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Buenas intenciones por exerodri

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Notas del fanfic:

Antes que nada: muchas gracias por sus comentarios en mis otros fics!!! Lo aprecio mucho!

Notas del capitulo:

Hola gente ¿Cómo están? Yo aquí de nuevo, reapareciendo después de mucho. Me alegro de poder volver a tener tiempo (y vida) para escribir de nuevo, entre otras cosas. Aquí les traigo la continuación de "Mi suerte". Sinceramente desde que lo terminé de escribir principio de año, tuve varias ideas dando vueltas en mi cabeza para una posible continuación, pero la universidad no me dio tregua, solo para escribir "Pásame el hielo". Pero bueno, 9 meses después puedo traerles esto (no me carguen con los de los 9 meses XD)

Sinceramente estoy entre nervioso y ansioso de ver como se me dará este fic, por varias razones. Será la primera vez que escribo una historia donde los protagonistas ya son pareja, en mis otras historias siempre el relato empezaba con los personajes siendo solo amigos, o ni eso. Además será la primera vez que (más o menos) tengo diagramado el transcurrir de la trama, en las anteriores ocasiones escribía dejando que la imaginación del momento hiciera su trabajo. Además ya en febrero empezaré  a estudiar de nuevo, así que tal vez desde ese mes pueda actualizar apenas 1 vez al mes, cosa que no me agradaría pero el tiempo dirá.

Otra cosa... me di cuenta posiblemente en este fic haya más romanticismo y cosas de ese estilo, algo que no caracteriza mucho mis trabajos anteriores. No sé... son ciclos que uno vive jaja, intentaré buscar el equilibrio ideal para que no todo sea muy meloso o muy áspero. También habrá más lemon que en mis otros fic (tampoco será todo porno, aviso XD)

Bueno, empezamos con un capitulo introductorio, que sirve más que nada para entrelazar la historia anterior con la nueva.

Atensao: Recomiendo haber leído "Mi suerte", antes de meterte de lleno con esta historia, ya que hay muchos elementos de ese relato que se relacionan con lo que expondré aquí. Aquí dejo el link para que lo leas, si quieres: http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=164324 Recomiendo esto ya que muy posiblemente no entiendas varias cosas si decides leer este fic sin leer su antecesor, y no tendría gracia. Solo un consejo.    

Nada más que decir, espero que lo disfruten!!

Sus ojos paseaban inquietos entre los carteles de los colectivos que viajaban por la concurrida avenida.  Se desilusionaba e inquietaba cada vez más con cada colectivo que llegaba, se detenía y arrancaba para alejarse nuevamente. Ninguno era el que esperaba ver llegar.

- El 7 que dice “por calle central”, el 7 que dice “por calle central”…-se repetía por lo bajo, en un intento de invocarlo y hacer que apareciera entre el trafico aquel colectivo que cumpliese con esos requisitos.

Sentado en uno de los asientos de esa concurrida parada de ómnibus en el medio de la ciudad, movía su pies hacía delante y hacía atrás, ya que estos no tocaban el suelo. Eso solía pasar cuando estaba nervioso, el quedarse quieto le resultaba prácticamente imposible. Aunque a veces, como en este caso, no se daba cuenta de ello.

Sus ojos celestes estaban tan centrados en el tráfico, que nunca se dio cuenta que a su derecha, a tres asientos vacios de distancia de la parada de ómnibus, dos chicas no le habían sacado la vista de encima desde que llegaron al lugar.

Para las dos jovencitas, él era uno de los chicos más apuestos que habían visto en mucho tiempo, y si se las llegaba a apurar por una respuesta, posiblemente el más guapo que vieron en carne y hueso. No podían dejar de observarlo, había algo en su aspecto que simplemente las tenía idiotizadas.

Aquel chico llevaba puesto unas zapatillas de color negro y blanco, bastante simples, que hacían juego con su jean negro. Sus cabellos rubios eran cubiertos por la capucha de su sudadera azul marino, de estilo canguro. El gran bolsillo en el estomago de la prenda servía de refugio para sus manos en aquella soleada pero muy fresca tarde de sábado.

Las dos muchachas se desilusionaron al ver que el colectivo que tenían que tomar aparecía de entre el tráfico. El momento de abandonar el lugar había llegado. Antes de entrar a la unidad, las jóvenes giraron su cabeza para observar por última vez a aquel muchacho que las había eclipsado, sin siquiera darse cuenta.

Una de ellas tuvo la esperanza de que aquel chico le cruzase la mirada. Se le hizo ridículo, pero se imaginó que aquel muchacho podría regalarle una sonrisa espontanea antes de que se tuviera que ir. No supo de dónde sacó esa leve esperanza, aquel pensamiento le hizo retumbar el corazón a la vez que subía por detrás de su amiga al colectivo.

Pero nada de eso pasó. Las dos chicas subieron al ómnibus y se fueron. Aquel joven nunca se dio cuenta de sus existencias, solo se quedó mirando en la dirección al tráfico, con toda su atención en ello.

- El 7 que dice “por calle central”, el 7 que dice “por calle central”…- se murmuró a sí mismo mientras sus ojos claros inspeccionaban con avives cada colectivo que aparecía a la vista.

De repente, se levantó rápidamente del asiento de un salto, aun con sus manos en el bolsillo, cuando visualizó un colectivo que llevaba un gran 7 en la parte superior frontal. Sin que se diera cuenta se le dibujó una sonrisa, producto de la sorpresiva esperanza de que ese fuese el ómnibus que había esperado con tantas ansias. Pero tan veloz como apareció, esa sonrisa se difuminó al ver un pequeño cartel debajo del gran 7 que decía “Por calle Libertador”.

No, ese no era el colectivo que esperaba ver llegar. La unidad de la cual se bajaría Tai tenía que decir “Por calle central”, no “Por calle Libertador”. T.K se volvió a sentar resoplando.  Nuevamente sus pies empezaron a moverse en el aire de forma alternada para delante y para atrás, para delante y para atrás.

Era su último sábado de vacaciones de verano. Los nervios y las ansias inundaban su alma, en un remolino que le llegaba a ocupar cada rincón del cuerpo. Estaba alegre, pero a la vez preocupado. Aquella rara mezcla de emociones no era producto de tener que iniciar las clases nuevamente en dos días. Sino porque que sería la primera vez que se encontraría con Tai después de lo sucedido en el verano, más precisamente a finales de enero.

 

 

Luego de su separación, siguió en contacto con Tai mediante internet y el celular, pero nunca tuvo la oportunidad de volver a juntarse con él. La cantidad de hechos y circunstancias que le impidieron reencontrarse con el mayor fueron tantas, que por la mente de T.K llegó a pasar la idea de que el destino no quería que el reencuentro se produzca.

Para empezar, la estadía de Tai en la cabaña de su papá se prolongó unos 5 días más, ya que la familia que iba a hospedarse después de ellos tuvo un percance. Así, su padre les ofreció prolongar su estadía y la pareja Yagami no dudó en aceptarla.

Cuando el castaño menor volvió a su casa después de sus vacaciones, sus padres lo obligaron a estudiar como nunca lo había hecho para poder aprobar las materias que le habían quedado pendientes en las mesas de febrero. Por ende, dejar de lado su vida social por algún tiempo. A pesar de querer reunirse de nuevo con Tai y de saber que el castaño no tenía ningún problema en desobedecer a sus padres, T.K le pidió que no lo hiciera. Con el dolor de tener conciencia que tendría que esperar aún más, le pidió al oji-café que se esforzara y estudiase para liberarse de aquellas asignaturas pendientes. Más grande no pudo ser su alegría cuando el moreno le mandó un mensaje diciéndole que había aprobado luego de una semana entera de estudio.

Sin embargo, el reencuentro aun no fue posible. T.K y su hermano tuvieron que ir al pueblo donde vivía su abuela para asistirla, ya que esta se había fracturado un brazo y no podía hacer mucho esfuerzo por sí sola. Fueron dos semanas más de tortuosa espera, en las que el rubio tuvo que aguantárselas como pudo, saciando parcialmente las ganas de estar junto a Tai con mensajes  y llamados por celular (cosa que era difícil, ya que el lugar donde estaba era una zona rural y raramente tenia señal en su móvil)

Una vez estuvo de nuevo en la civilización, el destino atacó nuevamente con una gripe sobre el moreno. Fueron 4 días en los que la fiebre, los mocos, la tos y los estornudos no dejaron al castaño en paz ni un momento. Lo hubiese ido a visitar si no fuera que el propio oji-café le rogó que no lo hiciera por miedo a contagiarle. T.K no pudo evitar ruborizarse al escuchar de parte de Tai (en una llamada telefónica) que lo último que quería en la vida era hacer que él se sintiera mal de cualquier forma, y que se odiaría a sí mismo si le contagiaba su enfermedad.

Cuando la enfermedad de Tai ya estaba cediendo, T.K tuvo que volver a pedirle al cielo algo de paciencia ya que fue obligado a acompañar a su madre a visitar a un tío en una localidad lejana.

Su tío, pensando que le hacía un gran favor, había pedido expresamente que el blondo menor fuera para que le pudiera regalar toda la ropa que a su hijo mayor ya no le andaba. Ropa que al rubio le pareció horrible y estaba seguro que nunca la usaría en público, pero que por su educación la aceptó dando las gracias. Así, se sumaron 3 días más a la espera que tuvo que aguantar a duras penas.

 Quería verlo, necesitaba verlo.

 Luego, les siguió 1 día más, ya que una huelga de los empleados de transporte público inundó a la ciudad en un caos vial.

Pero todo eso había quedado atrás. Era un sábado soleado, pero anormalmente frio, a finales de febrero. El otoño se había adelantado como no lo había hecho en mucho tiempo, imponiendo sobre la región jornadas frescas y ventosas.

El día por fin había llegado. Ya no había ninguna excusa o razón para no juntarse, para no tener su “primera cita”.

 

 

-“Una cita”- dijo mentalmente el rubio sin dejar de ver hacía el trafico.

T.K nunca había tenido una cita en su vida. La piel se le ponía como de gallina al  pensar en experimentar algo desconocido. Era una situación en la que nunca se había encontrado antes. Pero aquello no era lo único.

Algunas dudas inundaban su mente al pensar en el reencuentro

¿Cómo será estar juntos de nuevo? ¿Será lo mismo, o solo fue una experiencia de verano?

Eran las preguntas que al rubio recurrentemente se le venían a la cabeza. Pero la que más miedo le daba eran las siguientes:

¿Sentirá Tai lo mismo que él? ¿O simplemente el castaño lo ve ahora como un amigo?

Se auto-planteó un horrible escenario.

¿Qué pasaría si Tai había perdido todo el interés en él y ahora solo lo quería como un amigo?

Se sentiría humillado, sin dudas, pero no sería nada comparado con el dolor que invadiría su alma si aquello fuese así. Había vivido todo ese tiempo lejos del moreno esperanzado de volver a sentirse de esa forma tan especial al estar en su compañía.

Estaba nervioso, y le costaba disimularlo, pero afortunadamente había algo que siempre le tranquilizaba, que le devolvía aquella sensación de estar de cierta forma con Tai, a pesar de no estarlo físicamente. Ese algo estaba atado a su muñeca izquierda. Sacó su mano del bolsillo central de su sudadera, exponiéndola a la fresca brisa, para poder verlo de nuevo. Lo había hecho varías veces durante aquel día.

Siempre te recordaré T.K”

Aquella frase seguía grabada en relieve en la chapita de metal de su pulsera. Había tenido que rearmarla casi desde cero, ya que las trenzas originales de esta se habían roto por la mala calidad. No era la pulsera más bonita del mundo pero eso no importaba, lo importante era el significado que ese simple accesorio representaba.

Al levantar su vista nuevamente, sus ojos celestes se volvieron a abrir como platos y detuvo el vaivén de sus pies. Un colectivo con un 7 grande y amarillo en el frente, y un pequeño cartel debajo que decía “Por calle central” ¡Ese era el colectivo que traería a Tai! El rubio se levantó como un resorte de nuevo. La inseguridad lo invadió, no sabía si acercarse a la acera o quedarse allí donde estaba. Decidió quedarse allí y observar.

El colectivo se detuvo en donde correspondía para la línea 7, y abrió la puerta delantera para que subiera la gente que esperaba abordarlo. Esta formó una fila y subió de manera ordenada al rodado, mecanizada como toda muchedumbre urbana.

Pero hubo algo que a T.K no le gustó. La puerta de atrás, que era por donde la gente descendía, se mantenía cerrada.

¿Pero cómo? ¿Nadie en ese bus se baja en esta parada? “Se preguntó a sí mismo, sin poder evitar sentirse preocupado.

Con sus manos dentro del bolsillo central de su sudadera, las yemas de sus dedos tocaban la leyenda grabada en la chapita de metal de su pulsera.

Lentamente movió sus vista hacía el suelo, suspirando. Pensó en darse media vuelta para volver a sentarse en el asiento de la parada y continuar esperando.

El ruido de la puerta trasera del colectivo abriéndose lo detuvo y le hizo levantar sus ojos celestes de nuevo. Contuvo la respiración al ver como las dos solapas de metal y vidrio se separaban. La puerta trasera se abría. Pasaron algunos eternos segundos en lo que nadie salió, sin embargo el blondo no cambió su postura expectante “¿Qué pasa? ¿Por qué nadie baja?”  Preguntó a los gritos el menor en su mente al no ver movimiento en la puerta ya abierta.

Luego de un par de segundos más, vio como por fin una anciana muy mayor, que parecía que en cualquier momento se quebraría en 50 partes, bajaba sosteniéndose de los barandales. Por detrás de ella bajó una señora con un niño de aproximadamente 6 años de edad.  Por último, un hombre adulto con saco y sombrero, hablando por teléfono. Aquel sujeto, que era bastante grandote, se quedó hablando por su móvil una vez sus pies tocaron el suelo.

Detrás de aquel tipo las puertas se cerraron.

“¿Nadie más?”

El 7 con cartel de “Por calle central” empezó a moverse, para tomar velocidad y unirse nuevamente al ferviente tráfico de la avenida.

T.K dio un suspiro, en tan solo 30 minutos se había ilusionado y desilusionado varías veces, ya no sabía en qué parte del pecho tenía el corazón de tantos sobresaltos en vano. Pero tan grande sería su sorpresa cuando aquel sujeto de sombrero empezó a caminar aun hablando por su celular. El gran tamaño del hombre de saco y sombrero lo había tapado por completo, dando la ilusión que nadie más se había bajado del ómnibus.

Pero no. Parado en la acera, Tai se sacaba los auriculares de los oídos para guardarlos en el bolsillo de su pantalón.

Estático y sin pensar en nada, aturdido por el deseo de correr hacía Tai pero con la rigidez dominándole el cuerpo, el ojiazul solo observó con asombro al moreno a la distancia. Vio como el castaño, con las manos en los bolsillos de su campera, movió su rostro de un lado al otro lentamente como si buscara a alguien con la vista. Una parte del cerebro del ojiazul pensó en levantar la mano, hacerle una seña para llamarle la atención entre tanta gente alrededor, pero simplemente solo se quedó así, paralizado.

Tai hizo una segunda pasada con la vista y lo vio.  A pesar de tenerlos tan lejos, los ojos marrones del mayor reflejaron sorpresa al toparse con los suyos, mientras su boca se entreabría levemente.

T.K no tenía manera de verse a sí mismo, pero supo de cierta forma que tenía la misma expresión que Tai en ese momento.

Se mantuvieron la vista fija sobre los ojos del otro, a pesar de la distancia. Un semáforo cercano cambió de luz roja a luz verde y de luz verde a luz roja de nuevo. Ninguno se movió. Tan solo se observaron con aquella expresión de contemplación absoluta. De repente, al mismo tiempo, ambos empezaron a caminar hacía el otro, aun viéndose fijamente, como si no hubiese nada más en el mundo que mirar. T.K sintió que no controlaba por completo su cuerpo. Él solo caminaba, nada más importaba.

Avanzó en línea recta y de forma lenta, sin preocuparse si alguien se interponía en su camino. Una especie de pasillo imaginario se había armado entre él y Tai, separándolos del resto del mundo. Acortaban la distancia, poseídos de cierta forma por esa extraña aura que se forjó entre sus miradas. Tal era así, que podría derrumbarse un edificio al otro lado de la calle por arte de magia y los dos adolecentes ni se inmutarían. No estaban para nadie ni nada, más que para ellos mismos.

Mientras caminaba hacía el moreno, sin sacar la vista de sus ojos, T.K se sacó la capucha que cubría su cabeza, dejando expuestos sus cabellos rubios.

Tai observaba fijamente el rostro de T.K, anonadado. Había conocido a T.K con el dorso de la nariz y la parte superior de las mejillas algo rojas, resultado de que el ojiazul haya estado expuesto por varios días al potente sol veraniego en la villa turística. Pero ahora, ese detalle en su rostro había desaparecido, la tonalidad de su piel era tan pareja como había sido siempre.

Cuando estuvieron a menos de un metro de distancia, se detuvieron.

Tai quedó frente a frente al rubio, sin decir ni una palabra, compartiendo la misma expresión que este llevaba en su rostro, como si todavía no cayese a la realidad. Viendo sus ojos celestes, se conectaba de cierta forma con el blondo. Aquel extraño sentimiento los unía y ensamblaban en una sola mente, sin necesidad de palabras. El castaño comprendió que compartían las ganas de lanzarse a los brazos del otro. Los invadía la necesidad de acortar por completo la distancia que los separaba y juntar sus labios con los del ojiazul en un beso completamente salvaje y alocado. Un beso que descargase todas las ganas y el deseo que se juntaron en casi un mes de espera.

Se estaba conteniendo de dejarse llevar por el impulso. Y así lo había planificado con el menor. Habían acordado con anterioridad que, hasta no sentirse listos, no demostrarían nada en público. Lo suyo era un secreto, algo que por el momento solo sabían y disfrutarían ellos dos.

T.K fue el primero en reaccionar estirando la mano para saludar. Tai, reaccionando y saliendo del trance, entendió el gesto y se la estrechó en un saludo juvenil y natural, como cualquier chico de su edad saludaría a un amigo. Se sonrieron mutuamente. El contacto fue tan placentero, que el moreno pensó que se le derretían los huesos. La felicidad lo abordó, lo desbordó. Pero al momento de soltarse las manos, se dio cuenta que no podía hacerlo. Sentir el contacto del blondo, ya sea por medio del saludo que estaban obligados a hacer para aparentar al frente de la gente, era demasiado para su joven corazón. Se dio cuenta que T.K tampoco podía soltarle. No quería separarse, no después de haber estado tanto tiempo separado del rubio. No podía soltarse así como así, las ganas de entregarse a la pasión era más fuertes.

Sin que pudiera aguantar más, con su mano derecha tomando la del ojiazul, lo acercó a él lenta pero firmemente, y con su brazo izquierdo lo rodeó en un abrazo. Al principio el menor se sorprendió, pero inmediatamente correspondió el abrazo haciendo lo mismo. El oji-café se desconcertó al darse cuenta de lo que había hecho sin pensarlo, pero el placer superaba la culpa de romper el trato. Se tranquilizó al darse cuenta todo parecía normal a la vista. Solo eran dos amigos que se saludaban con un abrazo, nada fuera de lugar. Todavía no habían pasado la barrera.  

Sabiendo que aquello era lo máximo que se podía acercar al blondo en ese momento, Tai cerró sus ojos para poder sentir con más intensidad el contacto. Como si todas las ganas y deseos de estar con el menor encontraran un descanso y una vía de escape. Muy leve y superficial, pero un descanso al fin. De algún modo, la presión acumulada cedió lentamente, aunque no por completo.

Las piernas del moreno temblaron. La suavidad del pelo de T.K contra su mejilla era embriagadora, percibió su aroma con concentración, dejándose caer en una oleada de bienestar. El retumbar de su corazón, que en conjunto con lo errática que se volvió su respiración le dio la impresión al castaño de estar perdiendo el control de sí. Pero no le importó. Si se perdía el control de su cuerpo, que se perdiera. El mundo podía perderse también, pero a él déjenlo allí con el ojiazul de esa forma, que no les molestasen.

Sonrió al sentir que el rubio apoyaba la cabeza en su pecho y se acurrucaba con lentitud, como si quisiera entrar en él y ser uno solo. Aquello le trajo a Tai diferentes recuerdos del verano, en donde había estado con el blondo entre brazos. Aquel momento era perfecto. Estar con T.K de nuevo era perfecto, volverlo a sentir era perfecto. Era como se lo había imaginado, y más inclusive, mucho más. Deliciosamente más intenso. Podría quedarse así por horas si se lo permitían…pero sabía que no podían.

En un leve momento de lucidez, el mayor se dio cuenta que aquel abrazo amistoso ya estaba perdiendo lo “normal” ante los muchos ojos que los rodeaban. Poco a poco cruzaban la barrera que habían pactado no cruzar. Empezaban a atraer miradas, y eso era algo que no querían en ese momento. Por muy a su pesar, Tai se separó lentamente del rubio, intentando recuperarse de esa avalancha de sensaciones que lo llevó por delante. Soltarle la mano fue lo más difícil, todavía luchaba por asimilar lo que significaba poder tocarlo de nuevo. Apenas había asimilado lo que era volver a verlo siquiera, o por lo menos eso creía. T.K se veía igual de afectado.

Cuando restableció el contacto visual con el blondo, Tai no pudo evitar sonreírle con algo de vergüenza por  haberse dejado llevar así de esa manera. Se alegró de ver en la mirada de T.K algo muy importante, muy significativo y motivador para el joven de 16 años. Veía alegría. Sus dudas y sus miedos, sobre lo que podía sentir, o mejor dicho “ya no” sentir el rubio, fueron totalmente despejados por esa invaluable mirada.

Todavía avergonzado, Tai miró directamente a los ojos claros del menor, y con una sonrisa que no pudo disimular mencionó la primera palabra:

-Hola.

Sabía que ya se habían dicho más que “hola” con el gesto de recién, pero de alguna forma había que empezar la conversación.

-Hola- le respondió T.K con una risa nerviosa, viéndolo a los ojos.

-Tanto tiempo- dijo, sin dejar de sonreír de manera confiada.

Aquella sonrisa hizo que el rubio desviase la mirada hacía un costado, totalmente sorprendido de lo que eso le hizo sentir en su pecho. No supo explicarlo, pero le gustó. Tai era la única persona que alguna vez le hizo sentir eso.

-Sí, es verdad- se limitó a responder T.K, sin dejar de sonreír.

Ninguno podía dejar de hacerlo, aunque quisieran. De igual manera, ninguno lo intentó.

-Y… ¿Adónde quieres ir?- preguntó el moreno, ahora observando la sonrisa del blondo. Simplemente le pareció perfecta.

-No sé… ¿Dónde quieres ir tú?

Tai se dio cuenta no habían planificado el qué harían, producto del torbellino mental que los azotaba hace varias horas. Aunque en el fondo de su ser sabía que lo importante era estar juntos de nuevo, lo demás era accesorio.

-¿Y si solo caminamos por la peatonal? De seguro algo se nos ocurrirá ¿No?- sugirió sin preocuparse mucho en realidad.

El rubio asintió con una sonrisa, demostrando que compartía su mismo pensamiento, no importaba realmente que hicieran. 

Así, los dos jóvenes empezaron a caminar por la peatonal, uno a la par del otro. Ambos se miraban de vez en cuando con complicidad, adornando sus caras con una sonrisa involuntaria pero sincera. A pesar de estar caminando algo distanciados, supieron que, de ser invisibles, estarían tomados de la mano. Sus sonrisas los delataban.

Los nervios iníciales fueron transformándose en conversaciones espontaneas y naturales con el correr de los minutos. Se olvidaron que iban caminando sin rumbo por la zona céntrica de la ciudad, jugando a ser solo amigos entre las personas.

T.K se sorprendió al ver la hora en su celular, el tiempo había pasado volando, y lo único que habían hecho fue conversar, a veces caminado sin rumbo por las peatonales, otras veces sentados en algún banco de las mismas. Sin embargo eso no le pareció para nada malo, nunca no hacer nada había sido tan placentero.

Lentamente el cielo se fue oscureciendo, a la vez que la temperatura decencia a medida que la luz del sol moría. Al pasar por frente de un cine, al castaño se le ocurrió la idea de entrar, pero la falta de películas interesantes en la cartelera le hizo desechar la idea. 

Finalmente, decidieron ir por unos helados. Ellos eran de ese tipo de gente que pensaba que se podía disfrutar de unos helados en un día frio como ese, no solo necesariamente cuando hacía calor.

Entraron a la heladería, extrañamente atiborrada de gente. Como no habían gastado nada de dinero hasta ese momento, pudieron darse el gusto de comprar de los helados más caros. Se sentaron en la única mesa que quedaba libre en el local, al  lado de la vidriera que daba a la calle.

-¿Que sabor pediste T.K?- le preguntó el oji-café al rubio, que lo tenía sentado al frente.

-Chocolate blanco y Banana Split-contestó dándole una lamida a su cono- ¿Y tú?

-Chocolate normal y vainilla- dijo Tai, intentando que el helado no se le escapara por los costados del cono de lo rápido que se le derretía- oye… ¿quieres probar?

T.K sonrió asintiendo. El moreno cargó la pequeña cuchara de plástico y se la acercó al rostro del ojiazul. Pero cuando este estuvo a punto de agarrar la cuchara, Tai exclamó:

-¡Se derrite, abre la boca!

El rubio, sorprendido por el alarmado pedido,  tomó a la pequeña cuchara de plástico entre sus labios para evitar que el helado se cayera de la cuchara y se desperdiciara, para luego retirarlos suavemente, dejando la cucharita limpia en la mano del mayor. El rostro del castaño cambió por completo. Un calor intenso y repentino se manifestó en su vientre, abajo del ombligo. Fue incapaz de reaccionar de alguna forma, mientras quedaba observando fijamente el rostro de T.K

-Está muy bueno- dijo sonriente el rubio, volviéndose a sentar correctamente- a pesar de ser caros, los helados aquí son muy buenos ¿No?

-Si…así es- contestó Tai de forma automática, distante, perdido en sus pensamientos.

El moreno se quedó estático varios segundos, observando fijamente el rostro del blondo. Recordaba lo apuesto que era, eso era algo imposible de olvidar. Lo que no recordaba era el efecto que tenía ese rostro sobre uno al tenerlo en frente, al poder verlo con sus propios ojos. Cada detalle de la cara del menor hipnotizaba a Tai: esos ojos azules claros, esa nariz, los pómulos, la barbilla pequeña, ese pelo rubio y lacio, que cubría armoniosamente parte de sus orejas. Todo parecía perfecto en él, y la gente alrededor se daba cuenta. Si, había notado como T.K robaba miradas mientras caminaba junto a él por la calle. Las chicas jóvenes, y también las no tan jóvenes, disminuían su marcha con tal de poder observar con disimulo a aquel muchacho rubio de ojos azules.

Es más, las chicas que caminaban por la acera de la heladería no pasaban sin posar sus ojos sobre el blondo, aunque fuese solo por un segundo.  

Tai se dio cuenta de ese detalle, cualquiera se hubiese dado cuenta. Cualquiera, menos el propio T.K. Eso era algo que sorprendía y fascinaba al moreno al mismo tiempo, el ojiazul parecía no darse cuenta de lo que hacía su aspecto a los demás. Como si no tuviera conciencia de su belleza, de la forma en que las demás personas lo miraban.

“Un ser tan bello, que parece que no sabe que lo es” pensó el castaño mientras sus labios dibujaban una sonrisa, todavía hipnotizado por el menor.

-Tai…Tai- le llamó la atención el blondo - ¿Por qué me miras así? ¿Tengo helado en la cara?- sin esperar una respuesta, T.K se pasó una servilleta por el rostro por si había acertado.

-¿Ah? ¡No!... No…- respondió Tai sorprendido, saliendo de aquel mini-trance-…No es nada.  

-Se te está derritiendo el helado- le hizo notar el rubio, sin dejar de disfrutar el suyo-harás un verdadero enchastre- rió.

Tai apresuró en lamer las orillas de su cono, para evitar que lo que dijo el rubio se hiciera verdad.

En las afueras de la heladería, la oscuridad empezaba a ser combatida por los faroles de las peatonales, que poco a poco despertaban de su sueño diurno.

Tai se tomó un tiempo para darse cuenta de lo feliz que era de estar allí con T.K, y se lamentó que el destino no hubiese permitido que se juntaran antes. No había pasado un solo día que no hubiera pensado en el rubio desde la última vez que lo vio. Algunas veces se sorprendió a si mismo pensando en el ojiazul, en su sonrisa, en su cálida persona. Lo había extrañado, y mucho. Cuando tenía tiempo, cerraba los ojos y revivía en su cabeza los pocos, pero sentidos besos que se habían dado en el verano. Recordaba cada uno con reverencial cariño.

Hace un par de meses jamás se le había pasado por la mente estar así de embobado por alguien de su mismo sexo. Y si alguien le hubiese predicho el futuro, él no se lo hubiera creído, es más, se hubiera reído. Aquello era una realidad muy distante para él, algo que lo veía años luz de distancia  o en otra dimensión paralela (si es que estas existían). Pero en ese verano había aprendido a nunca dar nada por imposible y nunca cerrar las posibilidades a algo. Si, T.K era un chico, pero eso no importaba, se sentía en el cielo cuando estaba con él.

-Y dime… ¿Qué hiciste en la cabaña después que me fuera?- le preguntó el ojiazul, mientras le daba unas últimas lamidas a su helado.

-Y nada interesante, como estaba lastimado no me daban muchas ganas de ir por allí, mucho menos usar la bicicleta- contestó Tai, apresurándose a lamer su cono ya que su helado se derretía rápidamente.

En ese momento, el oji-café recordó lo que había sucedido ese día en que se separaron, algo que no se lo había contado a nadie. Recordó cuando vio al rubio subirse al auto con su padre y se alejó lentamente hasta perderse de vista. Él se quedó allí, parado al lado del camino, sabiendo que lo único que podía hacer era ver como se alejaba lo que no quería que se alejase. Cuando el auto desapareció de su visión, sus ojos se humedecieron rápidamente, sorprendiéndolo. No lo vio venir, solo ocurrió. Se refregó velozmente los ojos para quitarse aquella triste humedad y evitar que se transformara en tímidas lágrimas que rodasen por su mejilla. Su padre al darse cuenta de aquello le preguntó que le ocurría. El moreno menor le atribuyó la culpa al dolor de la herida en la pierna y se introdujo (tan rápido como pudo, ya que aun rengueaba un poco) en la cabaña.

-Oye, Hiroaki encontró las cartas con los que estábamos jugando antes de ir a la granja de tu “novio”- dijo el castaño como para cambiar de tema.

-Ben no es mi novio, tarado, es solo un amigo- contestó enojado el menor, pero el enojo se esfumó dejando paso a la preocupación- ¿Mi papá encontró esas cartas? ¿Te dijo algo?

-Ah nada importante, no te asustes- contestó el moreno sonriendo- antes de que se vayan, solo me dijo que no era correcto que tuviese esa clase de naipes y que tenía que ser más cuidadoso en donde los dejaba.

-Ah bueno jeje, pensé que había enojado o algo así- comentó T.K más tranquilo- recuerda que nunca terminamos ese juego, me acuerdo que yo iba ganando.

-Mentira, yo iba ganando- dijo Tai, levantando una ceja.

-No, yo iba ganando.

-Mmm, habrá que empezar  el juego de nuevo algún día- suspiró Tai resignado al notar la testarudez en la mirada azul del menor.

De repente, el recuerdo de ese juego de cartas jamás acabado le trajo un recuerdo nunca olvidado a su cabeza que le hizo sonreír.

-Lo que sí recuerdo bien fue lo que hicimos al volver del accidentado viaje a la granja ¿Lo recuerdas?- le dijo al blondo, con un tono sugerente, viéndolo directamente a los ojos mientras dejaba el ya vacio cono sobre la mesa.

-Sí, curarte la pierna ya que, como cabeza hueca que eres, te metiste al riachuelo y te lastimaste con el alambre de púas- le contestó el menor, también dejando el cono vacio a la par del de Tai.

-No…bueno si…- el moreno no pudo evitar reír al ver que T.K no había pillado a lo que se refería en verdad- …me refiero a lo que hicimos después de eso.

Tai amplió su sonrisa al ver al rubio reaccionar con un gesto de sorpresa y tomar color rápidamente. Si, ahora T.K sabía a lo que se refería.

Como si lo disfrutara, el castaño vio como la mirada celeste del menor empezaba a esquivarle. Tuvo la seguridad que T.K pensaba en lo mismo que él, pero quería escucharlo de sus propios labios. Sin dejar de sonreír, por debajo de la mesa Tai le acarició la pantorrilla con su pie.

-¿Ah? ¿Lo recuerdas?- preguntó nuevamente, en sus ojos seguramente veía la picardía desbordada.

-Si… ¿Cómo olvidarlo?- le contestó el blondo, levantando la mirada.

La más tímida de las sonrisas se hizo presente en el rostro del ojiazul, adornado por el sonrojo.

Tai solo se sumergió en aquella bella imagen. Otra vez se vio obligado a observar ese rostro, atrapado por su belleza. El ver cómo reaccionó T.K a aquel recuerdo le llenó de goce. Recuerdo el cual el moreno guardaba con mucho cariño: aquella demostración de afecto, tumbados en el sillón al frente de la chimenea.

El castaño se preguntó muchas veces que hubiese pasado si sus padres no hubiesen llegado en ese momento. Muchas noches fantaseó con aquella idea y, de alguna manera, sabía que T.K también lo había hecho.  

-Y dime ¿también recuerdas lo que pasó en la última noche?- continuó ahondando en los deliciosos recuerdos de aquella semana, curioso de cómo reaccionaría el menor.

El ojiazul no pudo contestar con algo más que una cara de sorpresa y esquivando la mirada nuevamente. Tai vio como el menor rápidamente se estiró la sudadera con una mano tapándose el regazo. ¿Acaso se estaba tapando una posible erección? Se preguntó el moreno, que no podía verle esa zona del blondo: la mesa le estorbaba. Igual, le gustó imaginarse que estaba en lo correcto. Tai solo le observó sonriente, encantado de ver aquella reacción en la cara del rubio.

-Recuerdo muy bien lo que pasó esa noche T.K… -mencionó el castaño de manera tranquila, al ver que el ojiazul no era capaz de contestar, al menos no con palabras- ...sabes, me sorprendiste esa noche, aunque sabía que detrás de esa fachada de angelito se escondía un lado pervertido.

-¡¿Qué?! ¡Si tú fuiste el que me tocó!- le exclamó el rubio levantando la voz, sus ojos claros le contrastaban de manera endiablada con su cara roja.

El ojiazul quedó estático al darse cuenta que había subido su voz lo suficiente para que una señora que pasaba al lado de la mesa se le quedara mirando, extrañada y confundida. El blondo solo desvió su mirada hacía el ventanal a su derecha, rezando para que la señora siguiera su camino y se fuera con ella la vergüenza que le invadía.

- Estas rojísimo- se burló el moreno una vez la señora se fue.

-¡No es cierto!- rabió T.K frunciendo el seño.

-Como un tomate.

-Si serás idiota…- le dijo el ojiazul viendo hacía un costado.

Tai vio encantado aquella cara de enojo.

-Si vieras tu cara ahora - el castaño rió con más empeño, borrando de sus pensamientos a las demás personas de la heladería.

Mientras él reía, vio como T.K giró su cabeza hacía un costado, simulando estar enojado. Sin embargo, luego de un par de segundos, este empezó a forzar a sus labios para evitar que se reflejara una sonrisa. La resistencia del blondo fue bajando, y la sonrisa no tardó en aparecer. Esa sonrisa se transformó en una risa suave, para después reír a carcajadas junto con el castaño.  

Era como si la risa de uno lo impulsara a reír al otro, y viceversa, en una retroalimentación sin sentido pero alegre.

De repente, Tai enserió su rostro como si alguien hubiese presionado un botón “Parar de reír” y fijó su mirada sobre la mano izquierda del blondo.

-¿Tai? ¿Qué pasa?- escuchó que le preguntó el menor al ver el brusco cambio en su cara.

Sin contestarle, el moreno se estiró lo necesario sobre la mesa para tomar el brazo izquierdo del rubio, subiéndole la manga del buzo.

-Aun… la tienes- la voz le salió echa un hilo.

Sus ojos marrones miraron fijamente la pulsera que adornaba la muñeca izquierda del rubio, con la chapita donde había hecho grabar la leyenda hace un mes atrás.

-Por supuesto que sí, fue un regalo tuyo.

Su corazón dio un vuelco al ver que el ojiazul todavía conservaba ese pequeño y humilde obsequio. Sinceramente, no creyó que el menor la fuese a seguir usando. Nunca se alegró tanto de estar equivocado.

T.K metió su mano en el bolsillo central que llevaba en el estomago de su sudadera.

-Eso me hace acordar…- mencionó el blondo inseguro-…tengo algo para ti- dijo mientras sacaba una pequeña cajita de su bolsillo.

-No me digas que…- dijo el mayor, entre confundido y curioso, echándose para atrás en su asiento.

-Si…

-No debiste…no debiste gastar.

-Igual ya lo hice, además, quiero regalártelo- contestó T.K, ofreciéndole la simple cajita de cartón, un poco más grande que un cubo de hielo- tu me regalaste esta pulsera, pero yo no tuve la oportunidad de regalarte nada, quería recompensártelo.

Sintiéndose increíblemente extraño y desorientado, Tai tomó la caja y se le quedó mirando fijamente. Los papeles habían cambiado. Ahora él era el sonrojado, no se lo había esperado en lo más mínimo. Había recibido regalos de chicas con las que salió en el pasado, pero nunca había sentido el inimaginable pavor de ese momento.  

-No sé qué decir…lo abriré en mi casa- se apresuró en decir el castaño, guardándose la cajita en el bolsillo de la campera.

-¡No! Quiero ver tu expresión al ver que es.

Justamente eso era lo que Tai no quería. No sabía cómo podría reaccionar, y eso le incomodaba. Todavía no conocía en su totalidad lo que ese chico podía hacerle a su cerebro, pero sabía que todavía había mucho que experimentar.

Sin poder negársele al pedido del ojiazul, Tai abrió la cajita con más vergüenza que ansiedad. Atónito, sacó el presente de la diminuta cajita de cartón para poder verlo mejor. Era una cadenita, con el escudo del equipo de futbol al cual amaba, hecho con algún tipo de metal el cual el moreno no supo reconocer pero eso no importaba. No podía dejar de contemplar aquel presente, aquel escudo, con sus colores azules y dorados. Era un maravilloso obsequio, inmejorable.

-T.K…yo… no sé qué decir…- balbuceó, todavía sin poder creer lo que tenía en las manos-…no debiste.

-Espera, fíjate detrás del escudo- pidió el rubio, visiblemente feliz de su reacción.

El castaño no entendió y miró confundido a T.K a los ojos, el regalo había ralentizado su cerebro. Se fijó como le había pedido el menor. En la cara trasera del escudo, que era lisa y del color natural del metal, se leía en relieve:

Te recuerdo a cada momento, Tai

Tai pensó que se había equivocado nuevamente, ahora sí que era un presente inmejorable. No pudo hacer otra cosa que sonreír, a la vez que volvía su vista a los ojos celestes del muchacho de 14 años que tenía en frente. Ese era sin dudas el mejor regalo que le habían dado en su vida, estaba seguro.

Con una sonrisa que le nacía del fondo de su ser, se ató la cadenita al cuello, sin desviar la mirada de la de T.K. Una vez con el escudo colgando de su cuello, Tai sintió un impulso loco.

El moreno estuvo a punto de estirar su brazo y tomar de la mano al menor, pero justo en ese momento, una chica joven que pasaba al lado de la mesa se tropezó cayendo al suelo.  Todas las miradas se concentraron hacía donde estaban ellos. Mientras las demás personas de la heladería ayudaban a la avergonzada chica a levantarse, Tai no ocultó un resoplo de frustración. Ahora todo el mundo veía hacía allí, y eso no era propicio para lo que quería hacer. Se le ocurrió otra idea, dispuesto a no dejarse vencer. Sonriente, estiró su brazo en dirección al rubio, pero esta vez por debajo de la mesa. T.K al ver eso, entendió la idea e hizo lo mismo. Por debajo de la mesa, se tomaron la mano, entrelazando sus dedos entre sí. Se vieron a los ojos, felices de poder sentir el contacto del otro, aunque fuese así de esa forma. Una parte de ellos lo necesitaba.

-Gracias.

-De nada.

...

 

Llegaba el momento de irse. Eran aproximadamente las 21:30HS, y ambos jóvenes habían indicado en sus hogares que volverían para el momento de la cena, aunque en realidad quisieran quedarse juntos más tiempo, mucho más tiempo.

-Me voy al baño antes que nos vayamos- dijo T.K levantándose del asiento.

-Te acompaño, yo también necesito ir.

Así, ambos muchachos fueron al baño de caballeros juntos.

Mientras se lavaba las manos después de hacer sus necesidades fisiológicas, los dos chicos miraron su reflejo en el gran espejo que tenían en frente suyo.

-T.K- mencionó Tai- nos saquemos una foto juntos, es una buena oportunidad- pidió entusiasta mientras se secaba, todavía viéndose en el inmaculado espejo.

El moreno tenía razón. Era una buena oportunidad para tener una foto en la que aparecieran los dos juntos. Durante el verano no se habían sacado ni una, cosa el rubio lamentó en los momentos en que extrañaba a Tai durante esos interminables días de espera.

T.K sacó su celular y lo puso en modo cámara. Tai pasó el brazo izquierdo sobre sus hombros y se acercó un poco más. El menor apuntó la cámara del celular al espejo. Su pulso no era el mejor, pero logró enfocar y mantener la imagen estable. Sonrió hacía el espejo al igual que el castaño, la iluminación era perfecta.

-Espera un momento…- dijo el moreno, sacando su nueva cadenita por sobre la ropa para que fuese visible, colgando de su cuello.

Después de tocar en medio de la pantalla del celular para que tomase la foto, T.K volvió a tomar otra por las dudas.

-Vaya, salimos muy bien- dijo el ojiazul viendo la fotografía- ¿Quieres que te la pase?

No obtuvo ninguna respuesta, por lo menos no verbal. Tai, con el brazo que tenía alrededor de sus hombros, le hizo girar 90 grados para poder estar frente a frente. De manera firme pero a la vez delicada, le hizo dar unos pasos hacia atrás haciendo que su espalda tocase la pared, encerrándolo con su cuerpo. Sorprendido, T.K  levantó su vista. Pudo ver en aquellos ojos marrones la pasión, el deseo desmedido. Fugazmente sintió nervios, pero, sin dejar de mirar esos ojos, comprendió que la soledad de ese baño les daba permiso de dejarse llevar, siquiera por un corto momento.

Aquellos ojos de  chocolate le hipnotizaron de tal manera, que no se dio cuenta de cada vez se acercaban más y más. Su corazón saltó como un niño adentro de su pecho. Cuando el rostro de Tai estuvo a tan solo unos centímetros, cerró sus ojos.

Al sentir los labios de Tai apoyarse suavemente sobre los suyos, T.K sintió que su cerebro se apagaba y otra entidad tomaba el control. Todavía inexperto en la cuestión, imitó los movimientos que el mayor hacía con sus labios. No tuvo miedo al sentir la lengua del castaño adentrarse en su boca y jugar con la suya, pero si le fue extraño. Deliciosamente extraño, algo nuevo y encantadoramente diferente. Deseó más.

Los labios del oji-café se separaron de su boca y lentamente viajaron por su cuello. El rubio no pudo creer lo bien que se sentía. Levantó su rostro en dirección al techo, con la respiración agitada. Se dio cuenta que involuntariamente estaba doblando los dedos de sus pies. El éxtasis era demasiado. ¿Acaso los besos en el cuello eran su debilidad?

T.K giró de manera lenta su rostro hacía su izquierda y entre abrió los ojos, viendo su propio reflejo en el espejo. Se sorprendió al ver que el chico rubio que le devolvía la mirada, con la respiración irregular, tenía la parte media de su rostro roja. Era un rostro que derrochaba lujuria por todos lados, pero no le importó.

Tai fue subiendo sus besos y suaves mordiscos por ese delicioso cuello. Giró la vista hacía el espejo y apoyó su mejilla con la del rubio.

- Me gusta cómo nos vemos- sonrió el mayor viendo el reflejo de ambos- ¿Por qué no tomas más fotos?

El ojiazul, que se había olvidado que todavía tenía el celular en la mano y con la cámara encendida, apuntó la lente al espejo, mientras Tai volvía a ocuparse de llenar su cuello de besos. Como pudo, ya que no podía quedarse quieto por lo que le provocaba las atenciones del moreno, presionó el medio de la pantalla para que se tomasen las fotografías. El castaño volvió a arremeter contra su boca. Mientras los labios del mayor le hacían sentir en el mismo cielo, T.K continuó tocando con su dedo el medio de la pantalla del celular, apuntándolo hacía el espejo. Lo hacía a ciegas, ya que toda su atención era presa de lo que el moreno hacía. Si se tomaban las fotos bien, si no…bien también ¿A quién le importaba?

Guardó su celular torpemente en su bolsillo y, como si la vergüenza se hubiese esfumado completamente, rodeó la cintura de Tai con sus brazos. Ya totalmente inmerso en ese torbellino de placer, pegó la cintura del castaño con la suya.

Parecía que el placer no tenía fin, pero se equivocó.

La puerta del baño se abrió con una fuerza explosiva. El sonido del golpe de la madera contra la pared retumbó en todo el cuarto tan fuerte, que pareció no tener fin.  Inmediatamente, entre asustado y sorprendido, Tai se separó de T.K y giró sobre si hacia el lavamanos, haciendo la mímica de estar higienizándose.

T.K sin perder tiempo hizo lo mismo, a pesar que lo había hecho hace 5 minutos. ¿Las personas que entraron llegaron a verlos besándose? ¿Qué estarán pensando? No se animó a levantar su rostro y verle las caras a los que acababan de entrar. No se sorprendería si al hacerlo se encontraba con ojos llenos de enojo y culpabilizadores. Pero no fue así.

Los que entraron al baño fueron dos sujetos, altos como la puerta y obsesos como solo ellos podían ser, discutiendo a los gritos sobre algo que los dos menores no pudieron comprender. Los dos adolecentes suspiraron aliviados al notar que habían pasado inadvertidos. Es más, los dos adultos discutían con tanto ímpetu, que hacían creer ni siquiera se habían percatado de que no estaban solos en ese baño.

Aprovechando la invisibilidad que parecían gozar, Tai le hizo seña a T.K para irse. A este le pareció una buena idea, ya que la discusión de los dos hombres proseguía con cada vez con más agresividad. No quería quedar atrapado allí si esos dos orangutanes empezaban a pelear. Se retiraron en silencio, dejando a los dos sujetos discutiendo adentro del baño.

Para cuando salieron de la heladería a la calle, un gélido viento hacía recordar a la gente que el otoño se acercaba. Pero el rubio no notó el brusco descenso de la temperatura ya que lo ocurrido hace menos de dos minutos en el baño le ocupaba todos los pensamientos. Por la cara de Tai, parecía pasarle lo mismo.

Caminaron hasta la parada de ómnibus donde T.K tendría que tomar el colectivo, y en donde también había parada para la línea que llevaba a Tai a su casa. Apenas llegaron, pudieron ver como el colectivo el cual T.K tendría que tomar para volver a la casa de su padre (ya que era sábado) se acercaba entre el trafico.

-La pasé muy bien, T.K- le dijo el castaño sonriendo.

-Yo también…- contestó el menor devolviendo la sonrisa, sin embargo, sintió las ganas de preguntarle algo al moreno, algo que quizás no era necesario aclarar, pero que debía hacerlo de todos modos- Tai… ¿Esto fue una… cita?

El mayor lo miró con cariñosa sorpresa.

-Si tu quieres que así sea…-le contestó de forma calmada, viéndolo a los ojos.

A T.K le tomó por sorpresa esa respuesta. Él nunca había tenido una cita, no sabía cómo eran, y a pesar de haberse imaginado algunas veces en una, eso siempre fue algo ajeno a sus pensamientos. Sin embargo, lo de ese día  había sido muy especial, mejor que lo que se hubiese imaginado.

-Sí, quiero que así sea- mencionó de forma segura, para felicidad del castaño.

-¿Cuándo podremos vernos de nuevo? El lunes ya comienzan las clases…que fastidio.

-Mañana podría- contestó el menor de manera automática, para su propia sorpresa.

- Genial, ya que es domingo podríamos ir al parque, donde podremos estar más aislados de los demás- le dijo Tai, a la vez que el colectivo se detenía al frente suyo.

Los dos jóvenes se miraron, sabiendo que tenían que despedirse.

Tai miró el rostro de T.K de forma detenida, sintiendo ganas de volver a besarlo con bravura. Aquellos labios le llamaban. Pero supo que tenía que controlarse, así lo habían pactado y respetaría eso. Si no fuera por la gente que los rodeaba en aquella parada, y la gente que podía verlos desde adentro del ómnibus, lo haría, estaba seguro.

Consiente que debía disimular, le dio un abrazo al menor, no por eso poco sentido. El hecho de volver a separarse le pesaba en el alma, a pesar de saber que al otro día se volverían a juntar.

Una vez se separó de él, el rubio caminó hacía la entrada del colectivo antes de que este arrancara de nuevo.

-Mándame un mensaje cuando llegues a tu casa- dijo Tai a la distancia elevando la voz.

-¡Tu también!- le contestó el blondo girando su cabeza rápidamente, mientras seguía caminando de forma apresurada a la entrada del vehículo.

-¡Y no te olvides de pasarme las fotos!

-Lo haré- dijo T.K, antes de subir al rodado y abonar su boleto.

El ojiazul se sentó al lado de la ventana donde podía ver a Tai. Le saludó con la mano dándose cuenta que así finalizaba su tan ansiada "cita", mientras el ómnibus empezaba a moverse.

Tai por su parte le devolvió el saludo, a la vez que lo seguía con su vista. Cuando el vehículo se alejó lo suficiente, guardó su mano en el bolsillo de su campera para resguardarla del viento que no paraba de soplar.

Un pensamiento se hizo presente en la cabeza de los dos muchachos. En la cabeza de Tai, que quedó allí parado a la espera de su colectivo, y en la cabeza de T.K, que se acomodaba en el asiento del rodado mientras se volvía a cubrir el cabello con la capucha del buzo, inmerso en sus pensamientos, con su vista perdida en ningún punto en especial.

Un pensamiento que apareció al mismo tiempo en la mente de los dos chicos, haciéndolos sonreír:

Si, esto puede funcionar”

Notas finales:

Bueno, hasta el primer capítulo, que hace de introducción. Como verán, más que nada sirve para enlazar las dos historias. En el cap siguiente empieza a rodar la trama. Ya saben lo que siempre pido... jaja, los invito a comentar, a decir lo que les gustó, lo que no les gustó, a dar su opinión, a dar ideas. Me encanta contestar sus comentarios y sus mensajes privados. Siempre les agradezco por eso. Intentaré actualizar como siempre lo intenté, una vez por semana, generalmente los fines de semana. Sin embargo, como ya puse arriba, en febrero puede ser que esa modalidad cambie. Se vienen tiempos oscuros D: re dramático jaja

Les dejo el link de la canción que me inspiró de cierta forma la escena del baño (en realidad solo el estribillo) por si desean escucharla. https://www.youtube.com/watch?v=p1lDYopFWJM

Bueno, nada, espero que les haya gustado. Escucho sugerencias y criticas. Hasta pronto!!!


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