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Memorias olvidadas: una blanca navidad por Arawn87

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Notas del fanfic:

Este corto sirve de continuación para la historia "memorias olvidadas". Es algo sencillo y medio romántico, quería experimentar con eso que no acostumbro. La idea era finalizarlo para las fiestas, algo que claramente no he conseguido, pero creo que ya puedo publicar la primera de las dos partes que componen este trabajo.

 

Prefiero no hacer resumen para evitar spoilers del fic en que se basa este. No es indispensable leerlo antes, pero hay detalles que podrían no entender. De todos modos, bienvenidos sean los que quieran.

 

 

 

* Saint Seiya no me pertenece, es propiedad de Masami Kuramada, Toei animación y los demás que correspondan.

Notas del capitulo:

Los dejo con la primera parte de esta historia que resulta una innovación para mi. Espero les guste.

Memorias olvidadas: una blanca navidad

 

Parte 1

Una tranquila tarde invernal acontecía en el Santuario, con restos de nieve y escarcha en el ambiente. Algunos aprendices jugaban felices lanzándose bolas de nieve, haciendo gala de una libertad que los antiguos santos no tuvieron la dicha de disfrutar.

Era el día 22 de diciembre y todos los santos se preparaban para celebrar las fiestas de fin de año. Más que por creencias, era una excusa para reunirse y pasar un rato agradable como la gran y disfuncional familia que eran. Acorde a la costumbre, en víspera de Nochebuena cada quien cenaba en privado con los suyos, pero a medianoche los doce miembros de la elite debía acudir al salón patriarcal para festejar en conjunto hasta que les diera el cuerpo, siempre de manera recatada considerando el lugar y que tanto el Patriarca como Atenea estaban presentes.

Ese año había un elemento nuevo, llegado apenas dos días antes. La visita del sobrino de Afrodita, aquel pequeño de cuatro años llamado Eros que causó asombro en la mayoría de sus compañeros, quienes hasta entonces ignoraban su existencia.

Saga se encontraba ordenando y limpiando hasta el último rincón de su templo, apenas había terminado de acomodar el cuarto de invitados para recibir a quien sería su heredero. Estaba nervioso y ansioso a la vez. La relación con Afrodita avanzaba lento pero seguro, cada vez se acercaban y sinceraban más el uno con el otro, por ello, decidieron concretar lo que habían hablando tiempo atrás en su primer viaje a Suecia, y tras varios meses interiorizando al futuro Santo de Géminis sobre lo que era el Santuario y todo lo que habitaba en él, terminaron invitando al pequeño a pasar las fiestas con su tío. Para sorpresa de ambos santos, Eros se adaptó increíblemente bien desde el primer momento, el niño era alegre y sociable, agradando a la mayoría.

Mientras terminaba de sacar la basura, Saga esbozó una sonrisa al recordar la cara de sus compañeros cuando vieron a una mini copia de Afrodita subiendo a saltos por las escaleras de los templos.

- ¿Porqué la cara de idiota? –la voz de su gemelo interrumpió sus pensamientos. Haciendo que volteara en su dirección.

- ¿Vas al pueblo? –preguntó ignorando el comentario que le había hecho, a lo que Kanon asintió.

- Alguien debe encargarse de las compras diarias, y claramente no serás tú –indicó con calma, para luego hacer un gesto de burla -menos ahora que estás tan preocupado de arreglar todo para tu amorcito y tu hijo adoptivo –dijo sin ocultar su diversión.

- ¿Volverás a cenar? –preguntó, otra vez ignorando sus provocaciones.

- Probablemente no.

- ¿Otra vez? Anoche tampoco cenaste aquí.

- Lo siento mamá, también tengo vida propia, por si no lo sabías –respondió cruzándose de brazos. Saga dio una profunda inhalación.

- Recuérdame otra vez Kanon ¿por qué viniste al Santuario? –preguntó intentando conservar la calma. Esa actitud infantil que tomaba su gemelo aún lo desconcertaba.

- Ya te lo dije, quería conocer al heredero de Géminis… y por supuesto, ver como luces ahora que eres todo un hombre de familia –agregó con malicia, y luego apresuró su camino antes de que Saga se enojara de verdad. Si algo conocía bien eran los límites de su hermano y hasta donde podía empujar sin sufrir consecuencias.

Saga suspiró mientras negaba con la cabeza, su hermano era incomprensible en ocasiones. Aunque le costara admitirlo, todavía se estaban conociendo el uno al otro. Debía ser paciente y no forzar los lazos que comenzaban a forjarse entre ambos, no soportaría perderlo otra vez.

El sonido de pasos acercándose le indicó que sus invitados habían llegado. Ahí estaban los dos, Afrodita vistiendo aquel abrigo largo y ceñido que tanto le gustaba, y cargando un pequeño bolso con lo que parecían cosas de Eros. De la mano de su tío estaba el futuro guardián del templo, abrazando un pequeño peluche en forma de jirafa y sonriendo inocente. Era sorprendente que fueran a pasar las fiestas bajo el mismo techo, aún no creía que Afrodita aceptara su invitación, ¿sería que las cosas estaban realmente bien? Era todo tan confuso, pero tan agradable a la vez.

Saga miró con atención el rostro de del sueco, quien se había detenido a un par de metros de distancia, y tuvo que reprimir una sonrisa cuando notó que estaba tanto o más nervioso que él.

- Traje mis cosas, tío Saga –fue Eros quien rompió el silencio, sin entender porqué los adultos habían enmudecido de pronto. El aludido desvió su atención hacia el pequeño.

- Te he dicho que no me digas “tío”, solo Saga está bien –corrigió al niño, no quería que lo llamara igual que a todo el mundo.

- No te enfades, te dice así de cariño –habló por primera vez el doceavo guardián, por supuesto para defender a su sobrino. Saga presentía que iba a haber conflicto cuando Eros comenzara su entrenamiento, pero prefería no preocuparse antes de tiempo- ¿Porqué no subimos a la habitación? Eros está ansioso por ver donde dormiremos -agregó el sueco.

- ¡SI! –gritó animado el pequeño, corriendo hacia las escaleras, seguido de ambos santos.

Apenas entraron en la habitación de invitados Eros comenzó a saltar en la cama, encantado de la vida, parecía que su energía era infinita. Los adultos sonreían desde el marco de la puerta, pensando que esa pequeña criatura iba cambiando el rumbo de sus vidas.

Lo único que lamentaba el gemelo era que Afrodita no había querido dormir con él mientras su sobrino y Kanon estuvieran en el mismo espacio, por tanto, llevaba varias noches de abstinencia y le esperaban otras más, pero se aguantaría por el bien de la familia… “familia” repitió en su cabeza, no recordaba la última vez que había usado esa palabra con un real significado.

Luego de acomodar sus cosas, bajaron a preparar algo de cenar. Eros se sentó en la sala a jugar con unos cubos de madera, mientras los adultos se ponían manos a la obra. Entonces Afrodita notó que faltaba algo.

- ¿Dónde está tu hermano? –preguntó mirando alrededor.

- Fue a comprar algunas cosas que faltan para Nochebuena –respondió sin quitar la vista de las cebollas que picaba. El menor se sorprendió un poco.

- ¿Con dos días de anticipación? –Volvió a preguntar extrañado.

- Si, supongo que querrá adelantar trabajo, qué se yo… -respondió algo brusco- Nunca sé lo que pasa por su cabeza –agregó tras unos segundos de silencio. Afrodita notó el cambio en su semblante.

- ¿Pasa algo?

- ¿Algo como qué?

- No sé, algo, estás raro –comentó el pisciano, mirándolo fijamente. Solo obtuvo silencio como respuesta- Vamos Saga, sabes que soy perceptivo, el humor te cambió apenas pregunté por Kanon –insistió de la manera más amable posible. El mayor suspiró y detuvo su tarea para voltear a verlo.

- No es nada grave, solo estoy algo nervioso. Hace una eternidad que no celebro navidad con Kanon y no sé cómo comportarme –dijo sincero, para luego agregar- En estos días me he dado cuenta de que aún me falta mucho por conocerlo, se muy poco de su vida, de lo que quiere, lo que piensa. A veces siento que tenemos tan poco en común… y no me gusta –finalizó la confesión en voz baja, pero sin desviar la mirada de los ojos celestes que lo observaban con atención.

- ¿Y has intentado hablar con él? –Saga se encogió de hombros.

- Algo, pero no me presta demasiada atención -respondió en voz baja- Tampoco quiero forzar las cosas, confío en que pronto encontraremos algo que nos vuelva a unir como gemelos que somos…

- Han sido demasiados cambios en muy poco tiempo, debe ser extraño para él también –interrumpió Afrodita, intentando confortar un poco al mayor. Quería abrazarlo, pero aún no se atrevía a efectuar esas muestras de cariño tan espontáneas. En su lugar le tomó sutilmente la mano. Fue entonces que Saga, sorpresivamente, la sujeta y lo atrae hacia él, envolviéndolo en el anhelado abrazo.

Afrodita sintió como el gemelo aspiraba profundamente sobre su coronilla, sabía que a Saga le gustaba oler su cabello, decía que el aroma lo tranquilizaba. Si era lo que su compañero necesitaba en ese momento, Afrodita le daría en el gusto, y terminó abrazándolo de vuelta, permaneciendo así un buen rato, hasta que los gritos del pequeño Eros preguntando por su comida hizo que se separaran.

La cena fue tranquila, un tanto silenciosa, ambos santos estaban sumidos en sus pensamientos, tanto así que no notaron al pequeño observándolos detenidamente. Con ese pesado ambiente, y con Kanon aún sin regresar, se fueron dormir cada uno por su lado.

A la mañana siguiente, Saga se levantó de un sobresalto. Estuvo despierto hasta altas horas de la noche dando vueltas a todo lo ocurrido en el último año y ello lo había desvelado. Se incorporó con pereza, esperando que no fuera muy tarde para ofrecer un buen desayuno a sus invitados… “aunque a estas alturas, Afrodita ya no es un invitado” pensó divertido, pues era común que el sueco pasara unas cuantas noches a la semana en su templo, y a la vez él se quedaba otras en el de Piscis. Incluso tenían algo de ropa en el hogar del otro.

Salió de su habitación para dirigirse a la cocina y se encontró con Eros bebiendo una taza de chocolate caliente con un par de tostadas, mientras sus piernas se balanceaban hacia adelante y atrás colgando de la silla. Afrodita en tanto terminaba de lavar los platos y volteó de inmediato cuando lo sintió entrar. Extrañamente, parecía listo para salir.

- Al fin despiertas, ¿otra vez tuviste problemas para dormir? –Pregunta casualmente, caminando hacia él- A juzgar por tus ojeras, diría que sí -agregó acercándose lo suficiente para observarlo minuciosamente. Saga sonrió e intentó darle el clamado beso de buenos días, pero Afrodita lo esquivó sutilmente. El mayor suspiró, recordando que por alguna razón el sueco se volvía tímido en público, y eso incluía a su pequeño sobrino.

- ¿Qué hora es? –preguntó intentando desperezarse.

- Casi las diez de la mañana, tu hermano ya se fue, dijo que no lo esperaras a almorzar…

- ¿Qué? Si no lo he visto desde ayer en la tarde y se va de nuevo –refunfuñó- ¿durmió aquí siquiera?

- Si lo hizo, pero se levantó temprano, lo vi salir hace una media hora –explicó con calma. El gemelo se pasó una mano por el cabello y resopló con fuerza. Cada vez entendía menos a Kanon, ¿acaso no quería estar con él? ¿Volvió el odio que le tenía antiguamente? ¿Entonces para qué había ido al Santuario? Las manos de Afrodita sobre sus hombros interrumpieron sus cavilaciones.

- Hey, no pienses demasiado. Seguro volverá para la cena, entonces podrán tener una amena charla –dijo amablemente, mientras apretaba un poco su agarre. Saga le agradeció con una media sonrisa y ambos se observaron en silencio durante algunos segundos, hasta que Afrodita rompió el contacto- Bien, ahora yo voy saliendo. Te dejé una nota sobre la mesa con los horarios y comidas de Eros, cuídalo bien ¿sí? Es un buen niño, pero ya sabes, sigue siendo un niño. Que tengas un buen día.

Dicho eso último, Afrodita dio media vuelta, se despidió de Eros con un beso y abrazo, tomó su abrigo y salió sin más de la cocina, dejando a un atónito santo de géminis en su interior, “¿qué acaba de ocurrir?” Se preguntó. Dirigió su atención hacia el pequeño que ahora lo veía con ojos expectantes.

- ¿Qué vamos a hacer hoy tío Saga? –preguntó inocente, mientras seguía balanceando sus piernas.

- Sentarnos y morir –fue la respuesta dicha aún en estado de estupefacción, ante lo cual el pequeño soltó una risilla, obviamente pensando que el adulto bromeaba.

¿En qué estaba pensando Afrodita? ¿Cómo podía salir así dejándole al pequeño? Y encima sin previo aviso, ¡¡a él!! ¿Qué sabía él de niños? Nada, absolutamente nada. Definitivamente, entre su hermano y el bello sueco conseguirían que volviera a enloquecer.

Siendo Eros un niño con mucha energía, Saga no tuvo más opción que salir con él apenas acabó de desayunar. Procuró abrigarlo con todo lo que tenía (tal vez más de lo necesario), no pensaba arriesgarse a que el chico pescara un resfriado, o luego Afrodita lo mataba por descuidado, irresponsable y quizás que otros epítetos impronunciables.

Decidió llevar a su sucesor a recorrer el Santuario, específicamente a aquel prado junto al acantilado que su tío gustaba visitar, pensando en que seguro se entretendría un buen rato con las flores, ya que en otras ocasiones Eros había mostrado fascinación por las plantas (algo de familia, supuso). Pero cuando iban a medio camino fueron interceptados por dos soldados, quienes traían un mensaje urgente sobre la llegada de la Diosa para las fiestas. Saga dejó al pequeño un momento, sentado en una roca con su peluche, mientras se alejaba un par de metros para hablar tranquilamente con los otros hombres. Una vez informaron que Atenea llegaría el mismo 24 de diciembre por la mañana, los soldados se fueron y Saga se preparó para continuar con su camino.

- Bueno Eros, vamos a… -no alcanzó a terminar la frase. Apenas terminó de voltear, vio que el pequeño no estaba en el lugar que lo había dejado.

Trató de no perder la calma, miró hacia todos lados buscando rastros del niño, pero nada. Lo llamó varias veces, tampoco hubo respuesta. Lo buscó en los alrededores y ni rastro. Entonces comenzó a desesperarse. Sintió el sudor frío recorrer su espalda y no era precisamente por culpa del clima. Se sacudió el cabello con ambas mano, dando una honda respiración en un intento por serenarse.

No podía perder al niño, su sucesor, el sobrino de Afrodita… “soy hombre muerto”, pensó… “bien, tranquilidad, solo debo encontrarlo y hacer como que nada ocurrió, no pudo ir muy lejos” seguía repitiéndose para que la angustia no se apoderara de él. Instintivamente corrió rumbo al prado de flores, rezando a Atenea y todos los dioses que por azares del destino Eros hubiese llegado a ese lugar.

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En otro rincón del Santuario, Death Mask y Shura caminaban a paso lento, muy cerca el uno del otro, buscando algo de paz y tranquilidad para ese día. Habían pasado toda la mañana supervisando a algunos aprendices y eso era algo que crispaba los nervios del italiano, por ende, su compañero lo invitó a dar un paseo antes de que se acriminara con algún inocente.

- ¿Hasta cuándo seguirás pretendiendo que no estoy aquí? –preguntó el español, un tanto cansado del implacable silencio. Recibió un gruñido antes que palabras.

- Y tienes el descaro de preguntar, maldito ibérico… -responde el otro, de mala gana. Shura tuvo que aguantar la risa, pues si, lo de supervisar aprendices fue idea suya y lo hizo solo para molestar al italiano. Sabía que Death Mask no se llevaba con los niños (salvo contadas excepciones), pero no resistió la tentación de verlo poner aquella, a su juicio, adorable cara de taimado.

- Vamos, no es para tanto. Tómalo como tu buena acción del año –dijo fingiendo inocencia, pero al ver que el otro ni lo miraba, detuvo su marcha sujetándolo del brazo- ¿Sabes lo infantil que luces ahora? –pregunta acercando su rostro al moreno.

- Estás disfrutando esto ¿verdad? –responde el otro mientras arquea una ceja. Ya no estaba enojado, pero no se lo haría saber aún- Déjame decirte que esta pequeña broma podría costarte varias noches de abstinencia- contraatacó con algo que sabía dolería al otro.

Ambos se sostuvieron la mirada durante algunos segundos, sonriendo de medio lado, acercando poco a poco sus rostros. En ese lugar nadie los veía, ni molestaba, podían dar rienda suelta a sus pasiones como mejor quisieran… o eso pensaban, hasta que el italiano vio algo fuera de lo común.

- ¿Pero qué carajos…? –preguntó en voz alta, apartándose de Shura.

- ¿Qué sucede? –preguntó a su vez el español, sin entender. El italiano no respondió con palabras, solo apuntó con el dedo hacia la altura rocosa que se ceñía junto a ellos. Entonces pudieron advertir algo que los dejó perplejos.

El actual líder de los dorados, Saga de Géminis, se encontraba andando de un lado a otro, viéndose desesperado, sujetándose la cabeza y sacudiéndose el cabello alternadamente. Definitivamente, ese día estaba lejos de ser lo que se dice “común y corriente”.

Tan ensimismado se encontraba el santo de géminis que no notó cuando se acercaron sus compañeros, dando un brinco de sorpresa al sentir la mano del español sobre su hombro.

- Shura… -murmuró cuando pasó la sorpresa inicial.

- ¿Sucede algo malo, Saga? –preguntó sin rodeos el español. Pues era muy extraño ver a Saga con esa cara afligida que traía.

- Yo… lo perdí… -respondió en voz baja, mirando alternadamente entre Shura y Death Mask- Lo perdí… deben ayudarme… si algo le pasa no me lo perdonaré, Afrodita no me lo perdonará, Kanon no me lo perdonará, Shion no me perdonará, ustedes no me perdonarán… ¡todos querrán mi cabeza! ¡Hasta yo mismo! Dios, tiene que aparecer… -dicho eso último se separó de los menores y comenzó a dar vueltas nuevamente. Shura y Death Mask intercambiaron miradas y otra vez fue el ibérico quien se acercó, esta vez deteniendo al mayor por los hombros.

- Saga, respira, cálmate y dinos qué pasó –pidió con suavidad, pero presintiendo que algo nada bueno había ocurrido.

El griego dio una profunda respiración para serenarse, seguido de un suspiro resignado antes de contar la tragedia que vivía. Eros llevaba horas perdido ¿cómo era posible dentro del Santuario? Seguramente por obra de algún malintencionado, sino no se explicaba su incapacidad de encontrar a quien heredaría la armadura de Géminis.

Una vez enterados de la situación, el cuarto y décimo guardián se unieron de inmediato a la búsqueda del sobrino de Afrodita. Era cierto, si algo le ocurría a ese niño se desataría el infierno. No obstante, la suerte no los acompañó, se les pasó el día recorriendo el Santuario de punta a punta y ni rastros del pequeño, ninguno entendía cómo era posible. Cuando comenzaba a anochecer, los tres se encontraron nuevamente en el sector de los doce templos para dar conocer sus nulos resultados en la búsqueda.

- Afrodita me matará –murmuró abatido el geminiano, sentado sobre una roca.

- Si lo hará -respondió el italiano.

- Death…

- No, Shura… sabes que es verdad…

- No es momento de discutir, debemos planear cómo seguiremos la búsqueda para encontrar al niño antes de que regrese Afrodita…

- ¿Seguir la búsqueda? ¡¡Ya nos dimos vuelta el Santuario entero como tres veces y el mocoso no está!!

Mientras los dos discutían, Saga no pronunciaba palabra, permanecía quieto en su posición, sintiéndose la peor persona del mundo. Algo que el italiano no tardó en corroborarle.

- Maldita sea Saga, es un niño de cuatro años ¿cómo se te pudo perder un niño de cuatro años? –Acusó con rabia. Pero antes de que el griego pudiera responder, una cuarta voz interrumpió la discusión.

- Eso mismo quisiera saber yo, Death Mask -la aparición de aquella persona hizo palidecer a los tres guerreros presentes, quienes voltearon lentamente en su dirección.

A un par de metros se encontraba Afrodita, con el ceño fruncido y mirada asesina, cargando una bolsa de compras en la mano izquierda, mientras que en la mano derecha sujetaba fuertemente a… Eros. Algún juego del destino había llevado al pequeño directo a los brazos de su tío. Los adultos notaron que el niño lucía confundido y que cargaba una corona de flores contra su pecho.

- Lo encontré vagando por el camino, completamente solo ¿alguien me podría explicar porqué? –exigió con ira mal contenida.

- Emm ¡Hola pez! ¿Cómo estuvo tu día? –el vano intento del italiano por aligerar el ambiente fue interrumpido por la fulminante mirada del pisciano.

- No estoy para juegos –sentenció Afrodita, dirigiendo su atención al de Géminis- ¿Saga? –lo llamó esperando su ansiada explicación.

- Afrodita… yo… -Saga no sabía que decir, ¿cómo se iba a justificar? Después de todo fue su culpa, un descuido que pudo costar caro- Lo siento… -disculparse era lo único que podía ofrecer.

- Lo sientes… si, seguro que lo sientes… -respondió el de Suecia, comenzando a caminar por los templos mientras pasaba de largo a sus tres compañeros sin siquiera mirarlos, aún sujetando al pequeño Eros que seguía sin entender qué ocurría y porqué los adultos estaban tan serios.

Cuando Afrodita se alejó escaleras arriba, Death Mask y Shura miraron a Saga, sin atreverse a pronunciar palabra. De pronto vieron al gemelo ponerse de pie con lentitud y en seguida tomar la misma dirección de  Afrodita.

- Esto se va a poner feo…

- Death… -Shura pensaba agregar algo más, pero se contuvo, después de todo su compañero tenía razón- Bueno, mientras no se maten entre sí, no será tan malo -dijo finalmente, para luego suspirar regresar juntos al templo de Capricornio, donde pasarían esta y las siguientes noches.

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Pocas veces en su vida había tenido una cena tan incómoda como la vivida hace unos minutos. El pesado silencio era apenas interrumpido por la respiración de los presentes. Incluso Eros permaneció callado, mirando de reojo a los adultos y pensando que quizás todo era su culpa. Aún sujetaba la corona de flores entre sus dedos, quería darla como regalo, pero tal vez no era buena idea.

Apenas terminaron de cenar, Afrodita fue a su habitación para hacer dormir a su sobrino, y luego regresó a la cocina a lavar los platos, con Saga sentado a sus espaldas, mirándolo fijamente. Pasó un  largo rato antes de que el mayor se atreviera romper el silencio.

- Afrodita, ya dije que lo siento. Fue un descuido imperdonable, lo sé, pero te juro que no volverá a ocurrir –comenzó explicando, pero el otro no daba señas de prestarle atención- ¿Podrías dejar eso y darte la vuelta, por favor? No quiero hablarle a tu espalda… -pidió con toda la amabilidad que pudo. El sueco cerró la llave y volteó en su dirección, cruzándose de brazos.

- Listo ¿qué más? –comentó secamente.

- No lo sé, dime algo ¿vas a estar enojado conmigo por toda la eternidad? –respondió con cierto sarcasmo. Esa actitud de Afrodita no ayudaba a mejorar las cosas.

- No por toda la eternidad, pero al menos durante un  tiempo –expresó el menor. Saga frunció el ceño– Lo siento, pero aún me parece increíble que hayas perdido así a un niño de cuatro años ¿Cómo pretendes ser su maestro si lo descuidas con tanta facilidad? Esperaba más de ti, Saga.

Eso último hirió bastante el orgullo del Santo de Géminis ¿acaso Afrodita dudaba de su capacidad? ¿Estaba cuestionándolo? Oh no, eso es algo que no toleraría a nadie, ni siquiera al bello sueco.

- Mira Afrodita, fue algo que pudo pasarle a cualquiera. Te recuerdo que mi principal deber es velar por el orden en el Santuario, no hacer de niñero –agregó duramente, mirando fijamente a su pareja.

- ¿Estás diciendo que cuidar de Eros es una molestia? –preguntó con algo de incredulidad.

- Estoy diciendo que no estaba preparado para eso, pero tu simplemente decidiste dejármelo sin previo aviso ¿se te olvida que tengo responsabilidades?

- Pensé que atender a tu sucesor era parte de tus responsabilidades…

- ¡¡Aún no es mi sucesor!! ¡¡Es tu sobrino, y está aquí solo porque tú querías pasar la navidad con él!! –Reclamó levantándose bruscamente- Encima te hago el favor de hablar con Shion para que pudieras traerlo y lo primero que haces es tirármelo encima ¿y me dices a mi irresponsable?  Asume las consecuencias de tus actos ¡El niño es TÚ responsabilidad, Afrodita, tuya y de nadie más! –terminó gritando alterado.

Saga dio un par de profundas respiraciones, intentando serenarse. Debía dejar de gritar o esa discusión se transformaría en una fea pelea, y no quería eso, menos aún en vísperas de navidad. Aguardó con algo de temor la réplica del otro, preparado para más gritos y reclamos, pero en su lugar solo respondió el silencio.

Afrodita pasó de estar sorprendido a adoptar una expresión de completa seriedad, sin apartar su mirada del mayor. A Saga comenzó a extrañarle esa reacción… o mejor dicho, la falta de ella.

- Afrodita…

- Tienes razón –las palabras del sueco lo sorprendieron.

- ¿Cómo dices?

- Que tienes razón, fue mi culpa –finalizó en voz baja, para luego dar media vuelta y tomar dirección a las habitaciones.

Saga cayó pesadamente sobre la silla. Estaba preparado para intentar controlar a un alterado Afrodita, no esperaba esa reacción cargada de resignación. Por algún motivo, eso lo hizo sentir mil veces peor.

“Debo disculparme”, fue la conclusión a la que llegó. Si había algo que detestaba era dormir enojado con el sueco. Se levantó nuevamente, dispuesto a pedir perdón por su actitud y palabras, pero apenas se encaminó a la habitación escuchó pasos acercándose y en seguida vio aparecer a Afrodita cargando a un semi dormido Eros en sus brazos. El sueco pasó junto a él sin mirarlo y Saga tardó algunos segundos en reaccionar.

- ¡Espera! ¿A dónde crees que vas? –preguntó confundido, caminando tras él.

- No molestaremos más –fue la simple respuesta dada por el sueco, mientras aumentaba la velocidad de sus pasos.

Saga quedó petrificado, no se movió durante un rato intentando procesar lo que ocurría, ¿eso realmente estaba pasando? ¿Afrodita se estaba yendo con el niño en medio de la noche? No, su compañero no podía ser tan drástico ¿O sí?

- Por supuesto que puede –se respondió a sí mismo en voz alta, viendo hacia el techo.

- ¿Qué hiciste esta vez? -La voz de Kanon lo sacó de su estupor y recién notó su presencia cuando lo tuvo en frente- Acabo de cruzarme con Afrodita cargando al mocoso, pasó junto a mí tan rápido como si lo persiguiera el mismo Hades –continuó con voz acusadora- Así que dime, ¿qué le hiciste a mi cuñado? –tras esas palabras, el mayor sintió que la ira volvía. Dio un pequeño empujón a su hermano antes de responderle.

- ¿Y a ti qué te importa? Apenas te he visto la nariz en todo el tiempo que llevas aquí ¿y te sientes con derecho a pedirme explicaciones? ¡¡Vete al diablo!! –se desquitó también con Kanon, para luego encerrarse en su habitación.

El gemelo menor estaba cada vez más confundido, primero Afrodita escapando con Eros en medio de la noche y después su hermano con un ataque de nervios. Definitivamente, había que intervenir.

 

Continuará…

Notas finales:

Con esto termina la primera parte, como dije en un principio, algo sencillo que deseaba realizar. La siguiente está en proceso.


Todos los comentarios y críticas constructivas serán bien recibidos, escriban con confianza que yo leo y respondo todo... a veces me demoro un poco, pero lo hago.


Nos leemos en la segunda y última parte.


 


Saludos :)


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