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Leave you alone por Mari-Sponge

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El reloj marcaba las 4 de la tarde, y el rubio llevaba una charola con pastelillos y té a la sala. En la ventana, un joven miraba la ligera llovizna, mientras daba una calada a su cigarrillo. El sonido de la charola al ser colocada en la mesita, lo sacó de sus pensamientos, haciéndole voltear a encarar a su hermano. El inglés, le miraba con reproche. –Al menos, pudiste abrirla –recriminó, vertiendo la preciada bebida en una tacita. El pelirrojo no dijo nada, solo se limitó a soltar con extremada lentitud el humo. Arthur soltó un gruñido ante la indiferencia de su hermano, limitándose a dejar caer su cuerpo en uno de los sillones. El fantasma de una sonrisa se posó en los labios de Allistor, quien dio una última calada al cigarrillo antes de lanzarlo a las cenizas de la chimenea, y tomar asiento delante de su hermano.

– ¿Qué te trae por aquí?

El escocés colocó un terrón de azúcar en su té, ignorando la pregunta de su hermano. Removió la bebida con parsimonia, y le dio un largo trago. –Solo quería saber cómo estabas. ¿O qué? ¿No tengo derecho a preocuparme por mi hermanito? –su mirada azulada se clavó  en los ojos del inglés, quién solo se limitó a escudarse en su taza de té.

–Estoy bien.

–Mentiroso.

–No estoy mintiendo.

– ¿Cuánto ha pasado? ¿8, 9 años?

–12 años.

Arthur volvió a tomar un sorbo de té. Su mirada clavada en el montón de cenizas que antes fueron leños. Allistor soltó un enorme suspiro. Podía notar perfectamente la tristeza que su hermano escondía de los demás. Sin saber que decir, tomó un scone; jugueteó un poco con el bocadillo, sintiendo un pequeño nudo en la garganta. En otro momento, no se lo hubiera pensado dos veces, antes de lanzarle el scone en la cabeza al rubio; pero algo dentro de él, evitó que convirtiera el bocadillo en un proyectil.

–Nunca nos contaste que sucedió realmente –sus ojos no dejaban de mirar el scone mordido, mientras esperaba la respuesta del menor. Con manos temblorosas, Arthur colocó el platito y la taza en la mesa. Tragaba una y otra vez saliva, tratando de deshacerse del nudo en la garganta. Su única respuesta: negar con la cabeza varias veces.

El pelirrojo se acabó el scone de un bocado, ayudándose con el té. El ver a su hermano en esa situación; le parecía un sueño, que hace unos años no paraba de reír, y los ojos se le iluminaban al recibir las cartas de cierta persona. Un largo suspiro se escapó de sus labios.

–Entiendo si no me quieres contar.

–Yo…

El escocés se puso de pie, sacó la cajetilla de cigarros, colocando uno en su boca, tratando de encenderlo mientras caminaba hacia la puerta.

–Fui un tonto.

Dejó por la paz al encendedor, deteniéndose a mitad del camino, volteando a ver intrigado al rubio.

– ¿Qué?

–Yo… lo dejé solo. Él no tenía a nadie, más que a mi… lo sabía, y lo dejé solo.

De sus ojos caían enormes lágrimas; su voz apenas si temblaba, dejando saber lo mucho que estaba tratando de controlarse; su rostro, inexpresivo. El cuerpo de Allistor se relajó un poco, mientras regresaba sobre sus pasos. Con el menor ruido posible, acercó su asiento al de Arthur, volviendo a sentarse.

–Explícate.

El inglés abrió la boca, incapaz de articular palabra. Algo molesto, el mayor secó sus lágrimas, de una forma un poco tosca. Y una vez más, lo único que el rubio repetía era “Yo”. Un pequeño corgi se acercó a los pies de los hermanos, alzándose en dos patas, para poder acercarse más al rostro de su dueño. Al sentir las patitas del perro, Arthur reaccionó, alzándolo y posándolo en su regazo, como si se tratara de una pequeña figurilla de cristal.

–Le conocí la primera vez que viajé a Japón. De alguna forma, mi reservación se había perdido; y mientras caminaba por la ciudad en busca de algún otro lugar para dormir, en un pequeño restaurante, me topé con él.

Una débil y triste sonrisa se formó en sus labios, mientras frente a sus ojos, las memorias cobraban vida. Allistor encendió un cigarrillo, mientras escuchaba los balbuceos de su hermano. Al ver su expresión, sintió una pequeña puñalada en su corazón. Incapaz de darle un abrazo, se limitó a palmear su hombro, y luego, comenzó a dar mimos al perro. Tal vez no se llevaran tan bien como los demás, y siempre estén peleando; pero no soportaba ver a su hermano tan deprimido y destrozado como en ese momento.

Notas finales:

Ignoren si la personalidad de Escocia está algo rara, pero no se mucho de él, por eso no lo quise agregar demasiado xD

Mañana subo el segundo capítulo :3


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