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Insuficiencia por Vampire White Du Schiffer

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+ : : Capítulo II : : +

Mokuba dijo que Joey Wheeler no le parecía mal tipo. También alguna manifestación parecida respecto a Yugi Moto y su grupo de mequetrefes, sin embargo a partir de regresar a Ciudad D y saber que el perro también albergaba un sentimiento incondicional por su hermana explicó en qué se basó para tal declaración.

A partir de ese día mi pequeño hermano se tornó insistente.

–Creo que sería bueno que abrieras un poco más tu corazón y tener amigos.

–Es innecesario –murmuré por respuesta mientras seguía ajustando detalles en el nuevo programa que despuntaría en la compañía.

–Hermano –respiró con cansancio –. Soy el único que conoce lo que realmente puedes brindar. No eres un príncipe del hielo o cosa parecida, me gustaría ver que alguien más sea testigo de eso.

–Protegerte. Recuperar el título de Campeón del Duelo de Monstruos, perfeccionar una corporación. Son las únicas metas en mi vida, y tú quieres que pierda el tiempo con alguien más –por un momento ese desprendimiento causó gracia, especialmente porque empecé a percibir que a Mokuba le cansaba escucharme respecto al tema.

–Si conocieras a alguien con tus mismas metas –soltó, después guardó silencio, reflexionando.

–¿Una brillante idea? –me recliné y coloqué la mano sobre su cabeza –. Desde el inicio hemos estado solos contra el mundo, ¿por qué te empeñas tanto en cambiar eso?

–No siempre estaremos juntos –repuso en medio de un fruncimiento de labios. – Sé que existe una persona que pueda alcanzar tu corazón, hermano, sólo tienes que abrir los ojos, por eso me gustaría verte feliz con alguien a tu lado, antes de que yo tome mi camino.

Yo me sentí sorprendido por su determinación.

 

 

Ese no sería el único episodio que me colocara en suspenso. Mokuba ha crecido lo suficiente como para encabezar sus propios planes hasta incluso oponerse a lo que yo dictamino. Entre ellos está que una noche después de regresar del trabajo me enteré que Wheeler lo había visitado durante la tarde.

–¿Qué significa? –le cuestioné.

–Bueno, el que no quieras tener amigos no significa que yo no haya formado unos cuantos –se encogió de hombros –, mañana vendrá Yugi –al pequeño inescrupuloso le pareció graciosa mi cara de enojo.

–No creo que te aporte interés–me desprendí de la gabardina blanca sobre la silla.

–¿Sabías que Joey es diferente cuando sonríe? Existe un brillo especial cuando habla de sus seres queridos, y es tan terco como tú cuando se trata de protegerlos. –sonrió, retirándose a dormir.

Yo posé el nudillo de mi índice sobre los labios. Encendí el computador y allí estaba. Sabía que Mokuba había grabado la conversación con el perro ocurrida en este despacho, por algo aquí se habían reunido.

Hacía tiempo que había descubierto un gusto por molestar a ese grupo de pandilleros, especialmente al rubio que siempre me plantaba cara, quizá fue ello lo que llevó a Mokuba a conclusiones erróneas, como sea que fuere, el contexto Joey sin estar yo enfrente fue totalmente diferente a lo que esperaba.

Sonreía, su ceño no estaba fruncido, aducía con emoción. Conocí un rostro que muestra a todos…

Menos a mí.

 

 

Tengo poco tiempo para desperdiciar, especialmente tan cerca de cierto evento en el que tengo puestas las garras: un torneo que se celebraría dentro de dos meses. Por supuesto que sería con mis reglas y con mis nuevos dispositivos. El plan era retomar mi título de campeón.

Sin darme cuenta, porque en aquél entonces no podía representar peligro alguno, escuché cada sesión de ambos conversando sobre trivialidades. Lo hacía mientras continuaba con el trabajo en casa, sólo cuando ellos jugaban partidos amistosos prestaba dos o tres vistazos.

El rubio empecinado en sonreír cuando no me ve.

Entonces, a partir de una fecha, Mokuba empezó a mencionarme en las conversaciones, de pasada; poco a poco aumentó el índice de ocasiones en que mi nombre y acciones relucían. Wheeler al principio se mostró incómodo, yo no era tan idiota como para pasar por alto el intento de mi hermano menor: quiere venderme.

Todo cambió en la maldita hora en que ese donnadie preguntó por mí, sin que nadie interviniera. Mentiría si dijera que eso no generó desconcierto.

 

 

Me deshice de todo pendiente por una tarde, así que arribé al tiempo en que Wheeler y Mokuba se entretenían en un videojuego. El rubio de inmediato se tensó e intentó emprender retirada. Yo fingí no verlo, tomando camino a mi recamara donde también tenía lista la pantalla para captar las reacciones.

Lo mejor será irme –se incorporó y tomó su chamarra.

¿Te molestó Seto?

No, claro que no –dijo con desgano –. Ni siquiera me miró –arrugó la frente –, tu hermano podrá ser todo lo tierno que quieras, pero sólo contigo. Así está bien, si fuera amable o amistoso con todos daría más miedo… y dejaría de ser especial –se detuvo.

Dale la oportunidad.

Dudo que él la quiera –río –, además, ¿qué podría ofrecer a alguien que lo tiene todo?

 

 

Esa pregunta desgració mi balanza por unos segundos. No existe cosa que no tenga, cierto, entonces no debería frustrarme sino se porta amistoso conmigo. Es inferior a mí…

 

Dediqué demasiados días intentando encontrar una razón suficiente para tener al inútil en mis pensamientos y a pesar de no hallarla al final del día recurría a sus conversaciones con Mokuba con morboso interés.

Entonces, para empujarme a intervenir tuvo que existir otro factor que está por demás describirlo. Mi hermanito también invitó a otro despreciable a nuestra casa, el maniático de los dados, Duke Devlin. Por ser esta reunión en fin de semana yo aguardaba en mi habitación, sin embargo, verlos llegar juntos fue más de lo que pude soportar. Bajé las escaleras y atravesé el despacho sin detenerme en nadie hasta que Mokuba se incorporó en un salto.

–Hermano, ¿qué sucede?

–Quiero que pares con estas reunioncitas estúpidas, ahora mismo –dije, notando como los otros dos también se ponían de pie, incómodos por tan improvisada aparición.

–¿Estabas aquí? –inquirió el hippie con aire divertido –. Creí que habías dicho que no había Moros en la costa –miró a atrás de mi buscando a Mokuba.

–También es mi casa –gruñó.

–No estábamos haciendo nada ilegal –habló Wheeler.

–Primordialmente tú, ¿Qué pretendes? –pregunté.

–¿A qué te refieres?

–Viniendo todas las malditas tardes a mi casa a soltar estupideces sobre la amistad…

Eso sirvió para que volteara a mirar a Mokuba con aire sorprendido y, al segundo siguiente, apuntarme con enojo.

–¿Estuviste espiándonos todo este tiempo? ¡¿Qué clase de enfermo eres?!

–¿De qué estás hablando? Yo no lo planeé ¿Crees que alguien como yo podría prestar interés a un estúpido como tú? No seas ingenuo, eres casi inexistente en este mundo para mí.

Él se congeló en su lugar, bajó ligeramente la mirada y volvió las manos puños.

–¡Muérete, maldito Seto Kaiba! –prorrumpió de la habitación.

Devlin incluso me dirigió una mirada odiosa y salió en pos del perro.

 

Paso una semana desde esa escena hasta que pudiera tener una conversación más o menos normal con mi familia.

–Eres horrible –murmuró Mokuba después de dejar los cubiertos a un lado –. Lo único que quería era que fueras más amigable con ellos.

–Tú mismo lo escuchaste, ¿qué puede darme que no posea ya?

–Un amigo –empujó la silla y desapareció de mi vista.

Tomé mi tiempo para reflexionar aquello. No exploté por ver a Wheeler. Mi impaciencia se presentó cuando Devlin se atrevió a tocarlo por la cintura y aquél ni siquiera prestó disgusto, sólo se apartó riéndose de una broma local de la que yo obviamente desconocía origen. Todavía mis dientes chocan entre sí por recordarlo.

Sin embargo, desde hace siete días Wheeler que no viene.

 

Cuando hubo transcurrido el mes fue que me enteré de la deuda de Tristán Taylor y vi la oportunidad de trabar el destino del perro al mío. Si lo que quería Mokuba era que tuviera a alguien con quien conversar de trivialidades, está bien. Pero sería a mi manera. Sometiéndolo a través del chantaje.

Así fue como Joey Wheeler empezó a servirme todos los días. Por cuestiones de practicidad imperé que se mudara a mi casa. A Mokuba todavía le despierta antipatía mi decisión, por eso prefiere al rubio sobre mí. Todavía se secretean a mis espaldas y esta vez sin cámaras de por medio era total desconocedor de sus trampillas.

–Debo ir a la escuela –dijo en plena mañana.

–Yo no asistiré –dije –, tengo arreglos pendientes con cierta asamblea así que me acompañarás.

–Sólo hasta que termine de pagar –masculló.

–¿Dónde quedó todo ese numerito de paz y armonía?

–Jamás contigo –esa promesa arrancó mi molestia, me incorporé y él retrocedió cuando se percató que iba directo a acorralarlo.

–¿Por qué todo mundo cree que eres una maravilla cuando sólo yo te conozco en serio?

–Es mentira –puso sus manos sobre mi pecho, tratando de imprimir toda su fuerza contra mí –. Apártate.

–Aún no comprendes tu posición ante mí –levanté su barbilla para encararlo –, puedo hacer tu deuda tan larga como tu vida o con un simple movimiento de mi muñeca desaparecerla del plantea junto a tus preocupaciones pecuniarias.

–¿A cambio de qué?

–Compláceme –esa palabra fue tan breve que ya tenía mis labios sobre los suyos a lo que él sólo pudo responder con torpeza ocasionada por el sobresalto de encontrarse entre la pared y yo.

Cuando escindí el beso, sus mejillas estaban encendidas y su respiración agitada, se pasó el revés de la mano sobre la boca viendo hacia otro lado.

–Te estás aprovechando de lo que le dije a Mokuba –concluyó –, maldito Kaiba. ¿Qué podía tener de interesante mis pláticas con tu hermano? Para el poderoso C.E.O. debe tratarse de basura.

–Estás atrapado, perdidamente interesado en mí, lo deduje después de repetir las cintas una y otra vez.

–Al parecer sí –El rubio gruñó –¿Y tú brillante idea de ser amistoso es mediante artimañas en lugar de vernos en un plano corriente como personas normales? No sé, un partido amistoso.

–Ya no tengo tiempo para eso –me recargué en el filo del escritorio y le indiqué que se acercara. Con un mohín en el rostro terminó de nuevo cerca y frente a mí. Le quité la chaqueta, dejé un sendero de besos sobre su cuello. Respingó y quiso apartarse, hasta que aferré sus brazos con mis manos como tenazas de hierro. Recargué la frente cerca de su clavícula.

–Si estás aquí puede que no necesite nada más.

–Esta fijación tuya está mal –murmuró –, no puede durar mucho. Te causará problemas si descubres lo que hay más allá.

–Al diablo con lo demás.

 

Mi mano adquiría velocidad. Wheeler tenía los ojos cerrados, dedicándose a sentir mis largas caricias sobre su nívea piel. Atendía cada petición mía, a veces mediando previa reticencia. Mi imaginación se había adelantado a estos eventos, con ese ánimo predictor me aventuré sobre su cuerpo. Con nuestras hombrías siendo estimuladas por ambas manos, suspiramos hasta encontrar el resultado en medio de los dedos.

 

El toque en la puerta nos trajo de vuelta al mundo real.

 

+ : : : : +

Aproximadamente dos meses desde que vivo en supuesto secreto en la Mansión Kaiba. Por extraño que pareciera, aunque me alebresté a mares cuando me enteré de los estúpidos planes del dueño de esta casa, mi actividad como perro faldero se constriñe casi a labor de asistente personal, pero incluso esa denominación me queda grande. Lo que hago, y bien, es seguir a Kaiba de lado a otro… y dejarme hacer lo que él quiera cuando estamos a solas. Noté que le encanta el elevador. Justo ahora estamos por adentrarnos en uno y casi quiero que alguien más entre con nosotros, pero claro, este casi es de su uso exclusivo.

Cuando se inicia el descenso sé que nos quedan unos minutos en privacidad, entonces él se voltea, yo, como imán, me adhiero a su voluntad hasta que mi boca pide espacio y mis pulmones reclaman aire. Cuando suena la campana ambos estamos decentemente separados.

Las noches era la parte más difícil. Después de cenar el mayor de los Kaiba juraba tener exorbitante trabajo y terminábamos, él y yo, encerrados en su despacho. Este maldito lugar donde inició todo. De nuevo, la velada entera. Él para tenerme debajo y yo para ocultar lo feliz que me hacía estar aquí.

–Kaiba… ya… suelta –pedí cuando sus garras apretaban mis muñecas con bestial fuerza. Estaba dentro mío y casi sus movimientos hacen olvidar ese dolor, sino hasta que su jadeo cerca de mi oído despierta mi alarma –, no… te corras… dentro –muerdo mi labio inferior. Esto es superior a mí.

No responde, obtiene velocidad del averno y con una mano me masturba. Quiero que esto pare. Es peligroso. Él es el peligro encarnado. No sé cómo rayos dejé que las cosas llegasen a este nivel demencial. Debí mantenerme firme y seguir odiándolo.

Debí continuar con el secreto de mi corazón y no dejarme atrapar… no… no…

Sentí los espasmos, mi semen manchó sus dedos, pasó su lengua lentamente. Oculté mi rostro en su pecho hasta que reclamó más besos. Fue reviviendo la chispa de nuestros vientres. Casi desfallecía.

 

 

–¿Qué sientes por mi hermano, Joey?

–¿El Gran Hermano nos vigila?

–Sigues molesto por las grabaciones –hizo un puchero –, en serio no fue con mala intensión… además, eres la primera persona que envía a mi hermano metafóricamente a la mierda.

–Hey, no repitas esa palabra o me acusará de ser mala influencia, otra vez –estábamos plantados frente a un enorme televisor mientras yo presionaba los comandos necesarios para continuar con la misión conjunta de exterminar muertos vivientes.

–No has respondido a mi pregunta. Ya te dije como mil veces que no hay ninguna cámara.

–La evadiré hasta que pueda –presioné pausa para mirarlo a los ojos –. ¿No has pensado que mi relación con tu hermano es extraña? Digo, si quizá hubieras empezado por Yugi para visitarte en lugar mío, ¿no estaría ahora obligándolo a él?

–Es diferente –se encogió de hombros –, pero eso ya lo sabes –sonrió –. Yo vi tu potencial, Joey.

–Eso suena peor –revolví su cabello. Me tensé cuando sentí la presencia de Kaiba a mis espaldas.

–¡Bienvenido, hermano! –saludó el niño corriendo hacia él y abrazarlo. Me levanté y vi su mirada reprobadora. A veces me cuesta mucho seguir el hilo de reacciones de este estúpido empresario.

Mokuba extendiendo su mano me despertó de mis pensamientos, le di la mía y en un santiamén unió la de su pomposo hermano y la mía.

–Los dejaré –anunció y puso sus piecitos a correr sobre la moqueta.

–¿Tú no tienes nada que decir?

–Bienvenido –repliqué. Al cerciorarme que no había nadie viéndonos, le besé rápidamente. No dirigimos a su estudio cuando detonó algo que me congeló en el piso.

–Tengo una noticia. Tu deuda conmigo terminó. ¿Te sorprende?

–Sí –confesé –, debo empacar mis cosas entonces –el torbellino de mis pensamientos pugnaba por destrozarme, por fuera quizá parecía simplemente ensimismado.

Las cosas volvían a su cauce, Seto Kaiba frente a mí pero infinitamente lejos. No me di cuenta que quería llorar hasta que tuve su mano sobre mi mejilla entorpeciendo las gotas.

–Pero no quiero irme –exclamé aferrándome a las solapas de su gabardina. Temblaba y me odié por tal demostración de debilidad –. No quiero estar lejos de ti, aunque seas un engreído insoportable.

–Eso era todo lo que necesitaba escuchar.

 

Compartimos la cama. Se introdujo en mí suavemente, a pesar de eso, le clavé las uñas en la espalda.

–Cálmate –dijo quedamente en mi oído.

–No puedo –contesté sintiéndome agotado.

–Se siente bien –mordió mi labio inferior –¿aquí, no? –comenzó el vaivén, imprimiendo sus dedos sobre mis caderas.

Lamento a quien no le guste la siguiente comparación: fui marcado hasta la última fibra de mi ser. El empresario se veía satisfecho en esa victoria. Necesité besarlo nuevamente, libre de lujuria para confirmar que lo que sentía en mi pecho, ese latir desbocado, no se debía únicamente al placer físico de su compañía.

Por primera vez en todo este tiempo, su sonrisa no fue despectiva. Fue cuando me di cuenta que él y yo no éramos tan diferentes como todos creían. Kaiba pensaba que sólo con él yo era despectivo, yo creía que sólo podía querer a su hermano. Ambos muros se habían construido para evitar ser lastimados. Ahora, con una sola caricia, se desvanecieron como humo todas las dudas.

+ : : FIN : : +

Notas finales:

*Sí, hay una referencia a 1984. XD 
Muchísimas gracias por los comentarios.
Mi primera actualización del año. 
Espero volver algún día a este fandom tan bonito y coqueto. 


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