer todos. Fue entonces que él se acercó. Parecía no haber reparado en mi presencia y simplemente se limitó a dejarse caer en el piso de aquella habitación mientras limpiaba con el dorso de su mano el líquido carmín que salía de su boca, con un gesto que hasta hoy sigue erizándome la piel. Sólo me límite a hablar lo necesario, ni siquiera cuando estuvimos en la desocupada enfermería del colegio rompí el silencio que compartíamos. Fueron sólo unas cuantas palabras que se grabaron a fuego en mi memoria. Su nombre, Eustass Kid.

Luego de eso diré que ni siquiera yo entiendo muy bien cómo es que llegamos a lo que somos ahora. Todo lo que supe luego de tenerlo tan cerca aquella vez era que le necesitaba, que quería probar esos labios, que en ese momento estaban un poco manchados de sangre, que me moría por recorrer esos músculos que se marcaban tan bien bajo la camisa que vestía. Aquel día sólo intercambiamos nuestros nombres y él me agradeció antes de marcharse, yo me quedé un poco más en aquel solitario lugar, intentando controlar mi corazón. Después de eso hablamos algunas veces más, usualmente lejos de todos, hasta el momento en que nos besamos, hace casi un año. Supongo que simplemente fuimos ambos cediendo ante nuestros deseos, y todavía puedo recordar perfectamente cómo se sintieron sus labios sobre los míos, sus manos tomándome con fuerza, pero haciéndome sentir tan bien. Tal vez así es como se debe sentir besar a alguien, el sentir que tu corazón va a estallar, que todos tus nervios están alerta… supongo que así es como sabes que te has enamorado.

Y después simplemente fuimos uno, algunos días luego de eso, mientras él me sostenía contra la pared y yo ahogaba mis gemidos ante sus fuertes embestidas. Él mordía uno de mis hombros, intentando contener su propio placer, mientras con sus manos recorría mi anatomía. Yo enredaba mis piernas en sus caderas y él golpeaba cada vez más en ese punto que me hacía clavar mis uñas en su espalda. Le besé, fue mío por un corto tiempo, y desde entonces y hasta ahora yo he sido suyo, más por su voluntad que por mi propio querer, pero no voy a negar que también ansío por pertenecerle lejos de la manera en que hago ahora.

Ese día salimos un poco más tarde de lo usual del colegio, dijimos que sería la única vez que eso sucedería, pero yo entendí que no quería dejarle, y de una u otra manera él tampoco me soltó en cuanto separamos nuestros caminos al volver a casa.

Escucho mi celular sonar y me saca de mis pensamientos sobre el pasado. Cuando soy consciente de que de nuevo me he perdido en mis memorias lo tomo para leer el mensaje que ha llegado.

¿Cuántas malditas veces debo decirte que me escribas en cuanto llegues a casa?

Sonrío antes de comenzar a teclear una acostumbrada disculpa y a decirle a ese neurótico pelirrojo que he llegado bien. Es esta parte de él la que me hace dudar de lo que somos.

Sé que esto no es nada serio, porque nunca hemos hablado de ello, ni siquiera nos mostramos juntos frente a nadie. Pero sé que tampoco somos sólo encuentros casuales, pues no te preocupas por alguien que sólo es un rato en tu cama, no le pides que te avise si está bien, no le das prendas para que las vista, no demuestras celos de la manera en que él hace conmigo. Es en momentos así que me divido entre lo que siento. No voy a negarlo, cada que me habla me rompe un poco el corazón, pues yo quisiera ser más de lo que soy ahora, incluso cuando no he dicho nada; y la razón de ello es que tengo miedo, miedo de que esto termine, de romper lo poco que nos une, así que prefiero mantener esta situación si es la única forma en que puedo tenerle, en que su voz podrá arreglar las grietas que causa, en que sus escasos y discretos mimos me harán sentir dichoso por estar en esa oscura habitación del colegio o en su cama por las tardes.

Desde que iniciamos esto me ha quedado claro que yo soy suyo, y que, aunque nadie sepa lo que hacemos, nadie puede acercarse a mí, y suele vigilarme siempre, premiándome ocasionalmente por ser bueno y mantener mi distancia con todos, cosa que no me cuesta nada en absoluto pues soy solitario por naturaleza. Además ¿quién necesita a más personas cuando tienes a alguien como Eustass Kid? Pienso que realmente no hay individuo en el mundo que quiera tener cercanía con nadie más cuando puedes poseer a ese pelirrojo malhumorado, ese chico que parece haber sido moldeado por las manos de Dios.

Nadie sabe de lo nuestro, pero por alguna extraña razón los demás saben que no pueden acercarse a mí. Las violentas miradas que él suele dirigirme parecen ser una advertencia para todos, incluso cuando piensan que nos odiamos a muerte. Yo soy algo que no pueden mirar, mucho menos tocar. Mi dueño es ese adolescente con ojos de demonio que puede paralizar a cualquiera con solo hablar, ese al que yo quiero con todo lo que soy y que él nunca sabrá, pues si hay algo que odia son las muestras de afecto, además de las despedidas y de tener que hablar sobre sí mismo. Por eso soy yo quien llena los momentos en que estamos juntos, soy yo quien se esfuerza por hablar de cualquier cosa, pues a él le molesta que calle. Esto es lo que somos, una extraña mezcla que se ha mantenido durante tanto tiempo, él es el problemático chico del que me enamore, y por el que dejaría a todo el mundo.

Mi celular vuelve a sonar y no puedo contener una ligera risa antes de volver a tomarlo, pues usualmente él no suele contestar tan pronto, pero la sonrisa se me congela en los labios al darme cuenta de que no es mi pelirrojo quien escribe.

No he podido verte desde que hablamos, ¿estás bien?

Dejo el móvil a mi lado sin saber si debo contestar. El número al que pertenece aquel texto no está registrado, pero no tengo necesidad de ponerle un nombre en la agenda para saber de quién es.

Siento un poco de alivio al pensar que ese mensaje no llegó cuando aún estaba en casa de Kid, pues no sé cómo reaccionaría al saber que hay alguien más buscándome, incluso que me ha hecho una declaración de amor con todas sus letras. Sé que no es culpa mía, y que no he hecho nada para incitar esto, pero no quiero tener que dar explicaciones, aunque tampoco he encontrado la manera de deslindarme, porque no sé si quiero hacerlo.

Entre todas esas personas ajenas a mí hay alguien que no temió violar las barreras que me he esforzado por mantener, incluso antes de conocer a Kid. No sé si llamarle valiente o idiota, y no sé si dejarme llevar por su cariño o mantenerme firme en esta relación incierta. Mataría por que ese amor viniera del pelirrojo, que probablemente a esta hora está viendo televisión mientras bebe cerveza con alto contenido de alcohol, en vez de aquel peliverde.

Vuelvo a tomar el teléfono y me quedo mirando esas letras mientras un pequeño dolor me atraviesa. Unos cuantos momentos son suficientes para sostener un sueño, pero ¿y si dejar lo que quiero trae consigo algo mejor? Aunque siempre existe la posibilidad de que no sea así, y entonces sé que me arrepentiré de haber elegido cambiar lo que tengo.

Tecleo otra rápida respuesta, una evasiva para ganar más tiempo, para seguir debatiéndome, y por qué no, torturándome, mientras ruego por una señal, algo que me haga saber si hago bien al continuar con esta costumbre de caminar hacía Kid en cuanto me solicita.

Notas finales:

Okaaay... bueno creo que para esta historia actualizaré cada semana ^^ Realmente espero que les haya gustado el inicio de este fic corto y bueno, saben que sus comentarios siempre son bienvenidos

Mil besos y nos leemos luego :3


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