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Mi Paraíso por Mariela

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Notas del fanfic:

Los personajes de este fic no me pertenecen, sino a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi.

 

El universo de este fics pertence a Seiken.

 

Hecho sin fines de lucro

VIENTO ENVENENADO

 

“El ciclo de reencarnaciones es eterno,

Aunque la espera sea larga,

No hay que temer…

Como Sol y Luna que solo yacen al eclipsar

Con seguridad, tú y yo nos volveremos a encontrar…”

 

 

 

Su corazón latía a una velocidad extraordinaria, no podía detener su poder, y eso solo con una pequeña gota de la sangre de Athena, la cual había hecho que su cosmos se incrementara más allá de lo que podía controlar, más de lo que su cuerpo soportaría.

 

Debía calmarse. Pronto. Antes de que fuera demasiado tarde para él. Hacía de su respiración la más pausada posible, despejaba su mente y trataba de disminuir su cosmos lo más que pudiera en ese momento, pero ciertamente era una tarea difícil a la que se sumaba el desgaste físico que había recibido en su batalla contra Queen de Alraune, de la Estrella Celeste del Mal, y contra Gordon de Minotauro, de la Estrella Celeste de la Prisión.

 

Y aunque gracias a este poder logró derrotar a los espectros, debía reconocer que dejarlo fluir había sido un error, pues era como si hubiera liberado una bestia que yano podría controlar.

 

Se encontraba ahora de cuclillas en el suelo, sosteniendo la herida que la Tijera de la Flor Sangrienta de Queen le había hecho.

 

“¡Mi corazón de acelera cada vez más! ¡Necesito solucionarlo antes de que…”-Una corriente de aire interrumpió sus pensamientos.

 

-¿Hmm?-alzó hacía el frente-¿Viento?

 

Sí, viento. Corrientes de viento que arrastraban las hojas y el polvo, arremolinándose a su alrededor. Más no era un viento cualquiera, lo sentía al igual que esa nueva presencia oscura en el lugar. Aquella que lo observaba desde el pilar a su espalda. Se volvió lentamente con evidente cansancio, y a pesar de que su vista estuviese borrosa y la cabeza no le permitiera pensar con claridad, pudo distinguir fácilmente a su adversario.

 

-¡¿Otro?!

 

-Sorprendente. Así que tienes sangre divina corriendo en tus venas-el espectro alzó su mano-Igual que mi amo…

 

-Kh…-gimió lastimosamente-¿Pero qué? Siento el cuerpo entumecido.

 

-Es el viento tóxico del basilisco-explicó, enviando otra ráfaga de viento-No puedo dejar que te vayas así nada más. Debo vengar a mis compañeros y, más importante, evitar que te vuelvas un estorbo para el amo Radamanthys.

 

“Así es, debemos liquidar a nuestro enemigo… ¡En nombre el amo Radamanthys!”

 

Los Caballeros del Zodiaco: El Lienzo Perdido.

Capítulo 149: Viento Envenenado.

 

-Kh…

 

“Mi cuerpo se está entumeciendo… ¿Qué es este viento?”-Miró fijamente a su adversario-“¡¿Quién es él?!”.

 

-¿Eh?- abrió los ojos por completo y eliminó todo rastro de neblina en ellos-“¿Un…omega?”.

 

Hermoso. Era verdaderamente hermoso. Tal vez no pudiera apreciar completamente su belleza por culpa del casco que usaba, pero lo poco que podía ver era suficiente para compararlo con la belleza de la misma Afrodita, aunque eso fuera una blasfemia contra los dioses, pues ante tal belleza nada más importaba.

 

De pronto se sintió hipnotizado, embelesado por una sensación que no alcanzaba a comprender porque nunca la había experimentado, más eso no evitaba que le agradara. Le entraron unas ganas incontrolables de acercarse, de acariciar esa blanca piel que parecía tan suave y cálida a simple vista, y quizás, también acariciar ese resplandeciente cabello plateado que poseía.

 

Por unos breves instantes, todo el mundo desapareció, solo estaba él y ese hermoso omega que llevaba rato hablándole, pero no lo escuchaba. O así era hasta que mencionó un nombre, uno que no le agradó nada.

 

-…pero no eres nada comparado con mi amo, quien también recibió la sangre de un Dios-sonrió, estirando los brazos a los lados-Al amo Radamanthys no le afectaría mi veneno en los absoluto. Jamás sería tan patético como tú.

 

 ¿Radamanthys? ¿Quién era ese Radamanthys? ¿Por qué sonreía al mencionarlo?  Dohko sintió una furia ardiente recorriéndolo, una ira que se acrecentaba al pensar en la posibilidad de que ese Radamanthys fuera el alfa de ese omega y hacía que sintiera ganas de encontrarlo para descuartizarlo con las espadas de Libra.

 

-Soy Sílfide de Basilisco, de la Estrella Celeste de la Victoria. ¡Y reconozco a Radamanthys como el hombre más poderoso!-decía con orgullo-Por lo cual, no puedo soportar verte, no puedo soportar saber que estás en la misma condición que mi amo, por eso te eliminaré…-saltó del pilar, dispuesto a atacarlo-¡Junto con la sangre de Athena!

 

El de Libra apenas tuvo tiempo de analizar lo que sucedía, todo había sido tan rápido y cuando se dio cuenta, aquel dulce omega lo tenía sujetado del cuello con enorme fuerza. La respiración se le cortaba, su vista volvía a nublarse, y su cuerpo no le respondía, era como si realmente se hubiese paralizado.

 

¿Acaso ese viento que los rodeaba era su espíritu de lucha? No, no lo era. Pero tampoco era una energía cualquiera. ¿Realmente era veneno?

 

Lo siguiente que supo fue que Sílfide lo estrellaba contra el suelo y volvía a levantarlo, más sin embargo, en ese pequeño lapso tan efímero y doloroso para el pelirrojo, algo se soltó del cuello del de cabellos plateados sin que este se diese cuenta, y Dohko lo tomó al sentirlo caer sobre su pecho justo cuando era levantado de nuevo.

 

-¡En viento que crean mis lo destruye todo!-hablaba el basilisco sin percatarse de que su preciado regalo de la Diosa pavorreal ya no eraba más en su cuello-¡Árboles, plantas! ¡Y finalmente te destruirá a ti también!

 

“¿Árboles? ¿Plantas?... ¿Gente?”-se preguntó incrédulo.

 

-¡No queda nadie en el páramo que dejo detrás de mí! ¡NADIE MÁS QUE EL AMOR RADAMANTHYS!-apretó con mayor fuerza el cuello del alfa, el cual escupió sangre ante tan brutalidad.

 

-¡GAGH!

 

“¡Está aumentando la densidad de su veneno! ¡Esta es la esencia del viento de basilisco!”.

 

Sílfide sonrió complacido. Le encantaba esa expresión moribunda en el rostro de su oponente, esa expresión que mostraba  su fuerza y le hacía sentir orgullo por quien había sido su maestro; su amo Radamanthys de Wyvern. Si, haría trizas a ese alfa que pretendía ser igual a su amo, lo haría pagar por su pretensión, y le enseñaría que no había ni debía haber hombre más poderoso que su amo.

 

Aquel al que admiraba, al que respetaba, y al que le había jurado lealtad, el juez del inframundo que era todo lo que deseaba llegar a ser, y estaba convencido de que no había mayor honor que servirlo.

 

-¡EN DONDE YO ME PARE, NO QUEDA SEÑAL DE VIDA ALGUNA!-gritó, al tiempo en que el de Libra observaba una flor que se marchitaba a los pies del basilisco-¡CONVIERTETE EN PARTE DE ESA LLANURA, LIBRA!... ¡ALETEO DE ANIQUILACIÓN!

 

-¡¡AAAA!!

 

La sangre de la herida en su pecho y la que escupía de su boca, salpicó el peto de la sapuri de Sílfide, mientras el caballero salía volando a unos metros de él, estrellándose en las rocas.

 

-Hmph-sonrió satisfecho-Ahora mi amo es el único hombre con sangre divina en el corazón. Y la armadura de Athena ya no podrá sobrevivir-caminó hacía el alfa hasta quedar delante de él-Me llevaré tu cabeza como recuerdo para mi amo, espero no te moleste.

 

Dohko en realidad no lo escuchaba, estaba sumergido en sus propios pensamientos.

 

>> ¡El viento que crean mis alas lo destruye todo!, ¡Árboles, plantas! ¡Y finalmente también a ti!, ¡En donde yo me pare, no queda señal de vida alguna!<<

 

“Árboles, plantas…todo. Todo lo que esté vivo muere, ya sea que entre en contacto directo o indirecto contigo…Que triste, omega. Debiste sentirte muy solo. Debes sentirte muy solo, y…no quiero que en esos bellos ojos que posees siga habiendo soledad y tristeza”-Apretó inconscientemente aquella piedra en su mano, acción que hizo que se  iluminara y una sensación cálida recorriera su cuerpo-“¿Qué?”-la miró de reojo en su puño. Esa sensación ere reconfortante, inexplicable, como si llenara un vacío en su interior que ni siquiera sabía que tenía, complementándolo como su otra mitad que lo hacía sentir dichoso, feliz, completo.

 

Como quien encuentra algo que no sabía que necesitaba, y por ende, nunca lo había pedido pero recibía.

 

Como un vacío del que no te percatas hasta que lo llenas.

 

Así se sentía Dohko, y sin que ninguno de los dos se diera cuenta, en el collar en cuya piedra tenía grabada la imagen de una criatura alada envuelta en las sombras de su veneno, apareció un dragón enrollado alrededor de esta, protegiéndola, cuidándola, resistiendo su veneno como si no existiera. Ellos, Santo y Espectro, eran Alfa y Omega por designio de la Diosa Hera.

 

-Muy bien, es hora de acabar contigo para…sus palabras se cortarón.

 

Sílfide no supo explicar por qué, pero repentinamente sintió una extraña atracción hacía ese caballero, una sensación de haber encontrado algo que había buscado por siglos, y ese algo lo hubiese estado esperando todo ese tiempo.

 

Más no pudo continuar analizando esas nuevas emociones porque inmediatamente sintió una conmoción en el inframundo, una ligera agitación en el cosmos de su amo, y se preguntó si es que algo había sucedido.

 

-¿Amo Radamanthys?

 

Otra vez ese nombre. Dohko apretó los dientes con ira desencadenada, no era idiota , como todo alfa sabía lo que el collar significaba, pero que SU omega no lo reconociera por tener a otro lo hacía rabiar, encendía sus celos de sobremanera, algo que incluso a él sorprendió.

 

Acto seguido, un golpe hacía arriba desprendió el casco del espectro, creando en el proceso una herida en su frente que inmediatamente comenzó a sangrar.

 

-¡¿Qué?!-exclamó incrédulo-Pero…si recibiste mi viento tóxico.

 

No podía ser cierto. El único que había podido permanecer de pie ante su aleteo de la aniquilación era su amo Radamanthys. ¡¿Cómo es que ese caballero seguía vivo?! ¡Era imposible e inaceptable!

 

-Que tristeza me das…

 

-¡¿Eh?!

 

-Estás tratando de huir del páramo que creó tu viento tóxico, pero lo único que hiciste fue ocultarte bajo las alas de Radamanthys. Solo eres un cobarde…¡Eso no funcionara conmigo!-gritó, encendiendo su cosmos.

 

-¿Un cobarde? ¡Retira eso! ¡El haber conocido a Radamanthys solo me hizo más fuerte! ¡Y yo no trató de huir del páramo!-avanzo un paso hacía el santo-¡Son los débiles  los que se transforman en él! ¡A mí no me importan aquellos que mueren sin siquiera poder tocarme! ¡Los seres débiles…-concentró su cosmos en su puño derecho y se lanzó contra Libra-…ni siquiera deberían existir!

 

Y Sílfide se paralizo, abriendo sus ojos completamente. Dohko de Libra no solo había esquivado su golpe, sino que también se había lanzado contra él, abrazándolo, rodeándolo con esos musculosos brazos que enviaron una descarga eléctrica a todo su cuerpo, haciéndolo estremecer por completo.

 

-Mira-le sonrió-Ya te toqué.

 

Si el santo se había enfadado con su omega por culpa de ese maldito juez, en ese momento todo rastro de ira se había borrado de su mente.

 

El cuerpo de su pareja era perfecto, sus caderas estaban perfectamente formadas y su dulce aroma  lo embriagaba al punto de perder la conciencia-“Así que así se siente tener un omega, Sísifo, Dégel, Albafica”-Acarició sus caderas sintiendo como se estremecía con sus caricias-“Es perfecto…el paraíso”.

 

Sílfide no entendía lo que pasaba, sus mejillas se habían sonrojado al sentir las caricias por parte del santo, y se sorprendió al darse cuenta que deseaba más, mucho más. Quería que lo besara, que lo desnudara y lo hiciera suyo de mil formas en la cama, como si estuviera en celo, aunque no fuera así. Su celo ya había pasado, sin embargo, su cuerpo clamaba por ser poseído por ese apuesto hombre que lo estrechaba en sus brazos.

 

“¡No!”-Reaccionó-“¡¿En qué estoy pensando?! ¡Tengo que eliminarlo! ¡Tengo que hacerlo por el amo Radamanthys!”-Apretó los dientes tratando desesperadamente de apartar esos deseos de su mente.

 

-Bas-tar-do… ¡¿ACASO TE BURLAS DE MÍ?!-soltó una ráfaga de viento más fuerte que logró apartarlo de su cuerpo, pero a pesar de eso, Dohko seguía pasible y sonriente-¡¿Por qué demonios sonríes?!

 

-¿Sabes? Al recibir tu viento tóxico…-apretó más la piedra en su mano-Recuerdo el aroma de ciertas rosas. Él también era un hombre que no se relacionaba con nadie.

 

-¿”ÉL”?

 

-Albafica de Piscis-respondió-Pero era un hombre muy fuerte. Evitaba a la gente, pues su sangre era letal…sin embargo, incluso él fue capaz de encontrar a su omega, y contra todo pronóstico fue capaz de también de tocarlo y poseerlo durante su celo, ya que el veneno en su sangre cedía. Albafica encontró a alguien que lo salvó de su soledad y con quien si podía hacer contacto. Por eso, yo creo que si él logró lo que parecía imposible…-le mostró su collar con la bella imagen que recién se había formado-Entonces tú y yo también podremos hacerlo.

 

Sílfide retrocedió respirando agitado y llevando una mano a su cuello por inercia, buscando el collar que ahora estaba en manos de ese alfa. No podía ser. ¡¿Cuándo demonios se le había caído que no se había dado cuenta?! ¡¿Es qué era idiota o qué?! ¡¿Cómo pudo descuidar algo tan importante para él?! La ira lo invadió. Rechinó los dientes cegado por su furia, y no vio la imagen que su collar ahora mostraba, todo lo que quería era matar a ese caballero y recuperar su regalo a toda costa.

 

Sin embargo, cuando iba a decir algo, el de Libra nuevamente lo había abrazado, esta vez con más fuerza.

 

-¡Ja! ¡No te equivoques, Libra!-preparó su puño de nuevo-¡No creas que porque tienes mi collarvoy a pertenecerte! ¡Lo único que a mí me importa es poder servir a mi amo Radamanthys! ¡YO…-entrecerró los ojos-…NO SE VIVIR DE OTRO MODO!

 

-Entonces te enseñare, mi dulce omega.

 

El basilisco se detuvo. Sus ojos fijos por primera vez en la piedra de su collar que yacía en el suelo. De pronto, todo fue claro para él, tan claro que hizo que sus ojos se anegaran de lágrimas amargas.

La criatura alada envuelta en veneno se encontraba ahora siendo protegida por un dragón que parecía inmune a su esencia, que la resistía e incluso era capaz de protegerlo. Y  recordó que cuando su collar caía en manos de su alfa elegido, la figura que lo representaba cambiaba para formar una nueva que los unía para toda la eternidad.

 

Este hombre…este caballero de verdad era su alfa, su compañero, su pareja, era quien había deseado tener y finalmente lo había encontrado. Ahora entendía porque sintió esa extraña sensación minutos atrás, porque ese santo podía abrazarlo sin caer muerto ante su veneno, porque había resistido su viento y su aleteo de la aniquilación, Dohko de Libra estaba hecho para lograr tal hazaña,  porque era su alfa, su amado, su protector.

 

-Tu cuerpo…es cálido-dijo correspondiendo al abrazo, mientras le sonreía -¿Todos son así?

 

-Sí-acarició su mejilla con extrema ternura-Incluso el tuyo, mi omega.

 

-Ya veo…

 

Era reconfortante, amoroso, dulce, y placentero. Nunca había podido tocar a nadie debido a su veneno, pero ahora por fin tenía tal privilegió, y mejor aún, la primera persona a la que tocaba era su alfa. Aquel que ahora se apoderaba de sus labios con desesperación y necesidad, y lo comprendía.

 

No creía que hubiese tenido a alguien antes, es más, no creía que hubiese considerado encontrar a su pareja, y él tampoco, por eso necesitaban asegurarse de que aquello era real, y disfrutar tanto como pudiera del otro, porque bien sabían que esa era la primera y la última vez que se verían.

 

-Me hubiera gustado conocerte en otro tiempo-dijo Sílfide cuando rompieron el beso-Te habría entregado mi cuerpo en todos mis celos.

 

-A mí me habría encantado recibirlo-respondió, limpiando las lágrimas que se escurrían de sus ojos, aunque él mismo ya estaba llorando-Al menos pudimos encontrarnos.

 

-Pero eso no sir…

 

-Shhh-lo calló con un tierno beso-Todo lo que importa ahora es que estamos juntos, y que estos minutos sean solo nuestros. Además, no hay que temer mi dulce omega. El ciclo de reencarnaciones es eterno, así que sé que aún si perecemos ahora, algún día con seguridad, nos volveremos a encontrar.

 

El espectro se sonrojo antes esas palabras tan dulces, nunca imagino escucharlas de alguien alguna vez. Bajó la vista haciendo que su cabello cubriera la mitad  de su rostro, y dijo en un murmuro lastimero:

 

-Hasta la siguiente guerra entonces… mi alfa.

 

Eso fue todo. Dohko rompió en llanto al sentir como su omega se desvanecía en sus brazos, abandonándolo cuando recién se habían conocido. Y gritó, lloró,  rompió las rocas, sufrió la pérdida de su compañero con tanto mártir que esos pocos minutos de conocerse parecieron amos de estar juntos, años que le habría encantado vivir.

 

Así de fuerte era el lazo entre un alfa y un omega, unidos por los designios divinos.

 

Cuando el llanto se calmó lo suficiente, recogió ese precioso collar del suelo y lo colgó en su cuello. Aunque su omega ya no viviera, se aferraría a esa piedra para recordarse siempre que hubo alguien para él, y que ese alguien lo estaría esperando en cada una de sus vidas.

 

“Sé que en esta guerra encontraré la muerte, Sílfide. Así que por favor, espérame. No s encontraremos de nuevo en la siguiente vida. No olvidaré que existes para mí, es una promesa. No lo olvidaré.”

 

Caminó tambaleante hacía la estatua de Athena, dispuesto a derramar la sangre de la diosa de la guerra para despertar su armadura, pero justo en ese momento, otro espectro apareció, aterrizando delante de la estatua.

 

-Kh….-apretó los puños-¡Kagaho!

 

La guerra santa aún no terminaba…

 

243 años después.

Los Cinco Picos Antiguos.

 

-No fue solo un sueño, ¿verdad?-se preguntó al despertar de la visión que había tenido mientras dormía, aquella que le mostraba a Athena siendo asesinada por el rey del Inframundo, lo cual solo podía significar una cosa-Entonces, ¿al fin ha llegado…el momento? Esperaba que fuera tan solo mi imaginación, pero finalmente ha llegado el día en que el sello con el que Athena encerró el mal hace 243 años durante la última guerra sagrada, perderá su fuerza y se romperá, y las 108 estrellas malignas gobernadas por Hades volverán del mundo de la oscuridad. Una nueva guerra sagrada empieza ahora.

 

Su misión se había terminado luego de tanto tiempo viviendo.

 

Y espero durante algunas horas antes de ir al santuario, espero paciente hasta que “Él” llegó. Tal y como lo había predicho, ese dulce ser había ido a buscarlo, seguramente ya enterado de su misión y donde había pasado todo ese tiempo de espera.

 

Se paró junto a él, tan cerca que tuvo que mirarlo hacia arriba gracias a su nueva estatura. Creyó que vería en sus ojos reflejados la repulsión, el rechazo a su apariencia, el asco, pero nada lo preparó para ver el amor en su mirada, ni para el momento en que se arrodillo para abrazarlo con desesperación.

 

-¿Sílfide…?

 

-Dohko-sonrió-Mi  alfa, me alegra volver a verte amor….Te has hecho viejo, cariño.

 

-Jojojo. Así parece-acarició su mejilla y se sorprendió al ver como este restregaba voluntariamente contra su mano-Te extrañe, mi omega…Lamento no poder estar a tu lado como habíamos deseado.

 

-Estamos juntos ahora, sé que podremos esperar un poco más. Como sol y luna que solo yacen durante los eclipses tras una larga espera. Nuestro lazo es fuerte.

 

-No es justo tenerte esperando tanto tiempo.

 

-Tampoco lo es que me abandones.

 

Sílfide tomó entonces, el rostro viejo de su alfa y plantó en sus labios arrugados un dulce beso en forma de despedida. Estaba ahí sin autorización, Dohko debía ir al santuario, esa sería quizás la única vez que se verían en esa Era, y por ende la aprovecharían. Se despedirían  sabiendo que en la próxima vida, sus corazones, sus almas, y sus cuerpos, finalmente se unirían.

 

-Te amo, Dohko.

 

-Te amo, Sílfide.

 

-¿Maestro?-la inocente voz de Shunrei fue la señal para terminar su encuentro.

 

Sílfide se levantó, y sin mirar a la joven, saltó hacía la cascada perdiéndose en ella por la oscuridad de la noche. Shunrei, desconcertada, se acercó a su maestro para preguntarle sobre su misteriosa visita, pero este se adelantó sin borrar su sonrisa, y apretando la preciosa piedra que durante 243 años mantuvo sujeta a su cuello, sin separarse de ella ni mostrarla, recordándose que alguien en la oscuridad lo esperaba.

 

-Oh, mi querida Shunrei, me alegra que vinieras, jojojo.

 

-¿Eh?

 

-Esta es la despedida-la miró a los ojos-Pues será la última vez que nos veamos, mi querida niña.

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

primer pareja, jejeje


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