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Estoy en casa. por OnlyYou

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

La historia es completamente mía. 

Tomó aire profundamente con la vista clavada en la puerta de su propia casa, suspirando de forma lenta para tomar valor y entrar a la residencia. Esbozó una sonrisa que trataba de ser alegre mientras se quitaba con cuidado el calzado y lo dejaba prolijamente en su lugar, para luego tomar el picaporte. Sin más, entró. —¡Estoy en casa!— Exclamó apenas traspasó la puerta de entrada, alzando la vista y encontrando el pasillo de su hogar tan solitario como años atrás, ningún ruido se escuchaba en la vivienda. Con un nuevo suspiro, no se molestó en seguir fingiendo estar contento y se adentró en su propia casa.

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—¡Sakura-chan! Estás exagerando, ¿no recuerdas lo que sentiste cuando fuimos al mundo genjutsu? — Si había algo extremadamente raro, era el que Naruto tuviera que regañar a alguien y más si ese alguien era Sakura. A pesar de que habían pasado un par de años de aquella trampa hecha por Madara en la cual ambos habían acabado en un mundo alterno en el cual Sakura no tenía a sus padres y él sí, su amiga parecía ya haber olvidado lo que sintió al estar día tras día en la soledad de su casa. Y él, definitivamente, no podía permitir que lo dejara pasar así como así. ¡Más porque se enojaba con ellos por cosas tontas! La mirada verde cayó sobre él con una clara molestia, chasqueando la lengua.

—¡Ya sé, ya sé!— Contestó de mala manera, llevada por el enojo causado por sus progenitores. —Pero de verdad, Naruto, ¡arg! Pero mi papá no puede andar husmeando así entre mis cosas, ¡si no lo hubiera hecho, no hubiera encontrado el juguete!—Gruñó esta con enojo, sintiendo palpitar las venas de su frente al recordar a su padre apareciendo en la cena con su dildo envuelto en papel higiénico y pidiendo qué le explique qué hacía su “bebita” con ese juguete a la vista de todo el mundo. ¡El puto juguete estaba en su habitación, en el fondo del cajón donde guardaba su ropa interior, en una maldita caja negra que decía “No abrir”! ¿Qué otra cosa podía hacer? Era estúpido tener que ponerle un sello a la caja luego de usarlo, además de que tenía que poder tener su propia privacidad. Con un nuevo gruñido, dio un paso con más fuerza y hundió el suelo bajo su pie.

—Al menos tienes un padre que se preocupa.— Susurró con una envidia que no pudo controlar, formando un leve puchero en su boca. Alzó la vista en dirección a la gran roca de los Hokage’s, observando el rostro tallado en piedra de su padre. —Ya lo hemos hablado, sabes lo que opino.— Murmuró, llevando sus brazos detrás de la cabeza y apoyando la misma en ellos, levantó la vista al cielo, observando los pájaros que volaban a lo lejos.

—¡Estoy ansiosa por poder mudarme! Juntar dinero es más duro de lo que pensaba, el hospital no deja demasiado y las misiones grandes llevan mucho tiempo.— Soltó un bajo bufido de enojo y frustración, dejando de prestarle atención a lo que su rubio amigo pudiera decirle, aunque realmente este no pensaba hablar otra vez. Hacer razonar a Sakura era casi como hablar con una pared…aunque al menos la pared no lo haría enojar.

No quería pensar así de Sakura, pero la mayoría del tiempo se comportaba como una niña malcriada, era deprimente para él escuchar cómo se quejaba siendo que jamás tuvo unos padres que se preocuparan así por él. Claro que sabía que lo amaban, habían dado todo por él sin dudarlo, no podía quejarse por ello pero… ah, los peros. Era deprimente saber de ellos por un poco de chakra que había quedado en su cuerpo, los recuerdos de Kakashi-sensei y demás aldeanos que habían llegado a conocer a sus padres, sin mencionar la ilusión de Obito. Él los había conocido, por esa razón había podido hacer la ilusión tan real, eso lo había hecho sentir un poco mejor luego de enterarse la verdadera personalidad de Madara, no todo había sido falso como había creído.

—Oye, Sakura-chan… ¿te molesta si me marcho? Había quedado con Iruka-sensei de cenar en ichiraku.— A pesar de que aquella era una verdad, no dejaba de ser una excusa para dejar a la pelirrosa en su camino a la casa. Ese tipo de temas acaban por deprimirlo sin que nada pudiera hacer y el mejor remedio para sus penas era un buen tazón de ramen de su lugar favorito para comer en el mundo.

Sin esperar una respuesta, se detuvo y puso distancia entre ambos con un par de saltos que lo llevaron hasta el techo de una de las casas de la aldea. Volvió a saltar para alejarse del lugar y perderse del campo visual de su amiga, permitiéndose cerrar los ojos y hacer una pequeña rabieta como las que hacia cuando era niño. Con 20 años seguían diciéndole que no había cambiado ni un poco con ese tipo de gestos, pero sabía que no era del todo cierto. Sí había cambiado, él y muchas cosas lo habían hecho.

Pasó la mayor parte de la noche conversando con Iruka-sensei, con el viejo Teuchi y su hija Ayame, tomándose su tiempo para regresar a su casa vacía. ¡Cómo odiaba el silencio en la noche! Tenía que hacer algo con él, incluso había barajado la posibilidad de adoptar uno de los cachorros que Akamaru había tenido, un perro ninja sin duda sería una gran compañía y guardián de su casa mientras no estuviera. Lo que fuera para no tener que soportar el silencio. ¿Existiría alguna especie de loro ninja? Podría enseñarle a decir “Bienvenido a casa”, con eso sería feliz. ¡Estaba desesperado!

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Caminó casi arrastrando los pies al pensar que no había nadie en su casa para recibirlo, envidiando a la vecina de al lado por estar cocinando algo que olía tan bien. Se relamió los labios y un leve sonrojo se formó en sus mejillas al escuchar el sonido de su estómago pidiendo alimento, ¿quedaría algo de ramen en la alacena? Llevando una mano al origen del ruido, giró el pasillo que daba a la puerta de la cocina y se sorprendió al ver la luz encendida, ¿qué hacía prendida?

Abrió los ojos con sorpresa y se apresuró a abrir la puerta, parpadeando cuando la luz le dio de lleno en el rostro, encegueciéndolo durante unos minutos.

—Bienvenido a casa, dobe.— No importaba cuántas veces escuchara aquello, no podía acostumbrarse a la felicidad que lo embargaba, el sentimiento cálido que le producía esas simples palabras era suficiente para hacer que se pusiera sensible. Una amplia y sincera sonrisa se formó en su rostro al distinguir el esbelto cuerpo, su piel pálida que contrastaba con lo oscuro de sus ojos y cabello, así como la sutil sonrisa que daba a entender que estaba feliz de tenerlo en casa. Se acercó a él en tres pasos rápidos, atrapándolo en un abrazo de oso, justo los que Sasuke odiaba.

—Estoy en casa, teme.— Susurró, apoyando la barbilla sobre el hombro de su pareja, aflojando el agarre sólo para poder acariciar el bulto que se formaba en el vientre ajeno. Su hijo de 5 meses se movió al sentir las manos de uno de sus papás acariciarlo.

—Voy a patear tu trasero como vuelvas a apretarme así, usuratonkachi. ¿Es que no tienes consideración ni por tu hijo?— Preguntó, dejando entrever la molestia en su tono, la cual desapareció al ver los ojos brillantes de su estúpido, pero amado, novio. —Ah, no me digas. Sakura.— Gruñó por lo bajo ante la falta de respuesta, sabiendo que había atinado, aunque era obvio. —¿Qué mierda hizo ahora?— Volvió a cuestionar, haciendo que Naruto volviera en sí al sentir la energía negativa escapando del contrario.

—¡No hizo nada! Tranquilo-ttebayo.— Se apresuró a negar una y otras vez con las manos y la cabeza, sintiendo un sudor frío en su frente. —Pensé que no había nadie, las luces estaban apagadas y no se escuchaba nada.— Murmuró, sonriendo de forma nerviosa hasta que la amenaza pareció pasar.

—Por supuesto, acabo de volver del supermercado, dejaste que nos quedáramos sin nada para comer. Agradece que tengo ganas de cocinar, sino te dejaría sin comer.— Tomó las manos del rubio con suavidad ante el lugar en el que las tenía, retirándolas para poder girarse y encararlo de frente. —¿Qué te pasa entonces? Estás más tonto de lo normal.— Comentó, clavando su mirada en los ojos ajenos en busca de una respuesta que lo dejara satisfecho.

—Estaba recordando las veces que llegaba y no había nadie para decirme “Bienvenido a casa”.— Contestó, buscando rápidamente en el bolsillo de su pantalón un pequeño regalo que había comprado para el bebé en camino. —¡Mira! ¿A que es una monada? — Preguntó, enseñándole dos pequeños zapatitos de color rosa con la letra N en cada una.

—¿N? ¿Naori? ¡Te dije que se llamará Mikoto como mi madre! Además, será un niño.— Exclamó, frunciendo el ceño de inmediato.

—¡Será niña y se llamará Naori! Es lo justo, Sasuke, ya te dije que podrás elegir un nombre cuando tengamos un niño.— Refunfuñó, guardando su regalo nuevamente y acercándose a la olla que estaba en el fuego a ver qué estaba preparando el pelinegro para cenar. —¿Pollo y verduras? Wacala.— Susurró, sacando la lengua unos segundos, recibiendo por ello un golpe en la parte trasera de su cabeza.

—Si no te gusta, puedes ir a comer a otro lado.— Ah, su querido tsundere… hasta él mismo sabía que obedecer la sugerencia de Sasuke valdría perder el derecho de nombrar a la bebé, dormir en su cama, hacerle el amor y una serie de venganzas que sería peor de acuerdo al tiempo en que tardara en regresar a la casa.

—¡No! Esto está bien-ttebayo.— Soltó una pequeña risita nerviosa antes de girar hacia su pareja una vez más, robándole un beso en los labios al tenerlo cerca. —Yo pondré la mesa, no te molestes, también lavaré los platos y te daré un masaje antes de ir a dormir.— Habló rápidamente, esperando contentarlo nuevamente o al menos no acabar con alguna parte de su cuerpo dañada. La sonrisa maliciosa en el rostro de Sasuke le dio a entender que todo estaba bien, por lo que se apresuró a colocar todo lo necesario sobre la mesa.

—¿Cómo te fue hoy?— Preguntó el moreno pasados unos momentos, revisando que las verduras estuvieran cocinándose bien.

—¡Bien! La misión fue un éxito, ni siquiera tuve que esforzarme del todo en pelear. Mi buena reputación me acompaña a donde quiera que vaya-dattebayo.— Infló el pecho orgulloso ante su título como héroe de la aldea y ninja más poderoso, el cual le ahorraba algunas peleas en las misiones, no todos querían pelear contra alguien con quien sabían que iban a perder.

—Que aburrido.— Comentó el contrario, recibiendo un asentimiento de parte del rubio.

—Lo sé, pero no hay nada que hacerle.— No podía hacer más que resignarse, aunque de aquella manera lograba volver antes a su hogar. —¿Cómo has estado tú?— Preguntó luego, tomando asiento y observando a su novio mientras revolvía con cuidado el contenido de la olla, para luego mirarlo.

—Me duele la pierna derecha y la espalda, me siento gordo, el bebé se está moviendo cada día más y tú haces preguntas molestas.— Contestó con el ceño ligeramente fruncido. —Pero bien, supongo… me acostumbraré a ello.— Aseguró, llevando una mano inconscientemente hasta su espalda baja, la cual acarició unos breves momentos. —La vieja dice que es normal.— Agregó luego, no queriendo que Naruto hiciera un escándalo y quisiera llevarlo a una consulta de emergencia por los dolores que eran normales en su estado.

—Podemos darnos un baño luego, seguro que eso y un masaje te aliviaran.— Ofreció con una pequeña sonrisa, ligeramente nervioso al ver que Sasuke se lo quedaba viendo fijamente y esbozaba una media sonrisa. —¿Pasa algo?— Interrogó sin poder quedarse en silencio, recibiendo una simple negación con la cabeza.

A pesar de que Naruto tenía muchas cosas por las cuales podría quejarse, esa preocupación sincera y las ganas de hacerlo feliz podían hacer que agradeciera el que estuvieran juntos. Jamás se lo diría, pero era algo.

—Gracias, Naruto.— Murmuró al servirle la comida y tomar asiento.

—¿Eh? ¿Gracias por qué? … ¿Sasuke? ¿Sasu? ¿Gracias por qué?— Insistió, sin recibir una contestación a su pregunta, pero no importaba, sabía a qué se refería aunque no lo dijera. La esperanza de que lo exteriorizara nunca se perdía, pero qué más daba.  


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