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Todas tus Penas Serán Recompensadas por Larah Lawliet

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Notas del fanfic:

Lo único que tengo que decir al respecto de este escrito es que lo subí anteriormente a un Amino Comunidades. Fue en una comunidad llamada Junjou Romántica Amino, y lo hice bajo mi cuenta llamada Lara Lawliet Michaelis :3

     Solamente quería que quede claro que somos la misma persona. Lo subo acá para que más gente conozca mi idea. Si dudan de mi palabra tranquilamente puedo desmentir cualquier acusación.

Notas del capitulo:

Este escrito consta de 14 páginas en el word. No es mucho, pero creo que es suficiente.


Pero como sea,


Ojalá les guste y nos vemos en las notas finales.


(sí jaja, no tengo mucho que decir).

"Aún recuerdo el día en que lo conocí.

En ese entonces yo era sólo un niño, mas estaba bajo demasiada presión. Mis padres querían consumir mi infancia. Clases de natación, kendo, caligrafía, piano, clases particulares, más la escuela... Había días en los que simplemente no podía soportar no tener un minuto de tiempo libre, pero a pesar de que me lo ofrecían tampoco podía abandonar las actividades, ¿abandonarlas? Jamás. Era demasiado orgulloso como para hacerlo, incluso siendo un niño pequeño. Lo único que necesitaba era un lugar apartado para huir de la ¨dura realidad¨ en los momentos de estrés. Y lo tenía, por supuesto: era un hermoso claro frente a la casa en donde vivía.

Solía escapar y correr hacia allí: un cálido y solitario sitio escondido entre los arbustos. Me acostaba en el césped, oculto, y observaba el pequeño pedazo de cielo que se hacía visible entre las copas de los árboles. Lo que más me gustaba de allí, es que el verde de las hojas se mezclaba con el azul del cielo y el blanco de las nubes. Lo consideraba algo hermoso.

Podía pasar toda la tarde allí: durmiendo, pensando, leyendo, practicando para no fallar en algunas clases, o lo que sea... Pero ¨ese día¨ presencié que, desgraciadamente, había un intruso en mi guarida.

El muy maldito era un niño como yo, sólo que tenía un extraña aura alrededor, que si bien no podía verse, podía percibiese. Estuve unos segundos mirándole desde atrás de un árbol, y pude contemplar que estaba dormido.

  Recordé haberlo visto en la escuela, aunque hace un largo tiempo que no asistía, por lo que no me había dado la oportunidad de hablarle. Se había cambiado a mi clase desde Inglaterra y yo aún no me había decidido a acercarme. Pero enfermé un tiempo después de su llegada y falté a la escuela, y cuando sané y volví él ya no estaba, ya nadie hablaba de él. Era como si nunca hubiese sido alumno en aquella institución. Aunque bueno, no era asunto mío y por eso tampoco me atreví a preguntar al respecto.

Igual no podía perdonarlo por conocerlo de vista, ya que esa era mi guarida y alguien que no era yo estaba utilizándola.

  Hice una mueca de enfado muy infantil, me puse en cuclillas alado del dormido y lo observe: el color de su cabello no era café como el mío, sino que era color gris; su piel era muy pura, podría decirse pálida; y sobre su pecho había un pequeño cuaderno protegido con sus manos. Solté un suspiro por la molestia, y entonces, él abrió los ojos. Contemplé que estos tampoco eran marrones, sino de un brillante y extraño violeta. Era la primera vez que los veía de cerca, pero aún así, pasé por alto mi sorpresa por su belleza y continué con mi actitud molesta:

—           ¿Qué crees que haces, durmiendo en mi guarida? pregunté levantándome, poniendo mis manos en mi cintura para parecer firme.

—           Duermo: tú lo dijistecontestó con voz dormida, y sin plasmar ninguna emoción en su tono de voz. Frotó sus ojos suavemente con sus manos.

Chisté, mas el extraño niño no reaccionó ante mi enojo. Levantó su cuerpo del tronco del árbol, sentándose con la espalda recta y dirigiéndome su mirada. Algo en él daba escalofríos. Me mantuve callado por la extrañeza, pero el otro habló en el momento justo, antes de que el silencio se vuelva incómodo:

—                ¿Te molesta? Puedo ver cómo tu ceño se frunceme señaló con el bolígrafo.

—                Lo que yo puedo ver es que estas en propiedad pri-va-da. Búscate otro lugar para dormir.

—                Es que...comenzó a decir—. Este lugar está dentro de mi casa. Es mi jardín.

—                ¿Q-Qué? ¿En serio?salté en un gritito.

«Qué enorme jardín ha de tener»

—                En todo caso, tú deberías pedir permiso para estar aquí— hizo una pausa, no muy conforme con su respuesta, al parecer... Bueno, no es necesario. Puedes usar este lugar, a mí no me molesta.

  Mi cara de enojo se desvaneció. Esperaba una reacción menos amistosa de un niño rico (porque si así de grande era su patio, no quería ni imaginar su hogar), pero en vez de darle tantas vueltas al asunto solté otro suspiro y me recosté en el césped:

—                ¿Cómo te llamas?pregunté. Él tardó en responder, estaba pensando mucho su respuesta, lo que me pareció extraño, ¿acaso no sabía su propio nombre?

—                Akihikorespondió al fin—,Usami Akihiko.

* * *

Las semanas pasaron, Akihiko y yo continuábamos encontrándonos de casualidad en aquel lugar y él, como siempre, escribía todo el rato (si es que yo no le interrumpía o molestaba en demasía). Solíamos vernos de tanto en tanto. Era yo quien no tenía la oportunidad de ir todos los días, ¿ya mencioné que tenía horario completo casi todos los días?

—                Hirokiexclamó por lo bajo, una tarde en la que sí habíamos coincidido. Él tenía un nuevo cuaderno, puesto que ya había acabado con el otro en el que solía escribir. Ese hecho se había repetido antes. También había veces en las que tenía más de un cuaderno a la vez, ojeaba páginas de uno y escribía en el otro. Al parecer le gustaba mucho lo que hacía y por eso se esforzaba al máximo—. Llevas un rato mirándome.

—                Y-yo... ¡No! Bueno, sí— tartamudeé—. Estaba preguntándome qué es lo que escribes siempreconfesé levantando los hombros, girando mi cabeza y cerrando mis ojos en un gesto de superioridad.

—                Letrassusurró, sin dejar de guiar la tinta con el bolígrafo sobre el papel.

—                ¿¡Qué!? -grité enfadado—. ¡Dime qué es! Estás todos los días metido en esas hojas y me da curiosidad.

Akihiko hizo una mueca con la cabeza gacha, y luego de unos segundos de reflexión asintió con la cabeza.

—                Estoy escribiendo una historia de fantasíaconfesó—. Uso este lugar para escribir porque los colores me ayudan a encontrar las palabras adecuadas. La verdad me costó varios días encontrar un lugar ideal, y jamás imaginé que debiera compartirlo. Aunque no me molesta para nada.

—                Colores...repetí, ignorando lo que había dicho a continuación.

—                Sí. Los tonos de las hojas, junto con el celeste del cielo y las nubes. Hace especial a este lugar, ¿no lo crees? Es muy lindo. Parece la paleta de colores de un pintor.

—                S-sí... balbuceé. Tenía una rara sensación de felicidad, mas mi rostro no lo demostraba: había encontrado a alguien que pensaba como yo, y se sentía extraño—. ¿Y...sobre qué trata el cuento?

En eso, escuchamos una voz femenina gritar mi nombre, una muy familiar para mí: era mi madre. Lo había olvidado, tenía clases de piano. Akihiko señaló el suelo, dándome a entender que quería que me agache.

—                Si te ven te obligarán a ir-el grito de un hombre interrumpió el susurro del niño:

—                ¡Usami!, ¡Usami!

Akihiko, al oír el llamado de aquel adulto, bajó la mirada con una expresión moderadamente triste.

—                Creo que debería salirle dije por lo bajo—. Descuida, no les diré que estás aquí…volvió a hacer un silencio antes de responder. Era algo típico de él:

—                Nos vemos luego, entonces.

Yo me levanté, y con hojas en el cabello me dirigí hacia mi madre. Ella tenía ropa formal y un rodete color café hecho en su cabeza.

—                ¡Hiroki! ¿¡Qué crees que haces!? ¡Tienes clases de piano ahora, y tú todo sucio!exclamó, quitándome bruscamente los rastros de naturaleza de la cabeza—. Debes ir a casa a cambiarte rápido o se hará tarde.

Yo miraba hacia el hombre que gritaba el apellido de Akihiko. Tenía pinta de mayordomo, con un elegante traje y cabello bien peinado. Luego de unos segundos, un niño de oscuro cabello y lentes apareció, y entonces el mayor dejó de gritar.

«Era a él a quien buscaba»Pensé, «ha de ser el hermano de Akihiko»

—                Usami dijo el hombre una vez que el serio niño estuvo frente a él—. Su padre está buscándole, quiere que vaya ahora: otro cuaderno del joven Akihiko ha desaparecido.

—                ¿De nuevo cree que yo lo he tomado? ¿Por qué no confía en mí?preguntó el niño pelinegro, caminando junto al hombre con algo de molestia.

Iban a pasar a nuestro lado, y cuando lo hicieron, con toda la inocencia del mundo les dije:

—                Conozco a Akihiko. Creo que él ha tomado sus cuadernos para releerlos y continuar escribiendo, suele hacer algo así, creo.

Cuando lo dije, mi madre palideció, el mayordomo se quedó boquiabierto y el otro niño se acercó a mí. No entendí qué pensaba hacer, hasta que la palma de su mano chocó contra mi mejilla, volteando mi rostro.

—                L-lo siento mucho.-se disculpó mi madre en una reverencia— Al parecer Hiroki no está enterado de nada, por favor, perdónenlo...

Mis ojos picaron, y giré la cabeza con impotencia para no ver al niño que me había golpeado. Él estaba amargado, y tras un momento de silencio ordenó:

—                Vámonos, Tanaka.

El mayordomo y el hermano de Akihiko se retiraron. Mi madre esperó a que estos se vayan para voltearme bruscamente por el hombro y verme a la cara.

—                ¿En qué estás pensando? me preguntó horrorizada—. ¿Acaso no sabías que ese niño ha fallecido? ¿No lo han comentado los maestros?

—                No— negué con la cabeza algo sonriente, ocultando tras mi mueca una sensación de confusión espantosa—. ¿Usami Akihiko? Ese niño está bien, he estado con él desde hace días. Yo-

—                Hiroki— me calló, apoyando sus manos en mis hombros, agachándose para poder hablar cara a cara—. Usami Akihiko murió hace unos...cuatro meses. Era el hijo de nuestros vecinos de en frente. No solía salir mucho de casa, quizás hayas alcanzado a verlo en la escuela.

—                Mamáinsistí—. vi a Akihiko en la escuela, también aquí, y él está bien. Todo este tiempo ha estado bien.

Me separé de mi madre, y caminé hacia el claro entre los arbustos. Ella me siguió con un muy marcado ceño en señal de enfado. No quería que haga ¨bromas¨ de tan mal gusto. Cuando separé los arbustos, él seguía allí, recostado sobre el árbol y como siempre, escribiendo. Vio a mi madre detrás de mí, y dirigió sus ojos violáceos hacía los míos. Sin embargo, ella sólo observó el claro vacío, absolutamente vacío.

—                Hiroki— musitó ella—, no vuelvas a hacer comentarios como éste nunca más.

Akihiko la miraba fijamente, inmutable. Yo no podía creerlo: ¿quién era el de las bromas aquí? ¿Acaso ella no podía verlo? No, no podía. Él negó con la cabeza, yo hice lo mismo, y sin comprender nada separé los labios agachando levemente la cabeza.

—                Mamá... Lo siento... No volveré a hacerlo, lo prometo— murmuré, aún atónito—. Iré...en un momento.

Mi madre asintió, y se fue hacia mi casa, donde esperaría que yo vaya, puesto que se haría tarde para mis clases. Akihiko no cambió de expresión cuando ella se retiró, y eso me dio un escalofrío que me recorrió de pies a cabeza. ¿Cómo era posible que esté muerto? Si él estaba allí, conmigo. Parecía una buena historia arruinada con un giro argumental sin sentido alguno.

—                Hiroki— comenzó, cerrando su cuaderno y dejándolo sobre el césped—. Ellos no pueden verme, olvídalo. Hasta ahora eres el único que desde ese día ha podido… no completó la frase, sólo sacudió la cabeza.

Mis ojos se abrieron, me mostré furioso y mis piernas me hicieron caminar hacia él. No se movió, sólo observó cómo me arrodillaba frente a él y posaba mis dedos sobre su rostro. Automáticamente mi gesto cambió. Su tez estaba helada, y se sentía como si fuese un fino papel que se hubiese desintegrado al tocarlo con menos cuidado.

—                Mientes…

—                ¿Qué pasa?preguntó inexpresivo al ver que no se me escapaba una frase mejor.

Hice presión con mis dedos sobre su piel, e increíblemente sentí como éstos la traspasaron. No es una buena descripción, pero sólo podría decir que se sintió como si hubiese tocado una pesada y tangible ¨nada¨. Aparté mi mano rápidamente, mas no me aparté de Akihiko. Él se sorprendió, pero no tanto como hubiese debido, simplemente parpadeó y soltó algo de aire luego de esperar unos segundos:

—          Tú tampoco puedes tocarme sin cuidado... — notó.

—          ...¿por qué? — yo temblaba tanto que mis palabras apenas si habían sido entendibles. Notaba un puñal clavándose desde dentro de mí tan doloroso, que más que miedo lo que sentía podría haber sido clasificado como estupefacción. La pausa que hizo él me preocupó.

—          ¿No tienes clases de piano ahora? preguntó entonces, sin darle importancia a la situación. Yo negué sin comprenderle. Mis pensamientos estaban completamente enredados.

Confundido sí, pero asustado no. Porque a pesar de estar frente a un verdadero espíritu, no sentía temor alguno. El que estaba frente a mí sólo era un niño; de silencios reflexivos, palabras difíciles, dedos manchados de tinta. Otro amante de los osos, otro lector apasionado, otro observador de colores... No tenía por qué temerle. En absoluto.

—          Akihiko... — musité, agachando la cabeza para que no pueda ver cómo mis ojos se ponían vidriosos—. Debo irme ahora, pero tengo que hablar contigo cuando vuelva. Y tienes que estar aquí.

—          ¿No puedes hablar apresuradamente ahora?preguntó, con su característico tono carente de emociones. Yo negué con la cabeza, levantándome del césped, quedando de pie frente a él.

—          Tienes que estar aquí cuando regrese.

***

Durante aquella hora de clases, mi corazón no había dejado de latir dolorosamente. Estaba demasiado desconcentrado como para tocar bien la melodía asignada, como para siquiera escuchar las palabras de mi profesora regañándome sin una gota de paciencia. Mi mente se frenaba por momentos, clavando mi mirada en un punto fijo por varios segundos, congelándome los dedos. Y al igual que en un sueño en el que estás casi completamente inmóvil, sólo tenía ganas de despertar:

No le tenía miedo a Akihiko, sino que tenía miedo a que desapareciera. El tan sólo imaginar que podría desvanecerse como si de humo se tratase era lo que me aterraba. ¿Cuánto había pasado desde que le había conocido? Los días se habían pasado volando en nuestra ¨base secreta¨. En ese periodo de tiempo, había disfrutado mucho con él. Me había enseñado palabras nuevas; ayudado en las cosas que no comprendía, aconsejándome hasta con las cosas más tontas; contándome sus historias leídas, oyendo atentamente las mías; brindándome silencio, acompañándome sin decir una palabra. ¿Quién hubiese pensado que sería posible encontrar un mejor amigo dormido casualmente entre los árboles? No quería perder aquella extraña amistad que teníamos en aquel escondido lugar de su jardín.

***

El camino de vuelta se me hizo largo y tortuoso. Al igual que en la clase de piano, me apagué por completo dedicándome a solamente mirar por la ventanilla. Pero apenas frenó el coche frente a mi casa, abrí la puerta y escapé del vehículo hacia el enorme jardín de la casa de enfrente. Oí un grito de mi madre llamándome desde el auto, mas no me importó: continué corriendo con todas mis fuerzas hacia la guarida. Quería que siga allí, necesitaba que esté allí. Con mi paso tan acelerado, tropecé con el relieve del suelo y caí antes de poder adentrarme en la espesura de los arbustos. Ni siquiera pensé en el regaño que recibiría por haberme caído con mi ropa elegante. Mientras levantaba el peso de mi cuerpo con mis manos, escuché una voz seria pero a la vez infantil preguntar a lo lejos:

—          ¿Te encuentras bien?

Era el niño pelinegro que había visto hace rato, el hermano de Akihiko. Se acercó hacia donde yo estaba y me extendió una mano como ayuda, yo la acepté y torpemente me sacudí las rodillas.

—          Sí, sí, estoy bien— mi respuesta fue apresurada, pero el otro chico continuó con la conversación.

—          Soy Haruhiko Usami. Y... Quería disculparme contigo. Aunque hayas dicho algo así sobre mi hermano...no debí haberte pegado. Lo lamento.

—          No... Está biendije apenado.

—          ... Es que...aún no logro superarlo ni un poco. A pesar de que no nos llevábamos bien, lo quería. Incluso extraño su silencio— declaró fijando su vista en el cielo, dejando que un pequeño rayo de luz se refleje en sus gafas—. Antes de que partiera, pasaba todo su tiempo libre escribiendo en sus cuadernos. Comenzaba uno y escribía otro... Cada vez que le preguntábamos por aquello, él decía que podríamos leerlo cuando termine de redactarlo pero... Nunca terminó.

—          ¿Qué pasó con sus cuadernos? -Pregunté impresionado, con mis ojos a punto de derramar una lágrima— escuché que tú y tu mayordomo hablaban al respecto.

—          Comenzaron a desaparecer, hoy se ausentó el último que quedaba. Mis padres creen que soy yo quien los toma para leer lo que dicen. Jamás podría hacerlo. Aunque creo que no leerlo sería desperdiciar su trabajo, respetaré lo que él dijo, y también la regla que opusieron mis padres a favor de lo que Akihiko quería.

Antes de que Haruhiko llorase, tomé sus hombros y le hablé fuerte y claro:

—          Te prometo que traeré de vuelta esos cuadernos.

Haruhiko abrió los ojos con sorpresa. Incluso sus expresiones eran similares a las de su hermano. Salí corriendo otra vez y el azabache no me siguió. Fui acercándome más a la guarida conforme daba mis rápidos pasos, esa vez intentando no caer de nuevo. Crucé con brusquedad los arbustos, y al encontrarme al fin con el claro, hallé a Akihiko en él. Mi corazón latió con fuerza al verlo, y un suspiro aliviado se escapó de mis labios. Seguía allí tal como había prometido, pero había algo que no encajaba en lo usual.

—          Akihiko...

  Él estaba de pie, en el medio del lugar. Apilados y en orden se encontraban cinco cuadernillos de tapa azul, en el lugar donde Akihiko solía estar sentado escribiéndolos. Luego de intercambiar miradas, una pequeña sonrisa de satisfacción se formó en su rostro:

—          He terminado.

  Mi voz sonó jadeante por la corrida y la inquietud. Mis manos estaban apoyadas sobre mis raspadas rodillas, cada palabra fue separada por una agitada respiración:

—          ¿Tú robabas los cuadernos?

—          Esos cuadernos eran míos, y los tomé de mi casa porque los necesitaba para escribir el final de la historia... Ahora que está terminada, mis padres y Haruhiko podrán leerla.

—          ¿Tienes...?antes de que pueda formular mi pregunta, mis ojos comenzaron a gotear—. ¿Tienes idea de por qué no te hacen caso?

La sonrisa de Akihiko se borró de su rostro cuando me vio llorar. Sabía qué tan fuerte era eso para mí: había dejado de lado mi orgullo y estaba haciendo lo que creía que un hombrecito jamás debería hacer, que era llorar ante otra persona.

—          Porque estoy muerto— murmuró acercándose a mí, tocando con mucho cuidado mi lloroso rostro.

—          ¿¡Y por qué no me lo habías dicho antes si lo sabías!? — elevé la voz, apretando los ojos y sacudiendo mi cabeza, haciendo que los dedos de Akihiko traspasen mi rostro ante aquel brusco movimiento.

—          Sólo te hubiese asustado, adelantado tu sufrimiento y arruinando nuestra compañía. Así no hubiese podido haber pasado estos meses en este lugar contigo— explicó serio, sin subir demasiado el tono de su voz—. Fue linda tu compañía, en parte fue gracias a ella que logré terminar de escribir.

—          ¿Ese era tu objetivo? ¿Terminar tu historia? ¿Y qué pasa con tu familia?, ¿qué conmigo? ¡Me dejarás solo! — intenté golpearlo inútilmente, y al no pegarle a nada más que al aire, cubrí mi rostro sin dejar de sollozar.

Porque lo entendí, ya que Akihiko había terminado lo que debía terminar en vida, se iría.

—          Hiroki— se paró frente a mí tan cerca que pude sentir su aliento helado chocar contra mi rostro al pronunciar mi nombre—, no estarás solo para siempre, no te preocupes: acabarás siendo feliz, esto sólo es una tristeza pasajera.

—          Pero... no quiero que te vayas.

—          No es algo que puedas decidir tú o yo— dijo echándole una mirada a sus escritos. Yo hice lo mismo—. Quiero que se los des a mi familia. Tú también puedes leerlo. Es más, quiero que lo leas.

Sonrió dulcemente, dedicándome una tierna mirada con sus ojos violáceos. Igualmente, los míos no paraban de escurrir lágrimas. Yo era capaz de sentir el vacío que se avecinaba mucho más que él.

—          D-de acuerdo... — asentí en un débil sollozo.

Tan cerca como estaba, posó su gélida frente sobre la mía y sin tocarme nada más. Todavía mi mueca era imposible de disimular, incluso forzándome a hacer silencio y apretando fuerte los párpados se me escapaba el llanto. Aún con mi mente infantil deseaba permanecer así con él de forma indefinida. Pero Akihiko levantó su cabeza: 

—          ¿Quieres que te enseñe un hechizo?— preguntó unos segundos después, sin bajar sus comisuras. Pude sentir cómo aquello iba a ser su despedida.

—          — contesté con decisión.

—          Entonces debes quedarte quieto, o no funcionará...

Yo le obedecí, cerré los ojos y me mantuve inmóvil. Él con ambos brazos a los costados y tocándome lo menos posible, acortó la distancia que había entre nosotros. Mis ojos se abrieron enormemente y mi corazón dio un vuelco cuando sentí los finos y fríos labios de Akihiko apoyarse sobre los míos. El primer y último beso que hubo entre nosotros no duró más que unas milésimas. Cuando él se separó de mí, sentí mis mejillas arder. No entendía cómo un toque tan ordinario pudo desorbitarme tanto, tampoco por qué Akihiko lo había hecho, ni por qué me había gustado. Antes de que pueda decir nada, él aclaró:

—          Es un hechizo para dejar de llorar— yo llevé una de mis manos temblorosas hasta mi boca, que aún podía sentirse fría. No me había dado cuenta de que entonces mi cuerpo estaba más ocupado en sentir vergüenza que en llorar—. ¿Lo ves?, — soltó un pequeño aire de risa—, te detuviste.

  Mi cuerpo tembló. Sentí una adrenalina infantil increíble, como si hubiese hecho la cosa más intrépida del mundo. Quise abrazarlo, pero mis movimientos fueron demasiado bruscos. Entonces fue él quien me rodeó con más tranquilidad:

—          Gracias por haber compartido conmigo— masculló.

—          ¿Crees que podrás volver? — pregunté, con mis manos rozando apaciblemente sobre su pequeña espalda.

—          No.

  Se apartó y me sonrió otra vez, con esa expresión que tan pocas veces mostró. Mi sonrojo y vergüenza se transformaron en un mohín poco atractivo y al borde del llanto cuando Akihiko comenzó a caminar fuera de nuestra guarida.

—          ¡E-espera! ¿¡Qué quieres que haga con tus cuadernos luego de leerlos!? Has dedicado mucho a ellosAkihiko se detuvo antes de desaparecer entre la espesura de árboles, en aquel enorme jardín.

—          Puedes hacer lo que quieras, siempre y cuando no los destruyas. Con que mis escrituras perduren para siempre es suficiente.

—          Entonces… Adiós.

Me despedí, y mientras Akihiko se volteaba sin borrar su sonrisa, abracé fuertemente aquella pila de libros, apretándolos contra mi pequeño cuerpo como si quisiera protegerlos.

También podía sentirlos fríos

***

—          Hiroki— exclamó Haruhiko cuando me vio del otro lado de la puerta. Había ido hasta su casa, con los cuadernos en brazos. El hombre que lo acompañaba antes me había abierto la puerta, y yo había pedido de ver al menor.

—          Los he traído— murmuré, con mi garganta seca y mis ojos aún enrojecidos.

—          Tú los tenías...

—          ...Si te digo la verdad no me creerás— le extendí los cuadernos y él los tomó con sorpresa—. No los tenía yo, sólo me encargué de recuperarlos.

El niño abrió una hoja al azar de cada uno de los libros, y permaneció en un largo silencio. Aquello me recordó tanto a Akihiko que me volvieron a dar ganas de llorar. Fue así hasta que tomó el quinto cuaderno, el que llevaba la última palabra en su última hoja:

¨Fin¨

—          Están terminados— y su mandíbula tiritó con angustia—. Pero... Si él...

—          Los ha terminado— completé con una triste sonrisa—, y quiere que ustedes lo lean. Quisiera leerlo yo también.

—          E-espera— tartamudeó, acomodando sus lentes con nerviosismo.

—          Haruhiko. Lo que dije antes era verdad. Cuando te encontré hace un rato sabía que él había fallecido, pero cuando quise hablarle llegó su hora de…— hice una pausa— partir. Él ha gastado sus últimas fuerzas en acabar esto para ustedes, porque lo había prometido. Porque era su propósito antes de irse.

—          No entiendo nada de lo que dices...

El azabache se rompió, y a pesar de haber sido tan educado antes me abrazó sin preguntar para entonces llorar en mi hombro sin ningúna clase de modestia. Por alguna razón yo no fui capaz de acompañarlo con lamento, sino que logré ayudarlo a salir de él por el momento.

Más tarde me hizo pasar, entonces le conté la historia a él. Sólo a él. Y me creyó, porque no podría haber habido otra explicación a los hechos entonces, además de que reconoció la escritura y palabras de su difunto hermano. Luego iríamos a explicarle lo ocurrido a sus padres, pero esa noche me quedé junto a Haruhiko a leer ¨Un Cuento sin Nombre¨, por Usami Akihiko.

Y yo no pude creer lo hermoso que éste escribía. Sus palabras podían expresar perfectamente las emociones de la historia, me permitían sumergirme en el escenario y los acontecimientos de manera perfecta, igual que los libros que yo leía, o tal vez mejor. ¿Cómo un niño de 10 años pudo tener tanto talento?

La historia transcurría en un espacio de fantasía, con un personaje humano y los demás como seres de ensueño, igual que el lugar en el que vivían. El personaje principal era un adulto sorprendente. Era inteligente, de poca paciencia, también disfrutaba de la lectura, transmitía sus conocimientos a los demás personajes y tenía sentimientos reprimidos por su orgullo. Akihiko le había llamado ¨Hiroki Suzuki¨. Leer ese nombre fue un puñal al corazón.

Hiroki Suzuki sufrió mucho al principio de la historia. Mientras Haruhiko y yo la leíamos, sentíamos que el final de la historia sería triste y amargo como el comienzo, pero no fue así. Mientras peores eran las cosas que le sucedían, más fuerte se hacía el personaje, más lograba aprender de sus errores y de los demás. Y cuando llegó la mañana, cuando Haruhiko y yo acabamos de leer los escritos, quedamos en un largo y absorto silencio. Al fin de cuentas, todo había acabado bien para Hiroki Suzuki, había encontrado lo que realmente le hacía feliz, después de tanta espera...

Akihiko había utilizado algunas palabras y frases que no conocíamos, así que habíamos tenido que preguntarle a Tanaka. Un ejemplo de esto fue:

¨Todas tus penas serán recompensadas¨

***

Cuando tuve la edad suficiente para saberlo, me aclararon el porqué del fallecimiento de Akihiko. Había sido forzado sexualmente por uno de sus profesores particulares durante mucho tiempo, pero antes de que pueda tomar el valor suficiente para hablar al respecto, el adulto lo ahorcó. Comprendí que cuando él comenzó a escribir Un Cuento sin Nombre estaba pasando por esos abusos, eso explicaba la gris atmósfera de cada palabra. Y es hasta el día de hoy que me pregunto si sus penas fueron recompensadas.

¿Tiempo extra para acabar su objetivo, una guarida secreta y la compañía de un niño enojón, habrán sido suficientes para recompensar su dolor? ¿Habrá sido por eso que logró escribir un final alegre?

Supongo que son dudas que permanecerán con nosotros para siempre, aunque me gusta pensar que fue eso lo que sucedió: me gusta pensar que lo hice feliz.

Me convencí de eso durante años, y aún así no logré desvanecerme de ese sentimiento tan amargo que se había instalado dentro de mí. No hasta que alguien me ayudó a escapar de él.

Estaba sentado en la banca de un parque, en un día soleado y perfecto para sentirse bien, aunque no era mi caso. Los niños jugaban y, como siempre, al verlos recordé al niño de cabellos grises. Aunque a pesar de todo el culpable de su muerte estaba y está tras las rejas, Un Cuento sin Nombre fue publicado y el nombre de Usami Akihiko será recordado para siempre; yo no lograba sentirme mejor conmigo mismo.

Me preguntaba miles de veces por qué. ¿Por qué no pude haberme acercado antes? ¿Por qué tuvo que haber sido asesinado? ¿Por qué sentía que yo podría haber hecho las cosas mejor? Tampoco podía dejar de pensar qué clase de hombre hubiese sido, y si hubiese continuado estando a mi lado. Las dudas iban a atormentarme por el resto de mi vida.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla, y agaché la cabeza para que aquellos que pasaban no logren ver mi tan penosa expresión. Pero entonces oí un grito por parte de un hombre joven, uno que me ayudaría a salir del abismo en el que me encontraba:

—          ¡Cuidado!

Miré hacia los lados, pero no vi signos de peligro; levanté mi cabeza, vi hacia el cielo, y en él encontré un pequeño punto azul. Me quedé quieto sin comprender, pero luego de unas milésimas de segundo el punto creció y creció hasta caer peligrosamente a unos centímetros míos.

Di un grito terrible por el sobresalto, viendo al cohete casero que se había estrellado contra el piso, a mis pies. Y entonces apareció un muchacho de gran estatura, cabello oscuro y ojos azul marino. Intercambiamos miradas un segundo, quedando magnetizados por los ojos del otro. Él se dio cuenta de que yo estaba llorando, y mientras me sequé las lágrimas sin ganas de que un extraño me vea así, el otro tomó el juguete del suelo y se agachó para quedar a mi altura. Acarició mi cabeza, aún sin conocerme, para consolarme con una voz increíblemente suave:

—          Todo está bien... — susurró, y supe entonces que él iba a ser mi nuevo abismo, y que jamás podría salir de allí.

Pero no fue mi culpa.

Eran manos demasiado cálidas…

***

Ha pasado mucho tiempo desde que Nowaki Kusama y yo vivimos juntos, y a pesar de que no sea capaz de demostrarlo muy bien lo considero lo más valioso que he conseguido hasta ahora. Y me gustaría poder decirlo así de fácil sin morir de la vergüenza.

Con respecto a Akihiko, no lo he olvidado y jamás lo haré, pero lo he superado. Y si bien aún cargo con las dudas ya no me carcomen ni me evitan vivir sin culpa. Aunque no han desaparecido. A veces suelo preguntarme en dónde estará, en si es capaz de encontrarse con otros fallecidos. Es una pregunta que suelo hacerme cada vez que veo las noticias, porque parece que la televisión sólo muestra tragedias.

Esta tarde un niño llamado Misaki, si mal no recuerdo, fue anunciado en televisión por haber fallecido en un accidente automovilístico junto a sus padres. Él y Akihiko son un claro ejemplo de que la muerte no perdona a absolutamente a nadie. Por eso uno de mis mayores deseos es que exista algo luego de perecer, así al menos Akihiko lograría tener compañía al igual que los demás que partan, así yo podría reencontrarme con él.

Sin duda le preguntaré qué otra historia ha inventado durante todo el tiempo en el que estuvimos separados, también le preguntaré si ha entablado más amistades, y también daré las gracias, porque él prometió que lo de hace años sería tristeza pasajera, y lo cumplió.   

Si ese encuentro tiene que pasar, pasará, pero no lo adelantaré. Usami Akihiko, te quise muchísimo y te deseo lo mejor donde quiera que estés. Ya no eres un tormento ni una carga emocional, ahora representas unos hermosos días de mi niñez que jamás ignoraré. Espero que sigas siendo tan agradable y creativo como siempre. Yo, por mi parte, continuaré con mi vida junto a la persona que amo."

Hiroki Kamijou suspiró. Sus cansados dedos habían estado una hora moviéndose por el teclado de su computadora portátil. No escribía por temor a olvidar, sino que lo hacía para que sus recuerdos queden más allá que sólo en su cabeza. Era un pequeño placer que le gustaba hacer a menudo. Pero lo que el castaño no había notado era el par de ojos azulados que le observaban desde hace diez minutos. Decidió levantarse de la silla del comedor para beber algo en la cocina, y cuando volteó hacia dicho lugar dio un pequeño saltito por la sorpresa.

—          ¿Cuánto tiempo llevas ahí? —preguntó molesto, viendo a su pareja apoyada en la pared en una posición donde leer la pantalla no sería complicado.

—          Lo suficiente para leer un par de líneas interesantes sobre mí— contestó él, animado y con una sonrisa boba tatuada en el rostro.

Fue más que suficiente para que Hiroki tomara su portátil en brazos y salga corriendo a su habitación en una huída algo patética, y que acto seguido el azabache le siguiera entre risas.

Hiroki Suzuki, más conocido como Hiroki Kamijou, más conocido como El Demonio Kamijou; era inteligente, de poca paciencia, también disfrutaba de la lectura, transmitía sus conocimientos literarios en la universidad Mitsuhashi y tenía sentimientos reprimidos por su orgullo. Porque jamás permitiría que Lo Más Valioso que había Conseguido Hasta Entonces leyera verdades tan vergonzosas como las que había estado escribiendo.     

Notas finales:

Hola, otra vez.


No tengo mucho que decir al respecto, sólo comentar que usé varias frases y escenas similares a algunas del Animé de Junjou Romántica para que tenga más relación con la obra original, y que así sea más significativo para los que vimos la serie.


Bueno, eso fue todo :v me gustaría que dejen sus opiniones en una review para saber más o menos cómo quedó, ya saben, con sinceridad :3 yo no me enojo. También me gustaría que me digan si les agradaría que suba mis historias (ideas originales, no fanfics), eso sería una motivación para terminarlas de una vez. Pero bueno, me voy que si no me enredo mucho.


 ¡Chau, gracias por leer!


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