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Polaris por Yori Kibara

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Notas del fanfic:

Pido una disculpa por adelantado a quien llegara a leer esto.

Este proyecto comenzó como una especie de auto-terapia por un trastorno obsesivo-compulsivo de rayonear un número ridículo de hojas de papel. Un buen día la vocecilla en mi cabeza me dijo que debería enfocarlo en algo "comprensible", retomando un viejo habito de la niñez por escribir historias. Pero no soy un escritor...

Así que, lo sé. No es muy bueno. Y perdón por la introducción, pero nunca creí que la compartiría asi que no se cómo presentarla a alguien más.

Dicho tales palabras como advertencia y si aun así, decides seguir, bajo tu criterio dejo el que me disculpes por el contenido.

-------------------- 01 --------------------

-…Quiero ser encontrado-

 

Susurraba constante aquel muchacho de cabellos cobrizos, como si de un loco se tratara. Se encontraba inmóvil, como una roca en medio de una corriente de gente ocupada, un largo rio de rostros indiferentes a todo alrededor, sumergidos en su propio mundo.

Lo azotaba el recuerdo de su madre diciéndole cuando era pequeño, que si se extraviaba, debía quedarse quieto en ese lugar sin moverse, así lo encontrarían.

 

-¡Quiero ser encontrado!-

 

Esta vez lo dijo más fuerte mientras cerraba sus ojos de zafiro y agachaba el rostro.

Espero un momento antes de volver a abrirlos, ese momento fue suficiente para invocar las memorias que lo habían llevado ahí. Levanto su vista ya nublada con intenciones de llanto y miro en todas direcciones.

Nadie.

 

-¡Ven por mi ahora, no voy a esperar más! … ¡Ven ahora!-

 

Inhalo profundo mirando a su alrededor.

Nadie.

Pasarían unos  cuantos minutos más antes de poder mover su cuerpo de nuevo para emprender su camino a casa; entonces ocurrió.

 

Fue repentino, la gente comenzó a correr en todas direcciones, aterrados. No podía enfocar su vista en un solo punto entre los empujones, su cuerpo entero se congelo ante la agitada corriente de gente. Entonces lo vio, una figura que se movía ágil entre ese mar como un pez en medio de una tormenta.

 

Aquella figura, aquel hombre se detuvo de golpe en dirección hacia el castaño mirándolo como si lo reconociera de inmediato y se dirigió hacia él. Ese hombre de cabello negro despeinado y ojos azul gris le preguntaba insistente al castaño, pero éste se encontraba tan aturdido por todo alrededor que no logro escuchar. Simplemente negó con la cabeza, casi por instinto, pero sin dejar de mirar las opacas perlas de esos ojos. El pelinegro también parecía confundido con la reacción del castaño, sin embargo al escuchar que los disparos se acercaban, simplemente tomo su brazo y lo adhirió a su huida.

Corrían en sentido contrario al tumulto, no parecía importarle empujar a los demás, se movía ágil, astuto, arrastrando al castaño detrás de sí. Hasta que este comenzó a seguirle el paso y la huida se tornó más certera, al girar el rostro hacia atrás vio que se encontraban cerca y que apuntaban directamente hacia ellos; entonces por reflejo empujo al pelinegro al suelo.

Rápidamente ambos se levantaron, el castaño parecía estar más consciente de su entorno para entonces y ahora él llevaba arrastrando del brazo al pelinegro, quien casi de inmediato logró seguir sus pasos.

 

Lograron perder a los perseguidores cerca de un parque, apenas podían sentir las piernas cuando el joven castaño se quejó y se apretó el costado. Miro su propia sangre en su mano y comenzó a temblar asustado.

 

No hubo palabras del pelinegro que lograran calmarlo, sus manos temblaban descontroladas y su vista se nublaba, dejando al fin que sus ojos de zafiro sucumbieran a la oscuridad rápidamente. Cayendo entero sobre el pelinegro.

 

En medio de su inconsciencia, los recuerdos de la última vez que sintió un dolor similar flotaban a su alrededor.

 

Su nombre era Alain, tenía los ojos esmeralda más bellos que el castaño había visto y unos rizos dorados que podían poner celoso al sol, un mesero de un café muy popular en el centro. Se decían maravillas acerca de la atención en ese lugar y los rumores no decepcionaban, la cocina respaldaba por mucho esa fama. Comenzó con una sonrisa, una genérica sonrisa al servirle un café. El castaño recordaba y se preguntaba porque no había sido más perceptivo y descubrir que no lo estaba tratando de una manera especial, Alain solo hacia su trabajo. Después de que el rubio se enterara de su nombre y de quien era, fingió para enamorarlo. Lo hizo muy bien, el castaño creyó cada palabra y cada gesto amable. Hubo verdades, por supuesto, pero en su mayoría fueron mentiras. Eran espejismos, piezas de un rompecabezas incompleto, delicadamente creadas para ser justo lo que el castaño necesitaba ver, escuchar y sentir.

 

Esas caricias tibias, esos besos cálidos y esa noche en que su cuerpo desnudo había sido tan vulnerable ante Alain... falso, todo fue falso. Un remolino de odio, amor y dolor partía al castaño en mil pedazos. Le llevo años para recuperar cada pieza de sí mismo y ponerla de vuelta en su lugar.

 

Difícil para el castaño, pero experiencias como esa habían servido para volverlo más perceptivo con las personas, sin embargo, también le habían desgarrado de a poco la esperanza, dejando apenas unos girones útiles de los que se aferraba para seguir respirando.

 

Vivía entre nubarrones mentales a diario, desconfiado y deprimido. Pero en el fondo consciente que encontraría a la persona "correcta". Solo necesitaba aguardar por ella.

Solo aguardar. Se encontraba en medio de la esperanza y la auto misericordia, pero era lo único que tenía.

 

Y así de pronto, la voz lejana del recuerdo de Alain se desvanecía, mientras la memoria de lo que había pasado en la plaza y destellos de la huida no paraban de pasar frente a él, sin orden y sin sentido, encimándose uno sobre otro hasta que llego el silencio a romper con el desorden y la oscuridad tembló borrosa en sus ojos de zafiro.


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