10 de abril de 1912, un inminente barco británico, el mayor barco de pasajeros del mundo hasta ese momento, el Titanic, equipado con los mayores sueños que una persona puede imaginar en un barco, con grandes salones decorados elegantemente, grandes cocinas para satisfacer la boca de todos los pasajeros, habitaciones con todo lo que alguien desea, salones de estar, de baile, incluso salones para atender a los pasajeros ya sea como una barbería, o peluquería.
Desde las personas más pobres hasta las con mayor dinero del mundo pueden entrar en aquel ensueño llamado Titanic, algunas buscando quizás una mejor vida en su destino, otras simplemente por turismo o para visitar a algún familiar y de paso disfrutar del viaje.
Otabek, un chico de 18 años, siendo uno de los jóvenes pianistas más famosos de esos tiempos, miraba el barco fascinado, acompañado de sus padres y su pequeña hermana de 10 años de edad, que adoraba colgarse de los brazos de su grande hermano mayor, recibiendo leves sonrisas por parte de él.
Continuaba observándolo todo mientras su hermana le hacía preguntas mientras era cargada, llevaba un traje de color azul, que combinada con el vestido azul de su pequeña en sus brazos, realmente adoraba a su hermana.
Había compuesto varias piezas para ella, generalmente las partituras le salían casi naturalmente cuando pensaba en alguien especial, aunque llevaba tiempo sin componer nada, desde el último concurso que había ganado.
—Hermano ¡mira que grande es! —Dijo la pequeña mientras apuntaba con sus dedos toda la extensión de aquel barco—
—Lo veo Lyla, ¿te gusta?
—¡Es muy bonito!
De pronto, desvió su mirada, hacia las demás personas que habían allí, se habían quedado esperando mientras su padres arreglaban todo el equipaje para que lo subieran, incluyendo coches y grandes maletas con sus cosas, el por su parte decidió pasar un rato con Lyla para observarlo todo, sus ojos miraban las distintas cabelleras de todos lados, distintos ojos, narices y bocas, algunas más lindas que otras, pero ninguna como aquel rostro que vio, rasgos finos, preciosos ojos verdes que parecían cristales en los cuales podias quedarte horas y horas viendo su brillo, su cabello rubio que cubría su rostro levemente debido al viento. Por la lejanía no podía ver su cuerpo por completo, pero aquel rostro que parecía haber sido sacado de una muñeca le parecía la inspiración más grande que había visto últimamente, ¿quién era… ella? No podía decir si era chico o chica, pero no se imaginaba a un chico con rasgos tan delicados como aquellos, y si asi fuera, debía admitir que seria un chico demasiado hermoso.
Una suave melodía nació en su cabeza, deseando tener un papel en sus manos para poder escribir aquellas notas que no quería olvidar, esa…¿chica? ¿Quién era? Necesitaba verla lo más rápido posible para poder saber que seguía luego de las notas de piano que viajaron por su cabeza, no quería olvidarlas, era como si las notas viajaran a travez de su cabeza deseando ser grabadas en su cabeza y nacer desde sus dedos hasta las teclas del piano.
—¿Otabek? ¿Qué ves? —Pregunto su hermana mientras miraba hacia el mismo punto que él, intentando encontrar lo que había llamado su atención—
—No es nada…Volvamos con nuestros padres.