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Zhen por Polaris

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Notas del fanfic:

Bueno... esto es un regalo para los integrantes de Para Fantasear... grandes escritores que merecen soñar de formas distintas. 

Notas del capitulo:

Primer capitulo... porque esta csita me gusto

                Einar Balam era un orgulloso ministro de economía, coleccionador nato. Amaba llenar sus estanterías con libros e ilustraciones, así como coleccionaba otro tipo de cosas.

                Poco se interesaba en lo que sucedía afuera de los muros de su país. La cosa estaba en palacio, y desde dentro se hacían los cambios. Se maneja el costo de la sal, del arroz, el pago por la seguridad y los servicios públicos. Los créditos y presupuestos estaban bajo su autorización y aprobación.

                Nada se hacía sin que lo supiera.

                Su niña emperatriz podía hacer lo que deseaba, querer mandar a hacer su voluntad pero si él no autorizaba el crédito, hasta la sangre divina debía de retirarse hasta que tuviera edad suficiente.

                Tanto poder volvía a Einar alguien difícil de tratar.

                El resto de las familias le sacaban la vuelta a no ser que se tratara de matrimonio. Por lo menos cada mes tenía a una nueva hija de alguien en su atrio. Admitía que los hombres sabían ser insistentes. Y que le arruinaban el humor.

                Sino tenía retratos en su escritorio, tenía cuadros, poemas, citas en las reuniones sociales en las que casualmente siempre tenía tiempos muertos… sospechaba que su asistente lo dejaba solo a propósito.

 

-Sólo hace su trabajo -  Athal Mahsati le susurro trepada en una esquina de la pared, justo en el rincón que tenía una de las puertas principales – Andas muy distraído y viejo… mala combinación.

 

-Una esposita de juguete es menos divertida o especial. No dan ganas de coleccionarlas – Athal se relamió los finos labios. Cerezas brillantes por el veneno que escurría por ellos – Sólo no quiero.

 

-¿Miedo de descubrir que pueden ser interesantes? – Balam arrugo su nariz – Digo… en los harenes las hay de a montones – Athal se juraba que Einar tendría a mas como ella pero por los pasados incidentes en donde sus largas garras terminaron degollando a las nuevas adquisiciones, Einar prefería mantenerla como la joya de su colección… no deseaba compartir el pedestal con nadie. Ella era la mejor Zhen en toda la región – Tu emperatriz ya empieza a escoger a sus amantes.

 

                Einar volvió a sentir la migraña regresar. El consejo alentaba a  Ligia da Kaie, emperatriz de Sir Lanka a conseguir los especímenes que la harían delirar en las noches apenas tuviera una edad conveniente para hacer más que platicar. La emperatriz se había encaprichado de varios hijos de nobles que ya eran entrenados y hacían sus propias estrategias para ser los primeros en embarazar a su emperatriz… infelices gusanos que le olvidaban por momentos.

                Athal, oliendo el mal humor emanando por cada poro, deslizo sus alas por el pecho, abrazándolo por detrás después de aterrizar con gracia. La habitación era grande para que pudiera volar, no mucho pero lo suficiente para no perder la costumbre.

 

-Encuentra alguien que puedas coger.

 

-Eres un Zhen – Se quejó - ¿Qué puedes saber del interés sexual? – Pico, sobando las largas y hermosas plumas multicolor. Su orgullo era Athal, hermosa, alta, bestial, divina en sus ojos de pavorreal, tan colorida que dejaba en vergüenza a la aurora – No necesito de eso. Verte es suficiente.

 

-¿Aun cuando pueda asesinarte? – Einar detallo en los colmillos, en el filo en las garras de arpía y le acaricio la cabeza - ¿Einar?

 

                Keih toco a la puerta, sin esperar la autorización de su amo, entro con la bandeja de comida. Humeantes y caliente venenos de la mejor calidad para Athal y pescado con muchas verduras para Einar, que estaba a dieta bajo órdenes médicas.

                Athal no atacaba a Keih, de hecho, era a la única del servicio que encontraba mona. Y obvio que de agredirla, su amo estaría muy molesto. El resto de sirvientes o esclavos no corrían con la misma suerte. Entraban cuidándose para no ser mordidos, rasguñados o tajados. Athal detestaba que entraran a sus territorios y la viesen como un bicho raro, pensando cosas extrañas. Le gustaba ser admirada no compadecida.

                Y la mayoría de esclavos, la creían un Zhen desdichado.

                Extrañaba el exterior. Los grandes vuelos. Las horas libres. Y claro, le llegaba la nostalgia pero Einar no era mal amo. Pudo ser peor.

                Los humanos gustaban de tener Zhen´s para demostrar su poderío. Exhibirlos en sus salas, ponerlos a cantar, alimentarlos, tenerlos como mascotas salvajes a los que hay que adornar y casi siempre matar porque frecuentemente mordían la mano que los encerraba.

                Bebían veneno… comían veneno… y lo convertían en colores… el veneno teñía sus plumas. Entre más potente la hiel, mejor.

                Einar era el mejor facilitando el dinero para comprar venenos.

                Y Keih era la mejor consiguiéndolos de la mejor calidad.

               

-Estábamos hablando justo de ti – Dijo Athal. Keih le dio su taza de té con buen pan y carne, claro… todas con dosis potentes de ponzoña -  Einar decía que deberías de dejarlo con una buena opción, no sólo con los primeros que quieran abrirle las piernas.

 

-Si sólo de eso fuera, dejaría que usted lo hiciera – Einar casi se ahoga con el bocado – Pero si tiene sexo, sus colores se desvanecerán… sería muy malo para su belleza – Athal se rio. Era cierto. Los Zhen no tenían sexo a menos que tuvieran que reproducirse con uno de los suyos y una sola vez en la vida. El sexo era peligroso para ellos. Una tortura, era drenarlos a lo salvaje. Como si quitaran la tinta de algún tatuaje sobre la piel – Hacen buena pareja. El amo siempre está tranquilo aquí. Es una buena compañera, Mahsati.

 

-Keih – Reprendió Einar.

 

-No deje los espárragos – Señalo de vuelta. Einar había comenzado a separar lo que no le gustaba – Debe de hacer caso al doctor. Otra de esas hijas estará en la reunión de la próxima semana – Keih extrajo un sobre de su ropa. El sello imperial disgusto a Einar – La emperatriz pide que lleve a Mahsati para que cante. Habrá extranjeros.

 

-Es de mala educación leer la correspondencia de otros – Keih ignoro a su amo – Te he consentido – Suspiro.

 

                Athal no por primera vez deseo tener manos para poder consolar a Einar.

                Su amo parecía derrumbarse con las presiones del palacio.

                Siempre era lo mismo.

                Las apariencias y el poder.

                Al menos con estas dos últimas, podía ayudar.

 

.

.

.

 

                A Keih le gustaban los colores de  Mahsati. Le encantaban las plumas azules que se decoloraban en patrones de ojos y lagunas de ondas en otros colores. Los tonos variaban, pero el blanco y el negro no aparecían. Hasta hacía poco, a Athal habían estado saliéndole una ligera línea de plumas  sobre los parpados, de un dorado celestial delineándole los ojos. Eso la hacía más atrayente, y extraña aun para los suyos… la ponzoña que había conseguido tal efecto había sido un secreto.

                Peinar a Mahsati también era un pasatiempo para Keih. El escucharla cantar era relajante. Y Athal adoraba molestar a la protegida de Einar. La chiquilla seguía siendo una boronita de persona. Pequeña, adorable, con un físico que no denotaba su conocimiento para con los venenos.

               Ponerle el gorro ceremonial a Athal era un reto. Athal lo odiaba, traía un velo que era levantado por el amo para permitir que el Zhen cantara, como una señal de vinculación. El entrenamiento y los modos del criador lo eran todo para desprecio de Athal.

                Keih era pequeña cuando Athal estaba erguida, usualmente Athal conservaba la postura de un ave en reposo, con las piernas flexionadas, casi sobre su pecho, afianzada al barrote que era su rincón de descanso, cubriéndose con sus alas y resguardando la cabeza hasta que Einar entraba a hacerle compañía.

 

-Por favor – Pidió Keih con el sombrero en la mano– No puedo – Athal se hinco, dejando de torturar a la sirviente. Athal juraba que Einar estaba tardando en adoptar a la chiquilla – Gracias, Mahsati.

 

-¿Einar quiere algo en especial?

 

-Que no ataque a nadie. Que si la emperatriz quiere tocarle la dejes – Athal se asqueo – Ella es dios en la tierra. Debe poder controlar a un Zhen. Eres la opción más segura. El palanquín es un poco pequeño – Explico mientras colocaba los grilletes en los tobillos. Athal podía amar a su amo, amar la vida que su amo le daba… pero amaba y extrañaba la libertad, era mejor prevenir – Sera custodiada por la guardia de la Emperatriz.

 

                Athal se rio… al parecer había aterrorizado lo suficiente al personal de Einar, que ni querían acercársele.

 

-Keih – Athal la sujeto con una de sus patas, la cadena le impediría volar muy alto. Extendió las alas y sabiendo que no enterraría sus garras de más, alzo el vuelo.

 

                Keih jamás había visto más bonito atardecer.

                El amarillo ocultándose entre los verdes de las montañas. Los naranjas salpicando los azules de las aguas. Los tejados y sus visos resplandecientes. Keih no pudo evitar pensar lo mucho que Athal amaba a su amo para renunciar a todo lo que un Zhen podía tener en  libertad.

                Y también comprendió lo mucho que su señor amaba a Athal para tenerla siempre encerrada en el atrio, con ventanas aseguradas y candados en la puerta.

                Athal era hermosa volando.

                El acero las jalo cuando Athal intento ir más arriba… recordándole que debía de bajar. Ya abajo se escuchaban a los sirvientes escandalosos pedir por la ayuda de los soldados.  Temían que soltara a Keih.

                Vislumbro el arco de la puerta que daba a la calle, en la que ya el palanquín esperaba la orden para entrar. Maniobro un poco. Sintió a Keih sujetarse con su otra mano de su pata, resintiendo el cambio de dirección.

                Aterrizo, lista para morder al primer infeliz que le amenazara con la lanza.

 

-Mahsati – Dijo Keih con la cara tieza, la que siempre traía cuando lidiaba con extraños – Entra al palanquín – Pidió abriendo la puerta. Haciendo a un lado a los hombres que no sabían como tratar con los Zhen – Tendrá más órdenes cuando llegue – Los demás sirvientes seguían sin comprender como Keih guardaba respeto por la mascota del amo.

 

                Mahsati era un animal.

                Y siempre sería un animal.

.

.

.

 

                Balam asintió de nueva cuenta, por compromiso.

                Después de todo hablaba con Orga, un general venido a menos pero con un intachable deseo suicida que conseguía las victorias necesarias en las fronteras. Eran tiempos de guerra y Orga era el amo en ese territorio, un joven amo de la guerra.

                En un instante, un jovencito, pequeño en altura y que le recordaba a Keih se les acerco. Einar no pudo esconder su desprecio.

                ¿Ahora le meterían a sus hijos hasta por los ojos?

 

-No me interesa – Se adelantó – Estoy alagado pero no estoy interesado en tomar ningún consorte – La mirada que le dirigió a Mikazuki solía bastar para desalentar las intenciones de cualquier hija noble. Esperaba que en los hombres fuera igual.

 

                Mikazuki, amante de Orga prefirió comer sus deliciosas semillas de fruta seca… un amargo gusto que había adquirido cuando no tenía para comer, cuando él y Orga eran soldados y huérfanos.

 

-Es cierto que es despreciable – Le contesto Orga – Mikazuki no está aquí por usted – Einar parpadeo confundido. Orga era el primer hombre que le decía lo que pensaba de él en la cara. Su sólido poder hacia que optaran por susurros en las esquinas y sombras – Cómo Barbatos, Mikazuki está obligado a asistir a estas celebraciones –Einar quería desaparecer por primera vez en muchos años – Permiso.

 

                Einar lo dejo estar. Él jamás había conocido a Barbatos, el guerrero principal de Orga. El chiquillo… aunque… quizá no tan chiquillo, parecía no superar los diecisiete inviernos, el metro sesenta de estatura y los modos parcos de los infantes mal educados…

                Necesitaba su espacio.

                Comenzaba a asfixiarse.

                Fue detrás de bambalinas. En donde sabia habían colocado a Athal. Se aseguró que nadie le viera. No era bueno que se esparcieran los rumores.

               

-¿Qué hiciste?

 

-Enojar al general Orga – Athal se carcajeo. Einar le conto hasta el último detalle - ¿Crees que un Zhen seria buen regalo de disculpas? – Athal le miro incrédula – Mala idea.

 

-Últimamente tienes muchas malas ideas.

 

-Me estoy cansando – Admitió – Cambiando de tema. Los esclavos de casa vinieron corriendo a avisarme que intentaste lastimar a Keih.

 

-La hice volar un poco – Einar abrió la jaula y abrazo a Athal – Me gustaría poder hacer lo mismo contigo. Volar.

 

                Einar también lo quería.

                Olvidar por un rato que el país dependía de sus cuentas. De sus estrategias. De asesorar bien a la emperatriz. De aguantar los embistes de los otros consejeros. De otros no aliados. De pensar en quienes usar y a quien desechar.

 

-Einar  -Susurro  - Si tomas a un heredero desalentaras a los otros a casarte con sus hijas… o hijos.

 

-¿Qué haría sin ti?

 

-Suicidarte.

 

                Einar pensó por un rato.

 

-Deberá ser alguien que pueda cuidarse por sí solo. No faltará quien quiera asesinarlo. Y cuando deba de tomar esposa, en caso de que me obliguen – Lo cual pasaría – Intentara preñarse…

 

-¿Sabes?… yo protegeré a Keih y ella sabe cuidarse por sí sola – Einar sonrió con tristeza… debía de hacer lo que no quería. Keih no era para las disposiciones de palacio, era más briosa y no encajaba con la nobleza… a la que seguía despreciando – Sera una gran señora y quizá con el tiempo, capte la atención de tu emperatriz. Favorece mucho a las buenas mujeres.  Es un ganar, ganar.

 

                Einar le beso las mejillas. Volvió a mirar por dentro de esos ojos, reflejándose.

                Cerró la reja y espero a que las cortinas se abrieran.

                Los invitados observaron a su Zhen, embelesados por los colores… apenas imaginando la cantidad de veneno que debía de comer para mantenerse vibrante.

                Athal podía asesinar en segundo a quien quisiera de una mordida.

                Podía enfermar en agonía de un rasguño.

                Athal era la belleza y el símbolo del poder.

                Su emperatriz,  Ligia da Kaie, la sirena de combate ya caminaba hacia Athal. Embarnecida en su pálida tez de noble, con las mejillas rojas y las sombras en la frente, detalles que la hacían ver bien, con un traje de seda y multicolor… emulando a los Zhen.  Atrás de ella estaba Shari´a Ambra, la única noble que ya estaba escogida para ser la primera consorte de Kaie. La emperatriz se había enamorado con sus escasos nueve años de la hija del Ministro de relaciones públicas.

                Einar trono los dedos y Athal comenzó a cantar… ella estaba para ser admirada, apreciada, envidiada… para despertar celos hacia Einar… ella estaba ahí para dar un espectáculo sonoro y visual…

 

                Ligia da Kaie acaricio el plumaje de Athal, quien apenas consiguió frenar su instinto de alejar esas pringosas manos de su perfección.

                Los comensales estaban esperando a que el Zhen atacara. Después de todo era un animal.

               

-Alteza – Llamo Shari´a – Hará que a sus hombres les dé un ataque al corazón.

 

-Soy la emperatriz… nada me pasara – Einar se dijo que debería de hablar sobre la imprudencia con su emperatriz… si fuera otro Zhen, uno menos noble y amoroso, ya estaría muerta – Cuando cruces a tu Zhen, Einar Balam, quiero a la cría – Demando – Seguro que será tan fantástica como ella – Y Athal se obligó a cantar, no era el momento de hacer rabieta.

 

                Esa orden había hecho que en la sala corrieran las voces, inquitas y bulliciosas.

                Ahora Einar debía de lidiar no sólo con las propuestas de matrimonio, sino con los maestros de Zhen´s que ofertarían a sus adquisiciones para cruzar con Athal.

                Por primera vez deseo asesinar a su emperatriz por bocazas. 

Notas finales:

sorpresa?


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