Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Perlas ensangrentadas. por TheSkeletalGarden

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

No soy muy fan del Kairu, quizás por eso no termina en final feliz :'D 

 

Estuve insporada un poco en una canción que lleva el mismo título de este fic. 

En su temprana edad, Takanori era fiel admirador de la bisutería. Con sus dieciséis años cumplidos reconocía a la perfección que su belleza atraía a hombres y mujeres por igual. Era clase media, misma que le permitía habitar en un vecindario céntrico con sus padres.

Gozaba de salidas al cine, a festivales, ropas y accesorios a cambio de besos, caricias, compañía y si la persona le gustaba incluso un poco de juego sexual.  Creía ciegamente que él no se enamoraría porque eso le haría “perder su negocio” y a su séquito de admiradores.

Pero, ¿quién no se ha enamorado en este mundo? 

Un día al fin alguien ocupó la casa de a lado, aquella que después de los últimos inquilinos tardó al menos un año para ser ocupada de nuevo. Eran los dueños, más bien la dueña, un chico, una chica y un gato.

Para estar en armonía con aquella gente, la mamá de Takanori dijo que llevarían algún presente para darse a conocer con sus vecinos, al joven le pareció que no era necesario, pero si obedecía esos pequeños detalles a cambio recibía vista ciega de los objetos nuevos con los que llegaba de vez en cuando.

Una cesta pequeña con frutas de la temporada, la presencia de ambos en la casa de al lado; de inmediato las señoras platicaron coincidiendo en que ambas llevaban la familia por su cuenta y no tenían un esposo. Takanori fue invitado por Yutaka a su habitación para jugar videojuegos.

El primer pensamiento de Matsumoto fue que aquel chico era guapo y además de su edad, mejor de lo que podía imaginar, pero la cereza del pastel era que estaba justo al lado de su casa; imaginó cruzando la cerca para pasar la noche con él o viceversa. 

Más que la elocuencia de Yutaka, sus gestos o su voz, Takanori estaba pensando en el bonito collar de perlas negras que la señora de la casa portaba. Y es que sólo un par de minutos fueron suficientes para desear aquella prenda, engreídamente sabía que en su cuello podían lucir mejor.

—Las perlas del collar de tu mamá, ¿son reales? —inquirió sin tapujos luego de dejarse ganar aquella partida.

—Lo son, fue un regalo de mi padre, ella dice que son haitianas. Es su favorito —añadió algo extrañado de la pregunta.

 

Un par de meses tuvieron que pasar para que Takanori lograra hacerse “amigo” de Yutaka, aunque realmente ya tenía fijado un objetivo, un precioso objetivo proveniente de las ostras. Cada día iba más provocativo a “jugar” con su vecino. Un día, a solas, sucedió el primer beso entre ellos, uno propio de su edad, incluyendo fluidos y algunas caricias.

Las visitas dejaron de ser para jugar, pasando a grandes rounds en los que Yutaka demostraba lo viril y buen amante que podía ser para su edad.  Quizás el sexo placentero hizo caer a Takanori en un enamoramiento, posiblemente fueron otros factores.

—¿Crees que puedas conseguirme un collar como el de tu mamá? —interrumpió de pronto las exhalaciones profundas de su amante que estaba desnudo a su lado.

—¿Ah? Bueno, no lo sé, tengo dinero ahorrado, pero no creo que sea suficiente. Según sé son algo caras.

 

Takanori dejó de ir a casa de Yutaka después de la última vez; pasó una semana y media hasta que su vecino fue quien venció la pena y llamó a su puerta.

—¿Quieres decirme qué ha pasado? —fue su frase de llegada al inmueble al ver que era su martirio el mismo que abría la puerta. 

—Quiero el collar de tu mamá. —soltó Matsumoto.

—¿Estás loco? Ya te dije que es caro y que además tiene un valor sentimental.

—Entonces déjame en paz, no quiero nada ya.

Un empujón de puerta y Yutaka quedó con más preguntas sin resolver que antes.

 

El verdadero problema surgió cuando Takanori volvió a pasearse por el vecindario con diferentes personas, bajando de taxis o de autos particulares y con bolsas en las manos.  Ahora era evidente para Yutaka que competencia había y demasiada.

Pensó entonces en una manera de robarle a su propia madre, pero no había tanta probabilidad cuando nadie más entraba a casa. De todos modos se aventuraría.  Inexperto chiquillo, siendo movido por el amor o por la lujaría, tenía todo planeado.

 

Por otra parte Matsumoto había comprendido que –para su mala suerte- estaba enamorado de su vecino, que los regalos de los demás no le llenaban el gusto como antes y mucho menos las caricias.  Por primera vez pasaría por alto no recibir algo a cambio; era eso o quizás su nuevo collar de perlas negras genuinas.

“Ya mañana lo arreglo”, pensó equivocadamente.

 

En la casa de al lado Yutaka se infiltraba en la alcoba de su madre, todo iba bien, incluso ya tenía el objeto en sus manos; con lo que no contó fue que su gato maullara en el jardín –producto de una pelea de territorios-. La madre despertó encontrándose con tal escena.

—¿Qué haces aquí y qué tienes en las manos, Yutaka? —sorprendida se levantó para arrebatarle la joya.

—La necesito para mi novia, mamá —si el delito era grave, además revelar que era para su fogoso vecino terminaría por cavar su tumba.

Un forcejeó comenzó entre la dueña y el ladrón, y es que luego de que las palabras no funcionaran, aquel par de personas parecían desconocidas. Sin embargo la fuerza de un varón superó a la de una dama y ésa misma cayó golpeándose la cabeza con el buró, llevando entre sus manos aquel collar, piel y sangre de su hijo.

Contrario a lo que cualquier persona cuerda hubiese hecho, Yutaka retiró el collar de aquella mano, lo envolvió en un pañuelo y salió de su casa para hacer entrega del “trofeo” mal habido a Matsumoto. Lo aventó por la ventana de la habitación del enano, en ese momento su shock había pasado y cayó en cuenta de que además de ladrón pasó a ser el asesino de su madre.

La locura invadió a aquel joven que se echó a correr lejos de su casa, su hermana, su amante y del cadáver de su madre.

La noticia corrió al día siguiente cuando la hermana de Yutaka llamara a la puerta de sus vecinos pidiendo ayuda, entonces Matsumoto comprendió la historia detrás del collar de perlas ensangrentadas que no se atrevió a recoger del piso de su alcoba.

 

De Yutaka no se supo nada más, los vecinos se encargaron de dar aviso a las autoridades, la joven terminó en una casa para desprotegidos y Takanori con dos collares de perlas negras, cada uno contando una historia diferente. 

Notas finales:

¡Espero que les haya gustado! 



Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).